O40. i really thought i'd lost you
capítulo cuarenta !
❪ esa fue la noche que casi te perdí
realmente pensé que te perdería ❫
30 DE OCTUBRE, 2022
Omnisciente
EN EL JUEGO DEL AMOR, a diferencia de muchas cosas, se cree que es algún tipo de movimiento liderado solo e exclusivamente por mujeres.
Está literalmente escrito que las mujeres den el primer paso, como si fuera algún tipo de obligación. Mientras que el hombre sólo reacciona, sin importar lo positiva o negativa que sea aquella reacción. Las mujeres deben tomar la iniciativa y tomar las riendas de la situación. ¿O es que acaso alguna vez viste una situación diferente a donde la mujer interrumpe una boda antes de callar para siempre? Casi imposible. Incluso Taylor Swift tiene una canción sobre eso.
Oriana lo sabía de memoria: Camila siempre le repetía que quizás ese tipo de situaciones eran las que ella jamás se imaginaba protagonizar. Tal y como lo dice Speak Now, ella no es el tipo de mujer que interrumpe situaciones de velo.
Siempre con la misma excusa, que se sentiría terrible por la novia, y odiaría para siempre que a ella se lo hicieran, e incluso odiaría más si a ella le estuvieran pidiendo que no se case. Estaba completamente segura de que nada la haría cambiar de opinión, porque si no, de otra manera, nunca hubiera preferido casarse.
Aunque Oriana siempre le insistía que no podía aferrarse a eso. Por más de que ella era muy patria, familia, monogamia y casamiento, también sostenía que a veces uno no elige de quien enamorarse, y en ese tipo de situaciones, ella siempre elegiría lo que su corazón necesitara.
Paulo se le cagó de risa cuando Oriana le planteó la misma situación, comparado con la de Julián, Camila y Facundo. Si bien ambos lo definían como un triangulo amoroso, Paulo decía que había una diferencia tremenda, porque lo de Camila y Facundo ni se asimilaba a una boda. Pero Oriana, tan terca como siempre, sabía que era casi lo mismo.
Sabía que no había forma de que Camila y Julián volvieran a coincidir si Camila le "demostraba" que estaba bien sin él. Por más estúpido que le haya resultado el plan de su amiga, era muy poco probable que no funcione. Eran los dos unos tarados, los años podrían pasar y ellos nunca volverían porque pensaban que se lastimaban mutuamente, cuando en realidad solo se lastimaban al estar separados. Pero eran demasiado boludos para darse cuenta de ello.
Y como Oriana era la mejor amiga que Camila podía haber pedido, le tocaba devolverle el favor y tomar su rol de cupido esta vez.
Oriana la conocía mejor que nadie, odiaba que ella se diera cuenta de la dependencia emocional que había desarrollado con Julián, pero ella había notado la falta del brillo en los ojos de Camila. Incluso mediante los mensajes, ella pudo ver que a Camila le pesaban las palabras, y que no había ni una pizca de emoción en ellas.
La diferencia era tremenda comparada a cuando Camila le contó que se había puesto de novia con Julián.
Y Camila no iba a escuchar absolutamente a nadie, por más que toda su familia entera lo intentara. ¿Quién más terca en el mundo que Camila Bardel? Exacto, nadie. Oriana odiaba tener que admitirlo. Una parte de ella sentía que era más fácil construir una máquina del tiempo para borrarle la memoria a su mejor amiga, antes de hacerla entrar en razón. Más allá de que la amaba con todo su corazón, de tantos años que la conocía, tenía bien en claro que era una cabeza dura.
Otra parte de ella, la hacía sentir culpable. Ella misma le había aconsejado a su amiga que siguiera con su vida, que se olvide de él porque merecía a alguien mejor que alguien que solo la había lastimado. Pero eso era antes, y, como sabía que no podía cambiar el pasado, se propuso hacer algo que era incluso el doble de difícil; hacerle entender a Camila la realidad de las cosas, y evitar que se mande una cagada que podría arruinarla de por vida.
Entre todo ese poco tiempo que le quedaba antes de que Camila hablara con Facundo, Oriana dispuso su tiempo armar un plan para sabotear esa futura relación. Le emocionaba tanto que consideró que le quedaría la idea para escribir una canción.
Pero, formar un plan que salga bien le resultó bastante difícil, teniendo en cuenta que Camila no iba a querer escuchar a nadie. Ni a ella, ni a Paulo, ni a sus padres, ni a Cami, ni al presidente, a nadie. Estaba tan decidida que Oriana llegaba a dudar de que si Taylor viajara a Carlos Paz para hablar con ella, tampoco razonaría.
Y justo cuando Paulo estuvo apunto de mandarle un mensaje por Instagram a Taylor (que quizás tenía más uerte y le respondía), Oriana recordó que sí había una persona que la podía llegar a convencer. Principalmente porque era él la razón principal de la arrebatada decisión de Camila.
Oriana sabía que Julián no era malo, que no era la rata que no le importaban los sentimientos de los demás (o al menos así lo definió ella apenas se enteró lo que había hecho). Sabía que solo estaba intentando sobrevivir con el dolor de no tener más a Camila a su lado y la culpa de haberse mandado la cagada más grande de su vida, y Oriana no quería cargar con la culpa de verlo desmonorarse, sin haberse tomado la oportunidad de darle una mano.
No obstante, no lo hacía por él. Lo hacía por Camila.
Julián se estaba creyendo completamente su cuento de que ella estaba feliz. Se aferraba a ello porque era la única explicación que le encontraba, al no saber por qué ella no volvía a sus brazos. Y la idea de que ella quería salir adelante, obligada, porque no quería cagarlo a él cuando la había hecho tan feliz, ni se cruzaba por su cabeza.
Por eso, si Oriana le hacía saber a Julián que ella sufría exactamente por lo mismo, pero desde otro punto de vista, cambiaría mucho las cosas.
