2.04

CAPÍTULO CUATRO
LULI

TW: violencia, amenazas, armas, ¿muerte???¿¿¿

𑁍

MONTSERRAT

¿DÓNDE ESTÁBAMOS? ¿QUÉ HABÍA PASADO?

No sé cuánto tiempo llevo haciéndome esa pregunta. Lo último que recuerdo es que estábamos entrando a la vecindad, o a la casa de los payasos. Vimos una luz roja, escuchamos ruidos, comenzaron a perseguirnos y después... nada.

Todo es difuso. Muy confuso. Voces, gritos, mi nombre, el de Adri. Las voces de los chicos, de Fede y Are.

Hace tiempo que estamos encerradas en un pequeño cuarto en quién sabe dónde. Adri y yo estábamos atadas de pies y manos, y la habitación estaba a oscuras. Hace rato que nos habían quitado las mordazas, y también hace tiempo que dejamos de gritar.

Creo que ninguna de las dos ha podido dormir más de dos horas. El frío y duro suelo no es precisamente cómodo para descansar, pero estar sentadas nos provoca dolor en el trasero y la espalda.

Lo único que tenemos claro es que las personas que nos secuestraron son los "discípulos" de los payasos: esos con túnicas rojas y máscaras de payaso.

Han venido en algunas ocasiones a darnos de comer y beber, pero nunca tocamos la comida. Vaya uno a saber qué le habrán puesto. Para nosotras es más viable morirnos de hambre que envenenadas.

Los enmascarados nunca nos obligaron a comer; a beber agua, sí. Pero muchas veces terminaba más en el suelo que en nuestro organismo.

Esta vez, sin embargo, no habían venido. Ya había pasado un buen rato y los enmascarados no se habían presentado ni una sola vez. Su visita era nuestra única forma de saber si era de día, tarde o noche.

Ahora, volvíamos a no tener idea de qué momento del día era. Mirar el techo o el suelo se había vuelto aburrido y tedioso. Ninguna de las dos había dicho una sola palabra desde hacía tiempo.

Creo que el silencio era un efecto del ardor de garganta que, estoy segura, ambas teníamos. Solo intercambiábamos un par de miradas cuando escuchábamos pasos o algún ruido fuera de la puerta.

Como ahora. Aunque esta vez se escuchaban más pasos de lo normal.

De pronto, la puerta se abrió. Cuatro hombres con túnicas rojas entraron sin dudarlo.

Dos fueron hacia Adri y los otros dos hacia mí. Nos desataron las manos y los pies, tomándonos de ambos brazos para arrastrarnos fuera de la habitación.

El lugar me parecía familiar. Las estrechas escaleras negras de caracol me hicieron caer en cuenta de que estábamos en la parte de arriba de la cocina de la casa de Fede.

Adri y yo compartimos una breve mirada antes de ser arrastradas por las escaleras hasta la puerta de la cocina.

Todas las luces estaban apagadas, y fuera era de noche, por lo que no pude distinguir muy bien a la persona con peluca afro que estaba de pie en el tipo balcón, con dos personas sosteniendo antorchas detrás.

Adri fue la primera en ser empujada hacia la puerta, pero tropezó con el marco, haciendo que aquella persona se diera cuenta.

Un payaso. Una mujer payaso.

—Pero miren quiénes se han unido a la fiesta.—dijo con voz melodiosa antes de soltar una gran carcajada y aplaudir un par de veces.

—Y-yo te conozco.—murmuró Adriana, tensa a mi lado y con el rostro pálido. No era una pregunta, era una afirmación.

La mujer se giró hacia mi amiga y dio unos pasos hacia ella, hasta quedar cara a cara.

—¿En serio?—dijo, haciendo un puchero mientras pasaba la uña de su dedo índice por la mejilla de Adri.—Yo también te conozco. Mi hermano me dijo que te vio una vez.

¿Qué estaba pasando?








































ADRIANA

Conocía perfectamente a esa mujer. Me había atormentado durante mucho tiempo.

Su risa. Su peluca. Su cara. Su voz.

Era Luli. Y el chico del elevador era su hermano.

—E-eres Luli.—logré decir. No sé cómo mi voz salió, después de días con la garganta seca.

