35. GOODBYES
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El lugar donde Mel pasaba la mayor parte del tiempo era en el sótano de su hogar y es que estar rodeada de todas esas magnificas criaturas que había rescatado en compañía de sus padres es su verdadero hogar; ahí, entre aullidos y gruñidos, se sentía realmente segura, donde no era juzgada por su forma de vestir, por su forma de ser, ni por su físico. Las criaturas y bestias la querían por quien es y eso bastaba para hacerla sentir completa.
Mel soltó una risita al ver como Galatea, se revolcaba en el césped frente a ella y doblo sus rodillas para pegarlas a su pecho y abrazarlas.
—Te voy a extrañar mucho —le dijo con una pequeña mueca.
Galatea paso su melena de león por el césped y gruño frente a Mel.
—No me hables así, muchachita —le reprimió apuntándole con su dedo—. Solo serán unos meses, creo que dos o tres bastarán —murmuró más para ella que para la mantícora—. Digo, en una ocasión hable con la Serpiente y, no tuve tantos problemas —confesó—. Espero que esta vez sea igual —dijo con una sonrisa.
La quimera resoplo y se dejo caer encima de Mel, quien comenzó a reír debido a que pese es una de las criaturas más peligrosas que existe, Galatea es como un indefenso gatito.
Se escucharon ladridos y Mel giro su cabeza para ver como lo que parece ser un oso pequeño corre en su dirección, soltando ladridos emocionado. Galatea se paro de un brinco para lanzarse al perro negro y comenzar a jugar con el de manera ligeramente brusca pero amistad.
Quizá, una de las mejores cosas que hizo Mel, fue presentar a Sirius y Galatea, quien disfruta de la compañía del animago.
—¿Vienes solo, Sirius? —le preguntó Mel parándose y sacudiendo su pantalón.
Sirius ladro dos veces girando su cabeza mientras lanza sus patas en dirección al rostro de león de la quimera, Mel observó la dirección en la que Sirius observa y sonrió al ver como Remus tiene a Trinket en su cabeza, tirándole de los cabellos con emoción.
—¡Rem! —saludó con emoción.
—Hola, Mel.
Se apresuró para poder llegar a la chica y la tomó delicadamente de la cintura para unir sus labios en un tierno beso que se vio interrumpido cuando Trinket les separo sus boca y se sostuvo con fuerza de las mejillas del hombre lobo. Chillo mirando a Mel, quien divertida observó los celos del bowtruckle.
—Woo, primero querías sacarle los ojos y ahora no me dejas saludarlo —le reprimió Mel a su bowtruckle que escaló al cabello de Remus y le hizo una pedorreta a Mel.
—Entre bestias nos llevamos bien —bromeo Remus, provocando que Sirius comenzará a reír de una forma muy divertida.
El animago se transformó en un humano y Galatea gruño con molestia, sin embargo, Sirius ignoró el coraje de la quimera para saludar a Mel.
—¿Qué tal mielecita? ¿Cómo te va? —preguntó dándole un fuerte abrazo.
—Muy bien Blackie. ¿Qué tal les va a ustedes? —curioseó.
—Bueno, la luna no debe tardar en salir y un hombre lobo entre criaturas es más amigable —recordó Sirius.
—Me alegra que llegarán a tiempo —reconoció dedicándole una pequeña sonrisa a Remus—. ¿Cómo te sientes, lobito?
—Cansando, pero estoy acostumbrando —respondió soltando un suspiró.
—¿Quieres que te preparé un té? —preguntó tomando su mano.
—Descuida, pero aceptaré ese té para cuando sea de día —musitó ladeando una sonrisa.
—Bien, yo tengo que irme —carraspeó Sirius—. ¿Seguro no necesitan que me quedé? —les preguntó con algo de indecisión en dejarlos.
—Disfruta la noche Sirius, Remus es inofensivo a mi lado y al lado de Galatea —aseguró Mel, observando a su quimera que empezó a olfatear alrededor de Remus.
—Sí Galatea, empiezo a oler a lobo —le dijo a la quimera que le soltó un lengüetazo.
—De acuerdo —murmuró Sirius—. Vendré en la mañana, te traer mucho chocolate, lunático —le dijo sonriendo.
—Más te vale, Canuto. Pórtate bien —ordenó apuntándole con un dedo.
Sirius carraspeó—. Si, no prometo mucho.
