Parte 34

A la mañana siguiente, Andraya agradeció el día soleado. Ximena había sido la única persona que pudo verla después del fiasco de la boda. Ella no le había preguntado nada, simplemente la recibió y consoló durante toda la noche. Se sentía tan agradecida con su madre por no haberla interrogado.

—Te traje un té —Ximena dejó la bandera encima del buró y se sentó a su lado—. En algún momento tendrás que sacar lo que tienes adentro.

—Lo sé —pasó su mano derecha por su cabello—. Lo de ayer fue... es complicado... —no supo cómo continuar.

—¿Fue de mutuo acuerdo? —le acarició la mejilla como solía hacerlo cuando se enfermaba.

La castaña negó con pesar.

—Pero él no llegó.

—Creo que esperó a que yo estuviera cerca. Es muy orgulloso, no se habría quedado en el altar a esperarme.

—¿Por qué no arreglaron sus cosas antes?

—No fue su culpa, fue mía —se destapó y se levantó por el otro lado de la cama—. Yo... me di cuenta de que lo que sentía no era suficiente.

—Te veías tan feliz a su lado.

Lo era, demasiado.

—No fue suficiente y ahora tengo que arreglar todo — comenzó a buscar ropa para cambiarse—. ¿Te molestaría que me quedara un tiempo por aquí? Por lo menos hasta que solucione mi vida.

—Por supuesto que no me molestaría, ésta siempre será tu casa.

—Te lo agradezco.

Dos días necesitó Andraya para animarse a salir de la cama. Su corazón estaba roto. Lo peor de todo era que ella era la culpable. Quizá hubiera sido mejor posponer la fecha de la boda por más tiempo. ¡Que tonta había sido! En Venezuela había tenido la oportunidad de convencer a Zack para alargar más el compromiso.

El hombre de la concesionaria de autos no se mostró del todo convencido cuando la castaña le explicó que quería cambiar su auto por otro menos llamativo y más barato. De esa forma, iba a conseguir un poco de dinero para pagar las deudas que había acumulado, ya que sus pocos ahorros se verían reducidos a la nada, una vez que presentara su dimisión.

Inspiró hondo para darse valor antes de ingresar al hotel. Esperaba que Zack no hubiera ido a trabajar ese día. Las personas que estaban en la recepción la saludaron con sorpresa y se sintió en una obra teatral a medida que avanzaba hacia su oficina.

Le aliviaba saber que su renuncia no causaría tanto revuelo, debido a que ya estaba prevista su ausencia por el plazo de una semana. Inesperadamente, la jefa de recursos humanos no quiso aceptar su carta de dimisión y le dijo que debía pasar por la oficina de Zack.

Una vez frente a la oficina de su ex novio, golpeó la puerta con sus nudillos dos veces. El azabache le indicó del otro lado que podía pasar y ella obedeció fingiendo que se sentía estupenda.

—Buenos días. No te quitaré mucho tiempo —dejó en el escritorio la carpeta que contenía su carta de renuncia.

Zack observó la carpeta sin ánimos de abrirla.

—¿Cómo te sientes? —con un gesto de la mano le pidió que tomara asiento.

—No es el mejor día... Creí que no querrías verme.

A Andraya le dolía mucho tener a Zack enfrente. Habían terminado después de haberse sentido tan unida a él. Si hubiera sabido que la noche de su despedida sería la última que pasaría con él, no habría asistido al bar y se hubiera quedado en los brazos de Zack toda la noche. Lo quería demasiado y eso le afectaba. Habían pinchado su burbuja de felicidad. Cerca de Zack se sentía normal, se sentía querida.

—No llegué a la ceremonia de nuestra boda. Esperaba que te mostraras furiosa conmigo —confesó al no poder descifrar la expresión de la mujer.

Ella se quedó con la boca abierta, sin estar segura de haberse despertado esa mañana.

—Fuimos unos cobardes —sonrió bajando la mirada.

—¿De qué hablas?

—Yo tampoco llegué. No te eches toda la culpa.

Bale necesitó unos segundos para asimilar la noticia. Él tenía un motivo con mucho peso para explicar su ausencia. Minutos antes de salir de la mansión, su padre había ido a visitarlo y le había ofrecido algo que no había podido rechazar: una oportunidad de vida para Andraya. Al principio se había negado porque estaba seguro de que él podía hacerla muy feliz antes de asesinarla, pero después había recordado la mirada de ilusión que había observado en la castaña cuando habían pasado frente a una tienda de prendas para bebés y niños pequeños. Él había visto el destello de anhelo maternal que su prometida había querido ocultarle.

