CAPÍTULO 18: GHOSTS
—— GHOSTS ——
—Tranquila, tranquila.— La tranquilizó Alina a Tomiris justamente cuando esta se despertaba de golpe y miraba a todas partes asustada y desorientada.
—Ya está.— Añadió Mal mientras la sujetaba de los hombros buscando, como Alina, que centrará su atención en ellos dos. —¿Otra pesadilla?— Preguntó una vez que la pelinegra había conseguido tranquilizarse y percibir que se encontraba en el barco que les llevaría lejos de la sombra.
—¿Lo mismo que nos contaste la última vez?— Preguntó su hermana preocupada por aquellos extraños sueños que su hermana llevaba teniendo desde que abandonaron Ravka.
—Peor.— Murmuró mientras frotaba su cara con ambas manos, como si buscará hacer desaparecer un mal sueño, porque para ella aquello era mucho más que un sueño, era tan real, tan vivido, que algo la decía que aquello estaba pasando.
—Kirigan murió, los Volkra se lo llevaron, lo vi como tu lo hiciste. Y nadie sobrevive.— La recordó Mal sabiendo que el protagonista de aquellas pesadillas no volvería a hacerles daño.
—Aún veo como crece la sombra, a veces un poco y otras de golpe.— Les explico mientras bajaba la voz lo suficiente para que solamente ellos dos pudieran escucharla. —No se que significa...— Murmuró compartiendo una mirada con Alina, ya que ambas sabían que la única que podía tener las respuestas a aquellas preguntas era Baghra, pero tras todo lo que había sucedido, seguramente ella estuviera muerta, como su hijo.
—Pensad en lo que nos espera.— Interrumpió Mal cambiando de tema para que ambas olvidarán, por unos instantes, todo cuanto habían dejado atrás. —Es la primera vez que salimos de Ravka, no habéis comido ni dormido bien en dos semanas, eso hay que remediarlo.— Sentenció mientras se acercaba a uno de los laterales del barco para apreciar el puerto.
—Es precioso.— Comentó maravillada Alina mientras se quedaba entre Mal y Tomiris, la cual veía aquel lugar como un escape, pero no la solución a sus problemas.
—Tienen unas piedras que te calientan la cama.— Las informó mostrando que por una temporada podrían vivir casi como reyes.
—Bueno, eso sí nos dejan entrar en el país.— Puntualizó Tomiris sabiendo que hasta que no estuvieran paseando por sus calles no podían fantasear con un lugar mejor, todavía no estaban a salvo.
—Mantengamos la calma, cuando crucemos la frontera seremos libres.— Intervino Mal el cual la echo una mala mirada por traerle de vuelta a la realidad y arrancarle aquella fantasía con tanta frialdad. —Hay tanto que hacer...— Murmuró sabiendo que aquel lugar les abría una infinidad de nuevas oportunidades.
—Y por ver.— Sonrió Alina emocionada por todo lo que les deparaba aquella nueva aventura.
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—Tengan listos sus papeles.— Anuncio un hombre tras el mostrador impaciente por lo que estaba tardando la gente. —Primera clase, fila de la izquierda.— Añadió haciendo que cada quien ocuparán su lugar correspondiente.
—Espero que parezcamos turistas de Ketterdam.— Murmuró Alina mientras se colocaba el vestido azul que gracias a las joyas había conseguido comprar.
—Mientras nos valga la documentación.— Comentó su hermana, la cual llevaba un vestido de color gris claro, que realzaba su figura, pero también que la permitía llevar oculta algunas de las dagas que pretendía introducir en el país.
—Son papeles falsos, venga, vamos.— Puntualizó Mal sabiendo que con que fueran perfectos todo valdría.
—Seguimos con mi plan, buscamos al azote marino. A eso hemos venido, puede que un amplificador no baste, usaré dos.— Les recordó Alina en voz baja, esperando que el segundo amplificador fuera la ayuda que tanto ella como muchos otros necesitaban.
—Alina, desconocemos los riesgos por intentarlo, ningún Grisha lo ha logrado nunca, ni siquiera los Santos.— La recordó su hermana preocupada por lo que eso podía suponer, si Alina terminaba muerta ella no podría destruir la sombra, no tenía el poder para hacerlo, y menos cuando una parte de este estaba constituido por sombras.
—Cierto, ninguno ha podido destruir la sombra.— Les recordó dando a entender de que serían ellas las únicas que podrían hacerlo.
