27. OWN WAY
27. PROPIO CAMINO
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Aunque Remus alegaba que en lugar de descansar tenía que pararse a ir a buscar a su amigo Sirius, no pudo hacerlo. Mel ya le había dado la orden de que al menos tenía que dormir una hora y el no se había podido negar.
Sin embargo, Mel no perdió el tiempo porque corrió rápidamente a la oficina de Dumbledore, donde le pedía a gritos a la gárgola con forma de grifo que la dejará pasar.
La puerta de la oficina estaba entreabierta, así que entro sin tocar, llevándose la sorpresa de ver al menos una decena de Aurores, el profesor Dumbledore y al ministro.
Todos quedaron en silencio al ver a la joven Scamander luciendo tan... desaliñada.
—Señorita Scamander —le llamó algo preocupado Dumbledore.
—Oh, profesor que bueno que lo encuentro —dio largos pasos hacia él, empujando un poco a los aurores—. ¿Qué ha pasado con Black? ¿Dónde está Pettigrew? —inquirió.
—Están detenidos, estamos esperando al resto del Wizengamot para que les den el beso del dementor...
—¿¡LES?! —exclamó llamando la atención de todos—. ¡No! ¡No! ¡No! Sirius Black es inocente —puntualizó.
Dumbledore ladeo su cabeza y frunció el ceño—. ¿Cómo es que...? —ladeo una mueca y cruzó sus brazos—. El profesor Snape nunca nos dijo que estuvo por la noche en la casa de los gritos...
—¡No claro que no! Pero ahí estuve presente y escuche toda la historia —aseguró con firmeza—. Sirius Black necesita un juicio, y veritaserum —se cruzó de brazos inflando sus mofletes—. Tres gotas bastarán...
—Scamander lo que Black necesita es el beso del dementor, ya ha causado muchos problemas al dejar a cuatro niños...
—¿¡Niños!? —exclamó furiosa—. Primero que nada, soy una adulta —recalcó dando un paso al ministro, quien retrocedió asustado—. Segundo que nada, el único problema de Black es que hace doce años no le dieron el juicio que merecía. Ahora, ¿seguirán esperando que se más tarde? Por qué no arriesgue mi pellejo como para que decidan darles el beso de dementor solo porque sí —comentó frustrada—. Pettigrew es un animago, es una rata y estuvo viviendo como una por doce años entre una familia de magos. Él es la única persona que se encargó de traicionar a los Potter y quien debería recibir el beso del dementor.
Hubo un silencio en donde el Ministro miró a Dumbledore pidiendo ayuda.
—Mel, si nos permites, hay cosas que tengo que discutir con el ministro... —señaló Dumbledore sonriendo un poco.
La chica lanzó una furtiva mirada al ministro y se giró sobre sus talones para caminar recta y con su cabeza bien en alto. Bajo las escaleras a prisa y corriendo se dirigió hasta la enfermería, donde encontró a Harry, Hermione y Ron.
—¡Mel! —gritaron los tres con cierta emoción.
—¡Estás viva! —dramatizo Ron abriendo los brazos, haciendo que Mel soltará una pequeña risita.
—Aún. Sí —caminó hacia ellos y suspiró—. ¿Qué pasó después de que llegaran? —preguntó alzando una ceja.
—Snape despertó —informó Hermione con una mueca—. Estaba furioso, casi se debate a duelo con Sirius...
—¿Casi? —preguntó alzando una ceja.
—Harry se puso frente a Sirius —replicó Ron—, le dijo que si quería lastimar a Sirius primero tenía que lastimarlo a él de la misma manera —Mel miró a Harry con una pequeña sonrisa.
Harry alzó los hombros, inocente—. No podía permitir que algo le pasará —explicó.
—Después, llegó Dumbledore quien estaba muy sorprendido al ver a Pettigrew —narró Hermione—, los llevaron al despacho del profesor Flitwick, pero Snape se puso a hablar por nosotros...
—¡Nos dijo locos! —le interrumpió de golpe Ron.
—Dijo que delirábamos —continúo Hermione—, aseguro que Sirius nos había lanzado un hechizo...
—¡Nos dijo locos! —volvió a decir Ron.
—Snape no paraba de decir que Black había hecho un trabajo con nosotros de confundirnos y...
—¡Locos, Mel! ¡Locos! —repitió Ron.
