𝑼𝒏𝒐 ~ 𝑬𝒏 𝒄𝒂𝒍𝒎𝒂


Un poco más... solo un poco más. Si mi hermano hubiera podido acompañarme esta vez, seguro estaría gastando todo el oxígeno de golpe.

Se está genial, no hace tanto frío como otras veces y además estoy pudiendo sacar muchísimas fotografías.

Miré hacia arriba, los rayos del sol inundaban todo el silencioso espacio que me rodeaba. Solo podía escuchar el burbujear de mi respiración saliendo por el regulador y el sonido hueco del océano. Era el sonido más relajante del mundo. Cómo el agua me envolvía el cuerpo por completo y "la nada" podía ser escuchada, estos momentos eran, para mí, cuando mi mente podía descansar un poco de la bulliciosa superficie. Y esto, esto era mi vida.

El océano, el mar, siempre lo había sido, incluso desde antes de mi nacimiento, todo a raíz de que mis padres decidieron mudarse a un pueblito de la costa de Okinawa cuando mi hermano Kaito, cuatro años mayor que yo, era apenas un crío. Movidos por su deseo de vivir cerca de la costa y en un lugar donde el clima fuese siempre el mejor posible. Lo que parecieron no tener muy en cuenta fue el hecho de que les iría tan mal en cuestión de dinero. Por eso tenían las esperanzas puestas en mi hermano, que resultó ser un cerebrito y siempre sacaba las mejores notas de la clase.

Siendo así, llegó un punto en el que tuvimos que volver a la ciudad de origen de mis padres, Tokyo, ya que mi hermano acababa de ingresar en una de las universidades más prestigiosas del país gracias a una beca ofrecida por el Estado. Y parecieron alinearse los astros de alguna manera, pues por esas fechas, a mi padre también le ofrecieron un puesto que no podía rechazar en la capital, así que, básicamente, nos mudamos todos allí en contra de mi voluntad.

Por aquél entonces rondaba catorce años, y tenía amigos en Okinawa que no quería dejar atrás por nada en el mundo, además, me encantaba la playa que quedaba cerca de mi casa, iba todos los días a bañarme, salvo cuando la tormenta me impedía meterme en el agua, pero aun así, me sentaba con un paraguas en el muro de cemento y me quedaba mirando toda la tarde como iban y venían las olas, preguntándome qué habría por debajo de esas revueltas aguas, o quizá si alguien, desde el otro lado del mundo, o en alguna costa cercana, y bajo una tormenta similar a la que esos días acontecía, estaría de la misma manera que yo, mirando con cara de boba hacia el mar.

Los años que pasé en Tokyo fueron los peores de mi vida, no por nada destacable, simplemente me agobiaba vivir en un sitio con tanta gente, además de que todos los de mi edad parecían moverse en el tema de la delincuencia y las pandillas, y a mi eso me interesaba bien poco, así que lo único a lo que me dediqué hasta cumplir diecinueve años fue a trabajar en el mayor número de lugares posibles para ahorrar lo máximo posible antes de irme de allí.

Trabajé de todo, literalmente, en un café de gatos, una cafetería normal, una tienda de alimentación, repartiendo pizzas, de camarera... en fin, que tomaba todos los trabajos de medio tiempo que podía compaginar con los estudios. Estudios, que terminé por abandonar cuando me di cuenta que, mi única motivación en esta vida era todo lo que tuviera que ver con el océano, me hubiera gustado estudiar una carrera o algo similar en la universidad, pero mis notas, a diferencia de las de mi hermano, rozaban la mediocridad, así que para mi no había becas ni dinero suficiente como para seguir estudiando.

La oportunidad de volver se me presentó en bandeja, cuando vi que una pequeña tienda que siempre había estado cerca de la playa acababa de salir a subasta por internet, al parecer los dueños estaban demasiado viejos y no les interesaba el dinero, así que, básicamente, y como me conocían de cuando era pequeña, los llamé por teléfono y les hice una oferta.

Ellos se sorprendieron de que una chica joven quisiera invertir en ese viejo edificio de dos plantas, pero tampoco se negaron, simplemente llegamos a un acuerdo y procedimos al papeleo. Ese sería mi hogar de ahí en adelante, esa pequeña tienda que en la planta superior contenía una especie de pequeño apartamento, lo justo para que yo pudiera vivir ahí.