Beso la mejilla de Mel y le dio un fuerte abrazo a Remus antes de irse de ahí dando brincos emocionados. Sirius había conseguido un par de amigos en el pueblo dónde Remus vive y justo esa noche les habían invitado a una fiesta a la cual negaron su invitación, pero Remus no podía permitir que Sirius (quien había estado muy emocionado en ir a una fiesta) se perdiera de la diversión por la noche de luna llena.
Así que después de largas horas asegurándole que estaría bien sin él, Sirius acepto en dejarlo solo con Mel y sus criaturas para el ir a una fiesta dónde probablemente termine tan ebrio que despierte en la plaza del pueblo.
—¿Quieres ir a caminar para despejar tu mente? —preguntó Mel—. Podemos ir al acantilado y esperar a que la luna salga —propuso acariciando su mano.
—Suena bien —susurró suspirando.
Tomados de la mano comenzaron a caminar mientras observaban a las criaturas prepararse para descansar, salvó por Galatea y Dadgr, la quimera que estaba a su cuidado y había rescatado de un destino horrible por parte del Cómete de Exterminadores.
Pero Mel no podía dejar de pensar en su viaje a Brasil para ayudar con la Serpiente negra. ¿Qué palabras utilizaría para decirle que se iría por un tiempo indefinido?
—Cariño, puedo escuchar tu corazón latir muy rápido —dijo Remus con voz queda.
Mel soltó una pequeña risita nerviosa—. Eh, si, es la emoción de la luna llena —murmuró.
—Uhm, si, también huelo tus nervios y ansiedad —agregó con una mueca ante la mentira de Mel.
Se detuvieron antes de llegar al acantilado dónde los mooncalf parecían estar preparándose para poder ver la luna llena.
—¿Huelo tan mal? —preguntó Mel provocando que Remus soltará una melodiosa risa.
—Hueles a chocolate en realidad, pero, tus nervios te delatan... ¿estás segura que...?
—No tiene nada que ver con que estés aquí —le interrumpió rápidamente, quedando frente a él—. No me preocupa pasar la noche de luna llena contigo.
—¿No?
—No, para nada —susurró acercándose a Remus.
Rodeo con sus brazos el cuello del hombre y se paro lentamente de puntitas para poder besarlo. Remus la sostuvo con fuerza por la cintura y Trinket chillo al ver como ambos estaban besándose.
Sus miradas se encontraron al separarse y los ojos avellana de Remus inspeccionaron los ojos color miel de Mel en busca de alguna acción de nervios, sin embargo, más allá de los nervios, pudo notar algo de tristeza.
—¿Mel qu...?
—Me iré a Brasil —soltó de golpe en voz baja.
Remus parpadeó dos veces y observo a Mel un tanto confundido—. ¿Qué? —susurró.
—¿Recuerdas que te hable de la serpiente negra? —inquirió soltando un suspiró, a lo que Remus asintió con su cabeza—. Bien, tienen problemas con ella y... tengo que ayudarles. Es mi deber —aseguró.
—Oh... bien y... ¿Cuándo te irás? —cuestionó un tanto anonadado.
—El lunes —respondió con una mueca.
—¿El...? ¿Esté lunes? —aclaró algo sorprendido—. ¿En tres días? —susurró.
—Sí —musitó con algo de pena—. La carta me llegó hoy y... no puedo dejar pasar mucho tiempo —musitó.
Remus rasco su nuca procurando lucir tranquilo—. ¿No es peligroso?
—Mi vida es un peligro, Remus —le recordó sonriendo con nostalgia.
—Digo, sí, lo sé, pero... recuerdo que me comentaste que casi mata a tu padre...
—Descuida, la serpiente negra no me matará —aseguró acariciando la mejilla de Remus.
—¿Cuánto tiempo te irás? —preguntó en voz muy baja.
—No lo sé —respondió de la misma manera.
Sus frentes se juntaron y sus narices se rozaron hasta que sus labios se unieron en un lento beso. Al separarse, lentamente Remus acuno el rostro de Mel entre sus manos.
—Woo... creo, que te extrañaré demasiado —confesó Remus sonriendo un poco.
—Prometo que será poco tiempo —aseguró—. Quizá dos meses... perdón.
—No pidas perdón, cariño —pidió Remus—. Es tu trabajo. Si ellos te han buscado es por que te necesitan...
—Tú también me necesitas —susurró Mel.
