𝑽𝒆𝒊𝒏𝒕𝒊𝒔𝒆́𝒊𝒔 ~ 𝑩𝒐𝒓𝒆 𝑻𝒊𝒅𝒆

—Draken, espera, aún no, por favor. Sólo un poco más.

 —Nami, llevamos cuatro vueltas a la calle.

 —Una más, solo una más y te prometo que dejo que arranques el motor, pero solo una más.

Estaba nerviosa, y podía verlo. Sus manos se agarraban a la moto con fuerza, apretando los dedos de vez en cuando, pero también podía ver que le sudaban las palmas, pues se las frotaba incesantemente contra la tela vaquera que le cubría los muslos.

Llevábamos dos días así. Intentando quitarle el miedo a ir en moto. Ocupábamos ratos por la tarde, una vez habíamos cerrado los negocios y ella había sacado a Ryu; bueno, más bien, lo que hacía era dejarle la puerta abierta al animal y este nos acompañaba en las sesiones de terapia que me había inventado. Quizá hubiera sido mejor si ella fuera a un psicólogo, pero eran caros, y tampoco sabía muy bien cómo uno de ellos iba a quitarle el miedo a montarse en uno de estos cacharros, así que esto era lo más que mi inexperta mente podía hacer para ella.

Imaginé que, tras el accidente, quizá alguno habría hablado con ella mientras aún estaba en el hospital, pero no había sido así. Le pregunté ayer sobre aquello, y me dijo que no había recibido ningún tipo de terapia ni nada por el estilo. Cosa que me extrañó, pero, a la vez, me hizo pensar que quizá esa era otra de las razones por las que ella se callaba tanto las cosas. Necesitaba que se abriese conmigo. Era mi objetivo ahora mismo. Y, sin embargo, empezó a ocurrirme algo extraño desde la otra noche en la que, y por segunda vez, casi nos acostamos.

Esa cara que le vi poner... era similar a la de la noche del festival, pero a la vez no. Era peor, muchísimo peor, parecía estar aguantándose las lágrimas y se escondía de mí, no me pidió que parase como la primera noche, no fue tajante, sólo estuvo diciendo mi nombre una y otra vez hasta que conseguí darme cuenta de que no lo estaba haciendo por estar igual de excitada que yo, si no por desear que me detuviera.

De verdad que me sentí como un imbécil por no darme cuenta la primera vez que de su boca salió mi nombre, pero aquella noche la deseaba. Muchísimo. Y pensaba que ella a mí también. Ya nos habíamos dicho el uno al otro lo que sentíamos, y, aunque tampoco fuera la gran cosa hasta el momento, ambos sabíamos de sobra que, a parte de unos tempranos sentimientos, también existía tensión sexual entre nosotros, la cual pensaba se rompería aquella noche de hace un par de días.

Y verle de nuevo esa cara... ya no pensé que fuera por vergüenza. Aquel pensamiento de que quizá le había ocurrido algo en el pasado que le hiciera tenerme miedo en algún sentido empezó a cobrar más sentido en mi cabeza. Pero no quería creerlo. Más bien, no quería imaginármelo, porque si unía los recuerdos de las expresiones de Nami, todas me llevaban a aquel tipo, y, cada vez que ese pensamiento rondaba por mi mente, era como si mi yo adolescente volviese a flote y una sensación similar a la rabia empezase a apoderarse de mí.

No quería volver a eso, a esa manera de comportarme que tenía cuando era más joven y que había decidido cambiar al irme de Tokio, si volvía a ella, se sentiría cómo no haber avanzado nada. Y también ahora tenía otro motivo para no hacerlo... no quería alejarla de mí si me veía de esa manera, no quería asustarla. Todo lo contrario... solo quería que estuviese cómoda a mi lado.

Esbocé una sonrisa mientras continuaba empujando la moto por la calle, ella había vuelto a agarrarse a mi camiseta y la miré por encima del hombro. Parecía estar algo más calmada y me sonreía con los ojos entrecerrados.

Aun no podía creérmelo. No tenía ni puta idea de en qué maldito momento cambiaron mis intenciones con ella. De no querer ni siquiera verla... a ahora querer que no dejara de mirarme de esa manera.

 —¿Vas bien ahora? —cuestioné acariciándole una de sus manos mientras que la otra se mantuvo en el manillar de Zephyr.

 —Creo que sí... ya estoy más tranquila...

Estábamos a la altura de su edificio y detuve la moto, colocándole la pata para que no se moviese.

 —Vale, pues quédate aquí un momento.

 —¿Dónde vas?

 —A meter a Ryu en casa, no querrás dejarlo solo en la calle ¿no? —sonreí y le acaricié la cara. Ella puso una mueca de desconformidad, pero ya le había dicho que la próxima vez que fuera a ver a su hermano lo haría en moto, y esa próxima vez era mañana. Así que, era hoy, o nunca.

Miré hacia el animal y silbé fuertemente con mis labios para llamar su atención. Él vino a mi lado casi al instante.

 —Yo de verdad que sigo quedándome helada del caso que te hace a veces.

 —Es mi amigo, ¿Verdad, Ryu?

El perro ladró y vi cómo Nami se cruzaba de brazos sobre la moto.

Estos dos días anteriores, también había estado intentando una cosa, y era que Ryu dejase de gruñirme cada vez que me veía besar a Nami. Así que, mi idea había sido que, de vez en cuando y cuando me acercaba un poco más a ella, intentaba que él estuviera cerca y le acariciaba la cabeza un poco para que viera que no pasaba nada.

Y justo eso hice en ese momento, antes de ir a meter a Ryu a casa, me posicioné frente a ella y elevé su rostro con mis dedos para darle un ligero beso.

Ella me correspondía, siempre, y poco a poco también notaba que iba soltándose más, pues sus manos de vez en cuando acariciaban mi cuerpo, llegando ayer incluso a recrearse en pasar sus dedos por mi abdomen mientras nuestros labios jugaban los unos con los otros en el sofá de mi piso. Pero ahora estábamos en la calle, y lo más que hizo fue abrazar mi cintura y dejar un par de caricias ahí mientras, como bien decía, yo acariciaba la cabeza de Ryu con la mano que no tenía en el rostro de ella.

Por primera vez, no gruñó. Miré de reojo al animal aún besando a su dueña y me fijé en que estaba ahí, sentado, mirando y moviendo el rabo de un lado a otro. Tenía una cara... ¿rara? Como si estuviera sonriéndonos.

No... si al final Nami me va a pegar su locura...

Ya me había dicho que de vez en cuando el perro ponía esa cara, pero yo le decía que estaba loca, que un perro no puede sonreír... pero justo ahora estaba haciendo lo que ella me había contado... y no pude evitar empezar a reírme, teniendo que detener el beso a causa de ello.

 —¿De qué te ríes? —preguntó ella con voz suave.

 —Mira... ya no parece molestarle que me acerque...

Ella posó su cabeza en mi pecho y estiró la mano para acariciar a Ryu, dejando también un ligero roce en mis dedos.

 —Supongo que tendrá que acostumbrarse a vernos así... ¿no? En algún momento tenía que dejar de gruñir.

Miré hacia abajo con una sonrisa burlona. Quizá eso que acababa de decir me había hecho ilusión y por eso acababa de poner esa expresión. Me gustó escucharlo.

 —Tendrá que acostumbrarse... ¿Dónde queda lo de ir poco a poco? ¿Ya quieres estar todo el día pegada a mí?

 —¿Tú no ibas a llevarle a casa? Mira que al final me bajo y me voy con él a tocar el ukelele, ¿eh?

 —Deja, no, ya voy.

Me separé lentamente y comencé a encaminarme hacia la puerta de su casa con el animal siguiéndome los pasos. Pensé por unos instantes en eso que me acababa de decir. Ella llevaba un par de días sin salir al balcón a tocar, e imaginaba que lo echaba de menos; estaba sustituyendo esas horas musicales suyas por pasar el rato conmigo y dar vueltas sobre Zephyr por la calle. No había caído en la cuenta de eso hasta el momento en que ella había mencionado su guitarra de juguete segundos antes.

