Parte 22
Alucar parecía algo preocupado y eso no debía ser una buena señal. Era la primera vez que parecía estar conteniéndose para decir algo, a Luna le intrigaba saber si ese algo tenía relación con ella. Se hundió más en el sofá esperando que el hombre dijera lo que estaba pensando.
—¿Qué está sucediendo?
—Hay un asunto que requiere mi atención y debo viajar al extranjero de inmediato. Si necesitas algo puedes hablar con Edigar o buscar a Noctua.
La pelirroja hizo una mueca de disconformidad. Si podía elegir, entonces iba a optar por Edigar. Noctua le parecía demasiado reservado y no se mostraba muy abierto a ayudarla. Además Alucar le había dicho que el inmortal sentía odio hacia los mortales. Ella no se sentía cómoda estando al lado de alguien así.
Por otro lado, el hecho de que Alucar estuviera obligado a ausentarse le preocupó al pensarlo con más detenimiento. Casi pensó en ofrecer su ayuda, se detuvo al recordar que su mentor era mil veces más sabio que ella. Aun así, en otro lugar del mundo había un asunto más importante que averiguar cómo la sangre de Noctua le había devuelto la vida.
—Está bien. ¿Cuánto tiempo estarás fuera?
—Eso no lo puedo predecir, es un asunto complicado.
—Vete tranquilo. Me portaré bien y nadie te llevará quejas sobre mí.
Luna percibió el sonido de algo metálico chocando contra el piso. No estaban solos en esa casa.
—Es Noctua —Alucar se adelantó respondiendo a la pregunta que ella había pensado formular—, quizá deberías hablar con él. Se encuentra en el sótano, tratando de mejorar su prototipo de azaba.
—¿Él construyó esa cosa?
—Sí. Es muy hábil con las máquinas.
Luna contuvo una carcajada. Noctua era un nerd. Pensándolo bien, ¿quién no sería un sabiondo teniendo más de una vida para estudiar?
Su intento de sorprender al inmortal se vio afectado por el chillido que emitió la madera de los escalones que daban al sótano. Era la primera casa que conocía que tenía sótano. La habitación era de diez por ocho metros y las paredes eran de piedra. Tres tubos fluorescentes verdes colgaban en paralelo en medio de la habitación. Noctua estaba sentado en una silla de hierro, dándole la espalda, y se inclinaba hacia adelante trabajando en lo que Alucar le había dicho minutos antes.
—Hola —saludó sin obtener respuesta.
—Estoy ocupado.
—¿Por qué la luz verde? —interrogó ignorando el evidente mal humor del hombre.
Noctua dejó lo que estaba haciendo y se volteó, algo fastidiado.
—Apaga éstas y enciende las luces blancas —apuntó a los interruptores que estaban cerca de la escalera.
Luna obedeció rápidamente, tenía mucha curiosidad. Cuando la luz blanca arrasó con la habitación, fue como encontrarse en un día de mucha niebla. La visibilidad era escasa como si estuvieran en un bosque de alguna película de terror.
—Vuelve a encender la luz verde.
Siguió esa instrucción y saltó del susto al voltearse, pues Noctua había aparecido frente a ella.
—Este lugar fue una pista de entrenamiento hace varios años. Desarrollada para inhibir nuestros sentidos. Este es un lugar seguro, en especial para ti.
—¿Para mí?
—En este lugar solo necesito la mitad de las dosis para controlarme en tu presencia. El punto es que si llego a beber tu sangre es seguro que mi tiempo se habrá acabado y si no tienes suerte, lo mismo sucederá contigo.
—No comprendo bien, ¿por qué hablas de suerte?
—Tu sangre aún no ha sido estudiada, no podemos determinar la velocidad con la que el veneno que hay en ella pueda actuar. Si bebo de ti, existe la posibilidad de que aún esté lo suficientemente lúcido para beber hasta la última gota.
