𝑵𝒖𝒆𝒗𝒆 ~ 𝑽𝒊𝒆𝒏𝒕𝒐 𝒅𝒆 𝒔𝒖𝒑𝒆𝒓𝒇𝒊𝒄𝒊𝒆
Subí con algo de recelo aquellas escaleras que llevaban a su piso. No era la primera vez que iba a casa de un chico, pero tenía una sensación extraña en el interior, unos nervios que nunca había sentido en estas situaciones, como si me diera un poco de vergüenza estar ahí dentro con él, a pesar de que creía que teníamos, al menos la suficiente confianza, como para no encontrarme de esta manera.
Como bien había imaginado, su piso era similar al mío, pero las estancias estaban colocadas en espejo. Sin embargo, no había muchas cosas por allí, ni tampoco muchos muebles, solo los justos y necesarios para que a aquello pudiera llamársele un sitio donde vivir. Un pequeño sofá de dos plazas que se situaba enfrente de un pequeño televisor ubicado encima de un mueble de madera clara y, en medio del sofá, una mesita baja, pequeña y cuadrada del mismo color amaderado del mueble de la tele.
En la otra parte del salón no había nada, estaba completamente vacío salvo por una estantería que hacía esquina y en la que había varias mancuernas y objetos para hacer ejercicio.
— Menos mal que decías que no te hacía falta ejercitarte... — le miré burlona y señalando hacia aquellos objetos.
— Estúpida, no te dije eso — él estaba enfrente de aquella estantería, enfrente de la pared contraria, donde se ubicaba la cocina abierta similar a la mía, se había quitado ese haori negro con rombos y lo había colgado en un perchero de pared que había en la entrada, por lo que ahora solo le quedaba puesta una camiseta blanca de mangas cortas que se le ajustaba en la parte alta de los brazos — te he dicho que no me hace falta tanto tiempo como a los demás, pero sí que me gusta hacer algo de pesas.
Ya, me vas a decir a mí que esos brazos no son por que te tiras horas aquí subiendo y bajando las pesitas, que te he pillado Draken, a mí no me mientes.
— Bueno, bueno, como sea — me acerqué a él y me asomé por su espalda, pues había empezado a preparar algo en la encimera y quería saber qué era — ¿qué vamos a cenar?
— Carne de perro.
Le miré asqueada y Ryu se me vino a la cabeza — Será broma ¿no?
Me miraba de reojo mientras sacó un poco de col y carne picada del frigorífico, la cual estaba en una bolsita de plástico, como si hubiera estado congelada no hace mucho. Pero no me contestaba. Solo tenía una ligera sonrisita en la cara.
— Draken — como estaba agachado, llegué a agarrarle de esa moña que tenía en la cabeza y le di un pequeño tirón — contéstame.
— No lo es — se soltó de mi agarre y colocó todo aquello en la encimera y ahora rebuscaba algo más en el electrodoméstico — el otro día se la compré a un señor por la calle... ¿sabes? No está tan mal... al menos cuando te acostumbras... — ya no lo pudo evitar más y soltó una carcajada al verme la cara de espanto que tenía, sabía de sobra que estaba bromeando, pero me dio un asco horrible solo de imaginarme comiéndome a Ryu — Imbécil, pues claro que es broma, es carne picada de pollo, voy...bueno, vamos a hacer gyozas ¿te gustan?
Se me borró la expresión de asco de la cara en cuanto escuché esa palabra — ¿Qué si me gustan? — de no ser por que intenté no emocionarme, me habría puesto a dar saltitos ahí mismo — después de los tallarines es mi plato favorito, pero siempre me da pereza hacerlas para mí sola. ¿Puedo ayudarte en algo? — el interior de mi boca había empezado a salivar, ya nada más pensaba en llevarme a la boca uno de esos bocaditos de placer, que así era como yo le decía a las gyozas.
— Claro, ve picando la col, yo preparo la carne y los aderezos mientras.
A partir de ahí, nos volvimos a quedar en silencio mientras preparábamos todo, solo se escuchaba el ruido que hacía el cuchillo al impactar sobre la tabla en la que yo cortaba la col, y el sonido de algunos platos chocando con la mesita baja del salón que Draken había llevado.
La estancia se inundó de un olor delicioso que me abrió aún más el apetito, sobre todo, cuando el pelinegro levantó la tapadera de la sartén y pude ver aquello que habíamos preparado, con un color dorado perfecto en su exterior.
