━━ 𝟐𝟏: adiós, padre
𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐕𝐄𝐈𝐍𝐓𝐈𝐔𝐍𝐎
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𝐄𝐋 𝐁𝐀𝐑𝐂𝐎 𝐃𝐄 𝐒𝐓𝐔𝐑𝐌𝐇𝐎𝐍𝐃 𝐅𝐔𝐄 𝐄𝐋 𝐏𝐑𝐈𝐌𝐄𝐑 𝐋𝐔𝐆𝐀𝐑 𝐃𝐎𝐍𝐃𝐄 𝐌𝐎𝐑𝐀𝐍𝐀 𝐕𝐈𝐎 𝐀 𝐀𝐋𝐈𝐍𝐀 𝐒𝐓𝐀𝐑𝐊𝐎𝐕 𝐈𝐍𝐕𝐎𝐂𝐀𝐑 𝐄𝐋 𝐒𝐎𝐋. Estaba parada junto a Nikolai, mirando con curiosidad a la pareja, y Alina demostró ser quien Morana ya sabía que era. Sin embargo, en ese momento, el pensamiento que pasaba por su mente no era precisamente... agradable.
¿Cómo puedo matar a un rayo de sol humano?, eso fue lo que pensó. ¿Cómo puedo matar este vínculo entre nosotras?
Porque había asumido erróneamente que Alina era a quien estaba conectada. Porque en ese momento, a Morana le importaba poco más que mantenerse alejada de las sombras, ignorar su pasado y sobrevivir en el Mar Verdadero.
Ahora, a Morana le importaba más salvar Ravka. No por ella misma. No por Ravka en sí. Si no por Nikolai. Él sería Rey y necesitaba un país intacto si quería tener la oportunidad de mostrar lo absolutamente fascinante que era.
Ella caminó entre los escombros, observando cómo la cúpula de luz de Alina se establecía a su alrededor mientras llegaban a las ruinas en el centro de la Sombra, un lugar donde las sombras estaban tan vivas que Morana casi podía saborearlas.
─ Esto es todo. El corazón de la Sombra ─dijo Alina mientras se volvía hacia ellos─. Donde Kirigan maldijo primero a este país en la oscuridad. Creo que aquí tenemos la oportunidad de derribarlo.
La Invocadora del Sol se giró hacia Mal, y el corazón de Morana se detuvo cuando Mal se dispuso a agarrar su espada. Pero Alina lo detuvo con un gesto de cabeza.
─ No. No. Podemos hacer esto ─Alina se volvió de nuevo hacia Morana y esta última asintió, lista para intentar hacer aflorar la merzost de Mal.
Alina levantó su muñeca, la que estaba desprovista de un amplificador, y Mal agarró lentamente su mano, justo cuando Morana cerró los ojos, dejándose perder en el vínculo que compartía con Mal y tirando de él hacia la superficie, sacando sus sombras, su merzost oculta, el Morozova que había en él.
Morana podía sentir las sombras, podía sentir la magia en Mal llamándola, la merzost desequilibrada intensificándose al igual que la Sombra, pero mientras trabajaba junto con los demás amplificadores, Morana no sentía el ácido corriendo por sus venas, ni el fuego consumiéndola, pero sí cayó de rodillas, sosteniéndose mientras podía sentir como la Sombra se desgarraba, el dolor de la merzost equilibrándose a sí misma.
Abrió los ojos cuando sintió una mano en su hombro y al levantar la vista vio a Nina, Zoya e Inej mirando a su alrededor mientras presenciaba el espectáculo de luz de Alina, tonos de cada color que los rodeaban, deshaciendo la oscuridad.
Mirando a Alina y Mal, Morana sonrió, aunque su sonrisa se desvaneció rápidamente cuando sus ojos cayeron en un punto más allá de ellos, donde podía sentir su acercamiento. Apresurándose a ponerse de pie, Morana apenas tuvo tiempo suficiente para prepararse cuando su padre se hizo presente, dirigiéndole una mirada antes de hablar.
─ Qué conmovedor ─dijo él, y Alina y Mal se separaron bruscamente, la luz amplificada desapareció, dejándolos solos dentro de la cúpula de seguridad que Alina había creado anteriormente─. Casi me siento mal por lo que tengo que hacer ahora. Después de todo, él es de la familia.
