Parte 20
Lucir como alguien diferente a Andraya Caro tenía una ventaja por encima de las demás: podía hacer todas las cosas que no había hecho por pensar en el qué dirán. Era como tener una oportunidad para vivir de nuevo. Ya no tendría que lidiar con los que se sentían algo intimidados por su inteligencia.
Era su primera noche de reconocimiento de la ciudad como Luna, la primera noche que vería todo con ojos inmortales. Su primer objetivo consistía en recorrer centros nocturnos muy concurridos y asegurarse de que sus sentidos se acostumbraran al barullo de una masa descontrolada. Eligió un vestido blanco algo corto que le quedaba como un guante. Su cabello lo dejó suelto y se maquilló levemente.
Ya en el lugar, al principio, la música intentó taladrarle el cerebro y el humo de cigarrillo ahogar su sentido del olfato. Le tomó aproximadamente quince minutos y mucha fuerza de voluntad adaptarse al ambiente y concentrarse en su objetivo. La música pasó de estruendosa a una tenue de ambiente y de a poco comenzaba a percibir los distintos aromas, muchos no muy agradables, que se encontraban escondidos detrás del humo que desprendían las bocas de los fumadores.
Sus mejillas se sonrojaron al distinguir los sonidos ocasionados por las parejas que se besaban apasionadamente en los rincones del lugar. Le sorprendió que sus sentidos se hubieran agudizado hasta ese punto. No tenía la intención de invadir la privacidad de las parejas.
El sonido del llanto de una mujer le llamó la atención por encima de los demás sonidos y se concentró en no perder el rastro. Recibió algunos golpes de las personas que bailaban al atravesar el salón hasta llegar a una puerta verde que tenía como cabecera un letrero que indicaba que se trataba de una salida de emergencia.
Se tomó unos segundos para asegurarse de que el llanto en verdad proviniera del otro lado, ya que no estaba segura de poder abrir aquella puerta sin que las alarmas se activaran. Decidió que descubrir si alguien necesitaba ayuda era más importante y abrió la puerta.
Tuvo ganas de dar un salto de alegría al ver que no se activaba nada, pero se controló. Del otro lado había un callejón con una única luz alumbrando en la mitad del pasillo. Al soltar la puerta, ésta se cerró de nuevo.
—¡Dámelo! —gritó una voz masculina.
Apresuró el paso al ver que un gran contenedor de basura negro le impedía ver a quién estaba molestando el hombre. Al acercarse pudo distinguir que no tenía cabello, era alto y musculoso, se veía algo descuidado. Quizá por el efecto de las drogas. Él estaba inclinado hacia adelante, intentando sacarle algo a alguien.
—¡No! —suplicó una voz femenina.
Luna tomó un trozo de madera que estaba casi totalmente debajo del contenedor para utilizarlo como un mazo.
—Grandulón —llamó la atención del hombre.—¿Por qué no te metes con alguien de tu tamaño?
El hombre soltó a la víctima y le sonrió siniestramente. Luna pudo ver que el brazo que no había podido ver estaba totalmente tatuado, igual que la mitad de su cabeza. La mujer que antes estuvo sollozando, se aferró a su bolso y se acurrucó más contra el rincón que formaba la pared y el otro lado del contenedor. La prioridad de Luna era que la víctima pudiera huir.
—¿Es una broma, zorra? —se divirtió el agresor al ver que Luna estaba sola.
—Ya quisieras —se acercó más para hacerlo retroceder y que la mujer quedara detrás de ella.
El primer golpe casi no le hizo daño, porque el hombre se defendió con sus antebrazos, pero el segundo, lo derribó contra la pared. Tiró la madera a un lado y al acercarse a la mujer se dio cuenta de que no era más que una adolescente asustada que olía a alcohol. La ayudó a levantarse y la llevó a que tomara un taxi para que regresara a su casa. Fue de gran ayuda que la víctima no le hubiera hecho preguntas acerca de lo ocurrido.
Tenía que dar la vuelta a la manzana para volver a ingresar al centro nocturno, de ese lado no había forma de volver a abrir la puerta trasera. Un edificio antes de llegar a la esquina, sintió que la empujaban hacia un pequeño hueco que no había distinguido antes. Lo siguiente fue que se encontró con que unos conocidos ojos violetas la observaban mientras le tapaba la boca.
