𝑽𝒆𝒊𝒏𝒕𝒊𝒄𝒊𝒏𝒄𝒐 ~ 𝑬𝒔𝒄𝒂𝒓𝒄𝒆𝒐
Tranquilidad. Eso sentí al llegar la noche anterior a casa.
Aunque fue una situación algo extraña a la hora de llegar a la puerta del edificio.
Draken no me había dejado bajar de su moto en ningún momento durante el camino, y tampoco lo hizo al llegar a nuestro destino.
Flashback
—Quédate ahí, dame las llaves. —me dijo extendiendo una de sus manos con la palma hacia arriba tras haberle colocado la pata a la moto para que esta se sostuviese sola.
—¿Qué llaves?
—Las del armario de Narnia —bromeó—. Las de tu casa ¿no, tonta? Aún no has sacado a Ryu y el pobre animal tiene que estar meándose como un loco.
Quedará mal decirlo, pero con todo lo que había pasado en la tarde, me había olvidado completamente de Ryu.
Iré al infierno por ser mala madre, joder, mi pobre bebé.
Le di las llaves haciendo un pequeño puchero con la cara y el pelinegro dejó salir a mi mascota, la cual fue directamente hacia la rueda de la moto donde yo me sentaba y empezó a olisquearla.
El sudor frío que me entró en ese momento me heló la sangre.
—Ryu, ni se te ocurra, ahí no. —le dije, esperando que por favor me hiciera caso y, para mi sorpresa, él me miró, se rozó con una de mis piernas y fue hacia el final del callejón para hacer sus cosas.
—Menos mal —Draken había vuelto a colocarse enfrente de mí, entre mis piernas y acariciando con suavidad mis muslos por la parte externa de estos, pero mi cabeza seguía girada y mirando a Ryu—, no me apetecía hoy que me echases un cubo de agua encima ¿sabes?
—¿Eh? —giré mi cara al instante y me quedé mirándole con una ceja arqueada —, ya te pedí perdón por aquello, pero es que te pasaste tres pueblos gritándome de aquella manera ¿sabes?— repetí su pregunta con burla.
—Lo sé —acunó mi cara entre sus manos y volvió a acercar su rostro—, pero en la vida me imaginé que fueras a reaccionar de esa manera, yo también te dije que lo sentía ¿no?
Yo no borraba la expresión burlona, pero achiné un poco los ojos y me quedé mirándole fijamente.
—¿Y cómo creías que iba a reaccionar si no? ¿Dándote una palmadita en la espalda?
—Ni idea Nami, ese día me di cuenta de que tus reacciones son algo que jamás podré adivinar... —estaba casi susurrando, y había aproximado tanto su rostro, que aquello lo dijo rozando nuestros labios—, solo me das quebraderos de cabeza.
Sonreía de medio lado y acariciaba mi mandíbula con el pulgar sin poner distancia entre nuestros labios.
—Lo dices como si me odiaras por ello —bromeé hablándole en el mismo tono bajo que él estaba utilizando conmigo.
Draken resopló y pasó una de sus manos a la parte trasera de mi cabeza, enredando sus falanges en mi pelo.
—Ah... y lo hago —sonrió débilmente—, pero más odio querer hacer esto otra vez.
Apretó sus labios contra los míos de nuevo, abriéndomelos y humedeciendo estos poco a poco con el suave beso que volvíamos a compartir.
Sentía cosas en el estómago, y decir que eran mariposas sería quedarse corta, cuando su lengua rozaba la mía, a la par que notaba sus dedos apretar un poco sobre mi piel, algo en mi interior se comenzaba a remover agitadamente, y no podía evitar que, mientras aquel instante sucedía, las comisuras de mi boca, de vez en cuando, se curvasen ligeramente hacia arriba.
Me había levantado de la moto, al igual que hacía un buen rato lo hizo de la barandilla en aquella colina, pero ahora sus manos no se posaban en mis muslos, esta vez me sostenía agarrándome el culo, apretando de vez en cuando con sus dedos.
Abrí los ojos por un momento y vi que Ryu nos había seguido hacia dentro, luego tendría que salir a recoger lo que hubiera dejado ahí con una bolsita, en ese momento no iba a parar a Draken para ello, la verdad.
Me había apoyado contra la pared de la entrada, y el beso se había vuelto... intenso, al igual que aquél de la noche del festival, pero de momento estaba bien.
Mis dedos acariciaban su cuello y noté cómo le dio un escalofrío al hacerlo, eso, y un breve jadeo que emitió antes de bajar su boca hacia mi cuello.
Ladeé mi cabeza y mi respiración comenzó a agitarse, al igual que la suya, podía notarlo gracias a las calientes oleadas de aire entrecortadas que chocaban en mi piel.
Introdujo una de sus manos por debajo de mi camiseta para acariciarme el costado, mientras que la otra aún me aguantaba en el aire.
Mis ojos se posaban en su sien, en ese tatuaje que la adornaba, y que ahora se movía con cada que su cabeza hacía por explorar mi cuello lentamente y a conciencia.
No pude evitar soltar un suave gemido, que jugaran con esa parte de mi cuerpo, si bien me hacía unas ligeras cosquillas, también era algo que me gustaba, y, ante ese sonido que emití sin quererlo, pude notar cómo sus labios se arqueaban en una juguetona sonrisa.
Sin embargo, hubo otro sonido que nos hizo parar al instante.
Ryu se había colocado tras Draken, y estaba gruñendo de una manera que no me gustó nada. Pude ver cómo había empezado a enseñar los dientes antes de soltar un ladrido más fuerte de lo normal.
El pelinegro no pareció asustarse, pero detuvo sus movimientos y elevó la cabeza para mirarme fijamente, tenía los ojos entrecerrados y sonreía ligeramente.
—No te hace ni caso pero te defiende bien ¿eh? —susurró.
Me quedé muda por unos instantes, ya que recordé el porqué quizá Ryu acababa de hacer eso. Pero solo le sonreí de vuelta mientras Draken me dejaba en el suelo suavemente.
—Sí... eso parece.
—Ey, no pasa nada —sus dedos volvían a acariciarme el rostro, Ryu parecía haberse calmado y se sentó ahora a nuestro lado, mirando hacia arriba como esperando un premio por mi parte. Draken le miró de soslayo y rodó los ojos antes de agacharse y palmearle la cabeza al perro.
—Oye rubio, yo pensaba que éramos amigos.
Ryu saco la lengua y le miraba fijamente. Yo ya sabía lo que iba a hacer.
—Te va a lamer...
Tarde, acababa de pasarle toda la lengua por el lateral de la cara a Draken y este se quedó ahí parado, atónito una vez más a lo que acababa de hacer el perro.
—Supongo que contigo tampoco podré adivinar por dónde vas a salir ¿no?—bromeó mientras se limpiaba con la parte baja de su camiseta y se incorporaba.
Me quedé mirándole por unos instantes. Estaba sonriendo y mirando en mi dirección extrañamente calmado
—¿Qué?
—Nada, nada —agité mis manos en el aire y le sonreí—. Creía que ibas a reñirle por hacer eso.
Mentira, estaba mirándole el abdomen y acababa de cazarme.
—Anda ya...
Tenía aún cierto enrojecimiento bajo esos oscuros ojos, fruto del calor que seguramente el beso nos había hecho sentir a los dos, y ahora estábamos ahí, sin saber qué hacer o qué decir viendo como Ryu subía las escaleras.
Si le digo que suba... ¿terminaremos en la cama?...
De nuevo, el nerviosismo se apoderó de mí, y él pareció notarlo al instante.
—Nami, voy a mi piso ¿vale? Tienes pinta de estar cansada, así que cena algo y acuéstate.
