O34. the only hoax i believe in

capítulo treinta y cuatro !

tu amor desleal es el único engaño en el que creo

Omnisciente

CAMILA SENTÍA QUE se iba a quedar seca de tanto llorar.

Escondía sus sollozos bajo la mirada de Agustín, su cuñado, quien no paraba de enviarle miradas preocupantes desde que subió al auto. Por más que intentaba evitar que las lágrimas de dolor empaparan su mejillas, principalmente para hacer que el chico a su lado dejara de sentir pena por ella, no podía hacerlo. Cada vez que lo intentaba, el pecho se le contraia de una manera demasiado agobiante, y la única manera de evitarlo era apretar los ojos con fuerza y dejar caer las pesadas lágrimas.

Para empezar, no sabía si había sido una buena idea llamar al hermano de Julián para pedirle que la llevara a casa. Sin embargo, no tenía otras opciones, y debía admitir que le daba un poco de miedo irse en uber a esas horas de la noche. Para empeorar su dilema, Andrea había viajado por el fin de semana. Así que decidió avergonzarse a sí misma recurriendo a Agustín, prefería mil veces eso antes de subir al auto con Julián.

Al menos Agustín no hacia nada que la angustiara más, eso secretamente se lo agradecía. Aunque él estaba bastante preocupado por su actitud, consideraba que esperar el tiempo necesario para que Camila le cuente lo sucedido era lo correcto. Y tenía razón. Así que sólo conducía en silencio, estando atento por si Camila quería decir o expresar algo, de no ser así, Agustín estaba completamente callado.

Tuvo que inventar una buena excusa para que Rafael le prestara el auto sin entrar en detalles. Se veía bastante raro que saliera a esas horas pero entendió que a lo mejor Camila no quería que el resto de la familia se enterara de la noticia, sabía que si se contaba a alguien que Julián y Camila habían peleado fuerte todos se preocuparían y empezarían a atacarlos con preguntas por culpa suya. Igualmente, de haber sido así, Agustín siempre estaría del lado de Camila, sin importar que Julián era su hermano o que era lo que había pasado. Él estaba preparado para defenderla a muerte, no importa la situación.

Era como si Camila matara a alguien, Agustín diría bueno, algo habrá hecho. Nunca tardaría en defenderla, porque era su familia. Camila era la hermana con la que él siempre había soñado, y ahora le temía a perderla por alguna cagada de Julián.

―Es un hijo de puta. ―soltó de la nada Agustín, con seguridad, a pesar de no saber ningún tipo de contexto―. No sé qué pasó pero seguro que es un pelotudo.

Camila lo miró y soltó una risa suave. No tenía idea de nada y aún así, tenía la razón.

―¿Qué tengo de malo, Agu? ―preguntaba Camila, con la vista roja puesta en la calle por la que se conducía el auto.

―¿Eh?

―¿Qué hago mal para que me pase esto? ―cuestionó con dificultad, debido al tremendo nudo que cargaba en la garganta―. Algo tengo que tener para que siempre me lastimen, no es la primera vez que me pasa.

Agustín negó repetidas veces.

―Pero no pasa por culpa tuya, Cami. ¿Por qué tendrías la culpa de algo que otro hizo? ―le aseguró con serenidad―. Capaz tenes un imán de pelotudos, es lo único que se me ocurre.

―Así parece ―por su mejilla corrió otra lagrima―. Creo que lo peor de todo es que yo sabía que esto nos iba a pasar.

―¿Si? ―Agustín subió las cejas sorprendido.

―Me sentía mal al pensarlo, pero así lo sentía. Siempre tuve la sensación de que Julián me iba a lastimar. ―admitió llorosa―. Pensé que era cuestión de tiempo, porque ya me había pasado una vez y que cuando esté todo bien esa sensación horrible se iba a ir. Pero no se iba, y, cada vez que peleábamos, se iba agrandando. ―mordió su labio entre lágrimas―. Lo pensé tantas veces que terminó pasando, y duele mucho más de lo que me imaginé.

Suspiró con pesadez, mientras presionaba sus manos contra sus ojos empapados. Agustín la miró apenado de reojo, bajando un poco la velocidad del auto para no llegar tan rápido a casa.

