O46. i'll tell you the truth, but never goodbye

capítulo cuarenta y seis !
parte uno

hay tantas líneas que crucé sin perdón
te diré la verdad, pero nunca te voy a decir adiós


24 DE DICIEMBRE, 2022
📍 CALCHÍN, CÓRDOBA.

Camila

ME VEO OBLIGADA A MORDERME la carne de mi labio inferior hasta hacerlo sangrar para no dejar que se me escape ningún gemido, no quiero ser producto de traumas en mis sobrinos o cargadas de mi familia al levantarnos.

Siento como la mano de Julián recorre mi columna vertebral hasta ejercer fuerza en mi nuca, empujando mi cara contra el respaldo de la cama. No hay nada que me enloquezca más en este momento que la sensación del miembro de Julián entrando y saliendo bruscamente de mi, estoy a nada de perder la cabeza y gritar su nombre con todas mis fuerzas. Pero no lo hago, solo cierro los ojos con el ceño fruncido, apretando su alrededor, mientras siendo cada embestida vibrandome en todo el cuerpo.

Mis fluidos se resbalan entre mis piernas e inevitablemente el ruido de Julián entrando y saliendo de mí llena la habitación. Sin dejar de embestirme, Julián agarra el control remoto de la mesita de luz y le sube a la tele para disminuir un poco el ruido. Y sin dejar que me acostumbre a su grosor, vuelve a embestirme con todo.

Me arqueé contra su pecho dejando escapar un suave gemido, el nudo que se acumula debajo de mi vientre me estremece cada fibra de mi cuerpo. Mi novio deslizó sus manos por mi estómago para aprovechar a apretarme las tetas y finalmente agarrarme por la garganta, ejerciendo una suave presión para atraerme a él, pegando más mi espalda a su pecho. Se queda quieto, todavía dentro de mí, puedo sentir su respiración pesada en mi oído, dejando escapar un gemido en el mismo que, por más suave que haya sido, me volvió loca.

―Cómo me calentás, gordita linda. ―me susurra al oído, con su tonadita cordobesa, dejando besos calientes en la parte trasera de mi cuello―. Estás re apretada.

Retomó sus embestidas, hundiéndose en mí de manera profunda. Era un montón, más de lo que podía aguantar, no sentía las piernas. Cuando dejo escapar otro suave gemido se da cuenta que encuentra mi punto G, sus movimientos se vuelven más descontrolados.

Quería hablar, pero ni siquiera podía, cada una de sus embestidas me sacaba el aire.

Mis pensamientos se nublaban del placer. Su respiración se volvía más entrecortada contra mí nuca, su agarre en mi cadera llegaba a dolerme por como sus dedos se hundían en mi piel, y sentí como me agarraba del mentón bruscamente para comerme la boca de un beso, mientras sentía como sus gemidos se amortiguaban contra mí boca.

Su lengua se deslizó dentro de mí boca mientras sus manos recorrieron mis muslos para abrirme más las piernas. Sus embestidas son casi erráticas y rítmicas, su trozo me parte al medio. Siento el calor de su respiración cuando rompe el beso y una de sus manos se deslizan por mis pliegues, frotandolos con agilidad sin dejar de cogerme.

―¿Te encanta que te coja así, no? ―sisea. Cada una de sus embestidas es brusca, intensa y profunda. Está completamente decidido a dejarme hecha mierda, y a mí la emoción me consume―. Trola hermosa que sos.

Fuera de la habitación escucho pasos por los pasillos, pero nada ni nadie va a pinchar la burbuja de placer que nos tiene atrapados a mí y a mi campeón del mundo.

―Qué bronca que me da cuando te quedás callada. ―dice entre dientes, pegándome un cachetazo en la cola―. ¿Qué pasa, flaquita? ¿No te la bancás?

Me dan ganas de matarlo cuando me desafía así. Me da bronca y me moja más.

―¿Te... te pensás que no me la banco? ―respondí como pude.

Dejo descansar mi mejilla contra la almohada de la cama, Julián sigue cacheteandome la cola varias veces. A mano abierta, sin medir su fuerza y dejándome ardiendo. Me deja todas las marcas posibles, haciéndome suya en todos los sentidos. El placer se me acumula por completo y siento que estoy llegando al limite. Sus manos me apretan el culo demasiado fuerte, reduce la velocidad de sus embestidas, más lento pero más profundo, prolongando el placer que me produce.

Más allá de que darle la razón era lo último que quería, no consigo aguantar más y a la tercera que me penetró lento, llegué al orgasmo.

―Viste, floja. ―Julián aprovecha cada oportunidad para burlarse de mí―. A mi no me ganás nunca.

El campeón del mundo se mueve un par de veces más, rápido como a él le gusta, y minutos después, siento como se tensa adentro mío, dándome a entender que ya había llegado, muerdo mi labio al sentir como llena el preservativo, la única barrera que hay entre nosotros físicamente.

―Hermosa que sos. ―sonríe mi novio, cuando sale de mí interior y me doy la vuelta.

Julián sonríe cuando nos miramos, sus ojitos brillan al encontrarse con los míos y yo no puedo sentirme más plena y enamorada. Es el hombre más perfecto que hay en el universo, y es mí hombre.

―Te amo. ―musité, acomodándole los pequeños rulitos que se le forman por el sudor, caídos en la frente. Mi novio sonríe, llenandome la cara de besitos.

―Yo te amo más, reina mía. ―murmura sobre mis labios―. Vos sos mi mayor premio, culia'.

―No te pongas gay ―lo molesto, cuando en realidad, sabe que me encanta cuando se pone así de romántico.

Julián rueda los ojos, y baja su cabeza para enterrarla entre medio de mis tetas desnudas: ―. Chupame la pija.

