Parte 19
Luna estaba concentrada en los ataques que recibía de Edigar. El combate cuerpo a cuerpo que estaban teniendo imitaba a uno contra un inmortal. El hombre era un experto en ataque, pero ella no se quedaba atrás. Al fin había descubierto algo en lo que era buena de entrada.
—¿Cómo lo haces? —preguntó Edigar recuperando la respiración.
—Creo que es por instinto.
—Eres realmente buena en esto.
Luna esperaba que no se tratara de un simple golpe de suerte. Quería poder defenderse de cualquier inmortal y no volver a encontrarse en el papel de una víctima inocente. Estaba conforme porque su puntería había mejorado mucho y ya casi ningún acuto lograba alcanzarla. El aceptar que no podía cambiar lo que sucedía le había ayudado mucho.
—Esta fue nuestra última noche de entrenamiento —avisó Edigar cuando ingresaron a la casa de Alucar.
—¿Ya he aprendido todo lo necesario?
—Sí. A una persona normal le habría tomado el triple de tiempo.
—Considerando que sanan con lentitud —bromeó la mujer.
—Fue un placer, Luna —tomó su mano derecha entre las suyas y se la besó.
Luna cambió a Andraya después de tirarse en el sofá. Todavía no creía que sus horas de entrenamiento hubieran terminado. Ahora debía concentrarse en aprender todas las reglas y mejorar su latín.
—Hay algo que no comprendo —acarició la hoja amarilla del libro.
—Adelante —le instó Alucar.
—Corrígeme si no lo he interpretado bien. Aquí dice que un inmortal no puede tener una relación amorosa con un mortal, a menos que el mortal sea marcado como presa. Eso no me parece justo.
—Hay una excepción —le indicó reglones más abajo.—En el caso del aroma especial, puedes casarte y convertir a un mortal.
—¿Por qué hay tanta oposición a que nos relacionemos con mortales?
—Porque las mujeres inmortales pueden tener un hijo para perpetuar la especie, y mientras exista esa posibilidad, se elegirá que los inmortales sean de sangre pura. Necesitamos la mayor cantidad posible de sangre pura, ellos tienen más resistencia a la sangre humana.
—Y la sangre humana se considera una debilidad —completó la mujer.
—Los inmortales están seguros de que la raza humana está destruyendo el planeta y que nosotros le daríamos un mejor uso. ¿Te imaginas un mundo donde no existieran mortales? Todo sería más ordenado, dependeríamos de la sangre de los animales.
—Yo no lo veo así. Tampoco entiendo cómo tú lo haces. Tuviste una familia.
Alucar le explicó que su familia mortal había ido en contra de las reglas, ya que en ese entonces la cláusula del aroma especial no existía. Ninguna otra persona conocía ese secreto de su pasado.
—Me recuerdas a ella —le dijo con melancolía.
—¿Cómo se llamaba?
—Lilyana.
—¿Cómo era?
—Tenía el cabello más negro y más largo que había visto. Sus ojos eran azul marino y tenía tez trigueña.
Andraya sonrió al percibir amor en las palabras del hombre. No se imaginaba cargando con el dolor de haber perdido al amor de su vida. Alucar era un hombre fuerte porque había guardado el dolor de perder a su familia sin compartirlo con nadie.
—¿Ella sabía que eras inmortal?
—Sospechó que algo raro sucedía conmigo, pero nunca lo dijo. Murió de tuberculosis a los treinta y cinco.
—Lo lamento.
Ella no entendía como un ser sin alma podía sentir un amor tan profundo. Quizá a medida que avanzaban las generaciones estaba recuperando la humanidad que perdieron un día.
Con la ayuda del espejo retrovisor, Andraya retocó su maquillaje. Era la una de la tarde y faltaban unos minutos para que la reunión de accionistas comenzara. Había elegido un vestido blanco de ao po'i con cuello alto y redondo y sin mangas. Había compensado lo corto del atuendo utilizando pantimedias y optó por un zapato cerrado de tacón alto de color rojo carmesí. Se sentía segura porque estaba en su ambiente.
Habitualmente los accionistas eran citados en el edificio corporativo de las empresas de Nitham Bale, ya que él era el que poseía más empresas en el país. A pesar del cambio de mando, el lugar de encuentro se mantenía sin cambio.
Suspiró antes de ingresar a la sala. Reconoció a Ronda, quien estaba repartiendo carpetas negras en los lugares de los accionistas. Había una gran mesa ovalada en el centro de la habitación. Todos los lugares estaban ocupados a excepción del suyo y el de la persona que presidía la mesa. Los accionistas hablaban entre ellos o utilizaban sus agendas electrónicas.