Volvía a acariciarme la mejilla con sus dedos.
—¿No quieres subir? No sé... —resoplé pesadamente, pues pensaba que si volvíamos a quedarnos así, en un beso, todo volvería hacia atrás... y quizá podía hacer el esfuerzo por complacerle de alguna manera... —, si quieres...
Draken sacudió la cabeza y se agachó a mi altura.
—Poco a poco, eso hemos dicho ¿no?
Volvió a hablar en ese tono grave sobre mis labios. Asentí con una sonrisa y él dejó un último y corto beso en ellos antes de despedirse.
Esta vez, la sensación que quedó en mí cuando él cruzó la puerta fue muy diferente a cualquier otra que hubiera sentido con anterioridad, era algo parecido a la felicidad... pero también agradecimiento.
Fin flashback
Aún no me había levantado de la cama, esa noche me había dormido imaginándome miles de cosas sin sentido antes de conciliar el sueño, y, después de mucho tiempo, había conseguido descansar por completo.
Era temprano y ya mismo tenía que levantarme y preparar todo para abrir mi negocio, sin embargo, decidí revisar el teléfono antes de dejar la cama.
Nunca solía tener ningún mensaje ni nada por el estilo, me gustaba ver la temperatura que haría a lo largo del día y si habían dejado alguna reseña nueva en internet. Pero esta mañana sí hubo algo que consiguió hacer que me incorporase de golpe en el colchón.
Mensaje de Draken.
Sé que igual estás dormida pero se me olvidó decirte una cosa antes y no puedo dormir.
La próxima vez que vayas al hospital y no me avises, te echo pegamento en la cerradura del local, así que tú sabrás qué prefieres.
Duerme bien Nami, espero no haberte despertado, y si lo he hecho, te jodes.
Jajaj
Es broma, un beso.
Me había quedado como una boba mirando a la pantalla, pero mis dedos empezaron a teclear rápidamente sobre ella.
Mensaje enviado a Draken
Imbécil, como se te ocurra hacer eso te prometo que dejaré que Ryu se mee en tu moto a diario, a ver quién sufre más jajaja.
Estaba dormida, pero ya no :) Obvio.
Oye... ¿quieres un café?
Me quedé esperando a ver si me contestaba, y cuando vi que había leído el mensaje me emocioné como una niña pequeña. Estaba ahí, sonriéndole al aparato como una completa imbécil esperando su respuesta.
Pero esa sonrisa se fue borrando paulatinamente y conforme iba pasando el tiempo, ¿cuánto esperé? quizá fueron unos diez minutos, pero no me contestaba, a pesar de que veía que él se conectaba a la aplicación de mensajería.
Hice una mueca con la cara y no quise darle muchas vueltas, sin embargo, no pude evitar empezar a pensar en cómo deberíamos actuar ahora, evidentemente, no estábamos saliendo ni nada por el estilo, parecía ser que nos gustábamos el uno al otro y nos habíamos liado un par de veces, pero hasta ahí.
Tampoco era como si de golpe y porrazo ahora fuésemos novios ni nada por el estilo, de hecho... prefería no ponerle nombre a nada, aun me daba un poco de miedo encariñarme demasiado con él, pero ya habíamos saltado a la piscina y poco podía hacer para dar marcha atrás -cosa que tampoco quería-, pero prefería que, si él había aceptado esa "condición" de que lo nuestro fuera poco a poco, lo mejor era seguir como hasta ahora, solo con la diferencia de que ahora esperaba no discutir tanto con él.
Pero si empieza sin contestarme a un "¿Quieres un café?" y dejarme en visto al siguiente día... joder... si es que ya lo dije una vez, qué seco es cuando quiere...
Me estaba lavando los dientes con demasiada fuerza pensando en eso, tanta, que me clavé una cerda del cepillo en la encía y empezó a sangrarme, y no de una manera normal, no, aquello parecía la maldita fuente de la plaza del pueblo pero en versión carmesí.
Por suerte, el sangrado se detuvo con dos o tres enjuagues de agua, aunque tenía claro que la heridita que me había hecho iba a estar doliéndome por un buen rato hasta que la saliva decidiera actuar y cicatrizarla un poco.
Eres demasiado torpe a veces... en fin...
Miré el reloj mientras me vestía, ahora sí, de manera apresurada, al final se me estaba haciendo tarde, pero, iba a darme cuenta, en los próximos segundos, que daba igual la prisa que me diera, que hoy abrir el local iba a ser imposible.
—¡Nami! ¡Abre la maldita puerta! ¡Y trae cubos!— Esa era la voz de Inupi, me estaba gritando, creo que nunca le había escuchado chillar de esa manera.
Aún con la tostada en la boca, bajé las escaleras casi corriendo, pero me detuve en cuanto mis pies se posaron en el poco espacio que había al final de ellas.
—¿Qué mierda...
Fue como meterme en un charco de agua que me llegaba hasta los tobillos. Miré al suelo y ese hecho tenía su explicación: la entrada estaba inundada con al menos un palmo y medio de agua.
Arrastré los pies hasta la puerta y la abrí, descubriendo que la calle estaba exactamente igual que mi entrada, llenita de agua. Y, además, encontrándome con el acalorado rostro del rubio, que tenía sus mechones recogidos en un moño deshecho en la parte alta de su cabeza, y que me miraba con la boca abierta y jadeando.
—¿Qué ha pasado?— pregunté mirando al suelo y aún masticando un poco de pan.
—¿Qué qué ha pasado? Se ha roto una cañería de la calle y no veas la que está liando, tenemos toda la planta baja con un palmo de agua, y seguro que tu local está igual, por eso he venido a avisarte.
—No jodas, ¿otra vez?
—¿Otra vez?
—Sí, esto pasó hace unos años también... en fin... ya podrían haber cambiado las tuberías aquella vez, pero qué se le va a hacer, tocó achicar agua hoy por lo que parece... Al menos parece que es agua limpia esta vez...
—Sí, parece que es una del suministro de agua, si no estaríamos de porquería hasta arriba.
—Igual hasta nos sirve para refrescarnos un poco, ¿no? —bromeé.
Intenté calmarle con mis palabras, pero él parecía estar totalmente angustiado.
—¿No te preocupa el material que tienes ahí dentro? Te veo demasiado tranquila.
—Inupi —le dije con voz dulce y sonriéndole—todo el material que tengo ahí dentro está hecho para que se moje, no le va a pasar nada.
—¿El ordenador también es a prueba de agua?
Me puse blanca no, blanquísima.
—¡Mierda! No, no, corre.
Empujé a Inupi hacia fuera y dejé la puerta de casa abierta, poco me importaba en ese momento; además, también debería de quitar el agua de la entrada así que por fuerza tenía que dejarla abierta.
Por supuesto, Ryu no tardó mucho en bajar y empezar a jugar con el agua de la calle, saltando sobre ella e intentando cazar su propio reflejo.
En cuanto entré a mi local y vi la que se había formado ahí me llevé las manos a la cabeza, no quería ni acercarme al escritorio solo por el miedo de ver que el agua le había llegado a la torre del ordenador, pero tuve que hacerlo.
—¿Se ha mojado? —el rubio parecía preocupado y se había agachado a donde yo estaba.
—Sí... esto ya no creo ni que funcione... joder... mejor desconectarlo.
Fui hacia el enchufe de la pared y agarré el cable con las manos.
—¡Nami! ¡Ni se te ocurra!
Aparté las manos de golpe y por poco no me caí de culo al agua al escuchar la voz de Draken desde la puerta del local.
—¿Tú estás loca? ¿Has desconectado los plomos de la luz antes de hacer eso? Madre mía... —se estaba acercando y parecía como si estuviese riñendo a una niña pequeña. Yo negué con la cabeza y le miraba con los labios fruncidos.