Él esperó pacientemente a que Luna superara la impresión y quitó su mano de la boca de la mujer.
—Tenemos que hablar —sentenció mirando hacia afuera del hueco.
La pelirroja lo siguió al ver que cruzaba la calle y se alejaba. Él se movía muy rápido y eso la llenó de adrenalina. Dudó un poco al ver que utilizaba una escalera de emergencia para subir a la azotea de un edificio antiguo que seguramente contenía numerosas oficinas, en el camino se arrepintió de haber elegido ese vestido.
—¿Quién eres? —interrogó la mujer al llegar a la azotea.
Las formas negras en la cara del inmortal perdieron el carácter redondeado sobre la mejilla cuando él sonrió de medio lado.
—Estoy seguro de que ya tienes una idea de la respuesta.
—Así es. Alucar me habló de los noctividus, los guardianes seleccionados por la Corte. Tú debes ser Noctua.
—¿Qué te hace pensar eso?
—El hecho que no es la primera vez que me abordas. Estoy casi segura de que la primera vez que lo hiciste no te diste cuenta de que no soy humana.
—Tu sangre no huele a inmortal —le recordó.
—Eso me han dicho —asintió.
El saco negro que tenía Noctua le llegaba hasta tres centímetros antes del codo, eso le permitió a Luna ver tres pequeños montículos en la zona interna del codo. Él siguió su mirada y añadió:
—Tuve que inyectarme para poder estar cerca de ti. Eso me trae ciertas dificultades ya que mis sentidos no están al ciento por ciento.
—Lo siento. No quería causar problemas en tu asignación, es mi primera noche de reconocimiento.
Luna se acercó hasta el borde opuesto para observar el paisaje. El trabajo de Noctua no parecía tan sencillo desde ese lugar. Los edificios estaban muy alejados unos de otros y había mucha diferencia de altura entre los que alcanzaba a ver. Si él percibía algo tendría que ser rápido al bajar y no dejar rastro, ya que las leyes de la física seguían cumpliéndose para los inmortales. Eso significaba que los saltos al vacío se daban hasta cierta altura para no agrietar los pisos o el pavimento.
—Ya que estamos, ¿qué demonios hiciste en el callejón?
Luna se volteó algo extrañada al percibir cierta censura en la voz del inmortal.
—Ayudé a una chica en peligro.
Noctua había armado un rectángulo con una varilla plegable cuadrada de metal que había extraído de su saco. Era una especie de rompecabezas que una vez listo, proyectó unos pequeños puntos azules que se acomodaron para formar un mapa en tres dimensiones de la ciudad. Él giró la pequeña perilla que se encontraba en el medio del lado que estaba hacia él y el mapa se trasformó.
—Desde aquí puedo ver todas las ciudades que tengo que vigilar. Tienes suerte de que nos hubiéramos encontrado hoy, sigo una rutina que hace impredecible la zona en la que me voy a encontrar.
—¿Suerte?
—Al parecer Alucar no te dio todas las instrucciones que necesitabas.
Luna frunció el entrecejo. Su última tarea había sido terminar de leer el resumen de la primera noche de reconocimiento, pero no lo hizo. Había estado tan ansiosa que había dejado la última hoja sin leer.
—No fue su culpa. ¿Qué hice mal?
—Los inmortales no somos superhéroes, es muy importante que lo entiendas.
—Entonces no debí ayudar a esa joven ¿Eso dices? —preguntó visiblemente enojada.—Creí que eras un guardián.
—Lo soy, pero de las reglas aplicadas a los inmortales. Nadie en su sano juicio desperdiciaría su tiempo salvando mortales.
Luna se sentó en el borde de la azotea. No podía ocultar su frustración.
—Como se nota que no fuiste mortal.
—Tú sigues aferrada a tu antigua vida —comentó mientras observaba con atención un punto verde que se desplazaba en el mapa.
—Es sentido común. No me cabe en la cabeza que prefieras pasar de largo en vez de auxiliar a alguien que está en serios problemas.
