Parte 43
Un niño inmortal de casi cinco años corría lo más rápido posible por los pasillos de la casa. Abrió la puerta de la primera habitación que encontró y se escabulló hasta el interior del placar. Estaba ansioso porque quería ganar ese juego. Su hermano mayor, Adam, tenía que contar hasta sesenta y encontrarlo en un minuto de tiempo. Si no lo hacía, él sería el ganador.
—¡Zack! —escuchó que su hermano gritaba.
Cerró los ojos intentando que el tiempo pasara más rápido.
—¡Te encontré! —dijo en holandés para después mirar su reloj—. Y justo a tiempo.
El más pequeño salió del placar y se tiró encima del más grande. Dieron varias vueltas en el suelo mientras se peleaban. En un momento dado, Adam lo mordió involuntariamente debajo del codo. Zack gritó de dolor y le pegó más fuerte, pero su hermano mayor no respondió. El pequeño azabache salió corriendo muy asustado en busca de ayuda. Adam había quedado con la mirada perdida hacia arriba, demasiado quieto.
Bale regresó a la realidad algo aturdido, sin poder explicar lo que le había sucedido. ¿Había soñado con un recuerdo? Tardó unos segundos en poder ubicarse. Su cabeza estaba recostada en una cómoda almohada y el aroma de la sangre de Andraya estaba por toda su habitación. Tenía a la mujer abrazada del lado derecho.
¿Se había dado un milagro?
La noche anterior habían decidido arriesgarlo todo. Ninguno de los dos estaba dispuesto a experimentar una vida lejos del otro. Zack era más consciente de los efectos negativos de la unión de ambos, pero no dijo nada más al respecto.
—Prefiero una noche contigo a tener una larga vida regresando a lo que era antes —había tratado de convencerla.
Al principio ella se había negado. No quería hacerle daño al inmortal.
—¿Y si mueres primero? —no había podido ocultar su angustia—. Serán los peores minutos de mi vida.
—No pasarás por eso —prometió—. Yo me iré último.
Zack ya había tomado su decisión, el resto dependía de ella. Andraya le había tratado de convencer de que había otra alternativa. Pero, ¿cómo podía convencer a alguien de algo que ella misma dudaba? Estaba más que claro que no se veía en el futuro con otro que no fuera Bale. Aunque eso no significaba que él no pudiera encontrar a alguien más.
—De acuerdo. También prefiero morir en tus brazos.
Al final de todo, él no había muerto y ella estaba a su lado sin signos de vida. La cubrió con la manta antes de comenzar a moverla. Las sábanas blancas tenían rastros de sangre en casi toda la cama. Los cuadros que antes estaban en la pared ahora estaban tirados en el suelo al igual que la lámpara y el buró.
—Mijn lieverd, despierta —golpeó levemente el rostro de la castaña.
Se negaba a creer que si él había sobrevivido ella no podría hacerlo. Además, no había olor a muerte. Ella debía estar durmiendo profundamente. La besó en la frente y se levantó cuando escuchó que alguien tocaba la puerta principal.
La mañana anterior le había dado el día libre a todos los empleados, así que él se debía encargar de ver quién era. Se puso los pantalones y cerró la puerta al salir de la habitación. Todo el segundo piso estaba destrozado debido al suceso de la noche anterior.
Bale bajó rápidamente las escaleras y fue a abrir la puerta principal que estaba a punto de ser destrozada.
—Alucar, ¿qué haces aquí?
El inmortal ingresó con un claro gesto de enojo.
—¿Dónde está Andraya? Tenía más esperanza en ella.
—Está arriba.
—¿Sabes la suerte que tienes de estar vivo? —inquirió subiendo las escaleras.
Zack asintió y lo siguió de cerca. Andraya seguía en la misma posición que la había dejado. Se veía tan indefensa y hermosa, como si fuera una princesa que esperaba el beso de su príncipe para despertar.
—¿En verdad la amas? —preguntó Alucar después de tratar de sentir el pulso de la mujer.
—Haría cualquier cosa por ella.
—Tendrías que haber evitado que esto ocurriera. No despertará tan fácil.
El hombre maldijo en voz baja.
—No vendrías aquí si no supieras cómo ayudar —se impacientó—. ¿Por qué yo sí pude despertar?
—Quizá la luna roja tuvo que ver; sabes que cuando ésta se alza en el horizonte el ambiente se llena de un aura cargada de magia. En los experimentos en la fortaleza la sangre de ustedes no se fusionaba. La tuya siempre prevalecía, aun así no deberías estar de pie. A propósito —se fijó en la ropa desparramada por el dormitorio— los pisos más elevados de los edificios de la ciudad sintieron las consecuencias de su unión.
