𝐄𝐥 𝐚𝐦𝐨𝐫, 𝐮𝐧 𝐬𝐞𝐧𝐭𝐢𝐦𝐢𝐞𝐧𝐭𝐨 𝐭𝐚𝐧 𝐩𝐨𝐝𝐞𝐫𝐨𝐬𝐨,
𝐩𝐮𝐞𝐝𝐞 𝐟𝐨𝐫𝐭𝐚𝐥𝐞𝐜𝐞𝐫 𝐨 𝐝𝐞𝐛𝐢𝐥𝐢𝐭𝐚𝐫 𝐚 𝐪𝐮𝐢𝐞𝐧 𝐥𝐨 𝐬𝐢𝐞𝐧𝐭𝐞.
Esa noche Tory estaba , mirando al techo, pensando cómo todo pudo cambiar en solo un instante. En su lugar estaba Kwon y no Robby.
Estaba en Miyagi-Do, no en Cobra Kai; su sensei no era Kreese, sino Johnny, Daniel y Chozen.
Todo cambió, no tenía con quién desahogarse, pues su razón de vivir se había ido, y Tory debía aceptarlo.
Tory llamó la atención de Kwon al darse cuenta de que él la estaba mirando fijamente. Ella no se había percatado antes.
—¿En qué piensas, Nichols? —preguntó Kwon con voz ronca.
—¿Desde cuándo me estás observando? —respondió la rubia, sorprendida.
—No evadas la pregunta, ¿qué piensas? —insistió él, su tono serio.
—En todo... Mi familia, el sensei, mi mano... —Tory miró su mano, recordando el dolor que aún sentía
—No volviste a hacerlo, ¿verdad? —preguntó Kwon, preocupado.—No, no... Es solo que hace un año, cuando era alumna de Kim Da-Eun, tenía que romper una piedra para poder irme a casa —reveló Tory, con tristeza.
—¿Por qué haría algo así esa bruja? ¿Qué necesidad? —dijo Kwon, sin comprender.
—Robby, mi ex... Ella sabía que él me ayudaría a escapar de ese infierno que eran Kim y Silver, ese viejo loco. Me lastimé... Lo hice todo por él.
—Y él te dejó cuando más lo necesitabas —dijo Kwon con sinceridad.Tory lo miró, pero sus ojos se llenaron de lágrimas.
—Mira, no soy Robby. No tengo su cabello bonito ni sus ojos verdes, pero te prometo que jamás te lastimaré, Risitos —dijo Kwon, tomando la mano de Tory y depositando un beso en ella—. Estaremos juntos en Cobra Kai y en la vida —añadió, antes de besarla en los labios. Luego, volvieron a dormirse abrazados.
En la casa de los Lawrence-Díaz, Robby dormía, y Miguel no podia dormir , procesando lo que había escuchado, no podía creer que su sensei le había ocultado algo. ¿Y si no era todo? ¿Y si el motivo por el cual Robby también se fue era porque sabía algo más sobre Tory y la estaba cubriendo?No se quedaría de brazos cruzados. Sin más, había decidido contarle a Su novia.Sam no podía creer lo que Miguel le había contado.
Sabía que su madre había ayudado a Tory con sus problemas, pero no tenía idea de que fuera tan grave. Se sintió mal, creyó que era su culpa. Si no hubiera sido capitana, Tory seguiría en el equipo; si no hubiera parado la pelea, quizás Tory y ella podrían haber terminado su disputa. "Quizás, quizás, quizás" era lo que la mataba internamente, sentir que ella era la causante de todo. Tomó su celular y miró una foto que tenía con Tory.
Esa foto la había tomado Devon, mostrándosela a Johnny para demostrar que, aunque intentaran hacerlas pelear, ellas habían empezado a dejar atrás el odio y plantar una nueva amistad.Cómo todo se había derrumbado.Sam se sentía mal. Su breve amistad con Tory había sido tan linda, aunque corta. No podía creer que todo por el karate se hubiera roto. Tenía amigas como Aisha, Yazmin, y Moon, pero con Tory era diferente, porque, a pesar del desprecio mutuo que sentían, surgió una amistad.
