O45. he just comes running over to me

capítulo cuarenta y cinco !

que no había posibilidad, trataba de ser el mejor en la liga
¿donde está el trofeo?
él viene corriendo hacia a mí

15 DE JULIO, 2014
📍RIO DE JANEIRO, BRASIL

Omnisciente

―¡DALE, RAMIRO! ―se quejó Camila, ya arrastrando los pies del cansancio―. ¿Nos podemos ir al hotel? Estoy cagada de hambre.

―Pendeja de mierda, te dije que te quedaras con papá. ―su hermano bufó―. Yo te avisé, pollo, hasta que no vea a la Selección no me voy a mover de acá.

―Yo también quiero verlos, pero llevamos acá desde las once de la mañana y no le hemos visto ni la pelada a Mascherano ―la adolescente insistió―. Capaz que ya están en Argentina y nosotros somos los únicos pelotudos que los estamos esperando.

Ramiro volvió a ignorar sus palabras y, con Álvaro a su lado, siguió su camino por los largos del pasillo del Aeropuerto de Brasil. Lugar por el cual ya habían pasado como cuatro veces, pero él insistía que a lo mejor ésta vez tenían suerte.

Una Camila de 14 años suspiró pesadamente, viendo como las figuras de sus hermano se desaparecían entre todo el gentío que caminaba con desesperación. Un asiento vacío a su lado la estaba llamando tentativamente hace rato, así que, importandole poco si Ramiro y Álvaro se morían infartados por su ausencia, se desplomó sobre el cómodo asiento para relajar su cuerpo fatigado.

Se cumplían oficialmente dos días de la finalización del mundial, y, con el mismo, la derrota de la Selección Argentina contra Alemania. Camila no recordaba haber llorado tanto en su vida como aquel día, incluso cuando al principio ella aseguraba que el fútbol no le llamaba la atención en lo más mínimo, aquella derrota de Argentina la destruyó como si un cuchillo de punta fina le hubiera atravesado el abdomen.

Y es que, Dios... ¿Cómo no hacerlo? Ella amaba a Lionel Messi. Lo amaba con todo su corazón. Y no había cosa que más deseara en el mundo que le saquen todo el sufrimiento a Lionel y se lo den a las Kardashian.

Camila suspiró mientras cerraba sus ojos, recostando su cabeza en el respaldar del asiento. Quería dormir. Los días habían sido largos, calurosos y agotadores, pero, algo dentro de ella, no podía negar que había valido la pena venir. Aunque Argentina no había ganado (y pensar en eso todavía la hacía querer llorar), la experiencia de haber estado en Brasil con su familia en la época mundialista era algo que no se iba a olvidar nunca.

Y era muy probable que esa sería la única vez que presenciaría un mundial en vivo y en directo. Capaz que en un universo había tenido más suerte y terminaba siendo botinera. Encontrando un futbolista que la mantenga... Lamentablemente en este no lo era. Y tan solo pensar que dos días después de volver de Brasil ya tenía que volver al colegio la hacía querer tirarse del Cristo Redentor.

Con la gorra de la Selección bien ajustada sobre su pelo despeinado y su cabeza levemente sudorosa por el calor, comenzó a mirar distraídamente la pantalla de su celular, repasando las fotos y los videos que había sacado durante su estadía. De paso, leer los mensajes que le mandaba su mejor amiga Oriana, quien le mandaba una lista de caramelos portugueses que quería que probasen al volver.

El aeropuerto de Río de Janeiro vibraba con una energía rara esa mañana. Había algo raro en el aire, una mezcla de orgullo, desilusión, y cansancio. Camila pudo reconocer varios hinchas argentinos resonando en la sala de embarque, resaltando bastante bien entre los turistas y locales que claramente también habían venido a presenciar aquella final que apenas podían entender ese resultado tan doloroso.

Camila había llegado a Brasil con una ilusión inmensa, como tantos otros argentinos que habían cruzado la frontera para ver a la selección en su camino hacia la final del Mundial. Las semanas previas habían sido una montaña rusa de emociones; cada partido, una prueba de nervios; cada gol, una explosión de alegría que se sentía en cada rincón del país. Había algo casi sagrado en la forma en que los argentinos seguían a su equipo, incluso Camila, que nunca había sido una apasionada del fútbol entre toda su familia, pero tampoco había sido la excepción.

Desde chica, había aprendido a tenerle aunque sea un poquito de amor al deporte. ¿El mayor propósito? Su papá, más claro imposible. Un fanático de River Plate que nunca se perdía un partido, sin importar la hora o el día. Era Guillermo quien había gritado los goles de Batistuta, llorado las derrotas de la Selección en los 90, y celebrado cada logro como triunfo propio. Incluso Florencia, su mujer y madre de los chicos, contaba para joderlo que lo había visto llorar más cuando River ganó la Libertadores en el 96 que cuando Álvaro terminó el secundario.

En fin, la pasión por el fútbol corría en la sangre de los Bardel. Y, aunque había sido Ramiro el único que se decidió ir por ese rubro y la vida profesional de los demás los había llevado por caminos diferentes, siempre habría un tiempito para reencontrarse con ese gusto que los identificaba tanto.

El viaje a Brasil había sido una decisión espontánea. Llegó el cumpleaños número 37 de Guillermo, y Camila, enterrada en la desesperación por no saber qué regalarle (porque regalarle otra camiseta de River o un set de cuchillos para la parrila estaba re contra quemado), se dio cuenta que nunca le había dado un uso propio al sueldo que ganaba con las grabaciones de Esperanza Mía. Y, sin pensarlo dos veces, decidió darle no solo a su papá, si no que también a toda su familia, una oportunidad única.

Maletas armadas, pasaporte en mano y dorsal de 10 de Messi en la espalda, los Bardel partieron para Brasil. Llegaron unos días antes del primer partido, y todos esos días, habían sido un remolino intenso de emociones. El clima festivo de las calles, la marea de hinchas argentinos que invadían la ciudad, el canterío que se escuchaba en cada paso al estadio... era como estar en una burbuja de alegría y esperanza.

El partido en sí había sido totalmente infernal. Cada jugada, cada pase, hacían querer a Camila desmayarse ahí mismo. Incluso llegaban los momentos más Bover cuando se desgarraban la garganta gritando las atajadas de Romero. Cuando Gonzalo Higuaín marcó ese gol que después fue anulado por fuera de juego, Camila se quería morir. Todo el estado había explotado en un grito de pura emoción, para después ser seguido por un silencio sepulcral cuando el árbitro lo anuló.