—Algún día lo conseguiréis, se que lo haréis, pero no quiero que murais en el intento, ¿vale?— Les recordó el rapado preocupado por el futuro de ambas al exponerse de nuevo ante aquel peligro.
—Nos toca, tortolitos.— Intervino Tomiris mientras pasaba de largo riendo ante las miradas de ambos.
—Refugiados Ravkanos, hagan fila aquí.— Intervino una nueva voz haciendo que las dos hermanas se mirasen al escuchar aquella palabra.
—Esperar aquí.— Les pidió mientras se separaba de la fila para saber que había sucedido.
—Tomiris.— La llamo Alina en voz baja.
—¿Qué ha pasado? ¿La guerra?— Le preguntó la pelinegra a una mujer que hacía fila a unos metros de la que ella estaba.
—No, la sombra. Se movió durante la noche, se trago media aldea. Sigue creciendo.— La explicó la mujer haciendo que la expresión de la invicadora cambiará al escucharla. No eran sueños lo que estaba teniendo. Estaba viendo lo que estaba sucediendo.
—No son pesadillas, esta ocurriendo.— Les informó una vez que regreso junto a sus amigos, haciendo que la expresión cambiará para Alina ya que aquello podía significar que Kirigan no estaba tan muerto como ambas creían.
—Busquemos el azote marino, comprobar la biblioteca, yo preguntare a los pescadores.— Las indicó Mal sabiendo que las prioridades se habían vuelto mucho más exigentes, ahora era imperativo encontrar el azote, porque cuanto más tiempo tardarán más crecería la sombra.
—Siguiente.— Dijo el hombre que había hablado por primera vez, haciendo que los tres se acercaran al mostrador. —¿De dónde sois?— Preguntó mientras Mal le daba la documentación de los tres.
—De Ketterdam.— Respondió Alina con una encantadora sonrisa que ocultaba todo el miedo que sentía ante lo que su hermana acababa de descubrir.
—Podéis pasar.— Les indico el hombre devolviéndoles la documentación.
—Os dije que entraríamos.— Sonrió Mal orgulloso de que el plan fuera tal y como habían organizado.
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Mientras Mal y Alina se encargaban de buscar información, Tomiris tomó la decisión de investigar sobre aquel que podía ser su nuevo hogar, desde que salieron de Ravka, las cosas para ella habían ido de mal en peor, el cansacio y las preguntas solo hacían que invadir su mente cuando está debía de descansar, cuando solo debía de preocuparse de cerrar los ojos y dormir, pero cada vez que lo hacía, cada vez que se dejaba llevar por el sueño, la imagen de la sombra invadía su mente, y tras la confirmación de que esta estaba creciendo, solo la hacía preguntarse una cosa, ¿su padre, realmente, había muerto?
—¡Es la invocadora de la luna, atraparla!— Aquel grito alertó a Tomiris lo suficiente como para salir corriendo, lo último que necesitaban ella y Alina eran más problemas, y parecía ser que estos, una vez más, habían vuelto.
—¡Mal!— Tomiris corrió hacía Mal y Alina, la cual estaba intentando forzar una puerta.
—Nos han encontrado.— Murmuró su hermana mientras intentaba hacer frente a aquella cerradura que les cortaba el paso.
—Ya sabía yo que viajabais juntos.— Comentó el coronel Raevsky mirando a los tres como si fueran presas. —A ver esas manos, sobre todo las de vosotras, Starkov.— Las advirtió mientras todo el pelotón les apuntaba con las armas, haciendo que los tres se vieran en la obligación de ceder ante sus exigencias. —Es hora de entregaros.— Añadió mientras daba un paso a ellos disfrutando de aquel momento.
—¿Qué hacen...?— Preguntó Tomiris al ver como todas las personas que estaban en el mercado se interponían entre Raevsky y ellos.
—Que no pasen los soldados.— Gritó una persona en señal de que les iban a ayudar a escapar.
—No estamos solos, Tom.— Sonrió Alina al ver que todavía había quienes les ayudaban.
—Por aquí.— Las indicó una mujer mientras se acercaba a la puerta y hacia uso de la pequeña ciencia para poder abrirla.
—¡Fuera, son fugitivos buscados por crímenes contra nuestro país!— Gritó el coronel creyendo que de aquella forma haría cambiar la situación, pero al contrario, hizo que la gente afianzara su postura de ayudarles.
