𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟏𝟐
¿𝐏𝐨𝐫 𝐪𝐮𝐞 𝐭𝐞 𝐯𝐚𝐬 𝐲 𝐡𝐚𝐜𝐞𝐬
𝐥𝐚𝐬 𝐜𝐨𝐬𝐚𝐬 𝐭𝐚𝐧 𝐜𝐨𝐦𝐩𝐥𝐢𝐜𝐚𝐝𝐚?
Nos gusta complicarnos la vida, pudiendo hacer todo en un ambiente tranquilo, aclarando las cosas. Pero nos gusta alejarnos, evitar estar o decir algo, y las cosas que parecían fáciles vuelven complicadas, habiendo malos entendidos sin poder buscar una solución.
En España, Daniel y Johnny, a pesar de sus diferencias, debían trabajar juntos por el bien de los chicos. Su objetivo era eliminar a Cobra Kai del camino, mientras mantenían una unión forjada con esfuerzo. Mientras recorrían Barcelona, Daniel comentó:
—Oye, si hablas con patrocinadores, asegúrate de..
—Sí, sí, lo sé, orgullo Miyagi-Do, tranquilo. Yo me encargo —respondió Johnny, interrumpiéndolo.
—Muy bien —dijo Daniel quedándose tranquilo .
—Estaré bien en cuanto coma una chimichanga española —añadió Johnny con una sonrisa, adelantándose hacia la reunión.
En el comedor se encontraba un grupo variado de personas: patrocinadores, los anfitriones del Sekai Taikai y algunos senséis. Daniel y Johnny habían planeado mantener una buena imagen para causar una impresión favorable.
—Bueno, Miyagi-Do no fue un dojo competitivo hasta hace poco —comentó Daniel con un tono amigable, mientras conversaba con los asistentes—. Fui el primer alumno de mi sensei, y fue un honor difundir sus enseñanzas a la siguiente generación.
Por otro lado, Johnny, distraído, observaba los platos exquisitos de la gastronomía española. La variedad de olores y sabores lo tentaban.
Había visto un plato con dos filetes y esperaba que el hombre cercano se retirara para tomar uno, pero no contaba con que aquel sujeto tomaría ambos filetes, lo que provocó su molestia.
—Oye, amigo, uno por cliente —dijo Johnny molesto.
—Disculpa —respondió el hombre, confundido.
—Tomaste los dos últimos filetes —reclamó Johnny.
El hombre, al comprender, respondió con una sonrisa:
—Oh, uno es para un amigo. Pero si no lo fuera, tengo derecho a disfrutar de lo que quiera.
—Quizá tengas derecho... pero no a tentarme —dijo Johnny acercándose, desafiante.
Daniel, que presenció la escena, decidió intervenir rápidamente.
—¡Ya, ya, ya! Basta. Lo siento mucho —se disculpó con el hombre.
El español soltó una leve risa burlona y se retiró.
—¿Qué pasó con todo lo que hablamos hace poco? —dijo Daniel, visiblemente molesto—. Ese hombre podría ser un patrocinador.
—Es un roba-filetes —se justificó Johnny.
—Pues deja que los robe. Este es nuestro momento; no lo arruines —pidió LaRusso.
En ese instante, las puertas se abrieron, y Kim Da Eun y John Kreese hicieron su entrada. Sus miradas se dirigieron inmediatamente hacia los senseis de Miyagi-Do. Una sonrisa malévola apareció en sus rostros.
Mientras Cobra Kai esperaba a Tory, siendo la última en abordar el micro que los llevaría al acuario, sus compañeros la recibieron con aplausos y silbidos. Todos parecían entusiasmados, excepto Kwon, quien apenas la miró.
Sus miradas se cruzaron por un instante, pero, tan rápido como ocurrió, él desvió la vista para ignorarla. Tory tomó asiento sola, recostándose en su lugar mientras forzaba una sonrisa. Aunque aparentaba estar tranquila, su mirada perdida en la ventana la delataba.
Kwon no pudo evitar mirarla de reojo. Sabía que algo no estaba bien; la conocía lo suficiente como para notarlo. Sus impulsos lo empujaban a acercarse, pero se contuvo. "Si a ella no le importó besarse con Robby, a mí tampoco debería importarme", pensó con frustración.
Así transcurrió el viaje, hasta que Yoon rompió el silencio:
—Oigan, capitanes, ¿por qué están separados? ¡Siéntense juntos! —exclamó, llamando la atención de todos.
Kwon lo miró incrédulo y Tory, confundida, no podía creer lo que Yoon acababa de pedir. Al parecer, uno de los dos tendría que moverse. Uno debía dar el paso, romper la tensión entre ambos... pero ninguno parecía dispuesto.
Los demás, al notar la obstinación de sus capitanes, comenzaron a murmurar entre ellos. Finalmente, tomaron cartas en el asunto.
