23. CRUCIATUS CURSE




23. MALDICIÓN CRUCIATUS

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El último día de abril se había llevado acabó la clase de dragones en la asignatura de Cuidado de Criaturas Mágicas, donde Mel había estado transformada en dragón por al menos tres horas y se había sentido muy bien al estar volando sobre los terrenos del castillo, mientras veía como todos la señalaban, algunos con asombro y otros con miedo.

—¡Mel te lo perdiste! —exclamó Ben quien no dejaba de dar brincos emocionado, mientras se dirigían a la clase de transformaciones.

—¡Lo sé! —dijo haciendo una rabieta—. Pero me sentía realmente mal —dramatizó.

—¿Te sientes mejor? —preguntó Alan algo preocupado.

—¡Oh no! ¡El Remy te dejo preñada! —chillo Ben, haciendo que Alan y Mel lo golpearan al mismo tiempo—. ¡Ou! —exclamó acariciando su cabeza, algo adolorido.

—Ben, ese es un muy mal apodo —le regaño Alan.

—Solo, era un poco de fiebre, pero Madame Pomfrey me dio una poción y me siento mucho mejor —aseguró.

—Uy, qué bueno, porque nuestra última clase del día es con tu amorcito —le recordó Ben—, y no podemos llegar tarde, ¡andando!


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Cuando Mel entró corriendo al aula de defensa contra las artes oscuras por un momento temió que está ya hubiese iniciado, se le había pasado volando el tiempo mientras charlaba con la profesora Sprout de la tentacula venenosa, claro que ya recordaba muy bien el camino (sin decir los atajos que Remus le había enseñado) por lo que en cuanto vio que tenía cinco minutos para llegar, se fue corriendo lo más rápido que pudo.

Afortunadamente, llegó antes de que el profesor saliera de su despacho, por lo que tomo asiento ruidosamente al lado de Oliver quien la observó algo curioso.

—¿Todo bien? —preguntó ligeramente divertido.

—Uff, sí —asintió acomodando un poco su túnica.

La puerta del despacho de Remus se cerró y bajó las escaleras mientras detrás de él salían volando al menos dos decenas de libros distintos. Algunas chicas se enderezaron un poco y sonrieron ladinamente al profesor que camino al centro del aula.

—Maldiciones imperdonables —dijo en voz alta.

Movió su varita y el pizarrón comenzó a llenarse de información por si sola.

—Sus EXTASIS son en dos meses y hay todo un apartado acerca de las maldiciones imperdonables —informó—, así que hagamos esto un poco más... ameno —comentó ladeando un poco su cabeza—. Todos (espero) sabemos que son tres, así que al azar les tocará hacer un reporte de alguna de estas tres; pero antes habrá tres personas que se podrán librar de esto —dijo mostrando tres dedos al aire.

Muchos se miraron emocionados, ¿a quién no le gustaría no realizar un trabajo acerca de maldiciones imperdonables?

Sin duda alguna, a Mel.

—Para eso, tendrán que describirme con sus mejores palabras lo que vienen siendo la maldición imperius, la maldición cruciatus y la maldición asesina —dijo con voz algo grave.

—Ay no —murmuró Mel encogiéndose en su asiento.

—Solo espero que no me elija, siempre que tengo que estudiar termino viendo cosas del quidditch —susurró Oliver a su lado.

—Me pasa exactamente lo mismo, pero con las criaturas —le dijo de la misma manera Mel.

Ambos se encogieron ligeramente sobre su asiento, mientras varios manos se alzaban para ser elegidas.

—Señor Hale —apuntó Remus a Ben.

Antes de responder, soltó un grito de alegría al ser elegido, causando que algunos comenzaran a reír.

—¿Sí? —puso su mejor sonrisa y Alan a su lado negó lentamente.

—Hábleme de la maldición asesina —pidió con seriedad Remus.

