━━ 𝟎𝟓: el mito de rusalye





𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐂𝐈𝐍𝐂𝐎
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𝐌𝐎𝐑𝐀𝐍𝐀 𝐓𝐄𝐍Í𝐀 𝐌𝐔𝐂𝐇𝐀𝐒 𝐂𝐈𝐂𝐀𝐓𝐑𝐈𝐂𝐄𝐒. Las coleccionaba como alguien coleccionaría estampillas, aunque en el caso de Morana no estaba particularmente encantada cuando conseguía una. Tenía una muy particular, una línea larga y dentada que iba desde la rodilla hasta el tobillo, que había obtenido cuando tenía alrededor de siete años. 

Fue años antes de la plaga, antes de que su madre muriera, y Morana todavía vivía en Ketterdam, en un pequeño piso en el Barril, lo más cercano posible al Distrito Universitario, ya que su madre trabajaba allí como bibliotecaria. 

Ella había conocido a una niña en la calle y se habían convertido en amigas rápidamente; sin embargo, su madre no estaba contenta cuando Morana hacía amistades, decía que solo terminarían lastimadas por su culpa. Y la niña, una niña de la cual Morana olvidó el nombre, terminó con el brazo roto. Habían intentado trepar por una pared cubierta de enredaderas en un pequeño callejón. La niña cayó desde más alto que Morana, y el siniestro crujido de su brazo al romperse hizo que Morana perdiera el agarre en la enredadera y cayera; por lo que se cortó la pierna con una botella rota en el suelo. 

Morana había intentado ayudar a la niña y la llevó al Foso de Combate, donde sabía que los Sanadores eran honestos y amables con los niños del Barril. Morana tuvo que recibir puntos en la pierna. Su madre nunca supo de la herida, y si lo hubiera sabido, Morana probablemente... bueno, la herida en su pierna sería el menor de sus problemas. 

Mira, los monstruos también sangran ─podía escuchar a su madre decir en su cabeza, burlándose de ella. Solo cuando las lágrimas comenzaban a llenar sus ojos, Yelena Zoreslava las limpiaba con una sonrisa─. No llores, Morana... o te daré un motivo por el que llorar. Tú misma te has buscado esto. 

Era seguro decir que Morana había aprendido a tragarse su dolor y guardarlo para sí misma. Pero había un límite para su dolor, y ese segundo hilo, tirando de ella de vez en cuando, se enroscaría alrededor de su cuello y la estrangularía sin piedad. Así que sí, Morana estaba aterrorizada por el dolor con cada segundo que viajaban hacia el norte. 

Iban hacia las islas del Camino de los Huesos. Alejándose aún más de Ravka, el lugar del que el segundo hilo tiraba. Al igual que había logrado llegar a Novyi Zem, al igual que sabía que ese era el lugar al que debía ir, cada vez que el segundo vínculo la llamaba, Morana podía percibir su dirección. Y cada vez apuntaba hacia Ravka. El dolor era menor cuando estaba más cerca: el dolor que había sentido cerca de Novyi Zem era el peor que había experimentado hasta ahora, y Morana estaba aterrorizada de cómo se sentiría ahora que estaba más lejos de lo que jamás había estado. 

Pero no podía alejarse de Alina. No podía arrepentirse de su decisión en este momento. Es mejor un "ups" que un "¿qué hubiera pasado sí...? Pero sería un gran "ups" si la conexión la llamara. Tal vez incluso podría matarla... Quizás no sería tan malo. Sin embargo, Morana aún esperaba que no eligiera los próximos días para hacer acto de presencia. 

Mientras tanto, solo podía escuchar a Sturmhond hablar sin parar como un auténtico Capitán, con su cara encantadora y burlona; y por encantadora, Morana quería decir extremadamente irritante. 

