𝑽𝒆𝒊𝒏𝒕𝒊𝒄𝒖𝒂𝒕𝒓𝒐 ~ 𝑨𝒄𝒂𝒏𝒕𝒊𝒍𝒂𝒅𝒐

Recomendación: idontwannabeyouanymore – Billie Eilish

"No... No lo hagas... No sé... ¿puedo pensarlo?"

¿Qué mierda de respuesta había sido esa? Por supuesto que no quería que se alejase, si precisamente nunca le contaba nada era por eso mismo, porque no quería que lo hiciera...

Joder...

Tras aquellas palabras, él simplemente contestó un "ven aquí" con el rostro serio y algo resignado, e intentó esconderse en un abrazo más largo de lo normal. Por unos momentos no quería separarme de él... era como si, entre sus brazos, me sintiese protegida de todo...

Y eso solo hizo que después me doliera más.

Me despedí de él de una manera extraña; estábamos prácticamente callados, a pesar de que seguíamos borrachos, pues ambos podíamos vernos el uno al otro, pero ya no decíamos nada. Simplemente le ayudé a recoger un poco y nos despedimos en la puerta de mi casa con otro breve abrazo.

Estaba segura de que, de no haber sido por el alcohol, ni siquiera esos abrazos habrían sucedido.

Cuando entré a casa no pude aguantarlo, me encerré en el baño y, con rabia, empecé a desmaquillarme con una toallita, mientras miraba mi reflejo en el espejo cuadrado que colgaba de la pared sobre el lavabo.

Las lágrimas empezaron a rodarme por las mejillas, llevándose algo del resto de rímel que quedaba en mis pestañas después de todo el día.

No lo entendía. No entendía hasta qué punto una maldita persona había sido capaz de hacerme replantearme el hecho de si ahora estuviese bien besarme con un chico o no, solo por el miedo ya no sólo al sentirme utilizada una vez más, si no al hecho de que fuera quien fuera la persona con la que decidiera empezar "algo", iba a tener que soportar escenas que dejaban salir de mi persona lo que había estado intentando guardar con recelo en lo más profundo de mi interior.

No me gustaba que me vieran romperme. Y menos por lo que para mí eran unas tonterías con una pareja del pasado, nadie le dio importancia en su día, solo Kaito lo hizo. Solo él. No servía de nada que alguien se preocupase por mis problemas, no había manera de solucionarlos de ninguna manera, y menos hoy en día...

Draken era buena persona. Al principio me negaba a creerlo, pero lo era, sus amigos me lo habían dicho en repetidas ocasiones, e incluso con el paso del tiempo sus acciones me lo habían demostrado. Y también tenía sus problemas, como para yo enredarme con él y terminar por echarle los míos encima... no... ya podía decirme cabezota y todo lo que quisiera, era algo que no estaba dispuesta a hacer.

Joder, no quería que le pasara algo como lo de Kaito, no quería que otra persona importante para mí tuviera que pasarlo mal por mi culpa... no era tan difícil de entender... ¿no?

Todo eso, me lo repetía una y otra vez frente al espejo. Tenía un sofocón curioso, magnificado por el efecto de la bebida, pero no era nada que no me hubiera pasado con anterioridad.

En esos días... era cuando me miraba al cristal y veía a una chica ajena a mí en el reflejo. No era yo. Me odiaba. No quería ser ella. Era como si me viera desde fuera y no me reconociera. Detestaba todo de mí, mi pelo, mi cara, esos ojos que a todos parecían encantarles, los odiaba...no me gustaba que me dijeran lo bonita o lo guapa que era... porque esas mismas palabras ya me las habían dicho con anterioridad... ¿y para qué? ¿para terminar así? No...

No quería que volvieran a hacerme juramentos vacíos... ni yo hacérmelos a mí misma... pues justo... acababa de volver a romper la promesa de alejar a Draken de mí. Acababa de darle esperanzas de nuevo. Y quería creer que no pasaría mucho tiempo hasta que consiguiera darle una respuesta de verdad. No quería mentirle.

No quería decirle que quería que se alejara de mí, cuando en mi interior sabía que no deseaba eso.

Pero... tampoco era justo para él si le decía que no quería que lo hiciera y luego le daba largas cada dos por tres a cierto tipo de cariño...

Él iba a casarse hacía un tiempo. Había tenido, al menos, una relación más o menos normal con una chica preciosa que seguramente le daba todo lo que quería, al completo. Y él no merecía menos. Además... estaba claro que quería algo más, si no aquella noche no habríamos terminado en su cama.

Sus palabras volvieron a resonar en mi cabeza.

"Quiero besarte, Nami"

—Y yo también quería, Draken...

Pero no hubiera soportado un enfado por otra negativa a acostarnos. Me asustaba que creyera que yo era una persona completamente diferente, que creyera que quizá aquella vez no hicimos nada por que me daba vergüenza o algo así...

Conmigo las cosas iban a tener que ir poco a poco...muy poco a poco...y no todo el mundo está dispuesto a eso... y no quiero que tú también te vayas de mi vida por eso... no ahora que solo os tengo a ti y a Inupi...

Sorbí mi nariz y una lágrima más grande cayó por mi rostro.

Ya basta...

...

Me enjuagué la cara tras calmarme un poco. No podía seguir así, alguna manera tendría que existir para poder cambiar. Pero no tenía ni puta idea de cual sería...

De nuevo, me tiré en la cama con pitidos en los oídos a causa del sobreesfuerzo de mi mente por entenderse a sí misma.

Y me dormí con esa promesa que siempre hacía y todas las veces incumplía... la de que buscaría algo que me ayudase a cambiar... sin embargo... cada que lo pensaba...una única persona se me venía a la cabeza. Y era justo el causante de todo esto.

Si tan solo aquella última vez no hubieras sido así...

Vaya resaca más tonta...

Me dolía la cabeza, tenía los ojos hinchadísimos, ya, a parte de por haber llorado, por el cansancio acumulado del día de ayer y que apenas había dormido unas cuatro horas.

Ryu había decidido ponerse a ladrar demasiado temprano, no solía hacerlo hasta que el sol ya había salido por completo, pero, hoy parecía tener prisa por salir a la calle, y eso que apenas eran las ocho de la mañana.

Arrastrando los pies por la habitación me coloqué las chanclas y agarré tanto las bolsitas de Ryu, como mi teléfono y una fina rebeca de hilo por si hacia frío en la calle.

—Ya Ryu...deja de ladrar...que me duele la cabeza... —le dije mientras le colocaba la correa.

De verdad que, cada ladrido que daba era como si, por un momento, un taladro se me clavase directamente por un lado de la sien a toda potencia.

Salí a la calle con él y empecé a caminar hacia el espigón que había al fondo de nuestra calle, en donde yo solía sentarme los días de lluvia. Iba bostezando y parecía que Ryu era el que me estaba paseando a mí, pues yo no hacía más que ir de un lado a otro de la calle con los ojos medio cerrados.

—Joder, creo que sigo borracha...

El perro me miró extrañado y yo le di dos palmaditas en la cabeza.

—Nada, que hoy mamá empieza mal el día Ryu, haz ya pipí que quiero ir a darme una ducha, venga.

Otro ladrido que me hizo apartar la cabeza con una fea mueca de dolor en el rostro

—Pero no ladres... mi cabeza...

Más tarde, una vez me hube metido debajo del agua de la ducha, empecé a pensar de nuevo en todo lo de anoche, pero no quise darle muchas vueltas para no agobiarme de nuevo y empecé a pensar en lo que tenía que hacer hoy.

Arreglar unos papeles y la agenda para poder dejarlo todo listo e irme a Ishigaki sin problema, ir a comprar unas cosas al pueblo y por la tarde quería acercarme a donde estuviera Mitsuya y despedirme de él, pues se iba al día siguiente de madrugada y entonces no me daría tiempo, prefería hacerlo en la tarde...y ahí aprovecharía quizá también para hablar con Draken...