—Es también conocida como el maleficio asesino o bien por el conjuro Avada Kedavra —hablo con voz clara y firme—. Su rayo de luz es verde y es un hechizo de magia negra muy poderoso, de los que no tienen reversión —aclaro—, ya que cuando es lanzada correctamente sobre una persona o criatura viva, la maldición asesina causa una muerte instantánea e indolora, sin dejar signos de violencia en el cuerpo.

—Espera un discurso largo —dijo en voz muy baja Oliver a Mel—. No parece, pero Ben se traga toda la información de los libros para después decirla.

—Se dice que fue inventada a principios de la Edad Media por magos o brujas tenebrosos, creada principalmente como un medio de deshacerse de manera rápida y eficaz del oponente en un duelo —explicó con voz grave, como si quisiera darle misterio—. No se puede bloquear por medios mágicos, ya que la mayoría de los encantamientos defensivas como el encantamiento escudo no protegen contra ella.... aunque bueno —agregó frunciendo el ceño—, está Harry Potter para probar lo contrario, pero ese niño tiene suerte.

Hubo quienes intentaron reprimir risas y Mel fue una de ellas mordiendo sus labios, Oliver negó lentamente la cabeza y Alan le dio un codazo tan fuerte que Ben chilló adolorido.

—Eso es... correcto —murmuró Remus con una sonrisa ladina.

—¿Quiere que siga? Uy, puedo decirle el trágico uso de la maldición en 1927 cuando las criaturas...

—Cállenlo ya —exclamó Marcus Flint, causando que algunos rieran un tanto burlones.

Ben tomó un ligero sonrojo e inflo sus mejillas.

—La única persona en esta aula capaz de pedirles silencio soy yo —informó Remus mirando con molestia a Marcus Flint—. Así que diez puntos menos por su intervención —informó cruzándose de brazos—. De igual forma Ben, quizá en otro momento podremos platicar acerca del suceso en MACUSA —le dedicó una pequeña sonrisa a Ben que lo hizo sentir más confiado y asintió con su cabeza muy conforme—. Ahora bien, ¿alguien más desea participar?

Las manos se elevaron en el aire, Mel echó un vistazo para ver el aula. Reconoció a Percy con ganas de participar, al igual que Demi, Penelope y Gustav, junto con dos chicos más que ella no conocía.

—Hum... señor Wood.

Mel observó a Oliver dejar su pluma, había estado dibujando lo que parecían ser aros de quidditch y un círculo el cual parece la luna.

—Mierda —soltó Oliver haciendo que muchos comenzaran a reír—. Digo, ¿si profesor? —se corrigió ligeramente sonrojado.

—¿Qué le parece decirme acerca de la maldición imperius? —preguntó tratando de no ponerse a reír ahí mismo frente a sus alumnos.

—Ah, pues... chido, ¿no?

Hubo carcajadas por parte de todos, Mel negó lentamente con su cabeza soltando risitas y Oliver se encogió de hombros de manera inocente.

—Bien, bien, ¿otro participante? —indagó.

Las manos se alzaron y Remus paso su mirada por Mel, quien bajo su cabeza inocentemente.

—Señorita Clearwater —señaló.

Penelope no tardo en comenzar a responder con voz clara y cierta emoción. Mel observó de reojo a Oliver para verlo apoyar su codo sobre la mesa y reposar su mejilla en su puño cerrado.

Aprovecho el momento en donde su compañera hablaba para ponerse a dibujar un poco en el pergamino que tenía Oliver repleto de dibujos mal hechos y todos relacionados con el quidditch.

Empezó a hacer el campo de quidditch olvidándose por completo de que se encontraba en clases. Dibujo a cuatro personas en escoba y ladeo una pequeña sonrisa imaginándose a Ben, Alan, Oliver y Percy en su cuarto año, cuando ellos volaban de noche por el campo de quidditch hasta salir del castillo y posarse en las montañas.