Durante los 90 minutos y la prorroga, Camila sentía el corazón en la garganta, esperando ese momento de magia que nunca llegó.

Cuando Alemania metió gol en el tiempo extra, Camila sintió como el aire abandonaba sus pulmones por completo. Había sido como que el tiempo y el estadio entero que había detenido en ese momento, y durante en lo que quedaba del partido, una nube de desesperación y desesperanza se sembró en toda la hinchada argentina. Y cuando el árbitro declaró el final del partido, el aire se llenó de puteadas y lamentos, mezclándose con el estruendo de la celebración alemana por la victoria.

A pesar de la tristeza, Camila no podía evitar sentirse orgullosa. Sabía que el equipo lo había dejado todo, y aunque esta vez no se les había dado y la Copa se les había escapado de las manos, habían demostrado resistencia y habían representado al país de la mejor manera posible, y eso era algo que no estaba a discusión. Después del partido, la familia decidió quedarse un par de días más en el país para aprovechar de pasear.

Y ahora, ahí estaba Camila, descansando en la sala de embarque mientras sus hermanos estaban en quién sabe dónde a la siga de la Selección. El cansancio se le reflejaba en la cara, pero había algo más, una mezcla de emociones que era difícil de definir con exactitud.

Mientras seguía mirando su celular, de repente, una voz frente a ella la sacó de sus pensamientos.

―Eh... ¿'ta ocupado ahí?

Camila alzó la vista, curiosa, y ahí lo vio: Lionel Messi, acompañado de un par de guardaespaldas, con la cabeza ligeramente gacha, una gorra y lentes negros, como si intentara pasar desapercibido. Pero para alguien como él, eso era imposible. A pesar del cansancio evidente en su rostro, todavía irradiaba esa aura que lo hacía inconfundible, esa presencia que lo había convertido en un ícono mundial.

Camila, literalmente, casi se murió ahí mismo. El color rosado de sus mejillas la abandonó por completo y no supo donde meterse o qué hacer. Era simplemente imposible de creer. El mismísimo Lionel Messi, el hombre que había llevado todas las esperanzas de un país entero sobre sus hombros estaba ahí, frente a ella, en la misma sala de espera, preguntándole a ella si el asiento a su lado estaba desocupado.

Camila se quedó tiesa. Lionel, debajo de sus lentes oscuros y su gorra, frunció el ceño. Como si no se diera cuenta de quién era él, o como si no causara esa reacción normalmente en cada persona que conocía.

―Uh... ¿No spanish? -balbuceó Leo, mientras que Camila seguía, literalmente, tiesa-. ¿Inglish?

"Hablale, pedazo de mamerta. ¿Cuantas veces en tu miserable vida vas a tener la oportunidad de hablar con Lionel Messi?" pensó Camila, intentando recomponerse.

La joven actriz tragó duro, e intentó formular una sonrisa amable, pese a que le temblaba hasta el culo de lo nerviosa que estaba. ¿Qué probabilidades, de todas en el mundo, había de encontrarse con él en ese mismo momento? Era como si el universo le estuviera regalando un mínimo consuelo después de la amargura de la derrota.

―N-no, no... sentate. ―respondió la morocha. E hizo lo posible por no desmayarse cuando Leo se sentó, a. su. lado.

Camila lo pudo evitar observarlo de reojo, mientras Messi agarraba su celular despreocupado. Camila notó el cansancio profundo que emanaba su simple existencia, por encima de los lentes y la gorra, era como si el peso de la final y de las expectativas del mundo todavía lo agobiaban. Camila no sentía más que respeto y admiración por el hombre que estaba sentado a su lado, sabía que los "hinchas" le estaban dando con todo, como nunca, pero Lionel, a pesar de todo, seguía siendo un ser humano como cualquier otro.

De repente, Lionel levantó la cabeza del celular y lo guardó en el bolsillo de su buzo, y miró rápidamente a Camila, dándose cuenta como ella lo estaba mirando. Camila se puteó a sí misma lo poco disimulada que había sido, e intentó hacerse la pelotuda mirando hacia otra parte, pero Leo la miró, como si quisiera decirle algo.

"Si me habla, literalmente me muero acá. Ya no tengo más porque vivir... ah si, todavía no vi a Taylor."

―¿Vo' so' actri', no? ―Leo la miró con atención, hablando con suavidad.

En cuanto él habló, Camila sintió como el mundo entero se detenía frente a sus ojos. ¿Messi la... conocía, a ella?

La adolescente, que se supone que tendría que saber como mantener la compostura en ese tipo de situaciones, sintió como las palabras se le atascaban en la garganta. Pero cuando lo miró, y vio la calidez en los ojos de Leo, se tranquilizó un poco y supo que no había nada realmente malo de qué preocuparse. Más exagerada, imposible.

, si... soy actriz. ―asintió la rubia, como si fuera necesario explicarlo.

Lionel asintió también, examinando un poco el rostro de la adolescente: ―. ¿Y aparecé' en esa novela con Adrian Suar, no? Con mi mujer la mirábamo'. ―añadió, con esa voz baja y tranquila que Camila tantas veces había escuchado en sus entrevistas.

"¿Cómo que Lionel Messi es un ser humano común y corriente que mira novelas argentinas con Antonella?"

―Me alegro... que les guste. ―Camila soltó una risita, nerviosa.

Lionel, a pesar de todo, esbozó una leve sonrisa.

El silencio volvió a reinar entre el futbolista y la actriz, quién todavía no podía creer que tenía a Lionel Messi, sentado a su lado. Camila se quedó disociando por un largo rato, tiesa en su lugar, no sabía que hacer... ¿Qué se supone que se hace cuando tenés al más gran del Mundo, sentado al lado tuyo, y, no menos importante, después de perder un Mundial con tu país? Camila incluso le daba vergüenza pedirle una foto.

¿Qué debería hacer? ¿Decirle algo? ¿Abrazarlo? No, iba a quedar como re loquita. Y, además, sabía que, como todos, el probablemente estaba agotado, tanto física como emocionalmente. Sin embargo, había algo en el interior de Camila que la estaba armando de valor para decirle algo, para hablar por ella, y todos los argentinos que lo amaban, para agradecerle por todo lo que había hecho.