—Eso sería arriesgar mi identidad por algo que no vale la pena.
—¿Y si el que necesitara ayuda fuera un inmortal?
—Lo ayudaría sin problemas. Esa es otra de mis obligaciones.
—No violé ninguna regla al ayudar a la muchacha —dijo más segura.
—Lo sé, pero eres inexperta y pudiste comprometer tu identidad.
Luna estalló en carcajadas. No sabía que Noctua podría decir algo tan ridículo.
—Eres un paranoico —comentó después de tranquilizarse.—Algunas personas pueden defenderse bien porque estudian artes marciales. Apostaría mi vida a que ninguna persona normal pensaría que soy inmortal al ver que ayudo a alguien a defenderse. Incluso a mí, que ya no soy humana, me tomó tiempo poder entender la existencia de nuestra especie.
Él emitió un monosílabo y prácticamente la ignoró, regresando a mirar el juguete tecnológico.
—También existen mitos y leyendas que podrían traer a la vida... Están los vamp... —Luna iba a continuar hablando pero la mirada fulminante de su acompañante la detuvo.
Noctua daba miedo, no iba a negar lo evidente.
—No completes esa palabra, es detestable.
—A-Alucar n-no me explicó esa parte —habló algo cohibida.
El noctividus se pasó la mano por la cabeza y decidió que era mejor quitarle la duda.
—En el pasado se intentaron varias formas de convertir a los mortales, uno de esos experimentos fue el responsable de la creación de los... —movió sus manos para no tener que decir la palabra que odiaba—.La mujer que fue sometida al experimento sobrevivió y pensaron que había funcionado. Fue cuando salió al sol que se dieron cuenta del error.
—Entonces la dejaron escapar, ya que si el sol la hubiese matado, nadie hubiera escuchado los rumores de esa especie —logró decir sintiendo que el ambiente se volvía menos hostil.
"No es tan tonta", pensó el inmortal.
—Sí. En fin, esa vez casi nos descubrieron. Es una falla de la que nadie está orgulloso. Ella se alimentó de algunos mortales sin saber que los convertiría. Algunos humanos lograron escapar de éstos monstruos y el rumor se extendió. Poco después de eliminar hasta la última falla, los noctividus surgieron.
La mujer se acercó y observó que un punto amarillo verdoso parpadeaba en el holograma, llamando la atención.
—El cerebro de los inmortales emite una pequeña pulsación que es percibida por este aparato, llamado azaba —le explicó cuando ella iba a preguntar—.Los puntos de colores indican la posición de los nuestros.
Luna casi suspiró aliviada al ver un solo punto amarillo después de observar todos los rincones de la zona que le tocaba a Noctua.
—¿Me has estado rastreando? —se interesó al darse cuenta de que si él descubría la ubicación de su departamento no le iba a resultar tan difícil descubrir su identidad.
—No podría aunque quisiera. No eres ciento por ciento una de nosotros y para la máquina no existes.
—Eso suena bien —dijo volteándose y levantando la mirada para contemplar las estrellas.
Noctua aprovechó el momento y presionó otro diminuto botón del azaba, dando paso a la aparición de ocho puntos verdes. Estos constituían la verdadera cantidad de inmortales en la zona.
A Andraya le parecía casi gracioso estar caminando al ritmo de una canción que había escuchado por la radio antes de bajarse de su auto. Estaba de muy buen humor, la vida tenía un color más claro y la razón se encontraba a unos pasos de su oficina. No importaba que no hubiera podido dormir, que la cafetera se hubiera estropeado mientras preparaba el desayuno, ni que las plantas que había puesto en la recepción de su edificio hubieran sido cruelmente mordisqueadas por el perro del portero. Nada parecía ser lo suficientemente fuerte para rasgar la capa de buen humor que la envolvía.
Esperó pacientemente a que Zack se acercara a su oficina para saludarla y cuando escuchó que llamaban a la puerta, casi saltó de la silla. Su mano estuvo a punto de temblar al sujetar el pomo y abrir la puerta.
—¡Sorpresa! —exclamó Tricia del otro lado.