Estaba tan concentrada que nunca noto cuando Remus le estaba hablando.

Porque, aunque Remus tenía planeado que Gustav hablara, él había notado como Mel simplemente había dejado de prestar atención y se supone que lo que Mel tiene que hacer en esas clases es prestar atención.

Oliver le tuvo que codear haciéndola reaccionar.

—¿Qué? —preguntó en voz baja a Oliver.

El chico abrió sus ojos y señaló con su cabeza al profesor, que tiene sus brazos detrás de su espalda.

—¿Algo que desea mencionar acerca de la intervención de su compañera Penélope? —preguntó inclinando un poco su cabeza.

Mel mordió su labio lentamente y bajo su mirada encogiéndose en su asiento.

—Hum... no —murmuró con voz aguda.

Remus se acercó a Mel y poso su mano en la mesa donde se inclinó un poco.

—Necesito que por favor preste atención, ¿sí? —pidió en voz baja y con amabilidad.

Asintió con su cabeza sin poder pronunciar palabra alguna, debido a que se había puesto ligeramente nerviosa.

—Bien, última oportunidad, ¿quién será el tercero que no hará el trabajo?

Nuevamente las manos se alzaron y Mel se enderezo para que se vea que está prestando atención.

—Terrier —le nombro, Gustav sonrió un poco—, ¿qué me puede decir de la maldición cruciatus?

Mel tomó aire y giro un poco su cabeza para ver a Gustav.

—Bueno, es también conocido como el maleficio torturador y para realizarlo tiene que decir el conjuro Crucio, cuando se lanza correctamente, la maldición genera un dolor intenso y agónico en quien lo recibe.

La mandíbula de Mel se tensó, regreso su vista al frente y apretó sus puños por debajo del pupitre.

»Al igual que las otras dos maldiciones se dice que fue creada en la Edad Media por magos y brujas oscuros; es un hechizo realmente poderoso y siniestro. Para que se lleve a cabo correctamente esta maldición, recitar el conjuro no es suficiente, puesto que el mago o bruja debe poseer un profundo deseo de causar dolor a la víctima y una exposición prolongada puede causar daño permanente en la víctima.

Los ojos de Mel se cristalizaron al escuchar las palabras de Gustav, sintió sus mejillas calientes y giro un poco su cabeza para ver como Marcus y uno de sus amigos susurraba con una gran sonrisa en su rostro.

—Eso es correcto, Gustav —asintió Remus sonriendo un poco y mirando de reojo a Mel.

Claro que había visto como se tensaba Mel y le había sido imposible no notar su extraño comportamiento.

—Bien, pues felicidades a Hale, Clearwater y Terrier que no tendrán que hacer su ensayo. Ahora...

—Profesor —interrumpió Marcus.

—¿Si señor Flint? —preguntando alzando una ceja.

—¿Cuál es el dolor que se siente la víctima al sufrir de la maldición cruciatus?

La pregunta, la hizo mirando de reojo a Mel, quien al notar aquello apretó con fuerza sus manos en el pupitre.

—Bueno —murmuró ladeando una mueca—, no está descrito en un libro porque va más allá del dolor que cualquier persona hubiese experimentado —comentó cruzándose de brazos—. La sensación es tan intensa, que muchos que la han sufrido preferirían quedar inconscientes, incluso morir —explicó con seriedad—, esto pues, viéndolo como una forma de escape —agregó rápidamente.

Mel no pudo evitar recordar gritos y sangre, reconoció rostros que había borrado de su mente y sintió sus manos temblar del dolor y algo de miedo.

—¿Alguna otra pregunta? —indagó mirando de reojo a Mel.

—No, profesor —respondió cínico.

—Bien. Ahora, quiero que elijan una maldición de la cual realizaran un ensayo de al menos tres pergaminos. Pueden buscar en libros de historia y necesito que den ejemplos o indiquen sucesos importantes en los cuales se realizaron. No olviden poner acerca de la prohibición de estás y lo que sucede al realizarlas —los libros volaron y quedaron flotando entres hileras.

