O11. remember how i said i'd die for you?

capítulo once !

estábamos locos para pensar que
esto podría funcionar
¿recuerdas como dije que moriría por ti?

Julián
miércoles

LLEGÓ EL TEDIOSO miércoles y yo sentía que no podía más del cansacio, tanto mental como físico. La semana se me hizo completamente eterna, Marcelo no nos dio ni un descansito después de la victoria, eso era sabido, el ganar no significa relajo, significaba trabajar aún más para superarnos cada vez más; siempre me conformo con lo que Marcelo me da y jamás me quejo de lo que él me exige porque sé que los resultados son efectivos, pero estaba con tantas cosas en la cabeza esta semana que ya no tenía ganas de levantar una pesa nunca más en mi vida.

Sumándole a eso, extrañaba a Camila. Mucho. Desde el sábado a la noche que no hablamos, quizás sean días, pero para mí se sentían como meses, e incluso vivía con el miedo que no volveríamos a hablar nunca. Los días me ayudaron a pensar en frío lo que fue la pelea del asado y creo que ahora sé diferenciar bien en lo que equivocados que estuvimos Emilia, y, principalmente, yo. Creo que pueden darse cuenta que yo no llegué a esta conclusión por mí cuenta, obviamente me gané la peor cagada a pedo por parte de Amelia, al menos me deja tranquilo que me prometiera que quedaría entre nosotros, porque sé bien que Ramiro es capaz de tomarse el primer avión de Italia para venir a encajarme una piña, que, la verdad, la merezco.

Le expresé mi miedo a Amelia de que Camila no quisiera hablarme nunca más, porque no crean que no insistí en buscarla, pero además de que ella ni siquiera leía mis mensajes, tenía que darle su espacio. Pero aún así necesitaba que ella supiera cuan arrepentido estoy, la lastimé y me arrepiento muchísimo, no quiero que sea esa la impresión que se lleve de mí cada vez que se nos presente la misma situación.

Tenía que admitir que la razón de mi actitud también fue porque a mí también me asusta empezar una relación. No está en mis planes decírselo, porque un poco me avergüenza; confesarle mi miedo nos haría retroceder más, y lo último que quiero es sobrecargarla con mis inseguridades. No puedo arriesgarme a perder lo que construimos hasta ahora, no cuando la quiero tanto.

Mí mayor miedo actualmente es perderla. Se volvió tan importante que no sé si podría recuperarme si todo se arruina por mí culpa. Me duele estar tan enamorado de ella y que todo sea tan complicado. Pero sinceramente, yo enfrentaría todo lo necesario para lograr estar con ella, para curar sus heridas y acompañarla en sus mejores momentos.

Obviamente al primero que le conté mi dilema además de Amelia fue al creador del sexo y la monogamia (Enzo). En realidad tuve que contarle obligado porque apenas llegué a mí casa me llamó para putearme por lo forro que había sido, después me puteó Valentina y muy al final de las puteadas (que en realidad nunca terminaron por completo) me dieron consejos para arreglar la cagada que me había mandado.

―¿De tu jermu nino? ―me preguntó Enzo cuando salíamos de entrenar del predio, hablando del mismo tema de siempre. Negué desganado ante su pregunta―. Bua, pensá que mientras más días esté enojada más larga va a ser la reconciliación.

―Primero me tiene que responder los trescientos mensajes que le mandé, y sí es que me los responde.

―Tenes que esperar a que se le pase la bronca igual, lo que hiciste fue una forrada ―recordó haciéndome sentir peor―. No me hagas esa cara, pelotudo. Mira que hablé con el capi y él piensa lo mismo.

―¿Qué, tanto se notó? ―pregunté avergonzado al darme cuenta que Enzo había hablado con el capitán sobre el tema.

―La otra trola casi se mostró la tetas y Camila, pobre, tenía una cara de culo impresionante, todos nos dimos.

―¿Decis que me perdone? Capaz ya me bloqueó y por eso no le llegan los mensajes, seguro me odia...

―Qué fantasma que sos ―me molestó―. Ya te va a responder... o capaz que no y te caga dejando, porque la verdad que fuiste un pelotudo.

―Ya sé.

―No no, es que no entendes ―empezó a cagarme a pedo por octava vez―. Dejaste que la otra trola te beboteara enfrente de ella, yo no sé como no la sacó de los pelos ahí mismo. ¿Sabes como te bajo los dientes si me hacen eso? Te olvidas de mí para siempre y me cojo a todos tus amigos, y te quemo en Twitter también...