Saludó y se presentó a las personas que estaban sentadas a su lado y, se acomodó en el lugar que estaba casi en el centro de la mesa. La mayoría de los presentes tenían más de cuarenta años y eran empresarios millonarios. Aparte de ella y de la secretaria, había dos mujeres más entre las once personas presentes.
Después de unos minutos, Zack ingresó a la habitación y todos se acomodaron. Andraya se fijó en que el accionista rubio que estaba frente suyo era muy atractivo y desvió la mirada al ver que él le guiñaba un ojo. ¿Qué significaba aquello?
—Me han informado que una persona ha vendido sus acciones, así que ahora tenemos dos nuevos miembros en este comité —comunicó Zack mecánicamente. Abrió la carpeta y se sorprendió a reconocer uno de los nombres—. Srta. Andraya Caro y Sr. Rosti Bermudes, sean bienvenidos.
Al igual que el señor Bermudes, Andraya se levantó e hizo una pequeña inclinación de cabeza al saludar. Fernando Yerba era el hombre que le había guiñado el ojo, lo supo al abrir la carpeta y ver su fotografía. Era un español que tenía negocios en el país. La reunión inició con la presentación de un proyecto para el nuevo hotel que estaban construyendo en Ciudad del Este, cerca del aeropuerto de esa ciudad. A Andraya le pareció muy interesante lo que escuchó en la presentación que hizo uno de los accionistas de mayor edad, que era el dueño de una importante constructora.
La idea de que existiera otro edificio de los hoteles Bale con el mismo éxito que el original le emocionaba, ellos podían dominar a las demás cadenas hoteleras. La competencia era grande, pero valía la pena tomar el riesgo. En Ciudad del Este había buenos hoteles, pero podían ser muchos mejores y sin ser muy costosos. Eso atraería a los turistas que rondaban la triple frontera.
A las tres hubo un pequeño refrigerio en la sala contigua y la castaña aprovechó para ir al baño. Por otro lado, Zack se mantuvo charlando con algunos accionistas sin tener la oportunidad de hablar con Andraya a solas.
—La señorita Caro es una mujer muy hermosa —comentó Fernando cuando se acercó a Zack.
—No me dices nada nuevo. No creí que vendrías —cambió de tema.
Fernando sonrió relajado.
—Después de muchos años, al fin tengo de nuevo el permiso de beber sangre humana. Decidí cambiar de aires y ya era hora de que viniera a ver en persona lo que mis acciones están produciendo.
Zack frunció el entrecejo al escucharlo.
—Espero que al elegir a tu víctima no me causes problemas.
—De hecho, iba a ir hoy a hablar contigo. Pero ya que estamos hablando de eso —buscó su billetera en el bolsillo interno de su traje y le enseñó una tarjeta amarilla—. Aquí tienes. Esto me permite cazar una vez en cualquier país de América del Sur.
El azabache elevó una ceja sin comprender.
—Mi intensión es alimentarme en cuanto me libere. No me apetece ir en busca del noctividus de la zona. Estoy seguro de que tú sabrás donde encontrarlo —el español se encogió de hombros—. Después de todo conoces la zona mejor que yo.
Zack tomó la tarjeta y la guardó.
Fernando se acercó rápidamente a Andraya cuando la vio regresar al salón.
—Siempre es un placer conocer a una mujer tan hermosa —la halagó con un acento muy marcado, después de presentarse.
Zack se unió a ellos de inmediato, no quería que la castaña estuviera a merced de Fernando. Andraya quedó encantada con el peculiar verde de los ojos del hombre.
—Por cierto —se volteó hacia el azabache—Valerie te manda saludos. ¿Por qué no aprovechas y la llamas?
—¿Valerie? —interrogó Andraya a Zack.
—Digamos que es la novia oficial de Zack —contestó Fernando para sacar al azabache de la jugada—. Como te iba diciendo, esta noche hay un concierto y me encantaría que me acompañaras.
Andraya miró a Zack y después a Fernando. ¿Por qué no negaba que esa tal Valerie era su novia? ¿Por qué se sentía traicionada?
—Valerie no es nada mío.
—Eso no es lo que ella le dice a todos —continuó el rubio.
Zack tenía ganas de sacar a Fernando a golpes de la habitación por crear confusión en Andraya. No era el momento para explicarle a Andraya que incluso sus padres pensaban que Valerie era su futura prometida. No quería herirla. Con la mirada, le advirtió a la castaña que no aceptara la invitación.
—Acepto —le sonrió al rubio.
—¿Quieres que pase por ti?
—Mejor nos veremos allí.