Realmente esperaba poder escuchar a Remus decirle que no se fuera por que no quería dejarlo. Pero el hombre lobo no dijo eso.
—Ellos te necesitan más que yo —aseguró acariciando sus mejillas.
Soltó un gruñido y cerro sus ojos con fuerza. Mel giro su rostro solo para ver como la luna comenzaba a asomarse.
—Remus...
Se separó de Mel para darse la vuelta. Apoyó sus manos en sus rodillas respirando agitadamente y Mel dio un paso en su dirección; sin embargo, retrocedió al ver como su espalda se ensanchaba y el hombre lobo comenzaba a salir.
Trinket chillo asustado y bajo de Remus para irse corriendo hacía uno de los árboles más cercanos.
—Remus —le habló una vez teniendo a la bestia frente a él.
El hombre lobo seguía de espaldas a Mel, respirando con desesperación. La bestia se giro lentamente soltando un gran aullido que provoco que las criaturas del lugar respondieran con gruñidos, maullidos y chillidos.
Mel sonrió de lado y de un brinco, un hermoso dragón blanco apareció frente al hombre lobo que dio un brinco en dirección al reptil alado.
Logro elevarse por el lugar, llamando la atención del grifo y el ave de trueno que se encontraba en su hábitat destinada, los cuales se unieron con el dragón para volar a su lado y llamar la atención del hombre lobo.
En compañía de las criaturas, lograron hacer que esa noche de luna llena fuese menos dolorosa que otras, ya que las quimeras no duraron en jugar con el hombre lobo que, emocionado por estar acompañado, daba brincos intentando atrapar a los snidget dorados, mientras que Mel vigilaba que nadie resultara lastimado.
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El quejido de Remus hizo que Mel dejará de aplicar pomada sobre su espalda, ladeo un poco su cabeza solo para ver como el hombre lobo padecía aquel dolor recibido por el ave de trueno que había aruñado la espalda de la bestia durante la transformación.
—¿Quieres que me detenga? —preguntó acariciando la nuca del hombre.
—No —masculló—. Solo, termina más rápido, por favor —pidió con amabilidad.
—Siento lo que te hizo Fulger —se disculpó en nombre de la criatura—. Creo que nunca había visto un hombre lobo —admitió con algo de timidez y voz aguda, provocando que Remus soltará una risita.
—No tienes por que pedir perdón; quiero creer que Fulger estaba jugando —dijo con una ladina sonrisa.
Mel rio un poco—: Si, también quiero creer eso —musitó al dejar caer un líquido violeta en la espalda del hombre.
Aquel acto hizo que Remus se separa de golpe, quejándose ante el ardor provocado por la poción. Lloriqueó un poco y cubrió su rostro intentando aguantar sus quejas.
—Ya, ya, era lo último —dijo rápidamente Mel, soltando el pequeño frasco y limpiando sus manos con una franela.
Al escuchar aquello, Remus se dejo acostar boca abajo, apoyando su barbilla en su antebrazo, y mirando el perfil de Mel, quien guarda las pomadas y pociones en su maletín.
—Ven, acuéstate a mi lado —pidió Remus, palmeando el lugar vació del catre donde se encuentra.
Con una pequeña sonrisa, Mel quito todo aquello que estorbaba y se acosto al lado de Remus, acariciando lentamente las cicatrices en su mejilla.
—No mentías cuando dijiste que te gustaban mis cicatrices, ¿cierto? —preguntó en voz muy baja.
Negó con su cabeza y mostrando una angelical sonrisa, respondió—: Remus, nunca te mentiría —confesó besando su mano—. Cada una de tus cicatrices me encantan, son simplemente espectaculares; sin mencionar que te dan ese toque aventurero que tanto me encantan de ti —Remus sonrió al escuchar aquello y lentamente, dejo cerrar sus ojos.
—¿Sabes que es lo mejor de tener cicatrices?
—¿Qué?
—Que puedes besarlas para hacerme sentir mejor.
Abrió uno de sus ojos solo para ver como la sonrisa de Mel se agrandaba. La joven se puso en cuclillas y se inclino en dirección al rostro de Remus para dejar el primer beso, seguido de un segundo y tercero. Continuo besando las cicatrices que el hombre tenía visibles, provocando paz en él.
—¿Si te hace sentir mejor? —preguntó Mel acariciando las costillas de Remus.
—Mucho mejor —confesó.