―¿Qué fue lo que hizo Julián, exactamente? ―se animó a preguntar, nervioso por si ella se tomaba mal la pregunta o reaccionara peor de lo que ya estaba.

Camila exhaló fuerte, echando su cabeza contra el respaldo del asiento. Hace rato que quería contarle lo que había pasado y como se sentía, pero le asustaba recordar el hecho que era el hermano de Julián y que saltara a defenderlo. Cosa que era totalmente entendible, pero que no tenía ánimos de presenciar.

―Estuvo con Emilia.

Agustín no se sorprendió, más bien, se desilusionó al momento que Camila confirmó lo que él ya se había imaginado. Él más o menos tenía una idea de lo que había pasado, incluso tenía miedo a que sucediera una vez supo que Emilia estaba en Manchester, sin embargo, no quería creerlo, no quería creer que Julián podría ser capaz de hacerle eso a Camila.

―¿Estuvo de... cojer? ―Camila sintió náuseas por la pregunta, Agustín buscó restaurar sus palabras ante su brusquedad―. ¿Pasó la noche con ella?

―No... no sé. ―respondió ella, con poca seguridad―. Según él no. Pero me dijo que ella lo besó.

―Qué hija de puta... ―susurró Agustín, enojado― ¿Pero él la sacó cagando, no? ¿La sacó cagando y vos no lo perdonaste?

El silencio de Camila otorgó su respuesta. Aunque ella tampoco sabía con exactitud cómo había sido la reacción de Julián, por como él se había alterado no indicaba nada similar.

―No me preguntes más, Agu, es tu hermano al final ―Camila hizo una mueca, no se sentía bien haciendo eso, no quería darle una mala imagen de Julián a Agustín, aunque era la verdad.

―Qué sea mi hermano no quita que sea un boludo de pedal, Cami. ―Agustín le dio una pequeña sonrisa, transmitiendole tranquilidad―. Es que posta no puedo creer que te haya hecho eso a vos. No te lo mereces.

Ella formuló una sonrisa, chiquita pero ahí estaba. Le daba un poco de paz saber que ella no era una toxica, ni que había sobre reaccionado o exagerado la situación.

―Encima estás acá con él, dejaste todo allá en Argentina para acompañarlo y él te hace eso. Se pasa de idiota ―Agustín suspiró decepcionado.

Camila miró hacia la carretera, deseando internamente que pare de hablar. No porque no tenga razón, sino porque le dolía demasiado escucharlo.

Sabía perfectamente que eran todos unos hijos de puta, desde Emilia hasta Julián. Emilia por meterse en su relación, y Julián por dejarla que lo haga, y no menos importante, cagarse en ella y su relación. No obstante, Camila se odiaba a sí misma por saber que no odiaba ni un poco a Julián.

Si, lo que le hizo le dolía demasiado. Pero no sentía que estaba enojada con él, tenía miedo de volver a escucharlo porque no quería ser la estúpida que le perdonaba todo, pero a Julián lo amaba tanto que había aprendido a volverse vunerable a todo lo que se le relacionara. Siempre el mismo problema, quizás por eso siempre salía lastimada.

Sabía que por Julián estaba perdida, era el amor de su vida, su otra mitad, como un tatuaje en ella que jamás se podría borrar. Siempre pensó que imaginar lo mucho que le dolería si Julián algún día la lastimara era una exageración, ahora que lo estaba viviendo, supo que de exageración no tenía nada. Era un agujero en su interior que no se quitaba, solo se quitaría si pudiera viajar en el tiempo, y pedirle de rodillas a Julián que no frecuente con Emilia, o al menos que no le permita hacer algo que provocaría un quiebre entre ellos. Camila incluso consideró la idea que a lo mejor no le pidió lo suficiente a Julián que cuide su corazón, quizás si hubiera sido más insistente, Julián no lo hubiera hecho.

Le costaba horrores culparlo a él. Siempre buscaba algún error en ella para cargarse todo. Y sabía que estaba mal, pero era algo que no podía evitar.

Cuando sos joven, asumen que no sabes nada. Pero Camila lo sabía muy bien, sabía que Julián dejaría una marca imborrable en ella, sabía que Julián estaría presente en cada parte de su cuerpo.