Fernando le dio la dirección y la hora. Andraya estaba furiosa con Zack porque había hecho que creyera en él. La idea de haber besado a alguien con pareja le resultaba desagradable. Ella no deseaba destruir ninguna relación.
Zack intentó detenerla cuando abandonó la sala, la tomó del codo para que no pudiera avanzar.
—¡Suéltame! —le exigió.
—Valerie no es mi novia —le repitió.
—Si es que ella se lo dice a los demás, es porque tú has hecho algo para que ella así lo crea.
—No es así.
—¿En serio? —elevó una ceja—¿Jamás la besaste?
Zack no pudo negar que nunca la había besado, porque lo había hecho en varias ocasiones.
—¿Lo ves? —continuó la castaña—. También pudiste aclararle las cosas.
—Lo hice y no comprendió.
—¿No será que no lo hiciste y que quieres que yo sea una aventura?
Zack tenía ganas de zarandear a la mujer que sostenía. Andraya era muy testaruda cuando se enfadaba y no quería entender razones.
—¿A quién vas a creer? ¿A alguien que conociste recién o a mí? Yo no te he mentido nunca.
—Tengo que pensar en la respuesta —zafó su brazo.
—No salgas con Fernando, es peligroso —le dijo antes de que ella se fuera.
—No puede herirme más que tú —fue su última palabra.
Zack la dejó ir porque nada iba a servir para convencerla. Andraya tomaría sus palabras como las de un hombre celoso y empeoraría las cosas. Esa situación era igual a la de un padre y un adolescente, cualquier cosa que el padre prohibiera, el adolescente lo haría solamente para ir en su contra.
La castaña decidió ir de compras para esa noche, ya que no podría conducir de vuelta a su departamento porque no regresaría a tiempo para su cita. Fernando le había parecido un hombre agradable, por eso no entendía la advertencia de Zack.
Ahora él está celoso, supuso su conciencia.
Encontró una tienda muy novedosa y después de una hora, decidió comprar unos pantalones blancos, un top negro y una camisa verde agua transparente con detalles de perlas en el cuello. No compró zapatos porque eso era un asunto mucho más serio y no podía llenar con cualquier cosa su placar. Se cambió en la tienda y salió rumbo al concierto de música clásica al que había sido invitada.
Fernando la estaba esperando en la entrada. Lo saludó con un beso en el rostro, muy cerca de la boca, ya que el hombre se movió en el momento menos indicado. Después entraron para ubicarse en sus asientos. La sala estaba llena y ellos tenían los mejores lugares, estaban en la primera fila del teatro. El director saludó a la audiencia y el concierto comenzó. Los sonidos de los instrumentos de la orquesta se complementaban a la perfección, tanto que a Andraya le dio piel de gallina estar ahí.
Fernando le hablaba al oído de vez en cuando y hacía todo lo posible por rozarla. Eso la puso algo incómoda. Era evidente que buscaba que algo más pasara entre ellos esa noche. Se arrepintió de haber aceptado cuando sintió que le acariciaba la pierna. ¿Acaso no estaba disfrutando del concierto?
Al término de la tercera música, Andraya se disculpó para ir al baño. No se sentía muy a gusto con Fernando, quien no desaprovechaba un minuto para invadir su espacio personal. Se retocó el maquillaje tardando el mayor tiempo posible, ya no le gustaba esa cita.
El pasillo que llevaba al salón principal estaba vacío, todos estaban pendientes de la presentación de la maravillosa orquesta. Se sorprendió al sentir que le tapaban la boca y la empujaban hacia afuera. No reaccionó violentamente solamente porque reconoció a su secuestrador cuando la tocó y quiso seguirle el juego.
—¿Qué haces? —preguntó cuando Zack la soltó.
—Tenía que sacarte de ahí sin que gritaras.
—No soy escandalosa —frunció el entrecejo—, puedo hablar perfectamente sin gritar.
—Lo sé, pero no ibas a escucharme. Debemos irnos ya.
—¿Por qué? —se cruzó de brazos.
—Porque Fernando puede salir a buscarte y no te conviene. Lo conozco bien y lo que él busca es cosa de una sola noche.
Andraya ya se había dado cuenta de las intenciones del rubio. Lo que le pareció extraño fue que Zack hubiera ido a buscarla, como si necesitara un salvador.
—¿Cómo es que eres amigo de un hombre así? —se interesó.
—No dije que fuera amigo mío.
—¿Cómo puedo estar segura de que no eres igual a Fernando?
—Si hubiera sido igual a él, ya te hubiera tenido en mi cama —dijo muy convencido.
