𝑫𝒊𝒆𝒄𝒊𝒔𝒆́𝒊𝒔 ~ 𝑳𝒖𝒏𝒂 𝒏𝒖𝒆𝒗𝒂
El vehículo paró en frente de nosotros y las puertas se abrieron para dejarnos ver al conductor, el cual se aclaró la garganta y dirigió su mirada hacia mí.
—Lo siento chicos, una avería gorda, el autobús estará fuera de servicio toda la noche.
—¿Y no hay otro? — le pregunté, colocándome mejor a Mikey sobre la espalda.
—Qué va, este es el único, ya ves chico, esto no es tan grande como para que haya tantos autobuses... solo paraba para informaros, debo seguir hacia la nave, que tengáis buena noche y tened cuidado.
Nos despedimos con una ligera reverencia en agradecimiento por la información que nos había dado y el hombre cerró las puertas, poniendo de nuevo en marcha el autobús y comenzando a circular de nuevo hacia delante, alejándose de nosotros cada vez más.
—¿Y qué hacemos ahora? ¿Un taxi? — Le pregunté a Nami. A pesar de todo el contratiempo, me encontraba bastante calmado, ella era la que parecía preocupada.
—No hay taxis tan tarde, Draken.
—Dor...mir...— Mikey seguía balbuceando cosas sin sentido cerca de mi oreja.
—Déjalo tengo una idea. — Alcé la vista hacia los otros dos que andaban haciendo tonterías. —¡Oye! Parad un momento, venid aquí.
Mis amigos se acercaron aún con sonrisas tontas pintadas en el rostro y balanceándose de un lado a otro de la acera en la que nos encontrábamos.
Madre mía, van el uno peor que el otro.
—¿Qué pasa Draken? ¿No os habéis montado en el bus? — Kazutora miraba hacia el final de la calle mientras me preguntaba, parecía estar buscando el autobús que acababa de parar hacia escasos segundos.
—¿No ves que seguimos aquí? — me tallé los ojos como pude, aguantando a Mikey únicamente con uno de mis brazos. —No hay autobuses, el que suele operar está fuera de servicio. Y Nami dice que no hay taxis... así que tendremos que volver andando.
—¡No!¡Nada de eso! Os llevo yo en el coche — Baji alzó la voz.
—Ni de coña, ninguno de nosotros está como para conducir ahora mismo, y menos tú, Baji, vas fatal, apenas puedes hablar.
—Pero...
—Nada de peros.
Miré hacia mi derecha, Nami se había sentado en la parada del autobús y se miraba el pie que le había vendado hacia un rato. Ella no podía casi ni caminar, y con Mikey a cuestas, me iba a ser complicado ayudarla. Para colmo, aquellos dos no estaban en condiciones de acompañarnos a ningún lado. No me quería ni imaginar lo que podría llegar a pasarles si les dejaba volver solos después hasta aquí; de seguro se perderían y amanecerían en la otra punta de la isla sin saber cómo.
Podría haberle pedido las llaves de ese coche que habían alquilado a Baji, sin embargo, yo tampoco me notaba del todo fresco, veía algo borroso, aunque estaba plenamente consciente de mis actos y de lo que hablaba; pero no lo suficientemente sobrio como para llevar un coche.
—Mira, vosotros llevaos a Mikey al hotel. — Miré por encima de mi hombro. — ¡Mikey! Despierta un momento.
—Uhm...— el rubio se bajó de mi espalda, restregándose los ojos y yendo directamente a sentarse al lado de Nami. Parecía no estar enterándose de nada, simplemente se sentó allí y reposó su cabeza sobre el hombro de ella, volviéndose a quedar dormido casi al instante.
Ella le quitó un par de mechones de la cara a mi amigo y se me quedó mirando, indicándome en un gesto con una de sus manos que no me preocupase por Mikey, que ella estaba bien así. Parecía no importarle y le sonreí de vuelta, antes de girarme para seguir hablando con los otros dos.
—Mañana os acercáis por el taller si queréis, pero que él se quede aquí esta noche. Nami no puede caminar y tendré que ayudarla a llegar a su casa.
—Ya...como aprovechas ¿eh, Draken? — Baji me dio un codazo sin medir su fuerza en el costado.