—¡Ron cállate! —chilló desesperada Hermione—. Bueno, el punto es que Dumbledore los detuvo y habló en privado con nosotros para decirnos que el ministro y los aurores no le iban a creer a tres adolescentes como nosotros...
—Tratamos de decirle que tu estabas ahí, pero Snape no paraba de abrir el hocico...
—¡Ronald! —le reprimió Hermione.
Harry y Mel tuvieron que contener sus risas.
—Bueno, ahora entiendo por qué se veía notablemente feliz cuando aparecí —comentó sonriendo un poco—, no se preocupen, ya me he encontrado con Dumbledore, estoy segura de que le darán un juicio a Black. Le hice saber que estuve presente, que escuche todo. Propuse que le den veritaserum para que también sepan la verdad, estoy segura de que la tomaran en cuenta...
—¿Veritaserum? —preguntó Harry alzando una ceja.
—Suero de la verdad. La poción pone al bebedor a responder las preguntas con sinceridad —explicó Hermione brevemente.
—Exacto —Mel suspiró y pudo ver el sol que comienza a iluminarse a través de las ventanas de la enfermería—. Bueno, supongo que será mejor descansar...
—Mel, ¿cómo está el profesor Lupin? —le interrumpió Harry.
Los tres jóvenes la miraron en espera de una respuesta—. Él está bien —respondió sonriendo un poco.
—¿Tú estás bien? —preguntó Ron señalando su vestido, el cual tiene rastro de sangre y tierra.
—¿Qué? Oh, no es nada.,.
—Pero, son heridas de hombre lobo —señaló Hermione algo preocupada.
—No tienen nada de qué preocuparse —aseguró sonriendo un poco—. Si les soy sincera, no es la primera vez que me da un pequeño rasguño un hombre lobo. Aparte, me encontraba en mi forma animaga, por lo que las escamas y mi piel fueron capaces de protegerme —explicó—. Oh, y mi abuelo es un hombre lobo, al parecer mi sistema lo reconoce —comentó sonriendo un poco—. Ahora, descansen, lo necesitan.
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Mel estaba realmente acostumbrada a no dormir, por eso, una vez que había mandado a descansar a Harry, Hermione y Ron, se encaminó a su habitación en la torre de Ravenclaw y tomó una cálida ducha mientras limpiaba con cuidado sus heridas. En su mente, repasaba una y otra vez los sucesos en la casa de los gritos y en el bosque prohibido, con Remus en su forma animaga.
Había sido... curioso.
Él se había comportado como si fuese algo timido con ella, y estaba segura que se debía a la poción que le había dado antes de que se fuera a seguir a Pettigrew.
Les dedico unas pequeñas sonrisas a Ruby y a Evie, sin embargo, Demi y Penelope ni siquiera le dedicaron una mirada y eso no le importo. Se vistió tranquilamente y tras ver como sus compañeras se iban para aprovechar el día en Hogsmeade, ella se apresuró para visitar a Remus.
Soltó un bostezo antes de tocar la puerta la oficina de Remus y se escuchó un «pase». Mel entró lentamente para ver como Remus se encuentra agitando su varita, arreglando sus cosas y guardando pergaminos.
—¿Qué está pasando? —susurró mirando el lugar ordenarse por sí solo.
Remus miro con una pequeña sonrisa triste a Mel—. Me voy a ir.
—¿Por qué? —preguntó rápidamente.
—Bueno, Snape se ha encargado de decirle a los alumnos de Slytherin que soy un hombre lobo —comentó con una mueca—. He anunciado mi renuncia hace dos horas...
—¿Qué hizo qué? O ese hombre es malo —gruño apretando sus puños.
—Descuide señorita Scamander —dijo sonriendo—. Es por el bien de todos...
—¿Qué dice profesor Lupin? —ella negó—. No debe irse, tiene que quedarse, aparte el profesor Dumbledore...
—No tiene por qué preocuparse —le interrumpió calmado—. No quiero tener que soportar a los padres mandando cartas para decirme que me vaya...
—¿Quiere que les mande una maldición? Usted nada más dígame los nombres y yo me encargo de... —Mel no pudo terminar, Remus comenzó a reír con ternura.
—Es usted muy amable, señorita Scamander —admitió sonriendo—. Pero tarde o temprano iban a enterarse. En realidad, me alegra que haya sido al final del curso y no a medio curso —dijo con una mueca—. Por cierto, ¿cómo se encuentra? —preguntó con preocupación.
