13 - Crudeza
TW: sucesos y trastornos detonantes para el deterioro de la salud mental.
El siguiente capítulo contiene diálogos sobre temas fuertes. Se recomienda discreción.
Jean estaba puntual otra vez, aunque bastante intranquilo. Después de su más reciente descubrimiento, mantenerse en calma no era una opción para él, sobre todo ante la incertidumbre de si Melissa iba a volver a las sesiones. Había tenido la intención de textearla para saber si estaba bien, pero no había tenido el coraje suficiente como para hacerlo, verla de frente iba a tumbarle la moral. Nunca había resonado tan fuerte en él el famoso la curiosidad mató al gato.
Ymir fue la siguiente en llegar ese día. La muchacha saludó a su terapeuta y se sentó junto a Jean.
— Hey, Connie te dijo de la fiesta, ¿verdad?
Jean se sentía aun incomodo por toda la situación — Ah, sí.
— ¿Y vas a ir?
— Pues, no sé — él estiró su espalda hacia atrás en busca de relajación — no le he dicho a Marco, dudo que pueda ir sin él.
— Anda, convéncelo. No es divertido emborracharse solo con cinco personas. Además, tuve una idea — Ymir se acercó a su oído susurrándole su plan, Jean la miró confundido mientras en el rostro de ella aparecía una sonrisa que reflejaba un mezcla de maquiavelismo y auténtica felicidad.
— ¿Crees que sería una buena idea? ¿no deberíamos ver si es correcto primero?
— Quizá. Ya lo veremos al final de hoy.
Las demás personas fueron llegando paulatinamente, poco a poco la integración de todos se sentía mucho más presente que antes. Ese día, Mikasa le había pedido a Sasha que se sentara junto a ella, cosa que para la castaña no fue problema alguno y había comenzado a hablar con ella como sabía hacerlo: hasta por los codos y con una extrema simpatía. Justo al lado, Eren había comenzado a conversar con Reiner, y Armin con Berthold. No sabía exactamente sobre qué, pero parecía una charla animada. Tal parecía que él único con la espalda pesada ese día era él mismo.
Unos cinco minutos antes de las seis la sala se completó con Melissa entrando y acercándose a Hange para susurrarle algo. La mujer la miró con cierto orgullo en la mirada y la tomó de las manos en señal de ánimo. Jean se mantuvo cabizbajo desde el momento en que la vio entrar.
Una vez que la muchacha tomó asiento, Hange cerró la puerta como era costumbre, se acercó a la pelirroja, situándose junto a ella.
— Bueno, creo que él día de hoy vamos a comenzar un poco distinto. Melissa quisiera compartirles algo hoy. — Hange sobó su espalda con la palma de su mano, mirándola con una sonrisa y buscando reconfortarla — Mel, puedes comenzar cuando estés lista.
Melissa se aclaró la garganta antes de hablar, respiró hondo y miró hacia la terapeuta, quien le ofreció su mano para que la tomara.
— Bueno... el día que llegué aquí les conté mis razones para estarlo. Y no mentí ni mucho menos, solo que quizá lo que dije en primera instancia fue más superficial de lo que debía, y... no tuve un buen momento la semana pasada. Pero verlos a todos aquí tan motivados a un cambio, y darme cuenta de que quizá ese era el impulso que necesitaba me hace tomar la decisión de confiar y hacer lo que quiero hacer justo ahora — La mayoría la miraban, bastante atentos al relato — Cuando tenía... — carraspeó, aclarándose la garganta — cuando tenía diecisiete conocí a alguien y, bueno, se volvió mi amigo. Se llama Kenna.
Jean sintió como si un balde de agua fría cayera sobre su columna, en seguida levantó la mirada, fijándose completamente en el rostro de ella. Tenso, bastante aterrado, con la mandíbula notoriamente apretada y la mirada se le había extraviado en algún punto imperceptible del suelo.
— Kenna fue mi mejor amigo, y bueno, me enamoré de él. — lejos de una dulce nostalgia como aquellas que nacen al recordar un primer amor, Melissa hablaba con culpa, y con pesadumbre — Algo bastante normal. Yo no tenía amigos. Estaba sola y fue bastante fácil para mí confiar en él, hasta que, bueno, pasó algo que no debía haber pasado — su mirada perdida se alejó del suelo y miró hacia Hange, quien la escuchaba con sumo cuidado — creo que hasta ayer una parte de mí seguía creyendo que todo lo que sucedió era mi culpa, me sentía sucia y avergonzada de que las personas me vieran.
Algunas lágrimas comenzaron a salir de sus ojos, provocando que se retirara las gafas, permitiendo que Jean reconociera nuevamente aquella mirada humedecida que había visto antes por medios ilícitos.