Su corazón, sus caderas, su cuerpo, su amor. No había parte de ella que Julián no había tocado, de la que él no se había adueñado.

No iba a poder superarlo nunca, tampoco sabía si quería hacerlo.

Rogaba con toda su alma que no la persiguiera a Emilia de nuevo, Camila no se creía ni la mitad de ese cuentito de la amiga superada. Esperaba que Julián haya abierto los ojos esta vez, y que se haya dado cuenta de las intenciones de Emilia, como debió hacerlo desde un principio.

El que es amigo de todos, no es amigo de nadie. Y sí persigue a dos chicas, perderá a la indicada.

Julián, por su parte, seguía ahí. En el baño del restaurante. Había pasado alrededor de media hora desde que Camila se había ido, pero Julián seguía ahí, inmóvil, con el corazón en la garganta. Justo donde Camila lo había dejado.

Le tenía terror a lo que proseguía, porque se hacía más o menos una idea de lo que pasaría al llegar a casa. Daría lo mejor de él, se lo explicaría, le pediría disculpas, le prometería incluso millones de cosas más, le recalcaría su lealtad, respeto y confianza, le aseguraría que esas cosas no habían desaparecido, seguían ahí, más fuertes que nunca, como si fuera su primer mes de novios.

Aún así, nada le sonaba lo suficientemente convincente en su cabeza como que para que Camila se quedara.

Camila se iba a ir, daría el golpe final, tendrían un último beso, seria la última vez que la vería. Y todo por su culpa, todo ese año maravilloso de relación se reduciría a un error que cometió por borrachera y dolor. Porque eso había sido, un error. No había manera en la que Emilia fuera algo más relevante, Camila era la única mujer en su mente, y por supuesto, en su corazón, nadie más ocuparía ese lugar.

Al no ser claro con eso, tendría que asimilar que llegaría el momento en el que solo vería a Camila mediante fotos, al igual que como la observaba dormir, pero ella ya no estaría con él. Y una parte de él moriría, su todo moriría, Camila era su todo.

Su teléfono vibra en su bolsillo trasero, sacándolo de manera abrupta de sus pensamientos dañinos. Un mensaje de Agustín, corto y conciso, avisándole que ya dejó a Camila en casa. Reacciona rápidamente y busca su número una vez más, quizás tiene buena suerte esta vez y Camila recibe su llamada. Respiró de manera ansiosa, sin embargo, el contestador no tarda en llegar.

Le pican los ojos repentinamente, el aire abandona sus pulmones para volver, nunca se sintió tan angustiado en su vida. Nunca sintió tanta necesidad de estar con Camila, de besarla, de abrazarla, de hacerle el amor, sin necesidad de tener en mente que esa será la última vez. Pero sabe, por más que le duela, que tendrá que aprender a vivir con ese vacío toda su vida, sabe que no se merece el perdón de Camila, sabe que Camila se merece algo mejor que él.

Julián vuelve a guardar su celular en su bolsillo y arregla su cabello para después salir del baño. No le tomó mucho agarrar las cosas que quedaron en la mesa donde estaba con Camila, y se retiró de ahí, con el corazón pesando de dolor y angustia.

Afuera del restaurante, no tarda en darse cuenta de la presencia de Emilia. Julián rodó los ojos con fastidio, le es irreal creer lo insistente que es. Todavía le costaba caer en la realidad, aquella realidad donde Emilia es una mala mina y mala amiga, lejos de ser todo lo que él imaginó sobre ella y su amistad.

―Ni me hables. ―la voz de Julián suena furiosa, y también dolida. Eso solo provoca una sonrisa en Emilia, y que su mirada se oscurezca más.

―No se banca nada tu novia. ―bromea riendo, y camina a la par de Julián, a él no le causa nada de gracia―. Y parece que vos te estas contagiando de su boludez.

―¿Por qué no la cortas? ¿No te parece que hiciste suficiente ya? ―Julián se detuvo de repente, sorprendiendo a la cordobesa―. No puedo creer lo mala leche que sos, Emilia.

―¿Qué hice yo? ―preguntó, con un fingido tono de tristeza―. La loca en todo caso es tu novia. A mi me parece que es un poco toxica tu relación, como amiga te estoy ayudando a salir de ahí.