Ella merecía tener una verdadera familia. Merecía tener varios niños a su alrededor saltando y riendo con vitalidad. Zack estaba más que seguro de que ella sería una estupenda madre.

En fin, sus motivos estaban justificados. ¿Cuáles habían sido los motivos de Andraya? ¿Se había arrepentido a último momento? ¿Le había dado un ataque de ansiedad? ¿Alguien la había convencido para que no llegara? A menos que...

—Si ya no sentías lo mismo...

—No —Andraya lo interrumpió—.  No quiero que dudes de mis sentimientos. Mis motivos fueron otros...

—¿De qué estás hablando? —se acercó a la castaña y la hizo ponerse de pie.

—No puedo... —sacó de su bolso la gargantilla y el anillo de compromiso que él le había obsequiado.

—Puedes quedarte con ellos, no los volveré a necesitar. No encontraré a otra mujer como tú.

¿Por qué se lo hacía tan difícil? Solo tenía que aceptar la carpeta y dejarla ir.

—No los quiero. No me ayudarán a olvidarte.

Zack tomó las joyas y las dejó encima del periódico. Andraya se fijó en que una foto suya acompañada del azabache ocupaba casi toda la primera plana de un conocido periódico.

—La versión oficial dice que te dejé plantada —comentó al ver que ella había leído la tapa.

—No sucedió de esa forma —se angustió.

No quería que él se llevara toda la culpa de lo sucedido en la boda. Quería compartir la responsabilidad del fiasco. Andraya se volteó con lágrimas en los ojos. Zack se había llevado todo el peso de lo que había sucedido el día anterior—. Hablaré con un contacto de la prensa y limpiaré tu nombre.

—No tienes que hacerlo.

—Que los demás piensen que me dejaste plantada en el altar puede dañar tu imagen y disminuir significativamente tu reputación internacional. Eres un hombre influyente y no quiero que pierdas tu credibilidad.

—No servirá de nada. He asumido las consecuencias ya que no me importa lo que piensen de mí. Además, digan lo que digan en las noticias, los que piensan que te dejé plantada lo seguirán pensando, sin importar lo que hagas.

—Lo siento. Prometo que no volveré a interferir en tu vida.

—Tú no tienes que renunciar —volvió a mirar la carpeta que estaba en su escritorio—. Has demostrado que puedes separar lo personal de lo profesional. Sé que te encanta tu trabajo.

—No puedo quedarme —lo miró con ojos suplicantes, quería que la dejara ir sin pedirle que se quedara—. Tengo que continuar con mi vida y tú debes hacer lo mismo. Es por eso que me alejo. Yo...

—Las cosas podrían volver a ser como cuando nos conocimos.

—Jamás volverá a ser igual. Y no quiero más propuestas —le rogó.

Ella sabía que si Zack quería seguir teniéndola cerca incluso podría ofrecerle la dirección total del hotel, lo cual implicaba que él se apartaría del puesto, estando seguro de que la podría encontrar siempre en el mismo lugar. Aquella situación no iba a ayudarlo a rehacer su vida. Andraya quería que él lo hiciera de inmediato.

No le importaba que su propio corazón se rompiera aún más en el proceso, solo quería verlo ser feliz y asegurarse de no haber interferido demasiado en su verdadera felicidad. Así podría morir sin remordimiento en caso de que fallara el periodo de prueba que le asignaron.

—Te entiendo. Lo nuestro hubiera funcionado si fuéramos personas diferentes. No mereces la vida que yo iba a ofrecerte...

Ella no replicó porque era mejor dejar las cosas como estaban. Ambos habían tenido motivos fuertes para no presentarse ese día. Mientras se encontraba desprevenida, el hombre intentó besarla. En el cuarto intento, no se resistió y lo besó como despedida. Ese beso la iba a acompañar siempre. Lo guardaría en el lugar más importante de su corazón. Porque había elegido quedarse en el país y enfrentar lo que había sucedido a desaparecer y dejarlo pensar que lo odiaba.

—Mandaré a alguien por mis cosas.