—Adawesi, invocadoras del sol y de la luna.— Les dijo la mujer después de abrir la puerta y de darles dos telas a las hermanas para que pudieran esconder su rostro y su apariencia de todo aquel que quisiera atraparlas.
—Gracias.— Sonrió Tomiris siendo la última de los tres que salió por la puerta, dejando allí a todos los soldados.
—¡Quitensen ya!— Gritó de nuevo Raevsky pero ya era demasiado tarde, los huérfanos de Keramsov habían conseguido huir.
—Siempre haciendo amigos, eh, Alina.— Rió Tomiris mientras los tres se volvían a perder entre las calles.
—Encontré un periódico de Ravka, nos buscan a las dos...— Empezó a decir Alina mientras seguían caminando por las estrechas calles esperando no llamar la atención de nadie más.
—¿Qué pasa Alina?— Preguntó Mal al ver la expresión de la invocadora del sol.
—En el periódico se habla de la hija del general Kirigan.— Reveló finalmente, haciendo que la expresión de Tomiris cambiará. El mayor secreto de su vida había visto la luz, y ahora no sólo era perseguida por ser una Grisha, sino por ser la hija de su padre.
—Lo siento, Tom.— Murmuró Mal mientras la abrazaba en señal de consuelo, pero nada que pudieran hacer o decir cambiaría la verdad, nada cambiaría que por su sangre corría la misma sangre que tenía el hereje negro.
—No os preocupes, estaba claro que este secreto no podría ser ocultado por mucho tiempo, llevo siglos siendo un fantasma, por lo que volver a serlo va a ser imposible.— Murmuró sabiendo que era imposible volver a aquella normalidad que tanto quería. —¿Y qué hacemos ahora?— Preguntó cambiando de tema, sabiendo que debían de planear cual sería el siguiente paso que daban para poder ir a buscar a su presa: el azote marino de Morozova.
—Debemos de embarcar en algún barco y seguir la búsqueda del azote marino, investigue en los mapas sobre él, y creo que puedo tener una ligera idea de donde está.— Les explico Alina sabiendo que estaban más cerca de él de lo que alguna vez podrían haber llegado a imaginar.
—¿Y como sugerís que embarquemos en un barco? Hemos gastado caso todo nuestro dinero en esta ropa, en el viaje y en la habitación.— Quiso saber Mal, ya que en aquellos momentos no tenían nada con que comprar tres pasajes.
—Aún conservo esto.— Sonrió Tomiris mientras del interior de su trenza sacaba un trozo de metal dorado.
—¿Pinzas de oro?— Inquirió el rastreador sorprendido por lo que sus ojos estaban viendo.
—Me sujetan bastante bien las trenzas para que no se muevan, y si las afilas son armas bastante peligrosas.— Admitió sonriendo, ya que su prudencia y su necesidad de tener siempre armas la habían permitió, en aquel caso, ir un paso por delante.
—Venga, vayamos al puerto.— Sonrió Alina.
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—¿Solo dos barcos en una ciudad portuaria?— Preguntó Mal confundido al ver los dos barcos que estaban amarrados.
—Algo no encaja.— Murmuró Tomiris confirmando que ella sospechaba lo mismo que su amigo.
—A lo mejor es cosa de Raevsky.— Sugirió Alina.
—Pero el primer ejército no tiene jurisdicción.— Alegó su hermana sabiendo que ellos no podían ser, por lo que aquello se tenía que deber a otra persona.
—O puede que la promesa de veinte millones de Kruge baste para comprar el acceso a los muelles.— Puntualizó Alina sabiendo que la recompensa que había por sus cabezas era bastante tentadora.
—Ojalá estuviera vivo para volver a partirle la cara.— Murmuró Mal fantaseando con aquel momento que pego al Oscuro.
—Por su culpa todo el mundo cree que somos unas villanas traidoras.— Le recordó Alina sabiendo que todos creían que ambas le habían ayudado en su malvado plan.
—Si, bueno, pues se equivocan.— Puntualizó Tomiris mientras se cruzaba de brazos.
—No creo que sea el único por la ciudad, Mal.— Puntualizó Alina haciendo referencia al general que iba detrás de ellos.
—¿Y ahora que?— Inquirió Mal sabiendo que debían de tener claro cuáles iban a ser sus siguientes pasos, ya no podían confiarse en que no fueran a ser descubiertos.