―No sabes una mierda de mí relación. ¿De qué hablas? ―contestó él, con las venas de la frente resaltando―. ¿Qué clase de amiga sos? Una amiga no te hace ese tipo de forreada que hiciste conmigo.

―Deja de exagerar las cosas, tampoco maté a alguien ―replicó Emilia, mirándolo―. Yo no tengo la culpa que seas débil y le mientas a tu novia. Al final, en el fondo, algo por mí debes sentir, por alguna razón me buscaste.

―No podes estar más equivocada, yo me olvidé de vos hace mucho tiempo. ―ella rió irónicamente―. Nunca me hiciste ni la mitad de feliz de lo que soy con Camila. No sos nadie al lado de ella.

Emilia la miró sorprendido, le dio justo en su ego. Julián lo sabía de memoria, ella siempre se caracterizó por su egocentrismo, siempre se creyó el centro del mundo. Quizás la razón principal por la que a muy poca gente la cae genuinamente bien.

―Lo que hiciste fue una mierda, pero peor estuve yo al defenderte y hacerme el boludo. ―Emilia frunció el ceño―. Por tu actitud del orto terminé lastimando a Camila.

―No quieras dejar todo a tu favor. Todo empezó porque vos querías verme, ¿o me equivoco? ―le recordó, mirando sus uñas con desinterés.

―Sí, fue mi error. ―reconoce él, sin temblar―. Fue mi error haber pensado que eras buena mina, fue mi error no escuchar a Camila cuando me dijo que eras una falsa. Seguis igual de forra que siempre, Emilia, pensé que podías volver a ser mi amiga pero no vales la pena.

Emilia no dijo nada más, se quedó en pleno silencio. Su mandíbula se tensa, se cruza de brazos y evita a toda costa el contacto visual.

―¿Vas a dejar que una idiota te diga que hacer?

―Deci lo que quieras, me chupa un huevo. Camila es la única mujer que me quiso de verdad, y por escuchar las pelotudeces que decis la voy a terminar perdiendo. ―Julián dice, mirándola peor que nunca―. Haceme el favor de desaparecer de mi vida. Borrarte y dejarme sin explicación siempre se te hizo fácil, así que no sé qué esperas para hacerlo.

Julián le envía una última mirada, para luego tomar sus llaves e ir en busca de su auto, en busca de recuperar su relación. Dejando a Emilia ahí, sola, con la palabra en la boca, y esperando no verla nunca más.

(...)

Camila

Le sonreí (como pude) a Agustín cuando nos despedimos por última vez. Al cerrar la puerta, volví a desmoronarme, pero algo con más libertad. Bueno, Ñoqui me saludaba contento como siempre, pero no tenía ánimos ni siquiera de saludarlo con la misma emoción.

Para mí buena suerte (ponele), Julián todavía no había llegado, no quería saber el porqué. Ya no me sorprendería nada si me confesara que estaba dando unas vueltas en el auto, con Emilia, otra vez. Al igual que esa noche, donde mientras yo estaba perdidamente preocupada por la cagada que me había mandando, Julián estaba ahí con ella, dejándose llenar la cabeza y recibiendo el beso que la muy descarada le había plantado.

Desde que me lo confesó, no puedo dejar de verlo en mi mente, sé que así me lastimo aún más, pero me es inevitable no hacerlo. No puedo dejar de ver esa escena en mi cabeza, aunque ni siquiera estuve ahí para presenciarlo. Me imagino cosas horribles que solo me arruinan. Sus labios en su cuello, él besándola, ambos abrazados. No puedo dejar de verlo. Incluso cuando esas imágenes me revuelven el estómago.

Hace varios días que me viene sucediendo esto, me despierto a media noche, asustada, por soñar que Julián me abandona. Escenarios diferentes, misma situación. Julián diciendo que ya no soporta mi carácter, mis inseguridades, y finalmente desaparece, lo busco desesperadamente, pero no está por ningún lado. Me temo que mi sueño finalmente se hizo realidad.