—¿Qué debo hacer para ayudarla?
—Intenta utilizar un parche plateado.
—¿Quieres que la mate?
—Tienes que confiar en mí.
Cuando el parche plateado se activaba emitía un pulso que detenía el funcionamiento del cerebro de un inmortal. Era una de las armas más letales y solamente algunos tenían acceso a esa tecnología. Corrió hasta la caja fuerte de su despacho y extrajo un par parches.
—Espero que funcione.
—Si lo hace, no tendrás problemas de nuevo al fisurar la tierra.
—¿Y si no lo hace?
—Tendrás que explicar su muerte. Después de todo, no despertará —se acercó a la puerta y le avisó que los esperaba abajo.
Bale pegó los parches en los costados de la frente de su amada, le dio un beso en la cabeza y se apartó. El pulso actuó con un radio de dos metros.
La mujer tosió al despertarse. Se sentó en la cama y se inclinó hacia adelante. Sentía que su cabeza estaba saturada. Toda su vida pasó de golpe en imágenes instantáneas hasta quedar todo en negro.
Sintió que Zack la abrazaba por detrás y contuvo un sollozo. Al llevar su mano a su rostro lamentó comprobar que sus ojos estaban abiertos. Al parecer Bale no se había dado cuenta de que ella no podía ver.
—Estamos vivos —lo abrazó emocionada.
Lo que importaba era que estaban con vida ¿cierto? Después de todo, las probabilidades de sobrevivir eran muy pocas, casi nulas. Pero ellos estaban allí, vivos. Y a juzgar por el abrazo del azabache, él se encontraba bien.
El recordar lo que había sentido en los brazos de Zack le erizó la piel.
—¿Estás bien? —preguntó preocupado.
—Mejor que nunca —sonrió acariciándole el rostro.
El hombre delineó los labios de la mujer con su dedo pulgar. Deseaba besarla, volver a poseerla. Andraya había sido una excelente alumna, al igual que Luna. Zack estaba seguro de que ella no se daba cuenta de que había cambiado de aspecto con cada caricia. La mujer no había podido controlar sus reacciones a su tacto y su boca. Se había derretido en sus brazos y había igualado la intensidad de su pasión.
—Creo que he soñado algo. Fue muy extraño —el hombre parecía muy confundido.
—¿Quieres contarme? —se interesó sabiendo que uno de los deseos más grandes del inmortal era experimentar lo que se sentía poder dormir.
—Fue más como un recuerdo. Tenía cinco años, ese día descubrieron que mi sangre era especial. Casi asesiné a Adam. Fue la última vez que lloré.
—No sabía que podían llorar —le acarició.
—Solo los convertidos no pueden hacerlo. Tú puedes hacerlo solamente porque eres una excepción.
Se besaron lentamente siendo conscientes del amor que había entre ellos. Jamás podrían sentir algo más intenso que estar uno junto al otro. La castaña se sentía estupenda al saber que ella no había decepcionado a Bale. Él le había susurrado lo mucho que la amaba y deseaba en varios idiomas entre besos y caricias.
—Ahora recuerdo que una vez una adivina me habló de dos hombres en mi vida. Creo que dijo: No podrás amar a uno sin amar al otro. En ese entonces no le creía, pero ya ves lo que sucedió con nosotros —rió divertida.
Zack la tumbó de nuevo en la cama y se recostó encima para besarla de nuevo. Andraya comenzó a sentir lo mismo que la noche anterior, todo su cuerpo estaba convirtiéndose en lava. Acarició el majestuoso torso de su amante y se extrañó cuando se encontró con un pantalón en su camino.
—¿Por qué estás vestido? —preguntó besándolo en la mandíbula.
—Alucar nos está esperando abajo —gruñó al recordar—. Tuve que bajar a abrirle la puerta.
—Es una pena —se lió en las sábanas antes de levantarse de la cama.
La castaña jamás imaginó lo bien que se sentiría beber de Zack. La sangre del hombre la había tentado desde el primer contacto con sus labios. Él le había enseñado a beber de él sin remordimiento. Ambos necesitaban la sangre del otro para completar la unión.
Poco a poco su visión se fue aclarando, dándole tanto alivio que casi no lo pudo esconder. No había querido preocupar a su... Detuvo el hilo de sus pensamientos al percatarse de que no tenían una etiqueta. Y por supuesto que ella no iba a preguntarlo primera.
La habitación de Zack estaba en un completo desorden. Tomó su blusa y al levantarla recordó que el inmortal la había destrozado. El azabache fue a buscar ropa para la castaña en su closet y regresó con una camisa roja.