―Cortala, culiado ―pedí antes de que me agarrara un ataque―. En vez de ayudarme me haces sentir peor, pelotudo.

―¿Y en qué te puedo ayudar yo? ¿Qué quere' que la llame y le diga "contestale a mi gordo así no se mata"? ―me descansó, otra vez―. No seas cagón, deja de hacerte el sufrido y anda a buscarla.

―Me va a sacar cagando ―repetí ante su insistencia, pero, chupándole un huevo mis palabras (como de costumbre) Enzo me arrebató las llaves de mí auto y caminó hacia él a paso más apresurado―. Dale, no jodas

―Perdóname gordo, pero un lobo siempre protege a su loba ―explicó como si estuviera salvándome de una balacera―. Vamos a comprarle algo que le guste y después vamos a su casa, una pajita de reconciliación y mañana se van para el civil.

―No confío una mierda en tu plan.

El morocho me miró ofendido: ―. ¿Pero con quién pensas que estás hablando, rey? Vos confía que cuando vos venis yo ya fui tres veces, te falta práctica, nenito ―rodé los ojos subiendome al auto junto a él―. ¿Qué le gusta a Camila? No seas rata y comprale algo que le ablande el corazón.

Sonreí al acordarme al instante de su último mayor deseo. En una de las tantas charlas que teníamos sobre gustos (más bien donde ella hablaba sin parar y yo la escuchaba, mis favoritas) me contó que tenía ganas de comprarse un vinilo del ante último disco de Taylor, que era el único que le faltaba. Me había mostrado su colección de vinilos hace ya un tiempo y justamente ese por temas de su trabajo no había tenido tiempo de salir a buscarlo.

―Los juguetes sexuales no cuentan ―dijo Enzo al ver mí reacción.

―No, pajero ―le pegué en la cabeza―. Me acordé que hay un vinilo que quiere hace banda y no lo puede comprar.

―¿Qué mierda es un vinilo? ¿Cómo el CD pero grande? ―asentí―. Tremenda vieja chota, ¿qué no tiene spotifai?

Cerra el orto y manejá.

Le dije y nos dirigimos a la disquería más cerca que teníamos. Pequeño detalle que se le pasó a Cami comentarme que conseguir un vinilo es bastante difícil, recién en la quinta tienda lo conseguimos y encima era el último.

―¿Pero ésta tiene 20 años o 85? ―se burló cuando finalmente le compré el vinilo de Folklore y salíamos de la disquería con él ya envuelto―. De haber sabido que le gustaba el folclore le preparabas un zapateo en zunga.

―No es de folclore, bruto ―aclaré encendiendo el auto―. Así llama el álbum de Teilor Suin.

―¿De quién?

―La del video de la porrista que le gusta a Oli.

―¡Ah, ella! ―recordó riendo―. Está buena esa canción... Nene Malo tiene canciones mejores igual.

Me reí al imaginar como Camila saltaría como leche hervida ante la comparación de Nene Malo con la industria musical, o algo así me dijo ella que le diga.

Aproveché que al lado de la disquería estaba la confitería a la que habíamos venido varias veces con Camila y a la cual habíamos puntuado con un 8 de 10, eso es muy bueno teniendo en cuenta lo quisquillosa que es ella. Pasé a comprarle una buena porción del budín de zanahoria que sabía que le encantaba y encima tenía una re pinta.

Mientras manejaba y nos acercábamos cada vez más a su edificio repasaba varias veces en mí mente como le pediría perdón, rogaba porque me perdone y que este sea solo un mal rato. Además de dejarle bien en claro que la situación no se volvería a repetir y que se lo juraba por lo más preciado que tenía (mi auto), también trataría de abrirme un poco ante ella con mis inseguridades como ella lo hizo una vez conmigo, aunque me iba a costar bastante, quiero que ella sepa que confío tanto como ella lo hace conmigo y que jamás haría algo a propósito para hacerla sentir mal.

Porque la quiero tanto que incluso dejaría que ella me lastimara primero, en el peor de los casos.

Que sepan que estoy manifestando para que suceda lo contrario, como ella me enseñó.

―Bueno gordo, hasta acá llegó mi servicio ―dijo Enzo cuando me estacioné frente al edificio de mí mujer―. Suerte, quédate tranquilo que nadie le diría que no a esa carita linda que tenes.

―Sí vengo llorando es porque no me aceptó el regalo.

―Sí no le gusta lo vamos a cambiar por uno de Los Caligaris.

