O13. what if all i need is you?
capítulo trece !
❪ ¿y sí todo lo que necesito sos vos? ❫
Camila
SOLTÉ UN BOSTEZO exhausto después de lavarme la cara y empezar con el primer paso del skincare. Evité a toda costa mirarme al espejo, porque sabía que eso solo me haría deprimirme más, además de que ya el universo o lo que sea no cumplió mi sueño antes de dormir; no despertarme el día siguiente. Pero, ahí estaba, casi muerta pero hidratando mi piel.
Me dolía el pecho, me sentía culpable. Aún así cuando estaba segura que no debía sentirla, pero era inevitable; cada vez que miraba el lado izquierdo de la cama, me daba cuenta que alguien había ocupado ese lugar que algún día le perteneció a Julián. No sé, una parte de mí dice que no debería sentirme culpable y que no tendría que pensar tanto en él, ya que él me había dicho que yo podía hacer lo que quiera, pero igual me sentía mal. Creo firmemente que me estoy engañando a mí misma, usando maneras de olvidarme de él que probablemente no sea efectivas ni sean las correctas.
Quizás porque estoy intentando olvidarme de lo que tuvimos usando a alguien que no tiene nada que ver, y, aún peor, ese alguien es su amigo y sé que si se entera me va a odiar de por vida.
Aunque él es tan bueno que no sé si sería capaz de odiarme. A veces me daba bronca que Julián sea tan bueno, ¿por qué no puede hacer algo mal así yo me dejo de sentir culpable por todo?
Creo que esa fue una de las cosas que me hicieron enamorarme de él. Y que cada vez que pienso en ello, me enamora más y me da bronca a la vez.
Lo peor es que no sé porqué lo alejo, sabiendo que después que todo lo que pasó yo sigo enamorada de él, pero simplemente no puedo aceptarlo y lo empujo otra vez.
Una parte de mí lo entiende, no quiero arruinar a Julián con mis problemas. Merece algo mejor, aunque él insista en quererme, sé que con el tiempo va a conseguir a alguien que lo ame sin barreras y se va a olvidar de mí y de todo lo que tuvimos. Esperaba que así sea.
Mientras todo funcione bien para él, yo estoy feliz, aunque me caiga a pedazos.
Que pena doy.
―¿Te tragó el inodoro? Medio que me desmayo del hambre pero me da cosa usuparte la casa.
Escuché su voz detrás de la puerta del baño y enterré mi cara en la toalla, deseando con todas mis fuerzas que aquella haya sido una voz creada por mi cabeza y que Lucas realmente no esté esperándome para desayunar.
Soy una idiota.
―Ahora voy ―dije sin muchas ganas, lo escuché irse de nuevo a la cocina y solté un suspiro pesado.
Por suerte hoy me habían dado día de descanso, por lo que decidí fingir demencia y desconectarme del mundo apagando el celular, no tenía ganas de hablar con nadie. Porque sabía que a cualquier persona que le cuente la situación me cagaría a pedos.
Salí desganada del baño cuando terminé mi rutina y con toda la paja del mundo, levanté la ropa que había quedado tirada en el piso de la noche anterior, al menos me propuse mantener un poco de orden en mi casa porque la señora que hace motivación en Tiktok dijo que vivir en un ambiente ordenado ayuda a ordenar los problemas de tu vida; no me está funcionando que digamos.
Cuando no tuve más excusas para no verle la cara fui hacia la cocina, donde me encontré a Lucas sentado en la banqueta mirando el celular. Besé la cabecita de Ñoqui, quien dormía plácidamente, y me acerqué a la alacena para ofrecerle el desayuno y pueda irse lo antes posible.
―¿Qué querés tomar? ―le pregunté haciéndome de puntitas para llegar a agarrar el té.
―Eh, ¿café tenes?
―Creo que si.
Creo que hace falta decir que soy hater del café, la única razón que habría café en casa es porque Julián tomaba y...
Soy una pelotuda.
Al encontrar el frasco de café lo saqué con la peor de las ondas y puse la pava a hervir: ―. Ahora te preparo. ¿Azúcar o leche?
―Uh, ¿edulcorante no tenes?
Bue, encima que le ofrezco se pone delicado. Intenté con todas mis fuerzas no gritarle y con una cara de orto le dije que no con la cabeza.
―Bueno, no importa.
