10. THE GIRL WHO TURNS INTO A DRAGON
10. LA CHICA QUE SE CONVIERTE EN UN DRAGÓN
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Los Mensajeros del Sueño siguen apareciéndose cada que Mel se iba a dormir logrando que se sintiera un tanto culpable de estar en Hogwarts y no en Uagadou, y el motivo y razón del por que de su culpabilidad era simple.
Sus padres se habían vuelto a internar en la Selva del Congo y aunque sus antiguos compañeros ya se encontraban graduados la gran mayoría permanecía aún en África, muchos de ellos estudiando la alquimia, otros enfocándose en las transformaciones y pocos navegando bajo los cielos nocturnos en el océano índico, pero todos se habían puesto muy de acuerdo en hacerle saber a Mel lo mucho que la extrañaban y querían verla.
¿A quién engañaba? La Escuela de Magia Uagadou era mucho más increíble que Hogwarts, si, lo había decidido, pero simplemente no podía irse así porque se le dio su gana.
Iba a terminar sus estudios ya de una vez por todos y sería en Hogwarts.
Aunque, extrañaba mucho volar entre las montañas.
Una vez ordenando sus emociones y sentimientos, Mel salió de la Torre de Ravenclaw con su uniforme puesto, sus botas no hacen ruido mientras primero pisa con la punta y después deja caer el talón delicadamente, mirando entre los muros y los cuadros, ya recordaba cómo llegar al Gran Comedor, pero el regreso siempre era un problema.
—Hola hermosura —saludó Ben con una sonrisa.
—Hola Beni —dijo tomando asiento a su lado.
Si bien Mel tiene muchos amigos alrededor del mundo nunca había tenido dos como Ben y Alan, que son tan opuestos pero similares al mismo tiempo. Mientras que Ben sonríe a todo el mundo, Alan solo reserva esas sonrisas para cuando algo es realmente gracioso y suelta sus comentarios sarcásticos e hirientes.
Y le encanta tenerlos como amigos, porque en tan solo dos semanas se ha ganado la confianza de ambos, así como ellos la de Mel.
—¿Hicieron la tarea de las maldiciones imperdonables que pidió el profesor Lupin? —curioseo Mel mientras picaba una manzana en su plato.
—Sí, ¿no la hiciste? —preguntó Alan.
—La iba a hacer, hasta que encontré un interesante escrito sobre los Kappa y se me fue el tiempo —murmuró con el ceño fruncido, mientras deja caer un poco de avena en su plato con manzana.
—Ten, te presto la mía —dijo Ben entregando un pergamino sellado.
—Oh, no, no —negó rápidamente con la cabeza y sus ojos bien abiertos—. No te preocupes, aceptaré las consecuencias —comentó sonriendo un poco.
Alan y Ben compartieron miradas y luego vieron a Mel quien está tomando una cucharada de mantequilla de maní para después llevársela a la boca.
—¿Qué? —preguntó en un susurró al ver cómo la miraban.
—Bueno, Alan y yo llegamos a la conclusión...
—Tú, Ben, tu llegaste a la conclusión —le corrigió Alan negando lentamente.
Ben rodó los ojos y Mel frunció un poco el ceño—. Ajá...
—Bien, ¿te gusta el profesor Lupin? —preguntó sin rodeos Ben.
La pobre Mel se atraganto con la mantequilla de maní, Alan comenzó a reírse al verla tan roja y Ben abrió sus ojos preocupado al verla sufrir mientras trataba de respirar.
—¡Anapneo!
Lloriqueando, Mel llevo una mano a su cuello, Alan golpeó la mesa de Hufflepuff soltando carcajadas y Ben miró furioso a Alan.
—¡Se estaba muriendo! —chillo Ben golpeando a Alan con un plato limpio.
—¡Pero no se murió! —señaló sobando su brazo con los ojos cristalizados debido al golpe que le había dado Ben.
—Bueno, vi mi muerte —susurró Mel sintiendo como sus mejillas se encontraban calientes.
—Hemos confirmado tu teoría, Ben —comentó orgulloso Alan.
—Mira, pequeña Mel —comenzó Ben mirando de mala manera a Alan—, entendemos que sea atractivo, digo... a mí me parece guapísimo —comentó llevando una mano a su pecho.