―¿Ya sacaste pasajes, araña? ―le preguntó Paulo, mientras recibía el mate que Lisandro Martinez cebaba.
Ese día, los futbolistas y sus parejas se habían juntado en la casa de Catherine Fulop, la mamá de Oriana. Sus papás y su hermana habían viajado hace más de una semana y Oriana y Paulo, como hace dos días habían llegado a Argentina, les estaban cuidando la casa.
Paulo invitó a los que menos quebrados estaban después del cumple. Como era de esperarse, solo eran tres: Alexis y Camila, Lisandro y Muriel, y Julián.
Julián tardó en responderle, estaba muy concentrado mirando en repetición la historia que había subido Álvaro minutos atrás. Era una historia de diez segundos, no más que eso, solo era un video que mostraba a Camila, Lali y Ramiro completamente dormidos en el sofá de la quinta. Claramente burlándose de la resaca y el sueño que tenían.
Licha estiró el cuello para ver el celular de Julián, mientras su mujer lo retaba por chusma: ―. Fua, cuál de los dos más quebrados.
Julián se puso colorado cuando los demás se dieron cuenta que estaba mirando con atención la parte donde el video la enfocaba a Camila. Colorado de la vergüenza, apagó su celular y lo guardó en el bolsillo.
Él siempre había sido callado, pero todos se habían dado cuenta que algo le pasaba. Así que intentaban sacarle charla para animarlo un poco.
Alexis se rió cuando también se cruzó con la historia de Álvaro.
―Ramiro ni podía ni pararse del pedo que tenía, y Camila ni hablar, yo me la encontré en el baño llorando, ni idea qué le pasó. ―comentó el colorado.
Julián se removió incómodo en el asiento cuando Oriana lo miró fijamente. Que la haya hecho llorar no ayudaba para llevar a cabo su plan.
A su lado Paulo le pellizcó la pierna, alentándola con sus ojos para que le hable a Julián antes de que sea demasiado tarde. Oriana suspiró, mientras se levantaba de la silla con la mirada puesta en el 19 del Manchester City.
―Julián ―lo llamó la cantante, el cordobes la miró completamente asustado―. ¿Podes venir un segundo?
Él no ocultó el terror en sus ojos. Estaba completamente seguro de que Oriana le iba a clavar un cuchillo en el cuello, solo que no iba a hacerlo frente a sus amigos.
―¿Yo? ―preguntó, tembloroso. Los demás estaban muy ocupados conversando como para pedirle ayuda a alguien, antes de que Oriana lo asesinara brutalmente.
―Pero veni, pelotudo.
Ella lo agarró del brazo sin delicadeza alguna y, como los demás seguían en la suya, se lo llevó casi arrastrando a la cocina.
―¡Que bruta que sos! ―Julián se sobó el brazo, en el cual Oriana le había dejado las uñas marcadas.
Bueno, sano no iba a salir tampoco.
―Qué maricon que sos ―la morocha puso los ojos en blanco.
―¿Se puede saber que te pasa? ―preguntó el delantero con brusquedad―. Yo sé que me queres acuchillar pero no la hagas tan larga.
―Bueno, en algo tenes razón, me muero por acuchillarte ―Oriana bufó―. Pero a vos te llega a pasar algo y Camila cae en depresión, así que tenes que escucharme...
―¿Camila cae en depresión? No hace falta que la defiendas porque es tu amiga.
―¡Dios! ¿¡Ves que uno trata de ayudarte pero sos un pelotudo!? ―ella exclamó con enojo. Estaba a nada de tirar todo a la mierda porque él no cooperaba, pero respiró profundo y pensó en su amiga, así que recuperó la compostura y volvió a hablar―. Mira Julián, yo hoy por hoy te colgaría, me pareces un pelotudo y ni siquiera tendría que ayudarte porque te mandaste una cagada enorme. Así que no pienses que lo hago por vos, lo hago porque a pesar de todo, Camila te ama, y ni yo ni nadie podemos hacer que eso cambie.
Julián se quedó mudo al escucharla. Y en cuanto su cara palideció, sus ojos marrones demostraron aquel sentimiento de esperanza.
―Camila también es una boluda, pero ella es lo más bueno que existe en el mundo y solo merece ser feliz con quien ella quiera. ―aseguró ella, Julián le dio toda la razón―. Y ella lo que quiere es a vos, pero sabes como es, lo único en lo que piensa es en te va a lastimar.
Él clavó la mirada en el piso mientras ella negaba la cabeza con desaprobación ante las suposiciones de su mejor amiga.
―Ella se obliga a salir adelante para, supuestamente, sacarte un peso de encima y para que vivas más tranquilo ―volvió a decir Oriana después de unos segundos de silencio―. Camila le va a dar una oportunidad a Facundo para dejarte libre a vos, Juli, por más de que ella ni siquiera quiere hacerlo.
Julián analizó sus palabras en silencio, alguna bronca dentro de él había florecido. No creía que Camila fuera tan ingenua. Incluso le pareció una broma pesada de parte de Oriana, para hacerlo sufrir más. No había manera de que eso fuera verdad, Camila se veía demasiado feliz y segura de estar con él. ¿Por qué fingiria estar enamorada para que él esté tranquilo? Si la imagen de Camila, enamorada de otro hombre, literalmente lo hacía vómitar.
Además, la misma Camila se lo había dicho. Ella buscó a Facundo porque era lo que necesitaba, ni siquiera pudo admitirle que lo había buscado por querer olvidarse de él. Prefería quedarse con el rubio porque le daba la comodidad que ella buscaba, y Julián recién estaba mentalizandose que tendría que vivir con eso toda la vida.
Toda la seriedad con la que estaba tomando las palabras de Oriana se esfumó. Y de repente, todo se convirtió en una pérdida de tiempo para él.
―Eso es una boludez ―indicó Julián, recargandose sobre la barra de la cocina―. No sé a qué queres llegar. Si Camila quiere estar con Facundo, cosa suya, ya es grande, déjenla vivir. Yo tendré que aprender a vivir con eso.