Inupi había ido al cuadro de luces que había al lado de la puerta y bajó todos los interruptores. Draken, en cambio, llegó a donde yo estaba y se agachó a mi lado. Él estaba igual que Inupi, con el mono de trabajo remangado hasta poco antes de las rodillas, descalzo, con el rostro acalorado y el pelo recogido en una moña.
Su amigo le dió la señal de que ya la luz estaba desconectada y el pelinegro asintió, agarrando el cable y desenchufándolo. Empezó a enrollarlo sobre sí mismo y agarró la torre del ordenador para dejarla encima de la mesa.
—¿Tienes algo más con lo que puedas morir electrocutada? —preguntó mirándome fijamente.
—No, creo que no...
—Draken, voy a seguir sacando agua del taller, ven ahora, hay que quitar todo lo que haya por el suelo antes de que agarre demasiada humedad y se oxide. —Inupi salió corriendo hacia el taller tras decir aquello.
Me quedé mirando hacia la puerta por unos momentos. Joder, estaba casi recien despierta y aún ni me había tomado un café, no estaba demasiado avispada y de no haber sido por Draken, de seguro me hubiera llevado un buen calambrazo.
Cuando giré mi cabeza, me lo encontré de frente, con su rostro a mi altura.
—Buenos y mojados días. —dijo en tono burlón con media sonrisa.
—Qué mal suena eso... en fin... ¿Quieres café? —solo se me ocurrió preguntarle eso.
—¿Eh?
—Que si quieres un café, te pregunté antes pero no me contestaste, y ahora imagino el porqué.
—¿No me dices buenos días primero?
—Draken, creo que hay algo más importante ahora que hacer que...
No me dejó terminar la frase, me dio un corto beso en los labios y se separó con media sonrisa en el rostro.
—Ay... —noté una ligera punzada en la heridita que me había hecho antes al lavarme los dientes.
—¿Qué pasa? —me miró confuso pero sacudí mi mano indicándole que no era nada importante—. Bueno, en todo caso, tienes razón, hay que quitar todo el agua, aunque ni idea de cómo vamos a hacerlo, las alcantarillas de ahí afuera tampoco están tragando bien el agua, de ahí que toda la calle esté igual.
—Madre mía... bueno, yo aquí no tengo mucho problema... ve con Inupi y ayúdale, os voy a llevar unos cafés y así yo también me tomo uno... aún estoy medio dormida, como puedes ver.
—¿Segura que no quieres ayuda aquí?
Miré a mi alrededor, solo tendría que quitar algunas cosas que había por el suelo, pero no había nada que pudiera estropearse, y lo que ya lo estaba no iba a salvarlo por mucha prisa que me diera, así que negué de nuevo mientras aún miraba hacia la otra parte de mi local, aquella donde solía dar las clases.
—Está bien, entonces me voy al taller —él había empezado a pasarme el pelo hacia detrás de la oreja— pero dame los buenos días antes de irte.
—Pero... si acabo de dártelos.
—No. No lo has hecho.
Rodé los ojos, pero sonreí y me acerqué a su rostro con una sonrisa tonta, igual que la que tenía antes leyendo el mensaje que me mandó la noche anterior.
—Buenos días, peloncete —posé mis labios sobre los de él y le devolví un breve beso de apenas tres segundos—, ahora fuera de aquí, vete antes de que Inupi se enfade.
La que había liada en el taller era digna de mención.
Como siempre teníamos todas las herramientas esparcidas por el suelo, ahora teníamos que ir a tientas intentando no pisarlas y buscándolas con los pies para sacarlas de ahí a la vez que llenábamos cubos de para echarlos a la calle, aunque esto servía de bien poco, pues el nivel del agua parecía no bajar en ningún momento, a pesar de que ya llevásemos un par de horas sacando barreños y barreños afuera.
Nami vino al rato de irme de su local con dos tazas en la mano, una para el rubio y otra para mí, llenas de café humeante que agradecimos con creces a pesar del calor que teníamos encima; más que nada, por que nos sirvió para tomarnos un breve descanso mientras los tres mirábamos a Ryu jugar con el agua en la calle.
Era gracioso verlo, pero anoche me quedé pensando en cómo la actitud del animal había cambiado cuando la tarde anterior intenté tocar a su dueña. Jamás le había escuchado gruñir de esa manera, y mentiría si dijera que por un momento no me acojoné y pensé que iba a saltar a morderme, menos mal que en cuanto me alejé de Nami él pareció calmarse... pero el que se quedó inquieto tras eso fui yo, y había estado dándole vueltas a eso hasta bien entrada la noche.
Durante ese rato que pasamos junto a Inui tomando el café, mis ojos se posaban tanto en el perro como en ella, que lucía sonriente mirando cómo su mascota se divertía.
¿Qué escondes tanto renacuaja?
Se me habían pasado muchas cosas por la cabeza, pero no lograba dar con ninguna respuesta clara, solo iba recolectando pistas que me daba con gestos, palabras y acciones, y si me había dicho que quería que las cosas fueran poco a poco, tampoco podía empezar desde bien temprano a acribillarla a preguntas, iba a seguir como hasta ahora, dándole su espacio y dejando que ella estimase en qué momento quería decirme qué era eso que tanto parecía atormentarla.
Sin embargo, yo era un impaciente, eso también lo sabía de sobra, pero no era por otro motivo que el hecho de querer que de una vez por todas dejase de poner esas caras y sonriera igual que lo estaba haciendo antes mirando a Ryu.
No tenía el pensamiento tampoco de decirle nada a Inui de lo que había pasado entre nosotros, porque no sabía siquiera si ella quería contarlo o no, no sabía nada, pero también estaba bien con eso, es más, me gustaba que solo lo supiéramos ella y yo... como si fuera un secreto... algo que solo compartíamos y conocíamos nosotros.
Pero Inui era listo y de seguro notaría como nos habíamos mirado Nami y yo antes de que esta volviese al edificio de al lado para empezar a sacar agua. Bueno, quizá me he pasado diciendo eso de que mi amigo era listo, pero sí era avispado para darse cuenta de las cosas ajenas, ya que para las suyas parecía tener el radar estropeado al no haberse dado cuenta de que él le gustaba a Nami, nunca me dijo nada, así que yo seguía asumiendo que él jamás se dio cuenta de eso...
Esa también era otra de las cosas que quería preguntarle y no sabía cómo hacerlo. No sabía cómo coño preguntarle si Inui le seguía gustando. Me había dicho que ya no quería seguir adelante con el plan, si es que a eso poco que llegamos a hacer podía decírsele así, pero no conocía los motivos, desconocía si eran porque quizá ya no le gustaba, o porque simplemente se había cansado de ir detrás de él sin éxito ninguno.
Ese pensamiento empezó a apoderarse de mi interior, y ahora vaciaba los cubos de agua con más fuerza, intentando lanzar lejos el agua. De nuevo, estaba celoso de algo que ni siquiera sabía, pero no quería tampoco parecer un obseso con ella ahora, tenía que relajarme.
—Oye Draken —Inui invadió mis pensamientos mientras volvía a llenar ese cubo que mis brazos acababan de vaciar.
—¿Qué?
Quizá le contesté un poco borde, fruto de todo lo que estaba pensando. Su reacción fue abrir los ojos demasiado y echar la cabeza hacia atrás, sorprendido por el tono con el que le había hablado.
—Joder, ¿estás de mala leche o qué? Mira que hemos podido salvarlo todo, y a las motos no les pasa nada...