Luna no quería que sucediera eso. En cierta forma, admiraba a Noctua por pelear en contra de sus instintos, aunque lo estuviera haciendo sin pensar en el bienestar de ella, sino en el propio.
—Comprendo. Trataré de leer los veinte libros que me faltan lo más rápido posible, así estaré lista para que me acepten.
—No seas tonta, no te tomarán un examen. No debes preocuparte por los estúpidos libros, lo único importante aquí es que pondrán a prueba tu lealtad hacia nuestra raza.
—¿Por qué odian tanto a los humanos?
—¿Conoces la historia de nuestro origen? Alucar debió mostrarte el cuento para niños.
—Lo hizo, pero...
—Los humanos nos hicieron lo que somos, nos hicieron criaturas débiles sedientas de su sangre. Nos condenaron a luchar contra nuestra naturaleza. Y son tan idiotas... —sonrió de medio lado—, por sí solos no podrían descubrir nuestro secreto ¿y sabes por qué?
Luna negó con la cabeza.
—Porque por más brillantes que sean, solo piensan en buscar cosas ocultas y nosotros estamos frente a ellos. Los matamos en sus narices para alimentarnos y luego inventan mitos y leyendas ridículos para justificar su ignorancia.
Ella se sentó en el suelo justo donde estaba.
—Yo... no podría hacer lo que dices. Tal vez fue un error el que mi sangre aceptara a la tuya...
Noctua empezó a sentirse incómodo.
—¿Y si vas a llorar a alguna otra parte? Estoy ocupado.
Luna lo observó con incredulidad. El inmortal que estaba enfrente no conocía el concepto de consolar a alguien. Se limpió las lágrimas antes de levantarse de nuevo. Estaba enfadada. Así que esperó que él regresara con su trabajo para poder llevar a cabo su pequeña venganza: apagar los dos interruptores y dejarlo en la oscuridad.
El plan no salió como hubiese querido ya que no pudo avanzar al siguiente escalón de madera al sentir que su pie estaba atrapado en la mano del inmortal. Le parecía increíble que hubiera podido escuchar el choque de la silla de hierro contra el piso y a la vez sentir que impedían su avance.
Un segundo después, la luz verde volvía a estar encendida y Noctua continuaba trabajando en su aparato.
—Podría seguir toda la noche, pero la próxima no será solo un golpe lo que recibirás —le advirtió—. Actúa como alguien madura, ¿quieres?
—Creo que tu habilidad especial no es precisamente la consideración. Por cierto, ¿por qué trabajas aquí abajo? Nunca antes había percibido tu presencia.
Él se levantó y empezó a guiar a la mujer fuera del sótano. La hizo sentarse en la biblioteca y se recostó por el escritorio.
—En serio estoy muy ocupado y ya casi son las cuatro de la mañana. ¿Qué te parece si te respondo lo que preguntaste y desapareces de aquí?
—Bien.
Noctua resopló.
—Trabajo en un nuevo azaba. El noctividus de la zona adyacente a la mía ha reportado una muerte por alguien sin permiso para cazar. Perdió su rastro en el límite de mi territorio. Necesito que el azaba sea más efectivo y lo hago aquí porque si cometo un error, la casa podría explotar. Si eso sucede, sería más fácil que sucediera aquí y no en la ciudad.
—Ah... ¿puedo hacer más preguntas?
—No. Ya te lo dije. Necesito que me dejes trabajar.
Luna se retiró desilusionada. Dio varias vueltas antes de llegar a su departamento ya que no confiaba en Noctua. Él podía seguirla y empezar a investigar su identidad.
—Hablamos luego —Andraya colgó el teléfono y tomó un chocolate.
Esa mañana Ivonne había recibido por ella una caja de chocolates sin remitente. La castaña pensó que los chocolates podrían venir de Zack, y los llevó a la oficina para comerlos cuando tuviera hambre.