Él sabía que dejar ir, también es amar. Lo entendía porque más allá de que verla con Facundo la destruiría por completo, si ella era feliz, eso era lo importante.
Y aunque su corazón dolería, sabía que era lo correcto. Quizás en un momento, el menos esperado para él, le dejaría de doler. Dejaría las cicatrices, los sueños frustrados y todo lo que no pudieron ser en el pasado, y solo quedarían con los recuerdos de la relación.
Una parte de él no podía negar que odiaba que así fuera, pero era lo que le tocaba vivir, por pelotudo.
―Vos también sos grande, tenes que darte cuenta de las cosas, no somos pendejos para andar inventando cosas para hacerte sentir mal. Si te quisiera hacer sentir mal ya te hubiera hecho mierda ―Julián se dio la vuelta y se encontró a Camila Mayan entrando a la cocina.
Oriana la señaló, dandole la razón: ―. Yo esto te lo cuento porque es la verdad, Julián. Si vos vieras lo mal que se siente, la tristeza que tienen sus ojos...
―No, cortenla las dos, en serio ―advirtió el cordobes al dúo de defensoras de su ex―. Camila ya es grande, está intentando ser feliz y me pongo contento que intente dar ese paso, ojalá yo pudiera hacer lo mismo. ―mintió, dejando en evidencia lo que lo frustraba la situación―. Yo entiendo que a lo mejor no estén de acuerdo con su decisión, pero la tienen que respetar si tan amigas son.
Camila miró a Julián con detenimiento mientras él seguía discutiendo con Oriana por lo mismo. Sabatini ya le había contado hace rato su teoría de que Camila no era feliz, y ella no pudo estar más de acuerdo con ello. Algo que creía que todos compartían, era que Camila no se veía feliz hace mucho tiempo, y no había duda que estaba forzando por demás esa relación con Facundo.
Pero también, por otra parte, entendía a Julián. Entendía que él se sentía agobiado al verlas alimentar esa esperanza de poder volver con Camila, porque no lo veía posible y saber que todo eso sería en vano solo lo lastimaría más.
Comprendía lo mucho que le iba a doler si las cosas no se daban, imaginando la manera en que a ella misma le dolería ver a su propio novio estando en algo con otra mujer, en especial para olvidarse de ella. Sabía que eso la destruiría por completo, así que ni se imaginaba como se sentiría Julián.
―Basta Ori. ―pidió Julián, de la manera más calmada posible, ante la insistencia de la cantante―. Camila ya tomó una decisión y no tenemos por qué oponernos. No la puedo crucificar por algo que yo sabía que tarde o temprano, iba a pasar.
―No estamos hablando de crucificar a nadie, te estoy diciendo que sos el único que podes hacerla entrar en razón ―insistió Oriana, con voz suave―. Si no lo haces hoy, los dos se van a arrepentir.
―¿Y por qué tengo que hacerlo yo? ―atacó Julián, mostrando el resentimiento que sentía al escuchar que Camila estaba dispuesta a formar un futuro con Facundo―. Ella sola se metió en esto, si ella es feliz...
―Es que no lo es ―lo interrumpió Ori―. Camila no es feliz.
Julián la miró con un poco de desconfianza, pero suspiró, y se pasó las manos por la cara con estrés. Le costaba demasiado pensar con claridad y creer en las palabras que Oriana le decía, después de la conversación que tuvo con Camila la noche anterior, le costaba creer que quizás a ella también le faltaba su otra mitad.
―Después de tanto tiempo, tanta lucha, ¿de verdad vas a dejarla ir así? ―le dijo Camila, acariciando su brazo con suavidad, en un intento de darle ese empujón que él necesitaba.
Más que un empujón, necesitaba una piña que lo llevara al salto. A saltar sobre esa realidad que él quería enfrentar, y que Camila estaba buscando esquivar.
Julián las miró a ambas detenidamente. Sabía que tenían razón. Él no quería dejarla ir. No quería dejar ir a la persona que le había mostrado colores que no podía ver con nadie más.
―Tenes que hablar ahora ―pidió la cantante―. Va a salir bien, yo sé que te va a escuchar.
Julián la miró con un poco de miedo en sus ojos: ―. ¿Y sí ya es muy tarde? ¿Si ya habló con Facundo?
―Sí no vas, no lo vas a saber nunca ―alentó Mayan―. Por eso tenes que hacerlo ahora.
―No es justo que las cosas terminen así, para ninguno de los dos. Camila es una cabeza dura, solo va a salirse de su plan si vos se lo pedis.
El futbolista exhaló con pesadez, y Oriana, por primera vez desde que la vio, le dedicó una pequeña sonrisa dulce.
―Lo dice Taylor en una canción ―acotó la morocha, haciéndolo reír, y provocando que la voz de Camila se instale más en su mente.
―O hablas ahora, o callas para siempre.
(...)
Camila pegó los labios en una fina línea, mientras miraba tentativamente el teclado, debatiendo en sus interiores si se mandaría mucho al frente con esa pregunta. No le tomó mucho tiempo borrar con rapidez el mensaje, Paulo, además de ser descansero, era detallista, así que prefería evitar escucharlo para no amargarse.
―Pero la puta que te parió. ¿Te podes quedar quieta?
―Es la misma puta que te parió a vos.
Ramiro bufó con fastidio, ante aquel dolor punzante en su cabeza, y volvió a darse vuelta (como pudo) en el futon para seguir durmiendo.
La morocha se incorporó adolorida, importandole poco si molestaba a su hermano, pero con delicadeza para no despertar a Lali que dormía a su lado. Le dolía la espalda, el cuello, la cabeza, el estómago y, en especial, el corazón. Recurrir al suicidio le parecía la opción más conveniente en ese momento, pero sería bastante sádico de su parte cuando estaba toda su familia en el patio.