— Un día, durante el verano, él, bueno... yo estaba enamorada de él, y él me... me había besado antes. Así que ese día lo hizo, pero comenzó a propasarse, y...
La voz se le cortó dejando salir el llanto al que ya estaba acostumbrada cuando se trataba de este tema, acompañado de cierto pesar por la aflicción provocada sobre sí misma. Hundir el dedo en esa llaga en específico siempre sería su punto sensible. Hablar y rememorar todo lo que había pasado como un bucle sin fin dentro de su cabeza la hacían caer en el sentimiento más miserable que un humano pudiera sentir. Era como una condena autoinfligida.
Todos ahí la miraban con atención y con un semblante cubierto de preocupación y miedo puro, siguiendo la historia en conjunto con la reacción, todos esperaban ya lo peor para este punto. Al comienzo pudieron pensar que se trataba de alguna relación fallida, o un desamor juvenil, pero las teorías no podían estar más equivocadas. El olor del dolor y la pena inundaban la sala.
Hange acariciaba la espalda de Melissa mientras ella recobraba las fuerzas para hablar, con la cara hundida entre sus manos, y sus lágrimas rebotando entre las palmas de estas. Todos presenciaban con pesar la escena, con la terapeuta intentando brindar un poco de confort ante una situación que, aunque era tan ajena, el escenario en el que estaban, además del creciente afecto, los hacía cómplices dentro de esta.
Jean logró ver la mirada de Sasha a unos escasos asientos de distancia, las lágrimas le escurrían por las mejillas y la alegría de sus ojos había sido reemplazada por una mueca de sorpresa. Mikasa estaba cabizbaja, sus largos cabellos negros hacían de su semblante algo imperceptible, e Ymir, quien estaba a su lado, intentaba disimular lo cristalino en sus ojos mirando de reojo hacia una pared.
— Ese día Kenna abusó de mí.
Hubo un silencio prolongado después de eso, como si el aturdimiento de una bomba que recién estalla ocupara por completo la acústica del lugar. Un peso repentino caía sobre los hombros de todos los presentes, Melissa respiraba con pesar, mientras Hange apretaba su mano. Las sospechas de todos estaban confirmadas por la víctima del relato. Un sabor amargo colmaba el lugar; ella rompió su propio silencio.
— Creo que ni siquiera soy capaz de explicar todo lo que significa en mí esas palabras, pero no creo que deba...
A la par que hablaba ella tomó del bolso frontal de su mochila un paquete pequeño de pañuelos para limpiarse los ojos y la nariz. El detalle hizo que Jean cayera en cuenta de algo: ella había premeditado hablarles y compartirles ese día, y aun así parecía que no era capaz de articular las palabras ni con toda la planeación del mundo, ¿aunque cómo iba a ser fácil? aun con la mayor antelación del planeta, soltar hechos tan frívolos como el presente en su relato siempre iba a representar una extrema dificultad, una que nadie más que aquel que lo vive es capaz de comprender en su totalidad. Melissa continúo.
— Aparte de abusar de mí, él me filmó, y bueno... — La muchacha tomó su cabello, que le llegaba casi a la espalda, y lo recogió un poco con la mano en un intento de recortar la longitud de este, a la par que alejaba algunos mechones que caían despreocupadamente sobre su rostro — si mi cara les resulta conocida de otro sitio que no sea aquí no los culpo, sé que casi todo Trost vio ese vídeo.
El corazón de Jean se sintió presionado con fuerza, como si la frase hubiese sido capaz de pisarle el pecho y quedarse parada sobre sus costillas. El semblante con los ojos abierto de par en par en algunos mostraba una genuina sorpresa al conocer frente a frente a la protagonista de aquel crímen, mientras que los rostros cabizbajos y con cierto rubor connotando la vergüenza de otros tantos lo hicieron darse cuenta de que quizás no era el único culpable que hurgó en sitios que no debía. Y que quizá había sido el último de todos en saber de dónde había salido.
— Toda la situación con Kenna me hizo llegar al punto más bajo de mi persona, que, bueno, ya les conté antes — sus palabras sonaban mucho más tranquilas, a pesar de la continua presencia de las lágrimas corriendo por su mejillas. — Tuve un quiebre la semana anterior porqué justo cuando sentí que era capaz de reanudar mi vida, lo encontré. En persona. Y se sintió como si volviera al vórtice del que no podía salir antes — Tomó otro pañuelo y limpió sus mejillas punteadas con delicadeza — Ayer vine a ver a Hange por petición de mis padres. Fue la primera vez que conté esto a alguien fuera del hospital. Y, bueno... gracias a ella esta es la primera vez que puedo decir que lo que pasó no fue culpa mía.