—Idiota, no estoy aprovechando nada, no es mi culpa ni la de ella que la borrachera se os haya ido de las manos y, como siempre, tenga yo que hacer de niñera para todos.
Kazutora y él se miraron, como si no creyeran lo que les estaba diciendo. Ambos esbozaron una pícara y cómplice sonrisa, de esas que solo ellos eran capaces de entender, era la misma que ponían cuando cualquier maldad se les pasaba por la mente.
—Baji, no se os ocurra liarla de camino al hotel, por favor.
—Ya no hacemos esas cosas Draken, lo sabes de sobra. — el mencionado se acercó a Mikey, y, tras intercambiar un par de palabras con Nami, empezó a zarandear a nuestro amigo para que despertarse.
—¡Venga Mikey!¡Arriba! — Pero no hubo éxito ninguno. Al pelinegro no le quedó más remedio que subirse a Mikey a la espalda y volvió a acercarse, despidiéndose de Nami una última vez antes de hacerlo, dejando una caricia en su rostro que a mí me provocó el alzar una ceja involuntariamente y por apenas una milésima de segundo.
—Bueno, nosotros nos vamos, tened cuidado de camino a casa... — Baji le dio una patada no muy fuerte a Kazutora en la espalda baja, para que comenzase a caminar hacia delante, en dirección al hotel. Él se acomodó un poco mejor a Mikey a la espalda y giró su vista hacia mí antes de empezar a caminar tras el del tatuaje en el cuello. — Anda... que te tenías bien callado lo de Nami, ¿eh?
—¿Por qué lo dices? —le pregunté de manera cortante.
—Me gusta, solo es eso. —Sonrió en dirección a ella una vez más y pude ver que la pelinegra le devolvía la sonrisa y le hacía un aspaviento con la mano para despedirse de él. Parecía no estar escuchando nuestra conversación.
—No digas tonterías Baji, apenas la conoces de un día. Además...
—Ya, ya, no hace falta que me digas nada. — Ambos pudimos escuchar a Mikey murmurar de nuevo y entendimos eso como la señal para despedirnos.
—¿De qué no hace falta que te diga nada? — pregunté antes de que el pelinegro se pusiese en marcha.
—Nada, nada, ya nos contarás qué tal. Yo me retiro. — Me quedé en el sitio, mirándole con una expresión de extrañeza mientras se alejaba y alcanzaba a Kazutora, el cual se había parado a acariciar a un gato que pasaba por allí y ahora Baji le reprendía diciéndole que dejase al pobre animal estar, que no se encariñase porque no se lo podían llevar en el avión de vuelta.
¿Cómo que se retira? Parecía haber dicho aquello con segundas.
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3:00 AM - Finding Hope
Be My Mistake – The 1975
—En fin...vaya plan el nuestro... — Alcé mi mano para rascarme la nuca mientras aquellos tres desaparecían de mi vista, y, cuando giraron la esquina, volví a donde Nami estaba. —¿Qué? ¿Te duele mucho?
Seguía mirándose los vendajes, el cabello le cubría la cara por completo al tener la cabeza agachada mientras se observaba el pie.
—Sí... la putada es ir hasta casa ahora así, pero bueno...— se levantó y empezó a caminar intentando no apoyar el talón, avanzaba de manera bastante graciosa, tratando de no dar ningún traspié, pero esa falda que llevaba no le ayudaba en nada, y al final tuvo que remangársela un poco y agarrarla con un pequeño nudo a la altura de sus muslos.
No lo pensé mucho y me acerqué a ella, situándome a su altura y caminando a su lado. Pero íbamos demasiado lento. La miraba de reojo, iba resoplando y de vez en cuando le escuchaba emitir un casi imperceptible quejido, imaginaba que, como siempre, intentaba no mostrar ningún tipo de debilidad delante de mí.
—Voy bien, voy bien, venga vamos. — Hablaba más para ella misma que para mí.
Rodé los ojos con pesadez e hice un chasquido con la lengua, adelantándome a ella unos pasos y agachándome delante de ella, dándole la espalda.
—Sube.
—¿Eh? ¿Qué dices Draken? — se quedó quieta tras de mí.
—Nami, sube, a este paso solo van a pasar dos cosas; la primera, que se te van a quitar todas las vendas que te he puesto, y segundo, que vamos a llegar a casa cuando esté amaneciendo, así que venga, arriba. — pasé mis manos hacia atrás, pero ella no parecía moverse del sitio.