De hecho, si lo pensaba mucho, hacía tiempo que, aunque ella saliese a tocar, no la escuchaba entonar alguna canción más animada; todas las que últimamente parecía tener ganas de interpretar eran tristes, con las mismas tonalidades susurrantes y que siempre finalizaba en voz baja, casi en un suspiro. Yo también echaba de menos escucharla cantar algo más alegre.

Sacudí mi cabeza y terminé por cerrar la puerta de su casa una vez Ryu había entrado, volviendo con ella casi al instante, ni si quiera se había bajado de la moto, así que aproveché para entrar también un momento al taller y agarrar dos cascos.

 —A ver... creo que este te estará bien... —ella me miraba aún algo de temor en esos azules ojos mientras le colocaba uno de ellos en la cabeza.

 —Draken... no sé si voy a poder... no sé si es buena idea...

 —Ya veras como sí, tú solo confía en mí ¿vale? Soy un experto conduciendo, así que no tienes que preocuparte por eso.

 —No estoy cuestionando tu capacidad para llevar una moto, estoy pensando en si me pondré tensa y no vayas a poder manejar bien —ahora miraba hacia otro lado, hablando con rapidez—, ¿Y si no eres capaz de girar por mi culpa? ¿O si de repente me da por soltarme? ¿Y si...

 —Nami —la interrumpí pasándole el pulgar por los labios—, te lo repito, vas conmigo, y recuerda que he sido capaz hasta de conducir con Mikey dormido en la parte de atrás, créeme que no va a ser peor que eso.

Ella parecía seguir sin estar del todo convencida.

 —¿Quieres ir mañana a ver a tu hermano o no?

 —Claro que quiero.

Sonreí y agaché mi rostro para dejarle un ligero beso en los labios.

 —Pues no se hable más, tú solo piensa en que podrás contarle que has ido a visitarle con la moto y el tío más guapo de todo Okinawa —susurré.

Reí ligeramente aun sin establecer distancia entre nosotros, pero noté que ella puso una mueca burlona.

 —No te pases de creído...

Volví a incorporarme y le coloqué las piernas a ambos lados de la moto antes de subirme yo también al vehículo.

 —No soy ningún creído Nami, sabes que llevo razón, a ver si te crees que no me he fijado en cómo me miras —espeté en medio de una carcajada, agarré sus manos para que sus brazos rodeasen mi cintura y posara sus palmas en mi pecho.

 —Ya bueno... te sigo diciendo que el único que siempre ha mirado algo eres tú.

Arqueé una ceja y la miré por encima del hombro.

 —¿Qué dices? ¿Qué te miraba?

 —El culo, siempre me lo miras, que yo también tengo ojos en la cara, Draken.

Relamí mis labios y torné los ojos por un momento, fingiendo dudar y explorar los rincones de mi mente.

 —Quizá sí —reí y Nami me dio una palmada en el pecho a modo de reproche, pero agarré su mano y la apreté en esa zona, volviendo a mirarla por encima de mi hombro —¿Lista? Voy a arrancar el motor.

Noté su cabeza asintiendo contra mi espalda, se había acercado, y me abrazaba quizá con demasiada fuerza, pero no la hice sufrir más en esa espera y terminé por encender el motor y mover el puño suavemente para calentarlo.

Apretó la tela de mi camiseta.

 —¿Bien?

Volvió a asentir.

 —Nami, tú solo agárrate a mí ¿Vale? Cierra un poco los ojos si quieres hasta que te veas capaz de abrirlos... pero así solo vas a marearte, no los tengas mucho rato cerrados y ábrelos ¿vale? Voy a ir despacio, no te preocupes por eso.

 —Vale, arranca, vámonos ya antes de que me arrepienta de esto y te convierta en comida para los peces.

Está bien... vamos allá.

Noté que apretó muchísimo las palmas en mi pecho cuando la moto empezó a andar los primeros metros. No iba a ir rápido, no tenía ninguna intención de hacerlo, ni esa tarde con la moto, ni con ella, pero algo en mi interior ansiaba apretar mi mano alrededor de la empuñadura igual que ella lo hacía con sus manos en mi pecho. Me sentía lleno de energía cuando iba sobre Zephyr... y ahora que Nami iba detrás montada... No sabía cómo explicármelo a mí mismo, pero, desde luego, era una sensación emocionante. Parecida a la de cuando descendimos por aquella colina.

Me sentía en paz en ese momento.

Vamos a morir.

Sentía que en cualquier momento iba a salir volando de ahí.

Iba con los ojos cerrados todavía, no había querido abrirlos aún y solamente me limitaba a aprisionar mi rostro contra la enorme espalda del pelón.

¿En qué maldito momento le he dicho que arrancase?

Me estaban temblando las piernas, pero eso pareció calmarse un poco cuando Draken posó una de sus manos en mi muslo; me había pegado tanto a él que, de no ser por que tenía que apoyar mis pies en la moto, ya le hubiera pasado las piernas por la cintura para abrazarlo y quedarme agarrada a él como un koala.

Evidentemente, no podía hacer eso, si no quería que nuestra muerte estuviese aún más próxima de lo que ya lo estaba, claro, porque las ideas de que en cualquier momento íbamos a chocar, desviarnos, toparnos con un bache, o que cualquier animal se nos cruzaría de por medio, eran unas que no dejaban de flashear mi mente con cada segundo que pasábamos encima del vehículo.

Pero no podía seguir así, no después de todo lo que había estado haciendo por mí y el tiempo que había invertido en esta mierda de terapia, porque para mí era eso, una tremenda pesadilla, pero parecía funcionar al menos un poco.

Aún iba con los ojos cerrados, pero, poco a poco, mis párpados parecían destensarse conforme sentía que íbamos avanzando y el poco viento que llegaba a mi cara me movía los mechones que sobresalían del casco.

Apreté un poco más mis manos en el pecho de Draken y este acarició una de ellas por unos instantes.

 —Nami, voy a 20 kilómetros por hora, abre los ojos.

 —Los tengo abiertos—mentí como una bellaca.

 —Te estoy viendo por el retrovisor, tonta, hazme caso, abre los ojos y mira a tu izquierda —volvió a apretar uno de mis muslos antes de imaginarme que devolvería su mano al manillar. Más le valía estar agarrándolo bien.

 —Vale...

Apoyé mi mejilla derecha en su espalda y abrí los ojos lentamente.

La playa estaba ahí, la estábamos bordeando por la carretera que discurría paralelamente a ella, lentamente y dejando nuestros apartamentos cada vez más atrás. Todo estaba inundado un día más por esos tonos cálidos que envolvían a la isla en un ambiente nostálgico.

Empecé a recordar cuando Kaito y yo salíamos a dar una vuelta en su moto al atardecer, cómo me reconfortaba ir de esta misma manera con él y sentir la calidez, tanto de los últimos rayos de sol, como de la tibia brisa que rozaba mis mejillas. Esas memorias me calmaron un poco más.

 —Draken.

Sin soltarme de él, asomé mi cabeza por uno de sus laterales para que me escuchase.

 —¿Mhm? ¿Vas bien?

 —Sí...

 —¿Qué me querías decir?

Dudé por unos momentos, pero no podíamos ir todo el rato a esa velocidad, no en esa moto.

 —Acelera un poco... si quieres —tenía la voz temblando, pero, aún así, conseguí decirle aquello lo más claramente que pude.

 —¿Estás segura? —pude ver que contuvo una sonrisa.

Sabía de sobra que le encantaban las motos, era obvio. Y también podía hacerme a la idea de que, teniendo esta moto, no sería fanático de ir a poca velocidad... así que... iba a tragarme todo el miedo de golpe, aunque me costasen un par de chillidos, porque tenía claro que, si no era así, no iba a poder ser de otra manera.

 —Draken, acelera lo que quieras. —Volví a apretar mi cara contra su espalda, y cerré mis muslos contra sus piernas aún más fuerte, como si sujetándome de esa manera no me fuera a pasar nada.

 —Nami... ¿Dónde quieres ir? Dímelo.

 —Y yo qué sé...

 —Venga ya, seguro que hay algún sitio al que hace tiempo no vas, piensa un poco, hasta que no me lo digas no voy a acelerar.

