CAPÍTULO 22: I'M COMING FOR YOU
—— I'M COMING FOR YOU ——
Los ojos de Tomiris lentamente empezaron a abrirse, observando la tenue luz que había en la estancia en la que estaba. En cuestión de segundos reparo en que no estaba en el barco, no era la estancia de un barco, sino la de un palacio, con muebles ostentosos, grandes ventanales y una enorme chimenea que alumbraba la oscuridad que reinaba en aquel lugar.
Ante aquel lugar desconocido, la pelinegra se preguntó el tiempo que había pasado, no podía haber dormido tanto como para estar en otro lugar, pero tampoco había otra explicación posible, o por lo menos una que conociera.
—Sabía que sobrevivirías a la sombra.— Aquella voz hizo que la ojiazul se enderezara, la había escuchado en sus sueños y había rezado para que fuera mentira lo que sus sospechas avecinaban, pero aquello era real, o al menos la hacía sentir que era real. —Lo he sentido cuando Alina se ha unido a otro amplificador, habéis encontrado al azote marino, ¿verdad?— La pelinegra se quedó en silencio, en la misma postura, dándose cuenta de que él lo sabía. Pero ¿como? ¿Cómo sabía que su hermana se había vuelto más poderosa?
—Tu también estas vivo, para desgracia de Ravka.— Comentó mientras se levantaba buscando el origen de la voz, viendo que Kirigan estaba en una de las esquinas, sentado en la oscuridad como si fuera un rey todopoderoso.
—Oh, vamos, no muestres tanta alegría por verme con vida.— Comentó sarcásticamente sabiendo que las cosas no serían como había planeado desde que supo que era su hija.
—Alegría será la que siente cuando te vea muerto y tu cadáver sea devorado por las llamas, y la sombra no sea más que un cuento que se les cuenta a los niños por las noches para advertirles.— Respondió mientras se cruzaba de brazos mostrando que jamás sentiría lástima o dolor por él, puede que fuera su padre, pero jamás podría quererle como uno, no tras todo lo que había hecho.
—Ten cuidado, Tomiris, por mucho que seas la invocadora de la luna, aún sigues siendo mi hija. Sigues siendo una invocadora de sombras.— La informó mientras salía de las sombras, permitiéndola ver los arañazos negros que surcaban su cara.
—Puede que sea tu hija, pero también soy la hija de mi madre. Y eso creo que a veces se te olvida.— Comentó mientras alzaba la barbilla con orgullo.
—Créeme que no lo hago, hija mía. Todo ese poder...— Empezó a decir, por supuesto Tomiris se parecía a Katerina físicamente, era su viva imagen, pero también era como él, bajo aquella mirada decidida y compasiva había una insaciable sed de venganza que les unía de una manera que ella quería negar.
—Ese poder que jamás vas a tener, ni a someter. Lo que la hiciste a Alina...— Empezó a decir con odio al recordar como había usado a su hermana, puede que no fueran hermanas de sangre pero era su hermana por elección, y el que no compartieran sangre no cambiaba nada, no para ellas. —Viste que los Volkra me obedecen, te odian, pero saben que nosotras podemos salvarles y darles la paz que les has privado de tener.— Le recordó mientras sonreía de lado, sabiendo que ellos tenían ventaja en ello. La sombra podía ser un lugar peligroso, pero estando ella no lo era. La sombra era como un hogar de alguna extraña manera, y quienes habitaban en su interior sabían que ella les podía traer la paz que durante siglos llevaban esperando.
—Yo solo quería un mundo justo para los Grisha.— Se justificó buscando de alguna forma que su propia hija entendiera sus motivos, pero para Tomiris no había nada que justificar. El mero hecho de saber que había intentando matar a su madre ya era motivo suficiente para odiarlo o por lo menos despreciarlo.
—¿Esos mismos Grisha que vuelven a ser cazados por tu culpa?— Inquirió cruzandose de brazos, mostrando que no era ajena a lo que estaba teniendo lugar en Ravka, y aunque quisiera culparle de todo lo que estaba pasando, ella sabía que no era del todo culpa de él, Alina y ella habían fallado en su cometido, pero ellas jamás les darían la espalda, ni a los Grisha ni a Ravka. —No te equivoques, tu querías ser temido. Mataste a mi madre y no dudaste en matar a inocentes, así que no vengas de Santo martil cuando jamás podrás aspirar a lo primero, eres el hereje negro y eso te perseguirá hasta el fin de tus días.— Alegó mientras sus ojos azules se oscurecian ante la rabia y el dolor que sentía por no haber tenido la oportunidad de crecer con su madre, de aprender todo cuanto aún necesitaba aprender.
