━━ 𝟎𝟑: sirena y agonía





𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐓𝐑𝐄𝐒
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𝐍𝐎 𝐇𝐀𝐁Í𝐀 𝐌Á𝐒 𝐂𝐀𝐓𝐑𝐄𝐒 𝐃𝐄𝐁𝐀𝐉𝐎 𝐃𝐄 𝐋𝐀 𝐂𝐔𝐁𝐈𝐄𝐑𝐓𝐀. Eso es lo que él le había dicho, y Morana estaba demasiado cansada como para discutir con él. Engañar a Mal y a Alina había implicado fingir llanto, y ella no podía derramar una lágrima voluntariamente ni por su vida, así que Morana tuvo que crear una ilusión, y eso, sumado con el alcohol en su sistema, la había dejado adormecida. 

Sturmhond le había ofrecido su cama, ya que él tenía turno de noche, y se uniría a la tripulación en la cubierta. No soy nada sino un hombre de modales, había dicho, y Morana estaba demasiado cansada como para responder. 

Sin embargo, el cómodo colchón y las suaves cobijas, junto con el balanceo del barco, no lograron adormecerla en un sueño tranquilo. 

Morana había llegado a Novyi Zem, segura de que encontraría lo que la había estado llamando y lo mataría, quienquiera que fuera. Para su sorpresa, el presentimiento en su interior la había llevado directamente hacia la Invocadora del Sol y... Mal. Morana no sabía que Alina Starkov estaba viva. 

Al menos, no con certeza. 

Y si la Invocadora del Sol había sobrevivido, entonces era probable que el Invocador de Sombras también lo hubiera hecho, considerando que era más poderoso, experimentado y todo eso. Morana tenía la sensación de que dejar a Alina viva era algo bueno, especialmente si el Oscuro también estaba vivo. 

Ella esperaba que no lo estuviera. Con todas sus fuerzas, esperaba que el hombre hubiera perecido en la Sombra. Sin embargo, la esperanza era inútil y Morana no podía estar segura. Lo único de lo que estaba segura era de que tenía que quedarse con Alina Starkov, porque el constante zumbido en sus oídos y el tirón en su estómago se habían desvanecido en la distancia, como el sol que se pone sobre el mar. 

Eso significaba unirse temporalmente a la tripulación de Sturmhond, al menos hasta que encontrara una forma de cortar la conexión con Alina. Tener que decirle a Sturmhond que quería unirse a ellos podría matarla de vergüenza, pero el otro escenario era que él la dejara en el próximo puerto y se llevara a Alina lejos de ella, dejando a Morana en una agonía literal mientras la luz del faro se intensificaba. 

Maldijo a todos los Santos por su existencia y por lo que fuera que envenenara su ser, haciéndola antinatural. 

No son los Santos a quiénes deberías maldecir, resonó la voz de su madre en su cabeza, es a tu padre. Él te hizo así.

Morana nunca conoció a su padre, pero por lo que su madre le contó, estaba segura de que era verdad. No estaba segura de sí estaba vivo o muerto, pero algo le decía que lo que la estaba llamando hacia Alina y hacia el otro punto de origen que aparecía de vez en cuando, tenía algo que ver con él.

El estruendo en sus oídos atravesó el aire. 

Morana cerró los ojos con fuerza, cubriéndose los oídos. Estaba sucediendo de nuevo. Maravilloso.

Y luego, el dolor en su estómago regresó con una intensidad diez veces mayor. Una sensación punzante, como ácido corriendo por sus venas, como si algo intentara arañar su alma. 

Un grito de agonía escapó de sus labios. 

Uno que escuchó sobre el sonido ensordecedor que retumbaba en su cerebro, golpeando contra su cráneo. Podía sentir cómo su parte humana perdía la batalla contra la oscuridad que corrompía su ser. 

