🎄𝐄𝐒𝐏𝐄𝐂𝐈𝐀𝐋 𝐍𝐀𝐕𝐈𝐃𝐀𝐃🎄
La Navidad había invadido Los Ángeles, esa época del año donde todos pasan tiempo en familia, compartiendo anécdotas, repartiendo regalos y celebrando el nacimiento del niño Jesús.
Los niños esperan ansiosos la llegada de esa noche mágica donde todo parece felicidad, y las familias se reúnen. Sin embargo, no todos tienen la posibilidad de disfrutar de una Navidad tan hermosa. Algunos deben hacer sacrificios, como Tory.
Tory se miraba al espejo, ajustando su uniforme y acomodando su peinado con cuidado. Su cabello rubio estaba perfectamente recogido, pero su rostro reflejaba una sonrisforzada.
Desde la muerte de su madre, nada había vuelto a ser igual. La escuela era una carga de tareas y trabajos prácticos, y las horas extras en el empleo la obligaban a dormir en clase. A veces se preguntaba si valía la pena tanto esfuerzo, pero entonces recordaba las palabras de su madre:
—Somos luchadoras. Nosotras podemos con todo.
Esas palabras le daban fuerzas, aunque también le recordaban lo sola que estaba. Era la única familia que había tenido, y ahora no estaba.
Tory se lavó la cara en el baño de su trabajo, tratando de borrar las lágrimas que habían escapado sin permiso. Se quedaba pensativa, pero su tiempo de reflexión fue interrumpido por unos golpes en la puerta.
—Nichols, ¿viniste a trabajar o a mirarte como si fueras modelo? ¡Sal de ahí! —grito su gefe, impaciente.
Tory soltó un suspiro, respiró hondo y respondió con calma:
—Ya voy.
Salió del baño fingiendo estar bien, ocultando su tristeza detrás de una sonrisa. Su uniforme era sencillo: una camisa abotonada y jeans. Esta vez, trabajaba como empleada en una tienda del shopping, vendiendo artículos navideños.
Una ironía, ¿no? En Navidad, debía aparentar felicidad para atraer clientes, porque el lema del lugar era claro: "Ser feliz atrae clientes; ser infeliz quita salario."
Tory se dirigió a su puesto con su mejor sonrisa. Acomodó guirnaldas, decoraciones y otros artículos festivos en las estanterías mientras los clientes paseaban por la tienda. No era un trabajo fácil, pero ella sabía que no podía permitirse fallar.
—¡Hola, bienvenidos! ¿En qué puedo ayudarlo? —dijo Tory con su mejor sonrisa al trío que estaba frente a ella. Sin embargo, su mirada cambió al reconocerlos.
—¡Oh, Tory! —dijo Robby sorprendido—. No sabía que trabajabas aquí.
—Keene, Díaz, Larusso —dijo Tory, observando que no venían solos. Sus ex compañeros de Miyagi-Do ahora estaban allí, y no podía permitirse un escándalo. Mantuvo su actitud profesional—. ¿Necesitan algo?
—Ah, sí. Queríamos saber si tienes estas cosas —dijo Miguel, entregándole una lista.
—Tienen suerte —respondió Tory, sonriendo—. Dejen que les busque.
Se dirigió al fondo de la tienda mientras ellos la observaban. Miguel soltó un suspiro.
—¿De verdad vamos a hacer esto? —preguntó.
—Es la única manera que puedan hablar —respondió Sam—. Robby, te dejamos, es toda tuya.
Sam se alejó junto a Díaz, dejándolos solos. Robby suspiró con pesar, buscando el momento adecuado para hablar con Tory. Era un logro tenerla allí, y no iba a dejarla desaparecer de nuevo.
Mientras tanto, Kwon estaba pensativo. Notaba que Tory ya no era la misma. Ya no entrenaba como solía hacerlo, había cambiado. Era más blanda, o quizás ya no iba al dojo. Algo le pasaba, y aunque no quería molestarla, ni sus mensajes respondían. Decidió que iría a su casa.
En el camino, observaba cómo se decoraba la Navidad en América: luces de colores y pinos por doquier.
Cuando llegó a la casa de Tory, tocó la puerta, pero nadie respondió. Volvió a hacerlo, y esta vez la puerta se abrió lentamente.
—Permiso —dijo Kwon.
Dentro, no estaba Tory. En su lugar, el pequeño Brandon lloraba en la mesa. Kwon, preocupado, se acercó a él.
