10 - Hacia atrás

TW: sucesos y trastornos detonantes para el deterioro de la salud mental.

Hange miraba hacía la puerta aun con cierto desconcierto, eran ya las seis con cinco minutos y aun hacía falta en el grupo una persona.

— ¿No te dijo si iba a venir? — Jean le susurró a Sasha en voz bajita

— No hablamos por privado, ¿tú tampoco sabes nada? — El rubio negó con la cabeza.

Melissa no se había aparecido, y la mayoría ahí dentro mentiría si dijera que no se sentía preocupado, sobre todo por su historial, sabían que era capaz de hacer muchas cosas, sobre todo temían que atentara contra sí misma con algún motivo incierto.

Jean tomó su celular y le envió un mensaje al mismo tiempo que Hange suspiraba con cierta pesadez cerrando la puerta de la entrada.

(06:11) JBK 🤟:

Mel, soy Jean.

¿Estás bien? ¿Vas a venir?

Todos te estamos esperando y estamos preocupados.

— Bueno, supongo que vamos a tener que comenzar así. — Hange tomó asiento en su sitio usual — ¿Cómo han estado?

La reunión transcurrió con bastante tranquilidad, si podía definirse de esa manera. La verdad es que era complicado adjuntar adjetivos positivos a todo lo que sucedía en esos momentos en el grupo: por primera vez Sasha admitió frente a todos admitir tener un desorden alimenticio, hablando acerca de lo mucho que le costaba confiar en las personas de su alrededor y en como la veían, pero que era algo que poco a poco perdía su dificultad. Hasta ese momento en concreto para muchos quedó claro por qué una muchacha tan optimista y dulce como lo era Sasha estaba ahí plantada en un lugar tan deprimente y lleno de oscuridad, no era que tuviera mucho tiempo de progreso o fuera mucho más "avanzada" que el resto, el motivo era la realidad tras ella y lo distinto de su motivos. Todo el mundo, o por lo menos todos en esa sala cargaban sobre su espalda un saco de piedras duras y pesadas que poco a poco desvelaban sus misterios.

— Aun es difícil... hay días en los que quiero comer todo lo que hay a mi alrededor, o momentos en los que siento que no debería haber comido tanto y tengo nauseas. Aun batallo con algunas comidas, y muchas veces lo devuelvo todo... aunque yo no quiera — Sasha limpiaba algunas lágrimas de sus ojos a la par que relataba — pero lo estoy logrando. Y eso me hace feliz. Ya puedo salir con mi mejor amigo al comer algo, y un chico que es chef me invitó a salir. — el rubor rojizo invadió sus mejillas mientras su expresión parecía recordar con dulzura el momento — Dijo que quiere cocinar algo para mí, y le dije que sí. Tengo miedo, pero sé que podré hacerlo — Las miradas enternecidas de todos parecían abrazar a la muchacha — me hubiera gustado que estuviéramos completos hoy y que todos supieran de esto al mismo tiempo. Gracias a ustedes he aprendido mucho a verme con otros ojos, y es que, para mí, ver que ante los ojos de ustedes soy algo tan distinto es muy... increíble. Gracias. De verdad.

Una ronda de aplausos inundó la habitación, y para sorpresa de varios, la primera en estrechar a Sasha entre sus brazos fue Mikasa, quien por primera vez mostraba calidez y amor frente a los demás. Todos empezaban a dar pequeños pasos.

...

(08:15) Melissa no sé su apellido:

Holaaaa, perdón, no tuve tiempo de avisar en el grupo o a Hange

Pero estoy bien

Me entró fiebre y no podía ir en ese estado

(08:15) JBK 🤟:

¡Menos mal! Me alegro de que estés bien

Deberías avisar la próxima vez, todos estábamos preocupados

También avísale a Hange que estás bien, seguro está preocupada

(08:18) Melissa no sé su apellido:

Lo haré, gracias, Jean.

Después de la corta conversación Jean se sintió mucho más aliviado, y aun en el estacionamiento del centro, le avisó a Sasha que Melissa estaba bien.

