extra
14 DE FEBRERO, 2023.
📍MANCHESTER, INGLATERRA.
PARA CAMILA, febrero siempre había sido el mes más romántico del año.
Desde chica, había crecido con la idea de que El día de los enamorados era la celebración definitiva del amor. De esos que se mostraban en las películas y de los que Taylor Swift cantaba. Su papá siempre había sido un hombre muy romántico con su mamá, así que siempre los veía compartirse regalos, un beso, y quedarse al cuidado de Álvaro mientras ellos salían a cenar. Y eso no había cambiado con los años.
Recordaba con gracia cuando Ramiro se puso de novio con Amelia. Como su hermano los esclavizaba para cortar cartulinas y quedar con las manos llenas de plasticola, para prepararle sus regalos. Años después, cuando Ramiro se volvió un jugador profesional, dejó de obligar a sus hermanos a hacer manualidades y le compraba regalos que parecían sacados de un cuento de hadas.
Sin embargo, a lo largo de los años, la magia del amor que ella tanto deseaba y buscaba, nunca había llegado a su vida propia. Con sus anteriores relaciones, el entusiasmo se disipaba rápido. Si, eran lindas las cenas, los regalos y la intimidad, pero algo faltaba. Era como si, por más que intentara forzarlo, nunca podía experimentar esa emoción que tanto escuchaba en canciones, que veía en películas y en relaciones que la rodeaban.
Y llegó a cierto punto, que simplemente aprendió a conformarse con la idea que tal vez, el amor no era siempre como el de las películas, que las historias se trataban solo de eso: ficción. O quizás, en su destino todavía no estaba planeado que ella lo encontrara.
Pero entonces, después de caer en pozos y pozos de decepciones amorosas, cierto jugador de fútbol, a quien apodaban 'araña', llegó a su vida.
Decir que todo cambió cuando él llegó es, incluso, un eufemismo. No porque hiciera grandes demostraciones, porque le diera caros regalos o gestos extraordinarios, más bien porque todo lo que alguna vez había anhelado, llegó sin demasiado esfuerzo.
No había necesidad de forzar la emoción de ni de intentar convencerse a sí misma que sí era amor. Con él, lo sentía en los detalles más simples, en el silencio que sucede solo cuando dos personas se entienden.
No era solo los regalos, o los besos, o el sexo, con Julián era todo. Era la forma que la abrazaba cuando había tenido un mal día, en como le sonreía apenas la veía, en como la escuchaba hablando de lo que le gustaba, mientras la miraba como si fuera la persona más importante del mundo, y como la hacía reír con cualquier cosa que se le ocurría.
Aquel día, Camila se había levantado más temprano de lo normal. Era sábado, por lo que Julián no entrenaba. Había decidido preparar el desayuno para él, y se llevó la sorpresa de encontrar una pequeña nota en la mesa, acompañada de un ramo de rosas, con palabras melosas que él siempre solía expresar. Y con un te amo que expresaba toda la sinceridad del mundo. Era tan tierno que a Camila no le dio tiempo ni para enojarse porque él la había sorprendido primero.
Ese 14 era un poco más diferente a los otros. Era el primero que pasaban, oficialmente, comprometidos, ya sabiendo que en un par de meses, serían ante la ley, marido y mujer. Y, aunque para el mundo entero seguían siendo una relación consolidada, sin mucho anuncios formales, dentro de su círculo más cercano, la noticia del compromiso desató cualquier tipo de reacciones.
Sus amigos y familia había oscilado entre la felicidad genuina, y la frustración de algunos de no haber sido los primeros en enterarse. Tanto Camila como Julián habían decidido esperar lo suficiente para que cuando lo hiciera noticia, las apuestas entre su grupo de amigos estuvieran a la orden del día.
Como era de esperarse, Enzo se había burlado de Julián más de una vez, por haber caído en la "trampa femenina" tan joven. Pero después, en privado, mientras se preparaban un fernet, le dijo a Camila que nunca había visto a su amigo tan feliz.