"No quedes como esquizo" se recordó a sí misma, mientras tomaba aire para dejar salir esas simples palabras que le habían quedado atascadas en la garganta, sabiendo bien que no solo sería una conversación casual con su ídolo, sino que un momento que, bien sabía, que sería inolvidable, por más mínimo que fuese.

―¿Leo? ―dijo finalmente la adolescente, con un tono que le salió casi como un susurro.

Messi se sacó los anteojos y la miró, y, aunque su miraba demostraba su visible cansancio, asintió con una leve sonrisa en sus labios, como incitandola a continuar. Camila suspiró, con una mezcla de nerviosismo y emoción, mientras intentaba encontrar las palabras correctas para expresarse.

―Quería decirte que... bueno, lo que hiciste en la cancha fue impresionante, posta. Todos en Argentina estamos muy orgullosos de vos, Leo. De verdad.

Lionel, que pocas veces exteriorizaba sus emociones, le tomó un par de segundos para procesar lo que Camila le había dicho. El futbolista pudo sentir la sinceridad de sus palabras, y eso, en medio de la tensión y los bombardeos en los que estaba viviendo, lo reconfortó.

―Gracias ―respondió el 10 con una sonrisa amable, con la típica humildad que lo caracterizaba―. No se dio ésta vez, pero dimo' todo lo que teníamo'.

Camila sonrió. No quería molestarlo, pero sentía el impulso de seguir conversando con él. De hacerle saber lo importante que él y el equipo habían sido para millones de personas, para un país entero, más allá del resultado.

―Yo... yo entiendo que debe ser difícil para vos. Pero... lo que hicieron nos hizo soñar, y eso es algo que nunca te vamos a poder terminar de agradecer. Y además, estoy más que segura de que van a tener otra chance. ―asintió la morocha―. La próxima Copa va a ser tuya, no tengo dudas.

Leo sonrió, agradecido por sus palabras. Y aunque su expresión seguía siendo serena, había un destello de emoción en sus ojos. Para Camila, eso significó el mundo entero. Lionel sentía que cada una de sus palabras desbordaban de sinceridad, una sinceridad y un cariño genuino que últimamente era difícil encontrar en su vida pública.

La adolescente sintió la necesidad de continuar, de transmitirle aunque sea una mínima parte del cariño y el apoyo que ella bien sabía que muchos argentinos sentían por él.

―Ustedes levantaron un país entero, Leo. Y eso no lo hace cualquiera... es lo más grande que uno puede pedir.

―Hicimo' todo lo que pudimo' ―respondió Lionel, sus palabras llevaban el peso de alguien quien realmente lo había dejado todo en la cancha―. No alcanzó. Pero no' vamo' con la cabeza en alto.

Camila asintió, sintiendo una oleada de admiración por la humildad con la que él aceptaba el resultado. Había visto a muchos jugadores enojarse, buscar excusas, pero Messi era diferente. Era, ante todo, un líder. No por nada era el más grande del mundo.

Más vale. ―sonrió la adolescente, sintiendo una conexión profunda con sus palabras―. Y nosotros estamos con vos, siempre. No importa lo que pase, siempre vamos a estar ahí para apoyarte.

Messi soltó una risa suave, realmente no se esperaba que una adolescente le estaba dedicando unas palabras tan sabias, pero, por un instante, el cansancio pareció desvanecerse un poco y la sombra de la final se desvaneció de su rostro.

―Che... ¿te puedo pedir un favor? ―Messi le dijo, con un tono más animado―. ¿Te molesta si te pido un autógrafo? E' que Anto se muere si entera que te conocí y no te pedí un autógrafo.

Camila parpadeó un par de veces. No estaba acostumbrada a que le pidan autógrafos, mucho menos alguien como Lionel Messi. Y tuvo que hacer lo posible para no quedarse sin respiración frente a él.

―¿Un... un autógrafo? ―repitió la joven actriz, esperanzada de haber oído bien y que esa pregunta no haya sido producto de las ilusiones de su cabeza.

, si no te molesta...

―¡, obvio! ―exclamó, bastante incapaz de poder controlar su emoción―. Para vos y Anto lo que quieran, Leo.

Lionel soltó una pequeña risa, y sacó de su mochila una libretita y una birome.

Camila agarró la birome y la libreta con las manos temblorosas, todavía totalmente incrédula de lo que estaba pasando. ¿Quién se habría imaginado que en medio de ese aeropuerto, después de una final del mundo, el mismísimo Lionel Messi le estaría pidiendo un autógrafo a ella? La situación le parecía surrealista. Quizás, y solo quizás, estaba soñando porque se había desmayado del calor, y en cualquier momento se despertaría en la camilla de un hospital o algo así. De ser así, disfrutaría el sueño hasta que se despierte.

―Eh... ¿Qué pongo? ―preguntó la adolescente, mirándolo con una mezcla de pánico y admiración. No estaba acostumbrada a firmar autógrafos... mucho menos a Lionel Messi.

Leo, con esa humildad característica, se rascó la nuca y se encogió de hombros.

―Lo que te salga, noma'. Con que sea para Anto está bien.

Camila asintió, y comenzó a escribir. Mientras escribía, pensaba lo fea que le había salido la letra por los nervios, pero siguió garabateando en la libreta hasta que terminó de escribir.

"Para Anto, con todo mi cariño y admiración. Gracias por acompañar a Leo y ser un gran ejemplo de fortaleza. Un beso enorme, Camila ♡".

Lionel leyó el mensaje y sonrió, arracando la hoja con cuidado y entregándosela otra vez.

―Ahora para mí. ―insistió Leo, con una sonrisa tímida. Camila rió un poco, peri asintió y volvió a escribir, algo un poco más sentimental.

―Te diría que me firmes la camiseta pero me la olvidé en el hotel. ¿Me prestás una hoja y me la firmás? ―preguntó Camila, con nerviosismo.

Lionel asintió, tomando su propia libreta para después escribirle esa dedicación que había pedido Camila: ―. Ya te voy a hacer llegar una camiseta, entonce'. ―rió Lionel, sin dejar de escribir.

Camila no sabe como hizo para no caer desmayada ahí mismo.

La adolescente por un minuto pensó en sus hermanos, que se iban a querer matar al saber que ella estaba ahí, conversando con Messi. Pero no pidió un saludo para ellos tampoco... por soretes. Que se las arreglen solos.