―Bueno. ―respondo, y Julián levanta la cabeza, con la mirada iluminada.

―Yo no jodo.

―Yo tampoco.

―Qué trolita me saliste. ―me molesta, mordiendome la mejilla juguetón―. Yo me re entrego pero en un rato nos vamos, así que levantate, culona.

Suspiré resignada mientras me estiraba en la cama. Julián me pegó una palmadita en el culo antes de levantarse de la cama, directo a ducharse. Agarré mi celular para mirar Tiktok y Twitter, matando el tiempo likeando cada edit de los campeones que me saliera.

Los festejos por la Copa del Mundo fueron, sin exagerar, una locura enorme. Se los digo yo, que pasé todo el día del festejo bajo el sol, sin protector ni gorra, chupando hasta el agua de la canilla con mis amigos. Y acá estoy, recién recuperándome de una insolación y ataque al hígado, cuando se supone que soy una adulta responsable.

Claramente, está de más decir que no tienen que seguir mi ejemplo. Pero me chupa un huevo, soy campeona del mundo, así que en efecto, seguí chupando como si no hubiera un mañana.

Tanto Buenos Aires como Calchín fue un lío de gente, todos para festejar y aplaudir a su campeón. Y yo no podía estar más feliz de ver como la gente amaba y celebraba a Julián, literalmente me identificaba con cada uno de los nenes que lo amaban. El festejo en Calchín todavía no cesaba, bastante gente todavía rodeaba el afuera de la casa de Julián, y el pobre no daba más de tanto sacarse fotos y firmar camisetas, pero siempre aceptaba con una amigable sonrisa, agradecido del apoyo de la gente.

Después de quedarnos varios días en Calchin, hoy mismo viajábamos para Carlos Paz para pasar Navidad con mi familia, y Paulo y Oriana (que son prácticamente familia). Para mí buena suerte, era la penúltima parada que nos quedaba, ya que después recibiríamos el Año Nuevo en Manchester.

Me gustaba viajar, mucho más si era con mis amigos o familia. Pero este último mes fue tan cansador que ya no quería saber nada de rutas ni de aviones. Todavía no tenía todas mis energías recuperadas y lo único que quería, era dormir.

Pero conociendo a los hincha huevos de mis hermanos, tuve que obligarme a juntar fuerzas para despegarme de las sábanas, una vez escuché que Julián salió del baño. Yo ya me había bañado más temprano, pero las insinuaciones de Julián a esas horas de la mañana me convencieron y ahora me veo obligada a meterme a la ducha otra vez, porque estoy toda transpirada y pegajosa. El calor insoportable del pueblo no ayuda en nada para... ciertas actividades.

―¿Qué pasó, culona? ¿Te duele algo? ―Julián no desperdicia la oportunidad de burlarse de mí cuando vuelve del baño.

Apenas y puedo levantarme de la cama, y veo, por el espejo, como un verde azulado se apodera de los costados de mi cintura, moretones sutiles. No hace falta mencionar las mordidas alrededor de mis pezones y las manos de Julián marcadas en mis cachetes. Que animal.

Se ve que la caravana le sacó lo tímido por completo. Bah, siempre me cogía fuerte, ¿pero así? Lo re desconozco, y me encanta.

―Me hiciste mierda, pedazo de gay ―suspiré, sentándome en el borde del colchón con delicadeza, mientras sobaba delicadamente las partes más doloridas de mi cuerpo―. Te voy a cachetear yo el orto a ver sí te gusta.

―¿En la quinta? ―él sonríe, subiendo las cejas con impresión―. ¿Dónde cualquiera nos escucha? No te da ni a palos, amor.

―¿Qué sabés vos? Capaz cae un milagro de Navidad y me avivo. ―respondí, intentando cancherearla, pero no me la creí ni yo―. Mentira, ni en pedo. Si nos enganchan me tiro de un quinto piso.

El comentario le saca una risa a mi novio, mientras sigue cambiándose de ropa. No me malentiendan, obvio que me encanta coger con Julián. Pero jamás podría coger en un lugar donde sé que nuestras familias o cualquiera nos podrían agarrar. Hoy fue distinto, porque estaban todos en la cocina y no se iba a escuchar nada, pero sabiendo que allá hay más probabilidades, no podría. Me moriría de la vergüenza.

Dejé de darle atención a ese tema y después de una ducha bastante rápida, me dirigí a la cocina para preparar el equipo de mate para el viaje. Porque aunque no era más de una hora de viaje, siempre tenía que llevar mi mate conmigo.

En la cocina, me encontré con Amelia, quien estaba sentada en la banqueta de la cocina, tomando un té con una expresión cansadiza. Suspiré. Su pancita se iba acentuando cada vez más y dentro de poco ya entraba al primer mes del embarazo. El cual se suponía que tenía que ser el mejor primer mes de su vida, terminó siendo un mes de puro estrés para ella. Ya que el pelotudo de Ramiro no hacía más que restar con sus actitudes de mierda. Supuestamente, habían arreglado el "malentendido" que habían tenido en Qatar, que tenía como protagonista a La China. Pero yo no les creía nada, se notaba a kilómetros como Amelia lo ignoraba un montón y no le hablaba más de lo necesario, Ramiro se quería matar. Pero para mí se lo merecía, por chistoso.

A pesar de tener apenas comunicación (más que nada por parte de Amelia), intentaban tener una buena relación por el bebé. Todos, en realidad, la teníamos como prioridad. Literalmente nos peleábamos por quien era el más baboso de la familia. Más hora que empezaron a surgir las teorías de que se venía la nena, incluso cuando ni siquiera tenía un mes todavía.