—Gracias —lo besó.
Bale se volteó sin que la mujer tuviera que pedírselo para darle privacidad. Unos minutos después se encontraban en el despacho de Zack, acomodados en los sillones cerca de los grandes estantes de libros.
—Me siento como un padre regañando a sus hijos rebeldes. Lo curioso es que tú —se dirigió a Zack— ya tienes edad suficiente para saber lo que está bien y está mal. En cuanto a ti, me alegra que estés bien.
—¿Sabías que había una pequeña posibilidad de que pudiéramos estar juntos sin morir? —inquirió Raya muy interesada en escuchar la respuesta.
—No había nada científicamente hablando que nos hubiera dado ni siquiera un ínfimo porcentaje para esa opción. Solo había dos opciones y ninguna era alentadora. Si morían ambos podría haberse desatado una guerra entre los que están a favor de las conversiones y los que no lo están.
—¿Cuál es la otra?
—Si alguno de ustedes hubiera muerto y el otro no —continuó algo enfadado—, la Corte Grial habría tenido que mandar destruir al sobreviviente.
Andraya suspiró cansada y no pudo evitar decir lo que estaba pasando por su cabeza. Pensar en las cosas que hubieran sucedido comenzaba a darle dolor de cabeza. Había aceptado las consecuencias de entregarse al amor de su vida siendo consciente de que si las cosas no salían bien tendrían secuelas muy severas. ¿Qué más daba todo lo demás si lo peor no había sucedido?
—¿Qué otra cosa quieres decirnos? —habló el azabache.
Alucar buscó la mejor forma de explicarse.
—En una conocida columna de chismes, un periodista afirma que anoche ustedes se retiraron a la misma hora y se siguieron en sus autos.
La mujer se levantó apresurada. Casi olvidaba que tenía que ir a la oficina a terminar de organizar unos papeles.
—También vine a despedirme —le detuvo el viejo—. Tengo que regresar...
Pensar que ya no vería a Alucar cuando necesitaba consejo la entristeció. Se arrepentía de haberse enojado con él en el pasado. Él solo quería lo mejor para ella. Andraya lo abrazó como despedida.
—Te agradezco por todo, por haberte hecho cargo de mí cuando no sabía nada.
—No hay nada que agradecer —pasó de mirar a la mujer a observar a Zack—. Conocí a tu novio desde que tenía cinco años y me alegra ver que gracias a ti él puede ver el mundo diferente. Ya no es tan cínico como antes y hasta se ríe.
Tal vez regresar a la oficina no había sido su mejor idea ya que no podía pensar con claridad. Tuvo que leer más de cinco veces cada párrafo de la hoja que tenía que firmar para comprender de qué se trataba. Su mente permanecía en la habitación de Zack, para ser más específicos, en la velada apasionada que habían tenido la noche anterior.
La luz roja que parpadeaba en el teléfono la regresó a la oficina.
—Señorita Caro, le enviaron flores —le avisó su secretaria, Andrea, quien se negaba a llamarla por su nombre.
—Puedes decirle al repartidor que las meta aquí.
La puerta de su oficina se abrió y dos mensajeros comenzaron a meter varios arreglos de flores de rosas turquesas. Uno de los hombres le entregó una tarjeta.
—Pasaré por ti a las ocho —leyó emocionada el mensaje.
Orlando Cattebill fue a verla más tarde.
—Al juzgar por las flores, el rumor de que regresaste con Bale parece ser cierto.
La castaña no supo cómo responder al comentario. No sabía si esa parte de su vida personal molestaría a su jefe. Después de todo Zack era el dueño de uno de los hoteles de la competencia.
—Yo... no sé qué decir. No me siento cómoda hablando del tema.
Cattebill asintió sonriendo con los ojos, como si él supiera algún secreto relacionado con ella.
—A veces el amor verdadero es mucho más complicado de lo normal —comentó el hombre observando de nuevo las flores.
—¿Habla por experiencia?
—Exacto. Cuando un hombre poderoso se enamora y pierde la cabeza suceden cosas como éstas —elevó ambas manos en dirección de los arreglos—. En mis tiempos también hice varias locuras.
—¿Por qué habla directamente de amor? Usted conoce lo que sucedió en nuestra boda.
—Porque veo en tus ojos un brillo especial y ayer vi lo miserable que se veía Bale. A un hombre de mundo como él no le pueden afectar cosas banales como los negocios. Si hasta él está orgulloso de ser implacable —soltó una carcajada.
—¿Entonces su punto débil es su corazón?