―Bueno, no te molesto más, Leo. ―dijo Camila finalmente, consciente de que quizás Lionel quería su espacio, mientras recibía el papel que le daba él―. Esto es... no sé, una locura. No sé ni qué decirte. Ver cómo llevaste al equipo hasta la final fue algo que nunca vamos a olvidar. Y el orgullo que sentimos... eso no nos lo saca nadie.

Messi, que rara vez se dejaba llevar por los elogios, le dedicó una mirada cálida. A pesar de todo el cansancio, de la presión, de la tristeza que aún llevaba encima, en ese momento sintió que las palabras de Camila tenían un poder especial. Lo reconfortaban, lo hacían sentir que todo el esfuerzo no había sido en vano.

-Gracias, Cami. De verdad, significa mucho. -sonrió Leo―. Y suerte con todo lo que haga'. Seguro no' cruzamo' en algún otro lado -añadió Messi, con una sonrisa que a Camila le pareció genuina y sincera.

Se despidieron con un abrazo rápido, casi tímido, pero cargado de significado. Camila caminó por los pasillos del aeropuerto, todavía procesando lo que acababa de vivir, y sonrió para sí misma. Sabía que ese momento sería uno de esos que contaría una y otra vez, cada vez que alguien mencionara la palabra "Messi".

Lionel la vio irse y se dirigió a la puerta de embarque VIP, mientras caminaba con sus guardaespaldas a su alrededor. Antes de guardarla en su bolsillo, Messi leyó la libreta en su mano, examinando con atención lo que Camila le había escrito.

"Para Leo, con cariño. Gracias por hacernos soñar. Para mi es un placer luchar contra dragones junto a vos.
Un abrazo grande, Camila."

(...)

18 DE DICIEMBRE, 2022
📍QATAR, DOHA.

Omnisciente

NACIMOS PARA SUFRIR.

En el corazón de cada argentino, hay un pedacito de pasión que late al ritmo del fútbol. No importa si sos de Buenos Aires, Rosario, Córdoba, o de un pueblito escondido en la Pampa; el fútbol nos une, nos da identidad y, sobre todo, nos alimenta los sueños. Desde que Lionel Messi hizo su debut con la selección mayor, allá por 2005, cada hincha se preguntaba si él sería el elegido, el que nos devolvería la gloria que habíamos alcanzado por última vez en 1986 con el genio de Diego Maradona. Durante años, ese sueño parecía casi inalcanzable, con derrotas dolorosas en finales que nos dejaron con el corazón roto y la ilusión hecha trizas.

Pero el destino tenía otros planes. La Copa América 2021, ganada en el mítico Maracaná, fue un adelanto mínimo de lo que vendría. Esa victoria no solo rompió la mala racha de derrotas, sino que también unió más que nunca a un equipo que supo renacer de sus cenizas. Lionel Scaloni, un técnico joven y sin gran experiencia previa, logró lo que muchos creían imposible: construir un equipo que no girara únicamente alrededor de Messi, sino que se alimentara del talento y el sacrificio de todos.

Y así llegamos al Mundial de Qatar 2022, con una Argentina que no solo tenía talento, sino también una convicción inquebrantable. El camino no fue fácil, comenzando con un tropiezo inesperado ante Arabia Saudita. Pero los grandes equipos se ven en los momentos difíciles, y este grupo de jugadores demostró estar hecho de acero. Con victorias contundentes ante México y Polonia, y una fase eliminatoria de infarto ante Australia, Países Bajos y Croacia, Argentina llegó a la final.

―Me duele la panza. ―comentaba Agustín, con el brazo sobre los hombros de Camila.

La actriz no pudo hacer más que asentir, compartiendo su sentimiento. Era, por así decirlo, una cábala, no poder comer nada por los nervios.

Camila nunca se imaginó que estaría viviendo un momento así. En el corazón de Qatar, en el imponente Estadio Lusail, a punto de presenciar la final del Mundial 2022, su corazón latía a mil por hora. Sentada en la tribuna, con la camiseta de Argentina, se encontraba rodeada por miles de familiares de los futbolista, que, como ella, vivían una mezcla de nerviosismo, esperanza y orgullo. Pero para Camila, este partido significaba aún más. En el campo, entre esos jugadores que estaban por hacer historia, estaba Juli.

Ser la pareja de un futbolista de la Selección Argentina era algo que Camila llevaba con orgullo, pero también con mucha discreción. No solo era la final del Mundial, era la oportunidad de que Julián, a sus 22 años, se consagrara como un héroe nacional.

El sol caía sobre el desierto de Qatar, y el Estadio Lusail, imponente y majestuoso, estaba a reventar. Más de 80.000 almas estaban ahí presentes, listas para ser testigos de lo que sería uno de los partidos más emocionantes en la historia del fútbol. Millones más lo vivían desde sus casas, bares y plazas, no solo en Argentina, sino en todo el mundo. La selección argentina estaba a un paso de la gloria, a un partido de alcanzar la eternidad, y al otro lado estaba Francia, el campeón defensor, con su estrella Kylian Mbappé.

Tortuga agrandada. ―Camila escuchó como Álvaro murmuraba por lo bajo a su lado.

La actriz no pudo evitar dejar escapar una risa suave. No lo juzgaba. Si ella se animaba a recitar en voz alta su humilde opinión sobre el francés, la condena más tranqui que iba a recibir probablemente sea perpetua.

Las banderas celestes y blancas ondeaban con fuerza en cada rincón del estadio, y el canto de Muchachos resonaba por todos lados. La expectativa era tremenda; el nerviosismo, palpable. Argentina llegaba con la esperanza de levantar su tercera Copa del Mundo, y todo un país estaba detrás, esperando con ansias ese momento.

Los jugadores, concentrados pero con la carga emocional a flor de piel, sabían que estaban a 90 minutos de escribir sus nombres en la historia grande del fútbol.

Camila observó como Julián estiraba en la cancha, con su Enzo, su compinche. Sonrió con orgullo. El momento que había soñado durante años estaba a punto de hacerse realidad: la final del Mundial 2022, y Julián Álvarez, su amor y compañero de vida, estaba ahí en el campo.

Camila estaba sentada junto a Mariana, con Álvaro y Agustín. La expectativa por la final del Mundial estaba en el aire, y el nerviosismo también se hacía notar, aunque se trataba de mantener una actitud positiva.

―¿Segura que no querés un mate, Cami? ―le preguntó Mariana, con una sonrisa calida, sacándola de sus pensamientos―. ¡Estás perdida! ―se rió la mujer.