Andraya soltó un pequeño grito de alegría antes de abrazar a su amiga. Había extrañado todo su parloteo de la hora del almuerzo.
—No puedo creer que estés aquí —comentó una vez que se sentaron en el sofá de la oficina.
—Derek estuvo de acuerdo en hacer un pequeño receso en nuestra luna de miel para decirle a mis padres que estoy embarazada. Pensamos que sería mejor decírselo en persona —le explicó.
La castaña asintió con una sonrisa. Su amiga pelirroja se veía radiante. Quizá era el embarazo o el simple hecho de estar con la persona que amaba.
—¿Cómo lo tomaron?
—En realidad fue todo lo contrario a lo que había imaginado, mis padres están encantados con la noticia.
De pronto, la expresión de felicidad de Tricia cambió por una más dramática.
—Tienes algo que decirme, ¿cierto? —se anticipó.
Tricia jugó con sus manos antes de contestar.
—No regresaré al trabajo. Ya presenté mi carta de renuncia.
Inesperadamente, Andraya comenzó a reír.
—¿Es broma? —preguntó después de unos segundos.
—Lo siento, pero no lo es. Quiero dedicar todo mi tiempo a mi matrimonio y a mi embarazo.
—Pero...
—Fue mi decisión —la interrumpió.—Derek no tuvo nada que ver.
La castaña sintió como si un pilar de su mundo se estuviera derrumbando.
—¿Qué sucedió con "las mujeres deben ser independientes", "no necesitamos a los hombres para que nos mantengan", "no importa la situación de mi esposo, cuando me case seguiré trabajando"? —elevó una ceja.
—Algunas veces detesto la memoria que tienes —se lamentó.—Pero ahora ya no importa. Tienes que saber que mi embarazo es un poco riesgoso.
Andraya ya no dijo nada más. Si el bebé de la pelirroja estaba en riesgo no importaba el pasado. Tricia debía hacer todo lo humanamente posible para que su hijo naciera sano.
—Tenías que empezar con eso —le reprendió levantándose.—¿Quién podría entenderte mejor que yo?
Tricia bajó la mirada con tristeza. No quería hacer sentir mal a su amiga.
—Raya, no quería...
—Descuida —la detuvo volteándose.—Respetaré tu decisión, pero tendrás que prometer que nos seguiremos viendo más seguido —sonrió forzosamente.
—Prometido —se levantó.—Ahora debo irme, tomaremos el siguiente vuelo a Guatemala para continuar con la luna de miel.
¿Tan rápido?, se abstuvo de preguntar.
—Te deseo el mejor de los viajes —la abrazó.
Después de cerrar la puerta, la castaña sintió que se había quedado sola en el piso de su trabajo. Aunque hablaba con los demás empleados, ninguno era tan cercano como Tricia.
De vuelta en su escritorio, se tomó unos segundos para pensar en la decisión de la pelirroja. Tal vez ella habría elegido lo mismo. Todo en el caso de poder tener hijos.
Recordaba con dolor la visita al doctor que le había robado una parte de su futuro. Su ciclo menstrual siempre había sido irregular, incluso había varios meses de seguido en que no se iniciaba, pero jamás imaginó que todo se debería a un problema de fertilidad. Solamente Tricia lo sabía, ya que ella la había acompañado a la consulta. Incluso Ximena ignoraba que no podía tener hijos. No era una mujer de verdad.
—¿Te encuentras bien? —interrogó una conocida voz masculina.
Andraya no lo había escuchado entrar. Se limpió la lágrima que caía por su mejilla e intentó sonreír.
—Recibí la carta de renuncia de Tricia —se quedó a un metro del escritorio, sin saber si avanzar hacia Andraya o no.
—Fue una sorpresa, pero estoy bien —no quería que él la viera triste.
Zack no pareció estar muy convencido, pero no hizo nada para contradecirla ya que no sabía cómo abordar un tema que no se relacionara con el trabajo o con seducir a una mujer. Precisamente, horas antes había estado hablando de ese tema con Derek. Se había sorprendido a sí mismo preguntándole acerca de cómo había hecho para contenerse con Tricia y no asesinarla. La respuesta que había recibido no le había ayudado mucho, ya que Andraya no era su aroma especial.