Enzo dejó un sonoro beso en mi cachete y una vez hice malabares para agarrar las cosas sin que se me caigan, bajé del auto para ir a la entrada del edificio. Intenté relajarme un poco y me acerqué al portero con una sonrisa amable, quien ya era amigo mío y hasta le había conseguido un saludo del muñe por tantas veces que nos habíamos cruzado.

―¿Qué haces, Araña? ―me sonrió el viejito amable―. ¿Venis a ver a la señorita?

―Cómo siempre, Juan ―sonreí colorado.

―Qué rico se ve eso, che ―señaló el budín de zanahoria―. Mira que yo no me enojo si de vez en cuando me traen algo rico para la merienda.

―Es para mí señora, Juan ―respondí con una mueca―. Si me sale todo bien mañana le traigo algo rico.

―Yo no me olvido de nada, eh ―me señaló con su dedo.

―Se lo juro por el muñe ―al señor le brillaron los ojos, como cualquier hincha de River ante la mención de nuestro dt.

―Soy diabetico.

Me avisó por última vez mientras me indicaba con la mano para que subiera, como de costumbre.

Calmé mis nervios lo máximo posible, cuando llegué finalmente a su piso, agarré mi celular y me di cuenta que los mensajes que le había mandado hoy tenían una sola tilde, lo que me pareció raro.

Dudaba que a esta hora esté durmiendo la siesta porque hoy cursaba hasta las cuatro y hasta donde yo sé, no tenían ningún plan más que estar en su casa y menos un miércoles sabiendo lo que le estresa la facultad. Ya me la imaginaba acostada en su inmenso sillón mirando alguna peli de Disney tapada con una frazada de peluche hasta la cabeza, porque esa otra cosa, era alguien muy friolenta.

Me decidí finalmente por tocar la puerta y no me atendió. Rarisimo. Esperé unos segundos porque quizás estaba en el baño o haciendo otra cosa, hasta que volví a tocar y nada.

A esta hora no hace nada. Me acordé de las palabras de Amelia cuando me aconsejó de hablarle. Intenté una vez más tocando la puerta.

Nada.

Bueno, ahora sí me puse más nervioso de lo que estaba.

En el minuto exacto antes que estaba por marcarle, aunque dudaba que me atendiera, las puertas del ascensor se abrieron. Mi corazón bombeó con rapidez cuando la vi salir, hermosa, como siempre.

Sonreí contento cuando la vi acercarse más y estaba apunto de caminar hacia ella. Hasta que la vi acompañada y dejé de sonreír.

En otro momento, me hubiera reído de la manera en que su cara se transformó al verme. Era una combinación de sorpresa, vergüenza y confusión. Quizás si no hubiera estado con alguien su reacción hubiera sido otra, porque mi parte favorita del día es sorprenderla con mis visita y verla sonreír al verme llegar. Ahora no demostraba eso, su cara no irradiaba ni una pizca de felicidad.

Estaba bastante claro porqué.

La cara de él no cambió, y mantuvo su sonrisa intacta al verme, mientras que con su mano derecha agarraba la correa de Ñoqui.

El perro, que fue él único feliz de verme, al parecer, corrió a saltarme a las rodillas para recibirme con emoción. Yo le acaricié la cabecita desganado, hasta el perro se confundió por mi estado de ánimo sabiendo que amo que me cargosee. Perdón, Ñoqui, pero lo único que quiero es irme.

―Juli... ―fue lo único que la escuché decir, y mis rodillas temblaron al estar tantos días sin escuchar esa voz que tanto me encantaba.

―¡Juli! ―sonrió Lucas Beltrán con una sonrisa de oreja a oreja y me extendió la mano para darme un apretón, se lo acepté con la peor de las ondas―. ¿Todo bien?

Si, todo perfecto.

No supe como reaccionar o qué responderle. Así que solo asentí con la cabeza dándole una sonrisa tan falsa que hasta me sentí mal. Pero estaba tan confundido que lo último que me importaba era hacer sentir mal a mi amigo.

Camila me miró con una cara rara, se ve que ella tampoco sabía que decir o qué hacer. Y no me quería imaginar que era lo tan terrible que había hecho como para reaccionar de esa manera, esperaba que su actitud sea solo por la sorpresa que le causó verme o por otra cosa de la cual no estaba en sus planes que yo estuviera enterado.

Pensar en eso me hacía querer vómitar.

Quería agarrarla y sacarla arrastrando para que me explique qué hacía él ahí, por qué salieron, qué hacía con Ñoqui. Pero no me daban las piernas, le pido a Dios con todas mis fuerzas que esto sea producto de mí imaginación.