Camila soltó una risa suave, mientras negaba con la cabeza: ―. Perdón, Mari, tengo la cabeza en cualquier lado. ―admitió, suspirando levemente―. No quiero comer nada porque siento que me va a caer mal.

―Sí, la verdad es que yo no puedo comer nada de los nervios que tengo. ―asintió Mariana, mientras también observaba a su hijo desde las gradas―. Me llena el corazón de alegría...

Camila esbozó una sonrisa. La calidez y el amor que compartían se sentía en el aire, haciendo que la espera se volviera un poco más llevadera. La final del Mundial estaba a punto de comenzar, y con ella, la promesa de una noche llena de emociones y recuerdos inolvidables.

Con el estadio colmado y la tensión palpable, llegó el momento de uno de los actos más esperados: la interpretación del himno nacional argentino. Lali, vestida con un elegante vestido negro que había elegido con Camila el día anterior, se preparaba para cantar. El silencio se apoderó del estadio mientras ella se acercaba al micrófono.

Cuando Lali comenzó a entonar las primeras notas del himno, el Estadio Lusail se llenó de una emoción indescriptible. La voz de Lali, poderosa y emotiva, resonó en cada rincón del estadio. Camila sintió un escalofrío recorrer su cuerpo mientras veía cómo los hinchas se ponían de pie, cantando con fervor y orgullo. Las letras del himno parecían cobrar vida, uniendo a todos en un sentimiento colectivo de patriotismo y esperanza.

Camila veía a Álvaro, abrazándola por los hombros a su lado, dejaba caer un par de lágrimas de emoción por ver a Lali entonar el himno. Él sólo era un hombre perdidamente enamorado de su mujer.

El canto de Lali no solo fue una interpretación, sino una celebración. La energía que transmitía su voz elevó el espíritu de los hinchas, y el estadio vibró con una fuerza que parecía desbordar los límites del coliseo. Camila, con la mano en el corazón, cantó junto a la multitud, sintiendo que ese momento era un preludio perfecto para lo que estaba por venir. La magia de Lali Espósito convirtió el himno en un himno de unidad y fervor, marcando el comienzo de una noche que prometía ser histórica.

Después de que terminara el himno francés, con el pitazo inicial, el partido comenzó y la tensión se convirtió en acción. Argentina se lanzó al ataque con una intensidad que sorprendió a muchos. Camila, desde su lugar en la tribuna, seguía cada movimiento de Julián con una mezcla de admiración y nervios. El juego era rápido, dinámico, y cada pase parecía una promesa de algo grande.

Lo había visto jugar muchísimas veces, pero nunca en un escenario como este. Desde el primer minuto, notó que Argentina salía con todo. La presión alta, el juego rápido, todo indicaba que los jugadores estaban decididos a llevar a la Copa a casa.

Con el himno resonando aún en los corazones de los hinchas, Argentina comenzó el partido con una agresividad calculada, conscientes de que Francia, el actual campeón, no daría tregua. Desde el primer minuto, el equipo dirigido por Lionel Scaloni mostró un juego fluido y ofensivo, presionando alto y moviendo la pelota con rapidez.

Los primeros minutos fueron de estudio, con las hinchadas de ambos equipos chicaneandose, de manera mutua. Francia, con su estrella Kylian Mbappé y un equipo plagado de talento, no pensaba dejarse avasallar fácilmente. Pero Argentina, con un mediocampo sólido y una defensa firme, plantó bandera y comenzó a manejar los hilos del partido.

¡ESCUCHEN, CORRAN LA BOLA...!

Amelia miró de mala manera a Camila y Álvaro, quienes cantaban y saltaban con emoción.

―Los van a re cancel- ―intentó advertir la morocha, pero el cántico no se detuvo.

¡JUEGAN EN FRANCIA PERO SON TODOS DE ANGOLA!

A medida que el reloj avanzaba, la Albiceleste fue adueñándose de la pelota y del ritmo del juego. Rodrigo De Paul, incansable en su labor de desgaste, presionaba cada salida francesa como si de eso dependiera su vida. Enzo Fernández, el joven prodigio que había sido una revelación durante todo el torneo, se movía con soltura, distribuyendo la pelota con una madurez que sorprendía a propios y extraños.

La primera gran oportunidad llegó al minuto 23. Un avance por la banda derecha terminó en una falta sobre Di María dentro del área. El árbitro no dudó en señalar el punto penal. Lionel Messi se paró frente al balón. El estadio se sumió en un silencio expectante. Messi, con la calma de un veterano, ejecutó el penal con precisión, enviando a Lloris hacia un lado y a la pelota hacia el otro.

Gol de Argentina. El estadio Lusail se convirtió en un hervidero de alegría. Los hinchas argentinos estallaron en gritos, saltos y abrazos. Era el primer paso hacia la gloria.

'23 gol de Lionel Messi.

Camila no pudo evitar sentir una ola de orgullo. No solo porque su novio estaba ahí, entre los mejores, ganándose su propio lugar, sino porque estaba contribuyendo a que Argentina brillara en el escenario más grande de todos.

Camila se abrazó con su familia y la de Julián a su alrededor, saltando y gritando con una euforia que no podía contener. Las lágrimas de felicidad caían de sus ojos mientras el estadio se llenaba de gritos de celebración. Era el primer paso hacia la gloria, y la sensación de que la victoria era posible comenzaba a ser palpable y segura.

Pero la verdadera explosión de alegría llegó con el segundo gol de Di María. Julián, con su impecable visión de juego, había sido crucial en la jugada.

Cuando la pelota cruzó la línea de gol, Camila se sintió abrumada por la felicidad. La imagen de Julián celebrando con sus compañeros era la confirmación de todo lo que habían trabajado para llegar hasta aquí. Con el corazón lleno de orgullo. Camila vio cómo Julián y el equipo compartían ese momento de gloria. Sabía cuánto significaba para él y para ella, y las lágrimas de emoción fluían sin parar.

Dos a cero, y Argentina estaba en control. Se abrazó con su familia a su alrededor, mientras el estadio se llenaba de los cánticos que retumbaban en su corazón.

En medio del festejo, Camila no podía dejar de pensar en lo lejos que habían llegado. Recordaba cuando acompañaba a Julián a sus entrenamientos en River, cuando todo era un sueño lejano. Y ahora, ahí estaba, siendo una de las figuras de la selección en una final del Mundial. El orgullo y la emoción eran indescriptibles. Miraba al campo con una mezcla de amor y admiración, consciente de que estaba viendo a su chico cumplir sus sueños.