—Voy con falda. No voy a subirme a tu espalda.
—Por Dios Nami, como si fuera a ver algo de espaldas, venga, además la falda es larga, no creo que se te vea nada.
—Te estoy diciendo que puedo cami-
No iba a estar toda la noche discutiendo con ella por eso. Estaba más que acostumbrado a cargar con Mikey a todos lados, y tenía claro que ella pesaría incluso menos que el rubio, así que, sin pensarlo mucho más, me acerqué a ella y le hice subirse a mi espalda casi a regañadientes, pasándole mis manos por los muslos para elevarla aun de espaldas a ella.
No se lo esperó, pero involuntariamente abrazó mi cintura con sus piernas y sus brazos pasaron por mis hombros, entrelazando sus manos a la altura de mi pecho.
—Luego dices que yo soy la cabezota, te he dicho que iba bien, no hacía falta que me subieras si no querías. — se agarró de uno de mis hombros con una mano mientras noté que con la otra se colocaba la falda de manera que la tela le cubriese bien la parte de atrás.
—No creo que a nadie le interese mirarte el culo, además, no creo que nos encontremos con mucha gente de camino, es tarde ya. — Bromeé mirándola por encima de mi hombro.
—¿Eres tonto? — volvió a enlazar sus manos delante de mi cuerpo y dejó reposar su cabeza sobre el brazo que me pasaba por el hombro izquierdo. —Pues no, no quiero que me vean el culo.
—Bah, tampoco hay mucho que ver. —Sonreí mirándola de reojo, esperando su respuesta y apretando también en ese momento las yemas de mis dedos en sus muslos para colocarla mejor en mi espalda.
Tardó unos instantes en contestar, y notaba que su cara se había girado en dirección hacia mi tatuaje, podía notar su respiración demasiado cerca de mi piel, chocando directamente en la zona de mi cuello que quedaba debajo de la oreja.
—¿Qué pasa? ¿Te has fijado en mi culo o qué? Ya sabía yo que en el fondo eras un pervertido... Seguro que el día que fuimos a la playa con Ryu por primera vez sí que me estabas mirando, aunque me lo negaras...
—Nami. —le respondí de manera cortante, pues esa manera susurrante con la que me estaba hablando no hacía otra cosa que empezar a ponerme nervioso, y no quería que se me notase o mis propias emociones se volverían en mi contra, convirtiéndose más tarde en cualquier burla por su parte.
—Dime, ¿me lo vas a negar otra vez? — con uno de sus dedos dio un par de toquecitos en mi mejilla, apretándolo un poco la última vez y haciéndolo girar sobre mi piel.
—Yo no me fijo en esas cosas, nunca lo he hecho. — Volvió a bajar su mano y se removió en mi agarre. Noté sus pechos apretarse contra la zona alta de mi espalda, y la vi acomodarse un poco mejor para, de nuevo, dejar reposar el mentón sobre uno de sus brazos.
—Pues yo sí me fijo, ¿sabes? — estaba mirando al frente, con una sonrisa boba en el rostro.
—Creo que alguien ha bebido más de la cuenta ¿no? No eres consciente ya ni de lo que dices. — respondí soltando a la vez alguna que otra risotada.
—No estoy para nada borracha, quizá solo me apetece hablar de algo para hacer más corto el camino. — resopló, pero sonreía hacia el frente. — Entonces dime, si no te fijas en esas cosas, ¿en qué sí lo haces? Tengo curiosidad ahora.
—Mhm...— musité en tonó bajo — la verdad, al haber crecido rodeado de chicas casi desnudas, se convirtió en algo tan normal para mí que ya casi ni le presto atención a eso.
—No te creo.
—¿Por qué?
—Venga ya, ¿me estás diciendo que verías igual a alguien que te gusta que a las chicas del burdel donde te criaste? — volvía a reírse esta vez en voz alta. — Eso es imposible, al menos algo diferente sí notarías, no me seas bruto.
—Tonta, me has preguntado en qué cosas me fijo, se supone que de primeras una persona no te gusta nada más conocerla, eso ya es diferente. — Eso era un hecho fehaciente para mí.