—No, no, es solo que estaba pensando en el ordenador —mentí, bueno, era una mentira a medias, a nosotros también se nos había jodido ese aparato y ahora tendríamos que buscar otro de esos aparatos al igual que Nami—. ¿Qué ibas a decirme?
—Ah... sí —se recompuso y miró hacia el final de la calle—, voy a llamar al ayuntamiento a ver qué coño pasa con la maldita cañería y de paso también a los bomberos a ver si pueden echarnos una mano ¿vale?
—¿Me dejas todo el marrón a mí solo? —bromeé.
—No, joder, precisamente es para que todo esto se solucione antes. Además, no me voy a ir a ningún lado, solo voy a ir a preguntarle a Nami por el número de teléfono y vuelvo —alzó una ceja— ¿o prefieres ir tú a preguntarle y llamarles?
—Sabes que odio hacer papeleo y llamar a sitios de esos, me pone nervioso la musiquita de espera de las malditas operadoras.
Eso era cierto, eran melodías monótonas que no soportaba y siempre terminaba colgando el teléfono cuando me ponían en espera.
—Lo suponía, pues lo dicho, ahora vuelvo.
—Venga, no tardes.
El rubio se fue, dejándome solo ante el caos que había dentro del local.
Me giré y volví a sentirme derrotado ante las circunstancias, sobre todo, pensando en las pérdidas que íbamos a tener en materiales.
Había pasado un rato, y mi compañero no volvía. Empezaba a extrañarme, pero solo de pensar que lo habían tenido tanto rato al teléfono, esperando para poder hablar con alguien que nos ayudase con el problema me hacía pensar que lo mejor que yo había hecho era quedarme aquí, a pesar de que ya me empezase a doler la espalda de agacharme a llenar cubos de agua.
De hecho, justo le acababa de dar la vuelta a uno de esos enormes cubos; me había sentado encima para descansar un poco y secaba el sudor de mi rostro con uno de los pocos trapos secos que habían quedado en el taller.
—Draken —Inui apareció por la puerta y tenía media sonrisa contenida en la cara.
—¿Ya has llamado por teléfono?
—Ven, tienes que ver esto.
Me estaba haciendo un gesto con la mano, indicando que le acompañase.
A saber...
Resoplé y rodé los ojos levantándome de mi asiento improvisado, lancé el trapo hacia el manillar de una de las motocicletas que ahí teníamos y me acerqué al rubio.
—¿Qué pasa? ¿Has llamado o no?
—No ha hecho falta, Nami ya los había llamado hace un rato, pero tú ven.
Caminábamos hacia el local de la pelinegra y a mí cada vez me parecía más extraña la expresión que mi amigo tenía en el rostro, parecía estar conteniéndose la risa.
Y no era para menos.
Cuando entramos al local de ella no pude evitar poner la misma cara que él al ver a Nami ahí sentada. Estaba en el suelo, de espaldas a nosotros, con el agua cubriéndole las piernas, y jugando con Ryu en el agua. Se había cambiado de ropa, bueno, más bien, se había quitado la enorme camiseta que antes llevaba puesta y ahora se había colocado un neopreno sin tela en las mangas y piernas. Se estaba descojonando tirándole agua al perro y él parecía devolvérsela saltando frente a ella y generando pequeñas olas que la mojaban cada vez más.
¿Qué coño hace?
Me acerqué a ella y me agaché a su lado, Inui, en cambio, miraba la escena divertidamente desde el marco de la puerta.
—¿Me puedes explicar qué haces ahí como una niña pequeña?
Le pregunté en voz baja y ella dio un respingo en en el suelo.
—Joder... Qué susto.
Dejó caer su cabeza hacia atrás, apoyándola sobre mi pecho y mirándome con los los ojos achinados a causa de la sonrisa que tenía en la cara.
—Es que... Me cansé.
—¿Eh? —no pude evitar decir eso medio riéndome— ¿De qué te cansaste?
Ella se rio suavemente y se incorporó, girándose sobre el suelo y apartando un poco a Ryu, que no paraba de darle con la pata en el muslo al ver que ella había dejado de hacerle caso para prestarme atención a mí.
—De sacar cubos de agua, además, no sirve de nada —elevó sus brazos y los movió en el aire—, no baja el agua... y ya me dolía la espalda, además Ryu no se está quieto. Los bomberos dicen que van a tardar un rato en llegar, así que he pensado que por mucho que hiciera tampoco iba a conseguir gran cosa...
Bajó sus manos de nuevo al agua y las ahuecó bajo la superficie.
—Así que... me he puesto el neopreno y he decidido jugar con Ryu —sonrió y elevó las manos con las palmas llenas de agua con rapidez, tirándomela y empapándome la camiseta por la parte del pecho mientras se reía.
—¿Por qué has hecho eso?
Escuché a Inui reírse en la puerta. Ella se puso seria y me miraba ahora con los labios entrecerrados, dejando solo un ligero espacio entre ellos, pero inclinó un poco su cuerpo para asomarse por uno de mis lados y poder ver al rubio. Pero su mirada se posaba en mí de reojo.
Puso una sonrisa juguetona.
—Pues porque pareces tener calor, ¿por qué iba a ser si no?
—Tienes ganas de jugar, ¿no? —se lo dije lo más serio que pude y ella pareció no saber que decir, como si se pensara que eso que acababa de hacer me hubiera molestado; lejos de aquello, no lo hizo. Ella llevaba razón, nosotros en el taller estábamos igual, sin conseguir hacer mucho más que cansarnos y pasar calor. Además, ya habíamos quitado todo lo importante del suelo y lo único que quedaba por solucionar era el tema del agua...y visto lo visto, en ese aspecto nuestros esfuerzos no iban a tener muchos resultados.
Finalmente le sonreí y la empujé hacia el lado que ella se inclinaba con cuidado, haciéndole perder el equilibrio a pesar de estar sentada y que terminase con medio cuerpo dentro del agua.
—Mira, ahora estás en tu medio natural, pececita. Eso por tonta.
No pareció molestarle, de hecho, lo siguiente que noté fueron sus pies sobre mi pecho, que me habían empujado y hecho perder mi apoyo en el suelo, haciéndome caer de culo contra el suelo y, ahora sí, empapando por completo el mono de trabajo.
—¡Esto es la guerra! —Se había levantado corriendo, todo eso había sucedido en apenas unos segundos, y ahora ella corría despreocupada hacia la puerta. Giré mi vista por encima del hombro y pude ver que había agarrado a Inupi de la mano y lo arrastraba con ella hacia la calle— ¡Corre Inupi! ¡Antes de que nos alcance!
Él, entre risas tontas, la acompañó y yo me quedé ahí sentado por unos instantes con Ryu, quien había empezado ahora a chapotear en frente de mí como si quisiera jugar conmigo.
Bueno... supongo que hoy podemos tomarnos el día libre ¿no?
Sonreí y me incorporé de golpe, escurriendo un poco las mangas del mono azul que llevaba atadas a la cintura y apretándolas un poco más a esta para que no se me bajara.
Fijé mi vista en la puerta y cogí el suficiente aire como para gritar y que me escuchasen desde dónde quisiera que esos dos hubieran ido a esconderse.
—¡Nami! ¡Ven aquí!
Llevábamos ya un buen rato, por no decir una hora y media, esperando que llegasen los bomberos y que al menos ellos nos ayudaran a achicar el agua y ver qué era lo que había ocasionado también el atasco en la alcantarilla, que era el principal motivo de que todo estuviese inundado.
Nami, en algún momento, había entrado corriendo de nuevo a su local y había sacado una pequeña tabla de bodyboard que decía tener guardada en ese almacén del fondo, y ahora estaba intentando que Ryu se montase en ella para impulsarse por la superficie del agua hacia delante, pero no lo conseguía.