—Muy gay —musitó Alan.
—... pero... tienes diecisiete años, eres una bebé a su lado —dramatizo, Mel tuvo que aguantarse las ganas de reír—. Aunque, he de admitir que eso de que salgas con tu profesor resulta sexy...
—Ay no —se quejó Alan llevando una mano a su sien.
Mel comenzó a reír.
—... debes de tener mucho cuidado para que no los atrapen, ya que en Hogwarts no hay secretos —susurró en voz muy baja.
—Es muy lindo que te preocupes por mí, Beni —admitió con una sonrisa—. Pero descuida, no planeo salir con alguien, al menos, no aún —aclaró soltando risitas.
—¿Qué te causa tanta gracia muchachita? —preguntó cruzándose de brazos.
—Me llamaste bebé —recordó con una sonrisa—. Ustedes aquí son los bebés —les señaló con diversión.
—¿Disculpa? —preguntó ofendido Alan—. Yo no soy ningún bebé —se quejó frunciendo el ceño.
—Claro que lo eres, apenas cumpliste los diecisiete años —le recordó Ben jalando de sus mejillas.
—Pues tú no eres más grande que yo —bufó Alan.
Mel miraba divertida a Ben y Alan, quien asegura que a pesar de ser más pequeño que Ben es más maduro que él, aunque ella no esta tan segura de eso.
—Ya, Mel, ¿quién es más grande de los tres? El más grande obtendrá el cargo completo de esta amistad.
La sonrisa de Mel se ensanchó aún más.
—Buen, saluden a su nueva líder —dijo haciendo reverencias.
—¿AH? —exclamó Ben.
—Creo que olvide un pequeño detalle —susurró Mel inclinándose sobre la mesa para susurrar, Ben y Alan también se inclinaron para escuchar—. En una semana cumplo veinte años...
—¿¡QUÉ?! —gritaron ambos llamando la atención de todos en el Gran Comedor.
La risa de Mel fue lo que cautivó miradas, el profesor Lupin que charlaba con Flitwick miro de reojo a la mesa de los tejones para ver como Mel cubría su boca mientras inclinaba su cabeza, frente a ella, Ben y Alan tienen sus ojos bien abiertos, perplejos.
—Shh —pidió llevando una mano a sus labios.
—Espera... ¿reprobaste? Eres muy inteligente para reprobar —murmuró Alan achinando los ojos.
—No reprobé, solo perdí dos años —aclaró alzando los hombros—. ¿Recuerdan lo que Dumbledore dijo cuándo me presentó?
—Que venías de Uagadou.
—Que viajas por el mundo.
—Ajá —asintió la chica sonriendo—. Pero, así como estuve en Uagadou también asistí a otras escuelas...
—¿A cuántas? —preguntó interesado Alan.
Mel comenzó a contar mientras alzaba los dedos de sus manos, terminó por alzar siete dedos.
—¿Siete escuelas por cada año? —preguntó asombrado Alan.
—En realidad, no —dijo sonriendo—. Hum, entre a los ocho años a Beaxbatons, al curso de introducción a la magia —explicó—. Después a los once fui admitida en Castelobruxo, pero a los doce entre al Instituto de Salem, el cual no cuenta como un certificado oficial de estudios, pero mis padres no sabían —dijo mostrando una sonrisilla—, por lo que al ir a Escandinavia e ingresar a Durmstrang repetí lo que sería mi segundo año...
—Eso tiene sentido —murmuró Ben.
—¿Qué más? —preguntó Alan emocionado.
—Para tercero regrese a Beauxbatons porque Durmstrang no me gusto —admitió con una mueca—. Lo que se supone que debería ser mi cuarto año no lo tome porque me dio flojera —confesó alzando los hombros.
—¿Y tus padres te dejaron? —inquirió Alan asombrado.
—Sip —afirmó con su cabeza sonriendo—. Claro, yo tenía quince años y después de un año en la Selva del Congo ingrese a Uagadou para cursar cuarto y quinto año siendo dos años mayor que los de mi curso—suspiró con nostalgia y una sonrisa—. Los mejores años de mi vida...
—Dicen que Uagadou es un sueño.