Cerró los ojos para saborear mejor el regalo. Sabía muy bien y tenía un relleno de un sabor peculiar que no pudo reconocer. Inmediatamente, sintió una horrible sensación en el estómago y cómo lo que había comido subía por su esófago. Algo mareada, caminó hacia el baño. La habitación dio una vuelta brusca y sintió el golpe de su cabeza contra el piso.
La oscuridad la rodeó inmediatamente.
Una voz lejana resonó débilmente en su cabeza. Intentó luchar para regresar más rápido a la realidad mas no pudo hacer nada. Podía distinguir que alguien la llamaba una y otra vez. No sentía su cuerpo, no podía imaginar dónde estaba.
—Andraya.
Esta vez escuchó más claro y tuvo la fuerza para abrir los ojos. Sintió algo de alivio al encontrarse con los ojos azabaches de Zack. Él estaba inclinado hacia ella y la observaba con preocupación. Estaba recostada en el sofá de su oficina. Un escalofrío le devolvió la sensibilidad.
—¿Te encuentras bien? —preguntó él con paciencia.
—¿Qué sucedió?
—Ivonne intentó comunicarse contigo. Tuve que atender la llamada porque insistía demasiado y me preguntó si te encontrabas bien. Al parecer recibiste unos chocolates especiales esta mañana. Me dijo que tuvo una fuerte reacción al comer uno de ellos y quería advertirte.
A pesar de que no se sentía bien, la castaña sonrió.
—Comí un chocolate solamente —mintió rápidamente.
—La caja está vacía.
—En el camino se me cayeron los demás chocolates.
Zack levantó la cabeza y asintió a alguien que estaba en el umbral de la puerta. Ella intentó ver de quién se trataba pero no pudo, estaba débil.
—El doctor del hotel te revisó y dijo que no habría riesgo en el caso de que hubieras vomitado.
—Eso hice. Perdí el conocimiento después de salir del baño.
No podía confesarle que había comido toda la caja y que ni siquiera había llegado a entrar al baño. Había sentido un mini paro cardíaco al escuchar que el doctor del hotel la había examinado. Asumió que no había hallado nada diferente en ella porque ya se lo habría comentado.
—Yo... pensé que tú me enviaste los chocolates —le confesó.
—Acostumbro enviar notas.
—¿Eso quiere decir que ya me habías enviado algo?
—Un par de cosas —admitió.
Si no le hubiera dicho que había vomitado minutos antes, lo habría besado. Zack no dejaba de sorprenderla. La ayudó a incorporarse lentamente y se dio cuenta de que la puerta parecía haber sido forzada. En ese momento recordó que se había encerrado con llave para que no la interrumpieran mientras comía los chocolates.
¿Cómo es que no te conocí antes?, pensó al ver la preocupación en los ojos azabaches.
—No estaba en el país, mijn lieverd —le acarició el rostro.
Había pensado en voz alta de nuevo. Su subconsciente la había traicionado. No quería que él llegara a leerla porque podría darse cuenta con facilidad de que ocultaba algo. Su vida se había reducido a una obra de teatro donde ella interpretaba a una mujer interesada solo en el trabajo. Ya no era así, ni siquiera se sentía como Andraya Caro, pero tampoco como Luna.
Zack se retiró cuando el doctor López regresó para asegurarse de que ella se encontraba mejor. No podía evitar sentirse nerviosa durante el control de rutina. Tenía muy presente que no era una mortal común y corriente. Después de convencer al doctor que consultaría con su médico de cabecera, Andraya tuvo un momento a solas. Aun debía terminar de recolectar algunos datos de los huéspedes más recientes del hotel para terminar su tabla de contraste.
A las diez de la noche, Zack dio un último recorrido por las oficinas antes de retirarse. Al pasar por la oficina de Andraya, se percató de que la puerta seguía forzada y había luz en el interior. Pudo escuchar que la mujer que estaba dentro maldecía por lo bajo mientras tecleaba en su computadora.
—No deberías quedarte hasta tan tarde —dijo al entrar.