—Oye, Nichols, ¿sabes qué están tramando? —preguntó Kwon, desconcertado.
—¿Por qué me lo preguntas a mí? Tú los conoces más que yo —respondió Tory, con frialdad.
Kwon cerró los ojos y, molesto, masculló:
—Olvídalo. Tú nunca sabes nada —volvió a su asiento cruzándose de brazos.
—Según tú, ¿no sé nada, Kwon Ha-shung? —replicó Tory, visiblemente irritada.
A Kwon le molestaba profundamente que lo llamaran por su nombre completo; le recordaba las reprimendas de su infancia. Dio un fuerte suspiro y estaba a punto de responderle, pero ya era demasiado tarde.
Sin previo aviso, sus compañeros lo tomaron desprevenido. Entre varios, agarraron a Kwon de los brazos y las piernas, conscientes de su fuerza. Con Tory no fue diferente; Yoon, divertido, la cargó como si fuera un costal de papas mientras ella pataleaba y gritaba:
—¡Suéltame, Yoon, o te mato!
Yoon solo se reía, disfrutando del caos. Sabía que sus capitanes eran idénticos en obstinación, y la situación requería medidas extremas.
Kwon, por su parte, forcejeaba inútilmente.
—¡Suéltenme, idiotas, o les patearé el...! —no pudo terminar la frase antes de ser reducido por sus compañeros.
Finalmente, ambos fueron colocados juntos, dejando a Tory y Kwon completamente solos. La tensión era palpable.
—Keene no paraba de mirarte —comentó Kwon con tono sarcástico—. Debe sentirse traicionado.Tory suspiró profundamente, evitando responder.
—Ja, no me sorprende. Siempre te quedas callada cuando alguien te dice la verdad en la cara —añadió Kwon, con un toque de burla.
El silencio se rompió cuando un objeto cayó de las manos de Tory: el candado que kwon le había regalado. Kwon no perdió el tiempo y lo recogió.
—¿Qué es esto? —preguntó curioso, observándolo detenidamente.
—¡Devuélvemelo, es mío! —exigió Tory, inclinándose hacia él.
Kwon rió y respondió:—Si lo quieres, ven por él.
Cuando Tory intentó recuperarlo, el autobús frenó de golpe, haciendo que ambos cayeran al suelo. Tory quedó encima de Kwon, y por un momento sus miradas se conectaron.
El mundo parecía detenerse, y ambos olvidaron sus conflictos, hasta que la puerta del autobús se abrió de repente.
—Ya llegamos —dijo Yoon al notar la escena frente a ellos—. Oh, ¿interrumpo algo? —preguntó sosteniendo la puerta.
Kwon, como era habitual, mantuvo su actitud arrogante. Miró a Tory con desprecio antes de empujarla ligeramente.
—Quítate, Nichols —dijo con frialdad, mientras se levantaba y sacudía su ropa.
Tory lo miró molesta, sin responder, y Yoon se acercó rápidamente para ayudarla.
—¿Estás bien? —le preguntó con preocupación.
—Estoy bien —respondió Tory, reacia a aceptar ayuda. Sin embargo, dirigió su mirada hacia Kwon y alzó la voz—. ¡Oye, devuélvemelo!
Kwon observó el candado que sostenía en sus manos, recordando su significado.
—¿Esto? —dijo con una sonrisa sarcástica—. Te lo devolveré... después de la excursión. —Guardó el candado en su bolsillo y siguió adelante.
Una vez en el acuario, los estudiantes de todos los dojos participantes se reunieron para una fotografía grupal.
Los capitanes fueron llamados al frente, y Tory y Kwon caminaron como si estuvieran desfilando en una pasarela. Mientras tanto, Sam y Robby los miraban incómodos desde la distancia.
El fotógrafo pidió que los capitanes se acercaran más. A regañadientes, Tory y Kwon obedecieron, manteniendo la distancia entre ellos. Tory tenía una mirada perdida, mientras que Kwon mostraba su típica actitud seria, con los brazos cruzados.
—Vamos, chicos, un poco más de entusiasmo. ¡Sonrían! —instó el fotógrafo.
Desde el fondo, Halcón no pudo evitar comentar:
—Se esfuerzan demasiado en recordarnos lo especiales que son los capitanes.
—Sí, eso parece —respondió Miguel. Molesto
—Todo el mundo parece conocerse ya —agregó Devon, mirando los diferentes grupos que hablaban animadamente. Sin embargo, notó algo inusual detrás de ellos—.
Aunque por lo visto, no todos están tan amistosos. —Señaló a un grupo de estudiantes que discutían acaloradamente.
Demetri comentó:—Esto me recuerda a la prisión: golpea al tipo en la mandíbula el primer día. —Hizo un gesto de puño mientras los demás lo miraban con incredulidad.