―Buen día, amore ―sonrió Amelia al verme, caminé hacia ella para darle un beso en el cachete―. Amanecimos contentas parece.

Reí, intentando ocultar mi sonrojo. Amelia me conocía tanto que hasta podía darse cuenta cuando me habían dado vuelta como una media, o capaz yo no sabía disimular bien, quién sabe.

―¿Cómo dormiste? ―pregunté.

Ella formuló una mueca, acariciandose la pancita apenas abultada: ―. Maso. Estuve bastante descompuesta.

Sonreí compasiva, haciéndole un mimito en el brazo. La compadezco. Imagino que estar embarazada es lindo hasta que llegás a la etapa del vómito y los mareos. Conozco a bastantes de mis amigas que también son madres y sinceramente agradezco usar preservativo a ésta edad de mi vida.

―¿Sabés si Ramiro ya se despertó? ―preguntó Amelia, revolviendo su taza de té.

―Creo que sí ―respondo, poniendo el agua en la pava eléctrica―, me parece que se despertó temprano a bañarse y salió.

Amelia asintió, con la mirada perdida sobre la mesada. Al darme la vuelta, mi mirada se encuentra con la de ella. Nos miramos y entendemos muy bien nuestros pensamientos. Mí cuñada suspira pesadamente, corriendo la mirada de la mía, relamiendo sus labios con nerviosismo.

―¿Estoy haciendo mal, Cami? ―pregunta, siento como su voz se quiebra y veo sus ojos marrones cristalizarse―. Conversamos lo justo y necesario. Yo lo extraño un montón y sé que busca que lo perdone, pero no puedo, me duele.

En cuanto Amelia hace un puchero con sus labios, la abrazo por los hombros con cariño. Ella apoya su cabeza en mi hombro mientras deja salir otro suspiro pesado.

―No estás haciendo mal, Ame. Yo te entiendo y te re banco en esta, lo sabés. ―Amelia asintió, concorde con mis palabras―. Pero vos estás esperando un bebé ahora, negrita, y es algo que tenés que tener presente ahora. Ya no se trata solo de ustedes dos. Tenés que priorizarte a vos y al bebé. ―apreté su brazo con cariño―. Y no te digo que lo perdones así nomas, todo lo contrario, más bien. Que le cueste, que le entre en la cabeza que esto no es joda.

Amelia asintió lentamente, procesando lo que le decía. Se pasó la mano por la panza, un gesto casi instintivo que denotaba su conexión con el bebé que venía en camino.

Yo no podía evitar pensar en cómo iban a cambiar las cosas cuando llegara el bebé. Amelia siempre había sido fuerte, pero con un hijo en camino, las prioridades cambian. Sabía que Amelia no iba a aflojar, pero también entendía lo difícil que era enfrentarse a estos conflictos cuando estás más vulnerable. No quería que se sienta menos. Amelia era una mujer que valía oro y tenía que saberlo.

―Te juro que me da una bronca... ―Amelia suspiró, frustrada―. Creo que no hace ni falta decirle que esas cosas me joden. Aparte, no fue cualquier mina, Cami. Era la China Suarez, ¿entendés? Encima me terminé enterando que se iba a ver con ella, allá en Qatar. Y ni siquiera me lo dijo él, me enteré por Álvaro.

Amelia se veía frustrada, con el ceño fruncido y una mezcla de bronca y tristeza en la mirada. Tomé un respiro, queriendo elegir bien las palabras para no meter la pata. No quería sonar como que defendía a Ramiro (porque era, literalmente, indefendible), pero tampoco quería ver a Amelia sufrir más de la cuenta.

―Ame, yo sé que Ramiro se mandó una cagada enorme, pero no tenés que dejar que la bronca te pase por encima. Vos sos mucho más que eso y lo sabemos todos. ―aseguré con sinceridad―. Que Ramiro se busque cualquier excusa ahora, porque si piensa que la va a tener fácil, está re equivocado. Con la China Suárez o quien sea, no hay forma de que justifique lo que hizo. No tiene excusas, y vos no tenés que soportar estas cosas, y menos ahora que están esperando un hijo.

Amelia volvió a pasarse la mano por la panza, y noté cómo sus facciones se suavizaban al pensar en el bebé. Era como si ese pequeño ser dentro de ella fuera el único que lograba calmarla de verdad.

―Qué Don Pajín se ponga las pilas si quiere estar a la altura. ―finalicé, mientras el agua terminaba de calentarse―. Si no lo fajamos de una, vos sos más de la familia que él. Será es mi hermano, pero si se manda cagadas, las tiene que pagar.

Amelia soltó una suave risa, asintiendo ante mis palabras: ―. Gracias, Camilucha. Te adoro.

(...)

Navidad era una de las pocas épocas del año donde veía a toda mi familia materna. Casi nunca los veía, si bien visitaba Quilmes cada dos por tres, la única familia que tenía ahí eran los hermanos de mi papá. Pero me caían para el orto, así que tampoco los visitaba.

Pero las épocas navideñas eran mis favoritas desde que soy chica. Sabía bien qué fecha se acercaba cuando nuestra casa que teníamos en Carlos Paz estaba llena de gente. Siendo sincera, ya andaba extrañando el Vittel Toné de mi abuela, el vino importando que siempre conseguía mi abuelo (que era un misterio saber de donde los sacaba), las cartas del Tarot de mi prima y las competencia de karaoke.

Pobre de mí novio, aunque ya sabía lo que le espera. Digamos que, de alguna forma, Julián siempre fue centro de atención en mí familia, como era de esperarse, ya que creo que no hace falta decir que no hay ni un bostero en mi familia. Pero ahora Julián va a ser el doble de consentido después del mundial. No me sorprende para nada. Con el tiempo que llevo con Julián, ya me acostumbré a que lo quieran más que a mí.

