𝑽𝒆𝒊𝒏𝒕𝒊𝒕𝒓𝒆́𝒔 ~ 𝑨𝒈𝒖𝒂𝒔 𝒄𝒐𝒏𝒇𝒊𝒏𝒂𝒅𝒂𝒔
No tenía nada que hacer hoy, más que recoger un poco el salón y poco más.
Madre mía que aburrimiento.
Miraba a Ryu, que estaba echado tranquilamente mientras yo veía un documental de fauna marina en el televisor, me gustaba ponerlos de fondo por la mañana y quizá de esta manera aprender algo que todavía no supiera acerca de los animales que en él vivían.
También había revisado mi correo electrónico en el teléfono, no tenía mucha cosa aparte de publicidad y algún aviso de las reseñas que mis clientes habían dejado en las páginas web de turismo en las que se encontraba inscrito mi negocio. Me gustaba leer estas últimas, pues, hasta la fecha, nunca había tenido un mal comentario y la verdad, me alegraba el día saber que las personas que habían contratado algún servicio de los que yo ofrecía lo habían disfrutado tanto como para perder unos minutos de su tiempo en dejar una opinión pública en la red.
Continué bajando los e-mails hasta que vi una publicidad que llamó mi atención. Una de una revista de perros a la que me suscribí al poco de adoptar a Ryu.
"¿Le has dicho alguna vez a tu amigo cómo te llamas? Seguro que él conoce su nombre de sobras, pero ¿y el tuyo? ¡Prueba a decírselo! ¡A ver cómo reacciona!"
—Pues razón no le falta... —dije en voz baja.
Miré hacia mi mascota, que pareció darse cuenta de que había posado la vista en él y se giró hacia mí, quedándose ahí, con esa cara de bobo y la lengua fuera, cómo esperando que le dijese algo.
—Ryu, ven aquí un momento —ordené con autoridad, tal y como me había enseñado Baji.
Se ubicó a mis pies, sentado, y posó una de sus patas en mi rodilla.
Tonto, no te he pedido la pata, pero bueno...
—Oye Ryu... ¿Tú sabes quien soy yo? —me señalé el rostro y él ladeó la cabeza, cerrando el hocico y algo confuso.
—Tú eres Ryu ¿verdad?
Ladró una única vez y yo me reí, si es que cuando quería era listísimo.
—Pues yo soy Nami —volvió a ladear la cabeza— ¿no me entiendes? Yo... Na-mi.
Seguía igual.
—Yo me llamo Nami.
Ahora volvió a abrir la boca, y dio dos ladridos.
—¡Eso es! ¡Yo soy Nami! —empecé a reírme como una tonta y me levanté del sofá —Ryu ¿quién soy yo?
De nuevo, ladró dos veces.
No lo pude evitar, me abalancé sobre él y le pasé los brazos por el cuello.
—¡Si es que cuando quieres eres demasiado listo! Te has ganado un hueso, venga ven.
Fui hacia el armarito y saqué un pequeño hueso para dárselo, él de seguro era el perro más feliz del mundo en ese momento, pues daba saltitos sobre sus patas delanteras, ansioso por recibir su premio.
Una vez él había corrido hacia su camita para empezar a mordisquear el hueso, escuché unos golpes en la puerta de la calle y me apresuré a bajar las escaleras.
—Uy —era Mitsuya, y venía con Draken detrás — hola, ¿necesitáis algo?
—Hola Nami, buenos días —el más bajito contestó primero.
—¿Por qué ladra Ryu? —Draken ni hola decía ya, pero no importaba.
—¡Le he enseñado cómo me llamo! —dije agitadamente— mira, verás.
Miré hacia arriba de las escaleras e inhalé bastante aire.
—¡Ryu! ¿Cómo me llamo yo?
Se escucharon dos ladridos desde la parte de arriba y yo volví mi vista hacia ellos dos, con una sonrisa exagerada y orgullosa en el rostro.
—La encantadora de perros soy ahora, ¿has visto Draken? Le voy a quitar el puesto al hombre ese de la tele.
No dijeron nada, los dos intercambiaron miradas y sacudieron la cabeza con una ligera sonrisa.
—¿Qué pasa? —me puse seria al momento— no me digáis que no os ha parecido genial. ¿O acaso es envidia de que Ryu sepa mi nombre y no el vuestro?
—Nami... ¿te aburres mucho sola en casa no? —terminó por decir Draken, pasando por un momento al descansillo de mi edificio sin ningún reparo.
—¡Ryu! —gritó— ¿Cómo me llamo?
Dos ladridos.
—Perro traicionero...—murmuré, qué decepción me acababa de llevar.
Mitsuya se estaba descojonando, literalmente, cuando me vio la cara que se me había quedado empezó a reírse a boca llena. Draken solamente me miró de reojo con media sonrisa de sus labios y arqueando una ceja, como si estuviera orgulloso de lo que acababa de hacer.
—Eso es porque tu nombre también son dos sílabas, no me mires así —no me mires así...
—Ya...lo que tú digas.
—Bueno, ¿A qué habéis venido? —pregunté.
—Ah eso, es verdad —Draken salió a la calle de nuevo— vístete, vamos a un sitio. Y vístete bien, para eso te traigo a Mitsuya.
Mitsuya fue empujado adentro de mi casa por las manos de Draken, y yo miraba a este con cara de asco.
—¿Otra vez metiéndote con cómo visto? —me tembló el labio.
—Siempre. Yo voy a arreglar unos papeles en el taller, pero no tardo, así que venga, vístete que nos vamos.
—Oye Nami ¿tienes planes para hoy? No, ninguno Draken. Ah, ¿Quieres venir a un sitio con nosotros? —fingí una conversación conmigo misma, burlándome un poco de él.
Ambos volvieron a mirarse entre ellos y Draken cambió su expresión al instante, ahora se le veía confuso.
—¿No quieres venir?
—No he dicho eso, bobo —agarré a Mitsuya del brazo y le cerré la puerta en las narices a Draken, sacándole la lengua con burla antes de hacerlo y riéndome. Pude ver, antes de cerrar la puerta, cómo volvía a sacudir la cabeza mientras se mordía el labio y murmuraba un "vete a la mierda pececita" antes de encaminarse hacia el taller.
Me quedé riéndome en la parte baja de las escaleras, con Mitsuya mirándome algo cortado, como si le incomodase en cierta manera haber entrado a mi casa empujado por su amigo.