El hombre asintió levemente moviendo su bigote de un lado al otro.
—¿Por qué me dice todo esto? —indagó con los ojos entrecerrados.
—Porque soy consciente de que eres muy buena en lo que haces y que te perderé si decides regresar con él.
—No había pensado en eso.
—Pues yo sí. Y además soy un viejo sentimental. Prefiero verte feliz en otro lugar que encerrada aquí, mientras alguien más está viviendo la que debería ser tu vida.
Raya estaba a punto de soltar lágrimas. Le agradeció a Cattebill por sus palabras y regresó al trabajo cuando la dejaron continuar.
Dentro de su departamento se encontró con tres bolsas y una caja que tenían impresas una marca muy cara y exclusiva que no se encontraba en el país. Sorprendida y emocionada cerró la puerta, dejó uno de los arreglos de flores que había elegido en la mesita de la sala; y cargó todo lo nuevo hasta su cama. Caminó ansiosa de un lado al otro de la habitación. Se sentía como una adolescente con su primera declaración de amor en una carta, y no se animaba a abrir el sobre.
—Tengo que tranquilizarme —susurró sentándose en la cama y pasando sus manos por sus piernas repetidamente, como si quisiera secárselas por su pantalón—. Bueno ya—se levantó y revisó la primera bolsa.
Encontró una pequeña cajita de terciopelo negro y la abrió. Uno de los regalos consistía en un par de horquillas de diamantes y rubíes. Ella jamás había llevado algo tan costoso en la cabeza. A continuación, acomodó los demás regalos en el otro extremo de la cama. Tenía un hermoso vestido straples de color rosa limonada, un par de zapatos cerrados rojos y accesorios.
Se metió al baño con prisa y se duchó lo mejor y más rápido que pudo. Quedaba muy poco tiempo para que Zack llegara a buscarla. ¿Por qué no podía apartarlo un segundo de su mente? En ese departamento no tenía un espejo de cuerpo completo, así que se conformó con utilizar el espejo del baño. Se maquilló levemente y se pintó los labios del mismo rojo que sus zapatos. Se hizo un recogido con las valiosas horquillas y quedó muy satisfecha con el resultado final.
Bale tocó el timbre y ella le hizo esperar unos minutos para crear expectativa. Cuando abrió la puerta no se sorprendió al ver que Zack estaba muy guapo. A simple vista pudo notar que el traje negro que tenía puesto estaba hecho a medida y su chaleco plateado tenía los botones en una fila perfectamente vertical.
—Estás arrebatadora —sonrió orgulloso de la mujer que amaba.
—Te lo agradezco.
Se quedaron observando el uno al otro sin decir nada por varios segundos más.
—Gra-gracias por los regalos —logró articular al escuchar un sonido que provenía del departamento de al lado.
—No fue nada. Te mereces mucho más.
Ambos parecían tener miedo de acercarse.
—Pasaremos un segundo por la mansión —le explicó al encender el motor.
En su cabeza eso tenía más sentido que llevarla a cenar. Casi olvidaba que él no podía comer como los mortales. Sin embargo, recordaba que durante su noviazgo el azabache le había hecho creer que se había vuelto adicto a su comida casera.
—En la época de nuestro noviazgo salíamos casi siempre a comer —comentó cuando le abrió la puerta para bajarse—. Debiste estar saturado de píldoras roca —llevó su mano al estómago del hombre.
—Valía la pena hacerlo por ti —alejó la mano de la mujer para no descontrolarse.
—En varias ocasiones vomitaba nada más llegar a casa. Son pocas las veces que mi organismo acepta otra cosa que no sea sangre.
—Es bueno saberlo.
Andraya siguió a Zack hasta su despacho. Él la tomó en sus brazos y le dio un beso apasionado que la dejó sin aliento. Se aferró a él como si no quisiera soltarlo jamás.
—Sé que tienes muchas preguntas —Bale le acarició el rostro—porque yo también tengo una.
—Me parece increíble que estemos juntos. Porque lo estamos ¿cierto?
Al azabache no le gustó el brillo de incertidumbre que distinguió en los ojos de Andraya.
—Por supuesto, mijn lieverd. Creo que eso es lo que ambos deseamos: estar juntos —le besó ambas palmas de las manos y se acercó a su escritorio—. Sé que puede parecerte algo muy apresurado, pero necesito que me respondas algo.
La mujer lo notó algo nervioso. Él extrajo la gargantilla de piedras preciosas de un cajón y se la enseñó.
—Esto significa mucho más para los inmortales que un anillo de compromiso. Necesito saber si también quieres un futuro a mi lado ¿Quieres casarte conmigo?