Una vez hirvió el agua me serví para tomarme mi té de frutilla que es lo único que podía subirme el animo a estas horas de la mañana. Le pasé al jugador para que se sirva y nos quedamos en silencio mientras ponía en la mesa unas galletas que encontré por ahí y dudo que estén en buen estado.
Nos quedamos en silencio todo el rato, me duele la panza de lo incomoda que me siento, lo único que se escucha es las cucharas de metal contra el vidrio de las tazas revolviendo. Lucas sigue con su celular mientras se prepara el café y yo me quedo disociando, agradeciendo en secreto que no me hable.
¿Cómo le digo, sin ser directa, que quiero que se vaya?
O sea, me cae bien y todo, pero el hecho que no dejo de pensar en su amigo y compañero me incomoda muchísimo y necesito no verlo más para aclarar mis ideas. Me replanteo varias veces en mí mente que por qué imaginé que traerlo a casa anoche sería una buena idea, por eso no tengo que salir a tomar sola.
Lucas de repente me agarra de la mano que reposaba sobre la barra e interrumpe mis pensamientos, haciendo que lo mire directamente a los ojos, nerviosa.
―La pasé muy bien anoche ―me dijo con una sonrisa sincera, y yo quería que me agarre un paro ahí mismo para morirme de una buena vez.
Tampoco le voy a mentir y decirle que yo la pasé mal, pero también sería una mentira decirle que quiero que se repita o que me gusta fingir que me intereso en él. Aunque Lucas es un chico lindo, y, no menos importante, futbolista, no es alguien que llame mi atención o siquiera me guste. Ahora tengo que pensar detenidamente en como decirle que no me gusta y que ese encuentro solo fue porque estaba triste y alcoholizada.
―Eh...
Salvada por la campana, el timbre suena en todo el departamento despertando a Ñoqui y haciendo que Lucas me suelte la mano rápidamente. Gracias, persona random.
Me levanté rápido para ir a abrir la puerta y, puedo decir que, hubiera preferido responderle a Lucas antes que abrir la puerta y encontrarme con esta sorpresa.
―Qué onda, pendeja del orto, ¿por qué no contestas los mensajes? ―dijo Ramiro corriendome de la puerta para entrar, con Amelia, Álvaro y mis dos sobrinos detrás de él―. Estás para una emergencia vos...
―Menos mal que estás desayunando porque venimos cag... ―todos se detuvieron de golpe al entrar a la cocina y encontrarse al jugador de River sentando en la isla―. Ah.
Sentí la mirada juzgadora de toda mi familia sobre mí, especialmente de Ramiro. Tenía que prepararme psicologicamente para la charla que me iba a dar el fantasma ese.
―Hola Rama. ¿Cómo estás? ―Lucas se levantó de la banqueta para estrecharle la mano, Ramiro le correspondió seco.
―Bien.
―Eh, él es mí hermano Álvaro y mí cuñada Amelia ―los presenté aunque no daba ni en pedo, pero peor sería si no lo hicieron―. Y mis sobrinos.
―Hola, yo soy...
―El vikingo de River ―dijo Lucas, mi sobrino, con burla―. ¿Vos sos nuestro tío? ―lo rebajó con la mirada, que pendejo de mierda.
Álvaro le pegó en la cabeza disimuladamente y todos volvimos a quedar en un silencio eterno e incómodo. Lucas estaba tieso en la banqueta mirando a toda mi familia mientras que yo deseaba que me tragara la tierra. Por la manera en que mis hermanos y Amelia me miraron deduje que se dieron cuenta que Lucas se quedó y que no habíamos pasado la noche jugando a las cartas.
Lucas miró su celular atentamente sin responder (gracias a Dios) y se levantó de la banqueta: ―. Me tengo que ir a entrenar.
Asentí, agradeciendo en mis adentros por haber safado (ponele) de esa incómoda situación. Una vez agarró su mochila y se despidió rápidamente de mí familia, lo acompañé a la puerta y me despedí del jugador de una vez por todas. Decidida a ignorar todas las preguntas, bardeos y puteadas, me volví a la cocina con tranquilidad viendo como mi familia ya se dispersaba por la cocina para preparar el desayuno, mientras Álvaro le pedía a Amelia que se llevara a los nenes al patio.
Ramiro la siguió dando pasos firmes indicando su enojo, me importa poco y nada. Quedando solo Álvaro y yo en la cocina, me mira con una mueca apenada.