—Oye, campeón, ¿qué pasa? —preguntó Kwon.
El niño solo se lanzó a sus brazos. Kwon se había convertido en su lugar seguro, a diferencia de Miguel y Robby. Kwon nunca se fue.
Con calma, Kwon consoló al pequeño y, una vez que se tranquilizó, le preguntó:
—¿Qué ocurre?
—Tory... —dijo Brandon, aún sollozando.
—¿Qué le pasó? —preguntó el adolescente.
—Tory no está, se fue a trabajar y estoy solo —dijo Brandon.
Kwon entendió que se refería a su hermana. Ella trabajaba, y su madre había fallecido. Compartían el mismo sentimiento de soledad.
—Oye, sabes que ella tiene que trabajar —dijo Kwon—. Lo hace por ti.
—Sí, lo sé, pero quería que se quedara conmigo. Hoy es Nochebuena, pero no tenemos nada —dijo Brandon, con voz triste.
Kwon miró a su alrededor. El lugar parecía triste, sin rastro del "espíritu navideño". El cuarto donde solía estar su madre ahora estaba vacío. Era difícil.
—Brandon, si pudieras pedir un deseo, ¿cuál sería? —preguntó el asiático.
—Que Tory estuviera conmigo —dijo el niño, con la voz quebrada.
Sintiendo empatía por el pequeño, Kwon lo llevó a su habitación para que descansara. Se cubrió con las mantas, buscando consuelo.
Una vez alejado, Kwon sacó su teléfono y llamó a sus amigos.
—Oigan, vamos a hacer algo, y el que se rehúse, lo mato. ¿Entendido? —dijo Kwon, con tono decidido.
En el local, Tory entregaba a Robby las cosas que había pedido: guirnaldas, esferas y otros artículos de Navidad.
—¿Necesitas algo más? —preguntó Tory, con tono profesional.
—Sí, a ti —respondió Robby, tocándole las manos.
Tory rápidamente las retiró.
—Yo necesito mi salario —respondió con frialdad.
—Tory, por favor... —insistió Robby.
—No quiero hablar contigo —dijo ella, intentando cortar la conversación.
—Al menos escúchame —pidió Robby, con un tono suplicante.
Tory suspiró, cansada, pero terminó accediendo.
—Y bien —dijo, cruzándose de brazos.
—Lamento todo... —empezó Robby—. Quería darte tu espacio, no sabía qué hacer.
—¿Espacio? —repitió Tory, dejando escapar una sonrisa irónica—. Yo no quería espacio, quería que me apoyaras. Pero claro, estabas cómodo en Miyagi-Do. Ni siquiera fuiste capaz de seguirme.
—Tory, entiende... era algo importante para mí. Había ganado una vez. ¿Sabes lo que es ser segundo en todo? —intentó justificarse Robby.
—Claro que lo sé —respondió ella, su tono lleno de sarcasmo—. Ser la segunda opción, el segundo lugar... ¿recuerdas que Silver pagó al árbitro? ¿Y que Larusso es la capitana?
Robby bajó la mirada, sintiendo el golpe de sus palabras.
—Fue mi oportunidad, y no podía perderla... —añadió, casi en un susurro.
—¿Y qué hay de mí? ¿Dudé alguna vez en estar para ti? —replicó Tory, mirándolo fijamente—. ¿Recuerdas quién te buscó cuando estabas mal por la pelea con Kenny?
Robby guardó silencio. Sabía a qué se refería, y no tenía una respuesta.
—¿Fue Sam? ¿Fue Miguel? ¿Fue Daniel? —continuó Tory, sarcástica, mientras colocaba una escalera para alcanzar las cajas en los estantes superiores.
—Tory, sé que fallé, pero... me gustaría que pasaras la Navidad con nosotros —dijo Robby de repente, su voz llena de sinceridad—. Ninguno te desprecia. Estaremos con los Larusso, y podrías conocer a mi madre y a mi padre... será la primera vez que pasamos Navidad juntos.
Tory se detuvo, sorprendida. No podía creer que él hubiera sido capaz de decir algo así, como si nada hubiera pasado. La propuesta la hizo perder el equilibrio en la escalera, pero Robby no dudó en sostenerla antes de que cayera.
Por un momento, los recuerdos de su relación pasaron por su mente: las risas, los buenos momentos, cuando todo parecía perfecto. ¿Qué había cambiado todo?