La primera fila de libros mostraba aquellos que iban por la maldición imperius, la segunda iba por la maldición cruciatus y la tercera por la maldición asesina.

—Pueden tomar un libro y no duden en indagar por el área prohibida de la biblioteca —recomendó—. Será mejor que inicien ahora y aprovechen el tiempo que resta de la clase.

—¿Podemos ir a la biblioteca? —preguntó Percy.

—Por supuesto.

Todos comenzaron a pararse para tomar un libro, los primeros en terminarse fueron aquellos dedicados a la maldición imperius, pero Mel no se movió de su asiento, sintiendo aun sus manos temblar.

Cuando la mayoría comenzó a salir del aula, Remus tomó el único libro que quedaba flotando sobre la maldición cruciatus y camino hasta Mel para depositarlo en la mesa donde se encuentra. Oliver había sido uno de los primeros en salir detrás de Percy, dejando a Mel sola.

—¿Todo bien, señorita Scamander? —preguntó llevando sus manos a los bolsillos de su pantalón.

Asintió lentamente con su cabeza, pero no fue capaz de verlo.

—¿Segura? —insistió.

—Sí, profesor.

Su voz salió temblorosa y entrecortada, Remus achino sus ojos y alzó una ceja ligeramente confundido.

—De acuerdo —murmuró—. Estaré en mi escritorio por cualquier cosa —le hizo saber en voz baja.

En el aula, solo habían quedado cuatro alumnos, incluida Mel y Marcus Flint junto con dos de sus amigos, quienes compartieron una mesa susurrando y lanzando furtivas miradas a Mel, las cuales no pasaron desapercibidas por parte de Remus.

No estaba celoso, estaba furioso de que se comportaran tan imbéciles con Mel y si no fuera porque su profesor, ya se hubiera encargado de maldecirlos.

Mel abrió el libro lentamente e ignoró la introducción y la advertencia para irse directamente al capítulo uno, el cual iniciaba, con la historia de la Edad Media y la influencia que tenían los magos y brujas oscuros en aquella época.

Pero no pudo seguir leyendo. Alzó su cabeza para ver a Remus que estaba escribiendo en un pergamino y ladeo un poco su rostro para ver a Marcus Flint.

El chico agito su varita burlón y Mel apretó su mandíbula nerviosa.

—Hey, Scamander —susurró—. Scamander.

Fingió ignorarlo, pero Remus alzó su cabeza justo a tiempo para ver cómo le lanzaban una bolita de papel. Se enderezo en la silla y apretó su mandíbula achinando a sus ojos.

—Scamander —repitió en un susurró burlón.

—¿Qué? —respondió irritada en voz baja.

—¿Qué tal se siente la maldición cruciatus? —preguntó lo suficientemente alto como para que Remus escuchará aquello—. ¿Se divirtieron en Durmstrang? —susurró con malicia.

Los ojos de Mel se cristalizaron y comenzó a apretar sus labios, Remus se paró rápidamente del escritorio y antes de que Flint pudiera decir algo lo tironeo de la túnica.

—¿Hay algo que desea compartir señor Flint? —preguntó entre dientes y con una mirada digna de asesinar a alguien.

—N-no, n-nada profesor —respondió titubeando completamente nervioso.

—Bien, ahora los quiero a ustedes tres fuera mi aula de clases. Más les vale que su trabajo este impecable, perfecto y sin ningún error ortográfico porque entonces lo tendrán que repetir cuantas veces sea necesario, ¿de acuerdo?

No pudieron contestar, Remus se veía bastante molesto, sumándole que faltaban cuatro noches para la luna llena, él podría lanzarle un puñetazo y después modificar la memoria de los chicos para hacerles creer que no lo había hecho.