Sin embargo, esta vez sí me encontraba más nerviosa que nunca. Me dolía el pecho cuando pensaba en él, me gustaba demasiado y ni yo entendía cómo había podido llegar a tanto...

Cerré el grifo y enrollé una toalla en mi cuerpo, el dolor de cabeza parecía haberse amainado un poco con la ducha, aun así, me tomaría una pastilla antes de que fuera a más, si no, tenía por seguro que los números y letras de aquellos documentos que tenía que arreglar se pondrían a bailar la conga sobre el papel.

Tomé la pequeña medicina y me tiré en la cama un momento antes de empezar a alistarme. No me había dado cuenta de que habían estado llamando a mi teléfono durante todo este rato que pasé en la ducha hasta que agarré el aparato en ese momento para comprobar los e-mails.

Tenía más de cinco llamadas perdidas de ese número.

Ese número exageradamente largo y que no solía tardar en descolgar cuando aparecía en la pantalla.

Pero... ¿por qué tanta insistencia?

No pude evitar ponerme nerviosa y que mis manos empezasen a temblar antes de descolgar, la última vez que me habían llamado no era nada bueno, y estaba segura de que esta vez no iba a ser diferente... ¿o sí?

No lo sabría si no descolgaba.

—Levanta —escuchaba la ronca voz de Mitsuya—, Draken, despierta coño, que voy tarde al trabajo. Maldita hora en la que decidimos ponernos a beber de esa manera anoche...

—¿Eh? ¿Qué hora es?

—Tarde, son casi las nueve, venga, tienes que llevarme al hotel a que me cambie y al trabajo, seguro que todos se están preguntando dónde coño estoy y ya no puedo tardarme más.

Hablaba de manera apresurada, como si se le fueran a llevar los demonios, y estaba tirando de mis brazos para levantarme del colchón.

—¿Al hotel? ¿Y por qué no un taxi?... —me restregué los ojos mientras bostezaba— Joder, qué sueño...

—Venga, despiértate de una puta vez —sus manos palmeaban mi rostro y noté como la vena de mi frente empezaba a hincharse desde recién despierto. Empezaba bien el día al parecer, nótese la ironía —. No voy en taxi por que entre que llega hasta aquí y me lleva al hotel se me va a echar el tiempo aún más encima, llévame en la moto, va a ser más rápido.

—¿Puedo al menos mear y lavarme la cara? Joder con las prisas, sabes que las odio —me había levantado y me encaminaba a rastras hacia el baño.

—Sí, pero no tardes, y toma, aprovecha y te vistes —Mitsuya me lanzaba la ropa y con torpeza conseguí agarrarla al vuelo antes de encerrarme de una vez por todas en ese pequeño habitáculo de la casa.

Tenía un poco de resaca, y no fue hasta que me lavé la cara y me espabilé un poco que recordé todo lo de anoche.

Volvía a encontrarme otra mañana más mirando mis ojos en el reflejo, alicaídos y pesados conforme sus palabras se repetían una y otra vez en mi cabeza.

"¿Puedo pensarlo?"

¿Qué tanto tienes que pensar Nami? Joder... era una pregunta para responder sí o no... no para volver al mismo punto al que estábamos antes de formularla... en el mismo puto punto que los días tras besarnos por primera vez.

Al menos ahora ella sabía mis intenciones, bueno, sabía que quería besarla, pero no le había dicho nada más... y quizá debí hacerlo, pero en aquel momento por mi cabeza no pasaba otra cosa que no fuera el poder disfrutar del suave tacto de sus labios de nuevo, y el maldito alcohol había ayudado a poder confesárselo, pero no había sido de ayuda en nada más, joder, si me tachaba de solo querer follar con ella no iba a poder si quiera defenderme, no le había dado ninguna otra explicación más, y me estaba maldiciendo por ello una y mil veces mientras comenzaba a vestirme de manera apresurada para llevar a Mitsuya al hotel.

En cuanto bajamos a la calle, nos encontramos con Inupi, él se había encargado de abrir el local y, por supuesto me llevé una pequeña bronca por su parte por no estar levantado a la hora. Sin embargo, al ver que tampoco había mucho lío, me dijo que podía tomarme el día libre y así estar con Mitsuya el último día que estarían aquí, que si le hacía falta en cualquier momento me llamaría y listo. Así que, no le di muchas vueltas y le agradecí el favor antes de sacar la moto del garaje.

No dejé de pensar en Nami en toda la maldita mañana, ni cuando mi amigo y yo nos montamos en Zephyr y empecé a conducir apresuradamente hacia su hotel, ni cuando una vez allí lo esperé por quince minutos a que terminase de hacer lo que quisiera que tuviera que hacer en su habitación y en un abrir y cerrar de ojos volviéramos a encontrarnos sobre el vehículo dirigiéndonos a toda velocidad a otra playa del pueblo.

¿Debería mandarle un mensaje?

No, eso solo me haría parecer desesperado y la presionaría aún más.

¿Y si la llamo disimuladamente para preguntarle cualquier otra cosa? Cualquier excusa, que he escuchado a Ryu ladrando, o que necesito algo...

Gilipollas, eso es lo mismo que mandarle un mensaje. Si no peor, si le desvías el tema será de nuevo como si la estuvieras evitando.

Mi pie traqueteaba sobre la arena. Llevaba ya un buen rato sentado en una de las sillas que habían dispuesto los compañeros de trabajo de Mitsuya por la playa.

Aquello parecía ser el rodaje de una película. Contábamos con la compañía, aparte de los que eran del equipo, de varios modelos, tanto hombres como mujeres, ataviados con diferentes atuendos de baño o prendas veraniegas y que iban pasando hacia la zona donde los fotógrafos les tomaban las imágenes para el catálogo.

Otros tantos se encontraban junto con Mitsuya en la zona habilitada como vestidores, él les iba dando los últimos retoques a los conjuntos, colocando mejor alguna prenda o apretando más algún que otro nudo cuando los protagonistas de esas imágenes salían del cubículo en el que se cambiaban de modelito. Por ahí también había una mesa con diferentes sets de costura, por si en algún momento hacía falta dar un retoque a algún roto o descosido de última hora.

Yo, sin embargo, estaba en la zona donde habían colocado otra amplia mesa y varias sillas para descansar. La mesa estaba repleta de snacks y termos con café, de los que no dudé en rellenar una taza en cuanto llegué. Necesitaba despejarme y, ahora mismo, lo que mejor iba a sentarme era una taza repleta de cafeína.

Sin embargo, ni eso me hacía borrar de mi cabeza la maldita mirada con la que la pelinegra me miraba anoche. Y eso solo hacía que mi cabeza pesara aún más, teniendo que dejarla caer hacia abajo, pasándome con fuerza las palmas de las manos por los lados carentes de cabello de esta, juntándose en la parte trasera y haciéndome mantener mi vista en la clara arena que había bajo mis pies.

—Draken —una dulce voz me hizo levantar el rostro—, ¿Estás bien? Pareces agotado.

Elevé mi vista y me la encontré de frente. Mirándome con pesados ojos seguramente del cansancio.

—No Yuzuha... estoy bien, no te preocupes... tú también te ves cansada ¿Tanto has estado haciendo estos días o qué?

—Ah... —desvió la mirada y ocupó una de las sillas que había a mi lado tras servirse un poco de café—, bueno, he estado de compras con Hakkai... y bueno, aprovechando para visitar algunos sitios a los que quería ir en la isla... así que en realidad no he parado.

Sonreía, pero, por algún motivo, me parecía una sonrisa algo forzada.

—¿Te pasa algo? —pregunté.

—Qué va, estoy reventada, y solo de pensar en que esta noche ni vamos a poder dormir por la tontería de haber comprado los billetes de vuelta para la madrugada me está sentando como una patada en el estómago —volvió a reír y le dio un sorbo al café, pero pareció ver algo que no le gustó e hizo una mueca—, ya está mi hermano otra vez todo tenso, míralo.