Como la castaña había cambiado esa mañana su número de celular, se sorprendió cuando recibió una llamada. Solo una persona sabía su nuevo número. Se apartó de inmediato y llevó su mano a la altura del corazón de Zack como despedida antes de retirarse.

—¿Diga? —atendió la llamada.

—Te espero en la casa de Alucar —habló Edigar con voz muy seria.

—Voy enseguida.

Como lo había predicho, la urgencia del llamado de Edigar se debía a una mala noticia. El renegado había aprovechado el ajetreo de la noche anterior para encontrar otra víctima.

—La víctima se llamaba Luis Morton —informó Noctua—.  Atacó en los límites de Colombia. El azaba no lo detectó lo suficientemente rápido.

Luna tocó la imagen de la proyección sin poder imaginarse el dolor que estaría sintiendo la familia de Luis.

—¿Cuántos años tenía?

—Cuatro años. El renegado lo raptó de su habitación que estaba en el quinto piso de un edificio con poca vigilancia. Lo encontraron unas horas después entre la basura de una cloaca. Y antes de que lo preguntes —se dirigió a Luna—, en el acta de defunción figura como causa de muerte asfixia.

Ella asintió recordando que había leído que los colmillos no dejan marca visible para los mortales. Solo los inmortales podían distinguir el color amarillento que se formaba en los cadáveres cuando los colmillos eran retirados de la piel sin vida.

—Lo asesinó para llamar nuestra atención —habló Edigar.

—Para llamar la atención de un noctividus —corrigió Luna—. ¿Te has sentido vigilado en algún momento?

—No.

Edigar cerró los ojos y frunció el entrecejo para concentrarse. Había varias cosas que no tenían sentido. Si el renegado quería que los demás noctividus sufrieran como él, ¿qué haría después de asesinar a todas las parejas mortales? ¿Seguiría con los casos de aroma especial de los inmortales que aún no habían sido convertidos?

—¿Qué podría querer de ti? —se interesó la mujer.

—Eso tengo que averiguarlo.

Luna se dio cuenta de que ya era hora del almuerzo y se retiró. Le había prometido a Ximena que regresaría para esa hora. Caminó hasta una estación de servicio cercana, se cambió en el baño y se subió al auto que había dejado estacionado allí.

Andraya no pudo ocultar su sorpresa al ver que Ivonne y Tricia la estaban esperando en la casa de Ximena. La abrasaron y la interrogaron hasta que estuvieron seguras de que estuviera bien, sin deseos de suicidio o venganza.

—Puedes regresar al departamento —ofreció Ivonne sin dejar de preocuparse.

—No puedo. Ya tienes tu vida planeada y no me sentiría bien interrumpiendo que todo siga su curso —le explicó cuando sus amigas se sentaron a la mesa y la castaña ponía los cubiertos.

—No tengo apetito —se disculpó Tricia con Ximena cuando vio la comida—. No es fácil estar embarazada.

Las otras tres mujeres asintieron sin tener real experiencia en el tema. Tricia se conformó con un té de manzanilla ya que sus horas de comidas habían cambiado radicalmente.

—Quiero informarles que he renunciado...

—¿Fuiste al hotel? —preguntó una sorprendida Ximena.

—Así es. Incluso hablé con Zack —comentó antes de llevarse un gran trozo de carne a la boca.

—¿Y? —preguntaron las tres al mismo tiempo—. ¿Qué pasó? —se impacientó Ivonne cortando la pasta.

—Hablamos unos minutos y quedamos bien. No me odia ni yo a él. Ambos trataremos de continuar con nuestras vidas —suspiró algo cansada—. Les agradecería que me crean cuando les digo que estoy bien y voy a salir adelante. Lamento hacer que pasen por eso...

—Si necesitas ayuda no dudes en buscar a alguna de nosotras —su rubia amiga le tocó el brazo—. Tengo experiencia en rompimientos.

—Gracias —sonrió—pero me enfocaré en encontrar algún otro trabajo que me guste. Tengo algunas ideas...

Después cambiaron el tema de conversación a uno más animado. Las risas simultáneas llenaron la habitación y aliviaron momentáneamente el corazón y la mente de la castaña. Hacía mucho tiempo que no tenía una reunión como esa con sus amigas. El estar con ellas le recordó que hizo bien al aceptar quedarse y no arriesgarse a permanecer encerrada en un lugar desconocido.