Si bien la joda descontrolada por el cumpleaños de Ramiro había sido la noche anterior, el rubio siempre repartía sus festejos en dos partes: uno para el chupe y el baile con amigos, y el otro para el asado familiar de su viejo. Incluso cuando la mayoría ni se podía levantar al día siguiente por la resaca, ya el olor a humo del asado comenzaba a sentirse desde el patio en su casa de Quilmes.
Tronó su espalda al levantarse con pereza, no sin antes fijarse que su mamá no la había visto, ya que siempre decía que si seguía haciendo eso se le iban a atrofiar los huesos, o al menos así le había dicho una random de Tiktok.
Risas provenientes del patio se escucharon por encima de los bostezos de Camila y los ronquidos molestos de Ramiro. La actriz supuso que se encontraban todos en el patio, y que no le faltaba mucho al asado, teniendo en cuenta que sus papás habían llegado bastante temprano. Por lo que subió con toda la vagancia del mundo al baño de arriba para higienizarse.
Para su buena suerte, sobre el lavamanos del baño se encontró con un vaso de agua y un sobrecito de Alikal, que se encargó de tomar antes de lavarse los dientes. Sin embargo, en cuanto el líquido atravesó su garganta, las náuseas invadieron su cuerpo y una punzada en la cabeza la hizo quejarse. Era normal que le duela la cabeza por lo mucho que había tomado y, aún peor, llorando anoche, pero el sentimiento desagradable en su estómago se intensificó.
El dentífrico ni llegó a tocar su lengua que el vomito llegó directamente a su garganta, obligándola a acercarse al inodoro.
―¿Pollo? ―llamó de repente su papá, en la puerta del baño, limpiando la suciedad del carbón en sus manos en su delantal de River.
El hombre se vio obligado a abrir la puerta al oír las arcadas y la respiración dificultosa de su hija. Aceleró sus pasos y al entrar, se encontró con su hija menor, quien estaba de cuclillas frente al inodoro, vomitando todo lo que había tomado la noche anterior mientras su padre sostenía su pelo.
Camila se incorporó, como pudo, una vez se sintió un poco más aliviada, y miró a su padre con los ojos llorosos por la fuerza que había hecho. Guillermo, sin soltar su cabello, limpió el sudor que corría por su frente con la toalla, manteniendo una sonrisa gentil.
―Pollito, ¿Qué pasa? ―cuestionó con preocupación―. ¿Te enfermaste del estómago? ―agregó, acariciando su espalda.
Camila negó cerrando los ojos, disgustada del olor de su propio vomito. Y se recostó, desganada, sobre el hombro de su padre mientras él tiraba la cadena.
―Me siento mal ―respondió débilmente, dudando en ponerle alguna excusa o decirle lo que estaba pasando con Julián y Facundo―. Tomé mucho anoche.
Guillermo chasqueó la lengua con desaprobación: ―. Viste, hija. Vas a tener que dejar de juntarte un poco con Paulo ―comentó, haciéndola reír, mientras ajustaba el agarre sobre su hija para acariciarle la espalda―. Tranquila, pollito. ¿Queres que le diga a Álvaro que te prepare un té?
La morocha asintió, y se incorporó del suelo con ayuda de su padre. Guillermo bajó las escaleras para ir hacia la cocina mientras ella se lavaba los dientes.
Toda la furia que había recaudado anoche al hablar con Julián, hoy se trataba de pura angustia. Lo que más le lastimaba era saber que no quería contárselo a nadie, cuando era ese el momento donde necesitaba un consejo, pero no lo iba a hacer. Nada la iba a hacer cambiar de opinión.
Camila respiró con pesadez en el trayecto de la escalera hasta la cocina. Al llegar, se encontró con Álvaro bastante somnoliento y Amelia, quien se acercó a ella con una manta y la rodeó sobre los hombros de su cuñada, formando un pequeño abrazo.
―Buen día, borracha ―su cuñada besó su cabeza ruidosamente, haciéndola quejarse―. Veni, ¿queres un tecito?
Camila sonrió en agradecimiento cuando Amelia le extendió una taza caliente de té con limón. La actriz sintió el alivio ante el primer sorbo, mientras que de a poco ese nudo en la boca del estómago se iba descomprimiendo, al igual que el ardor en su garganta. Su humor iba mejorando de a poco mientras charlaba con su hermano y Amelia, debía admitir que lo que más curaba su corazón después de las heridas que le había causado la charla con Julián, eran esos momentos en familia.
―¿Te sentis mejor? ―Guillermo la rodeó por los hombros sobre la banqueta, mientras acomodaba un poco su alborotado cabello.
―Sí viejo, gracias. ―respondió ella, forzando una sonrisa en su rostro, su papá asintio, no muy creyente de sus palabras―. Che, ¿y Facu? ¿Se fue?
Entre todo su malestar, no pudo evitar darse cuenta que no había visto el rubio desde que se levantó. Un poco le preocupó, puesto a que pensaba que estaba durmiendo en una de las habitaciones de arriba.
Incluso él había insistido en que duerman juntos, pero la incomodidad la sobrepasaba, así que en cuanto él cayó dormido, Camila encontró más comodidad en el futon durmiendo apretujada al molesto de Ramiro, que lo único que hacía era cagarse y roncar. Pero era algo a lo que ya estaba acostumbrada.
―Llevó a mamá al super a comprar verdura. ―le respondió Álvaro.
Camila tuvo que obligarse a sonreir de nuevo. Sabía que era bueno saber que Facundo se integrara más a la familia, porque era probable que próximamente, sea miembro oficial.
―¿Les cae bien? ―cuestionó rápidamente a su hermano, cuñada y papá. Su opinión era importante, más allá de sus decisiones, ya había tenido malas experiencias con respecto a una mala relación de su familia y novio.
―¿Quién?
―Facu.
Álvaro y Amelia se miraron entre sí, y se alzaron de hombros, si darle mucho importancia. Camila no supo definir si al final, eso era algo bueno.
―Sí, que se yo, es simpático ―comentó Álvaro con simpleza.