Nos sentamos en el suelo, ambos en lados contiguos de aquella mesa y él dejó el platillo con todas las gyozas en medio del tablero para que pudiéramos ir cogiéndolas de ahí con los palillos.
— ¡Mhm! — abrí los ojos muchísimo y mi cuerpo entero se estremeció cuando las probé — Draken, esto está buenísimo — la verdad, había estado dudando de sus capacidades culinarias desde que me había dicho de cenar en su casa, pero acababa de darme con un canto en los dientes con el simple hecho de que el sabor que tenían los saquitos era uno de los mejores que había probado en mi vida — no imaginaba que se te diera bien cocinar.
— Esto es simple, tampoco sé hacer muchas cosas — él comía tranquilo, ahí era yo la única que estaba casi bailando en el sitio cada vez que me llevaba otro pedazo a la boca — al fin y al cabo, casi siempre he tenido que prepararme yo la comida.
— ¿Y eso? — tomé un poco de agua — ¿Llevas mucho tiempo viviendo solo?
No contestó al instante, él también se sirvió agua en un vaso y le dio un sorbo, su expresión había cambiado en cierta manera hacia una algo más seria — Siempre he vivido solo — hizo un gesto con la cabeza — Bueno, más o menos solo, a lo que me refiero es a que no conocí a mis padres.
Me quedé pensando por unos momentos, no quería meterme donde no me llamaban, pero ganas no me habían faltado de preguntarle por aquel hecho.
— ¿Quieres que te cuente? — solo quedaban un par de gyozas en el plato, y él las señaló con los palillos — puedes comértelas, yo no tengo más hambre — recostó su espalda sobre la parte baja del sofá y subió los codos para apoyarse ahí, mientras que una de sus manos se acariciaba el abdomen, haciendo que la tela de la camiseta subiera y bajara suavemente — yo estoy lleno ya, y además, parece que te han gustado, así que come, no voy a hacerte la cena todos los días, aprovecha hoy que estoy de buenas.
— Lo hemos hecho entre los dos — contesté burlona, pero acerqué el platillo hacia mí, llevándome otra de las gyozas a la boca, y aún con la boca llena, volví a hablarle casi en un murmuro — así que puedo comerlas sin ningún tipo de remordimiento, pelón.
— ¿No te han dicho nunca que con la boca llena no se habla?
Tragué y me llevé la última pieza a la boca, y volví a contestarle del mismo modo solo para burlarme — Sí, pero como ves, no aprendo.
Él empezó a reírse con el dorso de su mano sobre sus labios.
Cuando se ríe es más guapo.
¿Por qué pensé aquello? Ni idea, quizá fuera porque en mi mente pasó la idea de que, si se riese más, igual conseguiría echarse un ligue pronto aquí en la isla, pues siempre andaba tan serio que me extrañaba que las chicas se le acercasen. Si no lo conocieran, dirían que hasta daba miedo con esa expresión que siempre llevaba en el rostro.
Le devolví una sonrisa burlona y él carraspeó con la garganta mientras se encendía un cigarro, no sin antes haberse levantado para abrir la cristalera del balcón y que el humo no se quedase flotando en la estancia. Había vuelto a la zona del sofá y ahora se recostó sobre él, pasando uno de sus brazos por el respaldo y con la mirada fija hacia el balcón.
— Mira, yo nunca conocí a mis padres — hablaba serio y ahora toda mi atención estaba fija en sus palabras — mi madre me abandonó en un prostíbulo cuando era pequeño, y ese fue mi hogar desde entonces y hasta que conseguí independizarme, así que siempre he vivido rodeado de todo lo que en teoría un niño no debería de ver ni conocer hasta ser adulto... — le dio una profunda calada al cigarro y se incorporó para dejar caer un poco de la ceniza de este en el cenicero que había depositado sobre la mesa cuando antes se levantó a abrir el balcón — por eso es que, básicamente, he tenido que aprender a hacer muchas cosas desde bien pequeño, como cocinar, por ejemplo.
Sus oscuros ojos se habían quedado fijos en mi rostro, que ahora lo miraba con la boca entreabierta y sin saber qué palabras serían las adecuadas para decirle.
— ¿Qué te parece?
— No es algo que una escuche todos los días, la verdad — ladeé un poco mi cabeza — ¿y cómo lo llevaste? Me refiero, a eso de criarte en un sitio así — ahora fue él el que me miraba con los ojos bien abiertos y mi expresión cambió al instante, igual estaba siendo demasiado entrometida, y empecé a hacer aspavientos con las manos delante de mi cuerpo — Perdona, no quería incomodarte, es solo que me dio curiosidad... no contestes si no quieres.