A través del dolor, había olvidado dónde estaba. Tenía los ojos cerrados con fuerza mientras se encogía en la cama. El zumbido en sus oídos era más fuerte que la tripulación, incluso ahogaba los sonidos del mar. El dolor que se extendía desde su estómago al resto de su cuerpo era insoportable, y Morana tenía que suplicar que llegara el amanecer. 

El amanecer. Necesitaba...

Alguien agarraba sus hombros, sacudiéndola. Morana mordió su labio mientras otra exclamación amenazaba con escapar de ellos, cuando una ola de ácido inundó cada célula de su cuerpo, como si se estuviera contaminando. Quienquiera que fuese, no podía escucharlo. El ruido en sus oídos era demasiado fuerte... Era un veneno ardiente en su mente, tratando de llegar al alma que protegía con su vida para no caer al borde del abismo. Era demasiado...

Luego, el dolor desapareció. 

Siempre era lo mismo. Olas que llegaban en series, apoderándose de su cuerpo de vez en cuando, haciéndola doblarse. Era una apuesta tratar de adivinar cuándo comenzaría y cuando terminaría. 

Morana solo sabía que cuando llegaba, toda su valentía, toda la fuerza que reunía para parecer más fuerte, su máscara de ilusiones... todo se desvanecía. Dejándola vulnerable al dolor y a los monstruos dentro de ella que intentaban llamarla hacia ellos. 

Únete a nosotros, le instaban, lo similar atrae a lo similar. Y a Morana no le gustaría nada más que masacrarlos. Tal vez eso es lo que también intentaban hacerle a ella. 

─ ¿Mora?

Morana jadeaba, tenía los ojos cerrados con fuerza mientras se negaba a mirarlo. Podía sentir la humedad de las lágrimas que no podía contener, su labio sangraba por haberlo mordido con demasiada fuerza y su garganta se sentía áspera. Estaba hecha un desastre. 

─ ¿Morana? ─su voz era tranquila, suave y cargada de preocupación. El tono habitual de burla había desaparecido. Sintió su mano acariciar su mejilla, secando las lágrimas─. Sé que estás despierta. 

─ Apuesto a que todo el barco lo sabe ─dijo Morana con la voz ronca, y aún mantenía los ojos cerrados, mientras él soltaba una risa carente de su habitual convicción.

─ Más bien todo el Mar Verdadero ─se burló, pasando los dedos por su cabello. 

Burlarse era algo con lo que podía lidiar. Era ordinario. Normal. Una versión de sí misma que solo se preocupaba por cómo el viento se intensificaba y el cielo se oscurecía. Una versión de sí misma que lidiaba con la plaga del Mar Verdadero, piratas sucios y brillantes. Una versión de sí misma que no estaba atormentada por su pasado, un pasado al que nunca había conocido, pero que lograba agarrarse a sus tobillos y arrastrarla al infierno. 

─ Pensarán que soy una sirena en agonía ─susurró ella.

─ Otro mito para hacerlos temblar. 

─ ¿Qué sabrás tú sobre los mitos de los piratas, corsario? ─preguntó Morana en voz baja, mientras él continuaba acariciando su cabello y el sonido ronco de su voz la adormecía. 

─ ¿Los piratas tienen mitos privados? ─Morana tarareó en respuesta y Sturmhond dejó escapar una risa baja─. Maldita sea mi licencia. 

─ Es una verdadera lástima, sí... ─murmuró ella, y estaba segura de que las palabras se le escaparon de los labios en un enredo. 

Sturmhond apartó la mano de su cabello y rozó los nudillos contra su mejilla mientras la agradable oscuridad, la que la envolvía en una noche tranquila de descanso, se cernía sobre su cabeza. 

─ Buenas noches, cariño. 

Lo último que escuchó antes de desmayarse por el agotamiento fue el abrir y cerrar de la puerta. 