—Bueno quizá tengas razón, entonces dime, ¿en qué te fijas? — parecía demasiado insistente, pero sí que era cierto que, con toda esa conversación, el largo camino que ya llevábamos parecía no haberle pesado nada a mis piernas. Volví a colocarla mejor sobre mi espalda y mis manos fueron un poco más arriba de sus muslos. Ella no dijo nada por que ahora estuvieran un poco más cerca de su trasero, tampoco yo tenía otras intenciones, solo la de poder cargarla mejor entrelazando mis manos por debajo sin que se me estuviera escurriendo cada dos por tres.
Miré hacia el cielo por un momento, tratando de pensar en esa pregunta y darle una contestación, pero ciertamente, no tenía una respuesta clara.
—No sé Nami, no tengo ni idea, quizá la forma de ser, que sea divertida y me haga reír, que le gusten las mismas cosas que a mí, que no sea una pequeña molestia constante, por ejemplo, eso estaría genial.
—Esa respuesta parece sacada del libro de respuestas más comunes del mundo. — Suspiró y relajó su expresión — Pero no importa, imagino que es difícil de saber ¿no?
—Ajá...es difícil, imagino que son cosas que se averiguan con el tiempo, al menos en mi caso es así. — no contestó más que con un murmullo en su garganta. Subió sus antebrazos y se abrazó mejor a mi cuello.
Ahora íbamos en silencio, ella parecía haberse quedado pensando profundamente en algo y sus dedos habían empezado a cosquillear mi cuello, imaginé que no se daba cuenta de aquello, pues su mirada parecía estar fija al frente, pero, en cierto modo, era como si estuviera perdida en ese preciso momento.
Dio un par de silenciosos suspiros, en los que sentí como su pecho se inflaba y desinflaba notoriamente contra mi espalda.
Aproveché el silencio para echar un vistazo alrededor. Ya nos habíamos alejado de la zona neurálgica, y ahora todo eran calles alumbradas con escasas farolas que las iluminaban. Algún que otro gato callejero se nos cruzaba en el camino, o veía como rebuscaban algo entre las bolsas de basura que había a los costados de la carretera.
Faltaba aun medio camino por recorrer, y el cielo que nos sobrevolaba se encontraba más despejado que de costumbre; podían verse miles de estrellas adornándolo, una noche de luna nueva que dejaba a esos lejanos astros como los únicos protagonistas en la oscuridad del firmamento.
—Oye Nami, no te vayas a quedar dormida como el enano ¿eh? —moví mis brazos para hacerla reaccionar.
—Anda ya, solo me había quedado pensando —reía ligeramente y abrazó un poco más fuerte mi cuello. —Me han caído bien. Mikey es muy gracioso.
—Si te digo la verdad, siempre supuse que si os conocíais os llevaríais bien. —Dije, pues, muy a mi pesar, eso era una verdad como un templo. — Ha habido veces que me recordabas a él.
—Qué bueno oír eso.
—¿Por qué? — la notaba demasiado melosa.
—Supongo que eso es señal de que empiezo a caerte bien ¿no? — no lo había pensado así, pero quizá llevaba razón. A pesar de eso, no dije nada, aunque eso ella ya lo entendía como que había acertado en su afirmación. —Creo que tú también me caes bien Draken. A veces me dan ganas de matarte, y no de la manera más indolora posible, pero bueno, eso también es parte de que empieces a caerme mejor, así que...gracias por ayudarme cuando me ha hecho falta, así como parece que cuidas de ellos.
Tomó aire y volvió a dejarlo salir de manera pesada. Había hablado en un tono dulce y suave, de nuevo, casi en un murmullo que caló cada hueso de mi cuerpo. Giré mi vista en otra dirección que no fuera la de su cara antes de responderle.
Era algo que me imaginaba, por las últimas conversaciones y momentos que habíamos tenido juntos, pero que lo soltase así, de pronto, y en ese tono, me hizo darme cuenta de que yo pensaba exactamente lo mismo de ella. Que, de hacía un tiempo para acá, lo que en un principio había sido la sensación más desagradable al conocer a una chica, se había transformado en una totalmente diferente. Incluso había veces que simplemente me apetecía pasar tiempo con ella al lado, aunque estuviéramos en silencio, como aquellas tardes en las que ella intentaba avanzar algo de la fachada de nuestro local.