Al día sigueinte se levantó sin hacer mucho ruido, se estiró con cuidado, quitando la mano de Kwon de su cintura, pero al intentarlo, él la aferró con fuerza. Aunque ella tampoco quería irse, debía hacerlo.
Se puso a hacer el desayuno para ambos chicos antes de irse. Tan rápido como pudo, se cambió, se peinó y se fue, dejando una nota en la mesa y abandonando su casa.
Tory, quien había madrugado para irse a trabajar, terminaría su turno al mediodía, y luego debía ir al juzgado. Mientras atendía a los clientes en la cafetería, vio a una persona que no esperaba ver.
Una mujer había entrado a la cafetería, agotada, solo queriendo tomar algo e irse a hacer sus deberes, cuando notó a la rubia. Su ánimo cambió.Nichols se acercó a la persona sentada, con ira reprimida, y se contuvo para conservar su trabajo.
—Hola, cariño —dijo la mujer, posando ambos brazos en la mesa con una sonrisa maliciosa.
—¿Qué quieres? —preguntó Tory—. ¿No deberías ir a un casino o estar con tus amigos? Este no es lugar para ti —dijo mirándola de arriba a abajo.
La señora llevaba ropa elegante, un rodete armado, un tapado y pantalones que la hacían ver demasiado bien.
Tory sabía que tramaba algo.—¿Y bien, qué piensas ordenar? —dijo la rubia, impaciente, arqueando una ceja.
—¿Por qué tanta prisa? —indagó la mujer—. ¿Acaso debes irte tan rápido con tu chico?—¿De qué chico hablas? Por favor, como si tuviera tiempo —Tory se cruzó de brazos, sosteniendo la carta.
—Tú sabes de quién hablo, tu príncipe encantador. Es un chico muy guapo —respondió la mujer con un gesto.
Tory quedó helada. No sabía cómo su tía conocía la existencia de Robby. ¿Cómo lo habría sabido? Esa señora vivía en sus nubes de gas.
—¿Viniste aquí a ordenar o a colmar mi paciencia? —dijo Tory, dejando la carta sobre la mesa con fuerza.
—Oh, calma, cariño —dijo la mujer—. Sabes que no me interesan los muchachos, no iniciaría una pelea por ellos ni lastimaría a una chica por eso —alardeó la mujer, sonriendo.
La adolescente se contenía; no soportaba tenerla en su trabajo.—Vengo por negocios —dijo la mujer con franqueza—.
Tienes algo que quiero.Sacó unos papeles de un formulario que contenía la petición de la tutela de Brandon. Si Tory los firmaba, renunciaría a sus derechos y a la pensión por tutoría.Tory tomó los papeles y, al examinarlos, los arrugó y rompió.
—Sobre mi cadáver lo obtendrás. Él no te recuerda ni te necesita, así que vete al infierno, perra —dijo Tory.
—¿Estás segura, Tory? Deberías considerarlo, porque en estos momentos haya una asistente social en tu casa examinando cómo está Brandon, cómo se alimenta y en qué condiciones vive. Por cierto, si tú estás aquí, ¿con quién está Brandon? —dijo la señora antes de irse, dejando a Tory helada.
Nichols no se había percatado de que, a pesar de que Kwon había sido bueno con Brandon, la asistente social podría considerarlo descuidado por abandono o cualquier otro motivo. Sin pensarlo, dejó su trabajo y salió corriendo en uniforme.
Aunque su jefe la llamó, no obedeció, mientras su tía Candace miraba la escena triunfante. Sabía que tenía asegurada su victoria; Tory estaría fuera y Brandon sería para ella bueno, la pensión de Brandon. Candace se acercó al jefe de Tory y dijo:
—Señor, vio esa conducta de esa mesera; es un desastre. ¿Cómo puede contratar ese tipo de personal?El jefe la miró confundido y preguntó:
—¿Usted quién es?—Soy su tía. Lamento la vergüenza, pero puede creer que ni me ofreció la carta, y solo recibí un mal trato de su parte. Es inaceptable; pondré una queja.
—No es necesario, señora. Será bien atendida en estos momentos, y por su sobrina, no se preocupe, tomaré cartas en el asunto —afirmó el jefe.—Además, podría ayudarme. Yo no digo nada de este suceso, pero usted podría dar su declaración sobre mi sobrina —dijo Candace, dejando una hoja y plata envuelta—.