─ Gracias a la navegación del amigo rastreador de la Invocadora aquí presente, hemos atravesado el Camino de los Huesos hasta llegar a la isla de Jelka ─dijo Sturmhond mientras Morana se encontraba junto a Alina y Tamar─. En cuanto al látigo marino, tenemos algunos dibujos de cuentos, pero no podemos saber cómo es realmente ─se acercó a la pared con cortinas─. La regla básica para lo desconocido, ¡ven preparado!

Tiró de una cuerda y las cortinas se abrieron, mostrando su arsenal de armas. Morana rodó los ojos ante el dramatismo. Mal, sin embargo, parecía fascinado por la armería. 

─ ¿Todos los piratas están tan bien armados?

Corsario ─corrigieron tanto Morana como Sturmhond. 

─ No conozco la diferencia ─dijo Mal. 

─ La diferencia es que tengo una licencia ─dijo Sturmhond. Morana volvió a rodar los ojos─. Y un sano amor por la innovación. Artilugios, maravillas, cosas que hacen "boom". ¿Algo que llame tu atención?

El interés de Morana ciertamente no se despertó y al mirar a Alina, parecía que la Invocadora del Sol estaba igual de aburrida que ella. Morana la empujó suavemente con el codo. 

─ El bastardo puede hablar y hablar sobre sus pequeños artilugios. 

─ Aparentemente, Mal también puede hacerlo.

Morana se encogió de hombros.

─ La diferencia es que Mal no es un imbécil. 

─ Morana, cariño, tengo oídos ─musitó Sturmhond mientras la miraba. 

─ Felicidades, Capitán ─respondió Morana con una sonrisa─. ¿Vas a presumir también de tus ojos?

─ Todos saben que mis ojos son encantadores, no hay necesidad de presumir de ellos ─dijo mientras las ignoraba con la mano, y Morana le mostró el dedo del medio mientras fingía quitarse algo del ojo. Sturmhond sonrió antes de volver a dirigirse a la tripulación─. Entonces, entraremos en silencio, siguiendo las órdenes de la señorita Starkov, para debilitarlo y prepararlo para el golpe final. 

─ No voy a matarlo ─interrumpió Alina. 

Las cejas de Morana se elevaron hasta su frente, y Tamar frunció el ceño. 

─ Tienes que matarlo para reclamar su poder. Así es como funcionan los amplificadores. 

─ No fue así con el ciervo ─aseguró Alina─. Creo que puedo hacerlo sin matarlo. 

Sturmhond soltó una risa baja. 

─ Por muy encantador que suene, no voy a enviar a mi tripulación a domesticar una bestia mítica con redes y buenas intenciones. 

─ Este es el trabajo por el que te contrataron, corsario ─dijo Alina, invocando toda su autoridad de Santa─. Lo capturaremos. Vivo. 



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𝐇𝐀𝐁Í𝐀 𝐔𝐍𝐀 𝐅𝐑𝐄𝐂𝐔𝐄𝐍𝐂𝐈𝐀, eso fue lo que Mal había dicho mientras los guiaba hacia la cueva correcta en la isla de Jelka. Una frecuencia. Qué buena manera de describir lo que Morana escuchaba cada vez que estaba lejos de los dos hilos que tiraban de ella. Y de manera extraña, ella también podía oírla. La frecuencia del látigo marino. Era débil, no lo suficiente como para guiarla en ninguna dirección, pero Morana estaba segura de que también la escuchaba y eso era... extraño. 

¿Ella ni siquiera sabía que el látigo marino estaba vivo y ahora podía sentirlo? A medida que se acercaban, más podía percibirlo, y el hecho de que pudiera escucharlo como Mal, hacía que todo fuera aún más raro. 

Caminaron por los túneles en la cueva, con agua hasta las rodillas, listos para actuar. Morana miraba a su alrededor, sentía que estaba cerca, pero no podía verlo. De repente, un chapoteo hizo que todos detuvieran sus pasos. 

─ Eso podría ser ─dijo Grevyen, un Tidemaker de la tripulación de Sturmhond. 

─ Grevyen, dime. ¿Hay algo en el agua? ─preguntó Sturmhond. 

