37. LETTERS AND FEELINGS




37. CARTAS Y SENTIMIENTOS

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Hubo una explosión de agua que provocó que muchos magos y brujas exclamaran, en medio de todo, Mel salió expulsada del agua, tosiendo con fuerza mientras apoya sus manos en la fría tierra. Dos sanadores corrieron a ella, quien se puso de cuclillas y aseguraba que estaba bien.

—Hija, ¿que pasó? —preguntó su madre incoándose en su lado.

—Está furiosa —dijo con un hilo de voz—. Necesito antídoto, me ha mordido un poco.

—¡Sousa rápido! ¡Trae antídoto!

Mel rompió un poco de su túnica y comenzó a hacer presión en su herida, pudo ver como su gran amigo Sousa se hinchaba a su lado y comenzaba a frotar distintas plantas en la apenas visible mordida.

—Estarás bien, no fue profundo —aseguró con un poco más de calma—. ¿Qué te ha dicho?

—Que no moleste. Literal, eso me dijo —froto su ojo izquierdo y ladeó un poco sus labios sintiendo un ligero punzón en su brazo—. Duele un poco.

—Oh, esto duele horrible —aseguró Sousa.

—Ayrton, ¿crees que pueda regresar? —curioseó Mel.

—¿¡Estas demente?! —exclamó el sanador—. Mujer, te acaba de morder, casi pierdes la vida.

—Fue sólo una mordidita —musitó rodando los ojos.

—Como tu sanador personal, no, no puedes regresa hoy. Reposa y descansa. Las pociones que te he puesto te serán somnolientas.

Con ayuda de sus padres, Mel se paró. Su mejor amigo Guilherme llego a su lado y la tomo por un brazo para escoltarla a su tienda.

—No te esfuerces Mel, queremos que llegues completita para Remus —le recordó, provocándole una sonrisa.

—Eres un tonto —murmuró rodando una sonrisa.

—Mira como te tiene —señaló con diversión—. Debo conocerlo. Él debe saber que yo fui el primer hombre importante en tu vida.

—Y lo sigues siendo —aclaró la chica, abriendo la tienda para poder pasar.

Se dejó caer en el catre soltando un suspiro pesado y colocó su brazo detrás de su cabeza.

—¿Ya le has escrito?

Mel miró a un lado, donde en la mesa hay una carta con su nombre, aún sin abrir.

—¡No la has abierto! —se escandalizó Guilherme.

—¡No puedo hacerlo! —chillo Mel—. Llevo dos semanas sin ver a Remus, me estoy volviendo loca.

—Y sin follar.

Mel lloriqueo—. No me lo recuerdes. Estúpida serpiente negra, lo estoy viendo ya como algo personal —dijo mostrando su dedo índice.

—¡Con más motivo debes tener ganas de calmar las aguas por aquí!

—¡Eso intento! —comentó con desesperación—. Pero creo que el hecho de querer hacer todo con prisa me provoca alteración y la serpiente debe sentir aquello y por eso está tan de mal humor —confesó soltando un suspiro pesado.

—Bien, pues hay que hacer esto: cada que entres al río, no pienses en lo rápido que quieres que funcione todo; piensa en cómo quieres solucionarlo. Que todo fluya de manera natural, para que así la serpiente se sienta más en confianza y menos atacada.

Mel respiro profundamente.

—Demonios mujer, si tú llegarás así conmigo hasta yo me pondría de mal humor.

—Lo sé, lo sé —murmuró—. Bien, pues ahora tendré que esperar hasta mañana por culpa de Sousa.

—Primero que nada no es mi culpa —hablo el sanador entrando a la tienda, tiene un maletín en su mano izquierda, el cual dejo en el piso—. Segundo que todo, tienes que esperarte una semana más —señaló.

—¿Una semana más? —preguntó boquiabierta.

—En lo que cura la herida —explicó tomando asiento en un banco—. Mel, no todas las personas que han recibido una mordida por parte de la serpiente viven para contarlo —dijo con calma—. Desde lo último que le pasó a Vieira —al mencionar el apellido, Guilherme y Mel dijeron un rezo corto en voz baja—, tenemos que ser más precavidos.

—Lo entiendo —murmuró Mel cerrando sus ojos.

—Venga, se supone que la Mel que yo conozco disfruta de este tipo de aventuras.

Guilherme soltó una risa burlona.

—Oh, Ayrton, eso era antes de que Mel se enamorara de un hombre lobo —explicó con entusiasmo el magizoologista.

—¿Acaso el amor no te deja trabajar bien, Mel? —curioso de manera burlona Sousa.

—No es amor —murmuró ligeramente sonroja—. Realmente... bueno... no es como que amo a Remus...