Iba increíblemente bien vestido. Con una camisa blanca de tela fina, unos pantalones algo holgados de color beige y unos zapatos combinados a la perfección de un tono marrón más oscuro. Y, para finalizar el conjunto, un sombrero del mismo color que los pantalones.
—Siéntete como en tu casa, en serio, no estés incómodo... —la situación también era algo extraña para mí, pero rápidamente y en cuanto esbozó una sonrisa, las cosas se calmaron un poco.
—Gracias Nami, y disculpa a Draken, a veces es así de intenso.
—Ya, ya lo sé... bueno... a ver... ¿me acompañas a mi habitación? No sé qué manía tiene este chico con mi ropa, en serio, con lo cómoda y fresquita que voy siempre.
—Ya... yo también me lo pregunto a veces... —le miré algo confusa, pero no le di importancia. Seguro que Draken le había hablado de lo mal que vestía y ahora mi cara se tornó roja. Tenía a un chico que era experto en moda en mi casa, para ver mi armario lleno de trapos insulsos y que distaban mucho de lo que seguramente él estaría acostumbrado a ver.
Habíamos entrado a mi habitación, y él tomó asiento en el borde de mi cama. Rechazó mi ofrecimiento a darle un té o algún refresco con la excusa de que acababan de desayunar hacía un rato y ahora mismo no le entraba nada en el cuerpo, así que fuimos directamente a ver qué me podía poner para ir a donde quiera que Draken tenía pensado.
—Oye Mitsuya...—dije sacando el quinto vestido largo del armario—¿De verdad visto tan mal? —pregunté con algo de pena en el rostro.
—Qué va —él miraba las telas y estampados de los vestidos que había ido tirando a la cama, también había algunas faldas largas y camisas que yo nunca había sabido conjuntar bien, y el de ojos grisáceos parecía estar formando conjuntos con esas prendas sobre la cama—, ¿te vas a fiar de lo que te dice Draken? Ni que él fuera un experto en ropa, siquiera y se quita el haori ese que me lleva desde vete tú a saber cuándo.
Reí ligeramente.
—Además, tienes aquí cosas muy bonitas, sólo es saber combinarlas, no hace falta ropa cara para vestir bien ¿sabes? Cuando yo era pequeño le hacía la ropa a mis hermanas pequeñas con cualquier tela que tenía por casa.
—¿Tienes hermanas?
—Sí, dos, son mucho más pequeñas que yo, ahora ambas han crecido y ya casi que ni quieren saber de mí —sonrió amablemente—, nah, es broma, pero las veo poco por el trabajo...
—Bueno, pero seguro que cuando os juntáis lo pasáis genial los tres juntos, al fin y al cabo sois hermanos.
Él asintió y por fin pareció ver algo que le gustó de mi armario. Un vestido largo de un amarillo claro con diminutas florecitas blancas estampadas por toda la tela y el escote un poco fruncido.
—Esto, ponte esto... y... ¿tienes algún cinturón estrecho para debajo del pecho?
Negué con la cabeza, casi no tenía accesorios.
Él se puso a pensar y a recorrer mi armario con la vista y un dedo sobre los labios, hasta que pareció ver una fina tela de color blanco que yo solía utilizar de pañuelo para el pelo.
—Esto servirá...voy fuera de la habitación para que puedas vestirte tranquila ¿vale? Ponte el vestido y me avisas para ponerte esto por encima bien.
No todos los días tienes a una celebridad de la moda en casa, y estaba realmente nerviosa por ese hecho, pero él, con sus palabras y gestos, apaciguaba la situación en solo un momento.
—¡Vale, lo que ordene el experto!
En cierto modo, estaba hasta contenta. Mi día aburrido parecía que iba a mejorar con creces por la pequeña salida improvisada a la que me habían invitado.
Una vez me coloqué el vestido, me asomé por la puerta y Mitsuya volvió dentro, agarrando la telita que había visto y empezó a pasármela por debajo del pecho, atándola con un lazo simple a un costado, de manera que me resaltaba el escote un poco más de lo que ya lo hacía el traje y terminaba de darle el toque al conjunto.
—Estás preciosa Nami, te queda bien este color.
—¿El amarillo? Mira que mi favorito es el azul...
—Sí, el azul también te queda bien, pero como tienes la piel algo bronceada, el amarillo la resalta más. Encima contrasta de manera bonita con tus ojos —sonrió y me dio un pellizco en la mejilla.
Me puse más roja que un tomate. Y él lo vio, pero solo me sonrió de nuevo de esa manera amable.
—Tienes bonitas facciones, Nami, ¿no te han hecho fotos nunca?
—¿¡Quéeeee!? —me sobresalté, pero como nunca, y retrocedí dos pasos— ¿Qué dices? Qué va, deja, deja, qué vergüenza...
Agitaba mis manos en el aire, de hecho, hasta había empezado a sudar de los nervios.
—No pues, créeme que si el cazatalentos de mi empresa te viera los ojos de seguro querría que posaras para él, no sé qué obsesión tiene con los ojos claros...pero, en fin, cosas de cazatalentos.
¿He contado ya que una vez mis padres me llevaron de pequeña para que me hicieran fotos para un catálogo de ropa de niños pequeños? ¿No verdad? ¿Por qué no lo he contado? Ah sí, porque la lie increíble durante las fotos, o eso me han dicho mis padres, por lo visto me la pasé con los ojos cerrados durante todo el rato, y a mi hermano era al único que finalmente pudieron hacerle las fotos.
—Mitsuya... eso de que tu compañero de trabajo está obsesionado con algo suena un poco mal...
—¡Qué va! —empezó a reírse —, bueno, sí, suena un poco mal, pero es buen tío, si no ten por seguro que no trabajaría con él.
—Oye, hablando de compañeros de trabajo... ¿Y Hakkai? ¿No viene con nosotros?
Había decidido empezar a arreglarme un poco el pelo, aunque, al final, fue Mitsuya el que empezó a peinarme. Me hizo sentarme en un taburete delante del espejo y él, con algunas horquillas en la boca, iba recogiéndome algunos mechones tras haberme hecho una especie de coleta baja que dejaba mi melena a un lado de mi cabeza.
—No, no viene, él y su hermana han decidido volver a irse de compras, parece que Yuzuha aún no ha visto todas las tiendas de ropa, y encima dice que vio una en la que podría comprarle ropa nueva a Hakkai, así que él ha tenido que ir por fuerza con ella...
—¿Su hermana también ha venido? —no tenía ni idea de eso.
