Parte 17
—Todo está listo —le informaron a Raya del otro lado de la línea telefónica, mientras ella terminaba de maquillarse con la ayuda de un pequeño espejo.
Había salido prácticamente huyendo de su departamento después de ver que Siro había ido a visitar a Ivonne con muchos presentes por el día de los enamorados. Esperaba que ellos se arreglaran para que su amiga volviera a estar feliz. No le gustaba verla deprimida.
—¿Irás sola? —preguntó con algo de curiosidad a Rossana, mirando el teléfono que estaba en alta voz.
—La invitación para la fiesta deja claro que se debe asistir en pareja, así el amor ayudará a que todos quieran los chocolates. Estoy esperando que cierta persona me invite.
—¡Pero si la fiesta es hoy! —bajó el espejo y apoyó las manos en su escritorio para esperar que su prima dijera algo más.
—Soy una mujer muy optimista —escuchó una risa divertida.—Además, Zack se ha mostrado interesado. Estoy segura de que ha esperado hasta el último momento para pedirme que lo acompañe.
Cuando presionó el botón que terminaba con la llamada, Zack ingresó a su oficina después de golpear una vez la puerta. Instintivamente, Andraya tiró su maquillaje en uno de los cajones y se levantó para saludarlo. El hombre se detuvo unos segundos a observar los presentes acomodados en el sofá que había en esa sala, dándole a la mujer la oportunidad de admirar su perfecto perfil.
—Necesitas hablar de esto con los de seguridad.
—No hay problema. No me molesta recibir regalos, —le aseguró—siempre y cuando sepa de quién proviene.
—¿No te gustan los admiradores secretos?
—Hoy he decidido que no, solo causan confusión. Pero no has venido hasta aquí para hablar de los presentes que me enviaron, ¿necesitas alguna cosa?
Zack se volteó por primera vez en el día a mirar a la mujer y observó que ella tenía el labial rojo corrido hasta la mejilla, como si se hubiera maquillado deprisa sin un espejo. Se le ocurrió una forma placentera de limpiarle el labial, pero iba en contra del trato que había hecho con Andraya.
La castaña se quedó muy quieta al ver que Zack se acercaba lentamente hacia ella. Algo en su interior le aseguraba que podía confiar en la palabra de Zack y que no se acercaba para besarla.
—¿Qué haces?
—Tienes un poco de...
Andraya sintió que le limpiaba algo del rostro. No pudo respirar al sentirlo tan cerca. Su corazón se aceleró y se concentró en no ruborizarse o emitir cualquier otra señal que le indicara al azabache que su presencia le afectaba. Si lograba convencerlo de eso, él no tendría excusas para pensar que se sentía atraída por él. Cuando vio que la mano del hombre quedaba manchada de rojo, comprendió que lo que tenía en el rostro era labial.
—Gracias —dijo algo apenada.
—Solo venía a decirte que en la fiesta de esta noche la temática será venir en pareja.
—Eso ya lo sé.
El hombre dudó un segundo.
—También nos incluye. Fue idea de Rossana.
—Por supuesto —susurró.
Bale no sabía por qué se sentía extraño. Él era un seductor nato, experto en hablar con mujeres.
—¿Ya invitaste a Rossy? —preguntó Raya, fingiendo desinterés.
—¿De qué hablas?
La pregunta de Zack le hizo darse cuenta de que él no había pensado en invitar a su prima a la fiesta de esa noche. Se irritó al instante. Rossana le había dicho que él se había mostrado interesado en ella, ¿acaso solo había estado jugado con los sentimientos de la mujer?
—Yo... necesito estar a solas —dijo la castaña después de sentarse detrás de su escritorio.
—¿Por qué te alteras?
—No puedo decírtelo, ya que temo salir de mis casillas.
—Por un segundo olvida que soy tu jefe y dime lo que estás pensando —le pidió.
Andraya no quería desperdiciar esa oportunidad por nada del mundo. Unos segundos libres para confesar lo que opinaba de ese hombre no se le presentaba todos los días. Antes de levantarse de nuevo, se imaginó una escena donde descargaba toda su ira y no terminaba muy bien, así que aligeró las cosas.