—Lo es, Alan —asintió con añoranza—. Creí por un momento que terminaría ahí mis estudios, pero entonces mis padres regresaron a América y aunque insistieron en que me quedará no quería soportar la idea de estar tan lejos —admitió con una mueca—. Entre a Ilvermorny y bueno, fue... —alzó los hombros sin saber que decir—, me gusto —dijo por fin—. Mi primo estudia ahí, por lo que fue lindo estar con familia —admitió—. Y por fin, terminaré Hogwarts —soltó un suspiro con una pequeña mueca.
—Y no te gusta, ¿cierto? —preguntó algo decepcionado Ben.
—No es que no me guste —dijo rápidamente Mel—. Creo que Hogwarts es encantador...
—Pero hay gente idiota...
—En todas partes hay —aseguró Mel—. Créeme, he lidiado con varios, pero... bien, los Mensajeros del Sueño me están mandando muchos mensajes de mis amigos en Uagadou y solo me hace extrañarlos —admitió soltando un suspiro.
—¿Mensajeros del Sueño? —preguntó sorprendido Ben.
—Es una forma de comunicación mediante los sueños, muy popular de realizar en África, en Uagadou enseñan cómo hacerlo —explicó.
—Demonios, eso suena increíble —admitió Alan.
—Lo es...
—Entonces, ¿ves a tus amigos?
—Escucho a mis amigos —aclaró con una pequeña sonrisa—. A través del mensajero...
—Es como recibir una carta, ¿no?
—Exactamente, pero tienen más significado —de su túnica sacó lo que parece ser un pequeño símbolo de leopardo—. Cada que recibo un mensaje también obtengo una pequeña representación de quien lo dejó, este fue de Sharik, uno de mis mejores amigos en África —dijo sonriendo.
—Woo, eso tiene mucho valor y sentimiento, ¿no?
—Lo tiene, sin duda alguna —asintió con una sonrisa.
—Bien, Alan y yo nos encargaremos de que este año sea increíble para ti —Alan abrió sus ojos mirando a Ben.
—¿Ah sí? —susurró, Ben lo codeo y el abrió sus ojos, adolorido—. Digo, sí —asintió rápidamente haciendo que Mel comenzará a reír.
—Oh, ustedes no se preocupen por mi —dijo apenada.
—Claro que nos vamos a preocupar por ti —habló Alan agitando su cuchara en su taza—. Somos amigos y los amigos nos preocupamos, así es como funciona —Mel soltó una risita y asintió un tanto sonrojada.
—Ahora, será mejor que nos vayamos, tenemos clase con tu novio...
—Ay no puede ser —musitó cubriendo su rostro mientras Alan suelta una carcajada.
—Sí y los amigos también nos burlamos entre sí...
—¿Estaré invitado a la boda? —preguntó emocionado.
—Oh, solo cállate y camina —pidió Mel sintiendo su rostro arder.
El resto del día no solo Mel tuvo que soportar a Ben, ya que también Alan estaba un poco cansado de escucharlo hablar de una posible boda entre el profesor Lupin y Mel, a quien por cierto le había puesto el apodo de Remy para disimular que hablaban de él.
Pero como Alan le había dicho, era demasiado obvio.
—Ya cállate —suplico Alan al ver a Ben brincar a su alrededor mientras que caminaban a su última clase del día.
—¡Lo siento! Sabes lo romántico que soy —le dijo tirando de la túnica—. ¿No es lindo el amor? ¡Me encanta! —exclamó, llamando la atención de los pocos estudiantes que andaban por el tercer piso.
—El amor es hermoso, pero cállate ya —suplico Mel haciendo que Alan comenzará a reír—. Aparte, no me voy a casar con... él —susurró en voz baja.
—Se nota una tensión sexual entre ustedes —admitió Alan.
Mel carraspeo y ladeo una sonrisa—. Sí, también la he sentido —admitió sonriendo un poco coqueta.
—¡Bendita Helga Hufflepuff! —exclamó Ben llevando las manos a su mejilla—. ¿Tendrías sexo con el pr...?
—¡CÁLLATE! —exclamaron Alan y Mel al mismo tiempo.
En la puerta del aula de defensa contra las artes oscuras se encontraba el profesor Lupin, recibiendo los trabajos de las maldiciones imperdonables.
—Oh genial —susurró Mel viendo como todos entregaban sus pergaminos.