Todavía me costaba creer todo lo que habíamos vivido. Era surrealista caer en cuenta que hace un par de días estábamos en Qatar, en medio de toda la locura de haber salido campeones del mundo. Y ahora estar de vuelta en casa, rodeados de familia y la mezcla de olores de asado, pan dulce y sidra, se sentía casi irreal de tanta adrenalina. Pero, claramente, era necesario un poco de paz, rodeada de los míos y, por supuesto, mi campeón del mundo.

No me pidan que lo supere porque no lo voy a superar jamás.

Desde que nos bajamos del auto todo fue una seguidilla de abrazos y felicitaciones. Hasta mis primos más chicos le pidieron a Juli que les firme la camiseta, todos querían un pedacito del campeón. Yo no hacía más que sonreír con orgullo, sintiendo como mi corazón se derretía de amor cuando lo veía sonreír con timidez ante los cumplidos. Creo que ni siquiera él mismo terminaba de creer todo lo que había logrado.

―Bue, pará emoción, no son ni las nueve todavía. ―molesté a mí tío Roberto. El hermano de mi mamá era el típico tío borrachito y soltero, pero era buena gente.

―Correte nena, si ni jugaste vos. ―mi tío prácticamente me empujó para darle un abrazo a Julián, como si fuera su sobrino favorito (lo vio dos veces en su vida).

Corrí a darle un largo abrazo a mi abuela, quien estaba en la cocina, preparando un Vittel Toné que con apenas verlo ya decidí que me lo iba a comer. Julián seguía sin soltarme la mano, sabía bien qué no estaba acostumbrado a ser el centro de atención afuera de la cancha. Pero, para mí buena suerte, creo que mí familia hizo el buen trabajo de tratarlo como un rey desde el primer día, aunque Julián se moria de vergüenza.

―¡Juli, vení, vení! ¿Juguemos un ratito a la pelota? ―mi primo Santino lo tironeó hasta hacer que suelte mi mano.

Al picadito en el patio ya se les había sumado los hermanos de Julián, Álvaro, y Richard y Alan, otros dos primos. Julián le sonrió a mi primito con timidez y me miró con los cachetes colorados. Me lo quería comer a besos.

―Me voy a golear un rato. ―rió mí novio, dejando un suave beso en mis labios antes de ser arrastrado por Santino hacia el patio.

Yo me quedé en la cocina, charlando con mí abuela por enésima vez de mi experiencia en el mundial. De vez en cuando le echaba una pispeada al patio, mirando a Julián jugar con mi familia. Me encantaba mirarlo, siempre tan tranquilo y hermoso, mientras que mis primitos lo miraban como si fuera un superheroé. Sentía una paz interna, mezclada con amor y orgullo al verlo tan integrado, tan querido por todos. Tal y como se lo merecía.

Lali y mi mamá se unieron a la conversación y nos dispusimos a tomar mate mientras nos movíamos entre los olores familiares de la cocina de mí abuela, y nos repartíamos las tareas de cortar las verduras y preparar las ensaladas. Veía a Julián pasearse por el patio después de que dejaran el juego para que los más chicos se fueran a bañar, estaba charlando con Rafael y mi abuelo Pedro, que ya le había encajado un vino con soda en la mano y ni siquiera eran las seis de la tarde. Compadezco lo que va a ser el hígado de mi novio cuando se corte toda la festividad.

Oriana y Paulo habían llegado casi junto con nosotros, y charlaban en la mesa con mis papás y Mariana y Gustavo. Amelia correteaba a mis primitos que no se querían bañar por el living, donde colgaban las luces de Navidad que seguramente mi abuela había insistido en poner, a pesar del calor insoportable.

En la tele sonaba música de La Joaqui puesta por mi prima adolescente, Sofía. Ella estaba en esa etapa en donde no le daba bola a nadie, le iba mal en el colegio, tenía novio y solo escuchaba RKT. Era media rara. Si bien yo a su edad también tenía novio, me la pasaba leyendo fanfics prohibidos de Larry y sí me llegaba a llevar alguna materia, me cascoteaban. Supongo que es una prueba enorme de lo cambiada que son las crianzas de ahora... o capaz que mis viejos siempre estuvieron medios cagados de la cabeza y por eso crecimos con traumas, quién sabe.

―Cami, ¿se quieren cambiar ustedes primero? Mirá que para cambiar a Santino me lleva horas, eh. ―me habló mi prima Vivi, levantando una ceja mientras robaba un par de tomates cherry.

―Sí, le voy a decir a Julián así quedamos listos ya. ―respondí, saliendo de la cocina para ir hasta el patio.

Ahí, Julián estaba conversando con mí abuelo re emocionado. Apostaba cualquier cosa a que mí abuelo le estaba contando de la vez que se cruzó a Francescoli en el aeropuerto.

―Che, campeón, soltá el vinito un rato y vamos a cambiarnos. ―hablé, robandole el vaso para tomar un sorbito.

―Uh... banqueme cinco, don Pedro... ―Julián le dijo a mí abuelo, por lo contento que estaba, ya se le notaba bastante entonadito―. Ojo, Agustín, no tomes de mi vaso. ―le advirtió a su hermano, antes de levantarse de la silla y seguirme.

Entramos a la pieza y Julián se sacó la ropa enseguida, esperando como un nene a que le pase su ropa para la noche. Solté una risa al verlo sentado sobre la cama, con ojitos de perrito perdido mientras me esperaba.

―Esperá, bobo, que te busco la ropa. ―me reí, buscando entre toda nuestra ropa, su outfit para la noche (el cual claramente yo elegí, y que él iba a aceptar sin quejarse o bala)―. Tomá. ―le extendí su camisa y su short blanco, él me la recibió para comenzar a vestirse.