—¡Pero claro que lo haces! —exclamó Guilherme—. Si no lo amaras no estarías día y noche pensando en él.

Mel parpadeó varias veces, mirando el techo de la tienda.

—¿No se lo han dicho? —curioseó Ayrton.

—¿Qué? —preguntó Mel.

—Que se aman, claro —respondió con obviedad.

—Oh... no. No nos lo hemos dicho —musitó algo apenada—. En realidad, no tengo ni idea si es que Remus me quiere...

—Claro que lo hace. Si Remus no te quisiera ni siquiera te escribiría una carta —señaló Guilherme—. La cual, por cierto, deberías leer y responder.

—Es que si la leo solo me dará mucha nostalgia —confesó Mel cubriendo su rostro.

—Solo hazlo —pidió desesperado Ayrton—. Si te nace un impulso de querer irte a Inglaterra, nosotros te detendremos —aseguró con una sonrisa traviesa.

—O tal ves no —añadió Guilherme guiñando su ojo.

Mel se sentó lentamente, atrajo la carta con su mano sin necesidad de utilizar su varita y de decir palabra alguna, y la observó durante unos segundos.

En el centro está su nombre escrito con una fina caligrafía, ligeramente chueca pero escrito delicadamente. Abrió el sobre con cuidado para no romperlo y extrajo la carta del interior, la cual extendió para poder leer bajo la atenta mirada de sus amigos.

Quería y dulce Mel.

Hola mi pequeña Mel, espero que estes teniendo un muy buen día y que todo esté saliendo bien con el tema de la serpiente (me encantaría saber más de esto y a Sirius también, quien todos los días me pregunta como si supiera algo).

Te escribo para informarte que todas tus criaturas se encuentran muy bien, tu tío Newt y tú abuelo han venido a la casa para ver cómo se encontraban y se llevaron una sorpresa al verme a mi (al parece alguien nunca les dijo que no estarían del todo solas); pero tienes que saber que Trincket estuvo en huelga de hambre, no le pareció mucho que te fueras de la noche a la mañana.

Hablando ahora un poco de mi, te extraño demasiado... mis días se sienten bastante raros sin tu visita y, ¡oh! He ido al ministerio para mi revisión mensual, ha sido toda una tristeza no ver a Green, ya que en su lugar está un mago aburrido de barba chueca.

Como decía... te extraño. Espero que pronto puedas arreglar lo que sea que esté pasando con la serpiente y puedas regresar sana y salva a tu hogar.

Te extraña y te mando un fuerte abrazo.

Remus Lupin.

Mel pego la carta a su pecho, respiro profundamente y el olor a chocolate inundó sus fosas nasales. Soltó un suspiro pesado, dejando caer sus hombros.

—¿Y bien? —preguntó Ayrton—. ¿Dijo que te ama?

—Dijo que me extraña mucho —susurró—. Y que mis criaturas están bien y... que me extraña —agregó de nuevo.

—Eso es un casi te amo —aseguró Guilherme.

—¿Le piensas escribir? —curioseó Ayrton.

—¡Claro que si!

La chica se paró de un brinco y corrió al escritorio para buscar pergamino limpio y al obtener una pluma, se sentó en el piso como indio y con la lengua un poco por fuera remojó la pluma en tinta comenzando a escribir.


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Remus Lupin se encontraba limpiando su casa al estilo muggle, le parecía ligeramente relajante y una forma de tranquilizar a Trincket era dejarlo reposar en su cabello mientras el barría. Sin mencionar que, hace tan solo tres días atrás había sido el cumpleaños de Sirius y el piso aún seguía pegajoso por todas las bebidas que se habían tirado.

Oh, su amigo se había celebrado a lo grande.

Por su puesto que Remus no se había quejado de nada, era el primer cumpleaños que Sirius se celebrará desde que había salido con libertad y como mucha de esa libertad fue gracias a Mel, brindaron en su nombre hasta que el sol saliera.

Y quizá, Remus menciono lo mucho que la extrañaba, por eso mismo, esa noche le había escrito una carta y la había enviado sin pensarlo dos veces.

Ahora se lamentaba mucho por qué tal vez había dicho mucho lo mucho que la extrañaba.

Se dejó caer en el sillón y prendió el televisor, pasando sus brazos a su espalda, no tiene idea de cuándo es que le llegara la respuesta de Mel, pero esperaba que fuera pronto.

La puerta de la casa se abrió, giró un poco su cabeza para ver cómo Sirius entraba con bolsas del mandado.

—¡Ya nos he resurtido con comida! —exclamó con una sonrisa—. ¿Todo bien, lobito?

—No me digas lobito —pidió en un gruñido.

Sirius soltó una risita—. Lo siento, olvidaba que solo Mel te puede decir así.