Con mi hermano mayor sí siento que puedo hablar de este tipo de cosas, él es más grande y tuvo muchas relaciones en su vida como para ser aconsejada por él. No digo que Ramiro no sepa, pero obviamente tiene otro punto de vista al estar con Amelia desde que nació prácticamente. Álvaro es muy sabio y empatico, tiene ese algo que lo hace entender a las demás personas y ponerse en sus zapatos, aunque él mismo admite que no ha sido perfecto en el pasado pero de esos errores aprende.
―Bueeeno ―sonreí inocente―. Me voy a pegar una ducha...
―Sí, hacete la boluda nomas ―Álvaro me apuntó con el dedo―. Bah, no te haces, sos.
―Forro.
―Estás bastante grande ya, ¿a vos te parece que tenemos que estar sacándote en cara las cagadas que te mandas? ―volvió a decir, esta vez no tuve con qué contraatacar así que tuve que resignarme.
―No ―murmuré con bronca y vergüenza―. Ya sé, me equivoqué, no pensé bien.
―Nunca pensas bien ―acota Álvaro―. Lucas es un pelotudo, si hubiera sido con otro te la perdono. ―reí alzandome de hombros―. ¿Y Julián? ―preguntó confundido, sorprendiéndome porque no tenía idea qué la otra parte de mí familia sabía lo que pasaba entre Julián y yo.
Resoplé cerrando los ojos con fuerza.
―Lo dejé.
Él suelta una carcajada, golpeando los puños contra la mesada.
―Sos boluda, pollo ―negó con la cabeza repetidas veces―. ¿Qué pasó?
―Nada, merece algo mejor que yo.
Al finalizar mi frase, Álvaro me miró con una pizca de decepción: ―. Sí, sos boluda ―afirmó.
―Bueno eh, no me eches toda la culpa a mí ―me defendí, aunque sabía que era inútil―. Se pudrió todo cuando apareció la ex y él no se la quiso sacar de encima.
―Sí, me contó Ame ―hizo una mueca―. Ahí sí la cagó.
―Y después que me dijo que quería todo conmigo, que me iba a esperar y que me hizo una escena de celos por Lucas me dijo "igual sos libre de hacer lo que quieras".
―Un pelotudo ―asintió Álvaro―. Los dos son re tontos. Re ―siguió hablando como si yo no estaba ahí―. Y vos que sos bastante lengua larga y mandada también.
―Bue, eso me ofende ―dije y Álvaro me tiró un mechón de pelo―. Bueno, es verdad.
―A veces haces cosas por querer todo rápido y no medis lo que decis. ¿Me equivoco? ―obligada, negué ante su pregunta―. Sos tontita cuando queres.
―Pero no lo hago a propósito.
―Es que quedaste tan mal con lo de Thomas que pensas inconscientemente que cualquiera te va a hacer lo mismo ―Álvaro soltó la bomba que me dejó recalculando por largos segundos―. ¿Tengo razón?
Después de analizar cada una de sus palabras terminé dándole la razón, me da vergüenza admitirle incluso a mí familia que me da miedo que me pase lo mismo. Intento olvidarlo, me esmero en meterme en la cabeza que no siempre me van a lastimar pero a veces se me sale de control y termino dejándolo todo por no querer arriesgarme.
―¿Y eso se lo dijiste a Julián? ―pregunta y vuelvo a negar―. ¿Por qué no le decis lo que te pasa?
―Me da cuiqui ―admito, sorprendiendo a mi hermano por mi respuesta.
―Él lo entendería y lo sabes ―dice con obviedad―. Esas cosas se hablan, porque sí no, no vas a poder concretar con nadie con ese miedo atormentandote.
―¿Pero como se lo digo? ―pregunté angustiada―. No se lo quiero decir.
―Tenes que decirle ―insiste―. Además no es algo que pasa en situaciones específicas, es algo que te pasa siempre ―suspiré escuchándolo―. Vos fíjate. Si no le prestas atención vas a hacer pagar a Julián o a cualquier algo que no les corresponde. Te lastimaron tanto que haces un drama o te pones paranoica ante lo más mínimo.
Me enoja y me duele ser así de insegura, ser tan diferente a lo que era antes. Mi corazón crea una coraza de hielo ante cualquier tipo de duda externa y eso me hace olvidar por completo que Julián es, en realidad, todo lo que he estado buscando.