Salieron rápidamente del aula dejándolos solo, Remus agito su varita y la puerta se cerró de golpe colocándole seguro y protección. Camino hasta Mel rápidamente y empujó la mesa para hincarse frente a ella.

—¿Mel? ¿Mel? ¿Estás bien, cariño? —negó con su cabeza lentamente y un llanto doloso salió de su boca.

Cubrió su rostro y Remus no pensó dos veces en rodearla con sus brazos para abrazarla mientras lloraba en su pecho.

Le fue imposible a Mel no recordar aquel suceso de su vida que le había marcada por siempre. Tenía tan solo catorce años cuando un grupo de chicos de dieciocho años decidieron burlarse un poco de ella.

Así que tomaron un snidget dorado, le lanzaron la maldición imperius a Mel y la obligaron a matarlo mientras ella suplicaba que pararan. Ella solo quería parar, pero no sabía cómo hacerlo porque en Mel no hay pizca de malicia, no hay ni una sola gota en su cuerpo de maldad porque es algo que sus padres nunca le enseñaron.

Ella había sido criada para brindar apoyo a todos aquellos que necesitaran de su ayuda, animales, criaturas, bestias, seres, humanos...

Y para que Mel no los acusará le lanzaron la maldición cruciatus hasta que ella prometió no decir nada.

Tan solo tenía catorce años.

Era solo una niña y acababa de cometer el peor acto de todos: matar a una criatura inocente.

El llanto aumento recordando cómo sentía su cuerpo ser acuchillado tras lanzarle la maldición cruciatus, recordaba lo caliente que se sentía, como si hubiese estado dentro de una hoguera y como el dolor recorría cada partícula de su cuerpo.

—Mel —susurró Remus preocupado, al ver como el aire comenzaba a faltarle.

Le quito la corbata y desabrocho los dos primeros botones de la camisa de la chica, Mel tomo una bocanada de aire y apretó con fuerza los hombros de Remus mientras su pecho subía y bajaba debido al llanto excesivo.

—No quería hacerlo —susurró temblorosa—. Yo no quería hacerlo, en serio, no quería —lo abrazó con fuerza escondiendo su cabeza en el cuello de Remus y sollozó dejando su cuerpo caer.

Remus la tomó delicadamente por la cintura y se impulsó para cagarla. Mel se aferró con fuerza de Remus al sentir que era cargada por él y se escondió en su pecho sin poder siquiera verlo a los ojos.

Cuando la puerta de su oficina se cerró, Remus agito su varita haciendo que una silla pasará a convertirse en un sillón individual, en el cual tomo asiento aun con Mel en sus brazos.

—Dime Mel —pidió acariciando sus mejillas, para limpiar sus lágrimas—. Dime como te puedo ayudar —susurró.

Ella negó lentamente—. No puedes —explicó—, porque ya pasó —le hizo saber.

—¿Qué pasó? Por favor, solo dímelo y te juro, te juro que haré que aquellos que te lastimaron paguen por lo que hicieron —susurró tomando la barbilla de Mel.

Sus ojos se cristalizaron y Mel junto su frente con la de Remus, ahogó un pequeño sollozo y sus narices se rozaron lentamente.

—Solo abrázame, ¿sí? —pidió sobre sus labios—. Abrázame muy fuerte y por favor no me sueltes.

—No te soltaré —susurró—, nunca —musitó pegando a Mel sobre su pecho.

Quería saber la verdad, quería saber por qué Flint había dicho eso, quería saber quiénes le habían hecho daño para buscarlos y hacerles pagar todo lo que hicieron.

Por qué lastimaron a Mel, y quizá lo hicieron hace mucho tiempo, sí, pero el dolor continuaba dentro de ese corazón tan puro como que ella tiene.

Se acurrucaron en el sillón y sin hablar, le hizo saber a Mel que estaba con ella, acarició sus brazos y depósito incontables besos en sus mejillas, mientras limpiaba sus lágrimas con cuidado de no lastimarla.