—Sí, ella es su representante, así que, donde va uno, va el otro, son un pack —volvió a reír y posó ambas manos en mis hombros —. Lista, ¿vas a maquillarte? De eso ya no tengo mucha idea.
—Mitsuya... ¿quieres venirte a vivir conmigo y peinarme todos los días? —estaba impresionantemente bien con ese peinado, ni en broma yo hubiera podido hacerme esto sola, me daba demasiada pereza peinarme.
Ambos reímos.
—¿Sabes a quién sí podrías decirle que te peine?
—¿A quién? —le miré confusa.
—A Draken, él siempre peinaba a Mikey, era gracioso verlos. Estoy seguro de que...
—Ni en broma, no dejaría jamás que me tocase el pelo jamás, seguro que en una de esas le da un arrebato de odio y me deja calva como él...—miré su reflejo en el espejo. Volvía a reírse y ahora se limpiaba un par de lágrimas que se le habían escapado.
—¡Pero no te rías! ¡Si encima el siempre va con la moña esa! ¡Él se peina menos que yo!
Nada, que cuanto más le decía, más se reía.
Mientras él aún soltaba alguna risita, me puse las bambas blancas, tras su aprobación con un asentimiento al enseñárselas, y me maquillé ligeramente, como siempre solía hacer, un poco de rímel y una línea fina encima del párpado, de manera que mis redondos ojos ahora parecieran un poco más rasgados.
—¿Bien? —me giré hacia él, esperando su aprobación final.
—Perfecta, ahora solo falta la aprobación del "pelón" como tú le dices.
—¿Cómo sabes que le digo "pelón"? —no recordaba haberle dicho que yo le llamaba así, aunque igual era costumbre entre sus amigos llamarle de esa manera, pues fue Inupi el primero que lo llamó así el día que conocí al pelinegro.
—Ah bueno, él me lo ha dicho.
¿Han estado hablando de mí? Bueno, es normal, somos vecinos, imagino que, quiera o no, eso podía ser un tema de conversación para ellos. O quizá... no, no creía que Draken hubiera ido contando aquello a nadie, al fin y al cabo, fue una tontería.
Sonreí sin darme cuenta.
—Bueno, ¿nos vamos? Igual Draken ya nos está esperando, ¿Tú sabes a dónde vamos?
—No tengo ni idea... pero seguro que si es idea de Draken lo vamos a pasar bien.
Bueno, con respecto a eso tenía serias dudas. Con lo serio que era, no sabía si lo de idear planes divertidos sería su especialidad, pero, al menos, no podíamos hacerle el feo ni quitarle la ilusión de que nos llevase a algún sitio. Fuera el que fuera.
Salimos de casa, y, como bien suponíamos, Draken ya estaba esperando en la puerta de mi local.
Antes no me había fijado, pero iba tremendamente guapo hoy. No sabía qué le pasaba, pero se había levantado con el guapo subido. O quizá era porque volvía a llevar esa ropa que yo le había escogido aquel día.
—Ya me ha dicho que eso fue lo que tú le escogiste, diste en el clavo ¿eh? —Mitsuya murmuró en mi oído conforme nos acercábamos, Draken me miraba de reojo dándole otra calada al cigarrillo.
—¿Has visto? Luego dice que no tengo sentido del gusto...
—Nah, ni le hagas caso en eso, te aprecia, no para de hablar de ti.
—¿Qué? —este chico era demasiado directo. Ya ni llevaba la cuenta de las veces que me había hecho enrojecer.
—¿Qué murmuráis como dos viejas cotillas ahí? —la grave voz del mayor interrumpió el cruce de miradas de su amigo y yo.
—Nada, solo me está diciendo que lo guapo que vas es gracias a mí ¿Verdad? —bromeé y él alzó una ceja.
—¿Y que tú vayas así a quién es gracias? —respondió, dejándome callada.
¿Me acaba de decir que voy bien indirectamente? Sí, sí lo ha hecho.
—A mí, por supuesto —Mitsuya decidió intervenir.
—Ni de coña, gracias a mí, que te he llevado con ella, si no ni en broma...—tenía mis ojos puestos ahora en él, y le miraba expectante. ¿Lo diría directamente? —...ni en broma se hubiera quitado el peto.
Desvió la mirada. Pues no, no lo había dicho. Pero bueno, yo me veía guapa hoy, con eso me bastaba, hacía muchísimo tiempo que no iba tantos días a gusto con este tipo de ropa... y me sentía mejor. Como si la autoestima, la cual tenía por el suelo, se hubiera levantado de golpe y porrazo desde que el pelinegro empezó a meterse con mi manera de vestir.
Me dio un pinchazo en el pecho al pensar aquello y ver cómo esos dos se encaminaban hacia el coche a unos pasos de distancia delante de mí.
Me sentía mejor conmigo misma...desde que él empezó a hacerme ver mejor... no siempre, no era como si fuera a dejar de vestirme ahora con el peto y ropa cómoda solo por que él me lo dijera... pero el hecho de que, a lo mejor, cuando íbamos a otros sitios y antes ni se me pasaba por la cabeza arreglarme por el hecho de que quizá podrían mirarme y decirme cosas inapropiadas, ahora eso ya no me importaba tanto... me veía rara con esa ropa, sí... pero en el fondo sabía que si estaban en mi armario era porque en algún momento me gustaron... y nunca llegué a ponerme esas prendas. Y ahora era diferente. Quería ponérmelas.
Sonreí levemente y bajé mi mirada por unos instantes al suelo.
—¿Te vas a quedar ahí o qué? Venga, mueve el culo y móntate en el coche.
Draken me metía prisa, con la puerta trasera del coche abierta y esperando a que entrase. Mitsuya parecía haber ocupado el asiento del copiloto.
Le miré y aligeré mi paso hacia él.
—Moviendo el culo a toda velocidad, ¿contento? No vayas a conducir rápido que me mareo.
—Ya cállate, tú no te mareas, si cuando volvimos de Naha iba a toda leche y ni te enteraste.
—Iba dormida.
—Lo recuerdo, babeabas más que Ryu aquel día —me miró de arriba abajo.
—¿Por qué me miras tanto? Siempre lo haces, me pones nerviosa, ya deja de hacerlo cada vez que me visto diferente.
—Tonta.
—¿Encima me insultas? Joder, qué completito, ¿Hoy estás con ganas de discutir? Con la ilusión que tenía por irnos a dónde fuera.