Robby intentó acercarse más, inclinándose hacia ella. Pero Tory, recuperando la compostura, se apartó rápidamente.
—Es tarde —dijo, bajándose de la escalera.
Robby suspiró, frustrado, pero no se rindió.
—Tory, me gustaría tener una oportunidad, no solo para mí, sino para que tu familia pueda tener una Navidad inolvidable.
Ella lo miró, con dolor en los ojos.
—¿Y cuando te necesité, dónde estabas? —respondió Tory, apartándose de él.
Levantó la caja que había tomado del estante y comenzó a guardarlo todo en una bolsa.
En la casa de Kwon, el coreano estaba en su habitación, revisando algunos juguetes que ya no usaba, junto con otras cosas que había guardado en cajas.
—¿Qué haces? —preguntó una voz femenina desde la puerta.
Kwon levantó la mirada y frunció el ceño al ver a su prima Devon.
—¿Qué eres, el FBI ahora? ¿Vas a inspeccionarme? —respondió con sarcasmo.
—¿Para quién es todo esto? —insistió Devon, ignorando el tono de Kwon.
—No es de tu incumbencia, entrometida —replicó Kwon, mientras seguía acomodando las cosas.
En ese momento, su celular sonó con la notificación de un mensaje. Antes de que pudiera reaccionar, Devon fue más rápida y tomó el teléfono.
—¡Devon! —protestó Kwon.
Ella leyó el mensaje en voz alta:
—"Todo listo, capitán. Dime qué más." —Al terminar, arqueó una ceja y miró a su primo—. ¿Capitán? ¿De qué hablas?
—¡Enana del demonio, dámelo! —dijo Kwon, arrebatándole el celular de las manos.
—¿De qué se trata esto? —preguntó Devon con curiosidad.
—Dos palabras: no importa —respondió Kwon, intentando cerrar el tema.
Devon lo observó detenidamente y, al no obtener respuesta, decidió jugar con su primo.
—No me digas que esto es por Tory... —bromeó.
Cuando vio que Kwon no reaccionaba, sino que evitaba mirarla, abrió los ojos con sorpresa.
—¡Oh, por Dios! ¡Estás enamorado de ella!
Kwon, incapaz de ocultar una leve sonrisa, negó con la cabeza mientras intentaba mantener la calma.
—Sí, es por ella, ¿satisfecha?
—No —respondió Devon, dándole un golpe en el hombro—. ¿Por qué no me lo dijiste? ¡Sabes que Tory es mi amiga!
—Porque no eres útil —contestó Kwon con indiferencia, encogiéndose de hombros.
—Mira quién habla, el que no puede aceptar una derrota —dijo Devon, riéndose.
—¿Sabes qué? —Kwon la miró con irritación y tomó una de las cajas, colocándosela en las manos—. Si tienes tantas ganas de ser altruista, llévaselas tú.
—¡Espera! ¡Esto pesa mucho! —protestó Devon, tambaleándose un poco al sostener la caja.
—¿No que eras Mulan? —dijo Kwon, burlándose mientras se alejaba—. Oh, espera... ni siquiera eres fuerte.
—¡Oye! ¿A dónde vas? —preguntó Devon, intentando mantener el equilibrio con las cajas.
—Llévalas a la casa de Tory. Los chicos están allí. Yo tengo que hacer otra cosa —respondió Kwon antes de salir de su habitación y abandonar la casa.
Mientras Tory terminaba de guardar todos los pedidos que Robby le había hecho, él aún tenía una pequeña esperanza de que ella aceptara su invitación. Nervioso, se atrevió a preguntar:
—¿Qué piensas, Tory? ¿Aceptas?
La rubia lo miró con seriedad y respondió con frialdad:
—¿Efectivo o tarjeta? Dime con cuál pagas para que te largues de mi vista.
—¿En pesos o dólares? —intentó bromear Robby, pero al ver que ella no cambiaba su expresión, sacó su tarjeta y pagó.
Antes de irse, dejó algo sobre el mostrador.
—Por si cambias de opinión. —Era una tarjeta con sus datos. Luego tomó la bolsa con los pedidos y salió del local.
Ya afuera, Robby se dirigió al auto de Sam, quien abrió la puerta mientras Miguel lo ayudaba a cargar las bolsas en el maletero.