Inui y yo habíamos sacado unos refrescos y nos los tomábamos mientras la mirábamos, sentados de nuevo en dos grandes cubetas dadas la vuelta.
Mis ojos no podían desviarse de su cuerpo y de cómo se le ajustaba el neopreno; y no negaré que mi mente empezó a recordar tanto el momento de ayer en su casa como el de la noche del festival. Un cierto calor empezó a recorrerme el cuerpo a modo de oleadas que iban desde la parte superior de mi torso hacia abajo, pero intenté alejar todo eso dándole otro sorbo al frío líquido contenido en la lata y me relamí los labios volviendo a mirar hacia ella.
Joder, quería hacerlo con ella, ver qué caras era capaz de poner si estaba muerta de placer, deseaba escucharla en esos momentos, pues, hasta el momento, solo había podido llegar a mis sentidos los suaves gemidos que su garganta exhalaba cuando los besos se nos habían ido un poco de las manos... y si ya con esos que habían sido solo por un leve contacto entre nuestos labios y cuerpos me habían vuelto loco cada vez que los había escuchado... no podía ni imaginarme cómo serían los que podría llegar a emitir cuando por fin llegáramos a hacer algo más...
—¿Cuándo habéis vuelto a liaros?
Por poco no se me sale el refresco por la nariz al escuchar a Inui preguntar eso sin previo aviso y en un tono que solo yo pudiera escuchar.
—¿Por qué lo dices? —me limpié la boca con mi antebrazo y giré mi cabeza hacia él de golpe.
—Porque se nota que os habéis vuelto a liar, no dejas de mirarla, y tienes la cara medio roja. Vamos, que le estás mirando el culo, Draken. Te estoy viendo.
—No le estoy mirando el culo, gilipollas.
—Ves, no me niegas que os habéis vuelto a liar.
Empezó a reírse y me dio un par de palmaditas en el hombro. No pude hacer más que rodar los ojos y resoplar.
—Ayer, pero ya te digo que no ha pasado nada más.
Se puso serio de repente y volvió a mirar hacia ella, quedándose callado y llevándose ahora su lata a los labios. Alcé una ceja y me quedé mirándole algo extrañado. Tenía que preguntárselo, antes de que sus expresiones y gestos me dieran a entender algo distinto a lo que ahora mismo se me estaba pasando por la cabeza.
—Inui.
—Dime.
—¿A ti te ha gustado Nami alguna vez? ¿O te gusta?
Abrió sus verdes ojos con sorpresa y viró su rostro hacia mí con rapidez.
—¿A mí? —la vaga sonrisa volvió a su rostro— Qué va, nunca, ya te dije que solo es mi amiga, no la veo como nada más... es como si fuera... mi hermana pequeña, sí, algo así. ¿Qué pasa? ¿Estás celoso de mí por que me llevo mejor con ella o qué?
Fue como quitarme un ligero peso de encima, sin embargo... La expresión que había puesto mi amigo al mencionar la palabra "hermana" fue una de pesadez y nostalgia, y eso me hizo acercarme a él y pasarle un brazo por los hombros.
—Ya, Draken, aparta, sé lo que estás haciendo y me da repelús.
Ni en broma lo solté, solo apreté más mi agarre en su hombro contrario y le di dos o tres balanceos.
—Creo que eso de que tú le caes mejor ya no es el caso ¿eh?
—Que te estés liando con ella no implica que le caigas bien, igual solo le gustas y ya está. Está claro no, clarísimo que yo soy su favorito —hizo un gesto de orgullo, sacando pecho y dándose una palmada en él—, siempre me ha dicho que soy su rubio favorito.
—¿Y si me quito el pelo negro qué?
—Nah, ni por esas, ese puesto es mío de por vida. Además, te queda mejor el pelo así, no vuelvas al rubio.
—Te da miedo que te quiten el puesto, está clarísimo.
—Mírate... —ahora hablaba con mofa —, el que decía que no iba a llevarse bien con ella jamás... ahora está celoso porque no es su favorito...
—Mi rubio favorito es Ryu, no sé porqué os peleáis tanto.
Nami había aparecido a nuestro lado de repente, y ni miró a Inui, parecía estar avergonzada de algo, quizá había escuchado que Inui sabía lo nuestro. Me sentí como un bocazas en ese momento.
—Draken ven, ayúdame a subirme a la tabla —me agarró de la mano e hizo que me levantase del asiento, parecía seguir escondiéndose el rostro de la mirada de mi amigo, y nos apresuró hacia aquel tablero que flotaba en el agua a unos metros de la fachada y en mitad de la carretera.
Inui se quedó ahí mirándonos de nuevo, pero pareció recibir una llamada de teléfono y empezó a caminar hacia el final de la calle sin prestarnos mucha atención. Ryu fue tras él.
—¿Se lo has dicho a Inupi?
Apretó mi mano con sus dedos y me hizo bajar la mirada hacia ella. Tenía todo el pelo mojado y las gotas de agua le caían por la cara.
—No, más bien él mismo lo ha adivinado. ¿No querías que se enterase?
—Sinceramente... no lo sé... me daba igual, pero no quiero que sea la comidilla del pueblo ¿sabes?... solo es eso...
—Bueno —le di un toquecito en la nariz— no te preocupes por eso, si hace falta, le puedo grabar a fuego en algún lado para que no se le vaya la lengua por ahí.
Me miró con los ojos como platos.
—¿Qué pasa con esa cara? ¿Qué he dicho?
Esbozó algo parecido a una sonrisa algo consternada.
—Joder... luego soy yo la del humor negro... anda que decir que le vas a grabar algo a fuego... vaya amigo eres, Ryuguji Ken.
Me recorrió una sensación fría por la espalda, no por nada, pero me gustó como había dicho mi nombre.
—A ver, di eso otra vez.
—¿El qué?
—Mi nombre, dilo otra vez.
—¿Por qué?
—Tú dilo.
—No quiero, ayúdame a subirme aquí —tomó mis dos manos con las suyas y posó un pie sobre la tablita esa, se subió y se quedó ahí, intentando no perder el equilibrio mientras yo la sostenía—, soy surfista ahora, mira.
—Eres demasiado patosa como para ser surfista, Nami.
—Tonterías, es un deporte de agua, seguro que se me daría de puta madre. Pero no me sueltes, esto se mueve mucho.
Alcé una ceja y le miré divertido. Ella también tenía sus ojos en mi cara, pero ante mi expresión, pareció preocuparse.
—Ni se te ocurra.
—Di mi nombre.
—No quiero, qué pesado eres Dra...
Y la empujé. Me quedé diciéndole adiós con la mano mientras veía cómo se alejaba encima de esa tabla recorriendo la superficie del agua mientras me reía para mis adentros.
—¡Draken! ¡Maldito perro traicionero!
Intentó dar un salto para bajarse, pero eso solo la hizo caer al suelo al írsele la tabla hacia atrás, no se había hecho daño, pues se levantó al instante, agarró el objeto y empezó a caminar hacia mí con furia.
—Voy a matarte... te dije que no me soltaras... —alzaba la tabla en el aire con intención de darme, pero me agaché a su altura y le agarré la barbilla con los dedos.
—Qué violenta eres de repente ¿no? —le dije con la voz grave y entrecerrando los ojos para ponerla nerviosa. Y lo logré, pues noté que sus brazos bajaban suavemente el objeto y bajo sus ojos empezaba a aparecer un ligero enrojecimiento.
—¿Por qué coño quieres que diga tu nombre otra vez? Prefiero llamarte Draken y listo, es tu mote.
—Porque nadie me llama así, y me ha parecido gracioso que lo hicieras...
