00 - Prólogo

La maleta estaba lista, después de todo no es como que hubiese demasiadas cosas que empacar, sin embargo, había tomado un tiempo en terminar de guardar las pocas cosas que almacenaba en los cajones de aquel cuarto de paredes blancas. Quizá postergar la salida de aquel lugar era una manera de decir que a pesar de que hacía unos meses deseaba con todas sus fuerzas salir de ahí, ahora estaba insegura y asustada del mundo que la esperaba fuera.

— ¿Mel? ¿Ya estás lista? — una suave voz llamó desde el marco de la puerta

— Ah, sí Angie, salgo en un momento, solo necesito cerrar la maleta.

— Súper — La chica le dedicó una sonrisa de oreja a oreja y se retiró de la habitación.

Ya era hora. Solo tenía que cerrar la maleta.

...

Al llegar a la primera planta del edificio se encontró con todos aquellos que habían sido sus compañeros a lo largo de esos siete meses. Muchos de ellos, la mayoría adultos e incluso ancianos saludaban con la mano, mientras que los más cercanos se tomaban el atrevimiento de acercarse a darle un abrazo.

— Mi linda Mel, no sabes cómo te voy a extrañar. — La mujer de cabellos canosos la estrujó.

— Yo también voy a extrañarla señora Krucinsky. Prometo visitarla pronto — al retirarse notó que había empezado a lagrimear. Limpió las lagrimas en el rostro de la anciana y siguió avanzando hacia la pequeña mesita, en la cual se posaba un pastel y era al mismo tiempo esperada por el doctor y las enfermeras.

Después de un abrazó grupal por parte de ellas y unas palmaditas en la espalda de parte del doctor Erwin, tomó su lugar tras la mesa. En el pastel cubierto de chocolate se podía leer "¡Feliz despedida!"

— Ya se lo saben muchachos — el doctor se colocó a su lado y rodeó sus hombros con su brazo — Hoy estamos aquí para felicitar a Mel, estamos orgullosos de ella, deseamos que le vaya bien y esperamos... ¡una, dos, tres!

"No verla nunca aquí" — todo el mundo comenzó a aplaudir a su vez que ella soplaba la vela sobre el pastel para después limpiar unas lagrimas de sus ojos.

Mientras todo el mundo participaba del alboroto, cerca de la puerta principal pudo ver la silueta de sus padres entrando al sitio. Estos se dirigieron a ella y recibió un abrazo lleno de efusividad. Después de todo habían pasado mitad del último año sin verse. Una vez terminada la despedida, un enfermero le facilitó su maleta, y cortó con un par de tijeras la pulserita blanca en su muñeca.

— Listo, eres libre. Suerte.

— Gracias — le dedicó una sonrisa al muchacho y salió tomada de la mano de su madre, a la par que su padre cargaba el equipaje.

Antes de salir del lugar se dio la vuelta con el chico. — Oye Shane, ¿habrá algún problema con que me quede eso?

— Ninguno — dijo él extendiendo la pulserita con la mano y después hizo un gesto de despedida.

Finalmente, se fue. Todos subieron al auto y escuchó la voz de su padre hablándole por el retrovisor.
— Vamos a casa.

Sonrió a la par que bajaba la mirada en dirección a la pulserita que ahora acariciaba con el pulgar.

"Hospital psiquiátrico de Trost / Paciente #9749 / Melissa Durkheim."

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