Una vez todos estuvieron en el auto, Sam, desde el asiento del conductor, rompió el silencio:
—¿Y bien?
—Le di la tarjeta. Creo que aceptará —dijo Robby, sin mucha seguridad.
—Esperemos —añadió Miguel desde el asiento trasero—. Pero sea cual sea su decisión, debemos respetarla. Lo sabes.
Robby asintió, aunque su mirada se perdió en la ventana, pensando en la posibilidad de que Tory apareciera.
Mientras tanto, Tory estaba exhausta. Había pasado toda la tarde sola a cargo del local, lo cual no era nada fácil. Se dejó caer en una silla y revisó su celular, notando varias llamadas perdidas de Kwon. Justo cuando estaba a punto de devolverle la llamada, una voz la interrumpió.
—Así que ahora estás de floja, ¿eh, Nichols? —dijo su jefe, apareciendo de repente.
—Estuve toda la tarde atendiendo. Creo que merezco un descanso —respondió Tory, tratando de mantener la calma.
—¿Un descanso? —rió el hombre con desdén—. Lo que mereces es trabajar más. El éxito se logra con esfuerzo.
Tory rodó los ojos, pero contuvo sus palabras. Sabía que tenía que mantener su trabajo.
—Quería saber si puedo recibir mi salario y un descanso. Hoy es Nochebuena y...
—¿Descanso? —interrumpió su jefe con burla—. ¿Crees que te lo mereces? No, Nichols. Tú no abandonas. Trabajarás el doble estas fiestas. Es tu deber. Dime, querida, ¿prefieres trabajar y ganar más o ir con tu familia a hundirte en la miseria?
Las palabras golpearon a Tory. Reflexionó un momento, recordando que había dejado solo a Brandon todo el día. Desde la muerte de su madre, no había hecho más que trabajar para distraerse. Pero ahora sabía lo que debía hacer.
—Elijo a mi familia —dijo firme, levantándose de la silla.
—Disculpa, ¿qué dijiste? —preguntó el jefe, incrédulo.
—Prefiero estar con mi familia y seguir luchando que trabajar para alguien como usted. Renuncio. —La determinación de Tory era clara, y sus ojos brillaban con fuerza.
Sin esperar respuesta, tomó su bolso y salió del local, dejando atrás el peso de un trabajo que la alejaba de quienes realmente le importaban.
Mientras Tory se alejaba, pequeños copos de nieve empezaron a caer. Con lo que había ahorrado, decidió pasar por una juguetería para comprarle regalos a Brandon antes de ir a casa.
En casa de Tory, un grupo de chicos de Cobra Kai ya estaba trabajando con entusiasmo. Vestidos con ropa navideña, Yoon estaba colocando guirnaldas mientras otros barrían y algunos montaban el árbol. El sonido de la puerta llamó la atención. Yoon fue a abrir y encontró a Devon, cargando varias cajas.
—¡Chicos, llegó el pedido! —anunció Yoon.
Todos se apresuraron a tomar una caja.
—¿Y tú eres? —preguntó Yoon, curioso.
—Devon, prima de Kwon —respondió la chica.
—Mucho gusto. Adelante, pasa. —Yoon le dio paso, pero justo cuando estaba a punto de cerrar la puerta, un pie lo detuvo.
—¿Qué pasa? ¿Estoy pintado o qué? —dijo Kwon, apareciendo con varias bolsas.
—¡Vayan a ayudar! —ordenó Yoon mientras Kwon entraba cargado.
Los chicos pusieron las bolsas y cajas bajo el árbol.
—¿Qué? ¿Todavía no decoraron el bendito árbol? —preguntó Kwon, molesto.
—Es que… —intentó excusarse Yoon, pero en ese momento Brandon apareció, frotándose los ojos tras haber dormido profundamente.
—¿Qué ocurre aquí? —preguntó el pequeño, confundido.
—¡Ah, hombres! Encárguense del árbol. Yo me ocupo del niño —dijo Devon, acercándose a Brandon y llevándolo a su cuarto.
Kwon suspiró.
—Al menos sirve de niñera —murmuró, aliviado.
—Mira el lado bueno, ya tienes a alguien que cuide de tus hijos.
—¿Qué? —preguntó Kwon, sorprendido.
—Sí, tus hijos… tuyos y de Tory —bromeó uno de sus compañeros.
Kwon los miró incrédulo.
—¡Mejor pónganse a trabajar! —dijo, intentando cambiar de tema.