―¿Vos qué te vas a poner, amor? ―me preguntó, abrochandose el short.

―Creo que el vestido negro largo y unos zapatos nomas. ¿Decís que es mucho? ―pregunté, sacando lo nombrado de la maleta.

Julián negó, terminando de abrocharse la camisa: ―. No bebé. Vas a estar hermosa, como siempre. ―me sonrió, guiñandome el ojo con dificultad―. Estás para comerte toda.

Reí, rodando los ojos mientras negaba con la cabeza, y Julián me abrazaba por la cintura, apoyando su mejilla en mi nuca y bajando su mano para acariciarme un cachete del culo.

―No empieces, pajero. ―sonreí, sintiendo como las cosquillas se hacían presentes en mí panza. Julián podía decir, literalmente, cualquier boludez, y me tenía nerviosa como una adolescente.

―Da, no seas mala, flaquita. ¿No puedo comer un poquito del postre antes de la cena? ―añadió él, dejando una mordida en mi cuello mientras sus fuertes brazos se aferraban más a mí torso.

―No, gay.

―Bua, sos una forra. ―dijo dramáticamente, cayendo de espaldas sobre la cama mientras me cambiaba―. Si ya no me querés más decimelo y la dejamos acá. ―hice el amague de abrir la boca y hablar, pero él me interrumpió―. Aunque me lo digas tampoco te voy a dejar.

Me volví a reír, Julián con un par de copas encima es un cago de risa. Y ni hablar cuando está completamente en pedo.

―Hoy me escribió el vikingo. ―me comentó Julián, todavía recostado en la cama.

Lo miré por un par de segundos. No me sorprendía, varios de sus amigos le habían escrito para ir a verlo en Buenos Aires, pero bueno, sabía que, al menos por parte de Julián, las cosas con Lucas seguían un poco tensas.

―¿Y? ¿Qué te dijo? ―me di la vuelta para mirarlo de frente, mientras me sacaba la ropa para ponerme el vestido.

―Nada, para felicitarme y eso, pero me pidió disculpas igual. ―se encogió de hombros, acomodándose el cuello de la camisa―. Me pidió perdón por haber estado tan insistente con vos hasta hace poco. Que ahora nos ve y le da cosa, que antes no lo podía manejar porque estaba re enganchado con vos. ―bufó, pero no noté ningún resentimiento de su parte.

Lo escuché con atención e hice una mueca. Siempre había sido un buen pibe, pero en su momento había insistido más de lo que ella hubiera querido. Todavía me acuerdo de las invitaciones a tomar algo, los mensajitos y hasta algún que otro ramo de flores que le había mandado al set. Había sido incómodo, pero nunca pensó que Lucas se lo hubiera tomado tan a pecho.

―Pobre vikingo, la verdad que era bastante rompe pelotas pero no pensé que le iba a quedar esa culpa. ―fruncí los labios, sentándome en el borde de la cama para ponerme los zapatos―. ¿Vos qué le dijiste?

Juli sonrió, acercando su mano para acariciarme la espalda. Siempre, pero siempre, tenía que buscar alguna manera de mantener nuestro contacto físico.

―Nada, que estaba todo bien y que no había drama. ―comentó, seguido de una risa suave―. La verdad es que me daban ganas de balearlo, pero ya fue. Al final él siempre supo que yo estaba re enganchado y que no iba a aflojar. ―explicó con simpleza, con su sonrisa irradiando la confianza que lo caracterizaba.

Sonreí, dándole un suave y corto besito en los labios.

―¿Y qué onda? ¿Tiene novia, no?

Julián bufó, fingiendo indignación: ―. Uy nena, ¿Cómo esperás que te cuente chisme si vos ya sabés todo? Me cagás, amor.

―Guille Cano sale en Instagram, estudia odontología y es hermosa. ―comenté, con una sonrisa. Orgullosa de mis habilidades de stalker profesional que compartía con Tefi y Agus.

―Estás re loca, amor, te amo. ―se rió Julián, acercándose a mi para dejarme un beso en el cuello―. Cada día me confirmás más la teoría que me macumbeaste. ―dijo, fingiendo una expresión de horror exagerada―. Ahora me cierra todo...

―Ah, ¿te hacés el chistoso? ―rodé los ojos, dándole un empujón en el hombro―. Yo no soy ninguna macumbera, gordo. No tuve que hacerte ningún trabajito, vos te enganchaste sólito.

Julián sonrió con picardía, rodeando mi cuello con su brazo para tirarme a la cama con él.

―Bueno, ahí tenés razón, beba. Yo vi tu culo y caí enamorao' ―dijo, riendo, mientras me dejaba un beso en la frente―. Igual tranqui, que me vas a tener siempre, con o sin trabajito.

Reí ante su comentario, dándome la vuelta para darle un beso en la boca. Con o sin macumba, estaba segura que mi amor por Julián era para toda la vida.