Todo sucedió demasiado rápido y demasiado lento al mismo tiempo. Mal se giró para dispararle a un nichevo'ya que se acercaba por detrás de ella y los demás, mientras su padre, con una mirada furiosa, movió sus manos en el aire, concentrando las sombras frente a él en forma de una hoja, apuntando hacia la espalda de Mal.
Sin pensarlo, Morana levantó las manos y dejó que las sombras se apoderaran de ella. A medida que se disipaban hacia adelante, entrelazándose con el Corte que Alina había creado a partir del sol, ambos impactaron en su padre, haciéndolo retroceder con un gruñido.
Morana bajó las manos con un suspiro y encontró la mirada de Alina con una sonrisa. Alina soltó una risa baja que se desvaneció mientras ambas escuchaban un gemido.
─ Estoy herido.
Su cabeza se giró rápidamente hacia los escalones de las ruinas donde Mal yacía en el suelo, sujetándose el costado del estómago donde las sombras humeantes giraban a su alrededor. Alina corrió hacia él, llamando su nombre, y Morana se quedó paralizada en su lugar mientras la luz que Alina había convocado desaparecía y la Sombra caía sobre ellos.
Y pasó lo peor de todo. Morana podía sentir como Mal se desvanecía.
Se giró hacia un lado mientras un nichevo'ya aparecía, arrojando a Nina hacia la oscuridad, luego se giró hacia el otro lado y vio a su padre intentando ponerse de pie sin éxito, y al cerrar los ojos podía sentirlo todo.
La Sombra. Mal. Los nichevo'ya. Su padre.
Solo quería que todo se detuviera.
─ Alina, mírame ─escuchó decir a Mal, una tos escapando de sus labios manchados de sangre─. No tengo mucho tiempo.
Alina negó con la cabeza.
─ No.
─ Por favor.
Con un sollozo, mientras Mal le entregaba su espada, Alina seguía murmurando.
─ No puedo.
─ Haz que vuelvan a dibujar todos los mapas ─dijo Mal, y Morana sintió una lágrima deslizarse por su mejilla mientras la luz comenzaba a emanar de Alina, en remolinos desesperados de sacrificio, teñidos de rojo.
Morana no escuchó lo que dijeron a continuación, pero en el momento en el que Alina dejó que la hoja se clavara en el pecho de Mal, atravesando su corazón, Morana dejó escapar un suspiro, su mano se alzó hacia su pecho mientras la conexión se rompía. La herida que se había abierto por manos de la merzost desequilibrada, permitiendo que sus propias sombras intentaran encontrar a Mal, se cerró, dejando una cicatriz en su alma, pero manteniendo las sombras en su interior.
Entonces, el espectáculo de luces se volvió más fuerte, más brillante que el sol, y Morana tuvo que cerrar los ojos con fuerza, apretando los dientes mientras luchaba por mantenerse en pie, sintiendo las lágrimas correr por su rostro, sintiendo como la Sombra desaparecía, cómo todas las sombras eran reemplazadas por la luz y el sol acariciaba su piel. A medida que sentía otra herida en su interior sanar, en una agonía dolorosa y dulce.
Sus ojos se abrieron lentamente y Morana miró a su alrededor para ver cómo los nichevo'ya se formaban a su alrededor. Intercambió una mirada con Zoya e Inej y, sin pensarlo dos veces, Morana se secó las lágrimas y los convocó hacia ella.
Con Mal... muerto. La Sombra ya no existía. Morana ya no sentía que sus sombras fueran tan penetrantes, así que los convocó a todos hacia ella. Los dejó parados a su alrededor como corderos al matadero, mientras Inej los eliminaba uno por uno con su espada; las sombras desaparecían en una luz dorada.
─ ¡Nina! ¡Nina! ─Morana podía escuchar la voz de Alina llamándola suplicante─. ¡Nina, ven, por favor!
Morana miró a su alrededor mientras el último nichevo'ya era aniquilado hasta desaparecer y vio a Nina levantarse de detrás de algunas ruinas donde había perdido el conocimiento.
─ Nina, por favor ─rogó Morana y la Mortificadora asintió, corriendo hacia dónde estaban Mal y Alina.