Giré mi vista hacia donde me había señalado la castaña.

Una modelo guapa y rubia, igual que todas las que allí había, estaba intentando hablar con Hakkai, seguramente intentaba tirarle los trastos por como le estaba acariciando el hombro. Pero el chico estaba más tieso que un palo, con la mirada fija a un punto que solo él sabría cual era, y frunciendo los labios con demasiada fuerza.

No pude evitar reírme al igual que su hermana, la cual abandonó el asiento justo en ese momento al ver que Mitsuya se acercaba a nosotros, cediéndole el lugar a mi amigo.

—A este paso no se va a echar novia en la vida... —dijo Mitsuya con pesadez una vez hubo reposado su cuerpo en la silla.

—Oye Draken, gracias por hacerme de chófer esta mañana, y perdona por las prisas, pero ya sabes cómo soy con el trabajo...

—No te preocupes por eso —saqué un cigarrillo—, no ha sido nada.

—Otra cosa... me ha dicho mi ayudante... bueno, el encargado de los modelos, si a ti te gustaría hacerte alguna foto ¿Te apetece? Parece que das la percha.

—Qué dices... —sacudí la cabeza y me reí de manera irónica— olvídate de que yo me ponga a posar como Hakkai, ni de coña vamos...

—Ya, eso le he dicho —rio en alto y me miró de reojo— aunque sabes... estoy seguro de que si Nami hubiera venido, se habrían empeñado en que los dos os pusierais para haceros fotos juntos con los trajes de baño.

—¿Nami? —me sobresalté y le miré fijamente— ¿por qué?

—No sé, supongo que quedáis bien juntos, pelo negro, los tatuajes... hubieran quedado fotos diferentes e interesantes.

Lo imaginé por un momento. ¿Así nos veían los demás? Pero no podía pensar en ella haciendo de modelo. Le gustaba hacer fotos, no tomárselas, si casi tuve que arrastrarla con nosotros el día que nos hicimos aquella con Mikey y los demás.

—Nah... no creo que ella hubiera accedido a eso.

—Lo sé —sonrió pícaramente—, la verdad es que medio se lo dejé caer el día que fuimos al acuario y se negó en rotundo.

—¿Tú con cuanta antelación planeas las cosas? A veces me asustas, en serio...

—Con bastante, hay que ser previsor —soltó otra risotada —. ¿Sabes donde está? Nami, digo.

Negué con la cabeza. No tenía ni idea. Esa mañana, antes de irnos de la zona de los locales, solo me había dado tiempo a vislumbrar que no había abierto su negocio, pero imaginé que quizá estaría dentro arreglando papeles o que habría ido a sacar a Ryu, o que, incluso, se le habrían pegado las sábanas como a mí y aun no se levantaba de la cama; al fin y al cabo, la noche anterior habíamos estado despiertos hasta bien tarde.

—No, no tengo idea de dónde está.

—¿No has hablado con ella?

—No, ¿por?

Me estaba haciendo demasiadas preguntas y volvía a ponerme nervioso. Abrió sus labios para contestarme, pero, justo en ese momento, reclamaron su presencia para arreglar un botón de un bañador de un modelo, así que me dejó ahí solo de nuevo.

Por unos momentos había conseguido quitar a Nami de mi mente, pero él me la había traído de vuelta...

—Tsk.

Había llegado tan rápido como pude al hospital. Por suerte, no era nada grave, no al menos para él, pero sí para mí.

Iban a llevárselo de ahí, a otro hospital en la capital... por lo visto mis padres habían estado moviendo los papeles a mis espaldas y sin que yo me enterase hasta hoy mismo que me habían comunicado que el traslado se haría efectivo a mediados del mes siguiente.

No habían contado para nada con mi opinión... nadie, ni las enfermeras que lo atendían, ni los médicos, ni siquiera mis padres... pero de estos últimos no era ninguna sorpresa...

Tras darme la noticia, había permanecido en la habitación de mi hermano durante toda la mañana, de hecho, ni me había cerciorado de las horas que llevaba ahí, solo me dediqué a mirar a Kaito todo el tiempo.

Estaba muy delgado, tenía un ligero hundimiento en las mejillas, había perdido toda la masa muscular del cuerpo, y ahora lucía mucho más pálido de lo que acostumbraba a ser... él siempre estaba bronceado, no sabía cómo lo hacía, pero a la mínima que le daba un poco de sol, toda la melanina de su cuerpo parecía responder tornándole la piel de un dorado que solo le hacía ser más guapo de lo que de por sí ya era.

Mi madre, de pequeña, decía que yo vivía enamorada de mi hermano, pero no, joder, qué asco. Aunque sí tenía que admitirle que era guapísimo, de hecho, siempre había tenido a todas las niñas de su clase locas, y eso era en gran parte gracias a los claros ojos que tenía.

Qué mierda... y también a que era demasiado buena persona con todo el mundo... no había habido un año que no lo hubieran escogido como el representante del consejo escolar, además, sus notas excelentes eran otro añadido más a su atractivo.

Solo fue cuando nos mudamos a Tokio que tuvo la "época rebelde" y se hizo aquel piercing en la ceja, junto con los pendientes en los lóbulos de sus orejas y empezó a teñirse el cabello de rubio. Hubo incluso un tiempo en la que su comportamiento había cambiado, nadie en casa sabía con quienes se juntaba, pero, como yo no salía con nadie al no tener amigos allí, era la única que lo veía llegar a casa a altas horas de la noche, con esa chaqueta blanca que parecía no quitarse nunca y que, de vez en cuando, se ponía a lavar a altas horas de la madrugada.

Un día, me quedé espiándole para ver porqué hacia eso último. Descubrí que lo que intentaba quitar de la chaqueta eran pequeñas motas de sangre. Y me enfadé con él por ello, por que no quería que fuera como todos esos chicos que veía pasando por delante de la casa donde vivíamos, todos uniformados de la misma manera y que solo buscaban pelea entre ellos.

Nos habíamos mudado a Tokio en gran parte por él, para que pudiera estudiar en una buena universidad y que pudiera tener un futuro brillante, y no quería que lo echase a perder por andar en temas de pandillas. Y todo eso se lo hice saber aquella noche que lo descubrí.

Él pareció comprenderlo aquella noche, y, desde entonces, nunca más volvió a juntarse con aquellos tipos a los cuales ni siquiera llegué a conocer, aunque si soy sincera, tampoco eran de mi interés.

Y ahora el volvería allí. A Tokio. Al Hospital General en el que las enfermeras me habían repetido una y otra vez a lo largo del día cuando entraban a la habitación a comprobar las máquinas de mi hermano, que lo tratarían mejor allí, que la tecnología no podía compararse a la que tenían en este hospital y que, seguramente, su condición podría incluso mejorar de recibir unos tratamientos mejores.

Está en coma... da igual donde esté...

Pensamientos egoístas se empezaban a hacer eco en mi cabeza. Si me quitaban a Kaito... de verdad me quedaría sola por completo en la isla. Tenía a Inui, y a Draken incluso... pero no era lo mismo... Kaito era mi hogar, no podía imaginar pasar una semana sin venir a visitarlo, ese pensamiento estaba empezando a desquiciarme dentro de aquella habitación, y sí, había estado llorando cuando solo él y yo ocupábamos la habitación y ningún profesional nos acompañaba, pero ya no sabía por qué lo hacía.

Quizá eran de impotencia, o de rabia por pensar egoístamente, pero solo dejé salir las lágrimas sobre las sábanas que cubrían a mi hermano un día más.

Ni siquiera había comido, y empezaba a hacerse tarde... aunque tampoco tenía ganas de volver a casa, lo único que me hacía tener que volver era mi responsabilidad con Ryu, si no, me quedaría en esa habitación hasta el día de mañana...pero no podía.

—Kaito... ya tengo que irme ¿vale? —me levanté de la silla y me acerqué a su rostro para dejarle un beso en la frente—, te quiero mucho.