—Eso ya lo sabía, no hacía falta que lo dijeras de esa manera.
—¿Porqué te giras? — soltó un poco su agarre de mi cuello — Perdón, igual te estoy apretando demasiado sin darme cuenta.
—No te preocupes estoy bien. — Salvaguardando el hecho de que sus palabras habían hecho que notara mi cara enrojecerse por unos instantes. Volví en mí mismo y mi mirada regresó al frente.
—Es una pena que tengan que irse en algún momento...
—Ya lo sé, supongo que se irán después del cumpleaños de Mikey, tengo por seguro que han venido para celebrarlo aquí.
—¿Cuándo es? — preguntó algo más animada. —Igual podríais celebrarlo en el festival si coincide. El último día suele haber una fiesta.
—Es el día veinte de este mes. — Suspiré. Algunos recuerdos del pasado flashearon mi mente, pero no les di cabida en esta conversación, no quería deprimirla con cosas que habían pasado hacia años. — De no haber venido él, seguramente yo hubiera vuelto a Tokio un par de días para celebrárselo. No me gusta que esté solo en esa fecha. Solo es eso.
—¿El veinte? — Ella no pareció darle importancia a lo último que había salido por mi boca. Pero no importaba. — Vaya...
—Sí, el veinte, ¿Qué pasa con eso? — le pregunté sin ningún ápice de burla.
—Nada, nada...no pasa nada. —Volvió a decir en un tono más serio, había notado sus brazos tensarse por un momento. —El último día del festival es la noche del diecinueve al veinte, así que cae justo para que podáis pasarlo bien todos juntos.
—¿Sí? Pues lo tendré en cuenta entonces, así me ahorro el tener que pensar muchas cosas para hacerle el cumpleaños. —Reí ligeramente, pero ella no contestó, en su lugar, el silencio volvió a tomar presencia entre nosotros.
Continué caminando con ella a cuestas. Ya habíamos llegado a la zona desde donde podía verse la playa, y, muy al lejos todavía, nuestros edificios. El océano quedaba a nuestra derecha, y ahora el sonido de las suaves olas nos acompañaba mientras caminábamos por esa calle en lo alto de la colina y paralela a la arena.
—La marea está alta hoy...— Vi que sus ojos miraban por debajo de mi mentón hacia la derecha, apoyada aun su cabeza en mi hombro izquierdo.
—¿Y eso es por...? Seguro que vas a decirme el motivo, ¿no es así?
—¿De verdad quieres saberlo? ¿O es solo por sacar un tema de conversación nuevo?
Reí de nuevo con una única carcajada en mi garganta.
—¿Ambas? —bromeé —Sí, quizá sea ambas. Pero cuéntame. No me importa que me cuentes de esas cosas en las que eres experta, ya lo sabes.
Giré un poco mi vista por primera vez en la noche hacia ella, pues, hasta ahora, solo me había limitado a tener mi vista hacia el frente y, como mucho, cuando la miraba a ella lo había hecho por el rabillo del ojo, sin poder fijarme bien en las expresiones que ponía ni en los gestos que sus facciones esbozarían. Sin embargo, a pesar de eso, sí que me había imaginado todas y cada una de ellas mientras habíamos estado hablando durante el trayecto.
Me estaba mirando, con media sonrisa en el rostro y los ojos entrecerrados, como si tuviera sueño, pues ese azul que me miraba lo hacía ahora de manera cristalizada y con los ojos llorosos a causa del cansancio.
—Es por la luna, cuando hay luna nueva las mareas son más fuertes. —Explicó sin borrar esa sonrisa del rostro.
—Otra cosa más que aprendo ¿no? — le sonreí de vuelta y ella asintió emitiendo un sonidito con la garganta antes de bostezar. —¿Tienes sueño?
—Un poco, a lo tonto llevo un día ajetreado entre la playa de esta mañana y haber salido con vosotros por la noche. — Elevó su cabeza y se apoyó en mis hombros con ambas manos para estirar un poco su espalda hacia atrás. — Aún así, la noche está bonita hoy, igual aprovecho y dejo que Ryu salga un rato a la calle.
Sin darme cuenta, ya estábamos a escasos metros de casa. Aminoré un poco el paso.
—¿Vas a sacar a Ryu con el pie así?
—No bobo, solo le dejaré salir a la calle mientras le espero sentada en la calle, así le da un poco el aire a él también.