Sí le pareció que estaban yendo demasiado rápido. Pero al verlo parado frente a ella con un rastro de duda no quiso decepcionarlo. El amor que había entre ellos era lo suficientemente fuerte para que decidieran estar juntos por siempre.
—¿A quién realmente le estás preguntando eso? ¿A mí?
Andraya dio una vuelta cambiando a Luna.
—¿O a mí?
Intentó permanecer seria ante la reacción de Bale. Sabía que no estaba siendo justa al querer divertirse a costillas de Zack. Mucho menos en un momento tan crucial como aquel.
El hombre se acercó y le dio un beso en la frente.
—Se lo estoy pidiendo a la mujer que amo. A la que acepto sin importarme cuántas formas pueda tomar.
Luna volvió a cambiar a Andraya. Sus ojos brillaban con anticipación.
—Te amo, Zack —lo abrazó—y claro que acepto casarme contigo —le susurró al oído.
—Me haces el hombre más feliz del mundo al aceptarme. También te amo.
—Lo sé, pero no puedo ponerme la gargantilla. No va con el vestido —lamentó haciendo una mueca.
—No importa. Esta noche solo tendrá que combinar con tu piel.
Ella se sonrojó y tembló de anticipación comprendiendo a su futuro esposo. Zack le dio su antiguo anillo de compromiso y volvió a guardar la gargantilla.
—Ahora ya tenemos una etiqueta —le dijo feliz—. ¿Y por qué tantos regalos hoy?
—Tengo preparada otra sorpresa que dependía de tu respuesta.
La mujer lo besó por largo rato. No entendía por qué el azabache se tomaba tantas molestias pero le encantaba ese lado suyo.
—Ahora cierra los ojos —le pidió misteriosamente.
Ella obedeció y se dejó guiar. Al bajar tres escalones se dio cuenta que la dirigía hacia afuera. Percibió varios aromas mezclados que la confundieron.
—Ya puedes abrir los ojos.
Llevó su mano derecha a su frente al ver la hermosa escena que habían preparado para ella. Un largo caminero de luces blancas terminaba en una estructura de madera que cubría un moderno altar. Había flores turquesas y blancas rodeando la cima de la estructura. Detrás de una mesa perfectamente decorada los esperaba un hombre con traje.
—Tranquila —Zack se puso frente a ella y le limpió las lágrimas—. ¿Te gusta la sorpresa?
—Me en-encanta —dijo tratando de asimilar todo—. ¿Cómo lo hiciste?
—Cobré algunos favores.
Cerca del altar estaban las personas que hubiera puesto en una lista para una boda pequeña y sencilla. Ximena, Ivonne, Tricia la observaban muy emocionadas. También estaban Derek, Contreras, Andrew y Ema.
En la parte trasera de la estructura había una cascada artificial que se perdía entre un arreglo de tulipanes. Zack se había encargado de que todo fuera lo más especial posible. Cada detalle había sido cuidado.
Ronda se acercó por el caminero enfundada en un vestido azul, con sus tacones resonando. Le sonrió a Andraya al entregarle un ramo de rosas blancas y turquesas. Después indicó por su intercomunicador que todo estaba listo. El cuarteto de instrumentos de cuerda que estaba a un extremo, comenzó a tocar la música especial para la ocasión.
Andraya juró que nunca olvidaría la expresión de Bale al tenderle la mano.
—¿Vienes?
—Por supuesto.
La tomó con seguridad y en su mente comenzó a tararear la marcha nupcial. Avanzaron lentamente. La castaña intentó dejar de sonreír tanto, pero no podía. Sentía que estaba en un hermoso sueño del cual no quería despertar.
Cuando llegó el momento, Ivonne le pasó los anillos. Cada uno abrió su corazón en el momento de los votos. Ximena y Derek firmaron como testigos. Una vez terminada la ceremonia, cada uno de los invitados se acercó a felicitar a los novios.
—No puedo creer que hayan organizado esto —le dijo a su madre cuando recibió su abrazo de felicitaciones.
—No estaba segura de que aceptarías, pero algo me decía que fingías estar bien para que nadie se preocupara. Zack fue a verme y me convenció de que haría cualquier cosa para que fueras feliz. Es encantador.
—Lo sé —rió abiertamente—. Aun estoy sorprendida, ya soy una mujer casada.
En ese momento, Bale se acercó y la tomó de la cintura.
—Ya es hora de que me robe a la novia —le besó en la unión del cuello y el hombro.
—¿A dónde iremos? —le rodeó el cuello con los brazos.
—Iremos a nuestra luna de miel.
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