Me quedé mirándole unos instantes mientras le acariciaba el rostro.

—Oye... ¿sabes una cosa?... Hay alguien que quiere conocerte... igual le digo que venga conmigo la próxima vez ¿vale?

Tragué saliva. No sé si quizá esperaba que él abriera los ojos de golpe y me dijera algo como: "¿Quién? ¿Otro novio? Más le vale portarse bien" ... O quizá sí lo esperaba y por eso le estaba diciendo aquello. Pero, como siempre, no hubo respuesta.

—Ya te he hablado de él... se llama Draken... él es... bueno, es mi vecino, ya te conté, el amigo de Inupi el rubio, el dueño del taller de motos... pues me dijo que quería conocerte ¿sabes?... Él sí quiere...

Él SÍ quería conocer a mi hermano... a pesar de estar así... o quizá era por estar así... agh... no lo sé ya...

—Bueno hermanito, me voy ya, ahora sí... te dejo tranquilo, que seguro que las enfermeras si no van a venir a echarme en cualquier momento.

Dejé otro beso más en su rostro y salí de la habitación.

Tenía hambre, mucha hambre, así que pensé que quizá no estaría mal comer algo en la cafetería del hospital antes de irme a casa, pues tampoco tenía ninguna gana de cocinar cuando llegase allí, y sabía que, o compraba algo para comer, u hoy me pasaría el día entero con el estómago vacío solo por pereza.

Sin embargo, maldeciría esa idea minutos después.

Acababa de pagar por un simple bocadillo y un refresco en la barra de la cafetería. Y ya había notado una mirada en mi nuca desde que llegué a esta zona del edificio.

—Nami.

Esa voz.

Me giré, sosteniendo los víveres en mis manos y alcé mi mirada hacia la suya.

—Hola Kanaye... voy a comer, ¿me dejas pasar?

—Sí... claro, pasa. Yo voy a comprar algo también.

¿Tan amable? Qué raro, a este le pasaba algo.

Pasé por su lado, pero todo me pareció demasiado extraño. Miré por encima de mi hombro, estaba comprándose un refresco y sonriéndole débilmente a la encargada, pero esa sonrisa era fingida, las conocía.

Cuando se giró y me descubrió mirándole, se quedó clavado en el sitio y apartó su mirada hacia otro lado, una mesa que quedaba al lado de donde yo estaba y en la que no tardó en sentarse, dejándose caer pesadamente antes de agarrar su mochila y sacar de ella una manzana a la que le dio un pequeño mordisco.

—¿Quieres sentarte aquí? —me preguntó.

—¿Qué haces aquí? ¿Te pasa algo? —no pude evitar preguntarle.

—No... no es a mí... —dejó la manzana a un lado y apoyó los codos sobre la mesa, tapándose el fatigado rostro que cargaba con las manos.

Una vez se descubrió, se refregó los ojos, me di cuenta en ese momento que, acompañando a ese grisáceo tan característico de sus orbes, había también unas enrojecidas escleras.

Rodé los ojos y dejé mis cosas en una de las sillas desocupadas de la mesa, sentándome en otra que quedaba enfrentada a él.

—¿Y eso? Pensaba que te irías.

—Quizá es lo que debería hacer... —pero algo no me dejaba hacerlo, sabía que me arrepentiría más tarde de todo esto... pero era superior a mí, nunca lo había visto de esa manera, y quería saber qué podía ser tan importante como para tener a este tipo derrotado—, pero bueno, digamos que haré una excepción... ¿qué ha pasado?

No podía negar que estaba nerviosa, al igual que las demás veces, pero verlo de esa manera fue algo tan inusual, que esos nervios parecieron desaparecer por unos momentos.

—Es mi padre Nami... le ha dado un infarto y por poco no se queda en el sitio... lleva aquí desde ayer por la noche.

Me quedé procesando por unos momentos lo que me acababa de decir.

—Y... ¿Cómo está?

—Bien... a ver, le han dicho que tiene la tensión demasiado alta y que tiene que cuidarse... como a todos los viejos... pero parece que a él se lo están diciendo totalmente en serio Nami... no sé... me da a mí que en una de estas se nos va el viejo...

Sinceramente... no me daba mucha pena, pero tampoco era como si le deseara la muerte a nadie en el mundo.

—¿Y tú? Has venido a ver a tu hermano supongo ¿no? —le dio otro mordisco a la manzana y yo empecé a comer el bocadillo con cuidado.

—Sí... como siempre.

Ni me salían las palabras. No sabía ahora por qué coño me había sentado con él, seguía provocando en mí esa mierda de comportamientos que me hacían sentir diminuta a su lado.

—¿Cómo está Kaito?

—En coma, sigue igual.

No quería ponerme a llorar delante de él al recordar la noticia que me habían dado.

Los dos nos mantuvimos en un silencio sepulcral mientras terminábamos nuestros respectivos alimentos, aunque, de vez en cuando, me daba cuenta de que nuestros ojos se encontraban por unos instantes, apartándolos prácticamente a la vez el uno del otro.

Cuando por fin me armé de valor para preguntarle por el hecho de que, aquel día, dejase una notita en la puerta de mi casa, él me interrumpió con unas palabras que no hicieron más que clavarse en mí.

—Estás diferente Nami... te noto rara, como si no fueras la misma...

Me molestó. En gran medida... claro que no era la misma, yo ya no era la Nami que él conocía, todo cambió para mí tras el accidente de mi hermano... y tras aquello.

—¿Sabes Kanaye? Claro que no soy la misma... tú... tú solo conociste a la mejor versión de mí.

Me apresuré a levantarme y empecé a recoger mis cosas de la mesa con la intención de salir de allí. Ya no miré atrás, sin embargo, notaba que me estaba siguiendo.

—Oye, que no estoy diciendo que no me gustes ahora ¿eh? No me malinterpretes...

Me detuvo una vez fuera del hospital, agarrándome por la muñeca, pero sin ejercer fuerza, de hecho, me soltó casi al instante en que hubo detenido mis pasos.

—No lo digo por eso —contesté y suspiré antes de tomar aire profundamente—, Kanaye, lo digo porque me destrozaste tanto...me hiciste tanto daño... joder...

No pude evitar soltar dos lágrimas de impotencia, me estaba mordiendo el labio inferior con fuerza, creía que era la primera vez que me sinceraba de esta manera con él.

—Joder Kanaye... me cambiaste tanto que ahora no puedo tan siquiera pensar en estar con otra persona ¿entiendes? No puedo, me da miedo volver a vivir lo que viví contigo... ¿Qué no soy la misma? Claro que no soy la misma, joder...

Tapé mi rostro con una mano y agradecí que en ese momento no hubiera nadie a nuestro alrededor.

—Pero supongo que también el haber cambiado es culpa mía... no puedo achacártelo todo a ti... yo...

—Lo siento, Nami.

Me destapé al instante.

¿Qué acaba de decir?

—¿Qué?

—Joder Nami... —se sentó en la escalerilla que había frente a la puerta de entrada al hospital y sacó un cigarro. Allí no se podía fumar, pero ese tipo de normas a él siempre le habían importado bien poco—, lo siento... de verdad... todo lo que hice...

—No sirve de nada que me pidas perdón ahora Kanaye...

—Ya lo sé... aún así es algo que quería decirte.

Jamás me había pedido perdón. Por nada.

Se levantó en el momento en que pasé por su lado y siguió acompañándome hasta la zona baja de las escaleras.

—¿No vas a decirme nada?

—¿Qué quieres que te diga? —me había dejado totalmente fuera de juego.

—Tienes razón... no merezco que me digas nada Nami... solo espero que puedas perdonarme de alguna manera... es lo único que quiero en esta vida.

Sonaba firme, cosa que me hizo creer que de verdad lo decía en serio.

—Kanaye.

—Dime.

—Si te perdono... ¿dejarás de aparecerte en mi vida? —pregunté temerosa, no sabía qué podría responderme.