─ Oh, Santos. ¿Cuánto tiempo ha pasado?
─ Ha sido ahora mismo ─dijo Alina apresuradamente─. ¿Puedes salvarlo?
Nina vaciló antes de asentir y agarrar la hoja, y Morana se apresuró hacia donde estaba Alina, envolviendo sus brazos alrededor de ella mientras Alina soltaba un sollozo.
─ Lo siento mucho, Alina.
─ Ahora... conoces el sacrificio.
Las dos chicas levantaron la vista para ver al Oscuro parado allí, luciendo medio muerto, respirando pesadamente y burlándose al ver el cuerpo de Mal.
Alina se enderezó, alejándose de Morana mientras lo miraba fijamente.
─ Más allá de cualquier cosa que tú hayas conocido. Y mira lo que hizo.
─ En efecto ─dijo él─. Mira lo que hizo.
Los ojos de Morana se desviaron hacia un lado, donde Mal yacía, y con el vínculo roto, Morana no podía sentirlo con vida, no podía verlo con vida. Apretó la mandíbula y volvió a mirar a su padre con una mirada desafiante.
─ Mal y yo cambiamos el mundo ─dijo Alina─. Derribamos tu Sombra.
─ Tienes mi simpatía por lo que vendrá después, cuando te des cuenta de lo que has hecho no resuelve nada ─dijo el Oscuro─. El mundo no necesita a una Santa para protegerlo. Necesita un monstruo. Y mientras yo siga aquí... ─sus palabras se extinguieron cuando tosió, sujetándose el costado─, permíteme ser tu monstruo.
─ ¿Crees que después de todo seguiría a tu lado? ─preguntó Alina, incrédula.
─ No hay luz sin oscuridad. Sin mí, no tienes contrapeso, no hay equilibrio.
─ Sí, lo hay ─intervino Morana, dejando que sus ojos se posaran en él─. Llevo más de tus sombras que cualquier luz que los Santos pudieron haberme dado. Puedo ser el monstruo que protege a Ravka.
─ Eres una chica necia, Morana ─gruñó, acercándose a las dos─. Una abominación. No eres lo suficientemente poderosa como para estar al lado de Alina toda tu vida. Eventualmente, morirás y tú ─se giró hacia Alina─, pronto dejarás de tener a tu igual. Los años pasados en soledad te desgastarán, te endurecerán. ¿Quién estará allí para protegerte? ¿Quién estará allí para salvarte?
Alina dio un paso más cerca de él, con odio reflejado en sus ojos.
─ Me salvaré a mí misma. Tu legado ya está escrito. No hay redención.
Morana observó sin impresionarse cómo un nichevo'ya crecía detrás de su padre, las sombras se agrupaban a su alrededor y se abalanzaba hacia Alina.
─ ¡Déjala en paz! ─gritó su padre mientras extendía la mano, pero el nichevo'ya no atacó a Alina. Se colocó al lado de Morana.
La chica atrapó la espada que Inej le lanzó y se acercó a su padre, quien la miraba horrorizado, viendo al nichevo'ya caminar a su lado como un siervo. Morana inclinó la cabeza, una pequeña sonrisa jugando en sus labios mientras él retrocedía, tambaleándose.
─ No puedes controlarlos, ¿verdad?
─ Una vez, pensé que podría controlarlo todo ─dijo entre dientes─. Eres poderosa, Morana.
─ Soy el monstruo de mi padre ─dijo Morana, burlándose de él─. Una abominación venenosa. Una chica que encontrará mucha más felicidad en la vida de la que tú jamás tuviste.
─ Creí que podría... encontrar la paz. Y por un momento, juro que lo hice ─dijo su padre.
Sus ojos se posaron en Alina quién estaba junto a Morana. Esta última le pasó la espada y Alina no dudó en apuñalarlo directamente en el pecho.
Morana vio cómo su padre tosía sangre negra, tan oscura como su magia. Él las miró a ambas, con un gemido.
─ Sin mí, ahora vendrán a por vosotras.
─ Que vengan ─dijo Alina mientras apartaba la espada y lo dejaba caer al suelo.
Él levantó la mirada al cielo y luego se giró hacia Alina.