Esbozó una ligera sonrisa y entrecerró los ojos, poniendo una cara similar a la de hace un rato, y que hizo que me calmase un poco — No te preocupes, es solo que nadie suele preguntarme por cómo lo llevé yo, si no por cómo es vivir en ese sitio, qué es lo que veía y cosas así, nadie suele preguntarme acerca de mí — apagó el cigarrillo y entrelazó los dedos de ambas manos, inclinándose hacia delante en el sofá y reposando los codos sobre sus rodillas — la verdad, estaba bien, quitando el hecho de todo lo que tenía que ver y escuchar diariamente, las personas que trabajaban allí me tenían como a un hijo, siempre consideré al encargado del local como un padre, y a todas las chicas como mis hermanas mayores... y todos en cierta manera me veían a mí de la misma manera y fueron buenos conmigo, así que no puedo decir nada malo de ellos... sin embargo...
Hizo una pausa bastante larga y yo seguía con la mirada fija en sus facciones.
— Sin embargo, quizá siempre me pregunté cómo hubiera sido vivir de otra manera, en una casa normal, o algo más normal, como en la que vivían mis amigos y así ¿entiendes?
— Sí, comprendo...
— Pero ya, dejemos de hablar de mí — ahora me miraba de manera burlona — te toca a ti.
— ¿Uh?
— Yo te he contado algo de mí. Cuéntame tú algo de ti, de tu familia, lo que tú quieras.
Un escalofrío recorrió mi espalda — Pues... — empecé a recoger los platos de la mesa y a apilarlos unos sobre otros para llevarlos a la cocina y fregarlos, era lo mínimo que podía hacer, y además, con esos movimientos, estaba intentando disimular el hecho de que acababa de ponerme nerviosa una vez más, al igual que siempre alguien tocaba el tema de mi familia, pero si él se había abierto de esa manera conmigo, no creía de educación que yo me lo guardase para mí, simplemente, solo tenía que omitir aquello de lo que no me gustaba hablar.
— Yo a diferencia de ti si crecí con unos padres más o menos normales, algo estrictos, pero bueno, al fin y al cabo, creo que es un cliché que todos los padres son estrictos con sus hijos — suspiré y dejé los platos en el fregadero, Draken me había acompañado y ahora me miraba atento con su cuerpo apoyado de espaldas a la encimera.
— ¿Eres hija única?
Volví a tensarme un poco mientras fregaba los platos — No, tengo un hermano cuatro años mayor que yo.
— ¿Ellos viven aquí? En Okinawa, me refiero.
— No, viven en Tokio.
Hizo un gesto con las manos — ¿Por eso me dijiste aquello en la playa? Lo de que aquí no hacían las cosas como en la ciudad, cuando nos tomamos los cafés.
— ¿Te acuerdas de todo lo que te digo?
— Bueno, intento olvidar lo que no me gusta o no me interesa — lo dijo de manera tajante, pero esas palabras hicieron que se me pusiera el vello de punta, pero no por una mala sensación, todo lo contrario — así que sí, más o menos me acuerdo de lo poco que me has ido contando sobre ti.
Alcé una ceja burlona, igual de esta manera conseguiría desviar un poco el tema de conversación de mi familia — ¿lo recuerdas porqué te importa o porqué te interesa?
Giró su cara hacia mí y se agachó a mi altura, me estaba mirando de cerca con los ojos entrecerrados y fijos en los míos. No supe qué hacer, me quedé mirándole confundida ante la brusquedad de ese movimiento y esperando sus palabras. Pero no dijo nada, volvió a incorporarse y fue riéndose hacia el sofá de nuevo.
Había terminado de fregar, así que lo seguí y me planté frente a él — ¿A qué ha venido eso?
— A nada, solo quería ver qué hacías y que dejaras de decir tonterías.
— No vuelvas a hacer eso jamás — me había puesto nerviosa y notaba mi pulso acelerado, seguramente a raíz de que hacía tiempo que ningún chico se me había acercado de esa manera, y quizá lo último que quería era que justamente él hiciera aquello.
— ¿Qué creías que iba a hacer? — alzó una ceja y empezó a reírse — No te hagas ideas raras, Nami — miró hacia los papeles y lápices que había dejado en el mueble del televisor — Bueno, ¿para qué has traído todo eso?
¿Ideas raras?