—Tengo la impresión de que no sabes guardar distancias cuando se trata de trabajar con mujeres ¿No ibas a invitar a mi prima? —el hombre negó con la cabeza—. De eso se trata, ella estaba segura de que lo harías.
—¿Por qué pensaría eso?
Raya negó con la cabeza. No tenía intenciones de explicarle cada detalle que su prima le había contado acerca de los supuestos avances del millonario.
—Tú deberías saberlo mejor que yo.
Zack se sintió atacado injustamente. Era cierto que se había mostrado interesado en el pasado de Rossana, pero por motivos diferentes de los que estaba siendo acusado. Rossana era la prima de Andraya, por ende, pasaron mucho tiempo juntas cuando eran pequeñas, en eso estaba realmente interesado él, en el pasado de la mujer que tenía enfrente. No le podía explicar el porqué a ella, ya que él mismo ignoraba esa respuesta. Se quedó mirando fijamente a la castaña mientras ella recorría de un lado a otro la habitación. No escuchó casi nada de lo que le decía porque intentaba idear algo para que ella aceptara ir con él al baile.
—Por eso te pido ese favor —terminó de hablar.
—Yo tendría que...
—Invitar a Rossana a la fiesta, ¿acaso no escuchaste lo que dije?
Zack admitió que se distrajo un poco. Raya bufó antes de añadir:
—La invitarás y dejarás las cosas claras. Si quieres algo con ella, díselo; pero si no, no le hagas perder su tiempo. No será extraño que la invites hoy ya que sueles ser arrogante, y hasta parece que piensas que con elegir a cualquier mujer, ella dejará a su pareja solamente para seguirte.
—Resulta que no me gusta compartir con otros hombres.
—Bien por ti ¿La invitarás?
—Antes de aceptar quiero aclararte dos puntos: primero, cuando una mujer me interesa no me detengo a hablar de banalidades para llamar su atención, soy un poco más directo, como bien sabrás. Tu prima no me interesa de la forma que piensas y estaría encantado de demostrártelo, pero el trato que hicimos me lo impide.
Andraya no entendía como él podía desarmarla solo con mirarla fijamente. Sus ojos eran tan penetrantes que le hacía olvidar que debía respirar. Eso y que le dijera que ella era la que le interesaba la dejaba confusa. Debía hacer lo correcto, no quería que Rossy se sintiera mal por culpa de ese hombre.
—¿Y el segundo punto?
—Me deberás un favor. Cuando te lo pida no te negarás.
—Si me aseguras que no será nada indecente, lo haré.
—¿Qué clase de hombre crees que soy?
—No te conozco lo suficiente, solo sé lo que la prensa dice de ti.
—Ellos tienden a exagerar muchas cosas para aumentar sus ventas.
—Estoy deseando que sea cierto. Terminemos con esto de una vez, acepto lo que me pides. Llámala e invítala —casi ordenó—. Una cosa más, iré solamente a la inauguración, no me quedaré mucho tiempo.
—¿Puedo preguntar el motivo?
—Es San Valentín —le respondió como si fuera lo más obvio—, tengo una cita —mintió mordiéndose la mejilla interna.
Zack asintió no muy convencido y se retiró.
Andraya jamás iba a admitir la verdad: ella no tenía a alguien con quién asistir a la fiesta. No había nadie en su vida y a los hombres con los que había salido no los quería volver a ver ni en pintura. Todos ellos podían ser descriptos con una palabra muy ofensiva.
Más tarde bajó al vestíbulo justo en el momento en que un botones se distrajo y chocó con una huésped. Con curiosidad, Andraya se fijó en que tres cartas alineadas quedaron tiradas frente a ellas.
—¡No lo hagas! —escuchó que alguien exclamó cuando se dispuso a levantar una de las cartas.
Una mujer de cincuenta años con un vestido largo y con muchas cadenas y pulseras artesanales se acercó a recoger las cartas. Le tomó un segundo reconocerla, se trataba de una famosa adivina llamada Zabith que estaba teniendo éxito prediciendo ciertos acontecimientos en un programa de televisión.