Julián no es igual a los demás, ni mucho menos a Thomas. El problema soy yo, como siempre. Es un miedo incontrolable que crece en mí apenas tiene una actitud mínimamente parecida a lo que me hacía sufrir Thomas, me frustra y simplemente lo abandono todo sin ninguna explicación. Tengo recuerdos terribles de la actitud manipuladora y cruel de Thomas conta mí. Creo que aquello me traumó a un punto que lo mínimo que hizo Julián disparó reacciones que nunca habían salido antes. Es como un mecanismo de defensa, intento "controlar" la situación de alguna manera, se me va todo por la borda y termino rindiendome, incluso cuando sé que vale la pena luchar por ello.
A todo esto se le suma que me hace olvidar por completo que Julián es todo lo contrario a mí ex.
No crean que me siento cómoda con mi actitud, me da bronca haber permitido que Thomas me dejara tan vulnerable y que me manejara a su antojo. Porque considero totalmente que mis acciones pasivas en el pasado influyen ahora en mi presente, es como si estuviera pagando algún tipo de karma cuando en realidad quien tendría que estar haciéndolo es él. Yo permití esto. ¿Por qué estaba tan encaprichada en flashear amor eterno con él cuando claramente todos me decían que por ahí no era? Era algo obvio con tal solo verlo; cortó una relación de años (finalizada por culpa de él) y nos pusimos de novios a las semanas. ¿Esperaba amor eterno, recíproco y juraba que estaríamos juntos por siempre? Sí. ¿Sucedió? No.
Lo peor de todo esto es que no le guardo rencor a Thomas, no puedo. Creo que es poco posible odiar a alguien que, en algún momento, te hizo feliz. Si bien no lo odio, ni me imagino volver a tener algo con él, ni siquiera una amistad. Eso de alguna forma me entristece, porque llegué a pensar que él sería el amor de mí vida e incluso que antes de ser novios teníamos una gran amistad, quizás esa amistad hubiera seguido hoy en día si no nos hubiéramos enamorado, o bueno, si yo no hubiera estado enamorada de él desde que lo conozco, básicamente.
A veces, perdida en mis pensamientos, llego a pensar que a lo mejor todo hubiera sido más distinto si no hubiéramos tenido tanta exposición como pareja. Yo jamás exponía más de lo necesario, y él exponía demasiado. Siempre había uno o dos que no estaba de acuerdo con nuestra relación, ya sea porque era fan de María, porque era mi hater o simplemente porque tenían ganas de odiarme. Yo estuve mal al dejar mí ex relación a tanta exposición y Thomas estuvo mal en jamás ponerle un alto a toda la mierda que me caía encima.
Si, nos caíamos a pedazos como pareja.
Pero no voy a dejar que eso vuelva a suceder. Porque quiero estar bien, feliz y enamorada. Por eso quiero luchar.
Quiero ser feliz con Julián.
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(...)
Omnisciente
La pelea de los Bardel duró poco y nada, como de costumbre, solo bastó una cagada a pedo chiquita de parte de Ramiro (ya que Álvaro le había pedido que no sea tan duro) y un pucherito de parte de Camila para que, obligados por Amelia, se dieran un abrazo y se prometieran que no pelearían más (quien sabe cuánto les va a durar eso). Así que una vez todo arreglado, se encontraron con sus papás que habían viajado horas después y se juntaron en la casa de Camila.
Como los tres juraron no tocar ningún tema relacionado a Julián, la tarde en familia se disfrutó bastante. Camila consideró que eso era exactamente lo que necesitaba hace tiempo, ya había pasado bastante tiempo que no se juntaban todos en familia y quizás eso la ayudó a sanar un poco su corazón.
A veces solo necesitaba reunirse con su familia después de un tiempo para poder seguir sobreviviendo.
Como sus papás llegaron dos horas después de la merienda, al final se pusieron de acuerdo para salir a cenar a algún restaurante cheto aunque les vaciaría la billetera, pero una vez en cuando no hacía daño.
―¿Y cuándo voy a poder conocer a mí nuevo yerno? ―preguntó Guillermo emocionado a su única mujer, mientras esperaba que llegue la parillada que pidieron.
Camila optó por la opción más fácil (y la de siempre), fingir demencia.
―Todavía no oficializamos con Enzope ―rió nerviosa jodiendo.
―Y bue, ya que hablamos de jugadores de River ―la molestó su papá―. Vi en LAM que...