Pensé por unos instantes y un lugar vino a mi mente, pero estaría ya cerrado, o a punto de hacerlo, y, además, tendríamos que ir hasta casi llegar a Naha... y tampoco es que fuera como ir a la vuelta de la esquina... pero si quería ser capaz de ir en moto de nuevo, no podía decirle de ir al bar de la esquina... necesitaba volver a sentir la velocidad y acostumbrarme a ella.

 —El Castillo Shuri... ¿Sabes dónde está?

 —Cerca de Naha, ¿no?

 —Sí.

 —Sabes que habrá que salir a carretera ¿no? Voy a tener que ir más rápido ahí.

 —Lo sé.

Volvió a agarrar una de mis manos y pude escuchar cómo soltaba una carcajada divertida.

 —Vale, pues vamos para allá, menos mal que le eché gasolina a la moto esta tarde... no pensaba que fueras a querer ir tan lejos...

Empezó a ir cada vez más rápido, encaminándose hacia la salida del pueblo que daba a la carretera para ir al Sur de la isla.

Había aumentado la velocidad, y me notaba nerviosa, de vez en cuando una sensación fría de temor se adueñaba de mi pecho y hacía que también varios escalofríos recorriesen mi espalda, pero estaba intentando no pensar en eso y únicamente me centraba en los anchos hombros de él, en cómo se movían cada vez que su brazo hacía un movimiento para deslizar el puño de la moto.

Tras un breve recorrido, salimos del pueblo. Ya solo quedaba llegar a la incorporación a aquella carretera en la que tenía por seguro que Draken apretaría su mano en el manillar y la velocidad aumentaría en gran medida.

Acallé un ligero gemido de miedo contra la tela de su camiseta y le abracé aún más fuerte.

 —Nami, si quieres que demos la vuelta dímelo ahora —gritó desde la parte delantera.

 —¡No! ¡Tú sigue! ¡No te preocupes por mí!

Respiré profundamente y noté la aceleración del vehículo en mi interior. Sin embargo, otros pensamientos empezaron a recorrerme la mente ahora que íbamos ni sé a qué velocidad, pero rápido, muy rápido por aquella carretera e íbamos dejando el pueblo cada vez más a nuestra espalda.

Empecé a preguntarme si él habría tenido tiempo de recorrer la isla solo, ya fuera en moto o cuando sus amigos habían venido y alquilado un coche, o quizá con Inupi. Lo creía, ya que ahora parecía saber, más o menos, dónde se encontraban algunos lugares, no le había hecho siquiera falta el mirar las indicaciones para llegar al lugar que le acababa de proponer, ni tampoco yo había tenido que dárselas, simplemente se había puesto en marcha.

Afianzando mi agarre a su cintura, me incorporé un poco para hablarle, no sabía si me escucharía por el cortante y fuerte viento que ahora nos azotaba, pero aún así, necesitaba hablarle antes de que los nervios volviesen.

 —Oye Draken, ¿Ya eres un experto en la isla? No te ha hecho falta ni siquiera mirar donde está el castillo que te he dicho.

Pude ver que sonreía gracias al reflejo de parte de su rostro en el retrovisor izquierdo.

 —Nah... solo vi alguna publicidad en el aeropuerto de ese castillo cuando fuimos a llevar a los imbéciles esos.

Reí divertida.

 —Tus amigos, querrás decir.

Él imitó mi gesto, soltando un par de carcajadas.

 —Nuestros amigos, Nami. También son tuyos ahora, ya te lo dije.

No le contesté. El viento daba demasiado fuerte contra mi rostro y mirar hacia delante no me estaba sentando bien. Sin embargo, eso que acababa de decirme sí lo había hecho, y, ahora, pude destensar un poco mis brazos para rodearle la cintura con una fuerza normal, dejando reposar mi cabeza de nuevo en su espalda y quedarme mirando al paisaje que pasaba velozmente por nuestro lado.

Mis amigos...

Volvía a sentir una presión en el pecho, sin embargo, por la sonrisa que se dibujó en mi rostro, pude adivinar que en ese momento no fue por el temor que venía sintiendo desde que la Kawasaki de Draken había emitido un sonido sordo y había acelerado, no era por eso; era de nuevo porque sus palabras hacían que me sintiese feliz.

 —¡Oye! ¡Ahora sí! ¡Voy a darle a esto! —gritó hacia atrás.

 —¿¡Más!?

 —¡Voy a 60! ¡Esto no es nada!

Para mí era como si todo este rato hubiéramos ido al máximo...

 —¡Draken no!

 —¡Nami sí! ¡Venga idiota, ya has llegado hasta aquí, no hay marcha atrás!

Ya no me dio tiempo de contestarle, tuve que centrar mi atención en no ponerme a chillar como una loca e intentar mantener la postura en el vehículo. Había acelerado, muchísimo, hasta el punto que pude ver cómo el velocímetro marcaba más del doble de la velocidad a la que íbamos hacía unos segundos.

Lo voy a matar... si conseguimos llegar a algún sitio sanos y salvos lo pienso matar...

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 —¿¡Tú estás loco!? ¡O eso o deseas una muerte lenta y tortuosa!

El imbécil no hacía otra cosa más que reírse.

 —¡Pero no te rías!

 —Nami es que tu cara cuando te mosqueas es buenísima.

 —Definitivamente, quieres morir —sentencié y le di un golpe con el casco de la moto en el brazo.

Habíamos llegado en la mitad de tiempo a la entrada del Castillo Shuri, ubicado en la parte alta de una colina cercana a Naha y, desde la cual, podían verse todas las luces de la ciudad que había en sus faldas. Sin embargo, como ya era tarde y la idea de venir aquí se me había ocurrido apenas hacía un rato, el lugar estaba a punto de cerrar las puertas al público, apenas si teníamos una media hora escasa para poder visitarlo.

 —¿Nos da tiempo de ver algo?

Draken apagaba el motor y se colgó el casco en el antebrazo antes de ubicarse a mi lado.

 —Sí, ¿quieres entrar? Menos mal que hemos pillado el horario de verano y lo dejan abierto hasta las ocho...

 —Mira, ahí dice que es gratis para los niños menores de seis años... —me miró de arriba abajo— podríamos intentar colarte, solo tienes que agacharte un poco y...

 —Tú sigue añadiendo cosas a la tortuosa muerte, Draken, que al final vas a tener horas y horas de sufrimiento antes de irte con los hermanitos de Nemo.

Se agachó a mi altura, me había dado cuenta de que siempre se inclinaba de esa manera burlona cuando quería meterse conmigo; aparte de que su cara me lo confirmaba

 —Y...¿Tú vas a darme esa tortura? ¿Qué vas a hacerme? ¿Dejarme sin respirar por diez segundos?

Fruncí un poco el ceño y le aparté la cara con las manos, comenzando a caminar con paso firme hacia las taquillas donde adquirir las entradas para el castillo.

 —¿Qué decías de los hermanos de Nemo?

 —Se los comió un tiburón. —alcé una ceja y le miré mientras le entregaba el dinero a la señorita que preparaba nuestras entradas, no eran muy caras, así que decidí pagar también por la de él, ya que le había hecho venir hasta aquí, era lo menos que podía hacer— ¿Nunca has visto Nemo?

 —No me acuerdo... pero bueno, venga, ¿ya tienes las entradas?

Asentí en su dirección y, tras recibir los boletos y darle las gracias a la encargada, los elevé para enseñárselos. Él agarró mis dos manos con una de las suyas y empezó a arrastrarme hacia el interior de aquel lugar.

 —Pues venga, vamos, antes de que nos quedemos ahí hablando de peces.

 —¡Pero si no estaba hablando de peces! ¡Solo es Nemo!

 —¡Nami! ¡Nemo es un puto pez!

 —¡Nemo es un dibujito! ¡No existe!

 —¿Ah?... —se paró en seco y se giró para mirarme, tenía una sonrisa pícara en la cara y una ceja arqueada— ¿Eso le dices a los niños a los que les das clases? —dijo en un tono grave y burlón.

Me había pillado y no pude hacer más que sonreír de manera culpable.

 —Ya decía yo... venga, en marcha, pececita.

Volvimos a caminar de nuevo, agarrados de la mano.