Por primera vez en mi vida, odio tener la razón. Odio reconocer que estaba en lo correcto al pensar que Julián iba a irse. Pero, ¿por qué tuvo que irse con ella? ¿Por qué tuvo que traicionarme así?

Si te hubieras cogido a mi vieja me hubiera dolido menos, hijo de re mil puta.

Decido finalmente que es hora de irme de dormir, no saco nada seguir lamentándome por lo que hizo o no hizo Julián. Ya está. Me engañó. Por más que llore todo lo que tenga que llorar, no quita que me haya traicionado. No quita que haya dejado besar por alguien más. No quita que me lo haya ocultado, y menos que me haya mentido de esa manera.

Me saco los zapatos con mucha pereza y camino hasta la habitación para ponerme el pijama. Mis lágrimas se intensifican al abrir el placard, el olor de la colonia de Julián se adueña de mis fosas nasales de forma evasiva. Mi mirada se encuentra con cada una de sus camisetas de fútbol, del City, River o la Selección, todas mis favoritas. No sé si algún día voy a volver a usar una de ellas sin desgarrarme del dolor.

Me cambio de una buena vez, evitando mirar detalladamente sus pertenecias. Una vez lista, me dirijo al baño, no tengo ánimos de mirarme al espejo porque sé que me voy a deprimir peor, así evito hacerlo directamente, solo me lavo los dientes dándole la espalda al gran espejo iluminado del baño.

Se me para el corazón por completo cuando escucho la puerta y a Ñoqui ladrar con desespero. Me enjuago la boca y quedarme a dormir en el suelo del baño no me suena ninguna mala idea, pues Julián acaba de llegar y yo no sé si voy a poder enfrentar esta situación sin romperme por completo.

Tengo que hacerlo. Tengo que enfrentar a Julián, más que escucharlo a él, que él me escuche a mí. No me merezco que me haga esto, le di lo mejor de mí, de eso estoy completamente convencida. Tengo que dejar ese miedo atrás, tengo que hacerme valer por mí misma. Así como tuve la valentía para tomar la decisión de acompañarlo, tengo la obligación de ser igual de valiente a dejarle bien en claro las cosas.

No salgo del baño todavía, lo escucho caminar por el pasillo con rapidez, casi corriendo se dirige a la habitación, pero no entra, solo se queda parado en la puerta, y la golpea varias veces con lentitud, mientras llama mi nombre tembloroso.

―Amor... ―articula, nervioso― ¿Estás despierta?

Que pelotudo que es. Esas cosas me enamoran.

―Mi amor, escúchame, por favor ―insiste, al no obtener nada del otro lado de la puerta―. Cami, dame una última oportunidad, hablemos...

Su voz me rompe el corazón, quiero llorar desconsoladamente otra vez. Muerdo mí labio, intentando evitarlo aunque sea por un momento. Ya no sé qué es lo me va a decir, ya escuché suficiente. No quiero hacerlo. Quiero que deje lastimarme, pero no quiero dejarlo.

―Por favor, Cami, te lo ruego ―agrega, con la voz partida. Exhalo por última vez, intentando hacer el mínimo ruido posible, lejos de estar preparada para hablar con el; tomo el picaporte de la puerta del baño―. Dale, mí amor. Soy un pelotudo, abrime y hablemos.

Bueno, al menos en algo estamos de acuerdo.

―Sos un pelotudo.

Julián se sobresalta al escuchar mi voz detrás de él. Se da la vuelta lentamente y cruzamos miradas directamente. Tiene los ojos y las mejillas rojas. Su pelo está desarreglado, y su respiración agitada. El alivio en su mirada al verme se lo reconozco enseguida, pero no hace nada más, solo me mira, sus ojos buscan mi perdón en todos los idiomas posibles. Intento no dejarme llevar por lo mucho que me lastima verlo de esa manera, no voy a negar que quiero tirarme sobre él y abrazarlo, que me retenga en sus brazos y quedarnos así para siempre.

Pero no, no es así. Tengo que entenderlo.

―Amor ―con un corto paso, se acerca más a mí, ahora puedo observar más detalladamente su cara, sus ojos se cristalizan al verme―. Sé que no me lo merezco, no merezco que me escuches ni mucho menos que me perdones, pero... Hablemos una vez más, por favor. Si te pierdo, al menos quiero decirte todo antes de hacerlo.