―¿Desde cuándo miras LAM vos, viejo? ―la salvó Ramiro.
―Es eso o mirar las novelas turcas con tu mamá.
―¡Menos mal que me hiciste acordar! ―saltó Florencia exagerada―. ¿Tenes Mi Telefé en casa? Ya debe estar el capitulo de Zuleyha que me perdí.
Camila rió: ―. Sí, loca. Cuando lleguemos te lo busco.
―No me respondiste vos ―su papá la señaló con el dedo―. ¿Por qué no nos dijiste que estabas de novia con La Araña? ―miró a Álvaro que jugaba con su hijo, para tomarlo de ejemplo―. Álvaro nos llevó a Lucía a la semana de ponerse de novios.
―Porque la preñó ―dijo Ramiro riendo, señalando con la cabeza a Lucas, que no entendía porque se reían.
―¿Qué es preñar? ―preguntó Lucas.
―Nada, hijo, nada ―le dijo Álvaro tentado.
―Sí, bueno, es verdad ―habló Guillermo, cesando su risa―. Igual si este te embaraza lo mato, por más que sea mí yerno favorito.
―Aaah, así quedamos Guillermo ―se indignó Amelia―. Ya va a querer que le pase un nivel de Candy Crush.
―Deja de creer todo lo que vez en la tele, tonto ―le dice Camila a su papá―. Yo estoy bien solita. ―Guillermo se desilusionó.
Siendo sincero, que su hija se ponga de novia con su jugador favorito de su club favorito, era quizás un sueño imposible pero eso sí, era su mayor segundo sueño por cumplir.
¿Por qué segundo? Pues porque el primero que soñaba ya se había cumplido; que su hija se separe del cantante ese que ni asados sabía hacer.
―Bueno, con tal de que no vuelvas con el recontra re mil culiado de tu ex yo me quedo tranquilo ―admitió su padre haciéndola reír.
Las charlas siguieron para ponerse al día, Ramiro y Amelia contando sobre sus actividades en Italia, Álvaro con sus anécdotas de los chicos en el jardín, Camila hablando de sus últimos proyectos y los padres de los tres chicos contando el chusmerio que se armaba en el barrio.
―Así que Luisana se embarazó ―dijo Camila sorprendida por el chisme que le contó su mamá.
―Y no es del novio, no sé, Zulema dice que se metió con Román...
―¿¡El kiosquero!? ―exclamaron los hijos al mismo tiempo, Florencia asintió con decepción.
―Qué pena la verdad, y eso que el otro chico era tan bueno...
―Mateo pinta mejor que vos, tía ―se burló su sobrino al ver como ella se salía de la raya.
Le habían dado a Lucas y Mateo un cartón con un mandala para dibujar mientras esperaban la comida; aunque claro, Ramiro y Camila les durmieron los mandalas a los más chicos para pintarlos ellos. Pero como Lucas ya estaba al borde del llanto, Camila tuvo que compartirle el suyo para que pintaran los dos.
―Y vos dibujas para el re orto.
―¡Camila! ―la retó su mamá.
―Ya no te quiero más ―Lucas soltó el crayón enojado y se cruzó de brazos en la silla.
―Mentiiiiira, trompudo ―lo llenó de cosquillas y besos ruidosos por toda la cara. La carcajada del nene fue lo que finalmente selló la reconciliación entre ellos.
Si bien amaba a sus sobrinos por igual, obviamente, Lucas siempre había sido su consentido. Mientras que Ramiro era baboso con Mateo, Lucas y Camila sabían entenderse como ninguno en los Bardel hacia. Quizás era porque el hijo mayor de Álvaro era el que más se parecía a él, tanto física y mentalmente; era tranquilo pero a la vez terrible para apenas tener cuatro años recién cumplidos. Y tenía algo especial que cualquiera podía identificar, era impresionante la manera en que te podía hacer reír sin siquiera intentarlo.
―Bueno, te perdono con una condición ―le dijo, haciéndola acercarse para susurrarle algo al oído―. No quiero tener un tío gallina ―susurró bajito, soltando una risita traviesa.
―Qué pendejo ―Camila se rió ante el pedido del menor, y se acercó a su orejita para susurrarle: ―. No vas a tener un tío gallina.
―¿¡No!? ―a Lucas le brillaron los ojos―. Que sea de Boca o nada.