—Sí. Te lo prometo, sólo déjame hacer una cosa por ti, solo hoy, necesito estar con alguien un poco más...

—¿El qué?

—¿Puedo llevarte a casa? En coche.

—¿Tú crees que puedo fiarme de...

—Nami, te juro que no va a pasar nada, de verdad, acabo de pedirte perdón por todo, lo último que quiero es que vuelvas a desconfiar de mí tan rápido... no quiero que lo hagas más... solo déjame acercarte a dónde quieras y desapareceré de tu vida, te lo prometo, por favor Nami, de verdad que solo quiero...

—Vale, vale, pero ya, deja de suplicarme.

No era buena idea, sabía que no era buena idea, la peor de todas. Pero aun me daba más miedo el negarme y que, a pesar de todo lo que acababa de decirme, se fuera al caño por una mala reacción por su parte.

—Eres la mejor, siempre has sido la mejor, gracias mi niña.

—No me llames así.

Esa manera de llamarme... no la soportaba.

—Está bien, perdón Nami, otra vez.

Lo notaba nervioso, sin embargo, no hablaba como una persona llena de nervios. Era raro, muy raro.

—Oye... —le dije una vez me había montado en su coche— no me lleves a mi casa, llévame a mi sitio... ya sabes dónde ¿no?

—¿El acantilado?

—Ajá —asentí y me limité a mirar a través de la ventanilla mientras él ponía en marcha el motor. La pierna me estaba traqueteando a más no poder, y sentía que quería gritar y salir corriendo, pero, de nuevo, la sensación de temor me impedía hacer cualquier otro movimiento.

—Está bien, necesitas despejarte un rato ¿no?

—Sí.

—¿Y cómo irás luego a casa?

—Caminando, no te preocupes por eso.

Solo quería estar sola en aquel lugar, mirar la puesta de Sol, y ahogar allí mis sentimientos, gritar, o hacer cualquier cosa que fuera necesaria, en un lugar donde nadie pudiera verme o escucharme.

—Vale... pues allí vamos.

Los colores de la tarde volvían a teñir el cielo del pueblo y de aquella playa en la que nos encontrábamos.

Volví a llamar a Inupi hacía un rato, al parecer se había bastado el solito para hacer el poco trabajo que había habido hoy en el taller, así que volvió a repetirme, una vez más, que dejase de preocuparme y disfrutase de lo que quedaba del día con Mitsuya.

Quise preguntarle si había visto a Nami, pero eso solo hubiera supuesto una ola de preguntas que no me apetecía contestar, así que, simplemente, no lo hice.

La sesión de fotos aún continuaba, y ahora parecían estar aprovechando los tonos dorados del ambiente para hacer fotos con conjuntos más oscuros y de colores más cálidos. Yo no entendía de eso, pero, al menos, sí podía diferenciar que el tono de las vestimentas que los modelos se ponían había cambiado con respecto a las que usaron en la mañana.

Habíamos comido algo que el catering de la empresa de Mitsuya dejó en esa mesita al lado de la cual yo me mantuve quieto la mayor parte del día, y, ahora, que la sesión estaba casi al término, la comida había sido sustituida por varios botelleros llenos de hielo y algunas botellas de champán; imaginaba que, una vez finalizaran, harían algún tipo de brindis.

Sin embargo, yo, y creo que podía hablar también por Mitsuya por la cara que puso cuando vio aquellas botellas llegar, solo nos habían dado arcadas de pensar en consumir la más mínima gota de alcohol. Aún teníamos todo lo de la noche anterior en el cuerpo, era más que evidente.

También había intentado bajar un poco la resaca con algunos chapuzones que me daba de vez en cuando en el mar, para eso, y porque hoy volvía a hacer un calor de mil demonios y no había otra manera de refrescarse que mojarse en el agua.

Justo ahora, acababa de volver de uno de esos baños y me secaba con una toalla de las que había por allí. No me había dado cuenta de que Mitsuya había vuelto a acercarse y se había sentado a mi lado mientras me secaba la cara.

—No paran de cuchichear ¿sabes?

—¿Quiénes? —pregunté.

—Esas dos chicas de ahí —señaló a un par de morenas que justo en ese momento posaban para una fotografía y al ver que las miraba sonrieron tontamente —. Creo que les has gustado, seguro que están a punto de hablarme para decirme que te presente.

—Ni se te ocurra hacerlo.

—¿Sigues igual no? Normal que ni folles.

—Habló Don Romeo... —él nunca me contaba sus andanzas, y en ese momento caí en la cuenta de que yo tampoco le preguntaba nunca—. ¿Tú acaso lo haces?

—Claro, pero no con modelos ni nadie de la agencia, no mezclo trabajo con vida personal.

—¿Entonces?

—Ah... eso jamás lo sabrás.

—Qué mal ha sonado eso Mitsuya —flasheé el burdel donde me crie, pero no creía que el frecuentase ese tipo de establecimientos.

—¿Qué has pensado? ¿Te has acordado de Remi o qué?

Remi era una de las chicas que trabajaban en el burdel, de hecho, era una de las cuales con la que mejor me llevaba y a la que tenía casi como una hermana mayor. Aunque, cierto día, dejó de trabajar allí y ya apenas manteníamos el contacto. La última vez que la vi fue unos días antes de mudarme a Okinawa, y porque quedé con ella para tomar un café y preguntarle si podía guardarme unas cosas en su apartamento.

—Pues si te soy sincero, sí, ¿vas a burdeles o qué?

—No —dijo burlón— ni en broma, eso no hace falta.

—Ya... vamos, que no voy a conseguir sacarte nada ¿no?

—Pues no —rio alto— oye... quiero preguntarte una cosa.

Ahora adoptó una pose seria. Sentí un escalofrío, pero pensé que sería culpa de la sensación fría que había quedado en mi cuerpo tras el baño y, aprovechando que ya me había secado, volví a ponerme la camiseta.

—¿El qué?

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—¿Has hablado con Emma últimamente?

Me tensé entero.

—No, obviamente. ¿Por?

—¿Y pensado en ella?

Recorrí todos los recuerdos que tenía desde que llegué a la isla.

Sí había pensado en ella los primeros días, sobre todo por las noches cuando salía al balcón a fumar. Pero, desde que empecé a quedarme escuchando a Nami tocar la guitarrita de juguete, la imagen de Emma había desaparecido por completo de mi mente. En esos momentos, ya solo me imaginaba la cara de la pelinegra... y sus labios moviéndose al ritmo de las melodiosas frases que cantaba calmadamente.

—No, creo que no.

Respondí y esas palabras crearon un breve silencio entre nosotros, que solo fue interrumpido cuando Mitsuya dejó salir una carcajada seca y socarrona.

—A ver Draken... Dame solo tres motivos por el que me deba contener de darte un puñetazo ahora mismo.

—¿Eh?

—Lo que has oído, llevas con esa cara todo el puto día, y sé perfectamente lo que te pasa, así que venga, suelta, dame tres razones.

¿Qué coño dice este ahora?

—¿Estás trabajando? No sé, así por decir una.

—Podré dar una excusa. —me miró fijamente— otra.

—Cómo lo hagas sabes que puedo partirte la cara después ¿verdad? —contesté burlón, aún no comprendía a qué mierda venía eso. Igual estaba aburrido.

—Nah, puedo esquivarte fácil, conocerte desde pequeño tiene sus ventajas, sé todos tus movimientos —sonrió alzando una ceja, orgulloso— la última.

—La última... ¿a santo de qué querrías darme un puñetazo? No hay motivo para hacerlo, gilipollas. Si te aburres ponte a coser o algo —señalé una de las mesas con sillas alrededor donde los empleados de vestuario les hacían unos retoques a las modelos— ahí tienen todo para que te distraigas.

—De verdad Draken... que nunca pensé que tendría que decirte nada, en serio...