—Lo sé. Es solo que algo muy importante se me pasó por alto y necesito solucionarlo. Lo extraño es que he tratado de comunicarme con varias personas y no he podido. La línea interna debe tener problemas —asumió.
—Son las diez de la noche, no hay nadie más trabajando en este piso.
La mujer levantó la vista sorprendida. Se había enfrascado demasiado en encontrar una solución y no se había dado cuenta de que ya había anochecido.
—¿Cuál es el problema?
Ella se revolvió el cabello algo cansada.
—La semana que viene debemos abonar los impuestos inmobiliarios. En nuestro presupuesto no se contempla la cantidad de dinero que necesitamos, ya que tu padre se encargaba de alivianar los gastos.
—¿Quieres decir que el hotel no se sustenta por sí solo?
—Sí. Hace unos años aún no estaba preparado para hacerlo. Estaba tratando de ajustar nuestros números, pero necesito hablar con uno de los administradores que llevan esa parte.
—¿De cuántas cifras estamos hablando?
—Nueve —dijo haciendo un mohín—. El monto no sería un problema si hubiera estado previsto. Lo siento.
Bajó la cabeza avergonzada. Deseaba que ese fuera un mal sueño. No se había dado cuenta de algo muy importante y estaba dispuesta a pagar las consecuencias. El hotel no podía dejar de pagar sueldos ni disminuir la calidad de sus servicios. La única alternativa estaba en convencer a los accionistas de que prescindieran de sus jugosos beneficios por un mes. Y ella iba a hacerlo, iba a encontrar los argumentos necesarios para que su empleo no se viera comprometido.
—Una falla tuya, es también mía —le dijo tranquilo—. Lo arreglaré.
Andraya negó con la cabeza.
—Recuerdo lo que me dijiste cuando comencé a trabajar para ti. Me pediste que te molestara mínimamente.
—Las cosas han cambiado. No tienes que hacerlo sola. ¿Qué tienes pensado?
Zack quería saber si Andraya estaba preparada para enfrentar esa situación. Para él no representaba ningún problema poner el dinero de su bolsillo. La moneda extranjera era mucho más fuerte que el guaraní en ese momento y podía aprovechar esa ventaja, considerándolo como una donación. De esa forma le daría tiempo al hotel para que solventara los gastos de la ampliación del área este de recreación donde se estaba construyendo un arroyo artificial.
—Convocaré a una junta urgente y hablaré con los accionistas —respondió cerrando los ojos y esperando alguna negativa.
Sintió que giraban la silla, seguido de los labios del hombre sobre los suyos. Se irguió un poco más para que Zack no tuviera que agacharse, pero no funcionó. Él la tomó entre sus brazos para seguir con el contacto. Secretamente, adoraba sus besos inesperados en la oficina. Sus piernas le fallaron de nuevo cuando se percató de que el aroma de Bale se estaba impregnando en ella.
—No es necesario. Yo me encargaré de esto —dijo al terminar el beso.
—Pero yo...
—Lo único que tienes que hacer es encargarte de que el hotel esté preparado para llevar los gastos del próximo año en adelante.
—Yo no te recomendaría que salieras esta noche —Edigar la distrajo del libro que estaba leyendo.
Él se sentó a su lado con una taza de café en las manos. Se habían reunido en la casa de Alucar a pedido del policía. Luna había escuchado atentamente la información que Noctua no había sido capaz de comunicarle personalmente: había un inmortal que estaba matando mortales sin autorización en la zona adyacente a la de Noctua. Ninguno de los noctividus que estaban cerca pudo dar con el culpable. Ella debía estar precavida porque cabía la posibilidad de que el asesino merodeara por la ciudad y percibiera su peculiar aroma.
—Pero está lloviendo.
—Solo te informo lo que Noctua ordenó.
—Quizá él no estaba pendiente del pronóstico del tiempo.