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enzo fernandez
FELIZ NAVIDAD CAMPEONESSSS

enzo fernandez
CHUPEN HASTA QUE NO HAYA MAÑANA

enzo fernandez
Me refiero al alcohol no chupen pito

enzo fernandez
@camila bardel Sí a vos te dije

paulo 💎
JAJSJJSJDJQ porq le tiraba jeit

paulo 💎
Heis

paulo 💎
Jate

paulo 💎
Como se diga

orianiss ❤️
Feliz navidad amoressss 💕💕💕💕

val cervantes
Feliz navidad chicos, los queremos!!

camila bardel
Me refiero al alcohol no chupen pito | hubieras dicho antes amigo jaja

camila bardel
feliz navidad chicos los amo 💗💗💗

juli 💘
Feliz navidad amigos, gracias
por tantas alegrías! 😁❤️

enzo fernandez
Te amo amigo te quiero comer
la boca de un beso 😭😭😭😭

enzo fernandez

orianiss ❤️
U ya empezaron los putos

val cervantes
Que dijiste de mi Enzulian homofobica

camila bardel
mi larry versión argenta

paulo 💎
Julián omega x Enzo alfa canon

juli 💘
Como rompen las pelotas pesados
de mierda

enzo fernandez
Mal chicos mandan cualquiera

enzo fernandez
A julián a veces le gusta ser alfa 🤪🤪🤪

juli 💘 salió del grupo.

enzo fernandez agregó a juli 💘.

enzo fernandez
Un poco de humor te pido fantasma

paulo 💎
Nooo se pelean mis padres

val cervantes
Manden foto outfits

juli 💘
No

val cervantes
Callate vos por eso me cojo a tu mujer

camila bardel
bue valentina q contas nuestras cosas

enzo fernandez

enzo fernandez
Opiniones de mi ousnit? 🥰

camila bardel
10

enzo fernandez
Omg gracias amiga te amo

camila bardel
de 1000 😝😝

orianiss ❤️
Mmmm 7/10 amigo

orianiss ❤️
Aunque te pongas Gucci
siempre vas a ser un turro de
San Martin

enzo fernandez
🎤 0:16
*envía audio cantando tu turrito*

camila bardel
tiembla la industria musical

juli 💘
Menos mal que jugas a la pelota porque
cantando te morís de hambre amigo

enzo fernandez
Me encanta cuando el malo cuando
nos veamos te agarro x trolita🤤

camila bardel

orianiss ❤️
Bua estoy harta de tanta homosexualidad

orianiss ❤️
A cerrar la noche con un fanfic
salir es para trolas 🥰

paulo 💎
Dios me salve de esta mujer

val cervantes
M

al oriana hace algo productivo amiga

val cervantes
Por las dudas tenes de scaloni x tu?

orianiss ❤️
Bue valentina re atrevida

orianiss ❤️
OBVIO QUE TENGO

orianiss ❤️
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camila bardel
NOOO VALENTINA QUE HICISTE

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30 DE DICIEMBRE, 2022
📍MANCHESTER, INGLATERRA.

Después de semanas de pura joda, demasiado escabio y celebración, la realidad empezó a llamar.

Julián tenía que volver a Manchester para seguir con los entrenamientos y empezar con la temporada del City. Aunque una parte de mí tenía ganas de quedarse un par de días más en Buenos Aires, no pude resistir la idea de acompañarlo. Mi vida en Inglaterra todavía se estaba asentando otra vez, pero con Julián todo se sentía más fácil, más natural. Así que, un par de días después de Navidad, armamos las maletas y nos subimos a un avión rumbo a Manchester, dispuesta a comenzar un nuevo capítulo al lado de Julián.

El viaje fue tranquilo, aunque no pude evitar un cosquilleo en el estómago al pensar en todo lo que nos esperaba. Había algo emocionante en volver a mi casa, a esa ciudad que, había dejado de parecerse ajena.

―Ay, Dios... me olvidaba de lo divino que era Phil. ―bromeé, tirándome a la cama con algo de sueño.

Acabábamos de llegar de un desayuno que habíamos compartido con los del City. Había sido una mañana bastante agradable, me ponía contenta reencontrarme con mis amigas botis del City. Capaz por ahí era medio incomodo fingir demencia después que de Julián haya estado un mes deprimido cuando me fui, pero siempre es bueno actuar como si nada y eliminar ese evento canónico de nuestra relación.

―Ah, mirá vos. ―Julián se acostó a mi lado, haciéndose el ofendido―. Un divino chamuyero, diría yo.

Rodé los ojos: ―. No seas envidioso. ―bufé, mientras Julián rodaba en la cama para aplastarme con su torso.

Ni sias invidiosi ―me imita Julián, haciéndome reír.

Su peso sobre el mío me obliga a abrazarlo, inhalo su perfume varonil que destila del cuello de la remera de polar. Julián tiene esa manía de echarse un tarro de perfume entero cada vez que salimos, a mí me encanta, pero así también los perfumes no le duran nada.

Siento como sus labios me besan el hombro por encima de la remera. Mi celular vibra en el bolsillo de mi pantalón un par de veces, es Muri, la novia de Licha.

―¿Querés almorzar algo, amor? ―le pregunta Julián, haciéndome cosquillas con la respiración en mi cuello.

―¿Fideos con queso? ―sonreí. Julián chasqueó la lengua, riendo mientras negaba con la cabeza.

―Bue boluda, no podés almorzar fideos con queso todos los días. ―se burló él, levantando la cabeza de mi cuello para mirarme―. Te vas a terminar enfermando.

―Y bueno, si me enfermo vos me tenés que cuidar.

―Ahre. ―rió Julián―. Para algo traje a tu vieja, amor. No puedo yo, tengo fulbo.

―Ah buee. ―puse los ojos en blanco―. Así sos, sorete. Yo te cuidaría a vos cuando seas viejo y tengas que usar pañales.

Julián soltó otra risa, apoyando su mejilla contra la mía con una sonrisa plasmada en sus labios, mientras acaricio su espalda. Me encanta verlo sonreír. Tiene una sonrisa tan tierna que me transmite paz cada vez que la veo, y me encanta más saber que soy la causante de ella.

―Era joda, amor. Yo también voy a cuidar de vos cuando seas viejita e insoportable. ―musita él, su boca quedando a tan solo unos centímetros de la mía.