—Lo que hace un hombre enamorado por su chica… —murmuró otro.
—No es cualquier chica, es la capitana —añadió Yoon con una sonrisa.
Mientras terminaban de decorar el árbol, poner la mesa y preparar la comida, Tory estaba en la parada del autobús, cansada después de un largo día de compras.
De repente, una mujer mayor se acercó a ella.
—Disculpa, niña, ¿por qué andas tan triste?
—¿Eh? —respondió Tory, confundida—. No es nada.
—No tienes que ser fuerte todo el tiempo, querida. Está bien llorar, a veces es un buen desahogo.
Tory bajó la mirada.
—Es que… son las fiestas. Perdí mi empleo, y ahora tengo que darle una Navidad a mi familia.
—Eres una chica guerrera —dijo la mujer con calidez—. Pero necesitas descansar. La familia es lo más importante. Aunque el dinero ayuda, no debes exigirte demasiado.
Las palabras conmovieron a Tory. Por primera vez en mucho tiempo, se sintió más tranquila.
—Feliz Navidad —dijo Tory con una ligera sonrisa.
—Igualmente, linda. Y recuerda: la vida está llena de sorpresas —respondió la mujer antes de marcharse.
El colectivo que Tory esperaba llegó poco después. El viaje fue corto, y para su suerte no tuvo que caminar demasiado. Con bolsas en mano, se acercó a su casa, ensayando mentalmente lo que le diría a Brandon al darle los regalos. Pero al llegar, se quedó helada.
Algo estaba iluminado en la distancia.
Cuando se acercó más, se dio cuenta de que era su propia casa. Todo estaba decorado con luces navideñas, un árbol adornado, y el aroma de comida llenaba el aire. Al tocar la puerta, se abrió para revelar a Brandon, luciendo ropa nueva y un gorro de Navidad.
—¡Tory! —exclamó el niño, corriendo hacia ella con una sonrisa radiante.
Tory no podía creerlo. Su agotamiento desapareció al ver el esfuerzo que alguien había puesto en hacer su hogar tan especial.
—¿Qué… qué es todo esto? —preguntó, sorprendida y conmovida.
Brandon simplemente la abrazó mientras el resto de los chicos de Cobra Kai salían de sus escondites, sonriendo por su reacción.
En casa de Tory
—¡Tory, Tory, mira! ¡Papá Noel llegó! —exclamó Brandon emocionado, jalándola de la mano para que viera.
Tory quedó impresionada. Miró a su alrededor y vio las luces, los adornos, el árbol y la mesa preparada. Sus compañeros de Cobra Kai, junto con Devon, estaban allí, saludándola con sonrisas cálidas.
De repente, unas vendas cubrieron sus ojos, y alguien la llevó suavemente a un rincón de la casa.
—¡Suéltame o verás cómo...! —comenzó a decir Tory, pero la interrumpieron con un beso.
Cuando se separaron, sintió cómo le quitaban la venda. Al abrir los ojos, se encontró con Kwon, sonriendo con ternura.
—Yo también te extrañé, rubia —dijo Kwon, divertido.
—¡¿Kwon?! —exclamó Tory, sorprendida—. ¿Qué es todo esto? ¿Cómo pasó? ¿Por qué lo hiciste?
—Bueno... alguien no contestaba mis mensajes, así que vine a buscarte. Como no estabas, hablé con los chicos y organizamos esto para ti. Sé que nunca has celebrado la Navidad y que no sueles festejar, pero quería que esta vez fuera diferente, para ti y para Brandon.
Tory estaba al borde de las lágrimas. Nadie había hecho algo tan especial por ella antes.
—Es… hermoso. Muchas gracias, chinito —dijo Nichols, abrazándolo con fuerza.
—Gracias a ti, linda —respondió Kwon con suavidad.
—¿A mí? ¿Por qué? —preguntó Tory, curiosa.
—Por dejarme ser parte de tu vida y tu familia. Tu madre estaría orgullosa de ti, Tory. Yo también lo estoy.
Esas palabras tocaron el corazón de Tory, provocando que pequeñas lágrimas cayeran por sus mejillas.
—No llores, amor. Hoy es Nochebuena. Ven, vamos —dijo Kwon, tomándola de la mano.
La llevó hasta la mesa, donde todos estaban sentados, compartiendo una cena cálida y llena de risas. Aunque Tory había perdido a su madre, la vida le había dado una nueva familia con quienes celebrar.
