04 - Culpa
Uno de los requisitos para seguir asistiendo al grupo de apoyo era asistir a sesiones terapéuticas dos veces al mes, una al comienzo y otra al final, solo para verificar los progresos individuales de manera más acertada y precisa, así como otras cosas de rutina que Jean había aprendido gracias a Hange.
Al contrario de lo que su actitud dejaba entrever, no era que el grupo le disgustara, al contrario, lo hacía sentir tranquilo poder hablar, retroalimentarse de las situaciones de los demás para su propio bienestar e incluso el tremendo parloteo y las bromas fuera de lugar de Sasha le parecían divertidas de vez en cuando. Sin embargo, la llegada de personas a las que no conocía lo incomodaba, sobre todo siendo un tema tan delicado como el tema de Melissa, o incluso el de Eren, que a su propio criterio eran los más jodidos de todo el grupo (a excepción de él) Pero sabía que iba a poder acostumbrarse, a la larga, del mismo modo que el resto se acostumbró a él.
— Entonces, Jean — dijo Hange ajustándose el saco después de cerrar la puerta del pequeño consultorio dentro de la clínica, era salón justo detrás — lo último de lo que hablamos contigo fue del tema con tu papá. Hay algunas cosas que me gustaría retomar ya que no creo que hayas profundizado en ellas durante nuestras sesiones grupales.
— Suéltalo — espetó el muchacho sacando un cigarro de la pequeña cajita en el bolsillo del pantalón.
La terapeuta estaba bastante consciente de la situación entre Jean y el tabaco, pero no había mucho que prohibir, aunque a Levi, su colega, le fastidiara enormemente el aroma que emanaba, no había otra más que aceptar que se acabara la mitad de una cajetilla durante esos cincuenta minutos. Sin su tabaco no había modo en que Jean escupiera palabra, o al menos así habían sido las cosas en sus últimas tres visitas.
— ¿Recuerdas cómo fue cuando lo encontraste? — La columna del muchacho se erizó. Sin duda alguna era un episodio que prefería mantener lejos de su mente.
— No recuerdo mis emociones en ese momento, sinceramente no recuerdo haber sentido algo en específico — agachó la cabeza a la par que daba otra fumada — recuerdo que me congelé. No sabía qué hacer.
— ¿Qué fue lo primero que hiciste después de verlo en ese estado?
El humo salió de su boca a la vez que hablaba — Corrí hacia el... intenté limpiar toda su mierda del piso para poder abrirme paso. Realmente estaba asqueroso ahí adentro. Cuando lo vi frente a frente estaba lleno de vomito, era realmente asqueroso todo. — algunas lágrimas comenzaron a brotar de los ojos del muchacho, pero este las limpió inmediatamente, casi como un reflejo. — Intenté limpiarlo. No pude, estaba demasiado extrañado y shockeado, supongo. Dejé que mi mamá lo viera hecho un desastre, ¿sabes? No es como que ella nunca lo hubiera visto de esa manera... pero mierda, era algo que no me hubiera gustado que ella tuviera como última imagen suya. Hubiera deseado hacer algo, no sé, llegar antes, intentar limpiar su cara o cerrarle los ojos. Algo.
Hange extendió la caja de pañuelos hacia él, sus ojos se hacían aún más pequeños en consecuencia de sus memorias — Tenías once años, Jean.
— Lo sé, pero... no hice nada. Sé que era un niño y que es un evento traumático y lo que quieras, pero imagino que gente en mi situación hubiera hecho las cosas mejor, ¿verdad? — la mirada era casi de súplica ante una respuesta positiva, el humo había cesado y el cigarro se consumió por sí solo.
— La gente reacciona de maneras distintas ante esas cosas
— Puta madre, Hange ya lo sé, lo has dicho mil veces.
— ¿Entonces por qué insistes?
— Porqué sé que pude haber hecho algo, estoy seguro. La cagué, esto es culpa mía. Todo esto es culpa mía, ¿entiendes?
— ¿A qué te refieres con todo esto?
— A mi vida, mi mamá, a todo.
— ¿Entonces para ti el estado actual de tu vida es culpa tuya, Jean? ¿Por qué? — Hubo silencio. El muchacho se cubría el rostro y las lágrimas caían por debajo de sus manos. — Jean, ¿por qué crees que es culpa tuya?