En ese momento, pasamos por delante de su edificio, y el mencionado animal pareció notar nuestra presencia, pues empezó a escucharse algún que otro ladrido.
Cuando llegamos a la puerta de su escalera, dejé que bajase de mi espalda con cuidado de que no apoyase el pie demasiado fuerte contra el suelo.
—Gracias por traerme, Draken. —Me giré hacia ella, se estaba colocando bien la falda y miraba hacia abajo. Cuando terminó, elevó su rostro hacia mí. — Me lo he pasado muy bien, quitando el incidente de mi herida, pero no pasa nada, son cosas que ocurren.
Miré hacia la izquierda, para ver de nuevo la playa y ese cielo que con cada rato que pasaba parecía llenarse cada vez de más estrellas.
—Ve a por Ryu anda, te espero aquí.
—¿No vas a ir a casa ya?
—Nah, por un rato más que me quede despierto no pasa nada, venga, ve por él. Además, tengo ganas de fumar. — Respondí sacando el paquete de tabaco del pantalón y posando un cigarro en mis labios. —Alguien no me ha dejado utilizar las manos durante todo el camino ¿sabes?
Ella sonrió y no dijo nada, pero entró apresuradamente, aunque cojeando y subiendo esas escaleras que iban a su apartamento con torpeza, dejando la puerta abierta tras de sí.
Avancé hasta la parte delantera de los edificios, y me senté en el bordillo de la acera a esperarla.
Miré hacia mi local. Aún estaba a medio terminar, pero realmente me gustaba como iba quedando, además, el hecho de que ella pasara largos ratos ahí pintando casi a diario, se había vuelto casi una rutina diaria que, por un momento, pensé que podría llegar a extrañar cuando esa fachada estuviera completamente decorada con el diseño que ella había ideado.
Di una calada al cigarro, sin dejar de mirar a la fachada y pensando en esas cosas. Me sentía cómodo, y el silencio de la noche parecía abrazar el ambiente que me rodeaba. Únicamente escuchaba algún que otro ruido proveniente de su apartamento, pero era mínimo y tampoco estropeaba el momento.
Volví a centrar mi vista al frente, ahora con media sonrisa que no tenía ninguna razón de existir en el rostro mientras seguía fumando.
Sí que está bonita la noche...sí...
Dejé salir a Ryu nada más subir y, evidentemente, salió escopeteado por la puerta nada más me vio subir las escaleras. Imaginé que Draken le echaría un ojo mientras yo cogía las cuatro cosas que tenía pensado tomar antes de volver con ellos. Me notaba extraña. Ya el efecto de las dos o tres copas que me había tomado pasó hace rato, pero aun así y a pesar de tener algo de sueño, no quería acostarme en la cama.
Me había demorado un poco en bajar, pues al subir a casa, aproveché para cambiar esa falda por unas mallas más cómodas y calentar un par de tazas de agua en el microondas para bajarlas con unas bolsitas de té en ellas, estaba segura de que, tras todo el camino, Draken no podría negarme que le apetecía tomar algo así antes de ir a dormir.
Una vez el agua estuvo lista, coloqué las bolsitas de té en su interior y me eché el ukelele bajo uno de mis brazos antes de bajar las escaleras.
Y ahora, estábamos los dos sentados en el bordillo de la acera de enfrente de nuestros locales, mirando en dirección a la playa en silencio, dándole sorbos de vez en cuando a las tazas. Había acertado de lleno en prepararlas, pues cuando él me vio aparecer, aun cojeando un poco, se levantó y tomó los recipientes para dejarlos por un momento en el suelo mientras me ayudaba a sentarme al lado de él.
Ryu andaba de un lado para otro delante nuestra, a su aire y sin prestarnos mucha atención.
—Oye Nami, ¿ya miraste lo de ir a ver las mantarrayas? — el pelinegro rompió ese silencio tras encenderse un cigarrillo al que le dio una calada demasiado profunda, dejando salir el humo por su boca mientras formulaba esa pregunta.
—Sí...— lo había hecho días atrás. Pero justo hoy, llevaba todo el día dándole vueltas una y otra vez al mismo pensamiento que tuve en la mañana. El de si de verdad mis sentimientos por Inupi eran genuinos o únicamente fruto de una similitud en nuestras vidas.