En la casa de Nichols, la alegría invadió el ambiente. Yoon bailaba, Devon cantaba karaoke, y la fiesta ya estaba en su mejor momento. Todos alzaban sus copas, y Tory se levantó para decir unas palabras.
—Quisiera agradecerles a todos por esta hermosa Navidad para mi hermano y para mí. Es muy importante para nosotros. ¡Muchas gracias y feliz Navidad! —dijo con una sonrisa, mientras todos se ayudaban y se apoyaban mutuamente.
De repente, Devon le dijo a Kwon:
—¡Oye, idiota! El muérdago, ve con ella.
—¿Qué es el muérdago? —preguntó Brandon, curioso.
—Es algo muy especial —respondió Devon.
Yoon rápidamente fue a buscar a Tory y la atrajo hacia Kwon.
—¡Dale, reina Cobra! Ve con él —dijo Yoon, entregándoles gorros navideños a ambos.
—¡Muérdago, muérdago! —corearon todos, ansiosos por ver qué sucedería.
—¿Esto es una locura? —preguntó Tory, sorprendida.
—No, amor. Lo que pasa es que me tienes tan enamorado —dijo Kwon, mirándola profundamente.
Tory soltó una pequeña risa, pero luego escuchó las palabras de Kwon.
—Disculpa —respondió ella.
—Dije que te amo, mi amor. Y sería un placer hacer esto —Kwon dijo, tomándola por la cintura y besándola con dulzura.
Todos festejaban y tomaban fotos, pero Devon no perdió la oportunidad y subió una foto a su historia de Instagram.
—¡Feliz Navidad y la mejor pareja! —escribió.
Uno de los espectadores de la historia fue Robby, quien al ver la publicación sintió cómo su corazón se rompía. Aunque sufría, sabía que Tory había tomado su decisión.
Mientras Tory y Kwon estaban sentados repartiendo regalos entre todos, Tory le entregó a Brandon una caja.
—Este es para ti, Brandon. Mira, es un nuevo auto —dijo, entregándoselo.
—¡Gracias, Tory! —respondió Brandon, abrazando a su hermana.
—Tory, este es para ti —dijo Devon, entregándole una pequeña caja que contenía un brazalete de amistad. Ambas chicas se abrazaron.
—Muchas gracias, Devon —dijo Tory con una sonrisa.
—Gracias a ti por salvarme de Cobra Kai —respondió Devon.
—Yoon, este es para ti —dijo Tory, entregándole una caja que contenía una gorra.
—¡Muchas gracias, Tory! —dijo Yoon, abrazándola.
—Este es para ti, Kwon —dijo Tory, entregándole una caja pequeña. Dentro había un anillo.
Kwon la miró y, de inmediato, sacó su propia caja para ella.
—Esto es para ti, Tory —dijo, dándole un collar con un sol brillante.
—¡Vamos, Kwon, agradece como se debe! —dijo Devon, mientras tenía a Brandon a su lado.
—¡Sí, capitán, deben dar el ejemplo! —comentó Brandon, sonriendo.
Tory miró a Kwon con una sonrisa, y él la observó directamente a los ojos. El amor entre ellos era innegable. Entonces, Kwon la tomó de las manos y la acercó para darle un dulce beso, el cual Tory correspondió. Todos seguían festejando, pero la pareja decidió dar su espacio.
—Muchas gracias por el collar, chino. Me encanta, aunque debió costarte una fortuna —dijo Tory, sonriendo.
—¿Y qué pasa? Si quiero darte una isla, lo haré. Te mereces esto y mucho más, mi amor. Te amo —respondió Kwon, con ternura.
—Yo a ti —dijo Tory—. ¿Podrías ponerme el collar?
Kwon asintió y movió el cabello de Tory a un costado, sintiendo la suavidad de su piel mientras lo hacía. Esa sensación provocó una conexión especial entre ambos.
—El oro te queda perfecto, mi amor —susurró Kwon, haciendo que Tory se erizara.
—Y tú te ves increíblemente sexy con ese traje navideño... pero mejor sin él —dijo Tory, dándose la vuelta con una sonrisa traviesa.
Ambos se miraron intensamente, se besaron y, al separarse, miraron al cielo juntos, disfrutando de una Navidad perfecta.
Feliz navidad a todos que pasen una linda velada saludos kira✨️
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