A pesar de todas las reacciones positivas, la prensa seguía sin saberlo. Y estaban bien así. Mantener su compromiso en silencio había sido una decisión conjunta, como la mayoría de las veces. Si bien la actriz estaba acostumbrada a que su vida y sus decisión sean motivo de especulación, aquello era diferente. No quería titulares, ni análisis de expertos en puterío opinando sobre su relación. Quería que ese momento sea solo suyo y de Julián, sin interferencia del mundo exterior. Y Camila disfrutaba de la felicidad de su intimidad. No importaba que nadie más supiera: por fin tenía todo lo que ella quería, y era la realidad más hermosa que ella había vivido.
Aquel día, Julián se despertó con el olor de algo dulce, vainilla y chocolate, que flotaba en el aire. Algo aturdido y despeinado, extendió la mano hacia el lado de la cama de Camila, pero lo encontró vacío.
Frunciendo el ceño, se sentó, pero la puerta del dormitorio se abrió lentamente al hacerlo. Primero venía Ñoqui, subiéndose a la cama con emoción al ver a su papá despiero, dándole un par de lamidas de buenos días. Atrás de él, Camila, con una bandeja en la mano, una sonrisa perezosa y satisfecha en los labios.
―Buen día, bebé. ―murmuró ella, colocando la bandeja en la mesita de noche antes de volver a meterse en la cama a su lado―. Feliz día.
Los ojos marrones y curiosos de Julián se abrieron con ternura, y soltó un largo uuuuuh con emoción al ver la comida: panqueques con forma de corazón, frutillas y una taza humeante de su café favorito.
―¿Lo hiciste vos? ―preguntó él, mirándola con ternura.
―Más vale. ―bromeó, dejándole un besito en la mejilla―. ¡Y se me quedaron dos nomas! ―comentó, orgullosa de sí misma.
Riendo, Julián se levantó para ir al baño, no sin antes dejarle un piquito en los labios: ―. Gracias gordita, me encanta. ―le dio un leve apretón en el muslo y se fue hacia el baño.
Cuando volvió, él la miró con los ojos cálidos antes de entregarle una pequeña caja de terciopelo. Camila sonrió tiernamente.
―Ya sé que dijimos que no nos íbamos a dar regalos. ―empezó―. Pero lo vi y pensé en vos.
Cuidadosamente, abrió la caja para revelar un delicado collar, de oro fino con un pequeño dije en forma de corazón. Dentro del corazón, había una linda foto de su pequeña familia: ella, Julián y Ñoqui.
―Es hermoso. ―Camila hizo un pucherito, besando nuevamente sus labios.
Julián le correspondió al beso, y sacó el collar de la caja, sus dedos rozando con su piel mientras lo sujetaba alrededor de su cuello: ―. Hermoso como vos. ―murmuró, admirando su trabajo.
Camila se giró para mirarlo de frente, sus manos descansando sobre su pecho desnudo. Le sonrió, dejandole un besito sobre la nariz.
―¿Me invitás un panqueque? ―sonrió inocente.
Julián bufó, dándole un suave cachetazo en el culo.
―No.
―Porfis. ―pidió ella, aunque ya sabía que él le iba a invitar igual―. Uno solo, cortalo en cuatro.
―En tres, porque en cuatro te pongo a vos.
―Basta, pajero. ―Camila rodó los ojos, pegandole en el hombro mientras él comía.
―¿Te pusiste colorada, flaquita?
Un rápido juego de manos se forma entre ellos. Julián, por su fuerza diferencial, la toma de la muñeca y le deja un suave beso en ella. Su fuerza es suficiente como para agarrarla de la cintura y hacerla sentar en su regazo.
La miró con esa sonrisa que la hace desmayar. Es como sí cada vez que la mira, sus ojos nunca dejaban de mirarla con adoración, y no podían dejar de dirigirse a sus labios. Dios, para él, ella era tan hermosa que podría ponerse a llorar.
―¿Y mi regalo? -bromeó Julián, moviendo las cejas de arriba a abajo.
―Sacá a Ñoqui primero. ―indicó Camila, dejando un suave beso en sus labios. Ya que nunca se atrevían a mostrarle obscenidades a su hijo.