Esa tarde, cuando revisó sus mensajes en su agenda electrónica se sorprendió al descubrir que tenía varias ofertas de compra por sus acciones del hotel. Al parecer todos habían asumido que después del fracaso de la boda ella querría verse totalmente desligada de cualquier hilo que la siguiera relacionando con Zack.

—Tienen mucha razón —susurró estudiando las ofertas.

Inmediatamente, concertó una cita con su abogado para la mañana siguiente y le envió por correo electrónico todas las ofertas. De pronto, sintió unas inexplicables ganas de dormir y le bastó con cerrar los ojos para sumergirse en el mundo de los sueños.

Puntos verdes centellearon cerca de un árbol muy grande y viejo. Caminó siguiendo un sendero de piedras rojas que estaba bordeado por niebla. No había estrellas esa noche, ni siquiera la luna parecía querer estar presente. El sonido de las cigarras y los grillos se escuchaba a lo lejos.

—¿Hay alguien aquí? —preguntó y el eco de su voz le respondió.

Se acercó al árbol y se sentó en una gruesa sección de raíz que sobresalía del suelo. La niebla empezó a disiparse revelando un arroyo con aguas caudalosas. Se acercó para ver su reflejo, pero no pudo ver nada. Las luciérnagas se acercaron para ayudarla con la luz pero seguía sin reflejo. Al mirar sus manos se percató de que estaba con el cabello color chocolate.

Intentó cambiar a Luna, pero no lo logró. ¿Qué significaba todo aquello? ¿Por qué su cuerpo no reaccionaba a las órdenes de su cerebro? Se sumergió en el arroyo y se vio transportada al momento en que le realizaron las pruebas en el extraño laboratorio inmortal.

El sueño se cortó cuando cayó al suelo. Al parecer había estado rodando en la cama. Al intentar levantarse se golpeó la cabeza con el buró haciendo que el vaso de agua que Ximena solía dejarle encima, cayera sobre ella mojándole la remera del piyama. Pateó las sábanas que se habían enredado en sus piernas y se levantó. Abrió la cortina verde que cubría la ventana y sonrió al ver que estaba amaneciendo.

Se tomó el tiempo para ducharse y elegir la ropa que usaría. Al final se puso una falda roja con detalles negros y una camisa rosa. Tenía mucha suerte de que varias personas quisieran comprar sus acciones, eso le facilitaría las cosas.

Sebastián Contreras ya la estaba esperando cuando llegó a la cafetería que estaba cerca de su casa. Él había elegido una mesa apartada para que pudieran charlar con tranquilidad.

—Me alegra ver que te encuentras bien después de lo de la boda.

—Eso intento —sonrió—, pero no estamos aquí para hablar de eso.

—He analizado cada una de las ofertas y tienes que saber que la mejor que tienes es la que ha hecho tu ex prometido. No sé cómo se ha enterado, pero me ha enviado la oferta directo a mí.

Andraya tomó la hoja que le pasó su abogado y leyó detenidamente el contenido. Contuvo la respiración al ver la gran cantidad de dinero que le ofrecía por su minúsculo porcentaje de participación.

—Como tu abogado es mi deber informarte que es la mejor oferta que podrías recibir. Está muy por encima del valor de las acciones.

—Bien sabes que esto no se trata del dinero, sino de cortar toda relación con Zack —le regresó la hoja.

—Bien —asintió pasándole la segunda mejor oferta—. El señor Albert Brett es de Dale, Oklahoma. Ha estado intentando comprar acciones de algunas de las empresas Bale y esta es la primera oportunidad en mucho tiempo. Casi ningún miembro quiere vender las acciones debido a los ingresos que están garantizados a largo plazo. Aunque el hotel de aquí no es una de las grandes empresas, es suficiente para que Brett pueda entablar conversación con Zack y de esa forma llegar a Nithan.

—Mi rompimiento beneficiará a alguien. Puedes iniciar...

—Un momento —le interrumpió Sebastián—. La compra tiene un pedido especial. El señor Brett es un hombre muy tradicional y quiere cerrar el trato en persona.

—De acuerdo.

Andraya ordenó un café antes de continuar.