—Es interesante que hayas atraído a éstas cartas —le comentó mirándola algo sorprendida.
—Lo siento, pero no creo en estas cosas —señaló las cartas con dibujos extraños.
—Las cartas hablan de la misma forma a los incrédulos —le aseguró—. Y tú tienes un futuro muy interesante.
Charlatana, gritó internamente.
—¿No debía elegir yo las cartas para que usted pudiera predecir mi futuro?
—Las cartas te eligieron a ti. Algunas veces lo hacen.
—¿Sí? —preguntó sonriendo con incredulidad.
—La primera carta habla del engaño, no le estás diciendo toda la verdad a tu novio. La segunda, habla de un lazo que te une con otro hombre muy distinto al primero. Y la tercera, es la más interesante de todas.
—¿Por qué?
—Porque dice que no podrás amar a uno de los hombres si dejas de amar al otro —le miró fijamente esperando una reacción.
—No soy de esas mujeres. Tal vez tus cartas se equivocaron de persona.
—Las cartas nunca mienten. A veces sienten la obligación de ayudar a alguien que camina con una venda en los ojos.
—¿Por qué estamos en el bosque a esta hora? —preguntó una confundida Luna.
—Hoy utilizaremos acutos verdaderos para ver cómo reaccionas al dolor y la oscuridad —respondió Edigar.
—No pensé que entrenaríamos en San Valentín. Creí que solo tomaría las lecciones de latín.
Edigar sonrió en la oscuridad. Luna no entendía que cuanto más rápido ella supiera defenderse, más rápido podría dedicar su tiempo completo al estudio y así podría ser independiente en ese mundo.
—Hemos avanzado muy lento, esta noche descubriremos si el dolor resulta un estímulo efectivo para ti.
—¿Quieres decir que me atacarás con acutos venenosos solo para que vayamos más rápido?
—En parte. La mayoría de los inmortales desarrolla una habilidad diferente del resto, esta noche quiero averiguar si tú posees alguna.
Luna asintió sin estar segura de poder confesar que ella podía cambiar de aspecto. Decidió que no lo haría ya que esa habilidad no servía en el campo de entrenamiento.
La primera prueba le resultó cruel, Edigar no dejó de atacarla en la oscuridad una y otra vez.
—Si caes en la vida real, estarás muerta —le repetía.
—Pensé que serías más misericordioso.
—No venimos aquí para reforzar los valores, sino a aprender lo necesario para sobrevivir.
—Pues ya tuve suficiente —cerró los ojos al arrancarse los acutos que tenía incrustados.
Las heridas le dolieron más al quedar expuestas. Sabía que tardaría unos cuantos minutos para que la primera herida comenzara a sanar. En total le tomaría media hora regresar a la normalidad.
—¿A dónde vas? —le preguntó Edigar al ver que ella se alejaba.
—Iré a limpiar toda la sangre que tengo encima y después me marcharé. Con el humor que tengo, no hay nada que puedas decir que me detenga.
—Vamos, Andraya, todavía nos falta para terminar.
Luna se volteó rápidamente al escuchar su verdadero nombre. ¿Alucar había revelado su verdadera identidad? Se suponía que Edigar solamente podía saber que ella era inmortal.
—¿C... cómo me llamaste?
—Andraya —repitió lentamente—. Lo siento, sé que prefieres que te llame Luna.
La mujer intentó disimular la repentina presión que sintió en el pecho. No había querido que alguien más a parte de Alucar supiera su secreto. Los latidos de su propio corazón resonaron en su cabeza, recordándole de nuevo, que tenía un lado mortal.
—¿Cuándo te lo dijo?
—No hizo falta que Alucar me lo dijera. Aún no controlas tu transformación cuando sientes dolor físico. Cambiaste varias veces durante el entrenamiento de hoy.
Ella no se había dado cuenta. No había sentido el cambio, solo el dolor. Al final ese día sí que había sido muy productivo.
—Sentémonos a hablar unos minutos —le pidió el oficial.
