25. SHRIEKING SHACK
25. CASA DE LOS GRITOS
⊱ ━━━━━ { 🍃🌼🍃 } ━━━━━ ⊰
⊱ ━━━━━ { 🍃🌼🍃 } ━━━━━ ⊰
Mel no tenía ni la menor idea de que hacía frente al sauce boxeador, estaba realmente segura de que no debería entrar porque al final de cuentas era algo que Sirius, Remus y Peter debían de arreglar, sin embargo, el hecho de que Harry, Hermione y Ron se encontraran ahí adentro le preocupaba por que seguramente no debían entender algo de lo que pasaba ahí adentro.
Y aparte, quería ayudar a Blackie.
Así que saco su varita, inmovilizó el árbol y corrió hacía el agujero que había el cual sabía que era un pasadizo secreto que conducía a la casa de los gritos; sí, Remus se lo había dicho.
Caminaba tan rápido como sus pies se lo permitían, pero era bastante complicado considerando su altura, por lo que se encontraba agachada, hasta que por fin el túnel comenzó a elevarse, y luego a serpentear; Mel tomo un poco de aire al ver una pequeña luz salir de una habitación y sujeto su varita con delicadeza tras escuchar las voces que se escuchaban del piso de arriba.
Observó el vestíbulo y sin pensarlo dos veces comenzó a subir las escaleras, parpadeo varias veces acostumbrando sus ojos a la oscuridad y al llegar al descansillo sintió su corazón latir con rapidez.
Adentro, estaban teniendo una discusión y Mel no sabía si solo irrumpir, así como si nada.
Hasta que escuchó el grito de Harry.
—¡Y ESTABA EN UN ERROR! —gritó Harry—. ¡HA ESTADO AYUDÁNDOLO TODO ESTE TIEMPO
Abrió la puerta de golpe y recorrió su mirada con desesperación.
—¡Bien! ¡Alguien que es normal! —exclamó Ron.
Pero Mel solo posó su mirada en Sirius a quien le dedicó una pequeña sonrisa.
—Hola Blackie —susurró.
—¿¡QUÉ?! —chillarón los tres jóvenes.
Sirius inclinó un poco su cabeza—. Hola Mel —respondió con voz áspera pero ligeramente emocionado.
Le debía tanto a Mel.
La joven Ravenclaw (aún con su varita en mano), se giró para ver a Harry.
—En realidad, la única persona que ha estado tratando de ayudar a Black he sido yo —dijo a Harry quien frunció el ceño con molestia.
—Mel —le habló Remus acercándose a ella—, no deberías estar aquí, regresa al castillo —pidió con amabilidad.
—No, Rem —susurró mirando a Harry y luego a Sirius—, Harry tienes que escucharnos...
—¿¡Escucharlos?! —exclamó furioso—. ¡No tengo nada que escuchar de ustedes! —profirió con molestia—. ¡Todo este tiempo he confiado en ti y estabas tratando de ayudar a un prisionero a que me mate!
—¡Estás muy equivocado, Harry! —dijo a la defensiva—. ¡Sirius Black no asesinó a tus padres!
—¡Él se los dio a Voldemort! ¡Y tu querías ayudarlo junto con él a que termine conmigo! —señaló.
—No malinterpretes las cosas —hablo con voz queda—, ese no es e motivo por el cual Remus y yo estamos aquí...
—¿¡Entonces cómo sabían que aquí estábamos?!
—Por el mapa —respondieron en una sola voz.
—¿Saben usar el mapa? —preguntó con suspicacia.
—Por supuesto —dijo Remus haciendo con la mano un ademán de impaciencia—. Yo colaboré en su elaboración. Yo soy Lunático... Es el apodo que me pusieron mis amigos en el colegio.
—¿Usted hizo...?
—Por error observe el mapa y me encontré a ustedes tres de camino a los terrenos del castillo, supongo que estaban felicitando a Hagrid de que pudo quedarse con su hipogrifo, ¿cierto? —los tres se miraron entre sí, Mel mordió su labio, nerviosa, al ver a Remus pasearse sin dejar de mirarlos—. Supongo que lograron salir con la vieja capa de tu padre, Harry...
—¿Cómo sabe lo de la capa?
—¡Las veces que vi a James desaparecer bajo ella! —dijo Remus,repitiendo el ademán de impaciencia—. Que lleven una capa invisible no les impide aparecer en el mapa del merodeador. Los vi dejar la cabaña de Hagrid y estaban acompañados de alguien.