—Señores, señorita —saludó el profesor—. ¿Sus deberes?
Alan y Ben lo entregaron, mientras que Mel se hizo tonta buscando entre sus libros.
—Juro que si la tenía —dijo mirando al profesor con ojos de cachorrito.
Remus la miro fijamente y achino sus ojos, como si estuviese a punto de leer sus pensamientos.
—¿Está segura de eso señorita Scamander? —preguntó con voz calmada.
Atrás del profesor, Alan y Ben estaban haciendo señas para que dijera la verdad.
La chica suspiró rendida—. No la hice —murmuré.
Remus carraspeo un tanto decepcionado—. Bien, me temo que no podrá estar presente en la clase...
—Pero profesor...
—La veré al término de la lección de hoy —Remus hizo una mueca y acepto los trabajos de los últimos chicos que entraban.
Defensa contra las Artes Oscuras era su última clase del día, así que un tanto contraída ondeó su mano despidiéndose de Ben y Alana, quienes tienen una mueca en su rostro.
Mel comenzó a caminar por los pasillos del castillo, subiendo la Gran Escalera y volviéndola a bajar un tanto aburrida, ya que no había nada que hacer.
Y mientras veía los retratos, se sintió particularmente atraída por un retrato de bestia que se encontraba en el la escalera del quinto piso.
—Un firedrake —señaló con una sonrisa donde un pequeño lagarto volador andaba por un prado.
Miro por una de las ventanas lejanas y achino sus ojos con una sonrisa.
No pensó dos veces antes de comenzar a correr en busca del profesor Flitwick, su jefe de casa. Se había tardado mucho en comentarle a los profesores que es una animaga (aunque Mel asegura que Dumbledore ya lo sabe), solo que no puede esperar a que le permitan transformarse.
Al ver que su jefe de casa en clase con los de quinto, hizo una pequeña rabieta que nadie vio y su cerebro comenzó a trabajar muy rápido.
«Sí no es con Flitwick es con McGonagall, quien me llevará directamente a Dumbledore... o al menos eso espero, ya que solo Dios sabrá cómo llegar a la oficina del Director.»
Llegó al aula de transformaciones en el momento exacto que los de primero salían ya que la hora había terminado. Entro al aula dando brinquitos mientras saludaba a Alex y e hizo sonar su garganta al ver a la profesora de espaldas.
—Oh, señorita Scamander —saludó un poco curiosa.
—Hola profesora McGonagall —dijo sonriendo—. Lo siento por interrumpir, es solo que el profesor Flitwick estaba ocupado y recordé que usted es la subdirectora —comentó con una sonrisa.
—¿Ocurre algo? —preguntó ligeramente confundida.
—Sí, en realidad... sí —asintió con su cabeza—. Es un tema un poco... complicado, ¿tiene tiempo? —preguntó balanceándose sobre sus talones.
—Por supuesto, ¿le parece si vamos a mi oficina?
—Sería lo mejor.
—Por cierto, señorita Scamander, ¿no debería estar en clase? —preguntó la profesora mientras caminaban rumbo a la escalera.
—Je, ese también es un tema complicado —dijo soltando una risita nerviosa.
El camino fue corto y bastante entretenido, ya que si hay algo que comparten la profesora y Mel es su gusto por las transformaciones, y el tema fue animagos.
—Me transforme en animaga con ayuda de Albus —comentó mientras entraban al despacho de la profesora—, todavía seguía estudiando...
—Eso es increíble y ahora usted es profesora —dijo Mel—. Me imagino que el director Dumbledore debe estar muy orgulloso de usted, ¿no?
—Oh —la profesora soltó una risilla—, yo solo quería probar mis conocimientos en la rama —comentó algo ligeramente sonrojada.
Mel tomó asiento en la silla frente al escritorio de la profesora McGonagall, quien le ofreció varitas de regaliz y no dudo en aceptarla.
—Vera profesora, no sé si el director lo comento, pero yo como usted soy animaga —Mel puso una radiante sonrisa en su rostro.
—¿¡En serio?! —preguntó con notable emoción e interés.
—Sí, en Uagadou es parte del estudio, los alumnos tienen la oportunidad de convertirse en animagos si es que así lo desean —aclaró.