Internamente me estaba riendo. Hacía unos segundos quería matarle por cómo había acelerado en la carretera y por poco no se me escapó el alma sobre la moto, pero habíamos llegado bien. Él incluso había estado comprobando todo el camino mi estado y que fuese bien sujeta a su cuerpo, ya fuese dándome la mano en ciertos momentos o posándola sobre mi pierna; estaba intentando transmitirme algo de calma a través de sus toques y roces.

Y lo había conseguido. Ahora incluso había hecho que todo aquello quedase atrás... al menos hasta que tuviéramos que volver a montarnos en Zephyr para volver al pueblo.

Habíamos pasado dentro del recinto que rodeaba al castillo, pero no nos detuvimos mucho, no teníamos tiempo de pararnos en el parque que había antes de llegar a la plaza principal, ni tampoco de ir punto por punto de cada una de las paradas del recorrido, así que, con paso rápido, las sorteamos todas y llegamos casi sin aire a la imponente estructura que era la principal atracción de aquel lugar.

Draken se quedó con la boca abierta.

 —Joder, es enorme...

Sus ojos parecían estar mirando todos y cada uno de los detalles de ese edificio mientras atravesábamos las rojizas y blancas franjas que adornaban el suelo bajo nuestros pies. La fachada de ese edificio, que poseía el mismo color que el suelo de la plaza, se veía escasamente alumbrada por la poca luz de la tarde que amenazaba por desaparecer, destacando aún más la tonalidad cálida de sus paredes y el dorado de las decoraciones que poseía en la entrada al mismo.

 —Hay dragones ahí arriba... ¿Por qué? ¿Lo sabes?

Él se había sentado en un pequeño muro que había en el ala izquierda de la explanada, atrayéndome hacia él y colocándome entre sus piernas dándole la espalda. Uno de sus brazos se abrazaba a mi cintura, mientras que con el otro me estaba señalando todo aquello que parecía causarle curiosidad, y por lo que preguntaba dejando salir las palabras directamente en mi oído al haber apoyado la cabeza en mi hombro y mirando hacia el frente.

Yo estaba de pie, era mucho más bajita que él, así que ni aunque Draken estuviera sentado en ese muro, conseguía superarle en la altura, pero estaba cómoda así, incluso dejé que mis manos empezasen a acariciar el dorso de la que él mantenía en mi abdomen.

 —No soy una experta en historia... pero imagino que los dragones son por cómo se les conocía a las islas antes de pasar a ser parte de Japón... imagino que eso lo habrás estudiado en el colegio ¿no?

 —Bueno... digamos que ese no era mi fuerte... —giró su cara y dejó un suave beso en mi cuello, cosa que me hizo torcer la cabeza al instante por el escalofrío que el gesto, junto con las palabras que diría a continuación, habían provocado—, ¿Me lo explicas?

 —Ay Draken, que me haces cosquillas —espeté en una risita tonta—. Ya te digo que yo tampoco era buena estudiante, pero sí recuerdo ciertas cosas... básicamente, antes de que el conjunto de islas pasase a llamarse Okinawa como tal, eran conocidas como las Islas Ryūkyū, por su pertenencia al Reino del mismo nombre... y ya sabes, Ryu es dragón, imagino que eso sí eres consciente ¿no?

 —Sí, claro, no por nada llevo un dragón en la cabeza.

 —Bueno, Ryu también se llama así por eso mismo, no sabía muy bien qué nombre ponerle cuando lo adopté, pero me acordé de ese detalle de las islas y decidí nombrarlo así.

 —Es un buen nombre.

 —Lo dices porque es como el tuyo.

 —Lo digo porque es un nombre que implica fuerza y fortuna... —me dio un toquecito en la cabeza como reproche—, según nuestra cultura es como si esos seres nos brindasen cierto tipo de protección, boba. Y... Además, teniendo en cuenta que te gusta el mar... también entiendo que se lo pusieras.

 —¿Por? —le miré extrañada.

 —Porque también son criaturas ligadas al agua, los ríos, los mares... ¿No eras tú la experta en cosas del mar? ¿No sabías eso?

 —Pues no, no lo sabía.

Pero me resultó curioso. Ahora mis ojos no podían despegarse del enorme tatuaje que tenía en su cabeza y mi mano se elevó para acariciarle las trazas negras con cuidado. Él me miró con media sonrisa.

 —¿Qué pasa? ¿Y esa cara? —preguntó en tono meloso.

 —Nada... es una tontería que se me ha pasado por la cabeza.

Lo de buscarle el doble sentido a todo lo que decían a mi alrededor también me servía para algo más, y era que relacionaba conceptos muy rápido, quizá demasiado e, incluso, lo hacía sin darme cuenta. El hecho de que el distintivo de Draken fuera justo ese, un dragón, y ese dato que acababa de aprender sobre esas criaturas... su relación al agua... ¿Suena cursi si digo que me recordó a mí misma? Sí, definitivamente es cursi, por eso mismo ni pensaba decirlo en alto y sería algo que me guardaría para mí solita.

 —Ya... bueno... —sonrió de nuevo y pasó su otro brazo también por mi cintura, ya no señalaba hacia ningún lado, solo se aferraba a mí igual que antes yo lo hacía a él en la moto.

 —Oye, ¿no estás muy cariñoso hoy?

 —Cállate. Estoy cansado, solo es eso, y me sirves de apoyo... así que quédate así un rato más.

 —Nos van a cerrar enseguida. No creo que tengas mucho tiempo de descansar, la verdad —bromeé, pero no me moví ni un centímetro.

Ya apenas había luz solar, todo estaba oscureciendo poco a poco, y veíamos como la mayoría de personas que aún quedaban por la zona iban dirigiéndose a la salida. Sin embargo, nosotros permanecimos ahí por unos momentos más.

 —Bueno, pues mientras nos echan y no, dime por qué querías venir aquí.

 —No hay ningún motivo en particular... vine aquí de pequeña en una excursión con el colegio... y me gustó, solo es eso... ¿Sabes que fue destruido?

 —¿El qué?

 —Todo esto, a finales de la Segunda Guerra Mundial, lo reconstruyeron después.

Le escuché emitir un ruidito con la garganta. Sus dedos me acariciaban el abdomen y podía sentir cómo su pecho se expandía y contraía contra en mi espalda. No dijo nada, sólo me dejó continuar.

 —Los de aquí lo tienen como un símbolo de resurgimiento, por así decirlo —intenté hacer memoria de lo que mi profesora nos explicó por aquel entonces—, como si todo pudiese recuperarse ¿entiendes?

 —Creo que sé lo que quieres decir... a ver si te aplicas ese mismo cuento tú también.

 —¿Eh?

Alzó una de sus manos para acariciarme la cara, haciéndomela girar para quedar enfrentada a la suya.

 —Que te olvides de las cosas malas Nami —acercó sus labios a los míos, rozándolos delicadamente para empezar a susurrar sobre ellos—, y que intentes mirar hacia delante, ya has empezado con el tema de la moto... ¿Qué sigue ahora?

 —Draken, aún me sigue dando miedo pensar en el momento en el que tenga que volver a montarme para ir de vuelta al pueblo... —respondí en el mismo tono y entornando un poco los ojos, notaba su caliente respiración chocando contra mi boca, y empezaba a notar de nuevo esa breve tensión que se generaba siempre antes de que empezase a besarme.

 —Qué tonta eres... si has venido bien conmigo, luego iré más lento si quieres ¿Vale?

 —¿De verdad?

 —No.

Sonrió levemente y no me dejó contestar. De nuevo me acalló empezando a mover sus labios sobre los míos, dulcemente mientras que sus dedos me acariciaban la mejilla y el abdomen.

Me sentía bien. Esto estaba bien, toda la presión que mi pecho sentía con él no parecía ser por temor, no al menos en momentos como este, y quizá ahora podía decirle eso que sabía que él necesitaba saber.

Me mordí el labio inferior cuando nos separamos y le miré fijamente a los ojos, tomando todo el aire que pude por la nariz.

 —Draken, hay una cosa que...

Su mirada risueña me estaba recorriendo todas y cada una de mis facciones. Mi respiración había vuelto a entrecortarse solo de pensar en lo que estaba a punto de decirle... pero quizá este era el momento, tenía que hacerlo.

Sin embargo, más tarde agradecí el hecho de que un señor nos interrumpiera.