Remus dejó caer su cabeza, cubriendo sus rostro con sus manos, ligeramente frustrado. Sirius un tanto divertido camino hasta su amigo y sentó en el descansabrazo del sillón.

—¿Quieres hablar Remy? —pregunto tomando su hombro.

—La extraño —confesó en un suspiró—. Sirius, la extraño demasiado. Creí que sería fácil estar sin ella, pero estaba tan acostumbrado a verla todos los días que ahora me siento...

—¡Perdido! —chasqueó Sirius, haciendo que Remus soltara una pequeña risita.

—Si —admitió Remus—. Me siento algo perdido sin Mel —suspiró recargando su cabeza en Sirius—. Y... extraño su voz y ver sus hermosos ojos —confesó—. Extraño sus besos... mierda Sirius, me tiene completamente loco —admitió tomando las manos en su cabeza.

—Tranquilo amigo —intento animarle—. Sé que es algo difícil por que, es tu novia...

—En realidad no se si seamos novios —murmuró.

—¡Oh, claro que lo son! —aseguró Sirius, dándole un zape—. Se veían todos los días, se besaban y hasta follaban como conejos...

—¡Black! —a Remus no le importo darle un golpe a su amigo en el estómago, quien perdió un poco de aire por eso, pero no pudo contenerse la risa—. No te tolero, en serio.

—Claro que me toleras, me adoras —afirmó Sirius—. ¿Aun no te responde? —curioseó.

—Solo han pasado tres días, ni siquiera se si ya recibió la carta —comentó, cruzándose de brazos.

—Seguramente ya hasta la respondió, pero venga que es un viaje largo para una lechuza. Tal vez deberíamos hacer que Mel se consiga un teléfono, sería más sencillo.

—Dudo que haya recepción en el Amazonas, Sirius —el hombre carraspeó.

—Eso no lo había pensado —chasqueó su lengua pensando en alguna idea—. ¿Y si la visitas?

—Me vería como un acosador, ella está haciendo su trabajo.

—¡Pero la extrañas y quieres verla! —chillo desesperado Sirius, quien se paró de un brinco—. ¡Lo tengo! —exclamó chasqueando sus dedos continuamente—. Escríbanse un par de veces y muy sutilmente proponle visitarla, si te responde con emoción, tomas el primer traslador al Amazonas y se dan todo el amor que tengan que darse —mostró una gran sonrisa y Remus ladeó una sonrisa.

—Visitarla en el Amazonas —murmuró con una mueca—. Siempre he querido ir a Brasil —confesó.

—¡Yo también! —gritó emocionado Sirius, quien rápido hizo sonar su garganta—. Aunque claro, irás tú solo por que no me quiero robar toda la atención, ya sabes, soy muy famoso.

—Oh, cállate idiota —suplicó rodando los ojos.

—Venga, hay que arreglarnos, quedamos de ir a Hogsmeade para ver al cachorro...

—Podemos traerle problemas a Harry...

—¿Nosotros? No, es un Potter, tener problemas es parte de su apellido —le recordó con una sonrisa.

—Sirius, Harry no es James —le dijo de manera cuidadosa.

—¡Eso claro que lo sé! —se exaltó el animago—. Pero venga, dijo que quería vernos y se nos hará tarde.

Soltando un suspiro, Remus se paró y siguió a Sirius escaleras arriba para arreglarse y ver al ahijado de su amigo.


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Remus no podía creer que entre todo el correo acumulado había una carta de Mel. ¿Cuanto tiempo llevaría ahí? Esperaba que no fuese mucho tiempo por que se ahogaría en el lago que tiene cerca de su casa si descubría que llevaba más de una semana ahí.

Rápidamente tiro el correo que no era importante y con la carta de Mel en sus manos, camino a la mesa.

Tomo asiento e hizo sonar su cabeza mirando a ambos lados; Sirius no se ve por ningún lado, por el cual puede leer la carta sin tener que escuchar los molestos comentarios de su mejor amigo.

Al abrirla, sonrió un poco al ver como se encuentra con pequeñas manchas de tierra, en la parte superior se encuentra escrita la fecha:

20 de octubre de 1994.

Querido Remus.

¡Que alegre me he puesto de leer tu carta! Tienes que saber que tarde unos días en responderla por que no estaba lista para leerla, y es que, una parte de ti está plasmada en la carta, una parte que me hace querer extrarñarte demasiado.

Debo confesarte que es un trabajo bastante complicado el que tengo en esta ocasión, la Serpiente se encuentra muy molesta y Justo hoy he recibido una mordida de ella. ¡Pero descuida! Estoy bien, mi amigo Ayrton que es sanador, se ha encargado de curarme, y Guilherme, mi mejor amigo de toda la vida, me vigila para que no me pueda escabullir de nuevo con la serpiente (según Ayrton tengo que esperarme una semana para volver entrar al agua).