—¿Qué dice? —interrumpió Harry—. Nada de eso. No nos acompañaba nadie.
—Había esperado demasiado tiempo para ver su nombre aparecer en el mapa —prosiguió sin escuchar a Harry, paseando por la habitación—. En realidad, fue todo gracias a Mel quien descubrió la verdad mucho antes que yo —le lanzó una pequeña mirada a la chica y Remus se giró para ver a Harry—. Y ahí estaba, con ustedes...
—¡No había nadie con nosotros!
—Entonces vi otro punto que se acercaba rápidamente, con la inscripción «Sirius Black». Vi que chocaba con ustedes, vi que arrastraba a dos de ustedes hasta el interior del sauce boxeador.
—¡A uno de nosotros! —dijo Ron enfadado.
—No, Ron —dijo Lupin—. A dos. Dejó de pasearse y miró a Ron—. ¿Me dejas echar un vistazo a la rata? —pidió con amabilidad.
—¿Qué? —preguntó Ron—. ¿Qué tiene que ver Scabbers en todo esto?
—Todo —respondió Lupin—. ¿Podría echarle un vistazo, por favor?
Ron dudó. Antes de meter su mano en la túnica miro a Mel quien apretó con fuerza su varia. Scabbers salió agitándose como loca. Ron tuvo que agarrarla por la larga cola sin pelo para impedirle escapar. El gato de Hermione, se encontraba en las rodillas de Black, se levantó y dio un suave bufido. Lupin se acercó más a Ron. Contuvo el aliento mientras examinaba detenidamente a Scabbers.
—¿Qué? —volvió a preguntar Ron, con cara de asustado y manteniendo a Scabbers junto a él—. ¿Qué tiene que ver la rata en todo esto?
—No es una rata —graznó de repente Sirius Black.
—¿Qué quiere decir? ¡Claro que es una rata!
—No lo es —dijo Lupin en voz baja—. Es un mago.
—Un animago —aclaró Mel.
—Llamado Peter Pettigrew.
Los tres jóvenes quedaron en silencio mirando a los adultos con algo de confusión.
—Están ustedes locos.
—¡Absurdo! —dijo Hermione con voz débil.
—¡Peter Pettigrew está muerto! ¡Lo mató hace doce años! —señaló a Black, cuya cara sufría en ese momento un movimiento espasmódico.
—Tal fue mi intención —explicó, enseñando los dientes amarillos—, pero el pequeño Peter me venció. ¡Pero esta vez me vengaré!
Dejó en el suelo a Crookshanks antes de abalanzarse sobre Scabbers; Ron gritó de dolor cuando Black cayó sobre su pierna rota.
—¡Sirius, NO! —gritó Lupin, corriendo hacia ellos y separando a Black deRon—. ¡ESPERA! ¡No puedes hacerlo así! ¡Tienen que comprender! ¡Tenemos que explicárselo!
—Podemos explicarlo después —gruñó Black, intentando desprenderse de Lupin y dando un zarpazo al aire para atrapar a Scabbers, que gritaba como un cochinillo y arañaba a Ron en la cara y en el cuello, tratando de escapar.
—Sirius tienes que tranquilizarte —pidió Mel acercándose a él con delicadeza—, Harry tiene que saber toda la verdad antes de que Pettigrew pague por lo que les hizo. Hay cosas que ni siquiera Remus entiende y... estamos hablando de que vivió como la mascota de Ron por doce años...
—De acuerdo, pues —dijo Black, sin apartar la mirada de la rata—. Explíquenles lo que quieran, pero dense prisa. Quiero cometer el asesinato por el que fui encarcelado...
—Están locos los tres —dijo Ron con voz trémula, mirando a Harry y a Hermione, en busca de apoyo—. Ya he tenido bastante. Me marcho.
Intentó incorporarse sobre su pierna sana, pero Lupin volvió a levantar la varita apuntando a Scabbers.
—Ron, te puedes lastimar más, tienes que tener cuidado —hablo con voz queda Mel.
—Me vas a escuchar hasta el final, Ron —dijo en voz baja Remus—. Pero sujeta bien a Peter mientras escuchas.
—¡NO ES PETER, ES SCABBERS! —gritó Ron, obligando a la rata a meterse en su bolsillo delantero, aunque se resistía demasiado. Ron perdió el equilibrio. Harry lo tomó y lo tendió en la cama. Sin hacer caso de Black, Harry miró a Remus.