 —Disculpen jóvenes, ya estamos cerrando, tienen que abandonar el recinto si no quieren quedarse aquí a pasar la noche.

Un hombre en sus cincuenta y tantos nos estaba apuntando con una linterna, moviéndola en el aire e indicándonos el camino hacia la salida. Le respondimos con una disculpa y un asentimiento antes de salir del templo y montarnos en la moto.

 —¿Qué ibas a decirme ahí dentro?

Draken me había montado en la moto casi a la fuerza y me estaba ahora colocando el casco a regañadientes, pero pareció no haber olvidado que hacía escasos minutos habían interrumpido aquello que iba a contarle. Pero en ese momento volví a retroceder dos pasos, si ese hombre me había interrumpido... ¿Debía tomarlo como una señal del universo?

No... yo no creía mucho en esas cosas, más bien, estaba intentando justificar mi cobardía un día más... hoy las cosas con él estaban yendo demasiado bien como para estropearlas con mis nervios...

 —Que tengo hambre ¿Puedo invitarte a cenar por Naha? —le respondí — ¿Qué te apetece comer?

 —¿Eso era?

 —Sí.

Abrochó la cinta del casco bajo mi barbilla, aunque vi un ligero movimiento de sus cejas. ¿Tan mal mentía? Estaba segura que ese gesto había sido porque algo no le cuadraba, pero no podía echarme atrás ahora.

 —Está bien... no me apetece nada concreto... así que te dejo elegir a ti.

Sonreí enormemente, quizá demasiado.

 —Nami, no.

 —No ¿Qué?

 —Tallarines no, vas a caer enferma de comer eso tantas veces.

 —¡Joder es que están buenos! —repliqué—, además... ¡No los como tanto!

Alzó una ceja y se colocó el casco antes de subirse a la moto.

 —¿Ah, no? Dime cuántos días a la semana sueles comerlos.

Hice memoria y, sobre todo, un recuento de aquello que acababa de preguntarme.

 —Cinco días. Al menos esta semana —Vale, igual sí eran demasiados, pero mi paladar no parecía cansarse de ese plato, y nunca me había sentado mal... así que sí, acababa de caer en la cuenta que el setenta por ciento de mi dieta se basaba en esos fideos con delicias marinas. —. Espera... ¿¡En qué momento has arrancado!? ¿¡Por qué no me avisas!? ¿¡Eres tonto!?

Ni siquiera me había dado cuenta de que había arrancado la moto y comenzado a circular lentamente hacia la ciudad.

Volvió su cabeza hacia mí, asomándose por encima del hombro una vez más aquella tarde.

 —¡Cállate y piensa a ver dónde podemos ir, si no me dices uno pronto iré acelerando cada vez más, así que piensa rápido!

Definitivamente, le odio.

Estábamos de camino al pueblo, pero incluso la idea de haber ido a cenar con ella había estado bien. Tras montarnos en la moto, pasaron unos cinco minutos entre los gritos y quejas de ella hasta que por fin se calmó y recordó un lugar al que podríamos ir a cenar.

Sin embargo, no las tenía todas conmigo de que hubiera conseguido algo con el tema de darle un paseo en moto y que eso le hubiera ayudado a superar el miedo un poco... No tenía ni idea, pero al menos, ahora, volvíamos a casa en silencio y tranquilos, aunque Nami seguía apretando mi cintura con sus brazos y en mi pecho con las palmas de sus manos quizá demasiado fuerte. Pero podía soportarlo.

Fuimos a cenar a un restaurante apenas a diez minutos de distancia de donde estaba el castillo; un pequeño local donde ocupamos dos asientos en la barra y ordenamos un poco de todo. Yo no había dejado de mirarla de reojo, sabía que quería comer eso que tanto le gustaba y, aunque allí no los servían, pareció conformarse con un tazón de fideos de soba bien cargado de pescado y varios platillos más que compartimos; un poco de pescado frito, calabaza amarga y tofu con brotes de soja. Todo estaba buenísimo y encima la atención que nos habían dado en el lugar había sido excelente, pues mientras nos decidíamos por qué pedir y no, el señor tras la barra nos estuvo explicando todos y cada uno de los platos al dedillo.

A causa de aquello, creo que incluso nos habíamos excedido comiendo, y a ambos nos había entrado un sueño de mil demonios cuando salimos de allí, como si la cama nos estuviera llamando a ambos para caer rendidos sobre ella y poder descansar hasta el día siguiente. Y quizá era por este motivo que ahora el único sonido que amenizaba el regreso a casa no era el de una conversación con ella, si no el ruido del motor de Zephyr cada vez que le apretaba el puño.

Sin embargo, ahora conducía tranquilamente, ni siquiera iba a la velocidad máxima que marcaban las señales de la carretera, quería disfrutar de la veraniega noche que había inundado el cielo de la isla, pues hacía bastante tiempo que no circulaba a estas horas tan agusto como ahora mismo iba.

Me permití el lujo de ponerme a pensar en todo lo que estaba pasando a mi alrededor. Y empecé a sentirme extraño.

El comportamiento que tenía con ella había cambiado, ya no en la manera de hablarnos, porque eso seguía prácticamente igual, pero sí en cómo mis manos parecían necesitar todo el rato su contacto, como si, cuando estaba a su lado, bastase únicamente un maldito segundo sin estar más cerca de Nami para que ella volviese a poner distancia entre nosotros. Por eso creía que si la mantenía cerca no volvería a alejarse como al principio; no me gustaba esa idea, y eso solo me desconcertaba aún más.

Además, yo en mi vida me había comportado así. Nunca, jamás había estado de manera tan cariñosa con alguien, y hasta me daba un poco de vergüenza a mí mismo, pero joder, no sabía qué coño me pasaba con la jodida chica pez, no tenía ni puta idea, me hacía dejar de pensar y mi cuerpo actuaba casi por inercia cuando estábamos a solas y, aunque me seguía sintiendo tremendamente extrañado, tampoco era algo que me resultase incómodo, y si a ella tampoco le importaba, no veía el porqué no podía seguir siendo así.

Quizá esto era a lo que ella se refería...

Un recuerdo del pasado -uno no muy bueno, de hecho-, pasó por mi mente rápidamente. Era de Emma, mi expareja, achacándome un día más lo frío y distante que era, que siempre lo había sido, que si no pensaba cambiar nunca... pero tampoco era tal y cómo ella lo contaba, no al menos desde mi punto de vista... yo sí creía ser cariñoso con ella, aunque quizá cuando ambos éramos más jóvenes me costaba lo mío, pero tras tantos años juntos... podía decir a conciencia que las muestras de afecto por mi parte nunca le habían faltado. Ni a mí tampoco, de hecho, ella era bastante intensa en ese tema... al menos hasta un par de años antes de que todo se terminara y ambos empezáramos a alejarnos el uno del otro...

 —Draken... ¿Queda mucho?

Nami acababa de abrazarme más fuerte. No temblaba.

 —Queda poco ¿Estás bien? ¿Quieres que pare?

Aflojó un poco el agarre.

 —Estoy bien... es solo que me estoy meando y voy a reventar. No deberíamos haber pedido ese último refresco.

Empecé a reírme y detuve la moto en el arcén de la carretera.

 —Venga, ve ahí detrás de los arbustos.

Ella ni se lo pensó dos veces y bajó corriendo.

 —Ni se te ocurra mirarme. Tú vigila que nadie me vea. No tardo. —estaba hablando apurada y yendo hacia los frondosos arbustos que había en ese flanco de la vía.

 —Sí, sí... venga, ve.

Aproveché y saqué un cigarro.

Mi mente aún no se había separado de lo que venía pensando todo el camino... y ahora, que la veía alejarse hacia el arbusto, despreocupada y juntando las piernas cada dos o tres pasos hasta que por fin llegó a él, la extrañeza en mi interior creció aún más...

¿Por qué con ella parecía haberme saltado esa primera fase e ido directamente a la de mostrarle cariño de esa manera?

Quería pensar que quizá era por haber madurado con la edad... pero, a la vez, no creía que fuera nada de eso.

 —Eres un maldito cerdo.

Nami parecía haber terminado, y ahora volvía hacia mí, apuntándome con el dedo y con esos enormes ojos azules abiertos como platos. Lo que yo me preguntaba era el porqué parecía enfadada.