Pasó su mano al lazo que Mitsuya había hecho con aquella tela bajo mi pecho, y dejó que se deslizara entre sus dedos. Yo miraba hacia abajo para ver qué era lo que hacía con la mano.
—Da igual lo que lleves, boba. Pero te ves con otra cara cuando te arreglas, por eso te digo que te quites el peto.
Me quedé callada. No sabía cómo lo hacía, pero siempre tenía una contestación que me hacía callar, daba por concluidas nuestros pequeños piques con palabras que me ponían nerviosa.
Me monté en el coche rápidamente, huyendo de tener que decir alguna cosa que estropeara la situación en ese momento. Me habían empezado a sudar las manos sin ningún motivo.
Joder.
—¿Siempre peleáis así? —Mitsuya se asomaba entre los asientos delanteros.
—Más o menos...—hice memoria—, sí, desde que nos conocemos.
En ese momento, Draken se ubicó en el asiento del conductor.
—Ponte el cinturón, Nami. —dijo este a modo de orden.
—Sí señor. —respondí como si hubiese sido un sargento el que me lo había dicho.
Le vi sonreír a través de su reflejo en el espejo retrovisor. Mitsuya se le quedó mirando con los ojos algo caídos y una sonrisa tonta en la cara. Este chico es raro, es guapísimo, pero yo no entendía qué se le pasaba por la cabeza a veces, pues miraba a Draken de maneras raras cuando yo estaba presente.
Bueno, cosas de ellos, ni quería preguntar.
Ya había pasado cosa de una hora desde que salimos del pueblo y Draken aún no había soltado prenda de a dónde nos dirigíamos. Lo único que sabía, era que estábamos yendo dirección Norte.
Casi todo el camino mantuve mi mirada hacia fuera del coche, mirando a través de la ventanilla cómo íbamos dejando pequeños pueblos tras nosotros.
Ahora que me paraba a pensar un poco, desde que volví de Tokio, jamás me había estado moviendo tanto en coche. Siempre usaba el bus para ir de un pueblo a otro, aunque tampoco es que saliera mucho del que vivíamos, pero de vez en cuando sí me gustaba darme una pequeña escapada. Pero era eso, siempre usaba transporte público. Y si era para moverme a lugares cercanos, o bien agarraba la bicicleta o iba andando, a no ser que ese día me diera pereza caminar y decidiera agarrar también el bus.
Sabía que Draken iba en moto a todos lados. Era lo mejor en el pueblo en realidad, pero a mí nunca se me pasó por la cabeza comprarme una de esas cuando llegué...no por nada, sino porque me gustaba caminar y lo veía un gasto innecesario por aquél entonces. Ahora el motivo era otro.
Ya, no te pongas a pensar ahora en eso, disfruta.
—Draken —llamé su atención.
—¿Qué?
—¿Dónde vamos?
Mitsuya empezó a reírse, otra vez.
—¿Cuántas veces me lo vas a preguntar? Pareces una niña pequeña. —sus ojos negros volvieron a posarse en mí una vez más en el viaje a través del retrovisor.
Durante el viaje y mientras que manteníamos conversaciones con Mitsuya, nosotros dos, de vez en cuando, nos encontrábamos mirándonos el uno al otro a través de ese pequeño cristalito. Pero era como la vez que le acompañé a Naha a llevar a sus amigos al aeropuerto, todo fruto de mantener un contacto visual mientras charlábamos, nada más.
—¿Estás nerviosa acaso? —volvió a hacer otra pregunta.
—Pues... sí. Hace tiempo que no salgo del pueblo.
—No preguntes más. Va a gustarte, ya verás.
—Qué mandón estás...Mitsuya dile algo.
—¿Yo? Es divertido ver como peleáis, por favor, continuad. —rio a carcajadas
—Vaya amigo tengo...
No pude evitar reírme una vez más.
—Draken...
Le vi rodar los ojos con pesadez y yo no podía borrar la sonrisa de la cara.
—¿Ahora qué?
—¿Dónde vamos?
La sonrisa sí se me borró al descubrir el lugar al que nos había traído Draken.
Era el acuario. Nos había traído al puto acuario de Churaumi. Odiaba el acuario, pero eso él no lo sabía, y tampoco iba a arruinarle el día ni la sorpresa. Así que, aunque me costase, iba a tratar de fingir estar complacida con la sorpresa. A mí también me sentaría como una patada en el estómago si decidiera darle una sorpresa y de pronto empezase a reprocharte razones de por qué el venir al acuario no era mi pasión... pero yo creía que quizá él sería más avispado también...sabiendo en lo que trabajo...
El lugar era enorme, un complejo de cuatro plantas; una inferior, dedicada a la vida existente en las zonas más profundas del océano, la segunda, que era la que albergaba esa enorme pecera con especies de mayor tamaño, la tercera que brindaba una experiencia llena de colores al observar los animales que vivían en los corales y, por último, la superior de todas esas plantas, en donde se encontraba una enorme terraza desde la cual podía verse la parte superior de los acuarios de las plantas inferiores.
En esa última planta había también un restaurante con vistas al Mar de China Oriental. Pensé que quizá más tarde podríamos tomar un café o algo allí y disfrutar al menos de las vistas, aunque, si no recordaba mal, también había una pequeña cafetería en el interior, justo al lado de la enorme pecera que albergaba al tiburón ballena... y tampoco sonaba mala idea tomarlo ahí y viéndolo nadar...reducidamente, por supuesto, pobre animalito.
El sitio era precioso, y digno de ver, pero a mí no me gustaba nada solo por el hecho de que los peces me daban pena.
Sin embargo, también sabía que la mayoría de las especies que ya se habían estado criando dentro de este tipo de sitios era casi imposible que retornaran a mar abierto, no sobrevivirían al no estar habituados a la vida salvaje... entonces, sólo quedaba una cosa; no dejar de sonreír todo el rato y evitar mostrar mi desagrado hacia los cristalitos de las peceras.
Recomendación de canción: Mistery of Love – Sufjan Stevens
Sonreía. Eso era buena señal entonces. Por un momento, agradecí el haberle preguntado la noche anterior a Baji a dónde podría llevarlos.
Él, ante mi pregunta, había contestado de manera bastante alegre, como si estuviera contento de que fuéramos a hacer algo de turismo, aunque seguro que lo que sentía era envidia y querría estar él también aquí. Sabía de sobra que, de ser por ellos, se hubieran quedado para siempre aquí, se les notaba que no querían haberse ido aquel día.