Recordaba el día que tuve que darles la noticia a mis padres de que me volvía a Okinawa. No es que les sorprendiera mucho, pues siempre habían sabido que mi lugar no estaba en la gran ciudad, y me veían esforzándome tanto por juntar el dinero para poder dar la entrada de esa tienda, que no pudieron hacer más que apoyarme y alentarme a conseguirlo.

Y sí, me fundí todos mis ahorros en la compra de ese local, del que aún me faltaba más de la mitad por pagar, y en el billete de ida. Solo de ida, pues de momento, no pensaba volver más que a ver a mi familia de vez en cuando.

De eso hacía ya cinco años. Y la cosa no había ido mal... al menos en cuanto a lo que el negocio en el que convertí la tienda se refería. Decidí abrir una pequeña escuela de buceo, para que los turistas y residentes que lo desearan pudieran hacer inmersiones en el mar. Era el mejor lugar de Japón para montar un negocio de este tipo, pues Okinawa es una isla que, salvo los días de tormenta, puedes sumergirte en cualquier época del año sin el miedo a morir congelado por las bajas temperaturas.

Por otra parte, sí habían pasado bastantes cosas que hicieron que mi vida cambiase en lo personal, pero quizá este no era el mejor momento para ponerme a pensar en eso.

Miré una vez más el manómetro de mi equipo, me quedaba poco oxígeno y tenía que volver a la costa antes de que se agotase, por lo que di la vuelta sobre mí misma, mirando una última vez a aquél colorido pez al que acababa de tomarle una fotografía, y comencé a aletear de regreso.

Además... me están esperando ahí, les dije que iba a ser solo media hora, pero parece que se me ha ido el tiempo pensando en la vida... como siempre.

Por fin llegué a la orilla y empecé a quitarme todo de encima, la botella, los pesos y todo el cableado del equipo, el cual dejé a un lado en la arena con cuidado de que las olas no se lo llevaran, aunque tampoco ese día el oleaje era tan fuerte como para arrastrar todo aquello.

Me quité la parte superior del neopreno, dejándolo caer sobre mis piernas, pero manteniendo aún la parte inferior del traje puesta. Miré a lo lejos, y ahí estaban, lo vi intentando ensamblar un par de piezas con las manos, como si de un puzle se tratase, mientras el otro no hacía más que dar vueltas a su alrededor, seguramente se estaría preguntando si eso era un juguete.

No pude evitar sonreír y dar un grito en su dirección para llamar la atención de los dos, que inmediatamente alzaron su vista hacia mí, que les hacía un aspaviento con la mano en alto.

— ¿¡Dónde está mi rubio favorito!? — grité de nuevo, y Ryu empezó a correr hacia mí, era rapidísimo, y llegó en apenas unos segundos a donde estaba, lanzándose sobre mí y tirándome al suelo contra la arena. Me empezó a lamer la cara y yo no hacía más que intentar apartarlo para que no se llevara toda la sal que tenía mi cuerpo en ese momento, las veces que se había puesto a beber agua del mar, se había puesto malo, y no quería tener que lidiar con eso otra vez.

— Ya vale Ryu, ya está bien — estaba riéndome, pero él era obediente y paró, quedándose a un lado sentado y mirando como me incorporaba y volvía a levantarme. Le acaricié la cabeza y le tiré un poco de los mofletes — Ese es mi perrito... que bonito eres joder. ¿Qué has estado haciendo? ¿Has jugado a la pelota con tu amigo? — miré hacia donde él estaba sentado y nos miraba sonriendo — Venga, vamos con él, si me dice que te has portado bien mientras mamá estaba buceando igual luego te doy un hueso.

Ladeó la cabeza hacia un lado, Ryu tenía tres palabras favoritas, "hueso", "calle" y "tallarines", el motivo de la última no sabía muy bien porqué, pero podía imaginarme que era porque esa era mi comida favorita, tallarines con gambas, y siempre que los cocinaba me pasaba echando la pasta, y terminaba por darle a él lo que había echado de más. Así que suponía que esa también era su comida favorita.