Una lagrima cae por mi mejilla derecha. Si te pierdo, está asimilando lo que va a suceder, al igual que yo. Creo que coincidimos en algo; hemos pasado por demasiadas cosas, pero nada ha sido similar a esto. Simplemente esta es una guerra de la cual no estamos seguros si vamos a sobrevivir.

―Perdón. ―vuelve a repetir, es lo único que ha hecho en el último tiempo―. No mereces que te haga esto, nunca.

Sé que lo dice genuinamente. Aprecio que lo haga, sin embargo, no es suficiente. No sé si lo que puede llegar a decir sea suficiente para olvidar lo que pasó. No sé si algún día voy a poder sacarme de la cabeza la imagen de Julián engañandome con Emilia, no creo poder hacerlo.

―Julián, yo te amo, más que nada en el mundo ―le aseguro, con un nudo terrible en la garganta―. Te defiendo a muerte, te acompaño, te doy lo mejor que tengo, mi empatía eterna, te comparto mis inseguridades y mis miedos, te ayudo con las tuyas... ―enumero, y no se lo estoy sacando en cara, solo estoy siendo completamente sincera―. ¿Qué me falta? ¿Qué es lo que estoy haciendo mal para que me hagas esto? ¿Qué es lo que tengo que hacer para que me seas completamente leal?

―Nada, Cami, te juro que no estás haciendo nada mal. ―niega rápidamente, ahora es él quien llora―. Sos lo mejor que me pasó en la vida, Camila. Todo es culpa mía. Soy yo el problema. ―intenta acercarse a mí, pero me alejo con rapidez―. Me cegó la angustia, busqué consuelo en alguien más que no valía la pena.

Sus palabras solo me hacen llorar, no sé porqué piensa que diciendo va a arreglar algo.

―No puedo cambiar lo que pasó, lo que hice. Lo único que puedo hacer es prometerte que no lo voy a hacer nunca más.

Ya no encontraba esa inocencia en su cara cada vez que me prometía algo, que provocaba que yo le crea, incredulamente. Ahora, al oírlo, mi mente solo me repetía a los gritos que no le crea. Que si lo hizo una vez, podía volver a hacerlo.

―No sé si creerte ―sus ojos se llenan de lagrimas, le dolió, pero es la verdad―. Lo mismo me dijiste cuando nos pusimos de novios. Me prometiste que no me ibas a lastimar, y sin embargo, estás acá, pidiéndome disculpas por haber corrido a los brazos de ella a la primera que me equivoqué.

―No me fui corriendo atrás de ella, Cami, no fue tan así ―me dice, intentando defenderse―. Ya te expliqué como fue la situación...

―No me explicaste una mierda, hace memoria. ¿Qué fue lo que me dijiste? Absolutamente nada, te tuve que amenazar con que nos íbamos a separar para que me cuentes como fueron las cosas. ―dije, mirándolo con bronca―. Decime que fue lo que pasó. Deja de lastimarme con tus mentiras.

―No son mentiras, amor, no te estoy mintiendo ―replicó, comenzando a desesperarse―. Ella me robó un beso y yo...

―Y vos no hiciste nada, porque a ella se lo perdonas todo. ―lo interrumpí.

―Sí que hice ―insistió, cansado―. Si la saqué, Cami, te juro que me la saqué de encima.

―Bueno. ¿Le dijiste que se baje del auto enseguida? ¿Le pusiste los puntos? ¿Le dijiste que era una desubicada porque estabas conmigo? ―rematé, a propósito, porque tenía la leve sospecha que no había hecho ni la mitad de esas cosas.

Su silencio me lo dijo todo. Me reí irónicamente mientras él bajaba la cabeza, avergonzado.

―Decime Julián, ¿que hiciste después que te besara?

Levantó la cabeza, para mirarme de nuevo, él seguía llorando, pero yo exigía mi respuesta. Estaba cansada de sus mentiras. Y entonces, cuando vi que sus ojos mostraron una desesperación terrible, supe que la respuesta no me iba a gustar nada.

―La llevé a su hotel.