 —¿Eh? —cuestioné dándole un toquecito al cigarro para quitarle la ceniza.

 —¡Te dije que vigilaras! ¡Y en lugar de eso salgo de ahí detrás... —Se tropezó en ese momento y por poco no se cae.

Patosa.

 —Coño, que me caigo... —eso se lo dijo para ella misma, justo antes de volver a elevar el dedo hacia mí—, en fin, ¡Que en lugar de vigilar te has quedado ahí mirando hacia el arbusto con cara de bobo y sonriendo! ¿¡Qué has visto!?

Ni me había dado cuenta de que, al haber seguido pensando en cómo con ella todo parecía fluir como el agua de un río, había hecho caso omiso a sus palabras y simplemente me quedé con la mirada perdida al frente mientras ella estaba ahí escondida.

Acababa de agarrarme de la camiseta y me zarandeaba.

 —Draken, por el bien de tu moto dime qué has visto.

Sonreí de medio lado.

 —No había nada que ver, si ni culo tienes Nami, ¿Qué quieres que vea?

Quizá es por cosas como estas...

 —¿Perdón? Mira, tetas no tendré muchas pero mi culo es precioso, así que te vas callando, maldito calvo sin pelo, qué vergüenza de ti, siempre lo he dicho, eres un cerdo pervertido... con esa cara de bueno... pero yo lo sé... yo sabía que eras un mirón... por eso me espiabas en el balcón al principio...

Ella sola volvía a relatar de nuevo aquello que ahora me hacía tanta gracia pero que al principio siempre me lo tomaba a malas y me hacía odiarla un poco.

Agarré su cara entre mis manos y la miré fijamente.

Quizá porque ella era así de borde conmigo a veces...

 —No me vayas a dar un beso ahora ¿eh? Esto no te lo perdono, te dije que no mirases.

Quizá porque quiero creer que sólo conmigo es que sale la Nami de verdad...

 —¿Puedes dejar de mirarme así? Draken, ¿estás bien? ¿Te está dando un ictus o algo? ¿El piojo que vive en tus dos mechones te está dando jalones fuertes acaso o qué?

Me acerqué un poco más a ella e intenté besarla. Pero eso que acababa de decir me hizo gracia y no pude hacerlo, solo la abracé y dejé caer mi cabeza en su hombro.

 —Te odio Nami. Eres insufrible a veces. Anda que decirme todas esas cosas después de llevarte de paseo.

Ella rio suavemente y pasó sus brazos por mis hombros.

 —¿Llevarme de paseo? Prácticamente esto ha sido un secuestro.

 —Lo dicho, insufrible —continué bromeando.

 —Pervertido. Te odio.

 —Es mutuo, no te preocupes.

Sin embargo, no cortamos ese abrazo en ningún momento, nos habíamos quedado así durante unos minutos hasta que ella dejó un beso en mi mejilla y nos separamos para volver a montarnos en Zephyr y volver a casa.

Durante el resto del camino, una respuesta a aquella pregunta apareció en mi mente. Las cosas con Nami no habían empezado el día del festival, había sido mucho antes, cuando creía odiarla.

Y esa era la respuesta.

Era porque creía odiarla tanto... que ahora, lo que odio, es el hecho de haber estado tan equivocado.

Que eso no nos hubiera hecho más que perder el tiempo al principio.

Recomendación: Coffee - baebadoobee

Esa noche, y tras despedirnos con un corto beso apenas de pico ya que ella parecía seguir molesta por la historia que se había montado en la cabeza de que la estuve mirando mientras que ella estaba detrás del arbusto, volví a escuchar el sonido del juguete musical sonando en su balcón.

Me había preguntado si a mí me importaba que ella hiciera ruido un rato, a lo que yo negué con la cabeza, pues como bien dije, ella llevaba unos días sin tocar a causa de mi idea de quitarle el miedo con la moto; no podía negarle que esa noche tocase aquel instrumento.

Además, habíamos quedado en ir al día siguiente al hospital a ver a su hermano, así que seguramente estaría nerviosa y eso la ayudaría a relajarse; otro motivo más por el que no pude negarme.

Aún había un último motivo. Yo también echaba de menos escucharle cantar.

Mensaje recibido de Nami

Si te molesto me avisas. Por si querías dormir hoy más pronto.

Bueno no, te jodes y no duermes, mirón.

Mensaje enviado a Nami

Aún sigues con eso?

Mensaje recibido de Nami

Te lo recordaré toda la vida.

Te dejo, voy a tocar

Mensaje enviado a Nami

Espera!

Mensaje recibido de Nami

Q?

Mensaje enviado a Nami

Puedo salir a fumar al balcón mientras tocas? Te incomodaría?

Mensaje recibido de Nami

...

...

Mirón.

Pude escuchar una carcajada que venía desde su piso, seguramente ella ya estaría ahí afuera sentada en el sillón de palets.

Mensaje enviado a Nami

¡NAMI!

Pero puedo o no?

No me contestó. En cambio, empecé a escuchar alguna que otra risita y unos ligeros acordes de la guitarrita.

Me quedé de pie frente al ventanal de mi balcón, con el teléfono en una mano y el cigarro con el mechero en la otra. Pasaron unos segundos.

 —¿¡Vas a salir o no!?

Sacudí la cabeza con media sonrisa y terminé por salir afuera, sentándome en el suelo y apoyando mi espalda contra la pared. Posé el cigarrillo en mis labios e intenté no mirar hacia la derecha.

Su voz, empezó a envolver el oscuro ambiente con una suave entonación.

 —Don't stay away for too long, don't go to bed. I'll make a cup of coffee for your head, I'll get you up and going out of bed. And I promise that one day I'll feel fine...

[No te mantengas despierto por mucho tiempo, no te vayas a la cama. Prepararé una taza de café, te levantaré y te sacaré de la cama. Te prometo que algún día me sentiré bien... ]

Hoy no sonaba triste. No entendía muy bien qué era lo que cantaba, los idiomas nunca habían sido mi fuerte, pero distinguía alguna de las palabras de esa canción que nunca le había escuchado cantar.

Parecía contenta.

 —Don't know how long I'd stay for. It's okay, I'll knock on your door. Won't you come down and get me?

[No sé cuánto tiempo me quedaría. Está bien, llamaré a tu puerta. ¿No quieres bajar y buscarme?]

El humo de mi cigarro dibujaba formas frente a mí. Seguía mirando al frente, pero me permití el lujo de cerrar los ojos un momento y dejar caer la cabeza hacia atrás.

¿Le seguirá gustando Inupi?

Esa pregunta que me hice a mi mismo se sintió como clavarme un puñal en el abdomen. De hecho, conocía esa sensación, y podía asegurar que fue algo similar.

Tenía que preguntárselo. Sabía que Nami había decidido tomarse las cosas con calma con el rubio... pero... si seguía sintiendo cosas por él...

Se me encogió el pecho y le di otra profunda calada al cigarro.

 —I like it when you hold me tight, you make me feel nice.

[Me gusta cuando me abrazas fuerte, haces que me sienta bien]

Creo que eso fue lo único que entendí... y me gustó pensar que esa frase que había dicho era por mí... pero solo era una canción.

Joder, me sentía como un completo imbécil.

 —The green in your eyes... makes me feel warm inside...

[El verde de tus ojos... me hace sentir calidez en el interior]

Paró de tocar de golpe, como si se hubiera confundido. Pero, tras unos segundos, empezó a repetir esa misma estrofa.

 —... you make me feel nice. The dark in your eyes... makes me wanna go deep inside...

Le escuché una risita tras aquello, pero no dejó de cantar hasta terminar la canción.

El silencio volvió a los balcones. Saqué el teléfono de nuevo, no me apetecía gritar y estropear la tranquila atmósfera que se había creado.

Mensaje enviado a Nami

¿Te has confundido o qué?

Mensaje recibido de Nami

Eh? No, le he cambiado la letra. ¿No te diste cuenta?

Mensaje enviado a Nami

No, ¿q has cambiado? No sé mucho inglés d todas formas...

Mensaje recibido de Nami

Haber estado atento en el colegio... no te lo voy a decir.

Voy a dormir.