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𝐒𝐔𝐒 𝐎𝐉𝐎𝐒 𝐒𝐄 𝐀𝐁𝐑𝐈𝐄𝐑𝐎𝐍, y supo que el amanecer estaba sobre ellos solo por la sensación abrumadora de poder en su ser. 

Morana se levantó hasta quedar sentada en la cama de Sturmhond y miró a su alrededor, aliviada al encontrar la cabina vacía. Apretó los labios y cerró los ojos con fuerza antes de dejarse caer contra la almohada y soltar un gruñido de frustración. 

Los piratas podrían lidiar con sus gritos de agonía. Se encerraría en la cabina que le hubieran asignado y les diría de inmediato que cuando las brujas del mar dormían, sus gritos de agonía se mezclaban con los de sus víctimas que se ahogaban; eso solo agregaba a su encanto. Y cuando el dolor no llegaba por la noche, lo soportaría el tiempo suficiente como para encerrarse en su cabina. 

La tripulación de Sturmhond no era considerada una tripulación pirata, sin importar cuántos miembros hubieran sido piratas en su pasado. Así que todo lo que escuchaban era a una chica quebrada, con la agonía escapando por sus labios. Aunque a Morana no le importaba lo que la tripulación pensara de ella. 

Especialmente Tolya y Tamar, quienes fueron los únicos que lo presenciaron antes, cuando se aseguraron de que ella llegara al puerto de Shu Han, al sur de Bhez Ju, en un pequeño bote. No dijeron ni una palabra al respecto, y Morana estaba agradecida. 

Pero Sturmhond... bueno, lo último que Morana quería era que él la viera a ella: la abominación, la criatura antinatural, la plaga. 

Se sentía normal a su lado; eran una especie de pirata y corsario que habían forjado una rivalidad convertida en una extraña amistad. Dos personas con secretos (porque ella no era ingenua al pensar que él no los tenía) que encontraban consuelo al ser las personas que deseaban ser en presencia del otro. 

Trabajaban perfectamente así. Y sus pequeños demonios tuvieron que arruinarlo, como lo arruinaban todo en su vida. 

Lamentablemente, había sido demasiado bueno para ser verdad. Por eso, Morana estaba decidida a fingir que la noche anterior no había ocurrido para seguir viviendo sus mentiras, su vida. 

Morana se acercó al espejo en la pared después de vestirse rápidamente una vez más, con sus pantalones y botas, y su atuendo habitual de camisa y corsé. 

Pasó una mano por su cabello e intentó (y falló) no pensar en los dedos de Sturmhond enterrados en su cabello mientras la adormecía. Morana frunció el ceño en el espejo y se trenzó el cabello, dejándolo caer sobre su hombro. 

Se aseguró de que su rostro estuviera bien, contenta al ver que su labio había sanado y su garganta ya no se sentía áspera en absoluto, todo gracias al amanecer. Morana agarró su espada, colocándola alrededor de su cadera antes de salir de la cabina. 

Los miembros de la tripulación debajo de cubierta no parecían notarla, al punto de que Morana estaba segura de que estaban evitando su mirada a propósito. Encogió los hombros, era mejor eso que ver lástima o algo similar en sus ojos. 

Sus ojos se encontraron con los de Mal mientras estaba a punto de subir a la cubierta principal, y él le dedicó una pequeña sonrisa mientras Alina dormía a su lado. 

─ Entonces, ¿eres una pirata? ─preguntó él, y Morana encogió los hombros.

─ De vez en cuando. 

─ Nos dijiste que eras camarera ─señaló Mal y Morana hizo una mueca─, que huías de tu esposo malvado. 

─ Tal vez mentí ─dijo avergonzada─. En mi defensa, tu amiga es una Santa viva. ¿Quién no querría unirse a su causa?

Ella no lo haría. Pero Mal no necesitaba saber eso. No necesitaba saber que si Morana no encontraba otra manera de romper el vínculo entre ella y Alina, lo más probable es que la matara. Alina era una buena chica, pero preferiría no estar atada a la cadera de una Invocadora del Sol. 