—Por supuesto, Uagadou es una de las mejores escuelas en lo referente a la transformación —reconoció la profesora.
—Lo es en realidad —afirmó con la cabeza y una sonrisa—, por ende, es bastante común ver todo tipo de criaturas en la escuela debido a que la gran mayoría pasaba el tiempo libre en su forma animaga —explicó—, la cuestión es que... creo que aquí no hay animagos —murmuró.
—No los hay, o al menos no que yo conozca —comentó con una ligera mueca que hizo a Mel soltar una risita—. Quería que se le permitiera estar en su forma animaga, ¿es correcto? —Mel asintió.
—Sí, hace ya tres semanas que no he estirado las alas —comentó causando curiosidad en la profesora.
—Entonces es un ave —noto interesada.
—Mejor —soltó una risita y la profesora McGonagall alzó una ceja.
—Debería consultarlo con Albus, esto debido a los dementores que se encuentran a las afueras del castillo...
—Créame, no serán peligro para mí. Fuera de eso, a los dementores les cuesta identificar los sentimientos de los animales, por lo que no podrán hacerme daño —dijo con voz calmada y juntando las migas que había dejado la varita de regaliz.
—Estoy consciente de su habilidad mágica, señorita Scamander —aseguró Minerva—, solo que será mejor si anda por los jardines —concluyó.
—Bueno, yo no tendría problema —canturreo un poco y jugueteo con lo que quedaba de la varita de regaliz.
—Señorita Scamander, exactamente... ¿cuál es su forma animaga?
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A Mel se le había olvidado por completo que tenía que ver al profesor Lupin después de que la clase terminara, se había entretenido hablando con la profesora McGonagall, quien a pesar de tener una mirada muy severa es una muy buena compañía.
Pero ahora, Mel solo está corriendo hacia el salón de Defensa Contra las Artes Oscuras en vez de ir al Gran Comedor para la cena.
El profesor Lupin se encuentra revisando los deberes de los estudiantes en silencio, tiene el ceño ligeramente fruncido mientras lee la redacción de los alumnos de último año acerca de las maldiciones imperdonables.
La paz que había se irrumpió cuando la puerta se abrió de golpe. Alzó su cabeza para ver como Mel iba entrando, con la respiración agitada y los hombros caídos, en su mirada mostraba vergüenza y estaba un poco colorada.
—Pr-profesor lo siento, yo... olvide y... trate de venir lo más rápido —tomó aire antes de hablar, Remus calificó un pergamino y apoyó sus brazos en el escritorio con expresión seria—. Me perdí... ¡no soy de castillos! Puedo encontrar trazos en la tierra, pero... ¡todos los pasillos lucen igual!
Mel se dejó caer en una silla frente a un pupitre un tanto rendida, cubrió sus manos con su rostro.
—Lo siento mucho —fue apenas casi audible, pero Remus sintió un poco de piedad por la chica.
Rodeó su escritorio y caminó con las manos en los bolsillos de su pantalón hasta Mel, a quien le dio dos ligeros golpecitos en el hombro. Al descubrir su rostro, Mel vio los hermosos ojos chocolate de Remus, parpadeo dos veces y bajó lentamente su mirada a los labios del profesor.
—Espero que no vuelva a ocurrir —hablo Remus con voz calmada.
La mira de Mel subió nuevamente a los ojos de Remus, que la miran con curiosidad.
—Exactamente, ¿qué es lo que espera que no vuelva a ocurrir? —preguntó en voz baja.
Remus sonrió al darse la vuelta, camino a su escritorio y se sentó sobre el viendo a la joven un tanto divertido.
—Para ser más específicos, espero que no vuelva a faltar con sus deberes —ella asintió con la cabeza—, y me gusta mucho la puntualidad —admitió mirando su reloj—, supongo que deberemos perdernos la cena ya que tiene que hacer lo que no hizo desde un principio.
«¿Besarlo?»
«¡Ay, relájate Mel!»
—Hum... ¿los deberes? —susurró algo nerviosa.
—Exacto, los deberes —Mel jugueteo con sus manos y mordió su labio nerviosa—. ¿Qué ocurre?
—Es que deje mis libros en el despacho de la profesora McGonagall —susurró apenada.
Remus camino con calma hacia su escritorio, de un cajón sacó un pergamino enrollado, tomó una pluma con su tintero y atrajo un libro con su varita.