Me acerqué un poco más a ella y noté que se tensaba.
—¿Qué haces? —preguntó mirándome los labios y con la respiración algo entrecortada.
—Voy a besarte ¿qué si no?
—¿Estás jugando a ponerme nerviosa?
—Quizá —rocé mis labios con los suyos.
—Ya... pues lo consigues... así que para...
—Lo sé.
Sonreí y le pasé la lengua por los labios como burla antes de alejarme y ver que se había quedado ahí, mirándome con los ojos fijos en los míos, pero mordiéndose el labio inferior con fuerza.
—¿Qué? —le dije con una pequeña risa que se ahogó en mi garganta.
—Eres imbécil, que sepas que no pienso volver a darte un beso en todo el día —tiró de nuevo la tabla al agua—, venga, ayúdame otra vez, a ver si conseguimos llegar al final de la calle sobre la tabla.
—Podré vivir un día sin eso, no te preocupes.
—Ya lo veremos.
Sonó desafiante y decidida a que eso se cumpliese.
Pero yo también estaba dispuesto a que perdiese esa apuesta que acababa de hacerse a sí misma.
Si bien hacía unos días pensaba que no podría volver a acercarme a ella... ahora todo parecía más fácil... por cómo me miraba, cómo me hablaba, y cómo ella era la que se había acercado a mí el día anterior para volver a juntarnos como la primera vez... quizá ya no necesitaba esperar que ella me pidiese que lo hiciera, pues, al igual que yo, parecía quererlo cada vez que habíamos acortado las distancias un poco más de la cuenta a lo largo de la mañana.
Me relamí los labios pensando en cómo podía hacer que esa chica a la que ahora estaba ayudando a no caerse de la tabla volviese a querer besarme, quería que fuera ella ahora la que lo desease, únicamente por el reto que acababa de plantear en una broma.
¿Qué si me iba a costar contenerme? Por supuesto, desde la tarde de ayer no quería hacer más que repetir una y otra vez aquello.
Pero con ella siempre había sido así, desde que nos conocimos, nuestra manera de entretenernos eran los piques de este tipo, bueno, quizá no por ver quién aguantaba más sin querer besar al otro, pero sí por ver quién era más de los dos...
Y quizá eso era algo que siempre me atrajo de ella.
—Estoy muerta, no puedo más.
Al final, los bomberos no llegaron hasta bien entrada la tarde, y nosotros tres, junto con Ryu, nos habíamos pasado todo el día haciendo el tonto con el agua. Inupi y Draken terminaron picándose a ver quién de los dos aguantaba más deslizándose con aquella tabla, y, evidentemente, Inupi fue el ganador. Draken con lo grande que es apenas se arrastraba unos metros antes de que la tabla se detuviese y él terminase, o bien cayéndose al agua, o bajándose con las prisas antes de hacerlo.
Al parecer, la alcantarilla de nuestra calle estaba atascadísima porque hacía tiempo no la limpiaban, y de ahí el atasco, así que hasta que los bomberos no quitaron el atasco, el agua nos estuvo acompañando hasta bien entrada la tarde.
Como consecuencia, ahora estaba reventada, y acababa de darme una ducha y tirarme en el sofá de casa, pero tampoco podía relajarme mucho tiempo, pues le había dicho a Draken que viniese a cenar conmigo si le apetecía y él había aceptado sin dudarlo ni un segundo.
No habíamos vuelto a acercarnos desde que le dije que no iba a hacerlo más en todo el día, sin embargo, el pelón se la pasó soltando comentarios e intentando molestarme para que cayera, pero no iba a hacerlo, tenía mi orgullo, aunque me había tenido que contener dos o tres veces de no besarle de nuevo.
No sabía que me pasaba, quizá era porque recién habíamos empezado lo que quiera que fuera esto, pero quería estar con él en todos los malditos momentos. Y, ahora que me encontraba sola y podía pensar tranquilamente, volví a asustarme. Esta era esa sensación que quería evitar a toda costa, porque no quería que desapareciera y se convirtiese en algo tormentoso... pero, también, cada momento que pasaba con él, hacía que ese pensamiento destruyera sus cimientos en mi mente.
Draken me daba cierta paz. Una paz que me venía bien, y no quería sonar como una aprovechada... pero era algo que necesitaba en mi vida. Más aún después de que el propio Kanaye me quitase esa espina de encima el día que me llevó al acantilado y me dijera que no iba a hacer por acercarse más... eso lo dudaba, pero sí me pareció que tenía la intención de hacerlo.
Era inevitable que quizá me lo volviese a encontrar de casualidad, igual que hasta ahora, solo esperaba que, cuando eso ocurriese, mis nervios no volvieran a jugarme una mala pasada haciéndome sentir incómoda en su presencia y que pudiese estar tranquila en cualquier lugar.
También que me pidiera perdón creía que podría haber influido en algo... aunque no terminase de creérmelo... al final de cuentas, lo conocía demasiado bien, a él, y a ese orgullo que siempre había tenido, pero que hubiera sido capaz de tragárselo por una vez y pedirme disculpas a la cara, me dio una ligera esperanza de que podría llegar a cambiar, y con eso, yo también podría mirar hacia delante y rehacer mi vida poco a poco, justo como le había dicho a Draken.
—En fin...
Me levanté del sofá y quité la toalla de mi pelo, nunca me pasaba el secador, pues bastante dañado lo tenía ya del agua del mar como para encima meterle calor con ese aparato, de hecho, ni tenía uno en casa, solo utilizaba la toalla para quitar un poco de la humedad y me pasaba el cepillo.
Me había puesto una camiseta azul celeste enorme de las que tenía para dormir y unos shorts cortos por debajo, pues, aunque ya era de noche, seguía haciendo demasiado calor y hasta Ryu lo notaba, pues él estaba ahí tirado en el balcón panza arriba y apoyado en los barrotes de metal, él también estaba cansado, y más teniendo en cuenta que una vez el agua se había ido por fin de la calle, tuve que darle un baño rápido con la ayuda de Inupi y Draken.
En cierto modo, y si obviaba el hecho de mi hermano, me gustaba este momento de mi vida. Era como si, de repente, tuviese una pequeña familia en la isla y mi pecho se llenaba de felicidad si pensaba en cómo había cambiado todo desde que esos dos llegaron a abrir el taller al lado de mi negocio. A pesar de todo, de los problemas que había en mi vida, de cómo había empezado mi relación con el pelinegro, y de cómo muchas de esas cosas no parecían mejorar...podría decir que, en cierta parte de mi ser... empezaba a ser feliz, solo me faltaba una única persona para poder completar esa sensación... y no quería desanimarme con pensamientos negativos, pues, muy dentro de mí, aún guardaba la fuerte esperanza de que él, cualquier día de estos, nos acompañaría y se lo pasaría igual o mejor que yo con esos dos.
Sorbí mi nariz. Pensar todo eso había vuelto a provocar que mis ojos se pusieran ligeramente llorosos mientras comprobaba el refrigerador a ver qué podríamos cenar Draken y yo, pues le había invitado, pero ni había caído en sí tenía algo para hacer o no.
—Joder... ya toca ir a hacer la compra Nami... que estás de un vaga últimamente...
No tenía casi nada, unos huevos, arroz y un poco de pescado en el congelador.
—Pues una tortilla con arroz... porque otra cosa...
Se va a quedar con hambre, Draken come una barbaridad.
—¡Nami!
Su voz sonó desde la calle, pero parecía estar llamando desde el balcón, así que me apresuré a asomarme por la barandilla y lo vi ahí, sosteniendo una bolsa en la mano.
—¿Qué llevas ahí?