Hasta que, Mel quedó dormida en sus brazos y tras quedar en una posición realmente cómoda, Remus también quedó dormido.


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Mel se removió un poco incómoda entre los brazos de Remus, sus párpados se sienten realmente pesados debido a las lágrimas que había soltado hace algunas horas y está segura de que su rostro está ligeramente hinchado por tanto llorar.

Pero era siempre lo mismo, cada que recordaba lo que había sucedido solo lloraba hasta que el llanto cesará y entonces, tenía que continuar con su vida, fingiendo que nada nunca le había pasado.

Ese era en realidad, el motivo por el cual Mel odiaba tanto las artes oscuras, ese era el por qué no ponía de su aporte en aprender, porque no se sentía realmente motivada.

Sintió las manos de Remus tomarla por la cintura y se giró un poco para verlo. Remus parpadeo un par de veces y se llevó una mano a su rostro para tallar sus ojos.

—Hola —saludó con voz adormilada—, ¿cómo te sientes? —preguntó en voz baja.

—Un poco mejor —respondió ladeando una sonrisa, al ver la mirada adormilada de Remus—, yo... lo siento —se disculpó apenada.

—No te disculpes, Mel —respondió tranquilo—, es importante liberar nuestros sentimientos —le hizo saber—, así que cuando quieras volver a llorar, siéntete libre de decirme «Remus, quiero llorar, por favor abrázame». —Mel soltó una pequeña risita y escondió su cabeza en el cuello de Remus dando un beso.

—Es usted una increíble persona —admitió Mel con un ligero aire romántico que Remus no fue capaz de captar.

—¿Eso cree? —asintió con su cabeza y se giró para acomodarse entre los brazos de Remus y quedar sentada sobre él.

Ambos se miraron al quedar frente a frente, mientras una de las manos de Remus la sujeta por las caderas, la otra se encuentra en la mejilla de la chica; en cambio, ambas manos de Mel sostiene a Remus con delicadeza por el cuello.

—Lo es —respondió.

—¿Estás segura de que no quieres hablar? —pregutó en voz baja, acariciando con cariño su mejilla.

Negó lentamente con su cabeza—. Solo... hablemos de otra cosa —pidió con suavidad—, quizá llegué el momento en que pueda contarlo —murmuró—, pero por ahora... no estoy lista.

—De acuerdo —besó con ternura los labios de Mel haciéndola sonreír—. Te cambiaré el trabajo —susurró con mirada suave.

—No tienes que... —musitó bajando su cabeza.

—Soy tu profesor —le recordó haciendo que levantará su cabeza—, y sí, te cambiaré el trabajo —aclaró con firmeza.

Mel soltó una risita y rodó sus ojos para ver a Remus, quien ladeo una sonrisa.

—¿Y cuál será? —preguntó en voz baja.

Remus ladeo una mueca y fingió pensar por unos segundos.

—Hum... un chocolate —puso su mejor sonrisa y Mel lo miró con los ojos abiertos.

—¿Qué?

—Sí, tu trabajo será traerme un chocolate —carraspeo sonriente y Mel soltó una risita sonrojada.

—P-pero Remus...

—Y tiene que ser de Honeydukes —aclaró alzando un dedo, mientras ladea una sonrisa—, los mejores son los que tienen la envoltura roja —susurró mirando a un lado y luego al otro—, y que sea de leche.

—¡Remus! Hablo en serio, ¿cuál será mi trabajo? —preguntó sonrojada.

—Yo también hablo en serio, Mel —dijo ofendido—, ese es tu trabajo.

Mel cubrió su boca con su mano y negó lentamente mientras veía como Remus le dedicaba una sonrisa.

—Y... —alzó su mirada y ladeo una sonrisa coqueta—, quizá... quizá un beso pueda funcionar —musitó alzando sus hombros—, tal vez un beso, sí —asintió lentamente y Mel apretó sus labios tratando de contener su risa.