"Sin duda, al acuario que hay al Norte, estoy seguro de que lo va a disfrutar y lo vais a pasar genial, tú llévalos allí"
Esas fueron las palabras del pelinegro entre risitas.
Prometí invitarle a una cerveza cuando, en algún momento, volviera a Tokio de visita y él aceptó encantado. Estaba sospechosamente animado, pero no le di mucha importancia, me había pasado toda la noche pensando en la cara que pondría ella al ver los peces. Si ponía esa cara cuando veía una fotografía y me hablaba de ellos...quería verle la expresión de verlos en vivo...estaba seguro de que sería incluso mejor en comparación a todas las que había visto hasta la fecha.
Habíamos estado recorriendo el acuario durante toda la mañana, y ella, sin borrar esa sonrisa, iba explicándole a Mitsuya todos y cada uno de los peces de los que tenía conocimientos y veíamos en las peceras. De los que no sabía algo, iba corriendo hacia los paneles y, de hecho, les echaba fotos con la excusa de que era información valiosa para ella.
Pero, cuando ya llevábamos un par de horas dando vueltas, y estábamos ahí sentados en frente de la enorme pecera que era el principal atractivo del acuario, Mitsuya decidió levantarse y dejarnos solos.
—¿Dónde vas? —le pregunté antes de que se marchase.
—Voy a echarle fotos a los tiburones, ya verás, Yuzuha y Hakkai se van a descojonar, es para que se las manden a su hermano.
—Ese tipo te va a matar un día, lo sabes ¿Verdad?
—Que ni me toque, a ver quién encuentra a alguien que le haga esa ropa que le gusta llevar y, sobre todo, que le quede tan bien como la que yo le diseño. —esbozó una sonrisa ladina— en fin, ahora vengo, o iros a dar una vuelta, nos vemos en la cafetería dentro de un rato.
Nami y yo nos quedamos sentados en esa banca, viendo como los peces seguían nadando por delante de nosotros durante unos instantes en los que no hubo más que silencio y sólo podía escucharse el burbujear de las salidas de aire de esos tanques.
—Te gusta ¿no? —posé mis ojos en su perfil, sus ojos reflejaban el movimiento del agua, de nuevo, era como si mirándola estuvieras observando el océano.
—¿Te soy sincera? —se puso algo seria y ladeó su cabeza.
—Claro, dime.
—No me gustan nada los acuarios, los detesto.
¿Qué?
—Pero... ¿no te gustan los peces? —no entendía nada.
—Claro, pero no metidos en cristales, Draken —suspiró, ahora estaba seria, y, de hecho, le traqueteaba la pierna contra el suelo— ven conmigo.
Se levantó y me tomó de la mano, arrastrándome con ella hacia otra parte del acuario, una especie de túnel cuyo techo era completamente transparente, parecía estar debajo de la enorme pecera que hace unos minutos estábamos observando... pero esto era increíble, era como si de verdad estuviéramos debajo del agua y todos los animales nos pasaban por encima.
No pude evitar quedarme embobado mirando hacia arriba, viendo cómo ese pez enorme del que ella me había dicho el nombre hacía un rato pasaba por encima de nosotros, acompañado por unos cuantos de esos otros que a ella tanto le gustaban.
Ella, sin embargo, me estaba mirando a mí de manera risueña. Bajé mis ojos hacia ella, aún con el rostro elevado hacia arriba.
—Haces mucho eso ¿eh?
—¿El qué?
—Te me quedas mirando con esa cara que no sé qué significa, ¿Qué te pasa ahora?
Ella suspiró, sacudiendo un poco la cabeza y cerrando sus ojos, para, al momento, entrelazar sus manos en la espalda y mirar hacia arriba. Ahí volví a quedarme embobado por segunda vez, y no por el acuario.
No sabía si era la iluminación azulina del lugar, el reflejo del agua de nuevo sobre sus iris, el contraste de ese vestido amarillo o el atezado cabello que lo cubría sobre su pecho, pero, por un momento, pareció que de verdad estaba bajo el agua y me había quedado sin respiración.
—Es bonito verlos desde aquí ¿verdad?
—¿El qué? —respondí al instante, mi mente se había olvidado completamente de que estaba hablando con ella mientras la miraba.
—Los animales, Draken, es bonito verlos... pero no me gustan estos sitios...se lo dije una vez a Baji y a Tora... —hablaba con voz dulce, de hecho, me extrañó que no me estuviera armando un numerito ahí delante por traerla aquí a pesar de que no le gustaba.
De que iba a matar a Baji era otro tema que ya hablaríamos más tarde, por supuesto.
—Si son bonitos verlos así, imagínatelos nadando libres y a sus anchas en el océano...por eso me gusta tanto bucear, ahí ninguno está limitado a unas paredes que le corten el camino... y pueden expresarse en toda su plenitud, fíjate, aquí ni saltan.
Me tallé los ojos con pesadez, la había cagado, pero bien cagada. De todos los sitios a los que la podría haber llevado, había escogido el peor.
—¿No me digas que te sientes culpable? —me miró de reojo con la boca entreabierta y empezó a reírse en voz alta— No sabías nada, no te sientas mal, así tengo la excusa perfecta para decirte que vengas un día a bucear conmigo y lo veas con tus propios ojos, que es mejor verlos sueltos que así.
—Pensaba que ibas a echarme la bronca, como sueles hacer siempre que no te gusta algo.
—Nah... no siempre estoy tan a la defensiva, Draken... —ahora arqueó una ceja— aunque si quieres me pongo a relatarte aquí en medio a voces ¿eh? No tengo problema ninguno...
Sonrió, ahora de verdad, acababa de darme cuenta en ese momento, de que la sonrisa que antes tenía era una un tanto forzada. No sabía cómo no podía haberme percatado de eso hasta ahora. A veces era malísimo para leer las expresiones de las personas, y más teniendo en cuenta que era ella, que de por sí, siempre me había costado más que con los demás.
—No tienes coj...
—¡A quién coño se le ocurre traerme aquí! ¡Mira los peces! ¡Pobrecitos!
Se había puesto a gritar entre risas y toda la gente miró en nuestra dirección. Menos mal que fui rápido. Le tapé la boca con una mano colocándome detrás de ella y empujándola hacia una de las paredes de la transparente pecera, se estaba descojonando sobre mi mano, con su espalda contra mi pecho.
—¿Estás loca? —me agaché para susurrarle —, ¿no ves que están los carteles de no gritar?