Dejo todo en el pupitre de Mel quien miró a Remus.
—Cualquier duda, podré ayudarle —regresó a su asiento atrás del escritorio y Mel abrió el libro con cuidado y haciendo pequeñas muecas.
El tiempo se pasaba lento para Mel, resultaba eterno tener que aprender sobre las maldiciones imperdonables, las conocía no solo por nombre, había escuchado hablar mucho de ellas en Durmstrang, también presenció cómo una bruja era torturada con la maldición cruciatus.
Cerró el libro de golpe y Remus alzó su cabeza para ver como Mel miraba su pergamino. Se paró sin hacer ruido y alzó una ceja al ver cómo los cuarenta minutos que llevaba trabajando no había escrito nada.
—¿Ocurre algo? —preguntó Remus.
—¿Por qué tenemos que ver las maldiciones imperdonables? —soltó de golpe y con algo de rudeza—. ¿Por qué no podemos ver algo más importante que eso? No lo sé, el encantamiento patronus, por ejemplo —alzó un poco la voz y pronto se lamentó—. Lo siento —susurró rápidamente.
Remus soltó un suspiro, atrajo una silla para sentarse frente a ella.
—Entiendo que no le agrade saber sobre las maldiciones imperdonables, pero son parte del programa —explicó—. Mel, tiene que saberlas, tienen que saber a lo que se pueden enfrentar allá afuera —susurró—. La vida está llena de riesgos, y lo sabes, creo que tu mejor que nadie —ella desvió su mirada, ya que Remus la miraba fijamente—. Sé que para usted es complicado ya que tiene un corazón donde hay luz y no oscuridad, pero es por seguridad el tener conocimiento de lo que puede llegar a enfrentarse.
—¿Contra quién? —susurró mirando a Mel.
—Contra cualquiera que practique las artes oscuras...
Hubo un silencio en el aula, Mel miraba su pergamino con el ceño fruncido mientras que Remus la miraba con curiosidad.
—Solo... solo necesito que escriba sobre las maldiciones imperdonables, no le pido que las practique.
Mel asintió rendida y entonces, tomó la pluma para mojarla en el tintero para comenzar a escribir.
Mientras escribe tiene el ceño ligeramente fruncido, Remus aún permanece frente a ella, viendo como toma pequeñas pausas para mirarlo, como si él fuese una especie de libro con respuestas y continuar escribiendo. Le fue imposible no sonreír a Remus al ver como Mel sacaba un poco su lengua mientras seguía escribiendo con rapidez.
—Creo que ya —murmuró poniendo su firma al final del trabajo, la cual consista en una eme mayúscula, siguiendo sin romper el trazo un óvalo encerrandola.
Remus tomó el pergamino para comenzar a leer, una sonrisa se formó en su rostro cuando leyó la primera frase.
"Las maldiciones imperdonables son tres y la verdad son horribles, un basilisco es inofensivo al lado de las tres maldiciones que existen: la maldición Imperius, maldición Cruciatus y maldición Asesina."
Mel miraba la sonrisa de Remus que se iba apareciendo en su rostro conforme iba leyendo, la joven mueve su pie, nerviosa mientras espera que Remus pueda darle una calificación.
—¿Y bien? —susurró una vez que Remus dejó el pergamino.
—Me parece interesante —aseguró—. Nunca leí una tarea tan... peculiar —admitió soltando una risilla—. Me gusto —escribió una A de Aceptable en la esquina superior y Mel abrió su boca indignada—. Entregado fuera de tiempo, en realidad te merecías un supera las expectativas.
Mel mordió su labio un tanto nerviosa, mirando a Remus.
—¿No hay algo que me pueda hacer subir de calificación? —preguntó en voz muy baja.
Remus alzó una ceja un tanto interesado.
—¿Propone algo en especial? —indagó apoyando sus brazos en el escritorio.
Las mejillas de Mel tomaron un color carmesí, estuvo apunto de abrir la boca para hablar pero en ese momento, la puerta del aula de pociones se abrió dejando ver a todos los profesores de Hogwarts, encabezados por el director Albus Dumbledore, quien tiene una pequeña sonrisa en su rostro.