Llegó el entretiempo y la mayoría decidió dispersarse de sus lugares para hablarse entre sí. Camila no se podía ni mover de los nervios, sabía que todavía no podía cantar victoria, porque faltaba... pero era casi inevitable.

―¿Nerviosa? ―Camila escucha la voz de Gustavo, el papá de Julián, detrás de ella.

La joven esbozó una leve sonrisa.

―Me estoy muriendo. ―admitió Camila, moviendo su pierna de arriba a abajo por los nervios.

Gustavo sonrió mirando a su nuera, mientras le extendía una botellita de agua y le apretaba la mano para transmitirle tranquilidad.

―Juli viene re bien, lo veo bastante enfocado. ―comentó el hombre, mientras ambos seguían mirando a la cancha.

Al bajar la mirada, Camila se encontró a los jugadores reunidos en una ronda. Donde Lionel Scaloni explicaba con gestos exagerados y concisos las jugadas previamente planificadas para el segundo tiempo.

Era un hombre realmente admirable, se le notaba totalmente que estaba más que predispuesto a demostrar que, más allá de las críticas y de la poca fé que tuvieron en él en algún momento... quería llevar la Copa a casa nuevamente.

Un verdadero mastermind.

Gracias, Cami. ―habló Gustavo, con los ojos brillando levemente de la emoción.

Camila frunció levemente el ceño: ―. ¿Por? ―soltó una risa suave.

Porque una parte de todo esto es por vos. ―aseguró Gustavo, dedicándole una sonrisa de agradecimiento profundo―. Vos sos el cable a tierra de Juli, y en un partido como este, donde se juega tanto, eso vale un montón.

―Yo solo estoy para él cuando me necesita, Gustavo. ―remarcó la actriz, con una sonrisa suave, pese a estar conmovida por sus palabras―. Él también me da mucho a mí, es un ida y vuelta.

―Y sí, se nota. ―bramó Gustavo, con una voz cantarina―. Pero más allá de eso, Cami, lo que vos hacés, el estar al pie del cañón, no lo hace cualquiera. Julián está en esta cancha, en una final del mundo, y sé que una parte importante de por qué está tan seguro es porque te tiene a vos bancándolo siempre, en las buenas y en las malas.

La boca de Camila se curvó en una sonrisa completamente genuina. Sintió los ojos picar de la emoción. Que Gustavo que le esté agradeciendo por estar ahi para Julián significaba un montón para ella, porque sabía que sus palabras eran sacadas de lo más profundo de su corazón.

―Vos le das esa tranquilidad que a veces ni nosotros, como padres, podemos darle. Y eso es algo que no tiene precio. ―declaró Gustavo orgullosamente―. No te puedo explicar lo agradecido que estamos, vos sos parte de esta familia, y te queremos como tal.

Camila sintió sus ojos humedecerse levemente, pero Gustavo no le expresaba más que la verdad en su corazón. Ellos, mejor que nadie, sabían que Camila era su gran apoyo, y sin eso, probablemente, Julián no sería el mismo en la cancha.

El segundo tiempo comenzó con un cambio notable en la dinámica del partido. Francia, sintiendo la presión, empezó a intensificar su juego. Cada ataque francés era una amenaza constante para la defensa argentina, y la ansiedad en el estadio se hacía evidente. Los franceses comenzaron a presionar con más fuerza, y aunque Argentina resistía, el ambiente se volvía cada vez más tenso.

Camila se aferraba a su camiseta, consciente de que los minutos pasaban más lentos de lo que le gustaría.

El minuto 80 fue un mazazo. Cuando el árbitro cobró penal para Francia, Camila sintió que el piso se le movía bajo los pies. Vio cómo Mbappé se preparaba para patear y sintió un nudo en el estómago. El gol llegó, y de inmediato, la tensión en el estadio se hizo palpable.

Pero lo peor estaba por venir.

Apenas unos minutos después, Mbappé marcó nuevamente, y todo lo que parecía seguro se desmoronó en un instante. Camila, que hasta entonces había estado de pie, se dejó caer en su asiento, con el rostro entre las manos. No podía creer lo que estaba sucediendo.

Todo ese esfuerzo, toda esa lucha, y ahora estaban empatados.

Camila miraba a Julián en el campo, sabiendo que él sentía cada momento con la misma intensidad que ella. En su mente, se repetía una oración silenciosa a quién sabe qué, rogando por que el sueño no se convirtiera en una pesadilla. La incertidumbre era insoportable, y la idea de perder todo lo que habían trabajado juntos se hacía cada vez más real.

―Ya está. ―Álvaro musitó a su lado, con un nudo en la garganta que apenas lo dejaba hablar―. Prorroga.

Camila suspiró. Deseaba que le hubieran dicho antes que ese tipo de partidos no estaban aptos para personas propensas a ataques cardíacos como ella.

Cuando empezó la prórroga, Camila se sintió atrapada en una montaña rusa emocional.

Cada minuto parecía una eternidad. Los jugadores, agotados pero inquebrantables, seguían luchando con un coraje admirable. Cada ataque de Francia era un balazo en el corazón, y cada avance argentino era una chispa de esperanza. Camila seguía el partido con una intensidad abrumadora, consciente de que el final estaba cerca y que, sin exagerar, cada acción, por más mínima que fuese, podía ser decisiva.

Sabía que el fútbol es un deporte cruel, que un partido puede cambiar en cuestión de segundos, y la ansiedad volvió a instalarse en su pecho.

Las imágenes de las finales perdidas en 2014 y en las Copas América se agolpaban en su mente. Otra vez no, otra vez no. Era como si todo lo que habían construido se estuviera desmoronando frente a sus ojos. En ese momento, el fútbol, que tantas alegrías le había dado, le mostraba su cara más dura.

Y entonces, en el minuto 109, ocurrió el milagro.

En una jugada llena de rebotes y tensión, Lionel Messi se encontró con la pelota a unos metros del arco. Sin pensarlo dos veces, el capitán sacó un remate que, tras cruzar la línea de gol, desató la locura.

El gol fue inicialmente cuestionado por un fuera de juego, pero tras unos segundos de revisión, el árbitro lo validó. Argentina volvía a estar en ventaja y el sueño estaba más cerca que nunca.