Alzó sus manos para apartar mi mano de su boca y giró su vista hacia un lado, pero yo dejé mi brazo rodeándole sobre las clavículas.
—Te dije una vez que sí lo estaba, ¿o de eso no te acuerdas? ¿no que recordabas las cosas importantes? —susurró en el mismo modo y sus ojos se posaron en mi boca por un momento. Volvíamos a estar demasiado cerca —. Además, no veo que venga nadie a reñirnos...qué más da... tú me has retado, primeramente...
Seguía recorriéndome el rostro con sus ojos. No pude evitar humedecer mis labios.
—¿Qué pasa? ¿Dónde está tu bravura? ¿Ha desaparecido? —volvió a hablar con una sonrisa burlona.
Noté mi respiración agitarse, más aún, cuando ella se puso seria y dejó caer un poco los párpados sobre los ojos, relajando su expresión y dejando los labios entreabiertos. Me miraba expectante, estaba seguro de que mi expresión no era muy diferente a la de ella.
No te adelantes.
Subí la mano que tenía apoyada en su hombro hacia su cara y le aprisioné las mejillas entre los dedos, haciéndole poner los labios regordetes en forma de "o", lo que le hacía siempre para picarla.
Eso hizo que se separase al momento y volviese a insultarme de mil maneras posibles. Pero ya no la escuchaba.
Mi teléfono vibró en el bolsillo del pantalón y lo saqué para comprobar quién era.
Mensaje recibido de Mitsuya.
¿Has hablado con ella ya? Mira que me he ido solo para que pudieras hacerlo... qué buen amigo soy.
La primera noche que pasé con él, tuve que contarle lo que había pasado entre nosotros y cómo me sentía yo al respecto. Más que nada, por que él estaba insistente conmigo aquel día en que le contase todo, y las cuatro, cinco o seis cervezas que nos habíamos tomado, me soltó la lengua sin yo quererlo.
Desde entonces, no faltaban las burlas a espaldas de ella. Y mira que ya le había dicho a Mitsuya que no iba a hacer nada con ella, no podía hacerlo, pues veía que ella estaba rara, sí, pero poco a poco empezaba a comportarse como siempre, y eso me echaba para atrás.
Pero cómo me miraba a veces...joder, si es que tenía ganas de besarla cada vez que me miraba con esa puta expresión.
Y, para colmo, ya no sabía siquiera qué era lo que sentía por ella, que me gustaba estaba claro, pero ¿en qué manera? ¿Sexual? ¿Para una relación?
Joder, no tenía ni puta idea. Y ya estaba empezando a volverme loco con el tema, y que Mitsuya sólo empezase a meterme presión para que hablase con ella no ayudaba en nada. O eso creía yo.
El caso era que, ahora mismo, no veía que fuera el momento de hablar nada con ella. Estaba ahí, de nuevo seria mirando hacia la pecera, y yo no podía hacer más que comerme la cabeza con el tema sin saber si quiera si ella estaría igual o no.
—Oye Draken —volvió su mirada a mí—, ¿vamos con Mitsuya? Ya ha pasado un rato ¿no? Dijo que nos esperaría en la cafetería y al final te he arrastrado hacia aquí, igual nos está buscando.
—Sí, vamos.
De hoy no pasa Draken, tienes que aclararte.
—Nami, adelántate un poco, tengo que mandar un mensaje ¿Vale? Te sigo, no te preocupes.
Ella asintió y se encaminó hacia el frente unos pasos por delante de mí.
Estaba molesto por otra cosa, a parte de estarlo conmigo mismo por no saber de nuevo cómo abordar el tema con ella, el hecho de que justo estuviéramos en un lugar que ella odiaba solo me lo ponía más difícil.
Mensaje enviado a Baji
Baji, yo me voy a cagar en toda tu raza. ¿Para qué mierda me dices de venir al acuario si sabes de sobra que Nami los detesta?
Mensaje recibido de Baji
Así pierdes puntos. O te espabilas, o vuelvo a Okinawa y voy yo a por todas con ella. Que ya nos ha contado Mikey que no eres capaz de nada. ¿Tan nervioso te pone?
Mensaje enviado a Baji
Vete a la mierda. Olvida lo de invitarte a la cerveza cuando vaya a Tokio, a lo más que voy a invitarte es a darte un puñetazo.
Mensaje recibido de Baji
Aquí te espero, chulo, ten esos mismos huevos con ella y luego vienes a echármelo en cara.
Mensaje enviado a Baji
Ni siquiera la conoces bien, Baji.
—Draken, ¿con quién hablas tanto? Estás muy serio ¿pasa algo?
Guardé el teléfono al instante.
—Tranquila —le coloqué la mano en la zona alta de la espalda y la empujé hacia delante— no es nada, venga, vamos con Mitsuya, vamos a tomar algo a la cafetería y luego seguimos con la visita ¿sí?
Solo asintió y continuó caminando.
Ni yo la conozco del todo, Baji.
Lo único que sabía, era que tenía problemas, y yo no quería causarle más, no quería tampoco ilusionarla con nada si quizá lo que sentía por ella era algún tipo de atracción sexual, cosa que quizá con echar un polvo se pasaría... no se lo merecía. Quizá es porque le da miedo perder la amistad que tenemos ahora que aquella noche me frenó cuando mis manos solo querían darle placer. Y si ella cree que acostándonos eso podría llegar a pasar... quién soy yo para llevarle la contraria... a pesar de que no pensaba igual que ella.
Solo sabía una cosa.
Éramos amigos ahora, sí... pero no era tan imbécil. Las maneras de mirarnos que teníamos no eran las propias de unos amigos.
Eso nadie podía discutírmelo.
Habíamos vuelto al pueblo hacía un buen rato ya. Al final echamos todo el día en el acuario y hasta terminé disfrutando de la compañía de esos dos, que no habían parado de hacerme bromas una y otra vez cada vez que me emocionaba hablando de cualquier animal.
Quizá no se enterarían de una mierda de lo que les estaba contando, pero en cierto modo, hasta había estado bien ir allí conmigo, no podrían haber tenido mejor guía para ese sitio que yo, aunque había ciertos animales de los que se me escapaban algunos datos o simplemente no los recordaba o conocía, pero mejor eso que ir los dos solos y solo haberse limitado a mirar los tanques.
De algo me tenía que servir ver tantos documentales también.