—Hubo testigos que vieron morir a Pettigrew —dijo—. Toda una calle llena de testigos.
—¡No vieron, creyeron ver! —respondió Black con furia, vigilando a Scabbers, que se debatía en las manos de Ron.
—Todo el mundo creyó que Sirius mató a Peter —confirmó Lupin—. Yo mismo lo creía hasta que Mel comenzó a cuestionarse acerca de la libertad de Sirius...
—¿Por qué? —preguntó con confusión Harry mirando a Mel—. ¿Por qué? —repitió.
—Hum... bueno, Sirius y James eran mejores amigos —dijo con una pequeña mueca—. El profesor Dumbledore me comento que por la forma en la que se llevaban, ustedes dos —dijo esta vez dirigiéndose a Sirius—, eran familia —aclaró con voz queda, los ojos de Sirius brillaron con algo de nostalgia—, y por la forma en la que se cuidaban el uno al otro (según Dumbledore), no podías haber hecho tal cosa —susurró—. Aparte, nunca tuvo un juicio, el ministerio simplemente dio a Sirius como el asesino por que...
—Por que él era su guardián secreto, porque lo encontraron riendo como el loco que es —señaló Harry—. Por que el mato a Peter Pettigrew.
—Harry el mapa del merodeador nunca miente —interrumpió Remus—. Peter está vivo. Ron lo tiene entre las manos, Harry.
Harry bajó la mirada hacia Ron, y Mel ladeo una mueca al ver como los amigos se miraban, los dos podían juzgarles sin hablar, estaba segura de que los daban por locos.
Entonces habló Hermione, con una voz temblorosa que pretendía parecer calmada, como si quisiera que el profesor Lupin recobrara la sensatez.
—Pero profesor Lupin: Scabbers no puede ser Pettigrew... Sencillamente es imposible, usted lo sabe.
—¿Por qué no puede serlo? —preguntó Lupin tranquilamente, como si estuvieran en clase.
—Porque si Peter Pettigrew hubiera sido un animago, la gente lo habría sabido. Estudiamos a los animagos con la profesora McGonagall. Y yo los estudié en la enciclopedia cuando preparaba el trabajo. El Ministerio vigila a los magos que pueden convertirse en animales. Hay un registro que indica en qué animal se convierten y las señales que tienen. Yo busqué «Profesora McGonagall» en el registro, y vi que en este siglo sólo ha habido siete animagos. El nombre de Peter Pettigrew no figuraba en la lista.
—¡Bien otra vez, Hermione! —dijo Remus entre una pequeña risa—. Pero el Ministerio ignora la existencia de otros tres animagos en Hogwarts.
—Si se lo vas a contar; date prisa, Remus —gruñó Black, que seguía vigilando cada uno de los frenéticos movimientos de Scabbers—. He esperado doce años. No voy a esperar más.
—De acuerdo, pero tendrás que ayudarme, Sirius —dijo Remus—. Yo sólo sé cómo comenzó...
Remus se detuvo en seco y Mel giró su cabeza a la puerta.
La puerta de la habitación acababa de abrirse. Todos los pares de ojos observaron aquello y fue Mel quien se acercó y observó el rellano.
—No hay nadie —informó Mel.
—¡Este lugar está encantado! —dijo Ron.
—No lo está —dijo Lupin, que seguía mirando a la puerta, intrigado—. La Casa de los Gritos nunca ha estado embrujada. Los gritos y aullidos que oían los del pueblo los producía yo —Se apartó el pelo de los ojos.Meditó un instante y añadió—: Con eso empezó todo... cuando me convertí en hombre lobo. Nada de esto habría sucedido si no me hubieran mordido... y si no hubiera sido yo tan temerario.
Estaba tranquilo pero fatigado. Iba Ron a interrumpirle cuando Hermione,que observaba a Remus muy atentamente, se llevó el dedo a la boca.— ¡Chitón!