Y no mentía. A lo largo de los meses que había pasado en el hospital había aprendido a lidiar con sus emociones, catalizarlas y a no ser un peligro para sí misma ni para los demás, o al menos eso decía el alta. Las únicas personas en ese hospital que sabían los detalles más sucios de todo aquel capítulo eran la señora Krucinsky y el Dr. Erwin. Fuera del hospital la culpa parecía acecharla a cada paso y a cada respiro, le asustaba la idea de verse frente al espejo y solo encontrar a la chica de aquel vídeo, la sucia, la desgraciada. Hasta que Hange la hizo abrirse, lentamente y a su tiempo, conteniéndola, pero también permitiéndole dejar salir el dolor por medio de gritos y sollozos. La compañía dulce y sincera de la mujer le había permitido entender algo a lo que su mente no había dado cabida en todos esos meses, y era a dejar ir la culpa que sentía para después ser capaz de dejar de lado todo el odio que podía sentir hacía ella misma por todo el episodio. Partes de sí misma aún no cedían, la hacían sentir que quizá si hubiera preguntado si sus padres estarían en casa ese día o si no hubiera permitido que Kenna la besara en ocasiones anteriores quizá pudo haberse evitado el dolor.
Pero Hange le había dejado en claro que no podía cambiar el pasado, pero si podía aprender a dejarlo ir y empezar su futuro.
Las lágrimas de Melissa parecían haber cesado, aunque sus ojos rojos indicaban la presencia del llanto colocado en su mirada momentos antes. Guardó el paquete de pañuelos y tomó un respiro antes de pronunciarse nuevamente
— Lamento hacerlos iniciar la reunión de una manera tan amarga, pero después de ver que muchos de ustedes han depositado su confianza no solo en mí sino en todos los que estamos aquí, me siento más segura y apoyada. Quiero dejar de vivir tan... aterrada. De si alguien frente a mí pueda reconocerme y mirarme mal, o incluso dejar de temerle a él. No quiero otorgarle más poder sobre mí. Y creo que dejar de culparme es una manera de hacerlo... Y bueno. Eso es todo.
La sala permaneció en silencio unos momentos. Melissa se colocaba las gafas y Hange felicitaba su valentía en susurros discretos mientras colocaba una mano en su hombro dando palmaditas, hasta que el crujir de la silla de Sasha, quien se levantó de su asiento rompió el silencio. La castaña se paró frente a la chica de cabellos anaranjados con los brazos extendidos y aun con rastros de lágrimas en el rostro.
— Entiendo que no te guste el contacto con los otros, pero, me haría muy feliz que recibieras un abrazo mío, y que sepas que significa que estaré ahí para apoyarte, y si tú quieres incluso podemos ser amigas.
Melissa la vio con cierta sorpresa, miró hacia su terapeuta, quien le regaló una sonrisa y también algunos ánimos. Tímidamente se levantó de su silla aun con cierto miedo en la mirada, y en silencio dejó que los brazos de Sasha la estrecharan, con extrema dulzura y calidez, devolviendo el agarre y dejando que algunas lágrimas cayeran en el hombro de su compañera, a la par que susurraba un sutil "gracias" en su oído.
La mayoría seguían aun perplejos con todo lo que acababa de pasar. Sasha aun abrazaba a Melissa, regalándole un poco de su propio cónfort y calidez con el agarre, mientras Jean meditaba si era buena idea hacer lo que se le cruzaba por la cabeza. Algo dentro de él mismo le hacía sentir que eso era lo mínimo que podía hacer después de ser un fisgón. Pero fuera de eso, una parte de sí mismo realmente quería estrecharla, y ofrecerle una mano amiga. Jean conocía al derecho y al revés la sensación de soledad, el peso del odio sobre sí mismo, y la percepción de sentirse al borde del precipicio. No era algo que le pudiese desear a nadie, y si podía ayudar a alguien a sentirse en acompañado, lo haría.
Una vez que Sasha se sentó, el muchacho también se levantó, casi como si un impulso dentro de sí se lo ordenase, y se plantó de pie frente a la pelirroja, que aún estaba de pie y miraba hacia arriba para poder verle la cara.
Sin meditar mucho lo que iba a decirle, soltó lo primero que vino a si mismo al verla. En ese momento, después de todo lo que ahora conocía, una de las primeras frases que le dijo alguna vez cobró mayor sentido.
— ¿Te he dicho antes que eres valiente?
Melissa le sonrió, siendo ella quien lo tomó entre sus brazos antes, con los pies de puntitas para poder acercarse a su hombro. Jean, sorprendido, le correspondió, cuidando su fuerza y recibiendo una energía mucho más liviana y tranquila, que lo hacía abandonar progresivamente toda la tensión que aun yacía sobre su cuerpo, llenándose de calma.
— Gracias por mostrarme que tengo valentía, Jean.
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