Tras recoger el equipo de buceo del suelo, nos acercamos a donde él estaba y volví a dejar todo en el suelo, para sentarme a su lado en la toalla que había extendida sobre la arena. Me quedé mirando al frente un momento con los ojos cerrados e inhalando de manera fuerte, se estaba bien, aún era de día, los rayos del sol comenzaban a calentar mi rostro y una ligera brisa veraniega secaba algunos de mis oscuros mechones meciéndolos en el aire.

— Pensaba que te referías a mí.

— ¿Mhm? — giré mi vista instantáneamente hacia el rostro que había pronunciado aquello.

— Lo de tu rubio favorito, pensaba que me estabas llamando a mí.

Empecé a reírme y apoyé mi cabeza en su hombro — Sí, tú también eres mi rubio favorito Inupi, ya lo sabes.

Ryu nos miraba, se había quedado al lado de mi amigo, mirando hacia lo que aún sostenía en sus manos.

— Sabes que o le tiras la pelota o te va a arrebatar eso de las manos en cuanto te despistes ¿verdad? — eché mi vista hacia la pieza que sostenían sus grandes manos — ¿Qué es eso?

— Estoy intentando hacer un motor en miniatura.

— ¿Para?

— Para nada, solo es por distracción y hobby, ya lo sabes... — resopló y lo dejó a un lado — estás helada Nami, tápate con esto — me echó otra toalla seca por encima.

— Pues yo no tengo frío, será porque estoy aún mojada del agua, ¿te has bañado?

— No... he estado aquí jugando con tu perro.

— Gracias por cuidar de él... te debo una.

— Nah, no me debes nada, sabes que no me cuesta — había empezado a acariciar el blanco pelaje que el perro tenía en el pecho y este empezó a animarse más de la cuenta, en cuanto Inui vio aquello, agarró una pelota de goma que había a mi lado y la lanzó lejísimos, haciendo a Ryu correr tras ella, para después de atraparla, ponerse a jugar él solo, acechándola y tirándosele encima como si fuera una presa a la que quería cazar — es un buen perro.

— Sí, pero eso es porque tú le caes bien, no suele pasar con los hombres, todos le caen mal — miré a esos ojos esmeralda en los que, desde hacía un par meses, casi desde el momento en que lo conocí, me gustaba verme reflejada — supongo que está a gusto contigo — esbocé una sonrisa.

No solía ser tan cercana con la gente, había tenido amigos en mi infancia, pero al volver aquí todos se habían largado a la ciudad a crearse un futuro mejor. Así que estuve sola por mucho tiempo, mi única compañía en esos años que llevaba aquí era la de las pocas señoras mayores con las que hice amistad y que de vez en cuando me traían envases con comida para alimentarme. Era como la nieta de todas ellas.

Además, desde que todo aquello pasó, me había encerrado más en mí misma, y ya no mostraba mis emociones tan fácilmente. Pero ese rubio que llegó hace un par de meses para abrir un establecimiento justo al lado del mío me hizo animarme y, al menos, volver a abrirme con alguien que no fuera mi perro.

— Puede que sea eso...

— Oye Inupi, ¿para qué me necesitabas mañana?

— Ah... eso... — se comenzó a recoger los dorados mechones en una pequeña moña tras su cabeza, y no pude evitar que mis ojos se posasen en esos músculos que se le marcaban en los brazos, los cuales quedaban completamente al descubierto al llevar puesta una camiseta ancha de tirantes — mañana por fin viene mi compañero, ya te dije, el que va a ayudarme en la tienda.

— Sí, tu socio ¿verdad? ¿Ya tienes casi todo listo para abrir la tienda al poco de que él llegue verdad?

— Eso es, más que nada era por pedirte un favor.

Sonreí — Claro, dime, mañana es domingo y no tengo pensado abrir mi negocio, así que puedo echarte un cable. Además te he dicho que te debo una. 