—Ah, sí, muy bien, la profesora McGonagall tenía razón —habló el anciano director—. ¿Qué tal sus clases, señorita Scamander?
Ella miro a Remus para verlo pararse un tanto curioso, sin entender el motivo de la reunión.
—Uh, bien, supongo —murmuró un tanto sonrojada.
—Sus profesores hablan maravillas, ¿tiene algo que agregar profesor Lupin? —Mel vio como sus profesores asentían ante lo que decían, aunque no conocía a todos, cinco de ellos parecían conformes con los conocimientos de la chica, o al menos, Snape también se veía así.
—Hum... se esfuerza —comentó Remus haciendo que Dumbledore soltará una risilla y Mel se pusiera tan roja como la túnica que viste la profesora McGonagall.
—Bien, bien, supongo que deben de estar un poco confundidos al vernos aquí, pero la señorita Scamander tuvo la decencia de recurrir a Minerva para pedir permiso de poder estar en los terrenos del castillo como su forma animaga —comentó el profesor, Mel se paró lentamente y una pequeña sonrisa se formó en su rostro—. Es por eso que nos reuní a todos, debemos de no... asustarnos al ver a la señorita Scamander transformada...
La gran mayoría de los profesores puso la misma expresión: confusión y algo de curiosidad.
Fueron guiados por el mismo Dumbledore hasta los jardines del castillo, muy cerca de la cabaña de Hagrid, quien los esperaba al lado de su perro jabalinero, quien al ver a Mel corrió hasta ella para exigir mimos.
—Hola bonito —saludó Mel inclinándose y recibiendo los lengüetazos que daba el perro, haciéndole reír.
—Cómo sabrán, la señorita Scamander tiene grandes conocimientos en materias como herbología, cuidado de criaturas mágicas y transformaciones, que si me permite decir, son las que domina con mayor facilidad —Mel ladeo una sonrisa un poco tímida, mientras aún hincada, seguía acariciando al perro—, por lo que al estudiar en la Escuela de Magia Uagadou logró convertirse con éxito en animaga —informó a los profesores—, donde era capaz de volar en su forma animaga sin ser molestada o recibir miradas de susto.
—Pero... ¿qué es? —preguntó con los ojos abiertos el profesor Flitwick.
—Por qué no... la vemos —el profesor hizo un ademan de manos a Mel.
—Oh... ¿aquí? —preguntó la chica.
—Por favor —pidió el director.
—Claro, sí, sí —se paró de un brinco y sacudió sus manos, miro a su alrededor y comenzó a caminar alejándose de los profesores—. Hum, solo... tomaré un poco de distancia, por seguridad —aclaró soltando una risita nerviosa.
Se encontró con la mirada curiosa de Remus y rápidamente desvió su mirada.
Una vez estando una distancia considerable, dio una vuelta sobre su propio eje y escuchó una exclamación por parte de todos los profesores.
En su lugar, ya no había ninguna mujer, sino un hermoso dragón Opaleye de las Antípodas, con piel nacarada y ojos color avellana, idénticos a los de Mel. Su altura era impresionante, se paró en las cuatro patas y abrió sus maravillosas alas las cuales agito un poco, haciendo que una ráfaga de aire llegará a los profesores que se encuentran estupefactos.
—¡Increíble! ¡Increíble! —exclamó Hagrid dando fuertes aplausos de emoción—. ¡Eso es maravilloso!
—¡Un dragón! —chilló el pequeño profesor Flitwick.
—¡No cualquier dragón! ¡Un dragón Opalaye de las Antípodas! El dragón más hermoso que existe —susurró con emoción.
Y a Remus le quedaba en claro porque ella se transformaba en el dragón más hermoso que existe.
Mel por fin aleteo elevándose en el aire, volando sobre los profesores sin alejarse muy alto, Hagrid seguía aplaudiendo como si fuese algún espectáculo, la profesora McGonagall tiene sus manos en su pecho con una mirada de emoción y Remus tiene una ligera sonrisa de sorpresa y emoción.
Después de unos minutos volando sobre los jardines regreso a la tierra donde tocó con delicadeza, pero haciendo sonar ligeramente el suelo, para después transformarse de nuevo en humana.
La chica soltó una risita un tanto sonrojada y corrió hacia los profesores, visualizo a Fang escondido detrás de las grandes piernas de Hagrid y se balanceo sobre sus talones.