—Buscamos el azote marino...— Empezó a decir Tomiris mientras se fijaba en un barco con el casco de color blanco. —Espera, ese barco no tiene bandera, es de un particular.— Murmuró dándose cuenta de que tenían la oportunidad de irse sin que nadie les hiciera muchas preguntas.
—Entonces puede fletar.— Sonrió Mal sabiendo que aquella era su única oportunidad.
—Bien, vamos.— Sentenció Alina mientras Tomiris salía de entre lo barriles para segundos después darse cuenta de que estaba sola, y que su hermana y su amigo se habían quedado atrás besándose.
—¿No os podéis ir otra vez a la habitación? De verdad no quiero veros todo el rato comeros la boca.— Se quejó mientras encarnaba una ceja y les miraba con una expresión de pocos amigos.
—Siempre tan oportuna, Tomiris.— Se quejó el rastreador mientras él y Alina reían.
—Adoras mi encanto, Orestev.— Puntualizó la pelinegra mientras los tres se acercaban al navío.
—Esperen, necesitamos partir enseguida.— Intervino Alina llamando la atención de dos hermanos que parecían ser de Shu Han.
—Podemos pagar.— Afirmó la pelinegra mientras mostraba una pinza de oro. —Es de oro.— Añadió mientras Tolya cogía el accesorio y se le daba luego a su hermana.
—Bastará.— Respondió Tamar
—Pues vamos, daros prisa, os llevaré ante el capitán.— Dijo el menor de los hermanos mientras los tres empezaban a subir por la pasarela.
—Gracias.— Sonrió Alina aliviada.
—Tu, alto.— Gritó Raevsky señalando a Mal.
—¿Quieres pelea, Ravkano, eh?— Inquirió Tamar mientras se ponía frente al soldado.
—Ese hombre deserto del primer ejército, está bajo nuestra custodia.— Sentenció mientras Tomiris tensaba su rostro, si quería pelea la tendría, porque no pensaba permitir que su amigo fuera juzgado por desertor cuando se había jugado la vida, dos veces, por ellas.
—No me digas, pues nada.— Suspiró la pirata haciéndole creer que iban a ceder ante su petición. —¡Ravka busca pelea!— Gritó haciendo que todos los presentes en el barco mostrarán sus armas, dando a entender que en aquella ocasión ellos lucharian por la vida del desertor.
—No quiero empeorar el conflicto con Shu Han.— Les advirtió creyendo que eran comerciantes del país vecino.
—Quiero una de esas.— Murmuró Tomiris en voz baja, haciendo que Alina y Mal rieran ante la fascinación de la invicadora de la luna por las armas y su habilidad inoportuna para hacer algunos comentarios.
—No estamos con Shu Han, vamos por libre.— Se limitó a decir Tolya con toda la tranquilidad del mundo.
—¿Y si guardas las balas para la guerra, anciano?— Sugirió Tamar con una falsa sonrisa. —El primer ejército esta un poco desubicado.— Le recordó dando a entender que allí no tenían poder alguno para actuar.
★★★
Finalmente podemos dar por iniciada la temporada 2 de Sombra y Hueso y me moría de ganas.
En esta temporada podéis esperar de todo.
Pero lo que esta claro es que conoceréis la parte bromista de Tomiris, la cual ya podéis ir viendo en este capítulo.
Se que es un giro y que se explica porque Alina soñaba con la sombra, pero más adelante entenderéis porque es Tomiris la que lo hace. Porque tiene esas sensaciones.
También os diré que el ser hija de su padre la perseguirá pero que lo acepta.
En cuanto al capítulo, no hay mucho que mencionar únicamente que me encanto ver como la gente les ayuda. Mostrando que saben que ellas son buenas.
Y lo mejor de todo fue la escena del barco, con Tolya y Tamar es que les amo de verdad.
En cuanto a Alina y Mal, Tomiris es su primera que les shipea, pero también es incómodo para ella. Por que es como la tercera rueda de una moto, pero tranquilos eso durará poco.
Se que creéis que la semana que viene entrara en escena Sturmhond, pero no. El próximo domingo será 1 de Diciembre, lo que significa que actualizaré otra historia. Por lo que tendréis que esperar para la primera interacción entre nuestro corsario favorito y la invocadora.
¿Qué os ha parecido el capítulo?
Os leo ♥️
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