—Los Grisha son perseguidos y cazadores porque hacen lo que el resto no pueden hacer, aquellos que son etherealki, como Alina, como tu madre fue, o como somos nosotros, somos temidos, porque podemos ser Dioses.— Afirmó mostrando que aún aspiraba a ser un rey, pero sería un rey solitario donde todos le temían, ella podía verlo, podía sentirlo, y sabía que no quería iguales o superiores, quería a aquellos que fueran inferiores en poder, para poder dominarlos y controlarlos, para que nadie se alzará en su contra como él mismo había hecho con la monarquía.
—Estamos siendo cazados porque has traicionado al rey, nos has puesto a Ravka en nuestra contra, has traicionado a todos los que creían en ti. Pero eso es algo que se te da bien, Aleksander, ya diste la espalda a los tuyos una vez.— Le recordó mostrando que sabía bastante sobre lo que tuvo lugar siglos atrás, Baghra se lo había contado, e incluso ella había investigado, necesitaba saber aquella verdad como si se tratase del aire, necesitaba respuestas, pero también sabía que la única que sería imparcial ahora mismo podía estar muerta. —Mataste a la mujer que amabas, ¿habrás sido capaz de hacerlo también con tu propia madre, tu sangre?— Inquirió preguntándose si de haber matado a Baghra, seria capaz de matarla a ella también. Por supuesto sabía que llegaría el momento de enfrentarse, era algo que era inevitable, pero de alguna forma tenía miedo. Él era su padre, y de alguna forma temía parecerse más a él de lo que ya se parecía.
—Te preocupa Baghra...— Comentó sonriendo de lado. —Entendible, la gusta que la reten, y más cuando se trataba de aquella nieta que jamás llegó a conocer. Pero el lugar en el que ella está es seguro. No mate a Katerina por placer, fue un error, pero fue culpa suya. Se puso a favor de aquellos que nos mataban, de aquellos que intentaron matarla en primer lugar, y a ti te hubieran matado de saber lo que serias.— La informó mostrando que ella iba a ser temida de una forma o de otra, pero ahora Tomiris sabía que aquello era algo que no quería. Ella no era mala, su poder no era malo, y aún así podía ver el miedo en la mirada de todos, incluso a veces Alina la tenía miedo.
—Bueno, parece ser que los dos nos adelantamos a ello.— Comentó sonriendo con tristeza. —Tu iniciaste un parto al que no pudo hacer frente y el esfuerzo de tenerme la acabó matando, pero te aseguro una cosa, padre, voy a por ti, voy a destruirte.— Aseguró sabiendo que una vez que él estuviera muerto las cosas mejorarían, solo podían mejorar, debían de hacerlo, porque sino, ¿de que serviría todo aquello? ¿De qué habrían servido tantas muertes, tantas pérdidas, tanto dolor y tanta sed de venganza?
—Ten cuidado, Tomiris, no hagas promesas que no puedes cumplir. Por muy poderosa que seas no tienes los conocimientos que yo poseo.— La advirtió dando un paso hacia adelante, un pequeño paso que no la intimido, sino que, al contrario, la hizo ponerse en alerta.
—¿Los conocimientos sobre el Merzost? Creo que puedo apañarmelas, a fin de cuentas cuento con la invocadora del sol, y algo me dice, por tu estado actual, que tu no estás tan bien como pareces fingir.— Comentó haciendo referencia a las cicatrices negras que actualmente decoraban su rostro y que él llevaba como si se tratasen de medallas que había ganado en una guerra.
—Puede que mi físico augure que estoy débil, pero en todos estos años no he sido más fuerte como ahora soy.— Aseguró con una sonrisa, una sonrisa que ocultaba a aquellas criaturas que habían creado, aquellas que tenían vida propia, que eran indestructibles y que le protegerian de cualquiera que se atreviera a hacerle daño, incluso cuando ese alguien era su propia hija, su heredera.
