「025 」
YoonGi cerró la puerta tras él y se dejó caer en el sillón de cuero. Con la vista clavada en su mesa de dibujo, cerró los puños para contener el hormigueo.
Ansiaba crear. Se imaginaba los materiales: arenisca y ladrillo. Paneles de cristal y suaves curvas. Por las noches, las imágenes bailoteaban tras sus parpados cerrados y ahí estaba, el dueño de Genius Enterprises, pasando la mayor parte de los días de reunión en reunión.
Soltó una maldición. Si, las reuniones del consejo de administración lo irritaba por las estrategias burocráticas y propuestas de reducción de gasto. La mayoría de los miembros del consejo se oponía al proyecto de rehabilitación del río, ya que muchos creían que la empresa iría a la quiebra si conseguía el contrato y él era incapaz de acabarlo en los plazos acodados. El consejo tenía razón. Pero él tenía la solución.
No pensaba fallar.
La fiesta de Jeon se celebraría el sábado por la noche y a esas alturas todavía no había concertado una reunión con él. Yuto Adachi tampoco lo había llamado. Estaba atrapado en la casilla de salida y lo único que podía hacer era esperar hasta que el Italiano moviera ficha y contar las horas que faltaban hasta la fiesta. Tal vez Jeon quisiera verlo moverse en el ámbito social antes de concertar una reunión, al contrario de lo que le habia asegurado a JiMin.
JiMin...
Su simple nombre le provocaba un nudo en las entrañas. La recordaba en el salón la noche anterior, saltando, gritando y meneando la cabeza con incredulidad después de ganarle una partida de ajedrez. Un hombre adulto que actuaba como un niño. Sin embargo, él se había reído. De alguna forma, por guapas que fueran siempre sus parejas, su sentido del humor eran muy superficial. Park JiMin le provocaba verdaderos ataques de risa floja, como si fuera un adolescente.
Lo llamaron a su número personal y cogio el teléfono.
–¿Si? –Contesto
–¿Le has echado comida al pez? –escucho la voz de JiMin y cerró los ojos.
–JiMin, estoy trabajando.
Lo escucho resoplar.
–Yo igual –respondió–pero al menos yo me preocupo por el pobre Mon. ¿Le has dado comida?
–¿Mon?
–Tu insistes en llamarlo pez y eso hiere sus sentimientos.
–Los peces no tienen sentimientos. Y si le he dado de comer.
–Los peces si tienen sentimientos. Y ahora que estamos hablando de Mon, te confieso que me tiene preocupado. Esta en el estudio, un lugar que casi siempre está desierto. ¿Por qué no lo trasladamos al salón para que nos vea más a menudo?
YoonGi se pasó la mano por la cara y suplico que no se le agotará la paciencia.
–Porque no quiero que una pecera arruine el efecto de la decoración de una estancia importante. Tae me regalo ese bicho a modo de broma y fue odio a primera vista.
El silencio gélido se produjo al otro lado de la linea.
–Dan mucha guerra, ¿Verdad? Supongo que no te gustan los animales ni la personas. Siento mucho tener que decírtelo, pero hasta los peces se sienten solos. ¿Porque no le buscamos compañía?
YoonGi se enderezó y decidió ponerle fin a esa conversación tan ridícula.
–No. No quiero otro pez y no vamos a cambiarlo de sitio. ¿Te queda claro?
Se escuchó una especie de zumbido.
–Clarisimo.
Y JiMin colgó.
El alfa solto una maldicion y su lobo lo regaño por hacer enojar al omega.
Tomó una carpeta llena de documentos relacionados con la última reunión que había celebrado el consejo de administración y se puso a trabajar.
Ese omega tenia la desfachatez de molestarlo mientras estaba trabajando para hablarle de un pez.
Aparto la imagen de JiMin de sus pensamientos y se concentro en su trabajo.
–Se enojara –Canturreo el omega pelinegro.
JiMin se mordio el labio inferior y se pregunto por que las palabras de Taehyung le habian provocado un escalofrio en la espalda. Al fin y al cabo, Min YoonGi no era un alfa macho muy temperamental. Si, se irritaba un poco con ciertas situaciones, pero siempre reaccionaba de forma racional.
Le echo un vistazo al salón, lleno de perros. Muchos perros. Cachorros, mestizos, perros de raza, sabuesos. Había más en la cocina, saltando sobre las mesas mientras comían bebían agua. Otros correteaban por todos lados, explorando su nuevo hogar, olisqueando las esquinas y pasando de una estancia a otra.
El terrier de pelo áspero estaba mordisqueando un cojín. El caniche negro salto al sofá, donde se acomodo para tomar una siestita. Uno de los mestizos miro a su alrededor listo para levantar la pata junto a un altavoz, pero Tae lo detuvo a tiempo y lo saco al patio antes de que la cosa llegara a mayores.
La preocupación se convirtió en un ataque de pánico absoluto.
Taehyung tenía razón.
YoonGi podría matarlo.
Se volvió hacia su amigo.
–¿Que hago?
Tae se encogió de hombros.
–Dile la verdad. Que solo vas a quedartelos un par de noches como mucho, hasta que el refugio encuentre otro sitio donde alojarlos. Si los devuelves, los sacrificaran a todos.
JiMin dio un respingo
– ¿Y si YoonGi me obliga a deshacerme de ellos?
–Llévalos a tu apartamento.
–Es demasiado pequeño.
Taehyung levanto las manos cuando se percató de lo que estaba pensando JiMin.
–Ni soñando. No pienso llevarmelos a mi casa. Tengo una cita y se que me va a dar más calor que un cachorrito. Arréglate tu solo.
–Pero Tata... –hizo un puchero. Pero el omega se despidió de él
–Me voy. Me encantaría ver el espectáculo cuando llegue mi hermano. Llámame
Y cerró la puerta.
JiMin examino la estancia, donde reinaba el caos por culpa de los cachorros, y decidió que había sido un poquito impulsivo. Podría haberles dicho a los responsables de refugio que tenía espacio para alojar a unos cuantos y llevarlos después a su apartamento. Pero no, estaba enfadado con YoonGi porque se había mostrado como un monstruo sin corazón con respecto al pez, había decidido darle una lección. Lástima que en ese momento estuviera muerta de miedo.
El sabueso comenzó a mordisquear la pata de la mesa. JiMin se armó de valor y trazó un plan de batalla. Los metería a todos en la sala de la planta baja y, de esa forma, quizá YoonGi ni se enterará de su presencia. Porque nunca trataba en esa habitación. Les dejaría todos los juguetes y la comida, y los sacaría a pasear por la puerta trasera. Convencida de que la estrategia funcionaría, los obligó a salir al pasillo arrojando una bolsa llena de juguetes para que corrieran a por ellos. Después, fue a buscar los cachorros que se habían quedado dormidos en el sofá.
Cogio la comida, los cuencos llenos de agua y unos cuantos periódicos. Una vez que encontró en el patio trasero al único que quedaba suelto, lo llevó a la habitación y lo colocó todo de forma que estuvieran cómodos.
Contempló preocupado el precioso diván y la silla, tapizada con una tela estampada con espirales en colores plata y gris. Joder, ¿porque YoonGi era tan rico? Nadie tenía las salas de estar tan bonitas como esa, con moqueta, mesas labradas y exquisitas mantas debían de costar más que el edredón de plumas que él tenía en casa.
Paso una mano sobre un suave cobertor de lana. Necesitaba mantas viejas, pero estaba seguro de que su marido no tenía ni una. Decidió buscar alguna en la planta superior, pero en ese momento lo oyó abrir la puerta.
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