Quizás (y ojalá) me desmayé en el entrenamiento y esto solo es un delirio, en cualquier momento si Dios quiere me despierto en la enfermería del Monumental.

―¿Abrís, Cami? ―le preguntó Lucas mirándola raro―. Justo íbamos a tomar unos mates ―me explicó mientras mí morocha abría la puerta con nerviosismo―. Paso yo primero porque quiero pasar al baño desde hace rato.

Dice MÍ AMIGO y pasa al baño de la casa de MÍ MUJER como si conociera el camino de memoria. ¿Qué carajo?

Si supiera las cosas que hicimos en su baño.

Pero ahora no pienso entrar un carajo. Soy el pelotudo más grande que existe, yo preocupándome por ella mientras que la señorita lo más probable es que se esté cogiendo a mí amigo que conoció hace tres días. Camila se me queda mirando fijo y yo me quedo tieso como el gran idiota que soy en el marco de la puerta.

―No quería interrumpirte nada ―fue lo único que me salió decirle, aunque tenía otras cosas pensadas en mí cabeza.

―No, Juli. No interrum...

―Encima te avisé que venía pero hace días que no contestas mis mensajes, ya veo por qué ―le dije con la mandíbula apretada, por su cara vi que le dolió lo que dije, pero más me dolió a mí verla salir con Lucas―. De haber sabido que estabas ocupada ni te caía.

―Perdón, dejé el celular acá ―dijo mordiéndose el labio, ni la miré porque soy débil y sí hacía eso ya la estaría llevando a su habitación.

―Te traje algo para la merienda, después le pregunto a Lucas si estaba rico ―le dije entregándole la bolsa con mí mejor cara de orto, y me iba a ir a la mierda, pero me agarró la muñeca haciendo que la mirase.

Soltame que me voy a ir a llorar con Enzo.

―Quédate, por favor ―me miró con esos ojos que me vuelven loco―. Quédate a tomar mates con nosotros.

―Ya te dije que no ―mí voz salió más enojada de lo que tenía planeado―. Me espera Enzo. Te vine a dejar eso porque sabía que a esta hora merendas, pero no quería cortarte nada.

Bueno, menos mal que no quería sonar enojado.

―Juli, espera porfa.

―Nos vemos, decile chau a Lucas por mí.

Me metí en el ascensor lo más rápido que pude y me fui finalmente con todas las ganas de patear algo (especialmente a Lucas), pero no lo hice para no quedar como loquito. Me subí al auto con Enzo contento por escuchar lo que sería mi "reconciliación" y, porque ya tenía los huevos llenos, le conté lo justo y necesario.

¿Qué era lo justo y necesario? Simple: Lucas se quiere cojer a Camila. Y con eso, conseguí que no me hiciera más preguntas y el resto del camino solo escuché a mi amigo putear a Beltran por buitre.

No podía dejar de pensar en el hecho que ahora están solos en su departamento, haciendo quién sabe qué. Cuando llegaron él venía agarrando la correa de Ñoqui, lo que significaba que ya lo conocía, quizás hace cuánto ya estaban frecuentando mientras yo, como un pelotudo, rogándole a Camila un poco de atención. Capaz estuvieron desde antes que los presentara, por eso Lucas se había puesto tan raro cuando llegamos. Me daba por el orto que la chica con la que nos juramos no lastimarnos y quien me juró que intentaría sanar por mí ahora esté con quien yo consideraba mí amigo.

Una parte de mí se preguntaba si al fin y al cabo, estaba en mí derecho de reclamarle algo a Camila. Las palabras se la lleva el viento y ninguno de los dos estaba atado a nada. ¿Estaba siendo justo? ¿Tendría que haberme pedido permiso? ¿Contarme siquiera? Seguramente no. Capaz me contaba hasta el próximo mes cuando se le pase el enojo y ahí me decía que dejemos todo ahí, eso me hubiera dolido menos quizá.

Ahí me surgió la pregunta si realmente estaba enojada por lo que pasó con Emilia o había sido todo un acting para verme la cara de pelotudo.

Llegué a mí casa y me despedí de mi amigo con un bajón terrible. Al llegar no le conté a nadie de lo que había pasado, ni a mí vieja, me daba mucha vergüenza. Además, lo único que quería hacer era dormir y no despertar nunca.

Me daba bronca estar así. Yo daba todo por ella y no era recíproco al parecer. ¿Quién poronga inventó el amor si igual no te van a querer? No lo entendía.

