1.06
CAPITULO SEIS
SACRIFICIO PT. 2
𑁍
ADRIANA, MONTSERRAT, IVAN, OSCAR Y Boom fueron llevados hasta el techo del edificio, donde se encontraba una pequeña habitación llena de velas, como si de un ritual se tratara. Tanto dentro como fuera, había muchas personas con túnicas y máscaras.
A los chicos los hicieron arrodillarse frente a un altar, mientras que a las chicas las guiaron a la habitación contigua donde DinDon, MiniMini (aunque las chicas no sabían que estos las seguían) y Duffy se encontraban.
Las personas que sujetaban a las chicas las soltaron, empujándolas hacia una esquina de la oscura habitación, donde quedaron rodeadas por los payasos. Ambas chicas tropezaron al ser lanzadas, provocando la risa de los tres payasos.
Adriana y Montserrat se arrastraron hasta quedar pegadas en la pared más cercana, tomándose de las manos para darse seguridad mutua y entender que estaban juntas.
Los payasos se mantenían alrededor de ambas mujeres, pero mantenían una distancia considerable. Adriana y Montserrat no podían ver a los payasos claramente debido a la poca iluminación que entraba gracias a las velas.
Ambas mujeres no supieron cuánto tiempo pasaron arrinconadas en ese lugar. Pero cuando menos se dieron cuenta, fueron tomadas de sus brazos, levantadas del suelo y las sacaron de la habitación para reunirse con sus amigos.
Cuando entraron a la habitación de las velas, vieron que el payaso de dos metros era quien las tenía agarradas y notaron que Fede, Iván y Arenovitz se habían reunido con los otros hombres del grupo, abrazados en una especie de protección.
El uruguayo y el rizado, al darse cuenta de que Adriana y Montserrat estaban bien, se aliviaron un poco, aunque el miedo aún era evidente en sus miradas.
Cuando MiniMini se acercó al grupo de hombres y Arenovitz y Fede intentaron acercarse a las chicas, este se los impidió, empujando a ambas chicas hacia atrás bruscamente.
—Por favor...—le rogaba Fede, mientras veía cómo Duffy se golpeaba con una especie de látigo.
Ambas chicas vieron con confusión y terror al payaso, al ver que él era el más trastornado de los tres payasos.
—Ya conocen a mis hermanos.—habló MiniMini.—Bienvenidos a su sacrificio.—se volteó hacia Óscar del Rey.—¡Ten! ¡Graba! ¡Toma!
El payaso de dos metros le dio la cámara a la pelinegra antes de empujar bruscamente a ambas chicas hacia los chicos, quienes las detuvieron para evitar que se cayeran y se hicieran daño, colocándose alrededor de ellas en forma de protección.
—¿Están bien?—les preguntó Iván a ambas chicas.
Adriana y Montserrat asintieron, frotándose los bíceps donde se habían hecho marcas de manos rojas debido a los hombres con túnicas y el payaso.
Ambos revisaron los brazos de las chicas y notaron las marcas rojas que les habían dejado, al agarrarlas de manera brusca y forcejear con ellos, incluso con los guantes puestos.
—Mi osito.—dijo el payaso trastornado en dirección al argentino, el cual estaba siendo agarrado por Iván.—Lo quemaron.—dijo, mientras continuaba golpeándose con el látigo.—¿Qué le hicieron a mi osito? ¿Ustedes sabían?—se dirigió hacia las chicas, antes de darse vuelta.—¿Por qué no hiciste nada tú?
Todos pensaron que se lo decía a Iván, pero cuando este se apartó, se dieron cuenta de que se lo decía a uno de los hombres detrás del argentino.
—Amigos, por favor, vámonos a la mierda.—susurraba Fede mientras abrazaba a la castaña de manera protectora.
—Fiesta, aplaudan.
—Fruto de mi vientre.—el payaso triste comenzó a acercarse de nuevo con la jarra llena del líquido negro.
Todos fueron retrocediendo poco a poco, tratando de evitar que los tres payasos se acercaran. Pero Duffy hizo que los hombres con túnicas rojas atraparan a Iván y a Óscar del Rey.
—¡No, no, no, amigos, por favor!—le gritaba el argentino a Fede.—¡Fede!
Ambas chicas, con todas las fuerzas que les quedaban, se aferraron a los brazos del rizado y del uruguayo, respectivamente.
Pero no les ayudó mucho, ya que, al final, todos terminaron en el suelo con la boca y la ropa manchadas del asqueroso líquido que DinDon les dio a tomar de la jarra.
Cuando llegó el turno del uruguayo, este comenzó a forcejear con el payaso triste, en un intento de evitar que ese líquido negro entrara en su cuerpo. Pero el forcejeo de Fede y el payaso triste llevó a que tanto el líquido como la jarra cayeran al suelo, haciendo que esta última se rompiera en mil pedazos.
—¡Corran!—gritó el uruguayo, tomando a la castaña de la mano y levantándola del suelo.
Arenovitz hizo lo mismo con Adriana, y esta, con las últimas fuerzas que tenían, corrió junto a sus amigos, tratando de llegar a la salida del túnel.
En el camino se encontraron con más de los hombres enmascarados, quienes solo los miraban y, esta vez, no trataban de detenerlos.
Eso, hasta que antes de llegar a las últimas escaleras por bajar, un hombre tomó por sorpresa a la pelinegra, sujetándola del brazo, haciendo que soltara la mano del rizado.
Este se dio cuenta rápidamente de que la calidez de la mano de Adriana había desaparecido y se volteó rápidamente, descubriendo la escena.
El hombre que había detenido a Adriana levantó un pedazo de papel blanco doblado en cuatro y lo depositó en la palma de la mano de la chica, desde el bíceps hasta la muñeca.
—Alfa tiene un mensaje para ti...—dijo el hombre, después de cerrar la palma de la pelinegra.
Cuando Arenovitz estaba a punto de hacer algo en contra de aquel hombre, este mismo soltó a la pelinegra, empujándola hacia el rizado, quien la atrapó para evitar que se cayera.
—Vamos.—le dijo a el rizado, tomándola de nuevo de la mano.
Ambos miraron por última vez al hombre antes de salir corriendo, tratando de encontrar a sus amigos, quienes no se habían dado cuenta de que la pareja se quedó atrás.
Cuando ambos lograron llegar a la salida del túnel y se reunieron con sus amigos, el grupo comenzó a recorrer el túnel de nuevo hasta llegar por donde habían entrado.
Esta vez, el uruguayo quedó de último y fue el encargado de voltear hacia atrás, asegurándose de que ningún payaso ni enmascarado los siguiera.
La llegada al interior de la casa del uruguayo provocó un sentimiento de alivio en todos, aunque parcial. Al final del día, debajo de ellos tenían un túnel que conectaba con un lugar donde al parecer vivían los payasos.
Fede y Arenovitz se abrazaron a ambas chicas, quienes aceptaron y se lo devolvieron de igual forma, aferrándose a ambos hombres como si el mundo se fuera a acabar.
Después de ver cómo se las llevaban y sentir esa angustia y terror por no saber si estaban bien o si les habían hecho algo, eso sería algo que los marcaría de por vida.
Pista del siguiente cap: one kiss, one kiss SJSJSJJSJSJSJS
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