—Oh, bien —aseguró sonriendo.
—¿Está segura? Por qué... bueno, yo quiero pedirle disculpas, por lo de anoche —ella lo miro achinando un poco sus ojos.
—Rem —habló con voz baja, acercándose a él—, no pasó nada —aseguró tomando su brazo—, en realidad... fue divertido —murmuró sonriendo un poco.
Remus ladeo una sonrisa—. Ahora que dices eso, hay algo que te quería preguntar, sobre... la noche pasada —comentó frunciendo un poco el ceño—, la poción que me diste, ¿es algún derivado de la poción matalobos o...?
—¿Por qué pregunta? —comentó frunciendo el ceño.
—Oh, es que yo... bueno, yo la reconocí —murmuró algo confundido, Mel se enderezo un poco sorprendida.
—¿Usted?
—Sabía que eras tú y sabía que no tenía que lastimarte... sabía que... sabía que podía jugar contigo —explicó ladeando una mueca—. ¿Tus padres no te han...?
—Es que esa la invente yo —le interrumpió con voz aguda, tomando por sorpresa a Remus—. Hace ya dos años pase el verano con mi abuelo, en Rumania —aclaró—, y no había más suministro de la poción matalobos. La noche de luna llena se aproximaba por lo que improvise con los ingredientes que teníamos a la mano y con los que conocía. Mi abuelo se transformó en hombre lobo, sin embargo no salió de los límites de la casa y a pesar de que lucía muy peligroso, nunca me lastimo —Remus frunció un poco el ceño, algo asombrado y curioso—. Prometimos no decirle nada a mis padres porque no queríamos que se preocuparan. Mi abuelo solo me comento que le calmó las ansias de hacer daño, pero no mencionó haberme reconocido...
—¿Las has modificado? —preguntó cauteloso.
Mel asintió con su cabeza—. Sí, lo que te do ha sido mi última modificación... —jugo con sus manos, nerviosa—, yo... Remus perdón —susurró sonrojada.
—¿Qué dices Mel? —preguntó confundido.
—Es solo que, nunca antes la había probado con un hombre lobo, pero estaba segura de que funcionaria —dijo rápidamente.
—Hey, no pasa nada —aseguró acariciando su mano—. Funcionó, muy bien... quiero decir, no fue como la poción matalobos. En realidad... fue un poco más... vivas, ¿me explicó? —preguntó frunciendo el ceño.
La joven asintió con su cabeza—. La poción matalobos te hace pensar como humano y alivia sus síntomas, ¿esta...?
—Me hizo sentir energía, pero... pero al mismo tiempo podía reconocer. No era tanto un pensamiento, sino una visión, pero el hecho de reconocerte sabía que no podía lastimarlos —aclaró.
—Genial —susurró Mel—, digo, no, no —se corrigió rápidamente.
—No, en realidad, creo que es genial —afirmó Remus sonriendo un poco.
—Yo... yo solo espero encontrar la cura algún día —confesó ladeando una sonrisa.
—Sabes, sé que lo harás —aseguró Remus.
Bajo su cabeza algo sonrojada y al sentir la mano de Remus tomarla con cariño alzo de nuevo su rostro para verlo.
—¿Cuándo te volveré a ver? —preguntó cuidadosamente.
—¿Cuándo quieres verme? —le interrogó ladeando una sonrisa.
—¿La verdad?... siempre —confesó en voz baja.
Remus la tomó delicadamente por la cintura. Mel rodeo sus brazos alrededor de su cuello y sus narices se rozaron. Sus respiraciones se mezclaron y Mel pudo ver como Remus relamía sus labios al tener los de ella tan cerca, por lo que se inclinó para atraparlos y darle un beso feroz.
Se besaron algo desesperadamente, Remus jadeo sin poder contenerse al sostener con fuerza la cintura de Mel y se apoyó en el escritorio tomándola con fuerza.
Jadeo esta vez algo adolorido.
—Lo siento —susurró separándose de él.
—No pasó nada —Remus dio un corto beso en los labios de Mel y acarició la mejilla de la chica sonriendo un poco.
Se miraron por lo que se sintieron horas. Con sus respiraciones mezclandose y Mel sintiéndose atraída por el olor a chocolate que desprende Remus; se acariciaron lentamente, mientras recorrían sus brazos, sus rostros, sus labios, como si fuese la última vez que lo harían cuando ambos estaban conscientes que ese era solo el comienzo de algo.