—La cena, no te irás a poner a cocinar después de la paliza de hoy ¿no? No sé tú, pero yo estoy muerto y lo último que se me ocurriría es ponerme a cocinar.
—Pues no sabes lo bien que viene, porque no tenía nada para preparar una buena cena—me reí con algo de culpabilidad.
Le vi morderse el labio y sacudir la cabeza con una sonrisa en la cara. Estaba esperando algún comentario de los suyos, pero no lo hizo.
—Ábreme la puerta, anda, que tengo hambre y esto huele que no veas.
No nos entretuve más y fui hacia la puerta para dejarle pasar adentro, y, cuando lo hizo, la entrada se inundó del olor de lo que llevaría en aquella bolsita, sin embargo, a mi nariz llegó otro olor, un ligero aroma fresco pero mezclado con sutiles pizcas amaderadas que me trajo a la memoria la noche del festival. Era su colonia, se había echado la misma colonia que aquel día.
—¿Qué has traído? —intenté centrar mi atención de nuevo en la bolsa que él llevaba en las manos y él miró en la misma dirección.
—Ah nada... es un poco de yakisoba, por cambiar un poco de las gyozas y tallarines... —ahora alzó su vista con preocupación— Te gusta ¿no?
—Mientras no sea dulce, me gusta, venga, corre, sube.
Subí corriendo antes de que hiciera lo que estaba a punto de hacer, porque le ví las intenciones de agacharse otra vez más como había estado haciendo toda la tarde e incitar a que le besara, pero que no, que yo era una cabezota y no iba a ceder.
—¿Por qué corres? ¿Te pica algo?
—Tengo hambre, venga, a cenar.
Habíamos terminado de cenar y ya estaba todo recogido. Los dos lucíamos cansados y se nos cerraban los ojos a causa de ello, pero, ni yo parecía querer que él se fuera, ni él irse, así que ahí estábamos, en el salón, yo sentada en el suelo delante del sofá, y él recostado en este fumando un cigarro con el brazo extendido hacia el balcón para que el humo saliese por ahí.
¿Ryu? Ese bicho seguía durmiendo, no hubo Dios que lo despertase, ni siquiera cuando Draken le dijo "hueso", y eso ya era bastante, el pobre tenía que estar más cansado incluso que nosotros y verlo ahí tirado me daba tal ternura que hasta le eché dos o tres fotos con la cámara antes de sentarme en el suelo.
Estábamos a oscuras, y yo buscaba una película o algo qué ver en la tele mientras él terminaba de fumar.
—¿Quieres ver un documental de peces? Imagino que no.
—Pon lo que quieras, Nami.
—Vale, eso es un no... ¿Vemos Buscando a Nemo?
—Eso es lo mismo que un documental de peces.
—Es verdad... ¿Y Ponyo?
—No. Otra vez ese pescado rojo no, por favor, no entendí una mierda de la película, no me hagas verla otra vez.
—Serás imbécil, si te encantó el otro día.
—No te pases, no me encantó, solo era entretenida.
—Ya, pues tu cara de idiota viendo la película no decía lo mismo.
Noté que se había incorporado en el sofá y lo confirmé cuando vi sus dos piernas pasándome por los lados.
—No tenía cara de idiota.
—Sí la tenías. No me discutas algo que pude ver con mis propios ojos.
Escuché una risita. Ahora notaba sus dedos enredándose en mi melena, como si estuviera haciendo algo con los mechones.
—Tú con esos ojos de pez no puedes ver bien, tonta.
Se había agachado y me había dicho eso en el oído, un escalofrío recorrió mi espalda, provocado por su ronca voz y por un mechón del pelo con el que él jugaba y que me había cosquilleado la nuca.
—Bien que te gustaron también, me lo dijiste —yo no dejaba de mirar hacia el televisor, pero aún notaba su respiración en mi cuello, y estaba empezando a ponerme nerviosa, igual que por la tarde—, oye, ¿y qué tanto me estás haciendo en el pelo? No me lo estarás enredando, ¿no?
—¿Eh? No, te estaba haciendo una trenza, así no se te enreda luego.
—¿Por qué se me iba a enredar?
¿Pensé mal? Sí.
¿Draken se dio cuenta? También.
—Cuando duermas, malpensada... —Sus labios me rozaron desde el cuello hasta el lóbulo de la oreja y me estremecí una vez más, si seguía así al final me iba a tener que tragar mi orgullo.
—¿Sabes que dormir con el pelo recogido lo estropea más? —intenté enfriar la situación un poco.
Noté su frente caer en mi hombro y como uno de sus brazos pasaba por encima del contrario para hacerme dejar el mando del televisor encima de la mesita baja que tenía enfrente. Tras eso y sin ningún esfuerzo, pasó sus manos por debajo de mis axilas, levantándome del suelo y colocándome encima de sus piernas de lado.
—Nami, déjalo, no quiero ver una película. Prefiero hablar contigo que ver a Ponyo.
Había pasado esa trenza hacia delante y empezó a deshacerla con los dedos, igual le había sentado mal que le dijera aquello.
—Oye... no hace falta que...
Le estaba mirando, como sus entrecerrados ojos se posaban en la zona de mi cuello mientras se humedecía los labios como si no supiera qué decir a continuación.
—¿Tú qué quieres hacer Nami? —susurró con esa grave voz que me inundaba por completo y su mano pasó a acariciarme donde sus ojos estaban fijos, en la piel del cuello que mi camiseta dejaba al descubierto.
Mi respiración empezó a agitarse una vez más como respuesta a sus roces y no lo pude evitar. Subí mis manos hacia su rostro y lo atraje hacia mí.
—Bésame —le dije en un susurro contra sus labios.
Él sonrió.
—He ganado entonces, ¿no? —respondió en el mismo tono y apretó los dedos de su otra mano, que desde que me había colocado encima de él no habían parado de cosquillearme la cintura.
—Si lo quieres ver así, vale, has ganado... ¿vas a hacerlo o...
Se mordió el labio inferior y pasó su mano hacia mi nuca, haciendo que de nuevo nuestros labios se juntasen y comenzasen a moverse con lentitud sobre los contrarios, dejando paso de vez en cuando para que, ya fuese mi lengua o la de él, avanzara a encontrarse con la del otro.
No tardó mucho tiempo en colocarme sobre él a horcajadas, dejándome reposar mis antebrazos sobre sus hombros conforme la intensidad del beso iba en aumento. Sus manos apretaban mis muslos y comenzaron a moverme sobre él, intentando atraer mi cuerpo al suyo.
Sus labios bajaron a mi cuello, donde atendió mi piel con la punta de su lengua y volvió a hacer que de mi boca empezasen a salir ligeros jadeos que él también soltaba contra mi cuerpo.
Terminó por llevarme justo encima de su entrepierna, dónde pude notar cómo poco a poco estaba empezando a excitarse gracias a entrecortadas palpitaciones que pude sentir rozar contra mi cuerpo incluso a través de la tela que nos cubrían a ambos.
Él era el que apretaba mi trasero y hacía que me frotase sobre esa erección, y, si bien estaba empezando a sentirme igual que él... y pensaba que iba a poder esta vez... de nuevo ese maldito rostro cruzó por mi mente.
—Draken...
Mordió mi cuello suavemente y me recostó sobre el sofá, colocándose encima de mí y, volviendo a devorar ahora mis labios, comenzó a apretar su entrepierna con la mía, moviendo su cadera y simulando leves embestidas de su cuerpo contra el mío.
—Draken...
No paraba, me mordí el labio inferior con fuerza en cuanto él bajó su rostro hacia la parte delantera de mi cuello y sus manos se introdujeron por la camiseta para masajear uno de mis pechos.
Me empezaron a temblar las piernas.
No le veía el rostro.