—El tema es —continuó el rubio— que la señora Brett está enferma y su esposo no puede viajar hasta aquí. Está dispuesto a pagar los boletos de avión y hospedarnos en su rancho.

—¿Crees que es conveniente aceptar esa oferta?

Contreras asintió convencido. Además de la buena suma de dinero que ofrecía Brett, le daba la oportunidad a Andraya de alejarse y distraerse.

—Si aceptas tendremos que salir en dos días y nos quedaremos en Dale todo el fin de semana.

—Me parece bien.

—Entonces le informaré al abogado de Brett.

—Te esperé anoche —le dijo Alucar cuando sintió su presencia—. Imagino que sigues molesta por la cancelación de tu boda.

Luna ingresó sin expresión alguna a la habitación. Por supuesto que seguía molesta porque no le habían dejado casarse a Zack. No podía negar que Alucar había tenido razón, ya que si ella hubiera asistido a la boda se hubiera llevado una gran decepción.

—No he venido a hablar de eso. Al parecer hay reglas que desconozco acerca de mi caso, así que quiero saber si tengo prohibido viajar fuera del país.

Alucar la observó con intriga antes de contestar.

—Puedes hacer casi todo lo que quieras.

—A excepción de casarme con Zack —entrecerró los ojos.

—Según he leído en el periódico, Zack se echó la culpa de todo al dejarte plantada.

Luna esperaba que el viejo no se hubiera enterado de eso.

—Sigo sin querer hablar del tema—hundió su rostro entres sus manos—. Es posible que tenga una crisis de identidad momentánea. No puedo ser yo misma, solo la mujer que ustedes quieren que sea. Tengo suficiente con mi lado inmortal.

Alucar le explicó que ella no podía esperar que los inmortales supieran algo acerca de su caso cuando éste era el primero en la historia. Incluso dejó claro que si llegaban a descubrir otro caso como el suyo, a ella la utilizarían como rata de laboratorio.

Luna rezó mentalmente para que nadie pasara por la misma situación. Deseaba ser el único caso. Deseaba ser libre. Una persona que no debía notificar cada paso que daba. Una mujer que pudiera enamorarse de cualquier hombre y tener una relación estable. Quería poder confiarle a alguien todos sus secretos.

No podía evitar pensar en Zack. A él lo había elegido para compartir su incierta vida. Una oleada de tristeza la golpeó al recordar que no había sido solo su culpa que la boda no se hubiera realizado. Hasta ese momento no se había dado cuenta de lo mucho que le había afectado que Zack no se hubiera presentado. Había evitado ahondar el asunto en su mente hasta ese momento.

La llegada de Noctua la distrajo. Él tenía una nueva pista: el renegado había sido visto por la capital de México. Alucar los dejó solos. El inmortal trajo una cajita blanca y se la entregó a Luna.

—¿Qué es? —preguntó al abrirla.

—Es una medusa. Sirve para que el azaba te registre —le enseñó una pequeña pirámide que tenía un botón en la base.

—Sólo indicará tu posición cuando esté encendido.

Luna apretó el botón y la pirámide se iluminó con humo de color rosa.

—¿Es cristal? —interrogó pensando en lo mucho que tenía que cuidarlo.

Noctua le tendió la mano para que le pasara la medusa y ella ahogó un gemido cuando vio que él arrojaba el aparato al piso con toda su fuerza. La medusa no se rompió.

—El mineral utilizado fue encontrado cuando construyeron la fortaleza bajo la superficie del mar.

Luna escuchó atentamente la historia de la fortaleza. Al principio la habían construido como un refugio contra los mortales, pero después la habían utilizado como laboratorio. Actualmente la fortaleza tenía cincuenta y ocho mil kilómetros cuadrados de superficie. Habían extendido la construcción con el motivo de trasladar la Unidad de Entrenamiento de Noctividus (UEN) hasta allí. Los inmortales mayores a veinte años que soñaban con ser noctividus se inscribían para ser parte de un grupo que cada dos años ingresaba a esa unidad. Las pruebas de admisión eran muy intensas y un porcentaje muy bajo lograba ingresar y, aún más pocos llevaban a término el entrenamiento.

Holaaa de nuevoo ¡Sí! Otra actualización  😊😀
Sigo en época de exámenes, así que probablemente nos leeremos el martes 🙆
Gracias por sus lindos comentarios ❤❤

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top