—¿Me escribirá? —preguntó en voz baja. Remus dejó de ver los labios de Mel y posó sus ojos en los de la joven.
—¿Quiere que lo haga? —preguntó con una sonrisa ladeada.
Mel rodó los ojos y le dio un ligero golpe en su nariz—. Obvio —susurró—, me encantaría, en realidad —admitió sonriendo un poco.
Remus sonrió, mostrando un poco sus dientes y asintió—. Te escribiré —aseguró, causando que el estómago de Mel se removiera y una linda sonrisa se apareciera en su rostro—. ¿Se quedará en Gran Bretaña? —la joven ladeó una mueca y miró los ojos de Remus.
—No lo sé —confesó frunciendo el ceño, causando curiosidad en Remus.
—¿Ah no? —susurró en voz baja el hombre.
—Es solo qué... en realidad, no sé qué voy a hacer ahora —admitió soltando un suspiro pesado.
La tomó con fuerza de la cintura—. Está bien, es normal no saber qué es lo que sigue...
—¿Usted lo sabía cuándo se graduó? —indagó curiosa, a lo que él negó.
—No, claro que no, ¿se imagina? Un hombre lobo recién graduado... bueno, no en muchos lugares aceptan tal currículo —admitió acariciándole el cabello de Mel, mientras que sus labios había una sonrisa nostálgica.
—¿Qué es lo que hizo? —curioseo.
—En cuanto salí de Hogwarts me fui a vivir con mis mejores amigos —comentó—. Éramos jóvenes, inmaduros y había una guerra —apretó un poco su quijada y suspiro—. Formábamos parte de la Orden del Fénix, una organización que luchaba contra Voldemort —Mel ladeo un poco su cabeza—. No tienes idea de lo que estoy hablando, ¿verdad? —preguntó divertido.
—Voldemort el asesino de los padres de Harry, eso lo recuerdo bien —respondió sonriendo un poco—. La Orden del Fénix... ¿que es?
—Bueno, era una sociedad secreta que luchaba contra Voldemort y los mortífagos, sus seguidores —le aclaró—. Forme parte de ella junto con Sirius, James, Lily y, sí, Peter también —murmuró ladeando una mueca.
—El espía —susurró, a lo que Remus le dio la razón—. Entonces, ¿eso hiciste cuando saliste de Hogwarts? —preguntó ladeando su cabeza.
—Bueno, eran tiempos difíciles y yo un joven hombre lobo...
—No entiendo —le interrumpió—. ¿Qué tiene eso que ver?
—Voldemort quería a los hombres lobos de su lado —ella abrió un poco su boca. Mel frunció el ceño, haciendo memoria.
—¡Claro! ¡Eran las historias de mi abuelo! —dijo chasqueando los dedos, hizo sonar un poco su garganta para hablar con voz grave—. «Y con su piel pálida y ojos cual serpiente, se atrevió a cruzar los caminos de nuestro bosque, mientras hombres a su alrededor, con máscaras y capuchas, le aclamaban y nos hacían salir para unirnos a su lado» —Remus ladeo un poco su cabeza—. Mi abuelo me contó que un mago muy oscuro quería a los hombres lobo de su lado. Pero en su manada les prohibieron acercarse a ellos —explicó—. Mi abuela murió por su culpa —aclaró con una mueca.
—Lo siento mucho —musitó Remus.
—Descuida —le dedicó una sonrisa tierna—. Entonces, ¿qué hizo?
—Me infiltre entre los hombres lobos —explicó tranquilo. Mel se atraganto con su propia saliva—. Tenía que ayudar a la orden, pero fue muy difícil, desconfiaron de mi...
—Porque vivía entre magos, ¿no? —él asintió—. Sí, son medio tercos.
—¿Medio?
Ambos soltaron una risita.
—Cuando James se casó con Lily, Peter regreso a casa de su madre por que enfermó gravemente; quedamos Sirius y yo viviendo juntos y bueno, hubo demasiadas peleas entre nosotros. Ya sabes, lo que te había explicado con anterioridad —dijo haciendo un pequeño ademán con sus manos, apoyó una de ellas en el hombro de Mel y ladeo su cabeza observándola—. Así que... desde que me gradué siempre ha sido... difícil, encontrar un camino que seguir —confesó ladeando una mueca.
Mel acarició la mejilla de Remus con ternura.
—Pero, siempre procuro estar siempre de casa —confesó con una pequeña mueca.