Julián soltó una leve risa ante sus palabras, y dejó un húmedo beso en su cuello, aún acurrucado más cerca de ella. Deslizó suavemente una mano por su musculosa blanca, su mano encontrando su teta para apretarla un poco.
―Cuando volvamos, culona linda. ―murmuró, sobre sus labios―. Cambiate, Phil me dijo que salgamos a almorzar.
Camila formuló un puchero, abrazandolo por el cuello mientras se acercaba más a él, terminando por darle un beso en la boca, deslizando su mano detrás de su nuca mientras sus lenguas se entrelazaban.
―¿Y recién ahora me avisás? ―preguntó, después de separarse.
―Recién me avisó. ―él se encogió de hombros, descansando sus manos en su culo―. Dale amor, vamos a ese lugar que te gusta. Lo eligió Phil.
―¿Lo eligió Phil? ―sonrió Camila, repitiendo sus palabras―. Que dulce que es...
Julián puso los ojos en blanco, mientras un musculo de su mandíbula se tensa, haciéndose el desinteresado.
―No te hagas la viva. ―dijo él, cerrando el agarre de su mano alrededor de su cuello―. Como te gusta joderme, eh, flaquita.
―Un poquito puede ser. ―Camila ladea la cabeza, y Julián atrapa su labio inferior entre sus dientes, haciéndola jadear de dolor.
―Dale, nominada al Oscar, vestite. ―le proporcionó una pequeña nalgada.
―¿No nos podemos quedar? ―preguntó ella, y su propia voz suena suplicante, sumisa. No lo hace realmente a propósito, pero sabe que a Julián le gusta.
Un escalofrío recorre la espalda de Julian al sentir la mano de su futura mujer recorrer la piel expuesta de su abdomen, suave y deliberada, como si estuviera recorriendo delicadamente cada parte de su cuerpo, antes de llegar al elástico de su slip.
―Amor... ―gruñó Julián, con la voz ronca por la necesidad. Sus manos agarran su muslos con fuerza, sus dedos se hunden en su suave piel mientras se frota un poco contra ella.
La respuesta de Camila no es inmediata. Disfruta del momento, de su desesperación y su expectativa, de las reacciones de su cuerpo antes de que ella siquiera haga algo.
Él se acurruca contra su piel, su leve barba incipiente roza ligeramente contra su cuello mientras gira la cabeza para dejar un beso desesperado en su mejilla.
―Dale, mami... ―suplica, sus caderas se sacuden con urgencia contra sus piernas, buscando cualquier forma de alivio.
―¿Qué, amor? ―lanzó con sorna, buscando su provocación.
El pecho de Julián se agita con respiraciones entrecortadas, su corazón latió con fuerza contra su caja torácica. El bulto en su slip palpita y pulsa, presionando contra los confines de la tela. Está completamente a su merced. Como de costumbre.
Antes de que él pueda contestarle, Camila se levantó levemente sobre su regazo. Su mano ágil se engancha en el borde de su ropa interior, y, sin necesidad de hacer más de un movimiento, le bajó el slip de un solo tirón, dejando la piel expuesta de su miembro al aire.
Julián enreda los dedos en su cabello, tirando para atrás para darle acceso a su cuello, dándole una mordida mientras sus caderas se inclinan hacia arriba en una demanda silenciosa de su toque. Su miembro está colorado de un rojo intenso, y el grueso eje palpita y gotea liquido preseminal por la hinchada punta.
―Me enloquecés, flaquita.
🕸
| camilabardel ha respondido a tu historia: amor eso no es mejores amigos 😟
juliaanalvarez
QUE
CÓMO QUE NO
🕸
(...)
14 DE FEBRERO, 202
📍MADRID, ESPAÑA.
―Flaqui, ¿ya estás?
Julián entró a la habitación de Lionel, donde, según él, se encontraría con Lio ya dormido angelicalmente, y con su mujer lista para ir directo al auto y salir.
La escena que se encontró, sin embargo, fue todo lo contrario. Camila todavía estaba en bata de baño, ni una capa de maquillaje en su rostro, Lio estaba más despierto que nunca, con su Spiderman de peluche entre sus bracitos, con la mirada puesta en la tele, al igual que su mamá, mientras miraban la película de The Eras Tour, la película favorita de su hijo, después de cualquiera de Spiderman.