—Era muy pequeño cuando me mordieron —prosiguió Remus—. Mis padres lo intentaron todo, pero en aquellos días no había cura. La poción que me ha estado dando el profesor Snape es un descubrimiento muy reciente. Me vuelve inofensivo, ¿se dan cuenta? Si la tomo la semana anterior a la luna llena,conservo mi personalidad al transformarme... Me encojo en mi despacho, convertido en un lobo inofensivo, y aguardo a que la luna vuelva a menguar. Sin embargo, antes de que se descubriera la poción de matalobos, me convertía una vez al mes en un peligroso lobo adulto. Parecía imposible que pudiera venir a Hogwarts. No era probable que los padres quisieran que sus hijos estuvieran a mi merced. Pero entonces Dumbledore llegó a director y se hizo cargo de mi problema. Dijo que mientras tomáramos ciertas precauciones,no había motivo para que yo no acudiera a clase. —Remus suspiró y miró a Harry—. Te dije hace meses que el sauce boxeador lo plantaron el año que llegué a Hogwarts. La verdad es que lo plantaron porque vine a Hogwarts. Esta casa —miró a su alrededor melancólicamente—, el túnel que conduce aella... se construyeron para que los usara yo. Una vez al mes me sacaban del castillo furtivamente y me traían a este lugar para que me transformara. El árbol se puso en la boca del túnel para que nadie se encontrara conmigo mientras yo fuera peligroso.
Mel había escuchado esa historia anteriormente, en una de las tantas veces que se había quedado a dormir con él, Remus le había confesado como habían sido sus transformaciones en Hogwarts. Miró un poco a Harry pero repasó con su mirada la habitación, teniendo un ligero y mal presentimiento.
—En aquella época mis transformaciones eran... eran terribles. Es muy doloroso convertirse en licántropo. Se me aislaba de los humanos para que no los mordiera, de forma que me arañaba y mordía a mí mismo. En el pueblo oían los ruidos y los gritos, y creían que se trataba de espíritus especialmente violentos. Dumbledore alentó los rumores... Ni siquiera ahora que la casa lleva años en silencio se atreven los del pueblo a acercarse. Pero aparte de eso, yo era más feliz que nunca. Por primera vez tenía amigos, tres estupendos amigos: Sirius Black, Peter Pettigrew y tu padre, Harry, James Potter. Mis tres amigos no podían dejar de darse cuenta de mis desapariciones mensuales. Yo inventaba historias de todo tipo. Les dije que mi madre estaba enferma y que tenía que ir a casa a verla... Me aterrorizaba que pudieran abandonarme cuando descubrieran lo que yo era. Pero al igual que tú, Hermione, averiguaron la verdad. Y no me abandonaron. Por el contrario, convirtieron mis metamorfosis no sólo en soportables, sino en los mejores momentos de mi vida. Se hicieron animagos.
—¿Mi padre también? —preguntó Harry atónito.
—Sí, claro —respondió Remus—. Les costó tres años averiguar cómo hacerlo. Tu padre y Sirius eran los alumnos más inteligentes del colegio y tuvieron suerte porque la transformación en animago puede salir fatal. Es la razón por la que el Ministerio vigila estrechamente a los que lo intentan. Peter necesitaba toda la ayuda que pudiera obtener de James y Sirius. Finalmente,en quinto, lo lograron. Cada cual tuvo la posibilidad de convertirse a voluntad en un animal diferente.
—Pero ¿en qué le benefició a usted eso? —preguntó Hermione con perplejidad.
—No podían hacerme compañía como seres humanos, así que me la hacían como animales —explicó Remus—. Un licántropo sólo es peligroso para las personas. Cada mes abandonan a hurtadillas el castillo, bajo la capa invisible de James. Peter, como era el más pequeño, podía deslizarse bajo las ramas del sauce y tocar el nudo que las deja inmóviles. Entonces pasaban por el túnel y se reunían conmigo. Bajo su influencia yo me volvía menos peligroso.Mi cuerpo seguía siendo de lobo, pero mi mente parecía más humana mientras estaba con ellos.
—Date prisa, Remus —gritó Black, que seguía mirando a Scabbers con una horrible expresión de avidez.
—Ya casi, Sirius, ya casi... —le intentó calmar—. Al transformarnos se nos abrían posibilidades emocionantes. Abandonábamos la Casa de los Gritos y vagábamos de noche por los terrenos del colegio y por el pueblo. Sirius y James se transformaban en animales tan grandes que eran capaces de tener a raya a un licántropo. Dudo que ningún alumno de Hogwarts haya descubierto nunca tantas cosas sobre el colegio como nosotros. Y de esa manera llegamos a trazar el mapa del merodeador y lo firmamos con nuestros apodos: Sirius era Canuto, Peter era Colagusano y James, Cornamenta.