Sonreí enamorada, aprovechando su cercanía para dejarle un suave besito en la nariz, veo como su mirada se ilumina ante mi acción.

―Te amo. ―declaré. Provocando un sonrojo casi instantaneo en las mejillas de mi chico.

Él sabe bien que lo amo, y mucho. Pero casi siempre es él quien lo confiesa primero, provocando mi respuesta monótona, tal y como la primera vez que lo escuché salir de sus labios. Pero cuando lo dijo yo de antemano, causa una reacción en él que me encanta ver. Me encanta ver como se le ilumina el rostro y cuando actua como si se lo dijera por primera vez.

Julián no responde, ni necesito que lo haga. Mi respuesta me la otorga cuando siento sus labios moverse contra los míos, encontrando su ritmo al cerrar completamente la distancia entre nosotros. Nuestros labios encajan perfectamente, siento que ninguna otra boca podría manejar de la misma manera esa conexión que tengo con Julián.

Un quejido de dolor sale de mí boca cuando siento que Julián me muerde fuerte el labio inferior. Sus dientes se despegan de mi labio y me mira con una sonrisita pícara en sus labios.

―¿Con quién hablás tanto vos? ―Julián se hizo el tóxico, casi quebrandose el cuello para mirar mi conversación por celular.

―Muri. ―expliqué con normalidad―. Dice que tiene ganas de empezar pilates, quiere que la acompañe.

―¿Pilates? ―subió las cejas―. ¿Hay hombres? ―preguntó, mirándome con los ojos entrecerrados, haciéndome reír una vez más.

―No sé, creo que no. ―me encogí de hombros―. Imagino que está bueno igual, te crece el orto.

―¿Más orto del que ya tenés? Fua, buenísimo. ¿Cuándo empezás?

―Tarado. ―reí suavemente, apagando el celular y dejandolo a mi lado para acariciarle la espalda.

Julián no me suelta, tampoco deseo que lo haga. Se le ve en la cara que tiene sueño. Imagino que todo el festejo para él es abrumador, ya que, en todo este tiempo, estos son de los pocos momentos que ha tenido para descansar junto a mí. (Sin contar las veces que hemos estado en la cama, pero para coger).

―Che, ¿querés que salgamos a cenar hoy? Los dos solos. ―me pregunta, una de sus manos se entierra en mi nuca, acariciándome el pelo―. Porque mañana ya llegan todos y solos no vamos a estar.

―¿Cena cena o algo así nomas? ―pregunté curiosa, necesitaba saber para comenzar a planificar mi outfit en mi cabeza.

―Cena cena. ―aseguró, asintiendo con la cabeza―. Algo elegante, para ponernos lindos.

―Bueno, dale. ―asentí, sintiendo como el sueño caía sobre mi cuerpo mientras más me envolvía el calor de Julián.

―Pero primero, una siestona. ―exclamó a la nada misma, acomodándose más sobre mí.

La tarde pasa rápido, Julián ni tarda en caer dormido en mi pecho y a mí me gana el sueño. No dormí más de una hora, pero Julián estaba muerto, así que lo dejé dormir mientras me dedicaba a mirarlo. Duerme de forma pacifica y relajada sobre mi pecho.

Aquel momento tan simple como ese me hace sentir afortunada, lo atesoro como nunca. No hay explicación alguna, me sanó el corazón de una manera increíble, una manera en la que nunca pensé que iba a poder sanar. Simplemente para mí, no tiene sentido que Julián sea real, y que sea tan perfecto para mí.

A éste punto, no puedo imaginarme una vida sin él. Mi felicidad se basa en tan solo pensar en él y en su sonrisa, la vida me sorprendió con su amor. Un amor y un compañero con el que soñé todavía mi vida, y quien ahora duerme en mí pecho, que me demuestra que es reciproco, que se siente tan cómodo como yo con él. Que ese sentimiento de hogar, es mutuo entre nosotros.

Estar al lado de alguien como Julián es simplemente maravilloso. Me encanta acompañarlo y no hay nada que me haga más feliz que comparta sus logros conmigo.

Siento como la cama se hunde levemente, con Julián todavía durmiendo, y distingo los jadeos inconfundibles de Ñoqui, subiéndose a la cama mientras su peluche de Spider-man (regalo de mi papá por Navidad) chilla al tenerlo agarrado entre sus dientes. Le acaricio la cabecita cuando se acuesta a mi lado, esparciendo su cuerpo sobre la cama, sin cuidado de despertar a Julián. Un hijo de puta, se pone demasiado intenso cuando dispone de nuestra atención, y tiene esta tendencia molesta a pedir mimitos a la hora de la siesta.

No pude evitar reírme un poco, y le acaricié la pancita cuando se quedó quieto. Aprovecho de acomodarle la remerita que lleva puesta, que se arruga mientras se remueve contra la cama. Es la camiseta de Julián, el J. ÁLVAREZ 9 resalta en su espalda, haciendo contraste con sus letras negras en las franjas celeste y blanca. Fue un regalo de Franco, quien sabe de donde le nació para comprarle algo a Ñoqui, pero Julián casi se puso a llorar cuando la vio, así que no podía negar que ahí la pegó.

―Shh... ―chisté hacia Ñoqui. Lo conozco tanto que por esos ojitos con los que me mira, algún ladrido quiere soltar―. Papá está durmiendo.

A Ñoqui no puede importarle menos lo que le digo, típico de hombres.

Nuestro canhijo resfriega su hocico húmedo contra la cara adormilada de Julián. Él se queja entre su sueño. Eso le dio a Ñoqui el paso a comenzar a lamer toda su cara, provocando que se despierte por completo.