Luli soltó un chillido y aplaudió de nuevo, emocionada.

—Me encanta esta chica.—dijo, antes de llevar ambas palmas de sus manos a mis mejillas y bajar mi cara a la altura de la suya.—Sería una pena que algo te pasara.

¿Qué? ¿Qué significaba eso?

Luli me soltó y se dirigió a Monse, quien llevaba rato mirándola con seriedad. Eso parecía no gustarle. Tomó a mi amiga por la muñeca y la puso frente a un cuenco de metal, donde se podían ver algunas cosas que los chicos habían encontrado sobre los payasos.

—Quémalo.—le dijo, aventándole una caja de fósforos. Monse la miró fijamente.

—Espera, no puedes...—Intenté acercarme, pero los hombres que me sujetaban me lo impidieron.

—¡Quémalo!—Luli me ignoró y le gritó a Monse, quien se sobresaltó.

Monse no hizo nada al principio. Miró la caja de fósforos, luego el cuenco, después a los chicos y, por último, a Luli.

—Yo no...—empezó a decir, pero, en un rápido movimiento, Luli me puso una navaja en la garganta, haciéndonos a ambas paralizarnos.

—Hazlo, o tu amiga sufrirá las consecuencias.—dijo Luli, visiblemente molesta.—¿No quieres que le pase algo malo a tu amiga, verdad?—La falsa pena en su voz hizo que Monse comenzara a temblar.

—Monse...—susurré con la voz entrecortada, mientras sentía cómo una lágrima escapaba de mis ojos al ver que Monse comenzaba a abrir la caja.

—Perdón, perdón...—Monse murmuraba mientras sacaba un fósforo, lo encendía y, cuando la llama comenzó a consumirlo, lo dejó caer en el cuenco.

—¡No!—gritaron los chicos, mientras Luli me quitaba la navaja de la garganta y reía y aplaudía con entusiasmo.

Los hombres volvieron a tomar a Monse con brusquedad y la arrastraron a su lugar anterior. Ambas miramos hacia las escaleras de nuestra derecha, viendo cómo Fede intentaba subir, pero uno de los enmascarados le bloqueó el paso.

Por un momento, no sabíamos qué estaba pasando. Solo veíamos a los chicos moverse de un lado al otro por el patio, hasta que finalmente decidieron correr hacia las escaleras de la izquierda.

De repente, una luz brillante naranja apareció frente a nosotras, y el olor a combustible llenó el aire. Ver a los chicos regresar al centro del patio nos relajó al saber que ninguno había salido herido.

Dos hombres siguieron a Luli por las escaleras, mientras que los que nos sujetaban nos empujaron hacia el lugar donde Luli había estado antes.

Desde ahí, vimos cómo Luli les decía algo a los chicos. Dejé de mirarlos para observar hacia abajo, donde las fotos y papeles estaban ardiendo; no del todo, pero sí en parte.

Entonces, el sonido de las sirenas de la policía llenó el aire tenso. Monse y yo nos miramos antes de volver la vista hacia los chicos. Sin embargo, Luli ya venía corriendo por las escaleras por donde había bajado antes.

Los hombres nos giraron hacia ella, dejándonos una al lado de la otra.

—Alfa está muy emocionado de verte en persona.—dijo, sacando la misma navaja de antes y mostrándonos la hoja.—Lástima que no puedo decir lo mismo de tus amigos.

Miró a los chicos, luego a Monse. Y, en un abrir y cerrar de ojos, Luli había apuñalado a Monse en el abdomen.

—No saben con quién se metieron.

Con eso, Luli sacó la navaja del cuerpo de mi amiga, me sonrió y salió corriendo hacia el interior de la casa de Fede. Antes de que pudiera reaccionar, uno de los hombres que me sujetaba puso un trapo en mi cara, haciendo que comenzara a forcejear.

Por un instante, reuní todas mis fuerzas para intentar zafarme, pero estas comenzaron a desaparecer lentamente, hasta que mis ojos se cerraron.

Lo último que sentí fue el frío suelo, y lo último que oí fueron las voces rotas de Are y Fede, y los gritos histéricos de Iván, Boom e Ian.

No dire nada al respecto, feliz año nuevo, feliz navidad, felices reyes, besos

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