Por su parte, Melissa no había salido de su habitación desde que había llegado de la universidad, había tenido ataques de pánico a lo largo de los dos días y sus padres estaban consternados porque ella se negaba a admitir que ver a Kenna caminando por el pasillo con una vida completamente normal después del infierno que la había hecho pasar le había roto la moral y la poca valentía que había ganado esos días. Se sentía sucia y usada como un trapo, como si no valiera nada. Creía que todo había vuelto a su estado normal, pero ahora todo se había ido a la basura.

— Mel, ¿vas a cenar? — La voz de Diana sonaba por detrás de la puerta. La luz de la habitación se mantenía apagada, dejando como única iluminación una de las ventanas con las cortinas arriba, dejando que el reflejo de la luna se colara por ahí.

— No tengo hambre.

— No has comido desde ayer Melissa, no puedes estar así, por favor — La mujer recargo su cabeza en la puerta, dejando que los cabellos rubios le cayeran sobre el rostro, cubriendo su mirada consternada — cuéntame que pasó. Por favor, confía en mí.

Las palabras de su madre le dieron duro. La última vez que le había pedido que confiara había sido uno de los momentos más amargos en la vida de ambas, donde la supuesta confianza fue descuartizada para convertirse en ira y en culpa. Los recuerdos regresaban a su mente a la velocidad del rayo, provocando que las lágrimas comenzaran a correr por las mejillas de la chica, junto a algunos sollozos ahogados en dolor y recelo.

¿Alguna vez has sentido que te rompen el corazón? Tratas de localizar el dolor de alguna manera, pero no puedes. Es un dolor que recorre todo el cuerpo, desde las puntas de los dedos de los pies hasta esa parte alta en tu cabeza, no puedes situarlo en un punto fijo, pero sabes que está ahí, que te presiona el pecho y te vuelve cabizbajo, pero sobre todas las cosas, sabes que duele. Dicho dolor acompañaba cada una de las lágrimas, como si en lugar de dejarlo salir su corazón se negará, y buscara mantenerlo dentro de sí, abrazando la angustia y no dejando que esta saliera y diera paso a sanar y superar.

Diana abrió la puerta con cuidado, buscando que Melissa no se diera cuenta de sus pasos sobre la alfombra. La encontró enroscada sobre sí misma, abrazando la almohada y con el sonido de gimoteo aumentando a medida que se acercaba. Se sentó con suavidad en el borde de la cama, tomando la cabeza de su hija y acomodándola en su regazo y acariciando su cabello con dulzura a medida que las lágrimas de la muchacha caían en las sábanas de la cama.

— Mi niña... sé que es difícil que puedas confiar en mí. Pero necesito que me dejes ayudarte — la voz de su madre comenzó a quebrarse — me equivoqué al tratarte como lo hice y no sabes cómo lo lamento, porqué fue culpa mía estar al borde de perderte, pero no quiero que pase de nuevo. No quiero volver a perderte, nunca.

Los ojos de Diana eran cristalinos, y el azul en sus pupilas se volvía más vibrante en compañía del agua que se acumulaba en su mirada para después resbalar por sus mejillas. Melissa abrazó con fuerza la almohada que sostenía. Permaneciendo quietas sobre el silencio de la habitación, que a veces se interrumpía con quejidos y llantos, hasta que la muchacha se incorporó lentamente en un intento de sentarse sobre la cama junto a su madre.

— Ayer que estuve en la universidad, yo... lo vi. — Su madre la miró con atención, sin ninguna pizca de malicia o de juicio — Estaba ahí. Está tan... normal. Como si no hubiera hecho nada. — Diana tomó la mano de Melissa mostrándole consuelo — Tiene amigos, él está viviendo normal, mamá, ¿Cómo puede seguir estando normal después de lo que me hizo? — La muchacha volvió a llorar, recargando su cara en el hombro de su madre buscando consuelo.

Diana no supo que decir. Acarició con dulzura el cabello de su hija mientras le depositaba un beso en la coronilla y algunas lágrimas volvían a escurrir de sus ojos azules.

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