―Y después del concierto, tu papá me consiguió un pase VIP, y ahí la vi a Taylor. ―Camila contó, mientras Lionel la miraba con los ojos bien abiertos y la boca entreabierta.
―¿¡De enserio, mami!? ―exclamó Lio, sentándose sobre sus talones para no perderse ni una palabra de su anécdota―. ¿¡Y qué te dijo!?
―Me dijo que le gustaba mucho mi vestido, que estaba muy bonito. Y que le gustaba mi trabajo.
Julián contuvo una risa, porque conocía la historia a la perfección. Eso, y cuando ganó el Oscar, eran de las cosas que Camila jamás dejaría de hablar.
―¿Cuándo sea grande puedo ir a verla yo, mami? ―preguntó Lionel, mirando a su mamá con mucha admiración.
Camila soltó una risa, y asintió: ―. Si amor, pero te tenés que aprender todas las canciones.
―¡Ya me las sé! ―exclamó el niño, inflando el pecho de orgullo―. Mi favorita es luk guat yu maid mi do.
Y Camila no dudó ni un segundo que fuera cierto.
―¿Otra vez están mirando la película de Taylor? ―Julián se acercó a sus dos amores, sentándose en la cama con ellos―. ¿Lio, te lavaste los dientes?
Lionel suspiró dramáticamente, como si le estuvieran pidiendo lo peor del mundo. Se bajó de la cama, se puso sus pantuflas de oso, y caminó hacia el baño, arrastrando los pies con pereza.
―¿Qué hacés que todavía no te cambiaste, culona? ―le dijo Julián a su mujer, dándole una palmada en el culo―. Dale beba, yo cuido a Lio mientras te cambiás. La reserva es en una hora.
―Pero, amor... ―se quejó ella, haciendo puchero―. ¿Seguro que querés ir?
―Sí, amor, hay que aprovechar que Rama y Ame están acá, así Lio juega. ―insistió, con ojos suplicantes, mientras le depositaba un beso en el hombro―. Una sola noche te pido, gordita, por favor, hace un montón que no salimos a cenar.
Camila sabía que él tenía razón. Desde la llegada de Lio, las cenas románticas habían pasado a segundo plano, al igual que el tan aclamado Día de los Enamorados. Ser padres era la experiencia más hermosa y también desafiante de la vida de ambos, y aunque no podían sentirse más felices y contentos con la familia que tenían, también comprendieron que el amor podría transformarse de formas inesperadas.
Durante los primeros meses con Lionel, cualquier noción de tiempo se volvió borrosa. Los días y las noches se mezclaban en una rutina de pañales, mamaderas y desvelos. En ese primer 14 de febrero como padres, ella y Julián apenas se dedicaron un "feliz día" entre bostezos mientras intentaban dormir a su hijo. No hubo cena romántica ni regalos significativos, pero tampoco importó. Porque aunque el amor entre ellos se veía diferente, seguía ahí, en los pequeños gestos: en cómo Julián se despertaba en mitad de la noche para calmar el llanto de su bebé, en cómo la abrazaba cuando ella sentía que no podía más, en cómo aprendieron a ser equipo sin siquiera decirlo.
El tiempo pasó, Lionel creció, y Camila comenzó a reencontrarse con partes de sí misma que había pausado. El trabajo volvió a llenar sus días y, sin darse cuenta, el Día de los Enamorados pasó desapercibido más de una vez. Entre rodajes, escenas y la rutina con Lionel, a veces ni siquiera recordaba la fecha hasta que veía escaparates llenos de corazones o escuchaba alguna canción de Taylor Swift en la radio. Su relación con Julián había cambiado, no porque se quisieran menos, sino porque el amor maduró. Ahora, los momentos juntos eran más valiosos porque eran más escasos.