Jean soltó un golpe seco en el escritorio — ¡Porqué pude haberle salvado la vida! ¡si hubiera llegado diez minutos antes pude haber hecho que no se ahogara, pude haber llamado a alguien!... podría... podría seguir teniendo una familia.
El sonido del llanto comenzó a propagarse por todo el lugar, quejidos ahogados provenientes del pecho del muchacho resonaba en el cuarto, mientras se cubría el rostro y tallaba los ojos y nariz con frecuencia. La calma se había esfumado y se sentía como el niño indefenso de once años, incapaz y con un profundo rencor hacia sí mismo. Los ojos y la cabeza le dolían por sobremanera, mientras la imagen de su padre tumbado en un sofá viejo, cubierto de vomito en el rostro y el pecho y los ojos abiertos y atemorizados se repetía de forma constante en su mente. Por un momento quiso salir huyendo, brincar por la ventana o hacer cualquier cosa que le permitiera mitigar el dolor que parecía oprimirle el pecho y no les permitía a sus pulmones tomar el aire necesario, pero no encontraba las fuerzas necesarias para hacerlo. Otra vez estaba inmóvil, incapaz de lidiar con la situación, sintiendo que caía por un abismo interminable de un "¿qué hubiera pasado?"
Se permitió a sí mismo emanar todo el dolor que resguardado en sus murallas desde hacía diez años, lo dejó salir por sus ojos, su boca, su nariz. A gritos y a ratos de manera silenciosa. Hasta que sintió que sus ojos estaban secos y había perdido tanto aire en sus sollozos que sus pulmones ansiaban este. Poco a poco el dolor tomó forma silenciosa y no dijo más palabra.
Hange lo observaba con cuidado, examinando cual sería el momento preciso para hablar, hasta que vio que el muchacho retomó su postura inicial y con las manos temblorosas se forzó a sacar un cigarrillo la mujer alzó la voz.
— Jean, tienes que aprender que nada de esto es tu culpa.
...
Llegaba temprano, como de costumbre, su madre tenía una tendencia bastante fuerte con la puntualidad que su padre, gracias al cielo, no compartía, pero esta era útil en situaciones como estas.
Melissa se mantuvo quieta en la pequeña salita de espera fuera del consultorio de Hange, era la primera vez que hablaría con alguien externo sobre toda la situación que había vivido. Las manos les sudaban casi a chorros y las limpiaba constantemente en su enorme sudadera. Su pie golpeaba el suelo con rapidez y mantenía su atención en la música proveniente de sus audífonos y el movimiento de las manecillas del reloj.
En un momento de distracción, vio la puerta abrirse y brincó del asiento, poniéndose de pie y ajustándose las gafas. De la habitación vio salir a una figura alta, corpulenta, con un terrible olor a cigarro. Jean, si la memoria no le fallaba. Hicieron un contacto visual breve, hasta que el salió de la puerta y escuchó la voz de dentro llamándola.
Al poner pie en el sitio sintió un olor a quemado invadirle las fosas nasales. Dejó la timidez de lado para salir de la duda.
— ¿Se puede fumar aquí dentro?
Hange sonrío — en algunos casos, ¿tú lo haces? — negó con la cabeza. — Entonces lamento el olor, voy a dejar la ventana abierta para que se despeje un poco.
— No hay problema, no me molesta. Me extrañó un poco nada más, la última vez que estuve en terapia lógicamente no podíamos hacer estas cosas — La muchacha se sonrió para sí misma a la par que Hange tomaba su asiento.
— Sabes, si te soy sincera, no creí volverte a ver. Es bastante normal, cada tanto llegan muchachos que están aquí un día y no regresan nunca más. Pero me alegra verte otra vez.
— Yo tampoco creí volver... pero esto es lo mejor que puedo hacer por ahora, para mí, claro.
Hange le sonrió con orgullo antes de sacar su libreta un bolígrafo para tomar nota de los detalles — Eso me alegra el doble. Entonces, ¿quieres comenzar?
...
— Perdón Mel, me surgió algo con mi jefe y estoy en la oficina tratando de solucionarlo. Tu papá ya va para allá, ya lo llamé.
— No hay problema mamá, voy a decirle que lo espero fuera. — cortó la llamada y enseguida envío un mensaje de texto a su padre.
Mel. 🦨:
Me dijo mamá que tú vienes por mí
Te espero afuera en el estacionamiento. 😊
Papá:
Ok.