Mitsuya sí parecía estar más distraído cuando hablaba, sin embargo, Draken atendía todas y cada una de mis palabras, con sus oscuros ojos posados en los tanques y siguiéndole la pista al animal de que le estuviera hablando en ese momento. No sabía si se estaría enterando de la mayoría de las cosas, pero al menos me escuchaba, y volvía a hacerme ilusión.
De vez en cuando había desviado mi mirada de las enormes peceras para mirarle. Parecía asombrado con el tamaño de algunos peces, y su rostro era similar al de cuando vio la fachada terminada. Como si cierta emoción le recorriera el cuerpo en ese preciso momento... y quizá era por eso por lo que mi animadversión por estar en aquel lugar había desaparecido en poco tiempo tras llegar...
Sin embargo, había un maldito momento que desde que había pasado me había hecho tener el pulso acelerado el resto de la tarde, y no fue hasta que nos montamos en el coche de vuelta que se me pasó un poco al poder relajarme sobre el respaldo del asiento trasero del coche.
Había vuelto a acercarse a mí, demasiado. Igual que antes de que pasara nada entre nosotros, y, de igual modo, sus ojos se fijaban en los míos como aquel día al final de la escalera, cuando Mikey interrumpió la pequeña conversación que estábamos teniendo. El aire volvió a notarse pesado a nuestro alrededor dentro de aquel túnel, rodeados por animales nadando a nuestro alrededor, y nosotros, a diferencia de ellos, habíamos permanecido estáticos... ¿por cuánto tiempo? Ni lo sabía, pero para mí se hizo eterno, como si el conteo del tiempo se hubiese detenido en ese momento.
Quizá fue fruto de la situación, una vez más, y por eso él se había alejado en ese mismo momento. Pero sabía que era mejor así. Seguía firme en mi decisión de intentar olvidar el hecho de que él me gustaba...y que había empezado a hacerlo más desde el día que vimos las películas en su casa... sólo por el hecho de que no quiso juzgarme a pesar de lo que le había contado un rato antes...
No sabía si quiera como sacarle el tema de conversación de lo que pasó aquella noche del festival. Pues él hacía como si no hubiera pasado nada y yo también; era la situación más extraña que había tenido en mi vida.
Y quizá podía sonar pesada... pero es que tenía que repetírmelo a mí misma una y otra vez para no dejarme llevar y volver a caer en lo mismo otra vez en mi vida, pero por más que mi cuerpo a veces quisiese acercarse al del pelinegro... mi conciencia decía que eso no era lo correcto, que, de alguna manera, aún había temas que necesitaban ser solucionados para poder hacerlo, y, por desgracia...no iban a solucionarse tan fácilmente. Tenía falta de confianza en mis propias decisiones.
Más aún... si recordaba aquella nota que encontré al día siguiente en mi puerta... no la había olvidado.
Tras ese día, y por más que cada sonrisa o gesto amable que Draken había tenido conmigo me provocara ciertas emociones, no había olvidado esa maldita nota y lo que me hizo llegar a pensar. No podía meterle en mis problemas.
Y, lo peor de todo, era que tampoco quería separarme de él cortando totalmente el contacto, quizá hubiera sido lo mejor, pero también sería demasiado extraño... tanto para él, como para mí, e incluso para Inupi y todos los que nos rodeaban, pues no dejábamos de ser vecinos.
Joder... otra vez estoy comiéndome la cabeza con lo mismo...
Dejé caer mi cabeza sobre mis brazos, que estaban apoyados en la mesita baja del salón de Draken.
Tras volver del acuario, había ido a sacar a Ryu mientras Mitsuya y él iban a comprar algo para cenar y beber. Parecían tener ganas de emborracharse tras todo el día en la calle, y, por supuesto, no dejaron que yo me fuera a casa sola, así que no tuve más remedio que aceptar la invitación del más alto.
Ellos charlaban animadamente, demasiado, de hecho, pero eso era culpa del alcohol. Ambos estaban bebiendo demasiado, y la noche no parecía que fuera a terminar pronto, pues no paraban de rellenarse los vasos una y otra vez.
Aunque tampoco podía decir nada de ellos. Yo también estaba bebiendo bastante, y el hecho de que, por un momento, mi mente hubiera empezado a darle vueltas a todo de nuevo, era en gran parte culpa de ello.
—¡Otra ronda! —Mitsuya gritó elevando su vaso al aire— ¡Qué mañana es el último día que pasaré aquí y hay que celebrarlo! ¡Venga!
Los tres brindamos en alto, y continuamos con la fiesta en el piso de Draken por unas cuantas horas más.
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—Mitsuya...—Draken arrastraba las palabras como nunca. Estaba coloradísimo, pero seguro que yo estaba en las mismas.
—Mitsuya Takashi...—le estaba dando con el dedo en la mejilla, se había quedado dormido en el sitio, ahí sentado en el suelo con la cabeza echada hacia atrás y apoyándola de una manera de todo menos cómoda en el sofá —. ¿Estás muerto?
—Mhm...— gruñó el otro poniendo una mueca de asco aún dormido.
No pude evitar reírme en voz baja. Me pesaban muchísimo los ojos y apenas veía nada, todo estaba demasiado borroso y con suerte distinguía los trazos de los tatuajes de esos dos. Era tardísimo, nos habían dado las tres o cuatro de la madrugada bebiendo en ese piso.
—No te rías Nami... ven y ayúdame a colocarlo en el sofá, si no se va a partir el cuello ahí de esa manera... —lo dijo en serio, sin embargo, también se estaba riendo tontamente.
Me levanté y, entre los dos conseguimos levantarle del suelo y colocarle tumbado de costado en el sofá mirando hacia el respaldo de este, dándonos la espalda ahora a nosotros.
—Casi ni cabe... —dije en voz baja, me recordó en ese momento a la vez que vi a Draken durmiendo en el sofá—, no sé cómo dormiste tú aquí ese día...
—Estaba reventado...—él había vuelto a sentarse en el suelo, entre el sofá y la mesita—, y tuve que dejarle mi cama a alguien... no sé si lo recuerdas...
Miró hacia arriba por un momento y de repente conseguí ver con un poco más de nitidez su rostro. Sus oscuros ojos entrecerrados sobre el enrojecimiento de sus mejillas, y los labios ligeramente abiertos, que solo se unieron por un instante para humedecer el inferior, dejándome ver en ese momento también la punta de su lengua.
—Claro que me acuerdo Draken...
Estamos borrachos, demasiado borrachos...no creía que sacar el tema ahora...