Chasqueé la lengua y decidí no darle más vueltas al tema — Es para lo que te necesitaba, necesito que te estés quieto un rato — agarré todos los papeles y me senté en el suelo al lado de esa mesa baja.
— ¿Para?
— ¿No querías que fuera una sorpresa? — sonreí a modo de burla y él se encogió de hombros resoplando — pues no preguntes tanto, dragoncito.
— ¿Nuevo mote?
— Mejor ese que pelón, ¿no?
— Lo que tú digas...— giró su cabeza — pececita — lo había murmurado, pero lo escuché claramente, y ahora me miraba de reojo con media sonrisa en la cara, pero casi al segundo vi que bostezaba.
Seguramente esté cansado.
— Vale, ya, cuanto antes empecemos con esto, antes me iré a casa y te dejaré descansar... — aun así, estaba demasiado lejos como para poder fijarme bien en el tatuaje que tenía en la cabeza — ¿puedes ponerte aquí abajo conmigo? — palmeé el suelo y él rodó los ojos, asintiendo y bajándose del sofá para ubicarse donde le había indicado.
— ¿Aquí está bien? — lo tenía al lado, y le agarré la cara con las manos, haciéndosela girar para poderle ver bien el dragón tatuado.
— Ahora sí, necesito que te quedes así por un rato ¿serás capaz?
— Sí... — volvió a casi murmurar — claro que puedo.
Recomendación de canción – Ocean Eyes – Billie Eilish
¿Qué está haciendo?
Llevábamos ya un rato en silencio, bastante, de hecho. El cuello empezaba a dolerme un poco de estar en esa postura, pero eso no me importaba, lo que sí lo hacía era la sensación tan rara que tenía.
Sus ojos no se despegaban de mi sien, y no me encontraba incómodo, pero sí nervioso, pues la veía por el rabillo del ojo como focalizaba de vez en cuando su vista en algún detalle, o se acercaba un poco más para que no se le escapase ninguna línea del tatuaje que tenía en la cabeza. Lo estaba copiando en aquel folio de papel, con sumo cuidado, deslizando su mano mientras trazaba las curvas y ondas que aquel dragón tenía.
En algunos momentos pareció estar tan concentrada, que ni se daba cuenta de que había empezado a tararear, y solo paraba de hacerlo cuando se me escapaba una sonrisa tonta que me hacía mover la cabeza, teniendo ella que volver a sujetarme la cara con sus manos para que mirase de nuevo hacia el otro lado.
— ¿Falta mucho? — pregunté con la voz grave en una de esas que ella se había acercado a mirar mejor el tatuaje.
— Si no te estás quieto, sí, mucho — escuché una risita baja en mi oído e involuntariamente se me erizó el vello de la nuca, quizá su aliento me había hecho cosquillas de alguna manera y mi cuerpo había reaccionado solo — es broma, solo una última cosa, lo compruebo y habré terminado — me dio una palmadita en la zona del tatuaje — pero no te muevas más, por favor.
— Mhm — asentí con un ruido seco en mi garganta e intenté por todos los medios mantenerme lo más quieto posible.
Ella pareció terminar, pues había dejado el lápiz sobre la mesa y se arrastró sobre sus rodillas hacia mí, sosteniendo el papel con el dibujo en una de sus manos, la cual colocó justo al lado del dragón de mi cabeza, parecía que los estaba comparando.
Levantó su otra mano y, con suavidad empezó a pasar sus dedos por mi cabeza, delineando con sus yemas todos y cada uno de los trazos del tatuaje, mientras sus ojos iban desde este hacia el papel incesantemente.
Mi cuerpo volvió a responder por sí solo, me había puesto aún más nervioso con ella ahí al lado, elevada sobre sus rodillas apoyadas contra el suelo, y viendo de reojo como movía sus brazos para continuar comprobando que todo lo que había dibujado correspondía con aquello que le había servido de modelo. Notaba una tensión en el pecho, y mi respiración se había vuelto discontinua con cada pasada que ella hacía con las yemas sobre la piel que había por encima de mi oreja, y ahora mis ojos, a duras penas, intentaban fijarse aún más en ella como buenamente podían.
Su pecho se elevaba y contraía también de manera diferente, además, también podía notar que su respiración chocaba de manera desacompasada contra la piel de mi cuello, pues se había acercado tanto para comprobar que el dibujo estuviera bien, que sus labios apenas distaban unos diez centímetros de esa parte de mi cuerpo.
