「011 」

YoonGi se volvió para observar a su flamante esposo, dormido en ese momento. Había apoyado la cabeza en la puerta de la limusina. Se había arrancado los tirantes y la chaqueta, que yacían arrugados a sus pies. Los ya largos rizos caían sobre su rostro. Olvidada, la copa de champán descansaba en el portavasos, ya sin burbujas.

En el dedo anular llevaba un diamante de dos quilates que relucia bajo los últimos rayos del sol de la tarde. Había separado los labios, voluptuosos y rojos, para respirar... y cada vez que lo hacia, es escuchaba un delicado ronquido.

Park JiMin era su esposo.

El alfa cogio su copa de champán y brindo en silencio por el éxito obtenido. Por fin era el dueño absoluto de Genius Enterprises. Estaba a punto de aprovechar la oportunidad del siglo y no necesitaba permiso de nadie. Todo había salido a pedir de boca.

Bebió un buen sorbo y se preguntó por qué se sentía tan mal. Su mente insistía en rememorar el momento en el que el sacerdote los había proclamado Esposos. El momento en el que esos ojos color zafiro lo habían mirado rebosantes de pánico y terror mientras se inclinaba para darle el tradicional beso. El momento en el que esos labios, entonces pálidos y temblorosos, le habían devuelto el beso. Sin pasión. Ese momento.

Se recordó que JiMin solo quería su dinero. Su habilidad para fingir que era inocente, resultaba peligrosa. YoonGi se burló de sus pensamientos y brindó de nuevo antes de apurar el champán.

El conductor de la limusina bajo un poco el cristal tintado.

–Señor Min, ya hemos llegado.

–Gracias. Aparca en la parte delantera.

Mientras la limusina enfilaba la estrecha avenida de la entrada. El alfa despertó a su esposo con delicadeza. El omega se removio, resopló y volvió a quedarse dormido.

YoonGi contuvo una sonrisa y estuvo a punto de susurrar su nombre. Pero se detuvo. Para retomar con facilidad su papel de torturador. Se inclinó hacia delante y gritó su nombre.

JiMin se enderezó del asiento de golpe. Abrío mucho los ojos mientras se apartaba el pelo de su rostro y contemplaba su traje blanco que llevaba como si fuera Alicia en el País de las Maravillas al aparecer en la madriguera del conejo.

–¡Ay, Diosa mía!. Lo hicimos.

El alfa le entrego los zapatos y la chaqueta.

–Todavía no, pero estamos de luna de miel. Si estas de humor, sería un placer complacerte, esposo mío.

El menor lo miro con el ceño fruncido.

–Lo único que has hecho es aparecer el día de la boda –reclamó–Si hubieras tenido que organizar hasta el último detalle en tan solo siete días estoy seguro de que ahora mismo estarías derrotado.

–Te dije que podíamos casarnos por un juez de paz.

Jimin resopló.

–Típico de Alfas. No mueven un dedo para ayudar y cuando alguien le recrimina se hacen los inocentes.

YoonGi lo ignoró y la atacó.

–Roncas –soltó

–¡Yo no ronco!– dijo indignado.

–Si que lo haces.

–No. Alguien me lo habría dicho.

YoonGi solto una risa.

–Estoy seguro de que tus amantes no querían que los echaras a patadas de tu cama. Eres muy gruñón.

–No lo soy.

–Lo eres

La puerta de la limusina se abrió y el conductor le ofreció la mano al omega para ayudarlo a bajar. Luego de sacarle la lengua a YoonGi. Jimin bajó del vehículo con la misma altivez con que lo habría hecho la reina Isabel. YoonGi contuvo otra carcajada y lo siguió.

Jimin se detuvo en la acera y él lo observó mientras contemplaba las líneas curvas de la mansión, que recordaba a un villa típica de Toscana.

La arenisca y la Terracota le otorgaban un adscrita elegancia, mientras que los altos muros y las grandes ventanas otorgaban un aura histórico. La avenida de entrada estaba flaqueza por un prado verde que se extendía hasta los pies de la mansión y que la rodeaba por completo. Jimin abrio la boca como si fuera a comentar algo, cuando vio un jacuzzi semioculto en la amplia terraza, pero la cerro de nuevo.

–¿Que te parece?–pregunto mientras lo veía envelezado por la casa.

–Es impresionante –respondió– la casa más bonita que he visto en la vida.

Su evidente entusiasmos lo complació muchísimo.

–Gracias. La diseñe yo.

–Parece antigua.

–Es solo que pretendía lograr. Vamos.

Jimin asintió y lo siguió al interior. El suelo era de mármol brillante y los techos altos como los de una catedral, aumentaban la elegancia y la sensación de amplitud. En el centro del vestíbulo estaba una enorme escalera en forma de caracol. Tras darle propinas al conductor. YoonGi cerró la puerta.

–Te enseñare todo.

El alfa lo guió en un recorrido completo. La cocina estaba muy bien equipada. La encimera era de acero inoxidable y cromo. La isla era de madera y estaba cargada de cestas de frutas. La mesa era de roble macizo y contaba con sillas rectas y cómodas. Una selección de botellas de vino descansaba en un botellero de hierro formado. Una cristalera daba paso a un solárium decorado de muchos jarrones con flores y muebles de mimbre. Los cuadros no erna coloridos, al contrario, los cuadros eran decorados con blanco y negro.

El alfa disfruto mucho las expresiones del menor a medida que iba descubriendo su nuevo hogar. Lo llevó arriba hacia las escaleras que llevan a los dormitorios.

–Mi habitación, es la del fondo del pasillo. Tengo una oficina, pero tú puedes usar la biblioteca. Pediré lo que necesites –Abrio una de las puertas– Esta es tu habitación, tiene todo los necesario –comento– como no se tus gustos puedes redecorarlo, si así lo deseas

El pelinegro lo observo contemplar la decoración en tonos neutros y suaves, la enorme cama con dosel y muebles a juego.

–Esta bien. Gracias

Lo miro por un instante mientras la tensión palpitaba entre ellos.

–Debemos quedarnos encerrados aquí, durante al menos dos días. Hemos recurrido al trabajo como excusa para no ir de Luna de miel. No puedo aparecer en la oficina por lo menos hasta el lunes o la gente comenzará a especular.

Jimin solo asintió.

–Necesito un ordenador para mantenerme al día con la librería –Informó– Tae me dijo que me echará una mano.

–No te aproveches tanto de mi hermano, ya tiene suficiente con su pastelería. No le tires más cosas encima –reclamo.

–Él me ofreció su ayuda apesar de que me negué, Alfa idiota –dijo con el ceño fruncido. Por qué nunca podrían hablar su discutir.

El alfa solo lo ignoró y siguio.

–Ponte ropa cómoda antes de bajar. Prepararé algo de cenar –informó y dió la vuelta.

–¿Sabes cocinar?

–No me gusta que haya desconocidos en la cocina. Bastante tuve cuando era niño. Así que sí, he aprendido a cocinar.

Jimin hizo una mueca.

–¿Se te da bien?

–Soy el mejor de todos

Y con eso cerro la puerta.

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