—Ese es el problema, Lobito —susurró, Remus arrugó su nariz ante aquel apodo—. No tengo un hogar —dijo con una mueca—. Mi... mi hogar son mis padres pero... creo que ellos saben que tengo que encontrar lo que realmente me haga hacer llamar hogar —aclaró con una mueca.
—¿Tienes alguna idea de que es lo que te hace sentir como en casa? —preguntó con ternura.
Suspiró y ladeo una mueca—. No lo sé —confesó apenada—. Toda mi vida he seguido a mis padres y... he viajado por todo el mundo. Conozco tantas tribus, países, culturas, lugares, animales y en este momento, mi única meta era graduarme del colegio —Remus asintió, comprendiendo la confusión y desesperación que transmitían los ojos Mel—. Pero ahora, estoy a nada de terminar y... no sé qué quiero —confesó soltando un suspiro—. He vivido tantas cosas... —suspiró un tanto frustrada.
Remus ladeo una mueca pensando la respuesta perfecta, Mel pego su cabeza en el pecho de Remus, y acariciando su espalda, hablo.
—Yo creo, Mel, que es momento que sigas tu propio camino —la joven alzo su cabeza y parpadeo varias veces, tratando de entenderlo—. Se escucha como un sueño y maravilloso todo lo que has vivido con tus padres, pero ahora es momento de saber qué es lo que quieres. Es momento de escuchar tu corazón —ella asintió lentamente, entendiendo lo que decía—. Así que, pregúntate a ti misma, ¿qué es lo que quieres?
Mel ladeo su cabeza, miro a Remus, quien tiene una suave y cálida mirada sobre la chica. Se separaron un poco y Mel suspiró.
—Quiero... —frunció un poco el ceño—. Quiero seguir aprendiendo —admitió, tomando un poco por sorpresa a Remus—. Quiero escuchar a los animales, quiero poder volar en el cielo, quiero... quiero paz —susurró—. Quiero vivir en el bosque, o quizá en una selva —murmuró, haciendo que Remus sonriera—. Quiero tener mi propia cría de mooncalf y quiero defender a todos aquellos que están siendo atacados —miro a Remus y sonrió con una pizca de emoción—. Quiero ser magizoologista (oficialmente), como mis padres. Pero ya no quiero viajar, lo he hecho durante toda mi vida, he conocido cientos de personas. Quiero algo fijo, necesito algo fijo —puntualizó frunciendo el ceño, luciendo adorable ante los ojos de Remus—. Quiero poder ir a visitar a mis abuelos, quiero ayudarles a ambos, quiero... quiero estar —musitó.
Hubo un silencio y Remus se impulsó un poco con su brazo para levantarse del escritorio, se acercó hacia ella y le acomodo un mechón de su cabello.
—Entonces hazlo —susurró Remus—. Encuentra un claro en algún bosque, o en la selva, ten tu propia casa. Cuida de los animales que te rodeen y en las noches de luna llena vuela sobre el cielo estrellado en tu magnífica forma animaga —una pequeña sonrisa se asomó por los labios de Mel—. Visita a tus abuelos cuantas veces quieras, cuéntales de tus días y tus sueños, escucha sus historias... pero recuerda, que no importa donde estés, quiero que te sientas bien, ¿sí?
—Sí —susurró.
—Bien... ¿ayudé de algo? —preguntó sonriendo divertido.
—Mucho, diría yo —admitió—. ¿Qué harás, Remus? —preguntó con preocupación.
—Hum... no lo sé —confesó alzando los hombros—. Supongo que... esperar el juicio de Sirius, y... procurar que no se comporte como un adolescente de veintiún años cuando lo dejen libre, por que estoy seguro de que quedará libre —dijo sonriendo un poco.
—Y... ¿me visitaras? —preguntó algo tímida.
—¿Te gustaría que lo hiciera?
—Mucho —confesó bajando un poco su cabeza.
Sus rostros se acercaron una vez más, sus labios se rozaron y se depositaron pequeños besos. Les reconfortaba estar juntos... realmente juntos.
—Quizá, quizá siga buscando la cura —dijo en un hilo de voz Mel, viendo a Remus, quien sonrió con ternura—. ¿Te gustaría que encontrara la cura?
—En realidad, no lo sé —admitió—. Estoy tan acostumbrado ya... y... aunque es doloroso, creo que me sentiría extraño —confesó.