―A mí me cae bien. ―acotó Amelia de la misma manera.
Aun así, a Camila no le pareció suficiente.
―Pollito, veni un segundo. ―Guillermo la llamó en cuanto él se había levantado para ir a buscar algo fuera de la cocina.
Ambos salieron afuera, Camila aún con la manta cubriendo sus brazos, se sentaron en la reposera mientras Guillermo le echaba una que otra mirada al asado en la parrilla.
―¿Estás bien? ―le preguntó su papá, acomodando los mechones de pelo. Camila asintió, con una pequeña sonrisa, era lo máximo que podía llegar―. Hija, a mí no me podes mentir. ¿Pasó algo anoche? ¿Algo que no me quieras contar?
Camila suspiró, honestamente lo último que quería era preocupar a su papá, pero tampoco quería mentirle.
A él era de los pocos que jamás podía mentirle. No descubrió eso hace mucho, la primera vez que lo hizo fue ante lo ocurrido con Rusherking. Ahí se dio cuenta que sus padres estaban más al pendiente de sus emociones que cualquiera que la rodeaba. Y ella siempre le prometía cosas a su papá, la mayoría siempre las cumplía, desde cosas minúsculas como no probar ningún tipo de droga, hasta de algo más grave como no permitir que nadie filtre algo comprometedor que pudiera llegar a arruinar su reputación.
Aunque quería ser honesta con él, porque siempre parecía encontrar la solución a todo, así como un superhéroe, no sabía si podría ser capaz de explicar con detalle todas las emociones que atravesó en el último mes. Y, en especial, su conflicto en el que Julián estaba involucrado.
―Me crucé a Julián ―respondió, intentando buscar las palabras correctas para describir sus sentimientos.
Su papá la miró sorprendido, en todo ese mes que se había enterado que Camila se había separado de Julián, no obtuvo ni un mínimo de contexto de la situación, aunque Ramiro siempre le recalcaba qué era lo que pasó, él prefería escuchar lo sucedido desde el punto de vista de Camila.
―¿Pelearon? ―cuestionó el hombre con delicadeza, tampoco iba a forzarla a hablar si es que ella no quería hacerlo.
Camila asintió con una mueca: ―. Tuvimos una pelea fea, yo... No me imaginé que iba a estar ahí, pensé que iba a estar lista para bancarme la que venga pero... ―suspiró― No pude, pa. Lo extraño mucho.
―Todo va a estar bien, pollito, quédate tranquila ―Guillermo puso su brazo alrededor de sus hombros, acercando a su hija en un abrazo―. ¿Pensas que lo pueden resolver?
―No creo. ―dijo ella, con tristeza y frustración―. Lo hablamos pero... No sé si voy a volver confiar en él, no sé si voy a poder.
Explicó, con los ojos llenos de lágrimas, sin embargo, no se permitía llorar.
Guillermo suspiró y dejó un beso pequeño sobre su cabeza, sintiendo como su corazón se rompía en pedazos al escucharla. Estaba cansado de que la lastimen.
―Y bueno, pollito, entonces él no sabe la persona maravillosa que se perdió ―sentenció, pasando una mano por su cabello castaño con delicadeza―. Es un boludo, se va a arrepentir.
A Camila le sorprendieron sus palabras, más allá de que era su padre, sabía que le tenía muchísimo cariño a Julián, incluso antes de ser su yerno, lo amaba sin siquiera conocerlo. Y Camila no entendía como aquel punto de vista había cambiado tan repentinamente.
―No me mires así, Camila ―se defendió Guillermo levantándose de la reposera para darle la vuelta al asado.
―Bue, es que me sorprende.
―¿Qué te defienda a vos, siendo mi hija, en lugar de defender a mi ex yerno?
Camila formuló una mueca, no lo había visto por ese lado.
Había recibido tantos comentarios últimamente, que no veía otra realidad que esa: donde Julián era la víctima, y Camila la culpable. Sabía que Julián estaba un escalón más arriba que ella, siempre había sido así. Y ahora, con buenas razones para atacarla, él había tomado la delantera y la gente lo había colocado en un pedestal en lo más alto, siendo completamente intocable. Mientras que ella estaba condenada a seguir intentando a que la gente la quiera, tal y como había sido toda su vida.
Sentía que no era la prioridad de nadie, inclusive de su propia familia. Sentía que también la iban a juzgar y que nadie se iba a poner en su lugar, que solo la iban a culpar por algo que no había hecho, así como hacían todos. Los comentarios de la gente siempre la cegaban, y simplemente no dejaban que existían personas que aún seguían de su lado.
Incluso siendo así, Camila no podía entender el porqué.
Había llegado un punto de su vida donde incluso llegaba a creer todas las cosas que se decían de ella en las redes. Aunque nunca llegaba a entender finalmente en qué momento lo había arruinado todo, la culpa terminaba recayendo en ella de igual manera. Como la mayoría de la veces, terminaba encontrándole un poco de razón a los comentarios de la gente. Porque al final, eso siempre se le había hecho más fácil que reconocer que ella no era el problema.
Camila creía saber perfectamente que ella no era manipuladora, infiel, o ninguna de esas cosas por las que se le clasificaba hoy en día. Pero todo la llevaba a cierto proceso de autosabotaje, pues leía tantas veces los comentarios de la gente que incluso llegaba a olvidar quien era ella realmente.
―Yo te lo dije a vos, así como se lo dije a él ―su papá la miró con compasión―. Él será mi ídolo en el fútbol, pero si afuera de la cancha deja mucho que desear, y, en especial, con mi hija, obvio que van a cambiar las cosas ―indicó con seriedad―. Vos sos lo más importante que tengo en la vida, pollito, y no me gusta verte mal.
Camila sonrió con sinceridad, un sentimiento de alivio había comenzado a acostumbrarse en su cuerpo. Esperaba que así sea de ahora en más.