El Tidemaker levantó los brazos en círculo y luego bajó una mano hacia el agua. 

─ Hay agujeros en el suelo de la cueva. Hay que tener cuidado dónde se pisa. Por lo demás, no hay nada. 

─ No, ¿no hay nada ahí dentro o no puedes notarlo? ─preguntó Mal. 

─ Lo que te haga sentir más cómodo ─dijo Tolya. 

─ La comodidad está sobrevalorada ─agregó Tamar.  

Morana suspiró profundamente mientras continuaban caminando. Estaban persiguiendo a una criatura mítica muy real, en una cueva de agua fría. ¿Cuándo había pasado su vida de saquear barcos de mercaderes y camarotes de lujo en barcos piratas a ser miembro de la tripulación de un corsario?

Se detuvieron de nuevo cuando un agudo trino resonó en las paredes de la cueva, seguido de un sonido gutural. Morana se colocó en posición de ataque mientras sostenía su espada con una mano. 

Los gritos resonaron en la cueva cuando un hombre fue agarrado y lanzado hacia arriba. 

─ ¡Suelten las redes! ¡Apunten para matar! ─ordenó Sturmhond. 

─ ¡No! ¡No lo hagan! ─dijo Alina. 

─ No puedo verlo. 

─ Nos la está jugando ─dijo Sturmhond, jadeando─. Conserven su munición o no tendremos cuando la necesitemos. 

Morana sintió como algo rozaba su pierna y se quedó quieta. Apretó la mandíbula mientras trataba de no moverse. La criatura se enroscó suavemente alrededor de sus piernas, solo por un momento. Sea lo que fuera, y apostaría a que era Rusalye por lo que hizo a continuación, soltó su costado y procedió a arrastrar a otro de ellos a través del agua. 

─ Puede camuflarse ─murmuró Sturmhond mientras todos miraban a su alrededor. 

La criatura se movió nuevamente desde arriba de ellos antes de lanzarse hacia Mal y Alina: el primero agarró a la última y la lanzó hacia un lado, evitando a Rusalye por un centímetro. Pero parecía tener a Mal entre ceja y ceja, y al momento siguiente atacó al rastreador y solo tuvo tiempo de intentar detenerlo con su arma atascada entre sus mandíbulas. Entonces, Alina invocó el Sol. 

Morana no sabía exactamente qué sucedió después, pero la frecuencia desapareció y algo dentro de ella ardió, como la primera vez que recibió esas molestas llamadas del pasado. Jadeando, se apoyó contra la pared, levantando una mano hacia su pecho mientras trataba de reponerse. Frunció el ceño al mirarse y no ver ninguna señal de lesión en su cuerpo. 

Sintió una mano en su hombro y se giró para ver a Sturmhond con los labios apretados en una línea delgada y la mirada recorriendo su cuerpo, frunciendo el ceño. 

─ ¿Qué pasó? ¿Estás herida?

Sacudiendo la cabeza, Morana carraspeó y respiró profundamente. 

─ Estoy bien. 



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─ 𝐍𝐎𝐒 𝐌𝐀𝐍𝐓𝐄𝐍𝐄𝐌𝐎𝐒 𝐂𝐎𝐌𝐏𝐑𝐎𝐌𝐄𝐓𝐈𝐃𝐎𝐒 𝐂𝐎𝐍 𝐄𝐒𝐓𝐀 𝐌𝐈𝐒𝐈Ó𝐍. Para asegurarnos de que nuestra tripulación caída no murió en vano. Y honramos el sacrificio supremo que hicieron en nuestra búsqueda del látigo marino. Inclinemos nuestras cabezas por la tripulación perdida hoy. Que el mar los lleve a un puerto seguro y que los Santos los reciban en una orilla más brillante. 

─ Que los Santos los reciban ─murmuraron todos, de pie en la cubierta principal del barco de Sturmhond, bajo el cielo iluminado por la luna. Luego, Tolya y Tamar avanzaron y colocaron dos escamas de Rusalye encima de un barril. 