—¿Nada más un beso? —susurró acercándose a él, y depositando nuevamente sus manos alrededor del cuello de Remus.

—Oh... puedes sorprenderme —agregó Remus, acariciando lentamente los labios de Mel, quien logró atraparlos y les dio una pequeña mordida haciéndole sonreír. 

Las manos de Mel bajaron hasta la corbata de Remus y tironeo un poco de esta para comenzar a desabotonar la camisa con algo de calma.

—Bien —musitó Mel.

Sus rostros se acercaron y Remus posó su mano en el cabello de Mel para tomarlo con fuerza al momento en el que sus labios se juntaron en un beso tan lento y apasionado, donde sus lenguas juguetearon hasta quedarse sin aliento.

Se separaron y Mel tiró de la túnica de Remus para quitarle la camisa de forma realmente rápida y bastante ansiosa, llevó sus labios al cuello de Remus y no tardó en comenzar a depositar una línea de besos húmedos por todo su cuello, mientras escuchaba cómo su respiración se hacía más pesada y lo escuchaba soltar pequeños jadeos tras cada mordida que dejaba.

Las manos de Mel bajaron hasta el botón del pantalón y no tardó en comenzar a ayudarle con aquella notable erección que ella misma había provocado.


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Cuando Mel entró al Gran Comedor a la hora de la cena, camino sonriendo a sus pocos amigos de Hufflepuff, le dedicó una amable sonrisa a Harry, Ron y Hermione quienes la regresaron y tomó asiento al lado de Gustav.

—Es un milagro que te veamos aquí —admitió Ruby con alegría—, ¿Dónde cenas? —curioseo.

—Espera, ¿tú comes? —preguntó Demi abriendo los ojos y ganándose un codazo por parte de Penelope—. ¿Qué? —musitó con una mueca—. Creí que era anoréxica...

—¡Demetria! —chillo Penelope molesta.

Mel solo rodo los ojos y sirvió un poco de puré en su plato acompañado de verduras.

—Uff, miren quien también va a cenar hoy —susurró Demi.

El grupo de amigos se giró para ver a donde Demi miraba, que era específicamente al profesor Lupin, quien con una pequeña sonrisa se encontraba tomando asiento al lado de Hagrid.

—Quiero —suspiró sonriendo.

—¿Cómo que va a cenar hoy? —preguntó Mel inocente.

—Nunca cena, seguro también es anoréxico —murmuró Demi, ganándose otro golpe por parte de Penelope—. ¡Basta, Penny! —se quejó molesta.

—Deja de decir estupideces, Demetria —le reprimió.

—¿Qué? Vamos, luce un poco enfermizo —comentó—, aunque, bueno, se ve particularmente feliz esta noche y eso le da un plus en su belleza —guiño un ojo mordiendo un pedazo de pan y Gustav rodo los ojos.

—Pueden no hablar de chicos mientras cenamos —pidió mirando de reojo a Mel.

—¿Quieres hablar de chicas? Puedo hacerlo también —aseguró Demi.

—Uy, me apunto —Evie puso una sonrisa haciendo que Ruby y Penelope soltaran risillas.

—¿Tu de que quieres hablar Mel? —preguntó Demi mirando de arriba abajo a la castaña.

—¿Dragones? —preguntó en un susurró, causando que Gustav soltará una risita.

—Uy, no son tan fanática de los dragones, ¿qué tienen de especiales?

Mel dejo su zanahoria a medio comer para ver a Demi incrédula.

—¿Todo bien contigo? —preguntó en voz muy baja, haciendo que Evie y Ruby soltaran carcajadas.

La cena paso entre platicas y risas, mientras que Mel fingía entender lo que sus compañeros de casa hablaban, pero en realidad, sólo hacía caso cuando Ruby, Evie o Gustav hablaban, ya que de la boca de Demi soló salían estupideces y Samuel tenía unos chistes de humor negro que hacían a Mel enfurecer.