Ya no necesitaban grandes gestos ni planes elaborados. A veces, el mayor acto de amor era simplemente quedarse en casa, abrazados en el sillón mientras Lionel dormía, disfrutando del silencio y de la certeza de que, a pesar de todo, seguían eligiéndose. Porque aunque su vida había cambiado para siempre, lo que sentían el uno por el otro seguía siendo lo más real que tenían.
―Ya sé, es que... nunca lo dejamos quedarse a dormir en otra casa, y me da cosa, porque nunca estuve una noche sin él, y...
―Amorcito, nos merecemos una noche a solas, ¿o no? ―dijo él, pasando un brazo por su cintura, para acercarla más a él.
―Mhm... ―musitó la actriz, rozando sus narices en un beso esquimal―. Pero... no lo van a saber cuidar como nosotros.
―Amor, Ramiro tiene la misma energía de un nene, los va a hacer jugar hasta cansarse. ―se rió Julián―. Va a estar todo bien, no le va a pasar nada.
―Pero amor... es mi bebé...
―Yo soy tu bebé. ―dejó un suave beso en sus labios―. Dale, mi amor, por favor, una noche para tenerte solo para mí, ¿por mí?
Camila suspiró, pero terminó por asentir. Sabía que se lo debía.
―¿Me prometés que lo vamos a buscar temprano?
―Cuando nos despertemos. ―asintió él, con una sonrisa ganadora―. Dejá de ser tan loquita, amor, no te faltan tantos tornillos, hasta donde sé.
―Puto. ―le sacó la lengua, ofendida.
―¡Ya volví! ―exclamó Lionel, entrando a la habitación, corriendo con velocidad, sus piecitos descalzos sonando contra la cerámica.
―¿Vos andabas descalzo, Enzo Lionel? ―Camila alzó una ceja, y miró a su hijo.
―¡Pero vine corriendo, mami! ―se defendió su hijo, con seguridad―. Yo corro rápido, como papá.
―Más vale, arañita. ―Julián le sonrió a su hijo, haciendo su seña de araña con los dedos.
Los ojos de Lionel se iluminaron. A él le encantaba cuando le decían arañita, como a su papá. Le daba orgullo que lo reconocieran como el sucesor del campeón de todo, como decía él.
―Me voy a cambiar. ―avisó Camila, depositando un beso en la frente de su hijo para terminar de arreglarse.
Lionel se giró hacia su papá, con total curiosidad: ―. ¿Van a salir con mami?
―Sí, y vos te quedás donde la tia Ame y el tio Rama, a dormir con Aurora.
―Ah, bueno. ―sonrió el niño, feliz de saber que, aunque no iba a estar con sus padres por una noche, tendría a su prima para jugar―. ¿Papi? ―preguntó, con ese tonito inocente que Julián ya sabía que significaba que estaba por preguntar algo complicado―. ¿Vos y mami van a salir a hacer un hermanito?
Julián parpadeó, sorprendido, y se aclaró la garganta, algo nervioso. Camila siempre era más viva para responder las inesperadas preguntas de su hijo.
―¿Eh? ―soltó el futbolista, como si no hubiera escuchado bien la pregunta.
―A mi hermanito. ―repitió Lionel, alzándose de hombros―. ¿Le vas a dar el beso especial a mami?
Julián no respondió enseguida, mientras que su cerebro buscaba encontrar de responder sin meterse en problemas.
―¿Beso especial? ¿Quién te dijo eso?
―El tío Agu. ―explicó Lionel, con total normalidad―. Me dijo que los papás le dan a las mamás un beso especial y de ahí, crece un bebé en la panza de la mamá.
Julián respiró hondo. Obvio que había sido Agustín, quien no siempre era un ejemplo de buena influencia.
―Eh... no, pichón, no es... tan así. ―intentó explicar Julián, sin querer entrar en tantos detalles―. Es... otra cosa.
Lionel frunció el ceño, claramente confundido.
―¿No? ―dijo sorprendido, ya que él había creído ciegamente en las palabras de su tío―. ¿Y como llega un bebé a la panza de mami?
Julián cerró la boca y después la cerró. Lionel Álvarez y su inmensa curiosidad, parte mil. Aunque sabía que eventualmente esa pregunta iba a llegar, no esperaba que fuese tan pronto.