Verás, la población muggle se encuentra atacando ciertos puntos del Amazonia, en donde el río colinda, y por donde la Serpiente tiene su hogar; debido a esto, ha salido más a la superficie, atacando no solo a muggles, sino también a compañeros magizoologista que hacen su labor de proteger. El problema aquí es la serpiente no sabe de bandós, ella ataca a cualquier humano que se le cruce en su camino; es por eso que me han llamado, ya que soy (creo yo), la única magizoologista que puede hablar Pársel (te debo contar la historia de como aprendí hablarlo, fue muy difícil).

Creo que eso es en resumidas lo que sucede en estos momentos con la Serpiente negra. Me gustaría saber más de ti, ¿cómo la estás pasando? ¿Alguna novedad? Me ha dado mucho gusto saber que mis criaturas estan bien y que hayas conocido a mi tío Newt y a mi abue, estoy seguro que se han llevado una sorpresa por que olvide mencionarles que tu me ayudarías a cuidarles.

Remus Lupin, han pasado tres semanas y no hay día en que no pase extrañadote. He de admitir que me distraes demasiado por que en cada acercamiento que tengo que la serpiente solo puedo pensar en que pronto podría estar viéndote...

Espero poder arreglar esto pronto por que deseo con todo mi corazón verte de nuevo y sentir tus brazos alrededor mío.

Tuya siempre,

Mel.


Remus quería ponerse a gritar en ese mismo momento, quería gritar por que también quería tener a Mel en sus brazos y quería gritar por que la extraña demasiado.

Ella había escrito esa carta hace seis días y apenas el la estaba leyendo.

—¡AAAAAAA!

Remus dejo de mirar la carta para ver a Sirius gritar.

—¿Por qué gritas? —le cuestionó el hombre lobo.

—Tu estabas gritando y me dieron ganas de gritar —explicó alzando sus hombros.

—Oh... ¡AAAAAAAAAA!

Pronto, ambos amigos comenzaron a gritar, hasta que, Trincket intentó sacarle los ojos a Sirius, quien gritó pero de susto.

—¡Basta Trincket, somos amigos! —le recordó el animago entre lágrimas de miedo.

—Iré a ver a Mel —soltó de golpe el hombre lobo.

Trincket y Sirius dejaron de pelear para verlo.

—¿Es enserio lo que dices, hermano? —preguntó asombrado Sirius.

—Si, muy en serio —afirmó sin pensarlo dos veces—. Me extraña y la extraño y quiero verla —puntualizó—. Le escribiré para decirle si puedo verla y... me iré a verla... unos días.

—¡Si! ¡Que viva el amor! —aplaudió con emoción Sirius—. Y te llevarás a este pequeño monstruo —señaló a Trincket, quien más que estar ofendido, parece estar emocionado.

—Primero responderé su carta y le diré si tiene algún inconveniente en si voy a visitarla; me ha escrito que por estar pensando en mi se ha distraído de su trabajo, entonces, quizá estar ahí no sea buena idea...

—¡O tal vez si lo sea! —se apresuró a decir Sirius—. Quizá, el hecho de que estes ahí le inspire —dijo de manera dramática.

—¿Acaso me estás corriendo de la casa? —preguntó algo divertido Remus.

—Por supuesto que lo estoy haciendo, me deprime demasiado verte todo el día aquí, ya hueles a guardado.

—¡Claro que no huelo a guardado! —se apresuró a decir Remus, para después oler su axila—. No huelo feo —murmuró con una mueca.

—¡Hazlo Remus! Escríbele y dile que la extrañas, que quieres estar con ella una semana. Siete días estarán más que suficiente, por que ocho ya sería avaricia y no puedes dejarme tanto tiempo solo, puedo entrar en depresión —informó cruzándose de brazos.

—Bien, lo haré, le escribiré eso —murmuro Remus parándose y buscando un pergamino limpio—. No creo que me diga que no, ¿o si? —se preguntó así mismo.

—¿Bromeas? Yo creo que Mel se emocionara mucho. Tu visitándola en su lugar de trabajo, estoy segura que lo gritará y se emocionará demasiado.

Remus sonrió—. Será... será increíble.

—¡Remus haz tu maleta!

—¡Pero primero debo escribirle!

Y mientras Sirius buscaba un maletín en el que Remus pudiese poner su ropa de viaje, el hombre lobo tomó su tiempo en responder la carta de Mel para hacerle la gran pregunta:

¿Te podría visitar unos días en el Amazonas?





Nota de autora:

¡Hola sigo viva! Hehe

Espero les haya gustado el capítulo, una disculpa por tardar tanto y perdónenme, ando media oxidada.

Espero les guste mucho.

Lots of love, Cici x

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