Ambos conversaron un poco más en el patio, hasta que después de un par de vueltas más, Guillermo, el parrillero estrella de la familia, le dijo a Camila que comience a avisar a los demás que el asado estaba apunto de salir. La morocha, aún con vagancia, se dirigió a el living, encontrándose con los demás integrantes de su familia un poco más despabilados.
Y ahora, con el recién llegado Facundo compartiendo unos mates con Ramiro.
Camila sonrió, quizás, y solo quizás, esa era la decisión correcta.
―Dice papá que preparen la mesa que ya sale ―avisó la morocha desde la puerta de la cocina.
Ramiro bufó desde la mesada: ―. Ponela vos, qué me mandas.
―Amor, veni a ayudarme ―lo llamó Amelia, levantándose de la banqueta.
―Voy, gorda.
―Buena, pelotudo de mierda ―Camila le pegó una patada en el culo antes de que él se fuera detrás de su mujer.
Facundo se rió mientras la morocha se acercaba a él. Camila lo abrazó cariñosamente en forma de saludo, y de paso tomó el mate que Ramiro había dejado a medias antes de irse.
―Te extrañé ―le susurró el rubio, solo para que ella escuchara―. Me desperté y no estabas.
―Perdón, es que sos re inquieto ―se excusó la actriz―. Me vine a dormir con Ramiro que ronca como un desgraciado pero al menos se queda como momia.
Facundo emitió una risa: ―. Igual con el pedo que tenías te dormiste enseguida, seguro.
―Sí, igual para tu buena suerte sobreviví.
―¿Por qué mi buena suerte?
―Y sí, rey, ¿qué haces si me muero? Te matas ―dijo ella, alzando el mentón con un aire de superioridad.
―A mí me parece que es al revés, egocéntrica ―el rubio sonrió negando con la cabeza, mientras le tocaba el cuello para hacerle cosquillas.
Camila rió, sacandole la mano. Lo examinó detalladamente por unos segundos, Facundo era muy hermoso, literalmente sacado de una canción de Taylor Swift.
Ay, ¿que será de la vida de mi amiga más personal? ¿En qué regrabación estará trabajando? Llega a ser Speak Now y me puedo llegar a infartar. ¿O estará trabajando en un nuevo álbum? Capaz le puedo mandar un mail de mi situación y me escribe una canción... ¡O mejor, un álbum! Con The Way I Loved You no me alcanza.
―Te quedaste tildada otra vez, boludaza ―Facundo le pegó despacio en la frente―. Me vivo preguntando en qué te pones a pensar cuando te quedas así.
Camila sonrió inocente.
―El poder de disociar ―se encogió de hombros―. ¿Antes de irte podemos charlar un ratito?
―Depende si es algo malo o algo bueno ―acotó el rubio―. ¿Es bueno o malo?
―Y, depende de como lo veas.
―No me rompas el corazón, mira que mañana entreno.
―Tarado. ―Camila se separó de él, rodando los ojos.
Lali Esposito, totalmente ajena a la conversación de Camila y Facundo, caminó tranquila hacia la cocina para ayudar a su novio a preparar las ensaladas. Pero no contó con la extraña idea de que él estuviera ahí, hablando con la cortina.
―¿Qué haces? ―le preguntó la cantante, confundida.
Álvaro se desesperó y empujó a Julián contra la ventana, provocando que él se choque contra el vidrio para esconderse detrás de las grandes cortinas verde manzana.
―Nada ―respondió él, fingiendo tranquilidad y continuando con su trabajo de ponerle el limón a las ensaladas.
―¿Con quien estabas hablando? ―cuestionó Lali, con desconfianza.
―¿Eh? Con nadie. ¿Con quien voy a estar hablando? ―dijo, intentando no dirigir la mirada a la cortina donde Julián estaba escondido.
Pero sabía que se estaba vendiendo a sí mismo, y que Lali era su debilidad. Ambos se miraron fijamente y él suspiró con la boca seca de los nervios.
Lali sintió que estaba presenciando el inicio de la novela turca de la tarde cuando vio a Julián Álvarez escondido detrás de la cortina. Ni en un millón de años ella se hubiera imaginado que Julián tendría la valentía de ir a buscar a Camila, todo era demasiado Floricienta.
Y eso, no muy en el fondo, tenía que admitir que le encantaba. Vivía y moría por este chisme.
―¿Qué haces acá? ―le dijo ella, porque tenía que mantener su papel de hater.
El delantero puso un dedo sobre sus labios, indicándole, con una mirada suplicante, que guardara silencio. Ella lo hizo y Álvaro la acompañó, ambos agachados juntos a él para no ser visto.
―¿Qué haces? ―volvió a preguntar Lali, Álvaro lo miró de la misma manera, a él tampoco le había quedado completamente claro que era lo que hacía ahí.
Julián suspiró frustrado, no estaba entre sus planes incluir a terceros, en especial sabiendo que probablemente la familia de Camila lo odiaban, pero también sabía que necesitaba aliados en caso de que Camila no reaccione.
―Vine a hablar con Camila ―se armó de valor, Lali lo miró con seriedad―. No puedo dejar que se ponga de novia con Facundo, no lo quie...
―Sí, es verdad, no lo quiere ―lo interrumpió Álvaro, sorprendiendo a Julián.
―Tengo que recuperarla, por favor, yo...
―Bueno me pudriste ―ahora quien lo interrumpió Lali, no era ella a quien le correspondía escuchar ese sermón―. Vos quédate acá, yo traigo a Cami.
―Y más te vale que no la vuelvas a lastimar, porque voy a recurrir al homicidio y no te estoy jodiendo ―amenazó Álvaro, haciendo que Julián asienta asustado.
El futbolista se recargó contra la ventana, a la espera de que su amada llegara. Ni siquiera estaba preparado para cualquier reacción por parte de ella, ni mucho menos había preparado algo para decirle. Solo le tocaba aferrarse a la esperanza que había acumulado en ese viaje de veinte minutos en el auto.
Mientras esperaba, sintió su celular vibrar.