Edigar sonrió y la miró como si se tratara de una niña pequeña. Eso no le agradó para nada a la mujer. No le gustaba que la trataran como si fuera una adolescente. Además, recordaba que incluso el hombre que tenía enfrente se había inclinado para besarla al final de la cena que habían tenido hace tiempo, y ella se había apartado. Él la había tratado como una mujer, se había sentido atraído por ella. ¿Por qué el cambio abismal en el trato? Quería que la trataran como una igual, se estaba esforzando para merecerlo.
No en vano había quemado todas las etapas para llegar a dónde estaba.
—Puedes regresar como Andraya.
—No. Eso sería arriesgado. Necesito un poco de confianza. No hay pruebas de que el renegado esté cerca y además la lluvia es perfecta cubriendo cualquier rastro. No se percibe nada.
—¿Quieres que vaya contigo? —se ofreció.
—No es necesario. Lo haré sola.
—Mañana iré a verte con la información que consiga de los chocolates que te enviaron.
Dejó el libro en el lugar en el que lo había encontrado y salió emocionada. Había empezado a llover minutos después de haber llegado allí, así que sería su primera caminata bajo la lluvia como inmortal.
Los truenos y los relámpagos anunciaban que no se trataba de una simple llovizna y que esa mañana muchas personas llegarían mojados y retrasados a sus trabajos. Por lo menos las avenidas principales ya no se convertirían en caudalosos ríos como sucedía varias décadas antes. El sistema de alcantarillado funcionaba perfectamente, si no se tenía en cuenta la infestación de ratas que se había dado tres años antes.
A esa hora de la madrugada las calles estaban desiertas. Caminó alrededor de una de las plazas principales que estaba totalmente enrejada. Le pareció extraño que el gran candado de la entrada estuviera abierto. Quizá algún vagabundo había entrado pensando en refugiarse de la tormenta.
Luna se apresuró a ingresar a la plaza, si estaba en lo correcto podría ayudar a esa persona para que llegara a un refugio. La iluminación del lugar era demasiado escasa. Un camino de piedra conducía a los columpios, la calesita y los sube y baja. Los árboles que rodeaban la zona de juegos para niños eran tan grandes y frondosos que disminuían considerablemente la cantidad de lluvia que caía sobre ella. A la derecha, había una pequeña cancha de fútbol. Algo se movió a un costado de las gradas y se acercó a averiguar sigilosamente.
Solo cuando vio de frente lo que sucedía debajo de las gradas, supo que el extraño sonido que había escuchado no se le borraría nunca de la cabeza. Un gemido involuntario escapó de sus labios y se tapó la boca con ambas manos en vano. Noctua se había dado cuenta de su presencia y la observó por unos segundos como si no la reconociera, y en ese momento ella odió reconocerlo a él. Sus ojos se veían vacíos y siniestros.
Luna se sintió clavada al piso, no podía moverse. Noctua había asesinado a alguien para beber su sangre y lo tenía enfrente. Desde ese lugar distinguía a una mujer como la víctima, pero no pudo ver su rostro. El aroma de la sangre la golpeó violentamente y atajó su respiración. No podía desviar la vista de una de las gotas de sangre que se deslizaba de la boca del inmortal. Él estaba refugiado de la lluvia, ella no.
—Vete de aquí —rugió furioso—. ¡Ahora! —gritó al ver que no se movía.
Automáticamente, Luna se volteó y salió corriendo de la plaza. Una vez fuera, cerró la reja y el candado. Quería que todo fuera un sueño porque sin importar que estuviera bajo una tormenta, seguía percibiendo el aroma a sangre. Pasó sus manos por su rostro y no tenía más que agua. ¿Por qué se sentía como si aun estuviera frente a Noctua?
Lo odiaba. Ella no hubiera querido ver ese lado de la inmortalidad. Tenía la garganta seca y se movía como si alguien estuviera estirando sus hilos. Se refugió debajo de un toldo de una despensa y se aferró a la pared. Ahí pudo distinguir sus lágrimas.