—Eso no es cierto —se apresuró a contestar—. No soy fácil de convencer. Eso me recuerda que tienes una novia en alguna parte del mundo. ¿Fue por eso que desapareciste por un mes?
El azabache negó con la cabeza. Se dio por vencido y le entregó un sobre de papel doblado que sacó del bolsillo de su traje. Andraya revisó el contenido con duda y abrió desmesuradamente los ojos al ver que se trataba de una revista. En la primera tapa estaba una perfecta fotografía de Zack y estaba escrito: "Estoy soltero", como declaración.
—¿Qué es esto? —interrogó algo anonadada.
—Hice unas llamadas y tienes en tus manos la revista que saldrá mañana.
—¿Fuiste a que te hicieran una entrevista? —preguntó mientras ojeaba para leer todo lo que Zack había respondido.
—Fue más sencillo, lo hice por teléfono. Es increíble que al decirles que estaba interesado en que publicaran algo, desecharan lo que tenían preparado y comenzaran todo de nuevo.
—Eres un hombre muy influyente —concluyó entregándole la revista.
—¿Y?
—Estás soltero —se dio por vencida.
Estaba feliz porque al día siguiente todos sabrían que él no estaba saliendo con nadie en ese momento y tal vez podría surgir algo entre ellos.
—¿Era lo que querías?
—En realidad me habría conformado con hablar con Valerie, pero que hayas declarado al mundo que no tienes novia también funciona.
—Bien, entonces ya podemos irnos —dió media vuelta y avanzó hacia el asfalto del estacionamiento.
—¿De qué hablas? Estoy en una cita, ¿recuerdas? No sería educado salir corriendo sin decir nada.
Zack rodó los ojos y utilizó el as que tenía bajo la manga.
—¿Recuerdas tú que me debes un favor? Dijiste que harías lo que fuera si invitaba a Rossana a la fiesta y yo lo hice. Ahora te pido que nos vayamos.
Si Andraya no aceptaba voluntariamente, él tendría que sacarla de ahí a la fuerza. No iba a dejar que Fernando la matara para beber su sangre. Tampoco podía contarle que Fernando estaba casado y que tenía un hijo pequeño en España; si lo hacía, la mujer sería capaz de no volver a dirigirle la palabra, por no haberlo mencionado antes. Y la opción de marcar como presa a Raya aún no lo convencía del todo.
—¿Estás seguro que quieres eso? Acostumbro terminar amistosamente mis citas. Nunca se sabe si te verás obligada a tratar de nuevo con algún candidato.
—Eso no importa, vamos.
Andraya lo siguió, hasta que se dio cuenta de que él pensaba que regresaría en el auto de él.
—Vine en auto —le avisó.
—¿Cómo... ya conduces?
—Cambiaron varias cosas desde que te fuiste —le informó—. Regresaré en mi auto.
Zack la acompañó hasta que llegó hasta la puerta delantera de su volvo.
—Te acompañaré de regreso, es un viaje largo y las carreteras son más peligrosas de noche —se ofreció.
—No es necesario. Tienes que regresar en tu auto.
—Mañana enviaré a alguien para que lo busque. Quiero asegurarme de que llegues bien a casa.
Las últimas palabras y el hecho de que esa tarde él se hubiera encargado de hacerle saber a todos que estaba soltero la hizo olvidarse de los impedimentos que tenía para acercarse a Zack.
Fue consciente de sus actos en cuanto se encontró iniciando un beso con el hombre. Había necesitado ese acercamiento hace mucho tiempo y, el hecho de que era algo deseado por ambos, lo hizo mucho más intenso. Andraya se sintió en una batalla por el poder y no tenía pensado perder. Zack la acercó mucho más a él y agradeció ser inmortal y que no necesitaba respirar. Los labios del azabache sabían tan bien como recordaba y marcaban un ritmo sensual con cada avance. Besar a ese hombre le transportaba a un lugar lejano donde solo existían ellos dos. Las manos de Andraya pasaron del pecho del hombre a hundirse en sus oscuros cabellos. Era la primera vez que se sentía contenta en medio de un beso.
Las primeras gotas de lluvia los obligó a detenerse. Zack gruñó y la castaña soltó una carcajada al ver que él tenía labial en sus labios. Se subieron al auto para refugiarse. Una vez adentro, la mujer se dio cuenta de que se había subido en el asiento del copiloto, lo había hecho sin darse cuenta. Zack arrancó el auto y se dirigieron de vuelta a casa.
Ninguno de los dos podía dejar de sonreír cada vez que se miraban. Cuando estuvieron en la ruta correcta, Zack tomó la mano izquierda de la mujer y la sostuvo encima de la palanca de cambios.
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