—¿Y bien? Tendrás que avisarme con tiempo...— estaba serio, como si ese plan que él mismo había ideado ahora no le hiciera tanta gracia como el día en el que me lo propuso — y supongo que a Inui también tendrás que decirle.
—Creo que a principios de septiembre está bien...— respondí dudosa de mis palabras. —¿Puedes decirle tú a Inupi?
Le vi torcer el labio por un instante.
—Claro, yo le diré. No te preocupes. — volvió a dar otra calada al cigarro. — Yo cuidaré de Ryu, no te preocupes por eso.
—Gracias. — No sabía qué decirle. Ni siquiera tenía claro que ese plan fuera ahora el más conveniente. Mi cabeza empezaba a enmarañarse en sentimientos encontrados con el rubio, y solo la idea de quizá instar a Inupi a acompañarme a un viaje al que él quizá ni le haría ilusión, no hacía más que hundirme un poco más en mi derrota de intentar cualquier cosa con él.
Había empezado a pensar en que jamás podría tener una relación normal con nadie, pero eso no era nuevo, nada nuevo, al final de cuentas, no era como si estuviera locamente enamorada del chico de la cicatriz en el rostro. No lo sentía así.
Al final de cuentas, muy en mi interior, sabía que nunca había experimentado lo que era amar a alguien. Y después de todo aquello, tenía miedo de hacerlo en algún momento.
Por un momento, noté una respiración en mi nuca, y unos ojos grisáceos que se clavaban del mismo modo en ella. Siempre estarían ahí, acechantes, recordándome que no sería capaz de sentir nada por nadie en mi vida. Nunca más. Era como la luna de esta noche, no podía verse, pero sí estaba presente.
Un escalofrío recorrió mi espalda y apreté con fuerza la taza que mis manos sostenían. Lo mejor sería intentar distraerme con algo, antes de que esos pensamientos fueran a más y empezase a ponerme nerviosa sin ningún motivo aparente. No quería que Draken lidiara un día más con mis problemas; no tras todo lo que había hecho ya por mí.
Decidí centrar mi atención en Ryu, y vi que estaba mordisqueando algo que algún cerdo habría dejado tirado en la calle en lugar de tirarlo a la basura como las personas civilizadas.
—Ryu, no comas eso. — Resoplé con pesadez.
Volvía a no hacerme caso. Draken se quedó mirándome y posó uno de los dedos sobre sus labios.
—Tengo una idea con lo de Ryu...
—¿Con qué de Ryu?
—Con su comportamiento, sé de alguien que igual podría ayudarte con eso, y mira qué casualidad, que está en Okinawa por unos días. — Me sonrió y pude hacerme una idea de a quiénes se refería.
—No quiero molestarles con eso Draken, si te refieres a Kazutora o a Baji...ellos están de vacaciones, no creo que sea respetuoso que los moleste para estas cosas...además...
—Anda ya, estoy seguro de que Baji va a aceptar más que encantado de ayudarte, ya verás. —Le vi reírse de manera pícara.
—Tú lo que quieres es que Ryu aprenda a no escaparse e ir a tu taller a robarte la comida, ¿verdad?
—¡Bingo! Premio para la pececita. —Empezó a reírse a boca llena. —Además, en Tokio siempre estaba harto de tener que arreglarles las motos a esos dos, así que me deben más de un favor.
No pude evitar reírme con él y aceptar la propuesta. Era algo que podría beneficiarnos a los dos y si ellos estaban dispuestos a ayudarnos con eso, no veía porqué no podía al menos intentarlo.
—Pero Draken, de verdad, si eso va a suponer que tengan que quitarse de hacer otros planes mejor no les digas nada.
—Nada, nada, esos el mayor plan que van a tener es ir a la playa a ver a las chicas en bikini, no te preocupes, que al menos una tarde podrán sacar para Ryu, ya verás.
—Está bien, si tú lo dices...— volví a reírme rodando los ojos y fijándolos en su rostro una vez más esa noche.