─ Alina, asegúrate de que no quede nada de mí. Por favor. Por favor. Cielos azules. Mi pequeña Santa ─se giró hacia Morana, que observaba la escena sin emociones y sus labios se curvaron en una sonrisa─. Mi hija. Sé la Reina que Ravka necesita.
Y luego dejó de moverse, dejó de respirar, y Morana sintió cómo la última herida en su interior se cerraba, otra cicatriz para su colección, solo que esta estaba profundamente arraigada en su alma, junto a la de la Sombra y Mal.
Y Morana era libre.
Ella lo sintió; el equilibrio. Podía sentir cómo las sombras eran controladas por la luz en su interior, sin deseos de escapar. Y también sentía poder. Más de lo que estaba acostumbrada. Un poder que ahora podía brillar sin que las sombras de su padre lo extinguieran. Un poder que se sentía como el amanecer; un potencial inexplorado en sus dedos.
─ ¡Vamos, bastardo testarudo!
Morana se giró hacia un lado, viendo a Nina intentando revivir a Mal en vano. Alina corrió a su lado, arrodillándose junto a ellos y tomando la mano de Mal entre las suyas. Morana no escuchó lo que Nina decía, no escuchó lo que Alina murmuraba, pero sí sintió algo.
No era la merzost de Morozova. No la llamaba a ella. Pero Morana estaba tan familiarizada con la magia que estaba segura de poder sentirla. Y al segundo siguiente, Mal jadeó, abriendo los ojos y Alina soltó una risa entrecortada.
─ Santos, me tenías preocupada.
Morana intercambió una mirada con Nina, quien estaba mirando a Alina incrédula. Ambas vieron lo que eso significaba en el rostro de la otra. Alina había traído a Mal de vuelta entre los muertos.
Los ojos de Morana se encontraron con los de Mal mientras abrazaba a Alina y todo lo que pudo lograr fue mostrar una pequeña sonrisa. Mal le devolvió la sonrisa, aunque parecía forzada. ¿Estás bien?, le preguntó en silencio y Morana se dio cuenta de que estaba llorando. Soltó una risa y asintió mientras se secaba las lágrimas.
─ ¿Qué hacemos con él? ─escuchó a Zoya preguntar y se giró hacia un lado, para verla de pie sobre el cuerpo de su padre.
─Mora, ¿te quedarás con él hasta que regresemos? ─preguntó Alina─. No quiero que ningún hereje encuentre el cuerpo y lo convierta en una reliquia de mártir. Lo quemaremos donde cayó. Estaremos del otro lado ahora. No hay vuelta atrás.
Morana asintió, mirando la expresión de Mal con preocupación. Todavía estaba en estado de shock y estaba segura de que la merzost tenía la culpa. No podía saber cómo se sentía ser devuelto a la vida, pero sabía cómo se sentía tener la merzost dentro de ella y comprendía la mirada dolorida en su rostro.
Permaneció de pie en la plataforma hasta que vio al Colibrí tomar el vuelo de nuevo, dejándola sola con el cadáver de su padre. Lo miró y tomó una respiración profunda antes de sentarse a unos metros de distancia.
─ Pasé toda mi vida odiándote ─se encontró diciendo─. A decir verdad, todavía lo hago. Te culpé por hacer que mi madre me odiara, por convertirme en un monstruo. Por maldecir mi vida. Pero... puedo perdonarte por eso. Porque sin todo ese tormento que llevé sobre mis hombros durante toda mi vida... no tendría la vida que tengo ahora. Y amo lo suficiente mi vida como para perdonarte.
Ella miró hacia el cielo azul sobre ellos y suspiró antes de mirarlo nuevamente.
─ Sin embargo, siento lástima por ti. Tuviste tanto odio que no podías ver con claridad. No pudiste ver que Alina podría haber permanecido a tu lado si tan solo no fueras tan cruel. No pudiste ver que Ravka podría haber sido tuya durante siglos. Pero veías el mundo en blanco y negro, y eso te arruinó.
Tomando una respiración profunda, Morana se puso de pie.
─ Seré la Reina que Ravka necesita ─susurró hacia él. Si Nikolai me acepta, agregó en su mente─. Y no me quedaré quieta sin hacer nada.
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