En ese momento más que en ningún otro, estuvo segura de que ella no sería capaz de arrebatar una vida solo para alimentarse. Estaba preparada para luchar en contra de sus propios instintos de supervivencia, lo haría sin importar las consecuencias. Cerró sus ojos pensando en todo lo que haría cuando ningún conocido estuviera vivo. Sus pensamientos se alejaron de apoco, hasta que se quedó inconsciente.
Abrió los ojos cuando escuchó movimiento a su alrededor. El sol ya alumbraba y la tormenta se había transformado en una llovizna. Llevó su mano derecha encima de sus ojos para no volver a cerrar los ojos. Seguía bajo el toldo de la despensa, pero estaba cubierta por una manta azul. Se levantó rápido al escuchar que la dueña ya estaba abriendo su local. No quería que la corrieran a palos ya que por su aspecto seguro parecía una borracha.
Los autos hacían barullo a unos metros de ella. Eso hizo que se preguntara por qué no se había despertado antes. Se sintió muy observada a medida que avanzaba, las personas no podían apartar los ojos de ella. Tuvo que hacer su recorrido habitual antes de llegar a su edificio. La suerte estaba de su lado ya que llegó en el momento en que el portero había salido a hacer su caminata matutina con su perro. Al ingresar al vestíbulo, lejos del enfoque de la cámara de seguridad, cambió a Andraya. En ese lugar estaba segura, Alucar le había entregado tres dispositivos que una vez ubicados en lugares específicos servían para inhibir el aroma de todas las personas que vivían en la construcción. Una forma de proteger a los demás de ella.
—Ya amaneció, hora de levantarse—abrió la puerta de la habitación de Ivonne.
Su compañera de piso estaba dormida en una posición incómoda rodeada de gruesos libros. En el tercer intento, la castaña logró despertar a su amiga.
—Prepararé café —le avisó dejándola sola para que se arreglara.
—Voy —gritó aún medio dormida.
El pronóstico del tiempo decía que haría frío durante los siguientes días. Era perfecto para el plan que había ideado. No sabía si rompería las reglas de Alucar, de todas formas lo haría. Iba a inventar que una ola de frío polar amenazaba con instalarse en la región, así obligaría a todos sus conocidos a que permanecieran en sus casas. Por lo menos hasta que la amenaza del renegado ya no existiera.
—Llegarás tarde —le avisó Ivonne.
—No hay problema —se sentó frente al televisor—. Solo debo pisar un poco el acelerador para no llegar tan tarde.
—De acuerdo —tomó un sorbo del café y suspiró después de tragarlo—. No entiendo cómo haces para que el café te salga tan delicioso. Raya, ¿estás segura que no le pones algún ingrediente secreto?
—Muy segura —sonrió feliz de que a pesar de no sentir el sabor de lo llevaba la boca, aún tenía el toque de siempre con la comida.
Sabía que poco a poco iría disminuyendo su habilidad en la cocina ya que no era capaz de percibir los sabores como antes. Si bien su organismo aceptaba la comida mortal, solamente la sangre afectaba realmente su sentido del gusto. Gradualmente estaba perdiendo lo que la conectaba con su lado mortal. Esperaba con ansias que ese proceso se detuviera y poder rescatar, por muy poco que fuera, la esencia que formaba su ser.
No se imaginaba como un ser oscuro sin alma, una criatura que se viera prisionera de sus propios instintos, destinada a vivir entre su alimento sin poder calmar su sed. No entendía a los que elegían convertirse en monstruos alegando que se debía a un caso de aroma especial. Seguramente los inmortales les llenaban la cabeza con la tontería de que ser uno de ellos era un privilegio.
Hola a todos 🤗 les quiero comentar que hace días gané una fase de un concurso como Mejor Protagonista y para ello calificaron un oneshot que tenía como objetivo que los lectores conozcan un poco más a la protagonista. Si quieren pasarse a leer un poco más de Andraya les dejo el link
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Les agradezco el apoyo ❤❤
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