―Culiado de mierda. ―Julián musita, adormilado. Los lenguetazos de Ñoqui pasan a mí cara, y arrugué la nariz cuando siento su lengua áspera pasearse por mí cara―. Ey, ojo vos con mí señora. ―dice Julián, señalando acusatoriamente a Ñoqui, pero, como es tan débil como yo, no se resiste a sus ojitos y deposita un suave beso en su cabeza.

Julián se levanta de encima y aprovecho para estirarme, el hambre me quema el estómago. Aprovecho de mirar la hora en mi celular, las seis y media. No he comido nada y la verdad que estoy cagada de hambre.

―¿Hago mates? ―propone Julián, pasando las manos por su cara para despabilarse un poco.

―Porfis. ―pedí, levantándome de la cama despacio, porque si no, termino mareandome―. ¿A qué hora querés salir?

―Reservé a las 21:30, así no cenamos tan tarde. ―respondió con rapidez.

Fruncí el ceño: ―. ¿Hiciste reserva? ―cuando Julián asintió, lo miré extrañada―. Pensé que era una cena tranqui.

No me molestaba en lo absoluto, pero raro era. Ya que no salíamos a cenar muy seguido, no por alguna razón en especial, sino que a los dos nos gustaban las cosas más simples.

―Es una cena tranqui. ―indicó él, encogiendose de hombros.

Al terminar de hablar, abandonó la habitación para ir a la cocina para preparar los mates. Acá había gato encerrado, espero que no literalmente.

Fue una ventaja bastante favorable ducharme en la mañana, por lo que cuando terminamos de tomar un par de mates, solo me quedaba arreglarme. Después de ponerme desodorante y humectar mi cuerpo con crema, llegó el momento más difícil de la noche (elegir mi outfit).

Opto por un vestido negro y unas botas bordó, el frío es terrible y tampoco puedo llevar cualquier cosa, al vestido le sumo un saco gris que es bastante abrigado. Julián también se arregla bastante y eso provoca que un pequeño desdén de ansiedad crezca en mí. Lo miro atarse los cordones sentado en la cama, mientras me pongo el corrector de ojeras, parece mucho más emocionado que yo, y eso me pone nerviosa.

No me sobra tiempo para hacerme un maquillaje muy elaborado. Un poco de corrector, rubor y rimmel es más que suficiente. Sin olvidar que gloss que me acompaña en todo. Me pongo perfume en mis lugares usuales y veo como Julián me observa cuando ya estoy preparada.

―¿Por qué llorás, Juli? ―me acerco a él, preocupada y le acaricio el dorso de la mano con mi pulgar.

Julián niega con la cabeza y deposita un suave beso en mis labios, intentando ahuyentar esas lágrimas de emoción que amenazan con brotar de sus ojos.

―Estás preciosa. ―me responde él, su voz quebrada por la emoción―. Soy el más afortunado del mundo, en serio.

―¿Estás en tus días, maricón? ―bromeo, dejando un suave beso en su mejilla, y secando una única lagrima que se le escapa de sus ojos.

Manchester se vestía con un manto de luces que reflejaban en los charcos de las últimas lluvias. Cuando bajamos, el auto de Julián ya nos estaba esperando para salir. Durante el camino, charlamos y reímos, disfrutando del viaje por las calles de Manchester. Miraba por la ventana, encantada con las luces de la ciudad y la sensación de estar viviendo algo especial sin saber exactamente por qué.

El auto finalmente se detuvo frente a uno de los restaurantes más conocidos y elegantes de Manchester, con una fachada iluminada que se reflejaba en el agua del canal cercano. Miré el lugar con los ojos bien abiertos, impresionada.

―Ah bueeno, ¿Cómo re carajos conseguiste una reserva acá? ―exclamé, agarrando la mano de Julián, al bajar del auto con cuidado. Lo último que necesitaba era caerme por las calles resbaladizas.

Julián me sonrió y rodó los ojos, riendo: ―. Soy campeón del mundo, nena. Tengo mis contactos. ―dijo, con un guiño, mientras me guiaba a la entrada junto a él.

El personal del restaurante nos recibió con una sonrisa, llevándonos hacia una mesa ubicada en un rincón privado, decorada con velas y flores.

Qué.

―Juli...

Apenas alcancé a notar los detalles cuando, al llegar a la mesa, Julián me soltó de su mano y, sin dejarme preguntar algo siquiera, lo vi, arrodillado enfrente mío.

Con una mirada llena de amor y una sonrisa nerviosa, Julián sacó una pequeña cajita de su bolsillo. Abrió el estuche de terciopelo azul, revelando un anillo, sencillo pero hermoso, que reflejaba la luz de las velas, y me miró con una intensidad que me dejó sin aliento.

―Flaquita ―empezó a decir, su voz levemente afectada por la emoción―, desde el primer día que te conocí, supe que había algo especial entre nosotros. Pasamos tantas cosas juntos, me viste en mis mejores momentos y también en los más complicados. Y en cada uno de esos momentos, me di cuenta de que no quiero vivir esta vida sin vos.

Lo vi tomar aire, aferrándose al momento. Y yo, estaba a nada de morir. Podrán imaginarse.

―Quiero que seas mi compañera para siempre. Te prometo amarte, incluso cuando nos duela, y elegirte cada día, siempre.

Todo a mi alrededor se queda congelado. Lo único que veo, es a Julián, con ese anillo entre sus dedos, que puedo denotar que tiemblan de los nervios.

Mi mente solo revive nuestros momentos juntos, como si se tratara de una película. Incluso recuerdo los peores, porque también son importantes para este momento, somos quienes somos gracias a esto.

Y gracias a todo lo que vivimos juntos, y lo que nos falta por vivir, lo escuché.

―Flaquita, ¿te querés casar conmigo?

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