—Sí, es lo que piensa mi abuelo —musitó Mel, ella levantó su cabeza y con cuidado acarició la mejilla de Remus, donde hay una nueva cicatriz—. Lo siento...
—¿Qué dices?
—Sí me hubiese llevado la poción matalobos conmigo, si tan solo...
—Descuida, estoy bien —aseguró Remus, tomando la mano de Mel que le acaricia su mejilla.
—¿Lo estás? —susurró tímida.
—Claro, tú curaste estas heridas, estoy bien —una sonrisa se apareció en el rostro de Mel y Remus sonrió.
Sus miradas parecían estar conectadas, ninguno de los dos tenía pensado cortar la conexión que había entre sus ojos, podían acostumbrarse a verse diario. Había algo dentro de Remus que le gritaba que dejará de ser tan bobo, que dejará de verla de tal manera, porque no había nada que pudiese pasar entre ellos; pero una segunda voz, mucho más fuerte, opacaba aquella voz pesimista, gritándole que se arriesgará por Mel, por el corazón y amor de la chica, quién demostraba de más de una y mil maneras lo mucho que le apreciaba y quería sin importarle que era un hombre lobo.
—Mel —susurró Remus acariciando la mejilla de la chica.
—¿Sí? —preguntó en un susurró, soltando un suspiro emocionado.
Pero Remus no pudo decir nada porque la puerta se escuchó interrumpiéndoles. Rápidamente se separaron, Remus hizo sonar su garganta y llevó sus manos a los bolsillos de su pantalón. Un tanto decepcionada, Mel carraspeo mirando hacia la ventana.
—Oh, hola Harry —saludó Remus y Mel le dedicó una sonrisa al chico.
—Hola —musitó, para después mirar a Mel—. Yo... ¿interrumpí algo? —preguntó mirando primero a Mel y luego a Remus.
—No, nada, solo...
—Estoy planeando una revolución para que Remus no se vaya solo por ser un hombre lobo —dijo Mel, salvándolos a ambos.
—Eso suena increíble —confesó Harry sonriendo un poco—. Profesor, entonces, ¿es cierto que ha presentado usted la dimisión?
—Sí, Harry —asintió con una mueca—. El profesor Snape se ha encargado de avisarle a los Slytherin a la hora del desayuno que soy un hombre lobo.
—¿Y se va solo por eso? —preguntó Harry con una mueca—. Mel, haz la revolución, ahora —pidió entre dientes, mientras abre sus ojos, haciendo que tanto la joven, como el profesor suelten risitas.
—Será todo un placer —hizo una reverencia un tanto dramática y miro a Remus—. Me ha dado mucho gusto conocerlo, profesor Lupin —Remus sonrió por la formalidad de Mel.
—Me ha dado mucho gusto darle clases, señorita Scamander.
Harry resopló—. ¿Por qué actúan de esa forma conmigo?, ya sé que están saliendo —aclaró rodando los ojos.
Las mejillas de ambos tomaron un ligero sonrojo.
—Harry, cubre tus ojos —pidió Remus en un fingido susurró.
Un tanto divertido, Harry cubrió sus ojos y Remus tomó con fuerza la mejilla de Mel para darle un feroz beso que la dejó ligeramente atontada. Al separarse, observó a Harry soltando pequeñas risas y Mel sonrió un poco.
—Escríbeme —pidió en voz baja y retrocediendo un poco para salir del despacho.
—Tenlo por seguro —respondió sonriendo.
Mel salió de ahí dedicandole una pequeña sonrisa a Harry. Su corazón late realmente rápido y no puede evitar sentirse tan emocionada, ilusionada, enamorada. Todo lo que habían pasado los últimos meses había sido algo que simplemente no olvidaría, nunca, y es que, la forma en la que congeniaron tan bien es única.
Las relaciones que Mel tenía con los hombres no solían ser la mejores debido a su amor por las criaturas mágicas, sin mencionar que, su última relación había sido en Uagadou y desde entonces, se había dicho que no volvería a interesarse en relaciones.
Pero con Remus, Merlín, con Remus era tan diferente todo, hasta la forma de hacer el amor.
En cuanto llegó a la entrada del Gran Comedor, encontró reunidos a muchos estudiantes que comentaban con susto como Remus Lupin era un hombre lobo.
—¡Gemelos! —les llamó a los dos pelirrojos que intentaban entender que es lo que sucedía.