La celebración fue eufórica, pero también contenida. Los jugadores sabían que todavía quedaba tiempo en el reloj y que Francia, con el talento de Mbappé y compañía, era capaz de cualquier cosa.

Y como si el destino quisiera añadir más suspenso a la historia y no hubieran sufrido lo suficiente, Francia consiguió otro penal a falta de pocos minutos para el final. Mbappé, una vez más, fue letal desde los doce pasos, marcando su tercer gol del partido y empatando nuevamente el marcador.

El golpe fue duro, casi insoportable. Los jugadores argentinos, con la mirada perdida, se preparaban para lo que parecía un final cruel e injusto.

Camila sintió que el mundo se le venía abajo. No podía soportar ver la cara de Julián, de los chicos, sabiendo cuánto les costaba cada minuto en ese campo.

El pitazo que marcó el final de la prórroga fue como un cuchillo en el pecho. Sabía que todo se definiría en los penales.

Uf, los penales. Esa lotería que te hace sufrir como nunca, donde los nervios están al límite y el corazón late a mil por hora.

Ahí estaba Argentina, con el corazón en la garganta, sabiendo que después de 120 minutos de pura tensión, todo se definía desde los doce pasos. Messi, Julián, Dibu, todos con la responsabilidad de llevar a la celeste y blanca a la gloria.

Primer penal, Lionel Messi.

El primero en pararse frente a la pelota es Lionel Messi. Ahí lo tenés al capitán, calmado, como si llevara toda la vida preparándose para este momento.

Camila, como todos los presentes, estaba al borde del asiento.

Hugo Lloris lo mira fijo, pero el '10' argentino tiene hielo en las venas. Se toma su tiempo, respira hondo, y patea suave, engañando al arquero francés. La pelota entra despacito, como pidiendo permiso. Golazo. Argentina se pone 1-0 en la tanda, y la hinchada estalla en un grito que se escucha hasta en el Obelisco.

Camila no pudo evitar soltar un grito de alivio y felicidad, abrazando a los que estaban cerca. Pero sabía que esto recién empezaba.

Segundo penal, Kylian Mbappé.

Le tocó a Kylian Mbappé. La silueta de Dibu Martínez en el arco parecía desafiante, pero Mbappé, con la seguridad de alguien que ya había anotado tres goles en el partido, disparó con potencia.

Camila cerró los ojos por un segundo, rezandole a Madre Taylor que lo erre, pero no hubo tiempo de reaccionar: gol de Francia. Empate en los penales.

La sensación de equilibrio inestable se mantuvo, pero en ese momento, todo lo que importaba era mantener la fe.

Segundo penal de Argentina, Paulo Dybala.

Scaloni decidió mandar a Paulo Dybala. Camila sabía lo que significaba ese momento para él, después de un Mundial en el que no había tenido muchas oportunidades. Pero ahí estaba, con toda la responsabilidad sobre sus hombros.

El cordobés agarra la pelota, la acomoda, y aunque Lloris adivina la dirección, el tiro es bajo, al medio, haciendo que la pelota entre al arco.

―¡VAMOS JOYA CARAJO! ―Camila gritó, con toda la fuerza que le quedaba.

El gol mantenía a Argentina adelante, y la esperanza se mantenía más fuerte que nunca.

Segundo penal de Francia, Kingsley Coman.

Se viene Kingsley Coman para Francia. Ahí está Dibu Martínez, agrandándose, con esa mirada moja tangas que ya conocemos.

Perdón amor, pero siento cosas de Mandinha. Pensó Camila.

Coman patea con fuerza, pero Dibu se estira como un gato y la saca con una mano. Lo atajó el Dibu. El estadio Lusail explota, Argentina sigue arriba y la confianza se va para el lado celeste y blanco.

Camila se unió al coro de gritos y saltos de alegría. QUÉ HOMBRE DIBU ATAJAME UNA TETA.

Tercer penal de Argentina, Leandro Paredes.

Era el turno de Leandro Paredes. Camila sabía que Paredes no era de achicarse, y lo vio enfocar la mirada en la pelota, decidido.

Paredes se perfila, le pega con todo y clava la pelota en el ángulo. Imposible de atajar para Lloris.

3-1, y la ventaja se agranda. Los nervios empiezan a aflojarse un poquito, pero la tensión sigue alta. Camila le dio un apretón a la mano de la mamá de Julián, sintiendo que cada gol acercaba un poquito más a Julián y a todo el equipo a la gloria.

Tercer Penal de Francia, Aurélien Tchouaméni

Cuando Aurélien Tchouaméni se acercó al balón, Camila volvió a aferrarse a la mano de Mariana.

Si la atajás me tatuó hasta tu DNI en las tetas Dibu. Pensó Camila.

Y como si Dibu la hubiera escuchado, Tchouaméni mandó la pelota afuera.

Las gradas explotaron. Camila se abrazó con todos a su alrededor, sintiendo que el sueño estaba a punto de hacerse realidad.

Cuarto penal de Argentina, Gonzalo Montiel.

Gonzalo Montiel se paró frente a la pelota con la historia de todo un país sobre sus hombros. La tensión en el aire era tan densa que se podía cortar con un cuchillo, y el Estadio Lusail, lleno de almas argentinas, contenía el aliento en un silencio sepulcral.

Camila, desde las gradas, sentía que el corazón se le iba a salir del pecho; era ahora o nunca.

Montiel, con una calma que parecía inhumana, miró a Hugo Lloris, quien intentaba intimidarlo con la mirada, pero el pibe no se achicó ni un poquito. A lo lejos, Camila veía cómo acomodaba la pelota, se preparaba, y en ese momento todo se detuvo: el ruido, las voces, el mundo entero se hizo silencio.

Montiel empezó su carrera, cada paso parecía un latido del corazón de la Argentina.

Somos todos Montiel.

Cuando le pegó a la pelota, el tiempo pareció desvanecerse; la pelota se deslizó por el césped y, en un segundo eterno, pasó por debajo del cuerpo de Lloris que se tiró a adivinar el palo.

Gol. La red se infló y el estadio explotó en un grito desgarrador, como si los millones de argentinos que lo habían soñado durante décadas soltaran de una vez toda la emoción contenida. Camila sintió que las piernas le fallaban, las lágrimas le caían sin control mientras abrazaba a quienes tenía al lado, entre saltos y gritos.