—Vamos a ver —me estaba empezando a cabrear, no me gustaba nada que se anden con rodeos para decirme algo una vez habían empezado a soltar el hilo—, al final el que va a tener que darme tres motivos para no estamparte esto en la cara vas a ser tú, ¿Qué me estás queriendo decir Mitsuya? Suéltalo ya —dije elevando un poco el puño.

El rio levemente y sacó un cigarrillo de la cajetilla que tenía en el bolsillo del pantalón.

—Sois unos cobardes —dijo antes de encender el cigarro y darle una profunda calada—, los dos.

—¿Qué dices? —arqueé una ceja y mi expresión se tornó seria—, ¿qué dos?

Noté como mis manos empezaban a sudar ligeramente y mi espalda tensarse.

—Nami y tú, Draken —hizo una pesada pausa y ahora me miraba con media sonrisa burlona—, porque a ninguno de los dos se os ocurre arriesgaros, aunque cuando habléis el uno del otro os brillen los ojos y parezca que os queréis comer la boca en ese mismo momento. Se ve a la legua que a ella le pasa algo, no soy imbécil, pero su mirada no miente amigo. Y la tuya tampoco.

Me quedé mirándole con los labios entreabiertos. Él seguía fumando, hasta que pareció hartarse del humo y tiró el cigarro al suelo, apagándolo con la planta del pie y volviendo a hablar con la mirada cabizbaja.

—Draken, hace años...—se llevó una mano a la boca—, mentira, jamás te he visto mirar así a nadie...ni a Emma, así que deja de ser un gilipollas y ve a buscarla. Si ella tiene tantos problemas, y eso le impide dar el paso... dalo tú, estoy seguro de que ella no va a rechazarlo... ayúdala joder. No te estoy diciendo que la obligues a nada, pero estoy seguro de que ella está intentando apartarte por no echarte sus cosas encima. ¿No lo ves? Tú mismo la alejas intentando no meterte en ellos... si tanto te gusta... actúa, coño.

—¿Quién te dice que no haya hecho por acercarme a ella? A ver, dime... tú que pareces saberlo todo.

Sonrió aún más a modo de burla.

—"¿Quieres que me aleje de ti?" —imitó mi voz y a mi me recorrió un sudor frío por la espalda— Dios Draken, ¿qué mierda de pregunta fue esa?

—Maldito cabrón... ¿estabas despierto?

—Obviamente, ¿quién no se despertaría después de que lo dejaran como un saco de patatas sobre el sofá? Fingí seguir dormido porque la cosa se puso interesante y no quería interrumpiros, pensaba que os iríais a la habitación en dos minutos y me dejaríais descansar...—desvió los ojos hacia una esquina— bueno, no, al contrario, pensaba que no me dejaríais descansar y que terminaría por pedirme un taxi y volver al hotel para no tener que escucharos.

Resoplé pesadamente y me froté los ojos.

—No sabía que eras tan cotilla.

—¿Yo? A mí me encanta el chisme, de siempre —empezó a reírse, aunque a los pocos segundos volvió a ponerse serio. —Vete, ve a buscarla y arregla esa mierda de pregunta que le hiciste ayer.

—¿Y qué se supone que debo decirle?

—Ah... ahí ya no puedo ayudarte amigo... pero ya deja de esconderte y dile a la maldita cara que te gusta de verdad.

¿Qué me gusta de verdad?...

Me levanté de inmediato y agarré la cara de mi amigo con las manos, sonriéndole burlonamente.

—Al final sí que voy a darte un beso en la mejilla —me burlé y le apreté el rostro con los dedos.

—Deja, deja, ni se te ocurra, guárdate los besitos para Nami, a mí déjame en paz, asqueroso.

No pude evitar reírme en alto y revolverle el pelo.

—Gracias Mitsu... me voy ya. —caí en la cuenta de algo, tras la sesión de fotos, ellos se irían directamente al aeropuerto a esperar allí para el embarque del vuelo que tenían en la madrugada, y yo me quedé por unos momentos más ahí, clavado en el sitio.

—No te preocupes por las despedidas, esto es más importante —sonrió con los ojos cerrados, de esa manera amable que siempre parecía calmar las situaciones— y vete ya, antes de que finalmente termine por darte el puñetazo. Ya me despido yo por ti de esos dos, anda.

Le di un último abrazo y, sin siquiera mirar atrás para despedirme de Hakkai y Yuzuha salí corriendo hacia la moto para dirigirme a su casa.

Era como si las palabras de mi amigo me hubiese infundado un valor del que yo creía carecer con ella. No pensaba en nada más que en ver su cara, en que sus ojos me miraran con esa expresión tonta que siempre parecía tener en el rostro, que me dejara comprobar una vez más, de cerca, ese pequeño lunar que tenía debajo de los labios... y que me dejara besar estos últimos.

Le había dicho que no volvería a hacerlo sin su permiso, o más bien, sin que ella me lo pidiera... pero ¿y si no me lo pedía nunca? ¿podría osar acercarme de nuevo a ella y ser yo el que le preguntase si quería que la besara?

No quería ser pretencioso, ni forzarla a nada... pero... si quizá ella no quería hacer nada conmigo por cualquier tipo de miedo... tenía que hacerle ver que las cosas no iban a ser así... joder, si es que cada vez que la había visto casi romperse delante de mí, lo único que sentía eran ganas de hacerle borrar la tristeza de su rostro, y quería protegerla, cuidar que de esa mirada no salieran lágrimas más saladas que el océano que a ella tanto le gustaba. No quería verla así. Quería que sonriera, que se burlase de mí, como al principio, cuando apenas la conocía y no sabía nada de ella... porque ahora que conocía gran parte de la historia... no podía hacer como si nada y mirar hacia otro lado. Simplemente no podía, todas sus palabras, gestos y miradas se habían clavado en mi interior tan profundamente como lo hacía el humo del cigarrillo que estaba fumando de manera apresurada conduciendo hacia su apartamento.

Pero ella no era como ese humo que me dañaba los pulmones. Era todo lo contrario, ella no desaparecía ante mis ojos en una nube grisácea cuando exhalaba, ella no infligía ningún daño en mí... más bien... y sin que ninguno de los dos nos diéramos cuenta... había curado gran parte de mi interior, donde la tormenta había amainado con cada aspecto que Nami me iba dejando ver del suyo.

No podía dejarla escapar tan fácilmente... no podía hacer eso otra vez en mi vida... y menos con ella... con mi ruidosa vecina, la de genio constantemente en cambio, con la loca de los peces, Nami... la última chica del mundo por la que creía que despertaría sentimientos.

—¡Nami! —estaba aporreando su puerta frenéticamente— ¡Nami soy imbécil! ¡Ábreme la puerta por favor!

Ryu ladraba.

Apoyé los codos y la frente en su puerta, tenía el pulso y la respiración demasiado acelerados, había venido a toda velocidad con Zephyr, sin pensar en nada más que en verla.

—Nami... —susurré casi para mí mismo.

No está en casa, me habría abierto.

Saqué el teléfono apresuradamente y le marqué, me había apoyado contra su puerta, fumando otro cigarrillo en un intento de calmar mis nervios.

Dime.

Le escuché sorber la nariz.

—¿Dónde estás?

Draken no... no estoy bien ahora mismo... de verdad que no hace falta que...

Hablaba con voz trémula y sentí de nuevo ese escalofrío recorrerme la espalda.

—¿Dónde estás? —repetí.

No me respondía, pero no escuchaba tampoco ningún ruido, así que no debía estar en un sitio abarrotado de gente.

Volvió a sorber y la escuché hipar.

Draken... quiero verte...

—Solo dime donde estás.

En el acantilado, arriba de la colina... ¿te acuerdas?

—Ni se te ocurra irte de ahí ¿me oyes? Voy para allá.

Ya no pensaba nada. Solo me monté en la moto de nuevo y empecé a apretar el puño, acelerando cada vez más para llegar cuanto antes donde ella estaba.