Paulo Dybala: Nos fuimos
Paulo Dybala: Confiamos en vos amigo
Paulo Dybala: Te dejé la llave abajo de una maceta por si no tienen donde tener su reconciliación 😉
Paulo Dybala: O en el peor de los casos, si queres ir a llorar ahí también podes
Paulo Dybala: Suerte gordooo 💪
Cuando Julián estuvo apunto de responder los mensajes de Paulo, aún escondido en su lugar, escuchó como la puerta volvió a abrirse.
Detrás de Lali, Camila la acompañaba.
―Pero te dije que no quiero ―se quejó la morocha.
―Pero tu papá dijo que vos condimentes las ensaladas, deja de quejarte.
Lali empujó a Camila dentro de la cocina y Álvaro salió detrás de ella, casi corriendo, dejando a Camila confundida mientras su hermano mayor cerraba la puerta de la cocina con desesperación, para que los demás no puedan chusmear lo que pasaba ahí dentro.
―Flaquita, ¿qué estás haciendo?
Camila se dio la vuelta, como pudo, por lo congelada que se había quedado al escuchar esa voz. Al comprobar que era real, y que no había sido una de las voces creadas por su cabeza, quedó completamente en shock. Realmente, lo último que se esperaba era verlo ahí ese día.
Julián lo vio, por primera vez en mucho tiempo, volvió a ver ese brillo en sus ojos. Aquel brillo del cual se había enamorado hace más de un año, ese brillo familiar, que lo llevaba a su lugar seguro, a casa. Se sintió un estúpido al ver que estuvo apunto de dejarlo ir, de permitir que alguien además de él tuviera el privilegio de disfrutarlo.
Porque así era con Camila, cada cosa que ella otorgaba, no era más que un privilegio de la vida al obtenerlo. Y con verlo una sola vez, era más que suficiente. Era seguro que querrías tenerlo para toda la vida.
―¿Qué estoy haciendo con qué? ―Camila se cruzó de brazos, intentando mantenerse firme. No iba a dejar que Julián la tomara de estúpida.
―Con él, flaquita. Que estás haciendo con Facundo ―se acercó un poco, sin brusquedad.
Camila suspiró con pesadez, tenerlo cerca la hacía olvidarse de demasiadas cosas, entre ellas, de Facundo y su supuesta superación. Las sensaciones que le provocaba Julián simplemente eran más que suficiente prueba de quien era el indicado, por más de que Camila luchara contra ello. La respuesta estaba justo frente a sus ojos.
―¿Para que viniste? No entiendo ―reprochó la morocha, manteniendo su postura―. ¿Para volver a sacarme en cara que fui una cobarde?
―No, flaquita...
―Basta Julián, no me digas más así, ya está ―pidió ella, mordiendo su labio inferior para no dejar escapar el llanto que se le había formado en ese par de segundos de tenerlo frente a ella―. Por favor, Juli, andate, no me lo hagas más difícil. Ya no podemos seguir así.
―Vos no lo hagas difícil, Cami, trabajemos juntos para superar esto y ser mejores ―dijo él, casi rogando―. No me hagas esto a mí, no te lo hagas a vos. Creo que a esta altura del partido los dos sabemos que es lo que queres.
La morocha negó, estaba muy desconcertada con la situación en general. Ella ya estaba lista para olvidarse completamente de Julián y dejarlo libre, pero, como siempre, ahí estaba el universo, saboteando su plan. O bueno, quizás este no había sido el universo, sino el mismo Julián, yendo en contra del mismo.
Y eso, muy en el fondo de su corazón, le alegraba. A Camila le alegraba que Julián estuviera ahí para alterar sus planes.
―Sí, vos sabes que yo quiero que estés bien, tranquilo, que los dos lo estemos ―aseguró ella, un poco más calmada―. Yo ya acepté como son las cosas, nosotros no funcionamos, fin de la historia. Yo voy a encontrar la manera de ser feliz con Facundo, y a lo mejor lo que vos mereces es ser feliz con Emilia o con otra mujer que te...
―No Cami, ahí estás equivocada. No podes obligarte ni obligarme a mí a amar a otra persona ―insistió él con frustración, no podía creer que Camila sea tan cabeza dura―. No podes esperar que yo sea feliz con otra persona cuando yo solo quiero ser feliz con vos. Yo te amo a vos, siempre fuiste y vas a ser vos, Cami.
Camila palideció ante su confesión, nunca se imaginó que volvería a escuchar algo así proviniendo de él. Pero ahí estaba, tomándola por sorpresa, entregándole su corazón en bandeja como su acabara de arrancarselo del pecho.
No podía ser tan fácil, no podía ceder con un simple "te amo". Y no lo iba a hacer, solo se convenció a ella misma que la reacción de su cuerpo fue por qué no estaba lista para oír eso. Pero no iba a cambiar nada, no cambiaba absolutamente nada de lo que había pasado, de lo que él había hecho.
―Yo sé que fui yo quien nos quemó, pero te juro que no fue mi intención ―admitió él, con los ojos cristalizados―. Pero no me dejes ir, Cami, no nos dejes ir así. Dame otra oportunidad, déjame demostrarte lo mucho que te amo, que en todo este tiempo yo no dejé de amarte.
El orgullo, que pocas veces tenía, pero existía, era ahora completamente inexistente para Julián, una vez más, por la misma razón. Pero a él poco le importaba, estaba dispuesto a hacer cualquier cosa con tal de que Camila vuelva a sus brazos.
―Yo no quiero que te conviertas en una extraña cuya risa podría reconocer en cualquier lugar.
Suicidio asegurado, acaba de citar a Taylor.
―Juli... ―dijo ella en un suspiro.
Ya estaba cansada de la situación, deseaba completamente acelerar el tiempo y llegar al momento en donde ellos estaban tranquilos y felices, separados o no, pero bien.