¿Y ahora donde carajo me meto el vinilo del tamaño de mi televisor?

(...)

jueves

El día siguiente fue un poco más tranquilo. Aunque tampoco tenía ganas de seguir existiendo, el entrenamiento fue un poco más tranquilo por el día lluvioso.

Lo bueno fue que estuve con Agus y Enzo que siempre sabían sacarme del bajón (sonó gay). Lo malo es que tuve que verle la cara a Lucas todo el entrenamiento, quien encima sonreía como si se hubiera ganado la Libertadores (aunque Camila se igualaba a eso) y parecía que sonreía a propósito cada vez que cruzábamos mirada.

Por obvias razones no vi a Camila, pero tampoco podía dejar de pensar en ella. Enzo ahora me decía que quizá la broma de la macumbera fue muy lejos y a lo mejor si me macumbeó la culiada. Lo peor era que mi mamá, quedó encantada con su futura nuera (dolió), y todos los días me pregunta por ella y que cuando la invito a comer, y que cuando la llevo a Calchin, y que cuando me caso con ella.

Cada vez más confirmada la teoría que Camila nos macumbeó a todos los Álvarez.

Para sumarle a mi desgracia, Ramiro me escribió en la mañana principalmente para saber como iban las cosas entre nosotros, sabía que me escribía a mí porque Camila nunca le contaba nada y las pocas cosas que se enteraba era a través de Amelia. Era lindo saber como Ramiro estaba al pendiente de que Camila estuviera bien y que yo no me mandara ninguna cagada.

Y puede que yo me haya equivocado, pero en mi opinión, la cagada se la mandó ella.

Al llegar a mi departamento lo único que hice fue darme una ducha rápida y planeaba acostarme a dormir hasta mañana. Estaba completamente solo porque mi familia se había ido para Calchin y volverían hasta el lunes.

Y como dije, planeaba irme a acostar hasta que toques débiles en mi puerta me detuvieron. Puteando fui a abrir porque seguro era Enzo que quería la revancha en el Fifa.

―¿Qué haces acá? ―pregunté con fastidio al verla parada en el marco de la puerta.

Camila estaba mojada de la cabeza hasta los pies y tenía las zapatillas embarradas. La única boluda que se le ocurre salir con lluvia eléctrica pronosticada.

―¿Estás bien? Pasa, estás empapada ―la hice pasar con rapidez al ver que estaba temblando de frío.

―Julián, perdóname porfa ―fue lo primero que dijo bajando la mirada.

―Espera loca, que te traigo algo para que te seques...

―¡No! Porque sí no me olvido lo que venía practicando ―me quise reír, pero me contuve, somos iguales―. Juli, yo sé que estas enojado y...

―No estoy enojado, Camila ―dije acercándole una toalla que tenía por ahí―. ¿Me vas a responder?

―Le pregunté a Enzo y me dijo que seguro ya habías llegado del entrenamiento, así que vine pero me agarró la lluvia y...

Crack Enzo, siempre haciéndome la segunda.

―¿Podemos hablar un ratito? ―se interrumpió, ahora poniéndose tímida.

Se hacía la tímida, me besó hasta el alma.

Asentí en silencio, intentando que no notara mis nervios. Ya suficiente que se haya dado cuenta de mis celos y ahora me cago solo si se da cuenta que me pone nervioso mirándome nomas. Ella se quedó parada a dos pasos de la puerta y yo me senté en la silla fingiendo despreocupación, aunque estaba que me agarraba un ataque.

―¿Qué pasa? ―me hice el boludo mientras ella me miraba intentando encontrar las palabras correctas.

―Ya sabes de lo que quiero hablar ―me dijo frustrada―. De lo que viste ayer...

―No tenemos nada de qué hablar ―la interrumpí sintiendo ese nudo en el estómago al recordar la situación de ayer―. Ya está, Camila, en serio. Al final nosotros no somos novios.

Me arrepentí de decir eso al instante que lo solté, pero me ganó la bronca, quería de igual manera que se diera cuenta lo que me enojaba como ella lo quería conmigo.

―¿Por qué haces el que no te importa?

―Porque no me importa.

―¿Y entonces por qué te jode?

Me cagó.

―No me jode, Camila.

―¿Por qué te cuesta tanto admitir las cosas? ―se quejó, comenzando a enojarse―. Admití lo que te enoja.