He sido un puto imbécil todo este tiempo... alejándome de ella cada vez que me decía que tenía problemas, asumiendo el hecho de que ella no quería hablarlos con nadie, que quizá no necesitaba apoyo... joder...

Seguía allí. Había pasado al menos hora y media desde que Kanaye me dejó y se fue.

Aun estaba sorprendida por ese hecho. No había hecho nada, solamente volvió a pedirme perdón una vez más por todo antes de despedirse y se fue, así sin más.

Al principio, cuando me quedé sola, sentí como si un gran peso se cayese al suelo, como si el hecho de que la promesa que acababa de hacerme Kanaye, junto con sus disculpas, fuera justo lo que necesitaba para sentirme un poco más liviana.

Quería creerle... que con esa pequeña conversación de verdad se estaba arrepintiendo de todo... tenía que hacerlo, pensar que todo eso me lo había dicho de verdad... porque pareció ser algo que me aliviaba. El pensar que de verdad no iba a interponerse más en mi vida... quizá podría ayudarme a avanzar.

Cuando pasó un rato de estar allí, volví a pensar en todo lo de Kaito mientras miraba al mar y, evidentemente, volví a sentirme mal por todo. Pero para eso mismo había ido allí, para desahogarme y soltarlo todo e intentar dormir tranquila esa noche.

Y así, como decía, llevaba hora y media allí. Sentada en la barandilla, balanceando los pies, y dejando que, de vez en cuando, un par de gotas salieran de mis ojos.

A todo eso se le sumaba lo que había pasado con el pelinegro la noche anterior.

Sabía de sobras que si le decía que había ido de nuevo al hospital sin avisarle iba a reñirme, pero, de nuevo, volvía a tener excusa. Me habían avisado de pronto, y en ese momento, tan siquiera pensé en qué ponerme como para acordarme de avisarle por si quería venir... además, hoy no era tampoco el mejor día para que me acompañase.

Me gustaba que quisiera hacerlo... que quisiera conocer a Kaito... pero no veía que ningún momento fuera el adecuado. Y si ahora se lo iban a llevar a Tokio... si quiera sabía si tendríamos tiempo de que él fuera a verle y así poder conocerle.

Sorbí por la nariz de nuevo y me acaricié un brazo con la mano contraria, empezaba a refrescar de nuevo.

Con ese gesto, por mi mente pasó el recuerdo de los abrazos que la noche anterior me había dado Draken. Cálidos. Cómo si en esos brazos pudiera descansar y no pensar en nada...

Me imaginé con él, era la primera vez que lo hacía seriamente. Me imaginé de nuevo entre sus brazos, sin hacer nada más que notar la respiración del uno contra el otro... y, también, por primera vez... me sentí cómoda con ese pensamiento.

No quiero que se aleje...

Y, no sabía por qué, darme cuenta de eso volvió a humedecerme los ojos.

O quizá sí.

Porque volvía a pensar egoístamente, él, que había superado una ruptura dolorosa, no podía empezar una relación -si es que acaso eso era lo que el buscaba- con alguien a quien habría que unirle primero todas las fragmentadas piezas de su interior.

Pero quería verle...

Me pasé la mano por los ojos, restregando el dorso de esta por ellos, y fue entonces cuando por poco no me caí de la barandilla al notar mi teléfono vibrar.

Era él. Cómo si hubiera sabido que estaba pensando en él, ahora su nombre aparecía en la pantalla de ese aparato, y yo dudé en contestar...

Pero menos mal que lo hice. Ya no podía más... necesitaba que volviera a acompañarme en ese acantilado una vez más... al igual que aquella tarde...

Le necesitaba a él, a sus bromas y piques... esos que me conseguían sacar una sonrisa incluso cuando creía que nada podría hacerlo.

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—Esto va a terminar por convertirse en costumbre por lo que parece. Lo de buscarte y no encontrarte, digo.

Había escuchado el ruido del motor de su moto detenerse justo a mi espalda, y sus palabras sonaron a mi espalda.

Giré mi vista por encima del hombro y le vi ahí plantado, mirándome con la respiración acelerada.

—Ni que hubieras venido corriendo... —bromeé.

—He venido lo más rápido que he podido, tonta.

Se acercó más a mí y dejó que mi espalda descansara en su pecho, yo no me había bajado de la barandilla.

—¿Cuánto llevas aquí?

—Un rato...

—No veo la bici... Nami, ¿cómo has llegado aquí?

—Me encontré a Kanaye en el hospital... él me ha traído en coche.

—¿Has vuelto a ir al hospital sin decirme? ... espera... —sabía lo que venía ahora. Le vi asomar su cabeza por mi derecha— ¿Quién coño me estás diciendo que te ha traído?

—No pasa nada Draken... de hecho... creo que incluso ha valido de algo encontrarme con él.

Resopló y dejó caer un poco el rostro sobre mi hombro, volvía a apreciar ese enorme tatuaje entintado en su sien, y su oreja rozo mi mejilla, haciéndome notar el frío arete que le colgaba del lóbulo.

¿De qué mierda te serviría volver a verle Nami?... Si cada vez que lo ves es cuando peor te veo... joder... —murmuró y noté su aliento en el cuello, erizándome la piel al haber dicho aquello en ese tono ronco y con cierto enfado.

Se hizo el silencio por unos momentos. No quería hablar de eso ahora mismo, no quería mencionar más a Kanaye, ni el hospital... solo quería decírselo.

—Draken... yo... quizá necesito dejar atrás ciertas cosas primero, no sé, olvidar algunos miedos que tengo y no sé cómo coño borrarlos... pero...

Me giré aun sentada en la barandilla y él permaneció ahí, con sus dos manos apoyados en la misma, a ambos lados de mis muslos; haciendo que su cuerpo estuviese inclinado hacia mi rostro. Sus ojos volvían a posarse en los míos, pero lo hacían con cierta rabia, como si estuviéramos a punto de empezar a discutir por el hecho de que Kanaye me hubiese traído aquí, tenía claro que de esos labios que ahora mismo fruncía con fuerza estaban a punto de salir palabras de reproche.

—Pero... ¿Qué? Nami... de verdad que cada vez que me mencionas o vemos a ese tipo yo...

No le dejé hablar.

No podía hacerlo.

Había acunado su cara con mis manos y, antes de que siguiese hablando, acerqué mis labios a los suyos, rozándolos primero la parte carnosa, despertando los sentidos de ambos, antes de dejar que ese breve y tortuoso contacto me llevase a realizar un suave movimiento abriendo mis labios. Él lo recibió sin oponerse, acompañándome y enroscando uno de sus brazos por mi cintura. Sentía la calidez de su lengua, abriéndose paso entre beso y beso, jugando y enredándose con la mía con movimientos lentos y delicados. Entreabrí mis ojos, no quería perderme detalle, y me encontré con que sus ojos estaban de la misma manera, podía entrever esos oscuros orbes bajo sus pestañas que prácticamente tocaban la zona inferior de sus ojos, y, por unos momentos, el beso se intensificó, noté sus dedos presionados en mi cuerpo y los míos hicieron lo mismo en su cabeza, ambos estábamos depositando en el otro toda la excitación que estábamos sintiendo.

Sin embargo, y tras poco tiempo, nos separamos por unos segundos, pero sin dejar que nuestros labios dejaran de rozarse.

Te dije que me avisaras si querías que te besara...

Perdón... no sabía si tú querías...

Qué fuerte Nami... has hecho eso sin mi consentimiento...

Me separé aun más y le aparté apoyando las manos en su pecho. Tenía razón, no le había preguntado, no había dicho nada, solo lo había hecho y ya.

Joder...

—¿Qué haces estúpida?

—Lo he hecho sin pensar, lo siento.

Su respuesta fue acercarme más a él con el agarre que tenía en mi cintura, pasando una de sus manos a mi rostro, acariciándolo dulcemente con el pulgar y acercando de nuevo su rostro al mío.

—Nami, he venido corriendo, pensaba que estarías en tu casa, he ido a buscarte y no estabas allí.