―¿Vos queres que el abuelo me mate a mí? ―dijo haciéndolo reír. Pero sabía que por una parte era verdad, Guillermo ya había sufrido lo suficiente con las diferencias futbolisticas que tenía con su ex yerno.
No solo por el hecho que era bostero, sino que también bancaba a muerte el Manchester United. Mala suerte para él, porque todo el mundo que conocía a Guillermo Bardel sabía que existían dos cosas que amaba de igual manera (o hasta más) que a su familia; River y el Manchester City.
―Yo te defiendo del abuelo loco ―extendió su manito para entrelazar sus meñiques. Camila lo hizo asintiendo.
―¿Qué tanto secretean ustedes? ―habló Ramiro receloso.
―Le decía a la tía que... ―Camila lo pellizco por ser tan lengua larga como siempre, eso lo sacó de ella―. ¡Qué te importa! Cuchillito que no corta. ―Lucas le sacó la lengua burlon.
―Pico largo y nariz corta, si te moris no me importa ―Ramiro le sacó la lengua de igual manera.
―¡Ey! ―se quejó el nene―. Cállate gallina descendida.
―Qué decis pendejo ―Ramiro le hizo montoncito―. Deja el chupete primero, bostero sucio.
―¡Pa, decile algo! ―Lucas estiró de la remera de su padre.
―Tiene razón ―Lucas chasqueó la lengua ofendido―. Boludo grande sos ya.
―Por eso a la única que quiero es a la tía ―besó su mejilla exageradamente, haciéndolos reír.
Minutos después llegó la comida, Guillermo examinó detenidamente el asado e incluso tuvo la intención de ir a hablar con el asador encargado para chequear que estaba todo como él quería, porque siempre era delicado si se trataba de una parrillada. Pero como ninguno de sus hijos lo dejó levantarse para no pasar vergüenza, lo obligaron a quedarse en la mesa para disgustar el asado sin ninguna queja, ya que venían venir la gastadera por la pinta que tenía.
Como esta vez Camila no tenía a Julián para que le guarde vacío, se vio obligada a agarrarse otro corte porque parece que Julián era el único capaz de reservarle el vacío para ella. Pero no hizo ningún comentario en voz alta sobre ello, obviamente.
Mateo balbuceaba cosas inentendibles mientras Álvaro le cortaba la carne lo más chiquito posible para que no se atragante, Lucas comía la carne que Camila recién le había cortado y los más grandes conversaban entre ellos tomando un vino que supuestamente el mozo les había chamuyado que era de los mejores, pero no estaban del todo seguros por ello. Aún así, era un ambiente familiar agradable.
Casi al terminar de comer, Camila se levantó de la mesa para ir al baño. Al entrar y mirarse al espejo se arregló un poco el pelo y el labial que se le había corrido por comer, hizo sus necesidades y al salir, se encontró con una sorpresa, en su opinión, bastante agradable.
―¿Me seguis ahora? ―Julián soltó una carcajada nerviosa mientras Camila se lavaba la manos―. Tenes algo con salir de los yuyos vos.
―Bue, ¿sos la única que puede venir a comer acá? ―preguntó Álvarez con ironía, obviamente no le iba a admitir que Amelia le había pasado la data de donde estaba Camila y su familia.
Aunque sonara loquito y acosador, quería volver con ella a toda costa, él mismo se lo había dicho. Y sí el destino no ponía de su parte, se veía obligado a formar un plan maestro para que sus caminos volvieran a cruzarse.
Y no le importaba las cosas que decían en las redes sociales o en la tele, nunca le habían importado y esta vez no sería la excepción. Nadie conocía a Camila como él, y nadie tampoco la amaría como él.
―¿Viniste solo? ―Camila se secó las manos para después mirarlo con una sonrisa, Julián no pudo evitar pensar en lo hermosa que se veía.
―Mejor solo que mal acompañado ―la morocha rodó los ojos ante su dicho que viejo choto―. ¿Vos? ¿Viniste con tu novio?
Camila reprimió una risa mordiendo su labio inferior.
―Yo no tengo novio.
―¿No? ―Julián se acercó a ella, dejando caer sus manos en su cintura cubierta por su pollera engomada―. En la tele dicen otra cosa.
―¿Qué queres saber? ―preguntó ella, sabiendo por dónde iba el tema.
―Nada, porque sé que no me va a gustar ―Camila asintió dándole la razón―. Prefiero quedarme con la duda.