Mensaje enviado a Nami

No era muy buen estudiante

Dímelo

Mensaje recibido de Nami

No :P

Mensaje enviado a Nami

...te odio, cada vez más, que lo sepas.

Mensaje recibido de Nami

Ya, yo también.

Gracias por lo de hoy, Draken. Y por querer acompañarme mañana... ^^

Ahora sí, miré hacia la derecha y la vi ahí, aún sentada en el sofá con las rodillas casi sobre su pecho, sus manos sostenían el teléfono posado sobre su boca y sus ojos estaban fijos en mi dirección. Movía los pies de arriba abajo y me imaginé que, tras el móvil que le tapaba la boca, ella tenía una sonrisa pícara en el rostro; más bien, estaba seguro de que era así.

No dijimos nada, solo intercambiamos un par de miradas antes de meternos de nuevo en nuestros pisos.

Mañana, por fin, conocería a su hermano. Y también le preguntaría sobre Inupi.

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—¡Vaya Nami! ¡Hoy no vienes sola!

Una mujer en sus cuarentaitantos y ataviada con una bata blanca llamó la atención de Nami justo cuando pasábamos por frente del mostrador de recepción.

 —Sí... hoy vengo con alguien más... voy a presentárselo a Kaito... ¿No hay problema verdad? ¿Podemos pasar los dos? Si es problema yo...

¿Le ponen nerviosa los hospitales? No creo, si no no vendría tan seguido.

Tomé su pequeña mano con la mía y le apreté un poco, quizá eso le daría a entender a la enfermera que podía dejarme pasar. De hecho, vi como ella se fijaba en nuestras manos.

 —¡Claro que no! Adelante, pasad.

Ambos agradecimos con una breve inclinación y fuimos hacia un largo pasillo blanco con habitaciones numeradas. Algunas puertas estaban abiertas y otras, como la de la habitación 028 que teníamos justo al frente, estaban cerradas. Imaginé que aquellas cerradas serían en las que habían pacientes ocupando las camas.

Nami tomó el pomo de la puerta de dicha habitación frente a la que estábamos y antes de girarlo me miró.

 —Draken... de verdad que si no quieres estar aquí... te lo digo porque mi hermano no va a decirte nada, solo está ahí tumbado y...

 —Bueno, pero yo a él si tengo algo que decirle, así que venga, vamos dentro.

Sonrió vagamente y entramos a la habitación.

La estancia era iluminada por los rayos de la tarde que entraban por el ventanal del fondo, otorgando algo de calidez a la sala y, sobre todo, a la cama que se encontraba a la mitad de ella. Una cama pequeña, con máquinas a ambos lados y de las cuales salían una infinidad de tubos y cables que llevaban hasta el escuálido cuerpo que reposaba en el colchón.

Un chico pelinegro y bastante alto por lo que pude apreciar de su cuerpo a través de esa fina sábana blanca que lo cubría; quizá más o menos de mi altura, pero, ni de lejos tenía mi complexión. El chico estaba delgado, muy delgado, y en la boca parecía tener un enorme tubo introducido en el que mis ojos se quedaron posados por un buen rato.

 —Eso es lo que le ayuda a respirar —Nami había entrado y sin pararse mucho, había ido directamente hacia el marco de la ventana y agarrado un jarrón que había allí con varias flores marchitas —. Vaya... qué rápido se han muerto esta vez... luego iré a comprar otras —murmuró.

No le contesté más que con un asentimiento de cabeza.

Sinceramente, me había quedado helado en cuanto lo vi. No me imaginaba que fuera a ser así, para nada. Parecía estar dormido, sí, pero por la pinta que tenía, y todos esos cables saliendo de su cuerpo, empecé a imaginarme el porqué de que Nami se sintiera decaída cada vez que venía a visitarlo.

 —¿Qué haces ahí de pie? Anda ven...

Ella había arrastrado un par de sillas hacia un lado de la cama y se sentó en una después de colocarle bien la sábana a su hermano. Yo hice caso y me senté, parecía que ahora el niño pequeño era yo y sólo iba haciendo lo que ella me decía.

 —Hola Kaito... ya estoy viendo que te han arropado como la mierda hoy ¿eh? ¿No tienes frío?

Nami hablaba en voz baja y yo no podía hacer más que mirarla, sus azulinos orbes se posaban ahora en el rostro del chico, como si esperase alguna reacción que nunca llegó.

Volvió a sentarse y tomó la mano de su hermano.

 —Mira Kai, este es Draken, ¿te acuerdas que te hablé de él?

 —¿Le hablaste de mí? —pregunté sorprendido.

 —Claro, yo a mi hermano le cuento todo... Bueno, casi todo, pero sí, sabe de ti y de que querías conocerlo.

 —Imagino que le habrás dicho todo lo que me odias... —bromeé y ahora alcé mi vista hacia el chico—, te lo ha dicho ¿verdad? Seguro que contigo es con quien se desahogaba cuando hemos discutido... tienes la hermana más molesta del mundo, que lo sepas.

 —Eso él ya lo sabe, te recuerdo que es mi hermano, me ha soportado desde que nací.

 —Bueno, por si acaso se le ha olvidado, no está de más recordárselo ¿no, Kaito?

 —Tienes razón —dejó de mirarme y ahora volvió hacia su hermano—, Kai, ¿tú te acuerdas cuando fue el Tanabata? ¿Recuerdas que te conté el porqué no había ido? Bien, pues aquí tienes al culpable, venga, levántate y dale una paliza, solo por hoy te dejo que pegues a alguien...

Vi que apretó la mano de su hermano con fuerza.

 —Nah... él no podría conmigo... de joven yo podía tumbar a más de veinte tipos en apenas un pestañeo...

 —Bueno... quién sabe, quizá mi hermano también era fuerte de joven... ¿No, Kai?

Volvía a preguntarle y ahora le acariciaba un brazo.

Al ver que no pasaba nada, ella suavizó sus movimientos y apoyó ambos brazos sobre el colchón.

 —Siempre es así... Cada vez que vengo le hablo, le hago preguntas... le cuento todo lo que me ha ido pasando... esperando que en una de esas me conteste, pero ya hace bastante tiempo que no da ninguna señal... solo espero que ya que se lo van a llevar a Tokio... allí pueda mejorar algo... solo espero eso, de verdad, Draken.

Había tragado saliva y se estaba conteniendo las lágrimas, lo sabía, pues ya podía diferenciar sus gestos cuando eso iba a pasar; pestañeaba más de seguido, fruncía y se relamía con labios con fuerza, y sus cejas, además, se apretaban, arrugando la zona del entrecejo de vez en cuando.

 —Ya verás como sí Nami... —puse mi mano sobre la suya que aún se mantenía encima de la de su hermano y me acerqué un poco más a ella—, ¿Cuándo se lo llevan?

 —Entre mediados y finales de septiembre...

 —Bueno, aún queda tiempo entonces, podemos venir a verle más veces si quieres.

Ella sonrió y acarició la mano que tenía sobre la suya, rozando sus dedos con los míos desde abajo.

 —¿Qué querías decirle a Kaito, Draken?

 —Ah... eso... —en realidad tampoco era la gran cosa—, nada, que me hubiera gustado conocerlo en otras circunstancias, por como me hablas de él estoy seguro de que no es mal tipo... creo que nos habríamos llevado bien... —sonreí hacia la pelinegra y luego volví a mirar hacia Kaito—, y bueno, quizá le habría pedido algún que otro consejo...

 —¿Consejo?

 —Sí, de cómo hacer para que te rías o de las cosas que te gustan...

 —Seguro que te preguntaría por qué quieres saber tanto, mi hermano era un poco metiche.

 —Bah, le diría que me gusta su hermana y punto, tampoco habría mucho que explicarle ¿no? Él era el más inteligente de la familia según me contaste una vez, seguro que se daría cuenta en cuanto nos viese.

Nami no contestó, se quedó callada y mirándome con media sonrisa. Sin embargo, le cambió en cuanto ambos notamos justo lo que ella decía que no había pasado desde hacía tiempo. Fue apenas un instante, pero tanto ella como yo, que teníamos las manos sobre la del chico, notamos como uno de sus dedos se elevaba en un pequeño espasmo.