─ Alina, estamos listos ─dijo Sturmhond. 

─ ¿Lista? ─preguntó Mal a Alina mientras ambos se paraban junto a Morana. 

─ Sí. 

Se alejó de Mal y Morana justo cuando Sturmhond se les unió. Morana observó cómo el Fabrikator de la tripulación de Sturmhond agarró el brazo extendido de Alina, colocando la primera escama sobre la muñeca de la chica mientras comenzaba a fusionarla con la carne de la Invocadora del Sol. 

La cabeza de Alina se giró hacia Mal, y aunque su mirada permaneció en él durante más tiempo, sus ojos también se encontraron con la confusión de Morana plasmada en su rostro. La chica frunció el ceño. El día se volvía cada vez más extraño. 

─ ¿Estás bien? ─preguntó el Fabrikator. 

─ Lo estoy. Segunda escama, por favor. 

Se repitió el mismo proceso para la segunda escama y en el momento en el que se colocó en su lugar, Morana vio cómo la luz aparecía desde el interior de Alina. Se extendía desde su brazo hacia su torso y luego hacia el otro brazo. La Invocadora del Sol, con todo su poder, extendió los brazos, dejando que el poder la consumiera, y la luz estalló desde su ser. 

Los labios de Morana se separaron mientras la luz comenzaba a pulsar desde Alina, en ráfagas, remolinos y destellos, tan poderosos que Morana podía saborearlos. Sus dedos ansiaban manipular la luz que Alina estaba produciendo bajo el cielo oscuro, pero luego la luz se hizo más intensa y cegadora, incluso comenzó a alejarlos. 

Sturmhond se colocó frente a ella, extendiendo su brazo para apartarla mientras protegía su propio rostro de la luz intensa. Morana apenas tuvo tiempo de procesar ese movimiento mientras levantaba el brazo para cubrirse la cara, entrecerrando los ojos mientras intentaba ver a la Invocadora del Sol. 

Entonces Mal se acercó a Alina, despacio, pero con determinación, hasta que sus brazos la rodearon y la atrajo hacia él, y entonces la luz desapareció. Morana suspiró maravillada, soltando una pequeña risa mientras Alina tomaba el rostro de Mal y lo besaba profundamente. 

Sturmhond carraspeó mientras se acercaba a la pareja de enamorados. 

─ Bueno, ¿a dónde vamos ahora, Invocadora?

La cabeza de Alina se giró hacia un lado y sonrió. 

─ Al este de Ravka, después de la Sombra. 

Morana se detuvo en seco. Ravka. El origen del otro enlace que la llamaba. Ravka. El lugar del que su madre había huido. Ravka. El lugar donde su padre vivía, si es que aún estaba vivo. 

Ravka, donde el pasado que nunca conoció yacía, donde encontraría respuestas a sus preguntas o más secretos sobre su existencia. 

Tu padre te hubiera amado, resonó la voz de su madre en su cabeza, al menos durante el amanecer. A él no le gustaban mucho los débiles. 

Morana odiaba a su padre. Durante el amanecer. Durante el crepúsculo, la noche y el día. Él la había convertido en lo que era. Él la había ayudado a matar a su madre. Los monstruos nacen, no se crean, al menos eso es lo que siempre le habían dicho a Morana. 

Y, sin embargo, mientras sus ojos se posaban en Alina, Morana instaba a las partes buenas de ella a tomar el control. A evitar demostrar que su madre tenía razón, a demostrar que era una abominación. No podía matar a Alina, ni siquiera para romper su conexión. Y si eso significaba ir a Ravka, entonces que así fuera. 

Pero matar a Alina ya no era una opción. No cuando Morana sentía el poder emanando de la chica en oleadas. No cuando Morana estaba segura de que podría destruir la Sombra algún día, no cuando siquiera estaba segura de sí Alina era a quién estaba conectada. La mirada de Morana se desvió de la Invocadora y se posó en Mal, mientras Alina lo abrazaba. 





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