El sentimiento de traición me agobió de manera impresionante. Cada cosa que decía me decepcionaba más. Apreté mis manos de la bronca que tenia, no lo podía creer. No podía creer como se había cagado tanto en mí, en nuestra relación, en todo lo que construimos. Como de repente era una persona totalmente diferente, no el Julián con el que yo proyectaba todo, con el que yo estaba completamente dispuesta a darle lo que sea para que se quedara a mi lado, para que fuera feliz conmigo. Yo le daba todo, hasta lo que no tenía.

¿Por qué nunca es suficiente lo que doy? ¿Por qué todos mis enemigos empiezan como amigos? ¿Por qué no recibo lo mismo que doy?

―Claro, como me lo imaginé ―asentí con ironía, mientras las lágrimas caían por mis mejillas desesperadas, y ni hablar como estaba él―. A ella se lo perdonas todo, avalas todo lo que hace, entendes porqué hace las cosas. ¿Te acordas que fue lo que hiciste cuando yo me equivoqué?

―No se lo perdono todo, ya le dejé bien en claro que no quiero verla nunca más.

―¿Y esperaste a que nos pase esto para darte cuenta? ¿Cuántas veces te lo dije, Julián? ―le recordé enojada―. Sabias que podía pasar, sabias que Emilia me odia y quiere hacer hasta lo imposible para separarnos. Y aun así, le contaste de nuestros problemas, dejaste que te llenara la cabeza en contra mío ―lo señalé acusatoriamente―. ¿Vos me ves haciendo eso? ¿Pidiéndole consejos a Thomas o a Lucas?

―No, pero no es lo mismo...

―¿Por qué no es lo mismo? ¿Te gustaría que yo me deje coger por Thomas con la excusa de que él se confundió? ¿Me lo perdonarías?

―Basta, Camila, ya te dije que no fue tan así ―me interrumpió frustrado―. No me cogí a Emilia.

―¿Basta yo? ¿Vos me cagas, me mentís, tu ex me dice de todo y el enojado sos vos? ―mis cachetes se empiezan a tomar calor por la bronca que siento―. Soporté los comentarios de la gente, de Emilia, lo dejé todo para ser feliz con vos y así me tratas. ¿Por qué tengo que bancarme estas cosas si supuestamente me amas?

―No es supuestamente, Cami, si sabes muy bien que yo te amo ―expresó, tomándome de las mejillas para que lo mire directamente a los ojos―. Yo te amo más que a nada en el mundo.

―Demostralo en vez de decirlo, Julián. Me estás haciendo mierda, ¿por qué no te das cuenta? ―la cabeza empieza a dolerme, no sé por cuanto más tiempo voy a soportar esto―. Después de todo lo que padecí con mi ex, yo te creí en serio que vos jamas me ibas a lastimar.


―Perdóname, flaquita, por favor, mi intención nunca fue lastimarte de esa manera ―me responde, con la voz ronca de tanto llorar―. No va a volver a suceder, voy a tratar de ser el mejor para vos.

Niego repetidas veces, siento que todo lo que me dice es mentira, y que me va a lastimar peor. Mi mente se pone a la defensiva, mantengo mi postura. No está valorando nada de mí, solo me da respuestas vacías, no es lo que busco. Me hace recordar al pasado, situaciones con mi ex donde no sabía defenderme como merecía.

―Julián, yo no quiero sufrir más ―murmuro, él solamente me mira asustado―. No quiero que el día de mañana te arrepientas de haber estado conmigo porque soy complicada.

―No va a ser así, flaquita, yo nunca me arrepentiría de estar con vos ―me asegura desesperado, puedo ver el miedo reflejado en sus ojos―. Dejemos esto de lado, trabajemos en todo esto, juntos.

―Vos más que nadie deberías saber que no estoy para jodas, no quiero seguir lastimada, no quiero llorar más ―confieso, la garganta me quema―. Yo elijo estar con vos porque con nadie más me siento así de bien, porque me completas como nadie lo hace. Pero así como me haces feliz, el sufrimiento que me causas no se compara a nada ―a Julián se le escapa un sollozo ante lo que le digo―. Y eso no me hace bien, Juli.