—¡Mel! —le nombraron ambos, George un poco más emocionado que Fred.
—¿Ya te enteraste? ¡El profesor Lupin es un hombre lobo! —exclamó Fred.
—¿¡No es eso increíble?! —preguntó con emoción George.
Mel sonrió—. ¡Definitivamente lo es! —aseguró con emoción—. ¿Qué dicen si hacemos una revolución para que el profesor Lupin no se vaya?
—¿Revolución? —preguntaron al mismo tiempo, mirándose con entusiasmo—. ¡Nos encantan las revoluciones!
En cuestión de minutos, una ola de estudiantes se encontraba alzando su puño mientras todos en una misma voz decían—: ¡Queremos a Lupin como profesor! ¡Queremos a Lupin como profesor!
Una vez que Remus llegó al vestíbulo, miro un tanto extrañado lo que sucedía. Sonrió en dirección a Mel al verla con su puño alzado en medio de los gemelos, que seguían dando brincos y gritos mientras menean sus melenas pelirrojas y sonrió con cierta ternura.
Todos se despidieron de él con orgullo y emoción. No había hombre lobo más notable que él y los estudiantes se lo hacían saber.
Esa reacción sin duda alguna le había emocionado a Mel. Ningún hombre lobo debía ser despreciado solo por su condición, todos (como Remus) debían recibir una oportunidad para formar parte de una sociedad y ser visto como iguales.
Mel sin duda alguna quería ayudar a que todos entendieran eso.
Al pasar cerca de Mel, le dijo con una pequeña sonrisa—. Mel... sigue siendo notable —le guiño un ojo para salir del castillo y Mel no dudo en seguirlo al ver cómo el profesor Dumbledore y la profesora McGonagall (un tanto divertidos y enternecidos), intentaban calmar a los estudiantes.
—¡Remus! —el hombre dejo su baúl para ver a la chica—. Ya sé lo que quiero hacer —dijo con una sonrisa.
—¿Qué? —preguntó curioso.
—Aplicaré en el Departamento de Regulación y Control de Criaturas Mágicas del Ministerio Británico —una sonrisa se formó en el rostro de Remus—. Para serte más específica, voy proponer un re acomodo del hombre lobos. No me parece justo que los tengan como bestias, pero la ayuda que se les ofrece se encuentre en la división de seres —Remus apretó sus labios, tratando de esconder una sonrisa—. Así que me voy a encargar de defender, proteger, ayudar y alentar a los hombres lobos a unirse a la comunidad mágica y comentarles que no todos son malos.
Remus bajo de la cabeza, con paso firme y un tanto rápido llegó hasta Mel para envolverla en sus brazos, dándole un fuerte abrazo que hizo que Mel sonriera.
—Ojalá te hubiese conocido cuando tenía veinte años...
Mel frunció el ceño—. ¿Por qué lo dices? —murmuró.
—Porque eres todo lo que buscaba en ese entonces...
—¿Y ya no lo buscas? —preguntó en un jadeo.
—¿Estarías dispuesta a...?
—Estoy dispuesta, Remus —le interrumpió tomando su mano—, lo estoy —aseguró con poco aliento.
Remus apretó su mandíbula, su mirada fue suave y cariñosa—. Te escribiré, Mel, lo prometo —aseguró.
Llevó la muñeca de Mel hasta sus labios y depositó un cálido beso.
—Estos últimos meses serán inolvidables —aseguró en voz baja.
Se subió a la carroza y le dedicó una pequeña sonrisa que Mel regreso, lo observó mientras avanzaba fuera de los terrenos del castillo de Hogwarts y comenzó a seguirla con pasos lentos hasta que, ante la vista de muchos estudiantes, se convirtió en un hermoso dragón de piel nacarada, mientras que era señalada.
Pudo ver como Remus le dedicaba una última sonrisa y soltó un gran rugido que hizo temblar las ventas del castillo.
.❀。 • *₊°。 ❀°。
✿°。 ✿°
FIN DEL PRIMER
ACTO
✿°。 ✿°
.❀。• *₊°。 ❀°。
Nota de autora:
aY, POR FIN TERMINE EL PRIMER ACTO GENTE YO JURABA QUE NUNCA LO IBA A TERMINAR
Bueno,espero que les haya gustado tanto como a mi o lloro, digo que-
Anyways, no olviden dejar su voto si leen la historia y la siguen, ok?
Lots of love, Cici x
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