—¡Oh ahora todo tiene sentido! —dijo fascinada la profesora McGonagall.
Mel soltó una risita nerviosa.
—Sí... era por eso que considere prudente hablarlo primero con ustedes antes de ponerme a volar sobre los terrenos del castillo —confesó soltando una risita.
—Muy bien pensando, señorita Scamander —asintió Dumbledore—. Ahora que todos tenemos el conocimiento de que es un dragón... no creo que nos llegaría asustar o a preocupar ver volar uno por los terrenos del castillo —comentó con una sonrisa.
—Pero Albus, los dementores...
—No podrán reconocer el alma de Mel al estar transformada en su forma animaga.
La chica observó el rostro de los profesores, Remus tiene el ceño ligeramente fruncido, como si estuviese pensando en algo.
—... así que mientras no salga de los terrenos del castillo, no habrá problema en que disfrute del aire...
—Y los estudiantes, ¿les diremos Albus?
—Creo que eso les mantendría aún más evitando los terrenos del castillo...
—¡Oh Albus!
Le fue imposible a Mel no soltar una risita mientras que la profesora McGonagall, el profesor Flitwick y la profesora Sprout contradecían al profesor.
—Bueno, ahora será mejor regresar al castillo antes de que se haga más tarde...
Mel ondeo su mano a Hagrid, quien le dijo que la esperaba pronto por la cabaña para hablar de dragones, por lo que asintió con emoción. La joven decidió ir atrás de los profesores, muy cerca de Remus.
—Un dragón, ¿uh? —susurró Remus.
—Sí —dijo sonriendo un poco.
—Debe ser por su personalidad y rasgos internos...
Ella alzó una ceja un tanto curiosa—. ¿Cuál creería que es mi personalidad y rasgos internos?
Remus lo pensó unos segundos antes de hablar—. Le gustan los desafíos, los conflictos... los peligros —dijo en voz muy baja, pero clara—. Es extrovertida y logra opacar a los demás... es usted muy... avallasante —comentó con una sonrisa.
—¿Ah sí?
—Sin duda alguna...
Mel soltó una risita y alzó su cabeza para ver cómo el profesor Snape les daba una mirada curiosa pero maliciosa, rápidamente desvió su mirada para ver como Remus lo miraba con algo de molestia.
—¿Ocurre...?
—No nos llevamos bien —dijo al ver cómo el profesor se iba en dirección a las mazmorras.
—Oh...
El resto del camino fue silencioso, poco a poco los profesores iban separándose cada quien, a su respectiva torre para pasar la noche, en tercer piso se despidió ondeando su mano en dirección a Remus y siguió a la profesora Sinistra hasta el séptimo piso, donde se despidieron para tomar caminos diferentes.
Tras resolver el acertijo de la estatua, Mel entró a la sala común para ver a varios alumnos reunidos, exclamando y hablando en voz alta algo asustados.
—¡Les digo que vi un dragón! ¡Yo lo vi!
—¡También lo vi yo! ¡Era un dragón blanco y enorme!
—¡Muy enorme! —chillo un niño.
—¿¡Lo viste Mel?! —exclamó Richard brincando del sillón y corriendo hacia la joven.
—¿Qué? —preguntó con una sonrisa.
—Un dragón Mel, vieron un dragón en los jardines del castillo —informó Penélope abrazándose un tanto nerviosa.
—Woo, ¿un dragón, dicen? ¿Qué clase de dragón era? —preguntó con interés.
—Uno blanco y grande...
—Sí serás idiota, era un Opaleye de las Antípodas —informó un chico de quinto año.
—¿Son peligrosos Mel? ¿Lo son? —preguntó Richard con sus ojos bien abiertos.
—Son los dragones más hermosos del mundo... y los menos peligrosos —aclaró—. Suelen comer ovejas y solo matan por hambre —varios soltaron grititos de susto—, pero les aseguro que más que temerle, deberían... sentirse seguros... quizá solo viene a proteger —alzó sus hombros con inocencia y miro con una sonrisa a todos lo que hablaban del dragón.
Nota de autora:
¿Creían que iba a haber beso?
Pues sigan creyéndolo mi watermelonas :)
Lots of love, Cici 🌻
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