Pero ella le importaba, y era por eso que había decidido que lucharía todo lo que podía en contra de su instinto y la dejaría vivir el mayor tiempo posible. Era consciente de que si resistía lo suficiente, Andraya sería feliz antes de satisfacer su deseo de ella.
—¿Tienes planes para esta noche?
—Depende, ¿tienes algo en mente? —ella se interesó apartando la carpeta que había estado inspeccionando.
—Tengo una invitación para la inauguración de un club nocturno. Y después de mi declaración en la revista, creo que lo más adecuado sería que fuera acompañado.
—¿Y romperle el corazón a todas las chicas que van a ir?
Zack se aclaró la garganta.
—¿Eso es un... ?
—Es un ¿qué te parece si me invitas?
—Creo que lo he hecho hace segundos.
—Pues te equivocas, simplemente expusiste que necesitas acompañante. Tal vez era tu forma de avisarme que irás con otra mujer. Hasta podría ser que necesitaras que yo te consiguiera a esa acompañante —dijo algo divertida.
—Andraya...
—Ok, no seas un amargado. Acepto tu imaginaria invitación.
—Pasaré por ti a las ocho.
—Podemos encontrarnos allí.
—No me parece. Yo te llevaré.
—De acuerdo.
Zack se volteó para retirarse y antes de salir, la castaña le agradeció por haber ido a verla.
Andraya se quedó más tranquila después de la visita de Zack. Tal vez hubiera querido que él la besara de nuevo, pero ella misma había estado en contra de mezclar el trabajo con lo personal.
Dos horas después del almuerzo, revisó su correo electrónico. Maldijo por lo bajo al ver que era convocada para una reunión de último momento con los accionistas del hotel. El asunto era la posible inversión en una fábrica de elementos de limpieza que actualmente era el principal proveedor de productos que utilizaban en la lavandería del hotel. Si tenía suerte y no había mucho tráfico, podría llegar a tiempo. No estaba dispuesta a ausentarse en ninguna reunión. Necesitaba otra secretaria con urgencia.
Al escuchar que la llamaban, detuvo el cierre de las puertas del ascensor.
—El señor Bale necesita hablar con usted.
Andraya suspiró algo fastidiada. Estaba apurada y quería llegar a tiempo.
—Dile que marque a mi agenda —ordenó volviendo a presionar el botón para bajar al estacionamiento.
Cuando estaba a un piso de llegar a destino, su celular comenzó a sonar.
—¿Diga?
—Te necesito en la sala de juntas —reconoció la voz de Zack.
—Estoy saliendo del hotel y...
—Ahora —colgó la llamada.
—Lo siento —le dijo Ronda antes de abrirle la puerta de la sala de juntas y cerrarla después de que atravesó el umbral.
—¿Quién te dio mi número privado? —preguntó muy seria.
—¿Es que acaso no puedo tenerlo?
—No, para eso tengo mi agenda. Está programada para codificar los mensajes de voz en mensajes escritos y así mantenerme informada de mis actividades. Mi celular lo utilizo para asuntos personales.
—¿El salir contigo no me autoriza a tener tu número de celular?
—Estamos en hora de trabajo... Estaba saliendo rumbo a la reunión de los accionistas. Sé que el porcentaje de acciones que poseo no se compara con el tuyo, pero igual debo asistir. Creí que lo comprenderías, ya que no es un inconveniente en mi desempeño... Mmm —no pudo continuar al sentir que Zack la besaba.
Cerró los ojos y justo cuando iba a empezar a responder, él se apartó.
—Hablas demasiado.
Ella observó cómo él utilizaba de nuevo su celular para concretar una cita con ella en la sala de juntas en ese instante. Sonrió al revisar su agenda y verificar que lo había hecho.
—De acuerdo, estoy algo nerviosa. ¿Qué necesitas?
—No iré a la reunión de accionistas, pero la presidiré desde aquí. Puedes acompañarme.
Andraya dudó un segundo.
—¿No sería extraño?
—No. Ambos trabajamos aquí.
—Está bien —dejó su bolso y su abrigo en una de las sillas.
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