—¿Qué animal...? —comenzó Harry, pero Hermione lo interrumpió:
—¡Aun así, era peligroso! ¡Andar por ahí, en la oscuridad, con un licántropo! ¿Qué habría ocurrido si les hubiera dado esquinazo a los otros y mordido a alguien?
—Ése es un pensamiento que aún me reconcome —respondió Lupin en tono de lamentación—. Estuve a punto de hacerlo muchas veces. Luego nos reíamos. Éramos jóvenes e irreflexivos. Nos dejábamos llevar por nuestras ocurrencias. A menudo me sentía culpable por haber traicionado la confianza de Dumbledore. Me había admitido en Hogwarts cuando ningún otro director lo habría hecho, y no se imaginaba que yo estuviera rompiendo las normas que había establecido para mi propia seguridad y la de otros. Nunca supo que por mi culpa tres de mis compañeros se convirtieron ilegalmente en animagos.Pero olvidaba mis remordimientos cada vez que nos sentábamos a planear la aventura del mes siguiente. Y no he cambiado... —Las facciones de Remus se habían tensado y se le notaba en la voz que estaba disgustado consigo mismo—. Al principio del curso tenía planeado decirle a Dumbledore que Sirius era animago, sin embargo, no pude hacerlo —confesó—, alguien más se dió cuenta de eso —miró un poco a Mel que ladeo una sonrisa—, y gracias a Mel descubrí que en realidad Sirius estaba intentando entrar al castillo para encontrar a Pettigrew y dar con él —Ron gruñó—. Sin mencionar que, decírselo a Dumbledore causaría problemas con la señorita Scamander quien claramente no debía pasar tiempo en el bosque prohibido y, habría supuesto confesar que yo traicionaba su confianza mientras estaba en el colegio, habría supuesto admitir que arrastraba a otros conmigo... y la confianza de Dumbledore ha sido muy importante para mí. Me dejó entrar en Hogwarts de niño y me ha dado un trabajo cuando durante toda mi vida adulta me han rehuido y he sido incapaz de encontrar un empleo remunerado debido a mi condición. Y por eso supe que Sirius entraba en el colegio utilizando artes oscuras aprendidas de Voldemort y de que su condición de animago no tenía nada que ver... Así que, de alguna manera, Snape tenía razón en lo que decía de mí.
—¿Snape? —dijo Black bruscamente, apartando los ojos de Scabbers por primera vez desde hacía varios minutos, y mirando a Lupin—. ¿Qué pinta Snape?
—Está aquí, Sirius —respondió Remus con disgusto—. También da clases en Hogwarts. —Miró a Harry, a Ron y a Hermione—. El profesor Snape era compañero nuestro. —Se volvió otra vez hacia Sirius—. Ha intentado por todos los medios impedir que me dieran el puesto de profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras. Le ha estado diciendo a Dumbledore durante todo el curso que no soy de fiar. Tiene motivos... Sirius le gastó una broma que casi lo mató, una broma en la que me vi envuelto.
—Le estuvo bien empleado —Black se rió con una mueca—. Siempre husmeando, siempre queriendo saber lo que tramábamos... para ver si nos expulsaban.
—Severus estaba muy interesado por averiguar adónde iba yo cada mes—explicó a los tres jóvenes—. Estábamos en el mismo curso, ¿saben? Y no nos caíamos bien. En especial, le tenía envidia a James. Creo que era por lo bien que se le daba el quidditch... De todas formas, Snape me había visto atravesar los terrenos del colegio con la señora Pomfrey cierta tarde que me llevaba hacia el sauce boxeador para mi transformación. Sirius pensó que sería divertido contarle a Snape que para entrar detrás de mí bastaba con apretar el nudo del árbol con un palo largo. Bueno, Snape, como es lógico, lo hizo. Si hubiera llegado hasta aquí, se habría encontrado con un licántropo completamente transformado. Pero tu padre, que había oído a Sirius, fue tras Snape y lo obligó a volver, arriesgando su propia vida, aunque Snape me entrevió al final del túnel. Dumbledore le prohibió contárselo a nadie, pero desde aquel momento supo lo que yo era...
—Entonces, por eso lo odia Snape —dijo Harry—. ¿Pensó que estaba usted metido en la broma?