―Yo no puedo estar sin vos, Camila ―se aferra a mi cuerpo, como si su vida dependiera de ello―. Te lo ruego, no me hagas esto. Yo te amo muchísimo, nunca dudé de eso. Te lo juro.

No dudo de mi amor por Julián, lo amo, me desviviría por él. Pero no es sano lo que está sucediendo entre nosotros, me duele muchísimo saber que nuestra relación terminó en eso. Pero es una realidad que tenemos que enfrentar; últimamente me afecta muchísimo lo mal que me habla y su indiferencia, más allá de lo que haya pasado con Emilia (que no es de menor importancia), tiene actitudes que me lastiman demasiado, más de lo que deberían. Ya no siento que sea algo sano, quizás fue mi error pensar que alguna vez en nuestra vida podríamos estar tranquilos.

Yo tampoco siento que le haga bien a Julián, algo cambió entre nosotros. Yo estoy más estresada de lo normal y eso también le hace mal. Estamos en dos puntas distintas de nuestra vida, y no es algo reversible, creo que en todo este tiempo solo hemos estado evitando la realidad, lo que nos hizo chocar de golpe.

Me siento incompleta cuando él no está, pero lo que pasó no es algo que pueda evitar. Una parte de mí hasta estas fechas ni siquiera ha olvidado por completo lo sucedido con Thomas, y, con esta herida nueva, necesito tiempo y espacio para volver a ser yo.

Me duele saber que para Julián todos pueden equivocarse, y él va a justificarlos, pero la situación toma un rumbo totalmente diferente cuando se trata de mí. Yo no me puedo equivocar, siempre tengo que obtener la misma cátedra de que si yo lastimo a alguien, merezco ser condenada de por vida a vivir con esa culpa. Pero claro, cualquiera puede lastimarme a su gusto, la gente está acostumbrada a lastimarme. Ahora, incluido Julián.

Para él fue tan fácil justificar a Emilia, esconderme la verdad, mentirme, hacer oídos sordos a todo lo que yo le decía. ¿Por qué no me creyó a mi primero? ¿Por qué no pudo respetar mi decisión de no querer relacionarme con ella? El cambio habría sido abismal. Me atrevo a decir que no hubiéramos estado ni cerca de vivir esta situación.

Estoy completamente harta de no ser ña primera opción. Hoy en día no sé si puedo asegurar que soy la prioridad de Julián, cuando él sí es la mía. Yo no dudaría ni un segundo en elegirlo a él en una habitación llena de gente. Yo siempre lo elegiría a él.

¿Él me elegiría con tanta seguridad? ¿Alguna vez me eligió?

No sé de dónde saqué los ovarios para tomar esta decisión. Incluso sabiendo cuanto lo amo, sabiendo perfectamente que tenemos una vida juntos, que, de pronunciar las palabras definitivamente, me estoy arriesgando a perderlo para siempre. No sólo a él, sino que a toda la vida que proyectamos juntos.

Pero dejar ir también es amar. También tengo bastante claro que las cosas no están del todo bien entre nosotros, que, al final, solo nos estábamos lastimando mutuamente. No es el amor que nos merecemos. Quizás no es la solución más acertada, pero es la más rápida, a decir verdad.

Y creo que ya se sabe que, cuando hablamos de mí, se me da muy bien escapar de las situaciones que me duelen. Sin explicación, sin razón, sin mirada atrás. Sólo escapo. No me hace sentir bien, no mejora mi situación, pero me sirve en el momento. Para después, tener una vida miserable.

A lo mejor ese es mi destino.

Si Julián y yo estamos hechos el uno para el otro, estoy más segura que nos vamos a reencontrar. Pero antes, necesito sanar, necesito organizar mi vida, mi futuro, mi carácter.

Y yo jamás me perdonaría romperle el corazón a Julián.

Al separarme, lo miré con tristeza. Tenía la sensación que esa sería la última vez que lo miraría a los ojos. Y que la manera en que me miraba sea totalmente rota, desgarrada y triste, me hizo afirmar más mi decisión.

Por eso, se lo dije. Con cada palabra que decía, más se rompía mi corazón.

―Lo mejor va a ser que nos separemos.

☆☆☆

lo dijo taylor no yo!!

60 votos, +35 comentarios y ya saben 😘

gracias por leer <3

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top