Además, sus ojos de vez en cuando se encontraban con los míos, pero nadie decía nada, ella solo esbozaba una media sonrisa cuando nuestras miradas se cruzaban, aunque parecía que era más por satisfacción de ver que todo lo que había dibujado estaba bien.
¿Por qué me pone tan tenso?
Quizá era por la extrañeza que, de llevarnos tan mal, a ahora estar de esta manera, mi mente no sabía como procesar las sensaciones y estaba confundiendo toda la situación con algún tipo de tensión sexual, pero no podía ser eso, con ella tenía claro que no podía ser así, y, sin embargo, cuando por fin acarició el último trazo con sus dedos, y estos se separaron de mi piel, pensé que me hubiera gustado que siguiera haciéndolo por un rato más.
— Listo — ahora había dejado que su cuerpo reposara sobre sus gemelos, aún de rodillas y sentada frente a mí.
Giré por fin mi cabeza y la moví un poco de lado a lado para aliviar un poco la tensión que tenía en el cuello, haciendo que, sin querer, este crujiera y ella pareció asustarse.
— Perdón, te he tenido demasiado tiempo en esa postura.
Me fijé ahora mejor en su rostro, tenía las mejillas un poco coloradas y los párpados algo caídos sobre sus ojos. Otra vez me vino un escalofrío por la espalda.
— No te preocupes por eso — acerqué mi rostro hacia el papel que aún sostenía entre sus manos — ¿puedo verlo? — mi cabeza había vuelto a quedar cerca de la suya, pero ella se separó al momento, apretando el papel contra su pecho y posando toda la palma de su mano en mi cara.
— ¡No! Tú mismo lo dijiste, ¿no querías que fuera sorpresa? Además, no ha quedado del todo perfecto, ¡así que no! Lo verás cuando esté terminado en la fachada, hasta entonces no puedes decir nada.
— Pero si tú misma lo dijiste — le agarré de la muñeca para que quitara su mano de mi cara y me dejara verle el rostro a ella — mientras pintas la fachada voy a verlo igual ¿no?
— Sí, pero añado una condición más. — ella removía su mano intentando soltarse de mi agarre, pero apreté con más fuerza para que no se escapara de ahí, y con la otra mano intentaba robarle el folio sin que se diera cuenta, llevé mis dedos con cuidado a la zona inferior del papel para tratar de arrebatárselo tirando de él hacia abajo, pero se dio cuenta y lo pasó hacia su espalda — ni lo intentes, Draken. — me miraba con una sonrisa burlona en el rostro.
Estábamos uno frente al otro, a poca distancia debido a mi sujeción en su muñeca, nos habíamos vuelto a quedar en silencio por unos segundos, en los cuales volví a verme reflejado en el azul de sus ojos. Pero no pude hacer más que devolverle una ligera sonrisa y soltarla, no iba a pelearme por ella por ver un simple dibujo.
Ella soltó una única carcajada, a modo de victoria, y se giró para darme la espalda y ver el dibujo sin que yo pudiera ver más que su negra cabellera.
— Creo a Inupi también le gustará... — la imagen del rubio se me vino a la cabeza y mi humor cambió de repente, sentí un frío invadirme el cuerpo, como si una ventisca hubiese entrado por aquel ventanal abierto del balcón.
Me levanté del suelo, dejándola a ella ahí y me senté en el sofá de nuevo agarrando un cigarrillo para llevármelo a los labios.
— A ti te gusta ¿Verdad?
Se giró al instante y estaba más colorada incluso que antes — ¿Quién me gusta?
— Inui.
— Eh... — empezó a doblar el dibujo con las manos temblorosas — No, para nada.
— Nami.
— Draken.
— Se te nota a la legua. Si me mientes de esa manera tan patética no haces más que reafirmármelo.
Cruzó los brazos sobre la mesa y dejó su cabeza reposar sobre ellos — Vale, sí, me gusta ¿pasa algo? Ya sé que yo a él no le gusto ¿vas a meterte conmigo por eso?
— No creo que sea tan así — en realidad, y a diferencia de ella, yo sí creía que el rubio gustaba de Nami, solo que aún no se daba cuenta, pues siempre estaba hablándome de ella e incluso sonreía cuando lo hacía.
— ¿Cómo? — a ella parecía habérsele iluminado el rostro y no sé qué fue lo que sentí, ¿me había hecho gracia esa cara? No, no era eso, pero me tenía confuso.