―Ya te dije que no me enoja, que dura que sos ―intenté mantenerme fuerte, aunque no sabía cuánto me iba a durar―. Me chocó un poco que aparecieras con Lucas de la nada, solo eso. Me parece que me tendrías que haber dicho que te estás viendo con Lucas.

―¡No me estoy viendo con él!

―Bueno pero es mí compañero y mí amigo, si queres estar con él tenes que tener bien claro que esto se termina acá.

―¿Y qué es esto?

Como te gustan las preguntas jodidas, morocha hermosa.

―No sé, Camila ―me alcé de hombros, un poco sorprendida al verla tan seria esperar mi respuesta―. Si tanto nos complicamos cortemosla acá y listo.

―Yo no dije eso.

―¿Y entonces? ―se quedó callada, justo lo que no quería―. No sé a dónde queres llegar. Si te gusta Lucas hacé tu vida con él y listo.

Me di la vuelta, quiero que se vaya pero a la vez no, porque sé que si se va, se termina todo.

―No me gusta ―habló un poco más calmada, la miré de vuelta y estaba con una mirada neutra―. Lucas no me gusta.

Bueno, una bien, al menos no lo quiere.

―Bueno. ―hablé desganado. Sabía que le daba bronca que fue indiferente, aunque me había calmado mucho su confesión.

El corazón (y algo más) se me paró al verla acercándose a mí, de una manera provocativa que sabía que causaba mucho en mí. La carita hermosa que puso hizo que se me revolviera un poco el estómago.

―No quiero que se termine lo de nosotros. ―con su dedo índice, contorneó mi mandíbula.

Que hermosa que es, hija de puta.

―Eso se lo tenes que decir a tu amigo entonces ―Camila chasqueó la lengua sacándome la ficha enseguida, fui muy obvio al intentar incubrir mis celos―. Bueno, Sherlock Holmes. Estoy celoso, ¿qué queres que te diga? Me dio por el culo verte con él ahí y encima hace rato que se nota que te tiene ganas.

―¿Sí? ―asentí con obviedad, una sonrisa picara se formó en sus labios―. ¿Y eso a vos qué?

Acercó más su cara a la mía. Bueno, al final tan fuerte no soy.

omnisciente

Era imposible para Julián seguir resistiéndose, esos ojos enormes que Camila tenía estaban mirándolo suplicante y no llegó a la conclusión que jamás iba a poder poner fuerza contra ellos, era increíble lo hipnotizante y hermosa que era ella. El jugador se inclinó para cumplir el deseo de la actriz, agarrandola de las mejillas y besándola con unas ganas tremendas, era impresionante lo que la había extraño y lo mucho que le gustaba.

Caminaron hacia el sofá para sentarse en él con apuro, comenzando a besarse con más intensidad. Julián la agarró con fuerza de la cintura haciendo que se sentara en su regazo, ahora su lengua saboreaba sus labios como si hubieran pasado siglos sin hacerlo, o al menos así se sentía. Le pasó una mano por la nuca para llegar finalmente a su mejilla y tomar control completo del juego que formaban sus lenguas, mientras que con su otra mano se encargaba de apretujar su culo a su gusto. Camila soltaba suspiros largos entre los besos intensos y comenzaba a moverse sobre él, cosa que lo estaba sacando de quicio desde que empezó.

Camila le acariciaba el cuello y el pecho, en un descuido, sintió como la mano de Julián en su culo dejó de moverse hasta darle un golpe que le dejó ardiendo.

La morocha le pegó en el pecho cuando Julián bajaba sus besos por su clavícula: ―. Te voy a cagar a palos.

―Sí te re gusta. ―le contestó el jugador besando su clavícula, cuello y todo lo que estaba a su alcance.

Julián respiraba entrecortado, mientras sentía como su bulto crecía cada vez entre cada roce que se creaba entre sus partes íntimas. Mientras la morocha se encargaba de sacarle la remera, se restregó contra ella haciéndola jadear por la presión.

El caliente tacto de Julián en su piel húmeda y fría la hacía estremecer. El nueve de River se despojó de su remera en menos de un segundo junto a el corpiño. Sus manos, que eran lo suficientemente grandes, cubrieron sus pechos masajeando uno mientras que se metía a la boca el otro.

Camila estaba embelesada por como Julián la hacía sentir. Acariciaba su nuca mientras Álvarez la hacia tocar el techo con el roce más mínimo entre su pezón y su lengua. El jugador sacaba su boca de su posición mientras susurraba guarangadas que morían entre las paredes del departamento.

―Qué larga la haces, culiado ―le dijo Camila, restregandose contra el saciada de más.