El verdadero inconveniente no era el tiempo como tal, era la poca batería que mantenía su teléfono, un 5% no iba a ser capaz de rendir durante los veinte minutos de demora de su padre. El ser más impuntual de la faz de la tierra.
Una vez fuera se percató que no era la única persona que esperaba a alguien. Justo a lado de un cubo de basura se situaba la larga figura de Jean, que, para sorpresa de nadie, terminaba un cigarrillo y arrojaba la colilla al recipiente. Ella tomó asiento en la acera del edificio y el muchacho al percatarse de que su soledad era interrumpida, tomó asiento a unos pocos metros de ella.
La tensión era incómoda, Melissa le tenía bastante pánico a entablar conversaciones con la gente, Jean por su parte parecía absorto en su mundo, hasta que el poco carácter sociable que le quedaba lo hizo tomar la palabra.
— ¿Fumas? — La muchacha miró hacia los lados para descubrir si le hablaba a ella o alguien más había aparecido — Melissa, no hay nadie. Sí te llamas Melissa, ¿verdad?
Ella asintió — No fumo. Gracias.
— ¿Te molesta el humo?
— No. — el muchacho saco un cigarrillo de su caja y lo encendió — Acabas de apagar uno...
— Creo que eres valiente. — ella se sobresaltó y al tomar consciencia de los dicho escondió el rostro entre su sudadera, buscando evitar cualquier contacto visual. Él siguió hablando — creo que haber tenido la fuerza para decidir seguir viva después de haber decidido acabar con esta mierda es valiente. Habla mucho de ti. A la buena manera.
— Gracias... supongo.
— De igual manera, no me hagas mucho caso. Acabo de tener un momento de mierda allá adentro. Escupo idioteces.
— No hay problema, está bien. — respondió ella con la mirada ahora dirigida a sus pies, era su postura defensiva ante los nervios. — ¿Qué estás haciendo aquí?
— ¿Cómo?
— Sí — se abrazó las rodillas — saliste hace una hora, ¿por qué aun estás aquí?
— ¿Me estás diciendo que me vaya?
La chica se sobresaltó — No, no, para nada, no es lo que intento decir solamente me resulta extraño que aun sigas aquí si estabas fuera desde hace una hora y---
— Hey, tranquila, no te alteres. — La muchacha comenzaba a hiperventilar hasta que escuchó las palabras de Jean. — Estaba intentando bromear, lo siento.
Qué vergüenza. Estas eran las consecuencias de haber convivido con gente que le llevaba mínimo diez años en los últimos meses, en el psiquiátrico la gente también bromeaba, muchos expresaban cosas que no dirían normalmente con ayuda del sarcasmo y la ironía, sobre todo los ancianos. Pero aun así eran bromas sin ninguna carga de pasivo agresividad, bastante distintas a las de veinteañeros. Entre eso y su falta de contacto con personas de su edad, había olvidado cómo reaccionar a una broma de este tipo, además de que la ansiedad tampoco le era de mucha ayuda.
— Estoy esperando a que me recojan, mi hermano Marco lo hace, pero suele demorar bastante por sus horarios de universidad. Lea y Cory están trabajando. — la muchacha lo miró con extrañeza, él aclaró la situación. — son mi familia adoptiva. Los llamo por sus nombres.
Jean botó la colilla del cigarro que había terminado durante la charla y su voz se pronunció de nuevo — Antes tenía el estacionamiento para mí solo, pero si Hange mantiene estos horarios tendré que compartirlos contigo... — ella pareció sobresaltarse otra vez. Jean se vio en necesidad de aclarar sus palabras — eso también es broma.
La muchacha respiró aliviada. Jean siguió hablando sobre su hermano adoptivo y sus horarios de la universidad. No era tan malhumorado como su primera impresión de él lo había hecho parecer días atrás. Era la primer convivencia medianamente normal que tenía con una persona de su edad, y se sentía bastante... normal.
Él continúo hablando mientras ella se limitaba a escuchar, hasta que la furgoneta de su padre se asomó en el estacionamiento.
— Creo que llegaron por ti — él se levantó primero y le extendió la mano para ayudarla. Ella aceptó con cierta timidez.
Se puso en pie, y se despidió del muchacho con una seña de la mano.
— Nos vemos eljueves. — tomó un cigarro más y lo vio encenderlo antes de subir con su padre.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top