―Bueno, eh... ―comenzó, eligiendo sus palabras con cautela―. Es un poquito más distinto que... un beso especial.
―¿Y cómo es? ―insistió Lionel, con los ojos brillando de curiosidad.
Julián pensó detenidamente, buscando la manera de salir del paso sin arruinarle la infancia, ni traumarlo al darle mucha información.
―Mmm... Es un proceso que pasa cuando dos personas se quieren mucho y deciden tener un bebé. ―dijo, intentando sonar convincente―. Es algo que hacen los grandes.
Lionel lo miró fijamente, como si analizara si su papá le estaba escondiendo algo.
―Pero... ¿qué hacen? ―preguntó con total inocencia.
Julián sintió una gota de sudor imaginaria resbalándole por la sien.
―Eh... Bueno... Es algo que te vamos a explicar cuando seas más grande.
Lionel frunció los labios, claramente no conforme con la respuesta.
―Sonás como mami cuando me dice que me va a dar caramelos, pero me da fruta.
Julián se rió, porque, efectivamente, era casi la misma técnica.
―Bueno... cuando seas más grande, lo vas a entender.
(...)
―Porfa no le des caramelos muy tarde porque después le duele la panza, ni lo tapes mucho al dormir porque le da calor. Si se despierta por pesadillas me llamás así hablo con él por teléfono porque-
―Pero la concha de tu madre, pollo, sos infumable nena. ―Ramiro bufó, haciendo finalmente que se callara. Se pasó la mano por la barba, rodando los ojos―. Haceme el favor de irte con tu marido, molesta. Yo sé cuidar chicos, tengo una hija.
―Lamentablemente. ―Aurora, su hija, murmuró por lo bajo.
―¡Aurora! Callate, pendeja. ―la retó Ramiro―. Andá a terminar los deberes, ahora voy así te ayudo.
―Papi, no sabés dividir por dos cifras. ―se burló su hija nuevamente, sacandole la lengua―. ¡Hola tía!
―¿Cómo estás, princesa? ―Camila sonrió, agachandose un poco para darle un abrazo a su ahijada.
―¡Hola Lio! ―Aurora le sonrió con ternura a su primo, dándole un corto abrazo―. ¡Vení! ¿Juguemos a la pelota?
―¡Dale! -Lionel asintió, abrazando la pierna de su mamá para finalmente despedirte―. Chau mami, te amo.
―Chau mi príncipe, te amo mucho más. ―besó su frente.
―¿Quién es tu tío favorito, yo o Álvaro? ―Ramiro le preguntó a su sobrino, entrecerrando los ojos, como si su respuesta dependía de su estadía en su casa.
―Vos, tío Rama.
―Bien ahí, campeón, vayan. ―le dio una palmadita en la cabeza, y ambos niños, prácticamente corrieron hacia el interior de la casa―. Chau, putita. Mandale saludos a mi novio.―le sacó la lengua, cerrando la puerta.
―¡Pedazo de pelotudo, no te di la mochila de Lio! ―le gritó Camila, golpeando la puerta con fastidio.
―Damela. ―Ramiro solo sacó la mano de la puerta, moviendola en diferentes direcciones.
―Sos un pelotudo, Ramiro. ―bufó su hermana, entregándole la mochilita se Spiderman.
La noche tenía ese aire cálido y tranquilo que hacía tiempo no disfrutaban. Después de dejar a Lionel en la casa de Ramiro y Amelia, Julián y Camila finalmente pudieron respirar con calma y concentrarse en ellos dos, algo que, entre el trabajo y la crianza de un nene de cuatro años, no ocurría con tanta frecuencia.
Eligieron un restaurante elegante pero acogedor, con luces tenues y velas en cada mesa que creaban un ambiente íntimo. Camila, con un vestido negro ajustado y su tipico maquillaje natural, se veía radiante, y Julián no dejaba de mirarla con esa mezcla de admiración y amor que siempre le salía natural.