Me devolvió la sonrisa. Al principio era un chico serio y bastante callado, pero conforme fueron pasando los días y a raíz de la multitud de veces que se acercó a mi local a preguntarme un par de cosas sobre el pueblo, empezamos a entablar amistad y con el paso de los días comenzó a abrirse cada vez más, hasta el punto de que yo había empezado a sentir algo por él, algo muy diferente a la amistad, pero no las tenía todas conmigo en que fuera mutuo, pues si bien sí había conseguido que habláramos más, e incluso que llegáramos a quedar casi a diario para hacer cosas como estas, el irme a bucear un rato mientras él se distraía con Ryu en la orilla mientras armaba cualquier pieza de una moto, aún así, me costaba saber en qué pensaba, o qué era lo que sentía hacía mí. 

 — Verás... ¿tú podrías echarnos un cable con su mudanza? Más que nada para que conozca el pueblo y esas cosas, yo mañana tengo que terminar de arreglar un tema con la electricidad de la tienda y tampoco quiero ponerle a trabajar nada más llegar. Le voy a ayudar a instalarse y eso, y, si quieres, podemos quedar para comer en mi negocio, así luego podéis iros a ver el pueblo mientras yo termino con los dichosos cables.

— ¿Aún estás sin luz en la tienda?

— Ya sabes, va y viene, pero creo que ya he encontrado el problema — adoptó una postura pensativa — pero bueno... ¿te importaría?

Lo pensé por un momento. Tampoco tenía mejor plan para mañana, además, así me daría una excusa para levantarme temprano y terminar de arreglar unos papeles del local.

— Está bien, ¿Cómo se llamaba tu amigo?

— Se llama Ken, pero nadie le dice así — me sonrió y empezó a levantarse de la toalla, con toda la conversación, había llegado la hora de comer y él se dio cuenta de que me habían sonado las tripas justo en ese momento, el agua me daba hambre — todos le llamamos Draken.

— ¿Qué clase de mote es ese? — tomé la mano que me había tendido para ayudar a levantarme y empezamos a recoger todo lo que quedaba esparcido por la arena.

Soltó una carcajada — Mañana lo verás.

Arqueé una ceja y me quedé mirándole, solamente pude contestarle encogiendo los hombros, en mi cabeza no se me ocurría nada por lo que ese chico pudiera tener aquel mote, pero como Inupi bien había dicho, parecía que mañana lo iba a descubrir.

— Bien... pues... ¡Ryu! — me giré para llamar a nuestro peludo amigo — ¡Venga! ¡A casa! — pero no venía — ¡Ryu!

— ¡Ryu! — Inupi alzó la voz y el susodicho animal pareció hacerle más caso a él. Pues vino al instante y se quedó al lado de él.

— Mi bebé ya no me quiere... qué depresión más grande...

El rubio se empezó a reír de mí — Venga anda, vamos a comer en mi apartamento, hoy tenemos tu comida favorita.

— ¡Tallarines! — Ryu y yo casi que nos pusimos a saltar delante de él conforme avanzábamos cargando con el equipo de buceo a cuestas para salir de la playa.

Estos eran mis días, tranquilos, con un chico guapísimo que conocía desde hacía poco, pero que en breve se había convertido en la única compañía de mi edad que tenía en el que siempre fue mi hogar.

Lo que no sabía, era que esa tranquilidad se iba a ver sacudida por una corriente que no había avisado de que llegaría, como si una figura de esas antiguas leyendas de las que me contaban mis padres cuando niña hubiera aparecido, sembrando el caos en la calma de mi vida.

Holi ^^

Sorpresa, nuevo fic jajajaja este lo tenía planeado desde hacía varios meses, y aquí tenéis la primera parte :)

No he subido parte de introducción por que, sinceramente, me ha dado un poco de pereza hacerlo, e iré poniendo los avisos en cada uno de los capítulos según corresponda.

Voy a amar este fic muchísimo, os lo voy diciendo ya jajajaj más que nada porque tenía la ilusión de hacer una OC que estuviera relacionada con el océano y el mundo submarino pues es una de mis pasiones y es una de las cosas a las que me dedico en la vida real fuera de los bajos mundos llenos de píxeles jajaja. Por eso también escogí a mi otro favorito de TR como personaje principal, además, la trama que le tengo pensada le va muy bien a Draken, así que ala, a disfrutarla <3

Besitos, espero que os guste ^^

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