Por fortuna, cuando llegó a su habitación creyó que podría descansar (le había agotado haber estado con Remus), así que tomo una ducha y tras salir con su pijama ya puesta, se llevó una sorpresa al ver a sus cuatro compañeras sentadas alrededor de su cama (o el lugar en el piso donde duerme).

—¿Se les ofrece algo? —preguntó en voz muy baja.

—¡Hablar de chicos! —exclamó Demi.

—¿Qué hago yo aquí, Merlín? —susurró Evie con una mueca.

—También hablaremos de chicas —le prometio Ruby haciendo que alzará los hombros.

—Demi no se puede quitar de la mente al profesor Lupin —explicó Penelope rodando los ojos.

Mel alzo una ceja sintiendo realmente muchos celos y camino a sentarse pegada a la pared.

—¿Y qué? —preguntó tajante.

—¡Tu pasas muchísimo tiempo con él! —le recordó Demi—. Debes conocerlo, ¿no?

«Muy bien, Demi, muy bien.»

—Solo un poco —mintió alzando los hombros.

—En realidad, me atrae eso de él que lo hace lucir tan enfermizo.

—Ah, ni idea de que será —dijo suspirando y pegando sus rodillas a su pecho—. Defensas bajas, seguramente —murmuró con el ceño fruncido.

—Estás enferma —suspiró Penelope a su amiga.

—¡Oh vamos! ¿No se les hace guapo?

Evie fue la primera en negar con su cabeza, Ruby ladeo una mueca y Penelope alzo los hombros.

—Un poco, es... es atractivo —admitió Ruby.

—¿Tendrá novia?

«No pero seré yo lo seré.»

—No lo sé —respondió Mel al ver que Demi la miraba en busca de respuesta.

—¡¿Hay algo que sepas de él?! —preguntó algo desesperada.

Mel lo pensó uno unos segundos—. Le gusta el chocolate —alzó los hombros y acostó cerrando sus ojos—. Descansen —murmuró.

—¡Pero aún no termino de hablar! —exclamó Demi al ver como el resto de sus compañeras se dirigía a sus camas.

—Ya duermete, Demi —pidió Penelope.

—Bien, yo misma me las arreglaré para conquistarlo.

Los ojos de Mel se abrieron de golpe y apretó su mandíbula.

—Quizá, hasta logre algo más...

—¡Por Merlín, Demi!

Mel solo se giró algo molesta y se cubrió por completo con la sábana, pero al no poder dormir, se paró sigilosamente y siendo realmente sigilosa logró llegar hasta la habitación de Remus, donde tocó dos veces la puerta.

—¿Mel? —frotó sus ojos y soltó un pequeño bostezo.

—¿Puedo dormir contigo? —preguntó en voz baja.

Una pequeña sonrisa se formó en los labios de Remus quien asintió.

—Claro —respondió dejándola pasar.

Quedó parada frente a la cama y Remus sonrió un poco al verla cruzada de brazos, el hombre lobo tomó una almohada que depositó en el piso para acostarse juntos sobre la alfombra.

—¿Todo bien? —preguntó sobre su oído.

Mel se giró para quedar frente a Remus y le dio un corto beso en sus labios—. Sí, solo... quería estar contigo —confesó.

—Bien, por que también quería estar contigo —susurró Remus abrazándola por la cintura.

Una vez acurrucados, quedaron completamente dormidos y Mel olvidó los molestos comentarios de Demi.











Nota de autora:

Mel en plan "con mi hombre no te metes".

Kakjskj, les tengo una pregunta, creen que alguno se le declaré al otro sooner or later?, ¿si? ¿no? ¿por qué?

Also mil gracias a todas las personas que votan en la historia, eso me hace saber que realmente les gusta y a los lectores fantasmas, ¿qué esperan para votar? a

Lots of love, Cici x

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