Argentina campeón del mundo. Montiel, el pibe que jamás se había achicado, le daba la gloria a un país que llevaba 36 años esperando este momento. En ese instante, en esa explosión de euforia y alivio, todos los sacrificios, las esperas, y las frustraciones de tantos años quedaron atrás. Argentina era campeón del mundo, y ese último penal, ese gol de Montiel, quedaría grabado para siempre en la memoria de cada argentino.

Camila sintió que el suelo bajo sus pies ya no era sólido, que el mundo se había convertido en una nube de felicidad y euforia. El Estadio Lusail estalló en un frenesí de celebración que parecía no tener fin, pero para Camila, el único pensamiento en su mente era encontrar a Julián, a su amor, a la razón por la que había pasado tantas horas en ese lugar.

Con el corazón palpitante y lágrimas de alegría corriéndole por las mejillas, se abrió paso entre la multitud con una determinación que solo el amor puede ofrecer.

Para Camila, el triunfo de Julián y la victoria de Argentina eran la personificación de alguna alquimia mágica, el punto culminante de un sueño compartido que parecía tan inalcanzable y ahora era una realidad gloriosa. Cada paso que daba hacia el campo de juego estaba cargado de una emoción indescriptible. Se mezclaba con la multitud de jugadores, entrenadores, y fanáticos, buscando entre los rostros conocidos hasta que finalmente lo vio: Julián, rodeado por sus compañeros de equipo, levantando la copa y riendo como si el mundo entero estuviera a sus pies. Camila sintió que su corazón se derretía al ver la felicidad en su rostro, una felicidad que solo ella sabía cuán profundamente se había ganado.

¿Dónde está el trofeo? Él viene corriendo hacia a mí.

Se acercó a él, abriéndose paso entre los jugadores que aún estaban en estado de euforia. El mundo parecía ralentizarse mientras corría hacia Julián, su amor, que estaba radiante en medio del confeti y los cánticos. Cuando finalmente llegó a él, se lanzó en un abrazo que fue una mezcla de alivio, amor, y una alegría tan inmensa que casi podía tocarse. En ese momento, con el grito de la hinchada de fondo y los destellos de las luces del estadio, Camila sintió que todo había cambiado, que el esfuerzo, los sacrificios, y el apoyo incondicional habían dado fruto.

Julián, con lágrimas en los ojos y una sonrisa que parecía iluminar todo el estadio, la envolvió en un abrazo apretado. Camila se aferró a él, sintiendo el latido de su corazón, como si el mundo entero se hubiera reducido a ese abrazo, a ese momento mágico.

Mientras los dos se mantenían abrazados en medio de la celebración, con la Copa del Mundo brillando en el centro del campo, Camila supo que habían vivido una experiencia única, una de esas que transforman todo lo que conocían y los lleva a un lugar de magia y realización.

Era el final perfecto para un sueño que había comenzado con mucho esfuerzo y que ahora se coronaba con la gloria del Mundial. En ese instante, en ese abrazo, supo que cada momento compartido había valido la pena, y que la verdadera magia estaba en haber vivido todo esto juntos.

Sin decir una palabra, Julián inclinó la cabeza y sus labios se encontraron en un beso que era a la vez suave y apasionado, lleno de la promesa de una vida compartida y de la celebración de un sueño cumplido. El beso duró una eternidad, como si quisieran absorber cada pedacito de ese instante mágico, ese logro monumental que habían alcanzado juntos.

Cuando finalmente se separaron, con las mejillas sonrojadas y una sonrisa de felicidad en sus rostros, Camila lo miró a los ojos, susurrando con una ternura que solo podía surgir de un momento tan profundo y significativo.

Mi campeón. ―dijo Camila, sobre sus labios, con la voz cargada de emoción.

Julián la miró con un brillo en los ojos, consciente de que este momento sería recordado como uno de los más especiales de sus vidas.

La celebración a su alrededor seguía en marcha, pero para ellos, el mundo entero había desaparecido, dejándolos solos en su propio rincón de felicidad y triunfo. En ese instante, todo parecía perfecto, y el amor que compartían se sentía más fuerte y verdadero que nunca.

Y al final, ¿quiénes son ellos para luchar contra la alquimia?

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le gusta a antonelaroccuzzo, paulodybala y 1,900,444 más.

camilabardel no tengo palabras para expresar el orgullo que siento por vos. sos el mayor ejemplo de dedicación, pasión y esfuerzo. agradezco todos los días por poder acompañarte en todo tu recorrido y celebrar estas alegrías a tu lado.

te amo, mi campeón. hoy, y siempre 🇦🇷🤍.

YA GANAMOS LA TERCERAAA AHORA SOY CAMPEÓN MUNDIAL ❤️❤️❤️.

Ver 17,332 comentarios.

juliaanalvarez Sin tu apoyo nada sería posible, gracias por estar siempre y ayudarme cuando más te necesito. Te amo, amor de mi vida. Es nuestra! 🤩❤️

florenciapuente_ Te amamos Julián!! A disfrutar mucho campeón. Flor y Guille, lejos pero cerca💕

leomessi 🇦🇷🤍

facucolidio VAMOS CAMPEONESSSS

paulodybala 🇦🇷🇦🇷🇦🇷🇦🇷🇦🇷

enzojfernandez Hoy noche de sexo para la araña 🔥🔥🔥🔥🔥🔥 (lo digo x mí)

lali ESTOY LLORANDO LOS AMO HIJOS ❤️❤️❤️❤️❤️

camimayan Spider boy king of thievesssss

agualvarez3 Campeonessss ❤️❤️❤️❤️🇦🇷🇦🇷🇦🇷🇦🇷

marianacampoli68 Disfruta que esto también es tuyo. Te amamos chiquita 💗

litkillah TOMA MBAPPÉ LA CONCHA DE TU MADRE LA TENES BIEN ADENTRO

tagliafico3 EAAAAA CAMPEONAAAA

emiliamernes la primera damaaaa 💜

orianasabatini A alguien la llenan de telarañas en la noche 🥵🥵🥵
| ramirobardel Bueno calmate

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hincha del colchonero desde la cuna chicas ❤️❤️❤️❤️❤️❤️❤️

lo que le queda esa camiseta 🥵 toda.

qué tal? les gustó? literalmente OCHO MIL palabras (sin contar estas)

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gracias por leer ❤️‍🔥❤️‍🔥❤️‍🔥

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