Se inclinó una vez más para besar aquella gran cicatriz que recorría su abdomen, pero no continúo por que un "ajam" se escuchó.
—Siempre los encuentro en sus calenturas, esto se esta volviendo incomodo —confesó Sirius, quien carga una bolsa de tela, la cual contiene cientos de chocolates.
—Esto no es una calentura, Canuto —gruño Remus sentándose lentamente.
—Parece —canturreó arrogando la bolsa en dirección a Remus, quien rápidamente la tomo.
Con una pequeña sonrisa en su rostro, Remus tomo la primera barra de chocolate de Honeydukes para abrirla con prisa, mostrando un poco su lengua y alegría.
—Míralo, toda una bestia emocionada —señalo Sirius, ganándose una muy mala mirada por parte de Mel—. Hey, tranquila mielecita, es con cariño —aseguró, mientras se dejaba caer sobre una pila de mantas—. Pero bien, mejor actualícenme, ¿planean tener lobitos juntos?
Sirius no debió decir eso mientras Remus mordía chocolate, ya que la pieza de aquel manjar creado por los dioses, termino cayéndose al suelo. Por unos segundos, Remus observo el chocolate en el piso, mientras las mejillas de Mel tomaban un color similar al de un granado.
—¿Dije algo malo? —preguntó con burla Sirius.
—Jódete —masculló Remus, sonrojándose.
—Es mera curiosidad —aseguró el animago.
—Sabes que eso no va a pasar —habló en voz muy baja Remus.
Aquel comentario provocó que Mel mirará de reojo a su pareja. Realmente ellos dos nunca han hablado seriamente de su relación, no se han llamado novia o novio y ni mucho menos han involucrado a alguno de sus familiares en eso por que ambos parecen no estar seguro de lo que realmente son.
Pero, ¿qué es lo que son?
Si es que Mel no se equivoca ambos son amantes. Le gustaría decir que son una pareja por que actúan como una: se preocupan por el otro, se visitan aun así tengan poco tiempo, se dan amor, tienen citas y comparten momentos juntos. Sí, ellos dos son una pareja, sin embargo, Mel debe admitir que le da un poco de pena llamar a Remus su novio por miedo al rechazo.
Aunque esta bastante segura en que él nunca la rechazaría... ¿o si?
Volviendo al tema que había tomado curiosidad a Mel, no era capaz de entender por que Remus aseguraba que no iba a pasar el hecho de tener bebés juntos, o lobitos, como Sirius lo llamo. Quizá, si tiene un poco de sentido que la condición de hombre lobo le aterre el ser padre, más que nada, el hecho de heredar al primogénito aquella condición.
Peeeero, ante todos los estudios que han hecho los Scamander, no han podido confirmar o negar que la enfermedad de hombre lobo se transmitan de padres a hijos, y un claro ejemplo de eso es Blossom, la madre de Mel, quien es hija de nada más y nada menos de un hombre lobo y ella no había nacido padeciendo eso.
—¿Mel?
La joven agito su cabeza eliminado aquellos pensamientos y con sus ojos bien abiertos miro a Remus.
—¿Si? —curioseo algo confundida, realmente había perdido el hilo de la conversación.
—¿Estás bien? —preguntó esta vez Sirius.
—Oh, sí, genial, solo... recordé que tengo que alimentar a los thesthrals —mintió, mostrando una pequeña sonrisa que fue capaz de delatarla ante Remus.
Claro, le estaba mintiendo justo cuando hace algunos minutos le dijo que nunca lo haría; sin embargo, ella prefería mentirle antes de confesarle que realmente desearía tener hijos con él.
Se paro de un brinco, se inclino para besar a Remus, despeino la melena de Sirius y como snitch dorada, salió disparada al hogar de los thesthrals, mientras movía sus manos de manera inquietante, sabiendo que Sirius y Remus aun miraban por donde había salido.
—Se muere por ser madre —señal con una gran sonrisa Sirius.
—Oh, cierra la boca, Sirius.
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El fin de semana se paso volando para Remus y Mel, quienes habían compartido cada momento juntos antes de su separación, y es que Mel realmente no sabía cuando sería el día en el que volvería a Inglaterra. Ella podría tantear al decir que dos o tres meses sería suficientes para tener una conversación con la Serpiente Negra y que así deje de atormentar a los muggles, pero Remus tenía una sensación de que serían más de tres meses en los que tardaría la joven para regresar a casa.