─ ¿Tú...? ─Mal se detuvo con una mueca. 

─ ¿Yo...? ─Morana repitió y Mal encogió los hombros. 

─ Olvídalo, ni siquiera sé que iba a preguntar exactamente. 

─ Cuando lo descubras, avísame. 

Mal asintió. Morana lo saludó con una pequeña sonrisa y subió las escaleras, el frío aire de la noche golpeó su rostro mientras miraba hacia el horizonte; sonrió ante los tonos anaranjados que comenzaban a formarse, dando paso a un nuevo día. 

Y con el amanecer llegaron los reflejos rápidos, así que en el momento en que alguien agarró su brazo, su espada salió de su funda y rozó la garganta de la persona, un truco que aprendió de Bluebeard, que se abra camino a través de la muerte. 

─ Buenos días para ti también, Mora ─saludó Sturmhond mientras Morana se giraba para enfrentarlo. Ella no bajó la espada. Él sonrió ampliamente y bajó la hoja con su mano mientras se inclinaba para susurrarle al oído─. Estaba a punto de unirme a ti en la cama, cariño. 

Morana resopló, poniendo los ojos en blanco. 

─ Te estoy apuntando con una espada, erizo de mar... te aconsejo que reflexiones sobre tus palabras. 

─ Con mucho gusto ─cerró los ojos, tarareando mientras pensaba y su sonrisa no abandonaba su rostro cuando los abrió de nuevo─. Estaba a punto de unirme a ti en la cama, cariño ─repitió. 

Los ojos de Morana no pudieron rodar más dentro de su cabeza, de lo contrario se quedarían atascados allí. 

─ ¿Dónde está Tamar?

Su rostro era divertido, pero de todos modos respondió. 

─ En la cubierta de popa, estoy seguro de que le encantaría entrenar contigo. Asegúrate de alejar un poco tu hostilidad, Mora, todos somos amigos a bordo.  

─ Sí, Capitán ─respondió Morana con sequedad, pero antes de que pudiera ir a reunirse con Tamar, él agarró su muñeca y la acercó. Los ojos de Morana se encontraron con los suyos de color avellana y levantó una ceja─. ¿Sí? 

─ Supongo que te quedas ─dijo él─, por la Invocadora del Sol. 

─ ¿No soy bienvenida?

─ Eres más que bienvenida. Pero pensaba que no te asociarías con alguien como yo. 

─ ¿Con bastardos? 

Sus ojos brillaron y sonrió. 

─ Con corsarios. Después de todo, eres una pirata. 

─ No soy una pirata ─respondió Morana, plenamente consciente de que él aún sostenía su muñeca (su piel se calentaba con su suave agarre) y de que bien podría ser una pirata, pero le gustaba contradecirlo, era algo normal. 

─ ¿También eres una corsaria?

La risa que escapó de sus labios era imposible de contener. 

─ No. Soy... ─el Espejismo Carmesí. Una plaga. Una abominación. La hija de un monstruo. Una especie rara de Grisha─, solo me gusta vivir entre piratas. 

─ Por eso pregunto, Morana, cariño, te quedarás, ¿sí? ─levantó una ceja expectante y Morana suspiró antes de asentir. Él sonrió─. ¡Espléndido! ¡Nunca he tenido una compañera de habitación!

─ ¿¡Disculpa!?

Pero él ya estaba caminando hacia la cubierta inferior y solo le guiñó un ojo antes de desaparecer por completo. Morana fulminó con la mirada el lugar donde había estado, ignorando cómo sus labios se curvaban hacia arriba, y se dirigió a la cubierta de popa donde encontró a Tamar. 

Tan exasperante como Sturmhond podría ser, Morana podía confiar en que sería un mentiroso, y un gran lector de mentes. Ignoró lo que había sucedido la noche anterior, tal como ella esperaba, y siguió actuando como su habitual y odioso yo. 