—Exactamente —admitió una voz fría y burlona que provenía de la pared, a espaldas de Remus. Severus Snape se desprendió de la capa invisible y apuntó a Lupin con la varita.
Hermione dio un grito. Black se puso en pie de un salto. Harry saltó también como si hubiera recibido una descarga eléctrica y Mel dio un paso al frente con su varita en alto.
—He encontrado esto al pie del sauce boxeador —dijo Snape, arrojando la capa a un lado y sin dejar de apuntar al pecho de Remus con la varita—. Muchas gracias, Potter, me ha sido muy útil.
Snape estaba casi sin aliento, pero su cara rebosaba sensación de triunfo.
—Tal vez se preguntaran cómo he sabido que estabais aquí —dijo con los ojos relampagueantes—. Acabo de ir a tu despacho, Lupin. Te olvidaste de tomar la poción esta noche, así que te llevé una copa llena. Fue una suerte. En tu mesa había cierto mapa. Me bastó un vistazo para saber todo lo que necesitaba. Vi a Scamander seguirte por el pasadizo...
—Severus... —comenzó Lupin, pero Snape no lo oyó.
—Le he dicho una y otra vez al director que tu y Scamander andaban en algo, sin mencionar claro, que ayudabas a tu viejo amigo Black a entrar en el castillo, Lupin. Y aquí está la prueba. Ni siquiera se me ocurrió que tuvieras el valor de utilizar este lugar como escondrijo.
—Te equivocas, Severus —dijo Remus, hablando aprisa—. No lo has oído todo. Puedo explicarlo. Sirius no ha venido a matar a Harry.
—Dos más para Azkaban esta noche —dijo Snape, con los ojos llenos de odio—. Oh no espera... —señaló a Mel con una sonrisa—. Serían tres contando a ti, ¿no?, tantas veces que te escabullías al bosque...
—Déjala fuera de esto —gruño Remus.
—Y su amorío —murmuró con una sonrisa malvada—. Me encantará saber cómo se lo toma Dumbledore. Estaba convencido de que solo querías ayudarla, ¿sabes, Lupin? Un licántropo domesticado enamorado de su alumna...
—Idiota —dijo Mel en voz baja.
—¿Vale la pena volver a meter en Azkaban a un hombre inocente por una pelea de colegiales?
¡PUM!
Del final de la varita de Snape surgieron unas cuerdas delgadas,semejantes a serpientes, que se enroscaron alrededor de la boca, las muñecas y los tobillos de Lupin. Este perdió el equilibrio y cayó al suelo, incapaz de moverse.
—¡Remus!
La varita de Mel salió volando de sus manos antes de que pudiera quitarle las cuerdas de encima. Con un rugido de rabia, Black se abalanzó sobre Snape, pero Snape apuntó directamente a sus ojos con la varita.
—Dame un motivo —susurró—. Dame un motivo para hacerlo y te juro que lo haré.
—¡Eres un asco de persona! —bramó Mel parándose de un brinco, sintiendo sus ojos arder por escuchar como Remus forcejeaba del agarre de las cuerdas—. ¡Sabes que Remus nunca haría algo como eso!
—¿Y una tonta como tú me lo dice?
Escuchó a Hermione jadear, la mandíbula de Mel se apretó con furia.
—¡Mel déjalo! —escuchó a decir a Remus.
Pero se semi-transformó.
Escupió fuego en dirección a Snape quien brinco y retrocedió hasta caer de golpe en el suelo de madera. Hermione chilló al ver como el fuego salía de la boca de Mel y con furia se inclinó sobre Snape quien luce asustado.
—Dilo de nuevo —le retó—, dilo de nuevo y juro que te haré cenizas —siseo con molestia—, sabes que puedo hacerlo y tu estúpida varita no podrá hacer nada para detenerlo.
—No-te-atreverías —dijo entre dientes Snape.
—¿Me estás retando? Por que un solo movimiento en falso que hagas y cumpliré mis palabras —respondió de manera peligrosa—. Ahora, escucharás todo lo que digo...
—¡TU NO ME DAS ÓRDENES! —exclamó con molestia Snape.
De un brinco se paró, empujo a Mel con fuerza y antes de que pudiera actuar, la paralizó provocando que cayera de golpe al piso junto con Remus.
Nota de autora:
Me encanta escribir cosa que hagan que las personas odiemos más a Snape.
Yo digo que Mel lo haga polvito, ¿qué dicen ustedes?
Lots of love, Cici x
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top