―Decime que no me amas más ―desafío Julián, Camila lo miró como si estuviera loco, no podía hacer eso―. Si vos sos capaz de decirme que no me amas más, que estas dispuesta a amar a Facundo yo te juro que te dejo en paz, dejo que seas feliz con él y no te molesto más.
―Julián, sabes que no puedo hacer eso.
―¿Y entonces? ¿Qué otra razón necesitas para darte cuenta que nuestra historia no terminó todavía? ―argumentó el futbolista―. Si nuestra historia terminó, como decis, ¿por qué seguimos escribiendo las páginas?
―No es una historia sana, no cuando lo único que hacemos es lastimarnos. ―respondió ella rápidamente.
―Cami, los dos hicimos las cosas mal, era obvio que en algún momento algo iba a salir mal, porque los dos somos expertos en sobrecargarnos con nuestros problemas para no molestar al otro ―recordó él con una mueca―. Pero tenemos que darnos la chance de poder hacer las cosas bien, de formar algo sano, nos la merecemos porque nos amamos, Cami, aunque no te guste, no es algo que puedas cambiar poniéndote de novia con Facundo de un día para otro.
Ella lo miró, poco convencida de sus palabras, no obstante, él, por su lado, nunca había sido tan sincero en su vida. No perdía la esperanza, él realmente estaba dispuesto a plantarse ahí hasta que Camila aceptara que se merecían otra oportunidad o, en el peor de los casos, que ella le dijera que no lo amaba.
Pero Julián veía muy poco probable que eso pasara, porque una parte de él sentía que Camila y él nunca pasarían de moda.
―Flaquita, te lo ruego ―Julián tomó su mano, delicadamente.
Camila estaba en crisis. Tenía miedo, tenía miedo porque no quería seguir lastimando a Julián o que él la lastimara otra vez. Le asustaba volver a sufrir, a pesar de que él conocía cada parte de ella, conocía su mente y su corazón, a pesar de que él se había enamorado ciegamente de cada parte de ella, de sus defectos, de sus temores, de su humor, de sus sueños, de que se había enamorado hasta del último hueso de su cuerpo.
¿De verdad no le daría otra oportunidad, incluso cuando él había moldeado sus manos a la medida de las suyas, y que luego le jurara que nunca encajarían con las de nadie más? ¿Incluso teniendo presente el hecho de que él la amaría y esperaría toda la vida, pero sin que ni siquiera esa sea suficiente?
¿Era capaz de negar que lo buscaría en cada universo posible para enamorarse una vez más de él, tan perdida y profundamente como lo amaba ahora?
―No creo que esta vez pueda solucionarse todo, Juli ―murmuró Camila, intentando convencerse de que era lo mejor.
―Cami, no podes decir eso si no lo intentamos ―afirmó el chico, negando con la cabeza ante las palabras de ella―. Me niego a perderte otra vez, me niego a tenerte lejos.
―Juli, yo también te amo muchísimo, pero...
―No tiene por qué haber un "pero", no hay motivo existente que sea lo suficientemente bueno para que yo deje de amarte, Cami, simplemente no existe ―la mano de Julián se encontró con la mejilla de Camila, para que de una vez por todas le sostenga la mirada―. Ni pienses que me voy a ir sin solucionar las cosas. No puedo dejarte ir.
Camila dejó caer una lagrima, y suspiró temblorosamente. Ya no sabía decir si era tan fuerte como para seguir sin Julián, no era fácil despegarse de la persona que más amaba en el mundo, de quien le había hecho tan bien en tanto tiempo. Y Julián no estaba colaborando ni un poco para que ella pudiera hacerlo.
―No hay día que no me arrepienta de lo que pasó, Cami, por eso estoy acá. Para que me des una oportunidad para demostrarte que no va a volver a pasar, te lo prometo ―él asintió, buscando un rastro de esperanza en los ojos de la chica frente a él―. Escapate conmigo, ahora, y te juro que no nos vamos a arrepentir.
Sus ojos marrones suplicantes se cruzaron con los desesperados de Camila, quien no sabía qué decir o qué hacer.
Camila debatió internamente, entre sí debería escuchar a aquel corazón que le decía a gritos que hiciera lo que le plazca, o a su mente que ya había armado su plan que no podía tener un final distinto. Su gran duda era si debería serle fiel a sus argumentos para proteger su corazón, o simplemente lanzarse a los brazos de Julián y besarlo como nunca.
Pero a veces, más allá de lo que nos parezca correcto o incorrecto, o el simple hecho de lo que creemos mejor para nosotros, no llega a ganarle a lo que nuestro corazón quiere.
Muchas veces se dice que el corazón quiere lo que quiere. Camila intentó negarlo, intentó que sea de otra manera e incluso intentó que dejara de ser así. Pero su corazón decía a gritos lo que quería, sin vergüenza alguna.
Su corazón quería a Julián.
Odiaba tener que darle la razón, pero no podía seguir forzando las cosas. No podía seguir viviendo en esa realidad, realidad que sabía que sería infeliz. Porque le faltaba su otra mitad, su media naranja. Y odiaba más aún que sea así, nadie más que ella odiaba lo que su corazón elegía, pero no había nada que pudiera hacer contra ello.
Para hacerlo más romántico, o más a su manera, Camila lo asimilaba con canciones de su ídola. La misma Taylor Swift cuenta que las miradas de James Dean, los labiales color rojo y las faldas cortas son cosas que nunca pasan de moda en cierta relación. El amor que Camila y Julián se tenían era la mirada de James Dean. Una que, incluso cuando llega a desmonorarse, vuelve en cualquier momento. Porque era inevitable.
Y sí, Camila no le había dedicado la discografía entera de Taylor para después no seguir a Julián.
☆☆☆
CAUSE THEY NEVER GO OUT OF STYLEEEE !!!
oficialmente 40 caps de delicate, empieza la cuenta regresiva para el final, ahora si, definitivo 😭
opiniones? les gustó?
que les gustaría ver desde ahora en adelante?
70 votos, +30 comentarios y seguimosss
gracias por leer 🥰
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