—¿Por qué me buscabas?

—Por que soy gilipollas Nami, anoche te pregunté eso, pero no te dije... que yo no quiero alejarme de ti, si tú quieres que lo haga estará bien, pero no quiero eso.

Empecé a respirar cada vez más de seguido, y si seguía mirándome de esa manera...

—Draken... me gustas, mucho... —pasé mis brazos por sus hombros una vez más, creí que podría hacerlo en ese momento —. Así que... no te alejes... por favor.

No pienso hacerlo...

Fue él quien ahora hizo chocar nuestros labios, de nuevo con esa calidez que me envolvía, con las caricias de sus manos tanto en mi cintura como en el rostro. Se sentía muy diferente a cualquier beso que hubiera compartido con nadie, hasta incluso aquél que él y yo tuvimos la noche del festival... aquel estaba lleno de deseo... y este era muy diferente. Era cuidadoso, cariñoso incluso, no dejaba paso a ningún otro deseo que el de continuarlo de esa manera, únicamente con el roce de nuestros labios.

Tú también me gustas Nami... no sé cómo coño lo has hecho... pero es así...

Ahora me abrazaba, manteniendo mi cabeza presionada contra su pecho y dejando suaves caricias en mi cabello.

No te pienses que por que me gustes voy a dejar de pelearme contigo... —bromeé apretando mis dedos en su ancha espalda.

Bueno, podré soportarlo. En cierto modo, me gusta que seas molesta.

Rei en voz baja y alcé mi vista apoyando la barbilla en su pecho.

—Tú eres más molesto que yo, eso lo sabes ¿no?

—Puede.

Bajó su rostro y volvió a dejar un pequeño beso en mi nariz.

—¿Vas a contarme en algún momento qué miedos son esos?

Sentí otro escalofrío por la espalda, pero no podía desviarle la mirada, los tonos cálidos y ya casi oscuros del atardecer le teñían el rostro, una ligera brisa le movía algunos cabellos, y su rostro enrojecido pero serio parecía ser armonizado por todo ese ambiente que nos rodeaba.

—Sí, pero... poco a poco... ¿Vale?

Draken puso los ojos en blanco y ladeo ligeramente la cabeza, emitiendo un sonido de media aprobación con la garganta antes de volver a mirarme.

—Bueno... —agarró mis muslos con fuerza y me levantó de la barandilla— me sirve, al menos sí que conozco uno de esos miedos, y voy a empezar a borrártelo ahora mismo.

—¿De qué estás hablando? —había empezado a caminar conmigo en el aire y yo me agarré con fuerza pasando mis manos por su nuca y sin dejar de mirarle.

—A tu maldito miedo con las motos.

—¿¡Qué!? ¡No! Ni se te ocurra. —acababa de dejarme sentada sobre su moto, e hice por bajarme, pero no me dejaba de ninguna manera. Esto era como un miedo innato, no podía, era superior a mis fuerzas, solo el hecho de haberme sentado ahí ya me estaba provocando sudores fríos.

—¡Terapia de choque se llama esto! —se estaba riendo, el maldito cabrón estaba riéndose de mis pataletas.

—¡Draken! ¡Déjame bajar de aquí! ¡En serio!

—No.

Volvió a callarme apretándome contra su cara, besándome una vez más con media sonrisa en sus labios. Al principio le correspondí y me olvidé por completo de donde estaba, pero cuando volví a caer en la cuenta, le mordí el labio y comenzó la pelea de nuevo.

—¿¡Y cómo piensas volver a casa!? —me estaba medio gritando, pero entre risas socarronas.

—¡Pues andando! Mira, prefiero tirarme por el acantilado que montarme en esto.

—¿Y si no prendo el motor?

—¿Eh?

—Mira, si no prendo el motor, y sólo te quedas ahí sentada mientras yo llevo la moto andando... ¿eso lo soportarías? Poco a poco, cómo tú has dicho.

Me calmé por unos instantes y miré el manillar de la moto de reojo.

—¿No lo vas a encender de verdad?

Me sudaban las manos.

—De verdad.

—Sigo pensando que prefiero tirarme por el acantilado... pero venga... ahora si me da un ataque de pánico no me culpes... te he avisado.

—Bueno, y si te da, qué más da... —volvió a abrazarme y elevó mi rostro con una caricia en mi barbilla, dando otro suave beso en mis labios, era como si no quisiera perder el contacto con ellos y cada que podía aprovechaba la oportunidad para volver a sentirlos... pero estaba bien... yo quería lo mismo...

Ya no estás sola Nami... venga, vamos a casa.

Evidentemente, fui temblando todo el camino, pero él cumplió su promesa de no encender el motor mientras que caminaba al lado de la moto, sosteniendo el manillar y arrastrándola conmigo encima. Yo iba agarrada a su brazo, tenía la sensación de que a la mínima iba a caerme, la imagen del accidente se pasó varias veces por mi cabeza, pero intenté alejarla tratando de respirar calmadamente y, por supuesto, apretándole los dedos a Draken en el cuerpo.

Se quejó varias veces, pero no me decía nada, solo le escuchaba chistar antes de girar su vista por encima del hombro y sonreírme con los ojos entrecerrados.

Y esa mirada... esa sonrisa que siempre me había parecido que le hacía ver más guapo... era la que me calmaba los nervios.

Empecé a sentir que, quizá con él podría dejar los miedos atrás...

No sabía si sería fácil... bueno, tenía claro que no iba a ser así, pero... en mi vida había pensado que volvería a subirme en una moto, y menos una de este modelo... y mira por dónde... estaba ahora mismo sentada en una, volviendo a casa de una manera patética para cualquiera que nos viese, pero a él no le importaba... y por algo había que empezar...

No dejé de mirarle en ningún momento, casi no podía verle la cara al ir él mirando al frente, pero podía notar la media sonrisa que llevó todo el camino.

Quiero estar con él.

Aunque volviese a sonar egoísta... aunque quizá ninguno supiéramos cómo terminaría todo esto... pero... ¿por qué perdería la oportunidad de intentarlo?... ya habíamos dado el paso, ninguno de los dos parecíamos retractarnos de nuestros actos... y estaba bien...

Solo esperaba que, de verdad, todo el encogimiento que siempre tenía en mi pecho desapareciera de una vez por todas... y que eso no le dañara a él... solo quería eso ahora mismo, que por nuestro deseo de estar juntos... no terminásemos haciéndonos daño el uno al otro. Yo también quería cuidarle, aunque no sabía cómo... pero averiguaría la manera de hacerlo.

Los dos nos habíamos lanzado...como quien se tira de un acantilado, sin saber qué se encontraría al llegar abajo. Podrían ser puntiagudas rocas que nos impactasen de lleno... sí... pero también existía la posibilidad de caer sobre un calmado océano que nos acogiera y arropara, dejándonos disfrutar de esa calma que ofrecían las oscuras profundidades.

Y, en Okinawa... el oleaje nunca había destacado por su fiereza, todo lo contrario, era calmado y hacía que las olas se mecieran tenuemente sobre la arena de la playa, chocando suavemente también contra las delimitaciones rocosas de la isla... solo lo hacían de manera violenta, como ya dije una vez... cuando la tormenta amenazaba sobre los cielos. 

FIN

JAJA NO, ES BROMA.

Bien ¿no? JAJAJ

Aunque omitiré el hecho de que, en un momento mientras escribía, se me pasó por la cabeza que el Kanaye empujase a la Nami por el acantilado... pero no, no...

Opiniones por aquí <3 Se viene lo bonito, así que lo siento si a partir de ahora hay pasteladas y cosas así, aunque si sabéis que a mí no me gusta mucho las ñoñerías, pero si las escenitas algo tiernas.

Se os quiere mucho mucho y gracias por el apoyo a esta historia, en serio, no creía, ni de lejos, que os iba a gustar tanto jajaja

Besitos en la cola y bebed agua que está haciendo un calor horrible. 

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