―Vos a mí no me reclames nada, flaquita ―Julián contestó con seriedad―. Yo te voy a coger cuando yo quiera, y sí es que quiero.

No tuvo tiempo de putearlo porque la interrumpió justo el momento que Julián le sacó el pantalón y la ropa interior de un tirón, y no pasó ni un segundo cuando sintió el pulgar del delantero acariciando su clítoris con toda la paciencia del mundo.

―¿Asi te pones por mí? ―Camila asintió, con la boca abierta que solo funcionaba para soltar ruidos obscenos en señal de placer―. ¿Lucas podrá tenerte así?

Tan solo pensar en el hecho que Lucas tuvo la mínima oportunidad de tenerla bajo su merced hacia que le den más ganas de cojerla con toda la bronca acumulada. Aceleró sus movimientos, y Camila sabía que no le faltaba mucho para llegar al tan esperado orgasmo y para tener a Julián sobre ella cogiendola como tanto le gustaba. El jugador admiró su cuerpo de frente, sintiendo como el bulto le dolía por la presión.

Observó atentamente a Camila poner los ojos en blanco y tirar la cabeza para atrás. Al sentir como sus dedos estaban siendo apretados, dio un último movimiento rápido y sintió correrse en sus dedos. Se sentía orgulloso de la manera en que la había hecho llegar tan rápido.

Julián la recostó rápido en el sillón y terminó de sacarse el bóxer y el pantalón, sintiendo un leve alivio al sentir su miembro ser liberado. Buscó en el bolsillo de su pantalón y sacó un preservativo para colocarselo con rapidez.

―¿Y eso con quién tenías planeado usarlo?

El nueve sonrió pícaro posicionándose sobre ella, rozando con tortura su miembro contra la humedad de ella: ―. Las preguntas que haces.

Camila soltó un gemido bajo al sentir la punta dentro, pero ese gemido de excitación se convirtió en uno de frustración cuando se quedó ahí por largos minutos.

―Daale ―se quejó la morocha abajo de él.

―No sé si te lo mereces ―dijo Julián, simulando un vaivén lento―. ¿Pensas que te lo mereces?

―Pregúntale a Lucas si me lo merezco.

Julián soltó una risa enbroncada: ―. Que hija de puta que sos.

La embistió tan profundo y lento que Camila soltó un gemido alto que tenía atragantado hace rato. Una vez la pequeña molestia se convirtió en placer provocó que Julián tomara una de sus piernas para envolverla en su cintura, para hacerlo tocar su punto débil que la hacía gemir como loca. Le dejó besos y marcas que le darían el paso a las burlas mañana, pero poco le importaba.

Una parte de él estaba orgulloso de ser el afortunado de tener a Camila de esa manera. Había ganado en la vida.

Julián se agachó para darle un beso bastante agresivo, chocando sus lenguas mientras las embestidas tomaban un camino más intenso y cada vez más cerca de culminar. Los ruidos de la humedad de la morocha con la de él eran protagonistas en el departamento, era demasiado la excitación el poder gritar sin que todos o nadie los escuche. Pero era un orgullo para ella que los demás sepan que quien la estaba matando era Julián Álvarez y que sería era el culpable que mañana no pueda sentarse cómoda.

―Dios, Julián ―Camila gimió contra sus labios.

―La puta madre, sos perfecta ―se separó para mirarla fijo mientras una de sus manos bajaba para acariciar su clítoris―. Me encantas.

Fueron tan solo cortos minutos para llegar hasta ese último empujoncito. Camila sintió como las ganas de orinar la invadieron y ese nudo en la parte baja de su estómago de desataba lentamente, aún con los ojos cerrados; Julián se dejó caer sobre su hombro y lo sintió acabar dentro del preservativo.

Ambos estaban agitados y con los cuerpos débiles, lo único que se oía era a ambos intentando regular su respiración y el fuerte palpiteo de sus corazones a la par. Julián le dejó un casto beso en sus labios y se levantó un poco más recuperado del sillón, para deshacerse de la protección y buscar algo para limpiarse. Segundos después llegó con un vaso de agua fresca, una frazada calentita y una toalla limpia para poder limpiarse.

Camila amaba eso de él, se preocupaba por ella primero y esos mínimos detalles le encogian el corazón. Porque Julián en un mundo de hombres, es un caballero.

Luego de tomar un par de sorbitos de agua, estirarse y limpiarse un poco, Julián volvió a acostarse con los brazos abiertos para recibirla, ahora cubriéndose con la mantita que no tardó en brindarles calor.