Luna accedió más calmada y se sentó en el primer tronco caído que encontró a su alrededor.
—No puedes decirle a nadie lo que soy —le aclaró.
—Ya lo sé. Recuerda que también tengo un papel en este mundo sobrenatural. Ahora quiero que me digas qué sucedió hoy contigo. No tenías la cabeza cerca de aquí.
La mujer no había querido que se notara su estado de ánimo. Ni siquiera estaba segura de lo que estaba sintiendo. Esa noche, en la fiesta, todo había salido perfecto, hasta que vio a Zack y Rossy besándose en uno de los rincones. No entendía el sentimiento de traición que la había invadido. Él no era nada suyo, era simplemente un hombre que había asegurado sentirse atraído por ella, nada más. No le había dicho que dejaría de coquetear con las demás mujeres. Y no podía pensar mal de Rossy, la quería mucho. Aunque si se hubiera tratado de otra mujer, la habría culpado a ella de ser ofrecida.
—¿No sería más fácil admitir que sientes algo por el hombre que encontraste con tu prima? —interrogó Edigar después de escuchar con atención a Luna.
—No puedo admitir algo que no siento.
—Si no sintieras nada, no te importaría de la forma que lo hace. Lo mejor que puedes hacer es salir con otros y comprobar que solo te interesa un hombre.
—En mi situación no serviría de nada —se lamentó —ya que él es mortal. No quiero enamorarme y después dejarlo ir.
—Creo que esa parte debes hablar con Alucar, después de todo él es tu mentor.
Luna asintió. No era justo para Edigar que ella le enredara en el lío que estaba metida.
Cuando llegó a su departamento, encontró una nota de Ivonne donde le avisaba que se quedaría esa noche con Siro, hasta tenía dibujadas pequeñas caritas felices. Se alegró porque por lo menos a una de ellas le iba bien en lo sentimental. Tomó una ducha y se preparó una de las píldoras de sangre. Estaba sedienta después de haber perdido sangre en el entrenamiento.
Estuvo veinte minutos rodando en la cama hasta que comprendió que esa noche no iba a dormir. Salió al balcón y se recostó por el barandal. El cielo gruñía, anunciando que la mañana estaría lluviosa. Se fijó en las ventanas del edificio que estaba del otro lado de la doble avenida. Todas las luces estaban apagadas y las cortinas de algunos departamentos parecían querer unirse a la corriente del viento.
Todo se veía muy tranquilo. El semáforo de la esquina que parpadeaba en amarillo parecía su única compañía. Ya estaba casi completamente acostumbrada a su nueva condición. Ser inmortal le hizo ver el mundo de otro modo, le hizo ver que no estaba haciendo nada realmente importante. Su trabajo, que había sido lo más importante para ella, ahora era sólo una obligación más. Su mundo ya no iba a derrumbarse si llegaba a perderlo.
Días antes, había estado dispuesta a dar todo lo que tenía para vivir como mortal siempre, hasta se lo había propuesto a Alucar. La negativa fue acompañada de una explicación de la existencia de inmortales no registrados en el círculo. Estos se dedicaban a vagar por el mundo sin reglas, alimentándose de lo que deseaban. Pero esa libertad tenía la destrucción como consecuencia.
Resultaba más sencillo acatar las reglas y tener cerca a las personas que la amaban. Su mente se había expandido mucho más de lo imaginado. Incluso empezaba a considerar la idea de conocer a otros inmortales, sin revelar su verdadera identidad. Ella sabía que el día que aquello sucediera, tendría que convivir con los de su especie y temía perder la poca humanidad que le quedaba. Esperaba con todo su corazón que los estudios que le practicaría Alucar revelaran que permanecería con esa porción de alma que seguía poseyendo. De otra forma, ya no sería Andraya Caro. Se transformaría en un ser oscuro y dependiente de sus necesidades, y su esencia se perdería con el correr de los años.
Esta es la última actualización de este año. De nuevo les agradezco a los que leen esta loca historia.
Feliz navidad 🎉🎊 y que el 2017 les traiga muchas cosas buenas :)
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