Durante todo el camino, había estado mirando sus expresiones sin que él pudiera verme más que por el rabillo del ojo. Todo lo que le había dicho era lo que verdaderamente sentía. Cada vez estaba más cómoda con él, ya no había casi nada que me sacara tanto de quicio como para no querer cruzármelo, de hecho, tenía la sensación de que había encontrado en él un apoyo similar al que me brindaba mi hermano, pero no era lo mismo que con Kaito, evidentemente, Draken no era ningún familiar mío, y quizá era por eso que mis ojos lo miraban de una manera diferente, extraña a mi percepción.
Quizá era esto lo que se sentía al tener un amigo de verdad. Eso era lo que pensaba, y más, tras haberle visto esa noche con los que sí habían sido su círculo personal durante toda su vida. Los otros tres parecían confiar en él ciegamente, y, a pesar de tener esa cara de malas pulgas, en la profundidad de su persona, podía vislumbrar algo de bondad en él.
—Deja de mirarme, me estás poniendo nervioso. — Me miraba de reojo mientras se rehacía ahora la coleta, amarrando su negro cabello con esa gomilla en la parte trasera de su cabeza.
—¿Te pone nervioso si te miro?
—Si lo haces de esa manera, sí. — Sonó seco, pero ya estaba acostumbrada a que me hablase así, de hecho, creía que esa era su manera normal de hablar, así que ya casi que ni le prestaba atención cuando lo hacía en ese tono.
—Está bien, dejo de mirarte. — Agarré el ukelele y crucé mis piernas sobre el suelo, colocando una encima de la otra. —¿Te importa si toco algo? Ryu no parece querer irse a casa todavía.
Era cierto, ahora se había puesto a juguetear con un palo dándole a la barandilla roja que había en el otro lado de la carretera. Sin embargo, no las tenía todas conmigo en que Draken me acompañase. Seguramente me diría que se iba ya para su casa y que no hiciera ruido.
Mientras me contestaba y no, yo seguía observando a Ryu jugar con el palo.
A veces me gustaría meterme en la mente de ese perro y saber qué es lo que se le pasa por la cabeza, en serio, que bien se tiene que sentir no tener más preocupaciones que comer, dormir y salir a pasear.
Me reí con mis propios pensamientos.
—Toca la canción que tocas siempre.
—¿Eh? — me giré hacia él bruscamente y me quedé mirándole con la boca abierta. —¿No vas a irte a casa?
—No me apetece todavía. — Se dejó caer sobre el asfalto, pasando sus brazos por detrás de la cabeza y mirándome con los ojos entrecerrados. —¿Vas a tocarla o no?
—¿Qué canción?
—La que tocabas el día que te interrumpí y casi me tiras la guitarrita a la cabeza. El día que nos conocimos.
—Esto no es una guitarrita, es un ukelele. —levanté un poco el instrumento alzando la mano que lo sostenía.
—Bueno, lo que sea... —sonrió por unos instantes y sacó otro cigarrillo. Empezaba a pensar que, a este paso, se iba a levantar al día siguiente con la garganta seca de tanto fumar. —Si no vas a tocarla me voy a casa ¿eh?
—Vale, vale, pero solo porque tú me insistes... —bromeé entre risas, era yo la que tenía la intención de tocar un poco para despejarme. Esta vez no contestó, solo miraba hacia el estrellado cielo dándole caladas al cigarro.
Creía que ibas a decirme que tú no estabas insistiendo en nada...bueno...en ese caso...
Volví mi vista al frente y me coloqué el ukelele en posición, dando ligeros toques a esas cuatro cuerdas que empezaron a vibrar y a producir unos suaves sonidos que parecían revolotear a nuestro alrededor.
Miré de reojo a Draken antes de empezar a cantar.
Definitivamente, siempre es mejor hacer esto en compañía...
—Hello, my love... it's getting cold on this island...
Aquella noche, y por primera vez, esa canción no me sonó tan triste como habituaba a hacerlo.
Esta vez no me he tardado tanto eh, jaja.
No lo he dicho nunca, creo, pero amo escribir este fic, es súper relajante, por todo el ambiente que tiene, la música de la playlist que siempre tengo de fondo mientras lo escribo y así. Me da muy buenas vibes, la verdad jaja.
Tampoco tengo mucho que contaros hoy, solo que dentro de poquito publicaré la historia de Koko (cortito, ese sí va a ser de como mucho 10-12 capítulos).
Si tenéis alguna pregunta u opinión podéis dejármela por aquí^^
Besitos, se os quiere, gracias por leer este fic <3
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