Aparté mi mano y ella se quedó mirándole, sujetando ahora los dedos de Kaito con sus dos manos y elevando la mano de él hasta que quedó sobre los labios de ella, que se curvaban en una sonrisa melancólica.

Permanecimos en silencio unos minutos hasta que ella decidió hablar.

 —La noche que Kaito terminó aquí... nosotros ni siquiera deberíamos haber estado en el pueblo... ni mucho menos en el festival ¿Sabes? Íbamos a haber ido a Ishigaki juntos... pero yo decidí cambiar los planes.

 —¿Y eso?

De repente, parecía querer contarme más sobre aquello sin yo siquiera haberle preguntado, así que ahora sus palabras tenían toda mi atención. Nunca sabía cómo sacarle este tema de conversación, por lo que, el hecho de que ella lo hubiera iniciado, era una oportunidad para mí de conocerla un poco más.

 —Bueno... fue por Kanaye, quería que ambos se conocieran... y él me dijo que quizá el día de mi cumpleaños era una buena fecha... que podíamos pasarlo bien los tres juntos en una fiesta... no sé ni por qué le hice caso a Kanaye...

 —No te estarás culpando por eso, ¿verdad? Por haber cambiado de planes, digo —alcé una ceja, sus palabras volvían a llegar a mis sentidos dándome esa sensación extraña que me recorría por completo.

 —Claro que me culpo Draken... ¿Cómo no hacerlo? Ya te lo dije una vez, el hecho de que mi hermano esté aquí es por mi culpa —noté que había bajado el tono de voz, demasiado, de hecho—, y el haber cambiado esos planes también tiene que ver en todo esto... y yo fui la que decidió cambiarlos, así que no puedo quitarme esa culpa... a veces lo pienso... ojalá hubiera sido yo la que se hubiera quedado de esta manera y no él... él era demasiado bueno para estar así... yo...

 —Sh, ya está —le pasé el brazo por encima, había empezado a temblar y a mirarme de esa manera que amenazaba con adornar su rostro de lágrimas otra vez más—, no me vas a hacer cambiar de parecer por mucho que lo intentes, también recuerdas que te dije eso ¿verdad?

 —Sí, me lo dijiste, pero eso tampoco va a cambiar lo que yo pienso.

 —Bueno, eso ya lo veremos. Puedo ser muy persuasivo cuando quiero.

 —Lo dudo.

 —Te recuerdo que no querías montar en moto y has venido al hospital sobre una —miré hacia el chico— ¿Has oído eso Kaito? Tu hermana se ha montado en una moto otra vez.

Noté una palmada en mi pecho, pero fue suave. Ella sonrió y se dejó caer un poco sobre mi cuerpo.

 —Eres imbécil... tienes suerte de que esté dormido...

Acaricié su hombro con mi mano y la apreté contra mí, me estaba riendo en voz baja. Volvimos a permanecer en silencio por un rato más, hasta que se me ocurrió una manera de preguntarle acerca de aquello que me vino la noche anterior a la cabeza.

 —Nami, ¿también le hablabas de Inui?

 —¿A Kaito? Claro, ya te dije que le hablaba de todo.

Pasé saliva por la garganta, todos mis músculos acababan de tensarse.

 —¿Le dijiste que te gusta?

Los solté sin más, y sí, lo dije en presente.

 —Obviamente no, nunca he solido contarle esas cosas a Kaito. Igual que tampoco le he dicho nada sobre ti, bueno, nosotros, no sé, esto —nos señaló a ambos con el dedo.

 —¿Y qué es lo que deberías decirle de nosotros si él te preguntase? —no era eso lo que quería saber, quería que me dijera si ella seguía sintiendo algo por mi amigo o no... esa maldita pregunta se acababa de convertir en mi pequeña obsesión, necesitaba saber la respuesta, y no sabía ni el porqué.

 —Pues... que me gustas ¿no? Y que en cierto modo estamos conociéndonos... no sé Draken, nunca se me han dado bien las cosas de pareja... bueno o de lo que sea esto, le diría que vamos poco a poco, que es lo que hacemos ¿Verdad?

 —Sí... eso mismo...

Agh... si sigo mareando la conversación no voy a conseguir nada, a la mierda.

 —Nami... ¿Te sigue gustando Inui?

 —¿Tienes celos? —me miró burlona y con una ceja arqueada, con la misma cara del primer día que fuimos al restaurante y ella me sugirió pedirme dos o tres menús infantiles para así hartarme.

 —No —mentí—, pero dímelo. Me gustaría saberlo. Sin mentiras.

 —¿Cómo sabrás si miento o no?

 —Porque mientes fatal, pero me gustaría no tener que decirte que me estás mintiendo, Nami.

 —No.

 —¿No qué?

 —Que ya no me gusta Inupi, Draken... No te lo había dicho por si te enfadabas después de lo del plan que hiciste y todo aquello... Ya te dije una vez... —apartó su mirada hacia un lado, avergonzada—, me di cuenta al poco de empezar con ese plan... Solo creo que Inupi me recordaba a Kaito en cierta manera...

Suspiré profundamente y dejé caer mi cabeza de lado sobre la suya. No hacía falta que me diera más explicaciones, solo quería saberlo... saber que podía seguir con ella de esta manera sin preocuparme por si eso mismo podría ocasionar que su cabeza no estuviese hecha un lío entre mi amigo o yo... eso solo hubiera complicado todo...

 —Está bien Nami... gracias por decírmelo... te mentiría si te digo que no me alegro... pero es así.

 —Estabas celoso de Inupi, no desvíes el tema a tu favor.

 —No estoy desviándolo hacia ningún lado, solo quería saber si...

 —¿Si podías venir tú a Ishigaki conmigo?

 —¿Eh? —me pilló de sorpresa y levanté mi cabeza para mirarle el rostro, ella estaba ahí, con una sonrisa enorme y con sus ojos puestos en los míos—, no he dicho eso.

 —Ya, pero yo sí te lo estoy preguntando.

 —¿El qué?

Rodó los ojos y elevó una de sus manos para acariciar mi tatuaje, dónde sus orbes también parecieron posarse para evitar los míos por unos segundos antes de volver a encontrarme con ese intenso azul mirándome fijamente.

 —Draken, te estoy preguntando si quieres venir conmigo a Ishigaki.

Sonreí casi instintivamente y mis dedos pasaron a acariciarle la barbilla antes de acercarme a darle un ligero beso en los labios.

 —¿Ese es tu plan para conquistarme? —bromeé en voz baja contra sus labios.

 —No, te recuerdo que la idea fue tuya, así que es tu plan. Solo estoy dándole un poco la vuelta —contestó en el mismo tono burlón sin separarse—. ¿Quieres o no? —eso sí pareció preguntarlo de verdad.

 —Claro que quiero, boba. Alguien tendrá que vigilar que vuelvas de una pieza... y estoy seguro de que tu hermano no te dejaría ir sola, así que no me queda más remedio que ir contigo ¿no?

¡Holi! 

Perdón por tardar en actualizar de nuevo, pero ando liadísima con mil cosas. 

Se viene viajecito^^ 

Curiosidades del capítulo, aparte de la explicación del título que lo pongo al final, como siempre: 

~ El castillo que visitan (Castillo Shuri) se incendió en 2019, si lo buscáis en internet sale la noticia. Ahora está en reconstrucción por segunda vez, pues lo que dice Nami de que fue destruido en la 2ª Guerra Mundial es verdad.

~ El restaurante al que van a cenar se llama Yunangi, lo busqué por tripadvisor jaja.

~ Me he enterado en este capítulo que los Dragones en la mitología japonesa se asocian a masas de agua, ¿casualidad? No lo creo. 

~ Nami ha cambiado la canción para hacer alusión a Draken, esto creo que es evidente. 

El título del capítulo (Bore Tide) es un fenómeno de marea en el que el borde de las olas entran a contracorriente de un río o en la bahía (Draken quitándole los miedos a Nami así a lo loco)

Yo no sé si a veces le rebusco mucho el significado y la relación con los títulos, pero para mí tienen sentido jajaja.

Espero que os haya gustado, dejadme vuestras opiniones por aquí^^ 

Nos vemos prontito con otro capítulo y... va a haber un pequeño cameo de otros personajes de mis historias *ojitos* 

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