—Y las bolsas de comida estan todas apiladas en la bodega —informó a Remus, mientras abrocha sus botas—. Son suficientes para casi un año...
—¿Tardarás un año en regresar? —preguntó sin poder evitarlo Remus.
Lo pregunto de manera tranquila, pero él quería gritarlo.
¿¡UN AÑO SIN VER A MEL?! Se volvería loco. ¿Cómo sería un año sin tener sus besos, caricias o escuchar su melodiosa voz?
Horrible, estaba seguro de eso.
—No, no, no —hablo rápidamente la chica, enderezándose—. Es que soy precavida —aclaró soltando una risita—. Y no quiero que tú o Sirius gasten dinero en las criaturas.
—No será problema, créeme —aseguró mostrando una pequeña sonrisa.
Mel suspiró profundamente y paso sus manos por la falda de su vestido, alisándolo. Remus no perdió de vista cada movimiento que realizaba, memorizando la manera en que pasa sus dedos entre su ligeramente rizado cabello, o como hace un par de muecas cuando esta nerviosa.
—Te voy a extrañar —confesó Remus, sabiendo que eso no era ningún secreto.
Mel apretó sus labios, procurando no derramar lágrimas y es que detestaba las despedidas.
—Por favor no hay que ser de esto una despedida —suplicó.
—Bien —susurró Remus sonriendo—. ¿Me dejas abrazarte?
—Claro.
Suspiró antes de acercarse a Mel, sin prisa alguna, Remus acarició los brazos de la joven antes de envolverla en un fuerte y cariñoso abrazo. Mel no mentiría al decir que ese ha sido uno de los mejores abrazos que ha recibido, y el que más duración a tenido.
Se sintieron como horas en los brazos de Remus, pero fueron tan solo unos minutos.
—Cuídate mucho —dijo sobre su oído, erizando la piel de la joven—. No te olvides de mi.
—Nunca lo haría —admitió separándose un poco de él.
Tomo el rostro de Remus entra sus manos, acariciando con sus pulgares las mejillas del hombre. Sus rostros se acercaron y sus labios se unieron en un gran beso, que, efectivamente, era de despedida.
Con fuerza la tomo de la cintura, haciendo que sus pies dejaran de tocar el suelo por unos segundos, profundizando aquel beso donde ambos desean memorizar el sabor de los labios del otro, pero no había tal necesidad, ya que se conocen perfectamente bien.
—Por favor, escríbeme —suplico Remus, acariciando los mechones que caen por el rostro de Mel.
—Cada semana —aseguró con una sonrisa—. Quiero respuestas, ¿de acuerdo?
Con una sonrisa, Remus asintió—. Prometo que las tendrás —se sonrieron una última vez más y Mel retrocedió hasta llegar al jarrón verde que esperaba para trasladar a Mel hasta su destino final, Brasil.
Tomo el minúsculo bolso que estaba junto al jarrón, se lo colgó en el pecho y con un pequeño ondeo de manos, Mel pudo ver entre la cegadora luz como Remus dejaba caer sus hombros, guardando sus manos en el bolsillo de su pantalón, diciendo un apenas audible «te quiero».
Cerro sus ojos de golpe sintiendo como viajaba hacía su destino final y jadeo al caer de golpe sobre el húmedo césped de la tropical selva amazonia; y mientras se paraba sacudiendo su vestido, a sus espaldas, alguien hablo:
—¿Acaso olvidaste como caer de pie?
Nota de autora:
Primero que nada, buenas noches/días/tardes.
¡HOLAAA! Jajssjsa tarde años en actualizar, una disculpa, pero les recuerdo que soy adulta y estoy )( de poder decir que soy independiente, aunque realmente mis papás son buenos roomies, entonces lo dudo.
Eso no les importa verdad, pero de antemano una disculpa por la tardanza, entre cuidar mi salud mental, encontrar un trabajo que me gusta y darme tiempo para mi misma (en el cual no hago nada, he de admitir), olvide por completo wattpad y realmente lo siento ):
No prometo seguir pronto por que el trabajo me lo impide, pero si espero al menos poder actualizar una vez al mes cada historia que tengo.
Ojalá que aún tenga lectoras, y sino, pos ni pedo, Mel y Remus mis papis <3
Cuídense mucho, tomen agua, coman frutas y verduras, también pan, pork no.
Lots of love, Cici x
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