El resto de la cena transcurrió entre conversaciones tranquilas, recuerdos y pequeñas caricias por encima de la mesa. Se dieron el lujo de hablar de cualquier cosa sin interrupciones, sin dibujos animados sonando de fondo, sin juguetes esparcidos por todos lados.
Y aunque extrañaban a Lionel, ambos coincidieron en algo: esas noches eran necesarias. Porque más allá de ser mamá y papá, también eran Julián y Camila, dos personas que se amaban y que, entre todo el caos de la vida, merecían seguir eligiéndose.
―¿Te pasa algo, amor? ―preguntó Julián, subiendo la cabeza de entre sus senos, para mirarla con atención.
Ya estaban desnudos, recostados en la cama king-size, que estaba repleta de pelatos de rosas, regalo de Julián.
Camila apretó los labios, pasando suavemente las manos por sus pectorales bien formados.
―¿Qué pasa, mi amor? ¿Pasó algo? ¿Te querés ir a casa? ―volvió a preguntar Julián, subiendo hasta quedar recostado en el respaldo de la cama, trazando suaves círculos en la espalda desnuda de su mujer.
―No amor, no pasó nada. ―respondió ella, arrugando un poco la nariz―. O sea... si es algo... pero... no que haya pasado....
―¿Qué pasa, bebé?
―Es que... ay, no sé, capaz es una pelotudez... ¿no te vas a reír de mí, no? ―alzó la mirada, con vergüenza.
Julián negó con la cabeza divertido, y soltó una leve risa.
Camila podía ser una mujer demasiado directa, que siempre iba a decir lo que estás haciendo mal o bien. Aún así, a veces todavía se sentía como una adolescente, que le intimidada hablar de las cosas personales, y, sobre todo, sus pensamientos.
―¿Viste que... ―ella pausó, con nerviosismo, jugando con sus dedos―... que vos me dijiste que... tenias ganas de tener otro bebé?
―Sí... ―asintió él, frunciendo el ceño mientras le prestaba atención.
―¿Ya... no? ―le preguntó, con algo de vergüenza―. ¿No querés que tengamos otro bebé?
Julián sonrió levemente. La idea de no querer otro bebé era casi absurda.
―Flaquita... ―susurró, acariciando su mejilla―. Es tu decisión, mi amor. Es tu cuerpo. Yo no te quiero forzar a tener otro hijo si vos no querés. Si a vos te parece que con Lio es suficiente, está perfecto. Te amo a vos, amo a Lio y amo a la familia que tenemos. Dejé de insistir porque capaz vos con Lio estás bien.
―Juli... ―dijo ella, haciendo un pequeño puchero―. Yo quiero otro bebé. Quiero uno más.
―Mirala de atrevida... ―la molestó, pegandole en la cola.
―Dale, tarado. ―se rió ella, empujandolo levemente―. Es que... bueno, no sé. Yo no me crié como hija única, y la verdad es que no me imagino como hubiera sido si no hubiera tenido hermanos. No quiero que Lio se sienta solo, quiero que tenga alguien para que juegue y pueda compartirle todo como yo lo tuve cuando era chica. ―lo miró a los ojos, con dulzura―. ¿Vos querés?
―Flaquita, yo te hago hasta diez hijos si vos me dejás.
―Bue, no te zarpes. Te dije uno solo, no diez. ―bufó, rodando los ojos, divertida―. Con dos estamos. Además, si lo tengo ahora, no va a ser tanta la diferencia de edad.
―¿Pagar dos universidades a la vez? A la mierda... ―bromeó Julián, haciéndola reír.
―Al que queramos más lo mandamos a estudiar, al otro lo hacemos futbolista o actor así no estudia. ―rió Camila, como si estuvieran armando un plan maestro.
―Amor, nunca en la vida podrías tener favoritismo. ―se burló Julián, pasando la mano por su espalda suavemente―. Llorarías.
―Dejame. ―se quejó ella, acostumbrada a las típicas bromas de su marido.
Aunque ella sabía que él tenía razón. Jamás podría tener favoritismo sobre sus hijos, antes prefería morirse. Incluso cuando uno de ellos todavía no existía.
Aunque, bueno, después de esa noche, Carolina Álvarez estaba en camino.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top