Recordé mi plan de intentar llevarme mejor con ella, y, sobre todo, de intentar que dejara atrás esa actitud borde y seca que tenía a veces. Ya con anterioridad había pensado en que quizá podría ayudarles a ambos a que de una vez se dijeran que los dos se gustaban mutuamente, y que, quizá con eso, ella se volviera una chica sonriente y alegre que tuviera siempre buenas palabras para todos.
— Eso mismo Nami, yo creo que los dos os gustáis, pero que no sois capaz de decíroslo, vete tú a saber por qué.
— Bueno... yo he intentado acercarme a él alguna que otra vez... Y no es como si me hubiera rechazado directamente, pero nunca me da pie a más... — ahora se recostó sobre el suelo, tapándose la cara — ¿por qué estoy hablando contigo de esto? Qué vergüenza...
— Déjame ayudarte.
Se destapó uno de los ojos y me miró — ¿Tú? ¿Ayudarme con Inupi? ¿Cómo?
— Soy un tío — me señalé el pecho con el pulgar y adopté una pose de superioridad — sé cómo piensan los tíos. Quizá es que no has hecho lo que debías hacer para terminar de conquistarlo.
— ¿Y qué se supone que debo hacer? ¿Eres un experto en el amor ahora o qué?
— No, para nada, pero conozco más a Inui que tú, eso seguro.
— Sí, en eso puede que lleves razón.
— Puede no, sabes que la llevo.
— Vale, señor "experto del amor, pero sin novia", ¿cuál es tu maravilloso plan?
Esas palabras sí me dolieron un poco más. No era ningún experto en el amor, ni si quiera había sido el mejor de los novios con la única pareja que había tenido en mi vida.
— ¿Me vas a dejar ayudarte entonces? Eso sí, si lo hago, vas a tener que ser la mejor chica del mundo conmigo y nunca más hablarme mal — me burlé un poco de ella, pues ahora mismo, sentí que podía enaltecerme un poco con ella.
— Bueno, lo intentaré, pero no te prometo nada.
Escuchamos un ladrido proveniente del edificio contiguo — es Ryu — ella se levantó y se asomó al balcón — ya es tarde Draken, quizá debería irme si no quieres que mi perro se tire llorando toda la noche porque no vuelvo.
Miré el reloj de la pared, ella tenía razón, habían pasado al menos cuatro horas desde que vino, y ya era bastante tarde como para estar de charla, así que no le insistí en quedarse más tiempo, levantándome del sofá para acompañarla hasta la parte baja de las escaleras.
— Oye, gracias por la cena, y por dejarme tu cabeza. — Se había empezado a reír antes de cruzar la puerta de su casa.
— Nami, ahora eres tú la que dice cosas que suenan mal. — me había quedado mirándola, recordando que ella me había dicho algo similar no hacía mucho tiempo.
— Tienes razón, ha sonado fatal, pero tú me entiendes ¿no? — se asomaba desde detrás de la puerta antes de cerrarla — Oye Draken, ¿y cuando vamos a hablar del plan? — parecía que sí le había gustado la idea, y me miraba como una niña pequeña que no puede parar de preguntar cuánto queda para llegar a su destino de vacaciones en el coche de sus padres.
— Mañana — sacudí la cabeza y decidí pasar de nuevo por la puerta de mi edificio, aunque aún miraba hacia la entrada en la que ella estaba, justo enfrente — mañana podemos ver qué hacemos.
— ¡Vale! Pues hasta mañana entonces.
— Hasta mañana Nami, y gracias por lo de la fachada a ti también.
No pareció escuchar eso último, pues el perro se había puesto a saltarle encima y ella ahora lo único que hacía era gritarle para que se estuviera quieto. No lo pensé más y cerré la puerta tras de mí, pero no subí las escaleras, me quedé recostado con la espalda sobre la pared, pensando un momento en ese rato que habíamos pasado en el salón hacía unos minutos.
Mi mano involuntariamente se tocó el tatuaje de la cabeza.
Definitivamente, de alguna manera, necesito tener sexo, no me puedo ir poniendo así con cada chica que me toque.
Draken, Nami, amigos daros cuenta.
jaja, no tengo mucho qué contar hoy, solo que espero que os vaya gustando ^^
Si os gusta esta historia, estoy segura no, segurísima que la de Hanma que tengo en el perfil os gustará también, ese otro fic tiene un ambiente diferente y solo os digo que echo muchísimo de menos escribirlo T_T Por lo que si queréis darle una oportunidad, ahí lo tenéis^^
Besitos, se os quiere.
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