Ya no lo veía a él.
—Ken.
Se detuvo en seco y elevó su rostro.
—Dime —estaba jadeando y me miraba de nuevo con preocupación.
No pude decirle nada, tenía la sensación de que si abría la boca empezaría a llorar, y no quería hacerlo otra vez, no delante de él, no quería que supiera de la impotencia que estaba sintiendo ahora mismo, porque quería hacerlo con él, joder, y sabía que estaría bien hacerlo, pero es que no era su cara la que tenía ante mí en ese momento, no notaba sus manos, no lo escuchaba a él. Y no podía ser así.
Le miré frunciendo los labios, conteniéndome y aguantándole la mirada como buenamente pude para después negar ligeramente con la cabeza.
Le vi resoplar y bajar la mirada por unos instantes, como si tratara calmarse. Se separó de mí, sentándose en el sofá. Estaba serio.
Yo me incorporé y encogí las piernas sobre mi pecho, no sabía dónde mirar, ni si quiera sabía dónde meterme, quería que la Tierra me tragase en ese momento y me escupiese en otro lugar diferente que no fuera Okinawa.
—Ven aquí.
Tomó una de mis manos y me atrajo hacia él, volviendo a sentarme encima de sus piernas y empezó a colocarme algunos mechones del pelo por detrás de la oreja.
—Lo siento Draken...
—No pasa nada.
—Ya... pero tu expresión no dice lo mismo...
—¿Eh? —soltó una risita que yo no sabía a qué venía— Nami, perdóname, se me ha ido de las manos por un momento... y joder... perdón por la cara que haya puesto pero...
—¿Pero? —mis nervios empezaban a aumentar, si ahora se iba, lo comprendería totalmente.
—Nami, estaba cachondo y no estaba siquiera atento a cómo me estabas nombrando, lo de ponerme serio no ha sido a voluntad, solo estaba pensando en lo mierda que me he sentido en ese momento.
Le miré algo confusa.
—No entiendo nada Draken... ¿Por qué ibas a sentirte así?
—Porque quiero hacerlo contigo Nami, y no sé qué coño me estaba pasando por la cabeza hace un momento. Y verte la cara cuando me has llamado de otra manera diferente se ha sentido como una patada hacia mis principios ¿entiendes? No quiero verte esa expresión joder... es la misma que te he visto otras veces... y no me gusta.
No supe qué decir.
—No importa Nami... de verdad. ¿Quieres que me quede o prefieres que me vaya?
Noté una punzada en el pecho.
—Draken... si quieres irte solo...
—Yo no quiero irme, pero esta es tu casa —forzó una sonrisa— no puedo autoinvitarme a quedarme. Así que dime, ¿me voy o...
—No.
—Está bien... —posó su mano en mi cabeza, hizo que esta reposara en su hombro y sus dedos empezaron a acariciarme con suavidad—, me quedo si me prometes una sola cosa.
—¿El qué?
—Que me lo contarás —sus labios se posaron en mi frente y dio un pequeño beso sobre ella—, que me dirás por qué no quieres acostarte conmigo.
—Draken yo...
—Hoy no. No te lo digo para que me lo digas ahora, solo quiero que me lo prometas para que te entre en la cabeza que no me voy a alejar de ti por esto. Dije que iba a ayudarte con esos miedos y yo cumplo mis promesas.
Alcé mi rostro y me quedé mirando su perfil, aunque él posaba sus oscuros ojos en los míos.
—Te lo prometo Draken. Te lo contaré.
—Eso es, además primero hay que terminar con tu terapia de choque con las motos, en estos días hay que avanzar en eso, ponerla en marcha, andar unos metros...
Había cambiado de tema. Y lo estaba haciendo para volver a retomar una conversación alejada de todo lo que acababa de pasar y hacerme pensar en otra cosa, le estaba quitando importancia a algo que quizá la merecía, pero a él no parecía interesarle eso ahora mismo, solo se había estado culpando por ir más allá cuando me había prometido la noche del festival que no iba a sobrepasarse y, para colmo, acababa de decirme también que él no rompía las promesas... así que pude imaginar cómo se estaba sintiendo en ese momento... porque yo conocía demasiado bien ese sentimiento de culpa... pero yo no veía que tuviera que sentirse así, al contrario.
—Draken —interrumpí sus palabras.
—Dime.
—Gracias por ser así conmigo, por la paciencia, más que nada... y por decirme cómo te sientes... tú no tienes culpa de nada... así que no te preocupes por eso ¿vale?
Le dije... lo que siempre había querido que me dijeran a mí.
—¿Eh? Eres tonta, claro que tengo culpa, pero ya cállate y escucha mi plan perfecto para quitarte el miedo de las motos.
Este tío es tonto.
Probablemente, pero me acababa de hacer reír. Hasta ahora nunca había tenido en claro esto, pero cada día que pasaba empezaba a darme más con un canto en los dientes con él. Era demasiado diferente a todos. Y con él me sentía segura, ya no era solo una suposición, de verdad me sentía capaz de confiar en él. Así que, si a él esto le hacía ilusión... al menos podía proponérselo.
—Quiero ir a ver a mi hermano esta semana ¿Vendrás conmigo?
Sonrió ante mi interrupción y volvió a besar mi frente.
—Claro que sí, y además, iremos en moto.
—¿Eh? No.
—Iremos en moto o nada. Tómalo como otro de esos retos. Pero de que la próxima vez que vayas al hospital será sobre dos ruedas, seguro.
—En eso entra la bicicleta.
—Y motor.
Rodé los ojos y me incorporé.
—¿Por qué eres tan pesadito con la maldita moto? Si tampoco es algo tan necesario para vivir ¿no?
—Nami, tú no tienes nada en la cabeza ¿no? Aparte de peces y plantas.
Se había vuelto a poner serio y apartaba la vista. Parecía hacerlo cada vez que no sabía cómo decir algo, ese era un gesto propio de él que acababa de confirmarme que tenía. Y yo no era buena leyendo entre líneas, no, al menos, que fueran cosas demasiado obvias.
—Dime por qué Draken, deja de hacerte el interesante porque no te capto.
Se talló los ojos con las yemas de sus dedos, pero seguía sin mirarme. Los nervios que tenía hacía un momento habían parecido desaparecer y, ahora, volvíamos a encontrarnos en uno de esos tira y afloja tan nuestros.
—Mira, más que nada es para que no tengas que estar dependiendo de los demás para ir a los sitios...
Iba a interrumpirle, pero puso su mano sobre mi boca haciéndome callar.
—No, no me interrumpas.
Pude ver, aun estando todo a oscuras, que sus ojos se habían entrecerrado al girar su vista hacia mi cara.
—Y además... —prosiguió, disminuyendo el volumen de su voz y agravándolo, como si le diera vergüenza admitir lo que iba a decir a continuación—, desde ayer estoy pensando que así quizá podríamos ir a más sitios juntos... solo es eso.
¡Holita!
Un capítulo más tranquilito y de romanceo de estos dos, que ya les tocaba ¿no?
No tengo mucho que contar, solo que el calor que está haciendo aquí es increíble y me cuesta la misma vida ponerme con el ordenador que no hace otra cosa que darme más calor todavía.
Decidme que os ha parecido el capítulo por aquí^^
Y si tenéis alguna duda, por aquí también<3
Pd: ¿Sabéis que Ryu existe? Es mi perro JAJAJAJ que se llama así.
Besitos, se os quiere.
El título:
Escarceo: Especie de efervescencia en la superficie del agua, formando pequeñas olas, producidas por el encuentro de corrientes.
Estos dos son las corrientes, que ya por fin están ahí enamorándose poquito a poco ahora que van a conocerse bien.
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