—Entonces, la próxima vez que nos veamos será la guerra.— Sentenció con firmeza, con aquella misma firmeza que Katerina años atrás defendió a los Okasastsia de un poder que nadie, jamás, pensó que podría existir.
—Supongo que sí, aunque ambos hemos mostrado que somos capaces de acabar con la vida del otro...— La informó sabiendo que ninguno dudaría en matar, el problema era que uno de los dos siempre era más débil, la pregunta aquí era, ¿cual de los dos mostraría más debilidad el padre o la hija? —Te pareces más a mi de lo que imaginas, Tomiris.— Añadió con un poco de orgullo, aquel orgullo que tuvo cuando supo que sería padre y aquel mismo orgullo que sintió cuando supo que si hija estaba con vida y era, posiblemente, la Grisha más poderosa que existiera, únicamente igualada a la Grisha de la muerte.
—Puede que me parezca a ti, pero jamás seré como tu, porque a diferencia de ti, yo sí soy fiel a los míos. Tu, por el contrario, solo eres fiel a una única persona, a ti mismo. Y mientras que tú no serias capaz de morir por nadie, yo sería capaz de entregar mi vida por quien fuera, incluso por un desconocido.— Afirmó mostrando, por el tono de sus palabras, que ella no tenía miedo a morir, al contrario, recibiría a la muerte con los brazos abiertos. A fin de cuentas ya la había engañado una vez, ¿por qué no habría más veces? —Así que ese parecido del que hablas solo se hace presente en dos detalles, la necesidad de cumplir objetivos y en el poder, por todo lo demás somos tan diferentes como el poder que ambos representamos.— Sentenció mientras la realidad en la que estaban empezaba a distorsionarse, haciéndoles ver a los dos que aquel pequeño y amable encuentro estaba llegando a su fin.
—Dulces sueños, lunita.— Murmuró Kirigan mientras la miraba con aquella seriedad que le caracterizaba, aquella seriedad que le había ganado el titulo del Oscuro, porque nada en él brillaba, su rostro, su mirada e incluso sus facciones avecinaban lo que era, un ser de oscuridad. —Pronto nos volveremos a encontrar y espero que estés a la altura de todas estas... amenazas de muerte que me has profesado, sería una decepción que no fueras capaz de matarme.— Comentó queriendo saber como acabaría aquello, porque de lo que estaba seguro era de qué Tomiris sería capaz de matarlo si de esa manera podía mantener protegidos a todos cuando quería, y ese todos se resumía a Alina y a Mal.
★★★
Bueno, terminamos el año con un encuentro entre padre e hija como dios manda.
De verdad, llegando a este punto todo se está poniendo muy interesante. De verdad os digo que están viniendo muchísimas cosas que no estáis viendo venir, jejeje.
Pero vayamos con el capítulo.
Obviamente este primer encuentro después de todo es muy diferente a todos los demás, ninguno estaba seguro de si el otro estaba con vida, pero esta es una confirmación de ello.
Y también una muestra de donde están las lealtades de Tomiris, con su pueblo y con parte de su familia.
Sí que es cierto que a Kirigan la recuerda enormemente a Katerina, ya no por el poder o la apariencia (puesto que la actriz que hace de Katerina tiene un color de ojos y de pelo igual al de la actriz que hace de Tomiris) sino por sus personalidades, las cuales se acercan al deseo de proteger a los demás por encima de CUALQUIER cosa.
Obviamente, por parte de Tomiris hay un gran odio hacia su padre. Principalmente por todo lo que ha pasado, pero para ella es también un recuerdo de lo que es y de quien es. Ella sabe que es peligrosa y que es la única que puede acabar con él.
Con esto, quiero decir que las funciones de Alina y Tomiris son diferentes, y estas se acabarán sabiendo en los próximos capítulos.
En verdad no me queda mucho más que señalar en este capítulo. Se que hay muchas preguntas aún por delante, pero habrá que esperar a 2025 para descubrirlas.
Dicho esto, solo me queda decir, que terminamos el año por todo lo alto. Y puesto que estamos en fechas señaladas, podéis hacerme la pregunta QUE QUERÁIS de la historia, que la responderé. Incluso si es spoiler o teoría.
¿Qué os ha parecido el capítulo?
Os leo ♥️
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