Quedará entre nosotros.—Señora, tenemos un trato —dijo el hombre, tomando el dinero.Mientras tanto, la asistente social había llegado y tocaba la puerta repetidamente, pero nadie la atendía. Kwon, que estaba dormido, se levantó y al no encontrar a Tory, buscó a Brandon, quien estaba durmiendo plácidamente. Los ruidos eran cada vez más intensos. Se puso la ropa y se dirigió a la puerta.
—Hasta que por fin apareces, dime dónde estabas.. —Kwon fue interrumpido al ver que no era Tory.
—Buenos días, ¿esta es la residencia Nichols? ¿Quién es usted y que hace aquí? —preguntó la mujer.
—Yo soy el niñero, ¿usted quién es? —dijo Kwon, demostrando seguridad al sostener la puerta.
—Soy la asistente social; por lo que veo, la joven Nichols no se encuentra —dijo la mujer mirando alrededor—. ¿Puedo pasar? —preguntó.
—Sí, claro, pase —dijo Kwon, tratando de mantenerse tranquilo y quitando la mano de la puerta.La mujer llevaba un anotador y una cámara para tomar evidencia.
Había tazones de cereal, la heladera con poca comida, la cocina con trastes por lavar, y el piso parecía ser lo único decente. El cuarto era un desastre. Cuando estaba a punto de revisar el cuarto de Brandon, el niño salió del baño entusiasmado.
—Oye Kwon, ¿dónde está Tory? —preguntó el niño.Kwon le hacía señas para que no dijera nada y evitar la situación incómoda.
—Hola, ¿cómo estás? Tú debes ser Brandon —dijo la mujer ofreciéndole la mano.—Sí, soy Brandon Nichols, tengo seis años —dijo el niño, devolviéndole la mano.
—Vaya, eres educado. Dime, ¿por qué no estás en la escuela? —preguntó la mujer.
—Porque me quedé dormido —respondió el niño sincero.
—¿Y tu hermana no te podía llevar? —preguntó la mujer.
—No, ella suele trabajar, a veces trae para comer —contestó el niño.
—Así que tu hermana trabaja mucho y tú te quedas solo —siguió interrogando.
—No, a veces me quedo con la vecina, ella me cuida y es muy buena —dijo el niño feliz.
—¿Y ese muchacho es tu niñero? —preguntó la mujer.
—Él no, es el novio de Tory. Vino ayer y comimos rico, hicimos pijamada.
—¡Oh, qué sorpresa! Así que tu hermana te deja con su novio y la vecina —dijo la mujer, mirando al asiático—.
—¿Dónde están tus padres?—Mamá se convirtió en un ángel y papá... no está —dijo el niño, sollozando.Kwon no toleró más y se agachó a la altura del pequeño, abrazándolo.
—No es suficiente, es un niño, y usted es una mujer sin corazón... ¡maldita bruja!
—Cuida tus palabras —respondió la mujer, visiblemente ofendida—. Será mejor que le digas a la señorita Tory que se presente, la citaré en el juzgado —dijo la asistente.
En ese momento llegó Tory, agitada, con el uniforme sucio y el cabello desordenado en una coleta.
—Buen día, disculpe la demora. Estuve trabajando —dijo Tory, apenada.—Sí, lo noté, señorita Nichols.
Necesito hablar con usted —indicó la mujer.Salieron a hablar afuera, pero la mujer no traía buenas noticias.
—Escuche, vine de mi trabajo, cuido a mi hermano, soy responsable. Pago la luz, el agua y la renta. Hago las compras diarias —se defendió Tory.
—Señorita, usted es un desastre. Mire las fotos que tomé —dijo la mujer, mostrándole imágenes de la casa en desorden—.
—No puedo creer que un niño esté bajo su cuidado y con un desconocido.—Él no es un desconocido, es mi novio —afirmó Tory.
—Con más razón. Deja solo a su hermano con cualquiera y hasta con la vecina. Su tía tenía razón, usted no es capaz de cuidarlo. Será mejor que nos veamos en la corte, señorita Nichols. Le deseo mucha suerte la necesitara en la corte —dijo la mujer antes de marcharse.
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