Noté un tirón de mi mano que me hizo caer hacia abajo. Cuando me quise dar cuenta, estaba sentada de lado sobre sus piernas, al igual que aquella noche en el balcón. Una de sus manos, la que había usado para tirar de mí, ahora me rodeaba la cintura, y la otra se había posado en uno de mis muslos.
Nos estábamos sosteniendo la mirada el uno al otro, mirándonos sin saber qué hacer o decir, pero notaba que la respiración de ambos estaba agitada. Sus ojos se posaban en mis labios, y yo no sabía dónde mirarle, pero esa expresión me estaba haciendo volver a dudar de mis decisiones...
Lentamente, su mano abandonó mi muslo y viajó hacia mi mejilla, comenzando a acariciarla con su pulgar mientras que el resto de los dedos se mantenían sobre el perfil de mi mandíbula. Tenía las manos ásperas... pero en cierto modo, eran cálidas, y su tacto gentil tornaba suave esa aspereza.
Estaba serio, y subió sus ojos a los míos, acercándose cada vez más a mi rostro.
Mis manos habían permanecido todo el rato apoyadas en su pecho, desde el momento en que caí sobre él, y no se habían movido de ahí en ningún momento, solo cuando empezó a acercarse de esa manera, fue que mis dedos respondieron acariciándole un poco.
—¿Te acuerdas entonces? —Susurró cuando su nariz rozó la mía.
Asentí.
Nami...para... esto no está bien para él...
Noté su sonrisa de medio lado, y apretó su mano en mi cintura antes de volver a dejar un poco de distancia entre nuestras caras para mirarme de nuevo a los ojos.
No había dejado de acariciar mi rostro en ningún momento, pero entonces, hizo una mueca con la boca y dejó caer su cabeza en mi hombro, apoyándose en él con la frente.
—Joder... —dijo en un pesado suspiro.
Estaba nervioso, podía notarlo, pues su pecho no paraba de subir y bajar sobre la palma de mis manos, y, si me concentraba, podía incluso notar el latir de su corazón en ellas.
—¿Qué te pasa? —le contesté en el mismo tono bajo que él había usado.
—Que quiero besarte Nami, eso pasa...
—Estás borracho...estamos borrachos los dos...
—Ya lo sé, pero eso no importa... no es algo que te esté diciendo por que vaya borracho, de verdad quiero besarte... —no arrastró ni una sola palabra de eso que acababa de decir.
No quiero que vuelvas a tener que pararte si me llevas a la cama, Draken...
No era capaz de decírselo. No me salían las palabras.
—Draken, yo no...
—No te preocupes, no voy a hacerlo.
Suspiró de nuevo y elevó su cabeza para mirarme fijamente, su pulgar continuaba dándome caricias en la mejilla, solo apartó su mano de ahí un momento para colocarme un par de mechones por detrás de la oreja.
Mi corazón parecía que iba a salir a andar por sí solo. Por un momento, pensé en dejarme llevar, pero solo el pensamiento de tener que decirle que parase en algún momento, al igual que aquella vez, me generaba más dolor que todas las ganas que hubiera tenido de rozar sus labios con los míos. Además, estábamos borrachos, los dos, y, para colmo, Mitsuya estaba ahí, justo detrás de nosotros y sin enterarse absolutamente de nada de lo que estaba pasando a su lado en apenas unos segundos que seguramente para Draken y para mí estaban pareciendo horas.
Le vi tragar saliva, haciendo que su nuez se moviese notoriamente.
—Mira Nami...No sé qué es lo que tú quieres... De verdad que no lo sé, hay veces que te noto distante conmigo, y otras como ahora mismo, tan cerca que puedo hacer esto —volvió a acariciarme el rostro— pero no sé qué pasa por tu cabeza... y eso me confunde muchísimo... quería hablar contigo de lo que pasó... pero no sé cómo hacerlo sin...
—Ni yo lo sé Draken... solo... no quiero hacerte daño... —no podía ignorar mi pasado... por más que se hubiera hundido en lo más profundo de mi ser... era algo que se escapa de mis capacidades.
—Está bien... —sus ojos eran tan oscuros, que ni me veía reflejada en ellos— en ese caso, házmelo saber.
—¿El qué? — ladeé un poco la cabeza, confusa.
—Cuando sepas lo que quieres, dímelo. No pienso hacerlo como aquella noche en la que ni lo pensé y simplemente te besé... no volveré a hacerlo sin que me lo pidas.
Un escalofrío me recorrió la espalda. No, fue más que eso. Y, de nuevo, noté mi pecho encogerse.
¿Qué me hacía falta para poder saber qué quería? Ni idea... ¿dejar todo eso atrás? Complicado...complicado si esa persona seguía apareciendo en mi mente e incluso de vez en cuando aparecía en escena y revolvía todo de nuevo... no era justo.
—Sólo dime una cosa Nami. Sé sincera sólo con esto.
—¿Con qué?
Tomó aire por la nariz y me miró más fijamente que nunca.
—¿Quieres que me aleje de ti?
Toy chillando un poquito no ma.
No tengo mucho qué decir, os dije que tenía hype por este capítulo y el siguiente, tanto, que actualización dos días seguidos y no me extrañe que en poquito tenga el siguiente jaja.
Pd: El acuario al que van existe de verdad, buscadlo, está chulo, pero a mí también me da algo de penita tener a los bichos ahí metidos T_T pero bueno.
Pd2: Nunca he puesto el pueblo en el que viven porque no encontré ninguno que me gustara, así que ellos viven en: un pueblo cerca de la ciudad de Okinawa jajajajaj Y yo me imagino que el pueblo tiene pues, la zona esta donde viven Nami y Draken, que está súper a las afueras, y luego tiene como un centro con edificios de pisos y apartamentos y así, que es donde vive Inupi y es como la zona "comercial" del pueblo. Solo aclarando esto por las dudas. Que hoy que me he acordado de decirlo pues lo pongo ^^
Pd3: Por si no sabéis, muchas veces suelto spoilers de los siguientes capítulos por instagram, por si queréis ir a seguirme allí y poder verlos y eso, el user es como el de wattpad y el que aparece en el banner del final ^^ Por allí también podéis hablar conmigo por mensajito si queréis o tenéis dudas de algo de este fic o cualquier otro :).
Besitos en la cola <3 se os quiere.
El título no hace más que referencia al acuario y a que estos dos aun están ahí que no salen de sus rallaeras de coco, pero ya han abierto la brechita ahí al final^^
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