Entre todo el silencio, mientras Camila le acariciaba los brazos que la rodeaban, Julián se animó a preguntar: ―. ¿Por qué... por qué saliste con él?

Tenía que admitir que lo preguntó temeroso por la respuesta.

―Estaba por sacar a Ñoqui a pasear porque estaba lindo el día y cuando bajé me lo crucé en la entrada, Juan no lo quería dejar pasar ―hizo una pausa antes de seguir hablando―. Me había olvidado mi campera en su casa y me la estaba llevando. Ñoqui como es un intenso quiso salir igual y nada, dimos una vuelta a la manzana y después volvimos porque se nubló. Lo invité a tomar mate de onda, porque no sabía si ibas a querer hablar conmigo ya que te había estado ignorando y me sentí medio mal.

El jugador suspiró al darse cuenta que se estaba haciendo la cabeza por nada. Camila no supo exactamente que decir, así que solo levantó la cabeza y depositó un corto beso en sus labios. Julián la sostuvo de la nuca para hacer de ese pico un beso más largo, atrapando su labio inferior entre sus dientes y dejando un último beso en ellos.

―Me hice la cabeza por nada, perdóname ―besó su cabeza con cariño―. Perdóname por lo de Emilia también, la cagué feo, te juro que después me di cuenta de su actitud de mierda y de la mía también, no quiero que pienses que cada vez que nos toque una situación parecida voy a reaccionar así ―admitió sonrojado―. Te juro que no me pasa más nada con ella.

―Te creo Juli, tranqui ―le acarició el pecho desnudo―. ¿Dejamos todo en el pasado? ―preguntó, esperanzada de una respuesta digna.

―Si... ―suspiró nervioso.

No seas tan intenso o posesivo, eso la va a asustar. Recordó las palabras de Amelia.

―Igual no me tenes que explicar nada ―dijo el delantero con rapidez, Camila lo miró confundida―. Eh, digo, o sea si me puse celoso de Lucas pero obvio que vos sos libre de hacer lo que quieras, me refiero a que si queres estar con él...

Por la cara que puso, pudo darse cuenta que definitivamente la había cagado. Otra vez. Su mirada cambió y en un movimiento rápido se soltó de sus brazos y se levantó del sillón.

―Espera, Cami...

―¿Sabes qué yo no te entien...?

Su voz entrecortada fue interrumpida por el timbre resonando en todo el departamento.

A la mierda Enzo y su revancha en el fifa.

¡Abrí, no tengas miedo! ―se escuchó la voz de Enzo por detrás de la puerta.

Ambos comenzaron a ponerse la ropa rápido y Camila se quedó sentada en el sillón disociando una vez ya vestida. Analizando detalladamente las palabras que Julián acababa de soltar. El dueño del departamento abrió la puerta encontrándose con sus dos amigos, cada uno de ellos sosteniendo latas de cerveza y algo para picar.

―¡Oa! ¿¡A quién le rompo el orto hoy en el fifa!? ―Enzo Fernández entró con Agustín Palavecino detrás de él, ambos quedando sorprendidos al ver a Camila mirándolos con los labios apretados―. Ufa...

―¿Interrumpimos algo...? ―Agustin miró a Julián esperando una explicación, una que Julián no tenía ánimos de dar.

―Hola y chau, ya me voy.

La morocha saludó a cada uno de ellos y aprovechó que la puerta estaba abierta para salir escapando de la incómoda situación.

―¿Qué le pasó? ―preguntó Agus al ver su rapidez al irse, pero quedó más confundido al ver a Julián salir detrás de ella.

―Esperenme.

Julián salió por la puerta y la siguió por la vereda, intentando detenerla, cosa que se le haría difícil porque el taxi que Camila consiguió como flash ya la estaba esperando en la esquina.

―No te vayas así, hablemos porfa ―Camila frenó al abrir la puerta y lo miró antes de subirse.

―Antes de hablar conmigo tenes que pensar las cosas que decis ―lo interrumpió antes de que él jugador pudiera decir cualquier cosa―. Creo que tenes que pensar las cosas en general.

Finalmente, abrió la puerta y se metió al coche, dejando a Julián en la oscuridad de la calle.

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omg q raro nunca escribí sexo, si lo hice mal elimino todo ahre

a esta hora la semana pasada ya estaba abandonando lo que fue la mejor noche de mí vida. karma is the guy on the chiefs ???? is it over now x ootw ???? ENDGAME ????? TAYVIS ????

gracias por tanto taylor swift

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