Sin embargo, al acercarse a Tamar, el marinero con el que estaba hablando, un compañero de baja estatura con una pierna de madera y algunos dientes faltantes, encontró su mirada y palideció, dando un respingo de horror. Retrocedió, tambaleándose. 

─ ¡Tú!

─ ¿Yo?

Tamar levantó una ceja hacia él. 

─ Zal, ella es...

─ Ella es la bruja del mar ─dijo Zal mientras se alejaba de Morana, señalándola con una mano temblorosa─. ¡Sabía que podía reconocer los gritos! Esas pobres almas... ha venido a hundirnos...

─ ¡Zal! ─gritó Tamar justo cuando Zal pareció ganar algo de valor y se lanzó sobre Morana con la intención de estrangularla hasta la muerte. 

Pero todavía estaba amaneciendo y Morana era más fuerte, por lo que agarró la muñeca del hombre con su mano y torció su brazo hacia atrás hasta hacerlo caer de rodillas, gritando. 

─ Zal, ¿eres un pirata? 

Asintió con la cabeza fervorosamente. 

─ ¡Por favor, no me mates! Espejismo Carmesí, te lo ruego...

─ No me gustan los que ruegan ─interrumpió Morana mientras le lanzaba una mirada significativa a Tamar y le hacía un gesto con la mano libre para que calmara a Zal. 

─ Imploro, entonces ─dijo Zal, su voz se desvaneció mientras caía dormido y Morana soltó su brazo, haciendo que el hombre cayera al suelo. 

─ Hay un lunático en la tripulación ─le dijo a Tamar, pero la Mortificadora frunció el ceño. 

─ Un lunático que te reconoció. 

─ Probablemente haya estado en su tripulación antes, Tamar. No puedo hacer un seguimiento de todos los despojos que me encuentro en el mar. De todos modos, ¿dónde lo encontraste?

─ En las aguas que están más al sur. Chapoteando. El Espejismo Carmesí llegó hasta él. 

Morana hizo una mueca. Esa debía ser la razón por la que él pensaba que ella los hundiría, su último encuentro no debió haber sido amistoso. 

─ Ciertamente, el Espejismo Carmesí es un problema. 

─ Sí, lo es ─dijo Tamar mientras la miraba con recelo─. Reconoció tus gritos, Mora. ¿Con qué frecuencia ocurre?

Los hombros de Morana se tensaron y apretó la mandíbula. 

─ Más de lo que me gustaría admitir. 

─ Tal vez podría intentar hacer un vistazo, tratar de ver si tienes alguna enfermedad...

─ Estoy bastante segura de que yo soy la enfermedad, preciosa. No necesito analizarme. 

Morana empujó a Zal con el pie y desenfundó su espada. 

─ ¿Te apetece un poco de entrenamiento suave? ─preguntó mientras el sol se elevaba en el cielo y la sensación de poder del amanecer se desvanecía en su interior. 

Tamar no respondió durante un tiempo, pero finalmente asintió, dejando sus hachas a un lado y tomando una espada, adoptando una posición de combate. 

─ Sé guardar silencio, Mora, pero Sturmhond no. Si ve que esto es algo común...

─ Tendrá que fingir que no lo es ─concluyó Morana. 

─ Tolya hará preguntas, ya lo sabes. 

─ Le recitaré un poema y lo distraeré una vez más. 

Tamar bajó su espada antes de que comenzaran siquiera a luchar. Dudó antes de preguntar. 

─ ¿Y si te estás muriendo, Morana?

─ Entonces arroja mi cuerpo al océano para que me convierta en espuma marina. ¿Hemos terminado con el cuestionario, señorita "sé cómo mantener la boca cerrada"?

Tamar la miró con furia antes de lanzarse. Morana tuvo apenas un segundo para esquivar un golpe directo a su cabeza. 





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