―Bueno, ¿me puedo ir, entonces?
Julián negó, acercando sus caras, tomándola del mentón.
―Quiero que me confirmes algo ―la chica lo miró con atención―. Decime que me preferís a mí.
Camila casi se desmayó por lo hot que había sonado eso.
―Me chupa un huevo que no quieras estar conmigo, pero necesito saber si me dejaste por él. ―Julián temía por la respuesta.
―¿En serio? ―a Camila le pareció poco creíble que Julián dudara de sus sentimientos―. No, no fue por él.
Lo sintió suspirar de alivio contra su cuerpo y resistió la risa que se quería mandar, pero Julián seguía sin soltarla e incluso el agarre llegaba a intensificarse más.
―Entonces me preferís a mi ―el jugador sonrió arrogante.
―Se agrandó chacarita ―la morocha sonrió mirándolo.
―¿Te puedo dar un beso? ―cambió de tema drasticamente, ahora con la mirada fija en sus labios.
Camila puso los ojos en blanco ante la pregunta, no le respondió; lo único que hizo fue agarrarlo de la camisa negra (que le quedaba pintada) y uniendo sus labios desesperadamente.
Era un beso intenso, como los que estaba acostumbrados a tener. Julián no podía estar tanto tiempo sin tocarla, por lo que no soltó sus brazos de su cintura y la acorraló contra el lavamanos, adentrando su lengua en la boca de Camila y contorneando su mandíbula con su dedo pulgar.
Estuvieron besándose un largo tiempo, hasta que Camila se vio obligada a separarse porque había olvidado complemente que su familia estaba afuera probablemente preguntando por ella. Fue ella la encargada de separar sus labios haciendo a Julián quejarse, y lo observó con la respiración agitada, el pelo despeinado (culpa de ella) y los cachetes y labios rojos.
―No seas mala.
Dijo Julián con voz ronca, que hizo hacer que su mente volara por el paraíso de la lujuria para comenzar a repetir recuerdos de ambos nada santos.
―Está mi familia esperándome.
―¿Me vas a dejar así? ―Julián estaba indignado, no tenía planes de dejarla ir después de buscarla tanto.
Camila depositó otro pico en sus labios, pero se separó antes de que Julián lo transformara en algo más intenso.
―Ya vamos a hablar.
Se soltó del agarre de Julián para mirarse al espejo y arreglarse un poco el pelo. Una vez un poco más presentable, le lanzó una mirada provocativa y Julián la vio irse con su caminata empoderada.
Se veía obligada a admitir que ese beso la había descolocado pero a la vez la había hecho sentir bien. Después de tanto sobrepensar sobre su miserable vida, era la primera vez en el día que se sentía diferente, se sentía orgullosa al ver como aún podía hacer cualquier lugar brillar sin importarle nada.
No le importaba los mambos con su ex, los comentarios innecesarios de la gente en las redes sociales. Quizás que sea apodada una zorra en Twitter por primera vez valía la pena, porque no le importaba, sabía que era más que la trepadora o rápida que decían que era.
Y eso, raramente, se sentía bien.
A eso de las doce pasadas, cuando a los más chicos les agarró sueño, pagaron la cuenta y volvieron al departamento de Camila, para comenzar a acomodarse para dormir. Una de sus buenas ideas cuando compraron el departamento era que sea grande, siempre era bueno que sobre lugar antes que falte, así que ahora sus papás tenían su habitación, Álvaro la suya y los nenes una aparte, y claro, Ramiro y Amelia dormían en su antigua pieza.
Cuando la mayoría estaban profundamente dormidos (lo dedujo por los ronquidos exagerados de la pieza de sus papás), Camila fue hacia la cocina despacito para que nadie la escuchara y salió del departamento haciendo el menor ruido posible. Una vez afuera, pudo ponerse los tacos y caminar hacia la salida. Era una noche helada, pero estaba segura que no se pasaría de frío.
Agarró su celular para marcar a un número y fue hasta el quinto tono que se escuchó un:
―¿Hola?
Su corazón latió fuerte al escuchar su voz de nuevo.
―Te extraño.
Julián casi se desmaya, pero supo mantener la calma y esperar un par de segundos para contestarle y al menos no demostrarle que estaba desesperado por verla.
―Voy para allá.
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camilabardel reputation precedes me, they told you i'm crazy. i swear i don't love the drama, it loves me! 🙈
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