Mientras tanto, Tory, cansada de la situación, soltó un suspiro y dejó el grupo sin decir nada. Kwon observó su partida con indiferencia.—Ahí va otra vez —murmuró con molestia—. Capitana, mi trasero.
Mientras Larusso escuchaba atentamente la charla de la mujer, esta explicaba:
―Mi compañía siempre busca socios nuevos. Manejamos licencias internacionales para equipos de dojo y también proporcionamos la ropa oficial del Sekai Taikai ―finalizó con una sonrisa.
―Eso me recuerda algo... ―dijo Daniel, sacando una bandera que había encontrado, llamando la atención de los presentes―. ¿Tiene idea de lo antigua que es esto? ―preguntó mostrando la bandera.
La mujer quedó sorprendida al tomarla.
―Por el diseño, parece ser de los años 1950... incluso podría ser de 1940.
―¿Dónde adquirió esto, señor Larusso? ―intervino Gunther, examinándola con curiosidad―. Estas bandas de capitanes no se consiguen en eBay.
―Perteneció a mi sensei ―comentó Daniel con nostalgia.
―Es toda una historia... ―respondió Gunther intrigado.
―Sí, seguro que lo es ―dijo Daniel, guardando la bandera con cuidado.
Mientras tanto, Johnny Lawrence estaba probando unos nunchakos que promocionaba un hombre en el evento. Curioso, quería comprobar qué tan buenos eran. Con movimientos hábiles, los manejó con soltura.
―¿De qué están hechos? ―preguntó Johnny con seriedad.
―Eh... son de acrílico ―respondió el hombre.
Johnny continuó probándolos con rapidez antes de detenerse.
―No cuelan tanto. Deberían devolverlos al laboratorio ―dijo, entregándolos de vuelta.
El hombre intentó convencerlo:
―Los campeones del Sekai Taikai usan y apoyan estos productos ―comentó, señalando un póster donde aparecían los campeones sosteniendo diversas armas.
―¿Son sus modelos? ―preguntó Johnny, alzando una ceja―. Tengo chicos más guapos en mi dojo ―agregó con orgullo―. Te mostraré una foto.
―Ese no es el criterio ―replicó el hombre―. Hay un patrocinio directo para los campeones.
―Ah, sí... ¿cincuenta dólares al día y hacer algunas películas pornográficas? ―respondió Johnny sarcásticamente―. Porque yo pasé por ese camino de modelaje y no lleva a nada bueno.
―No, no ―aclaró el hombre apresurado―. Me refiero a beneficios reales para los mejores dojos y campeones.
Johnny frunció el ceño, pensativo.
―¿El pago de la universidad? ―preguntó, ahora interesado.
―Sí, entre otras cosas ―dijo el hombre, logrando captar su atención.
Johnny estrechó la mano del vendedor.
―Soy el sensei Lawrence, de Miyagi-Do Karate. Un dojo muy arraigado, diversificado, inclusivo todo eso. Mis chicos serían una gran adición a su marca.
Antes de que la conversación avanzara, Kreese apareció en escena, examinando las armas más letales.
―Tienen muy buen material aquí ―comentó con voz seria.
―Oh, tenga cuidado, esa punta es muy afilada ―previno el hombre al ver que Kreese sostenía una daga.
―No se preocupe, sé manejar una daga ―aseguró Kreese con confianza, dejando al hombre impresionado mientras continuaba―. Mantengo la mía muy cerca ―agregó, mostrando una daga que sacó de su bolsillo.
―Es un ejemplar muy impresionante ―admitió el vendedor.
―Sí, tiene mucho valor sentimental... y también histórico. Pero en las manos correctas, o equivocadas, es mortal ―dijo Kreese, sosteniendo la daga con firmeza, lo que incomodó visiblemente al hombre.
Johnny, que no se quedó atrás, tomó los nunchakos nuevamente y los giró con destreza.
―Un buen golpe de estos haría el trabajo igual de rápido, ¿no? ―dijo con una sonrisa.
El hombre intentó responder, pero Kreese interrumpió:
―Creo que la mayoría de las personas preferirían tener la daga, ¿no le parece?
Johnny soltó una carcajada y respondió sin dudar:
―No se trata del arma, sino de quién la usa. ¿Cierto? ―miró al vendedor, que estaba atrapado entre los dos senseis rivales sin saber qué decir.
Tory buscaba un momento de paz. Se adentró en la sección más tranquila del acuario, donde solo se escuchaban las olas y el movimiento de los animales marinos. Observó la vida bajo el agua, envidiando la libertad y simplicidad de las criaturas.
—¿Qué se sentiría vivir sin preocupaciones? —pensó en voz alta.
Sin darse cuenta, Robby la había seguido y ahora estaba a su lado.
—¿Planeas ignorarme todo el torneo? —preguntó, rompiendo el silencio.
No —negó Tory voltenado a ver su ex—
—¿Podrías haberme dicho que harías esto? —dijo Robby, mirándola con frustración.
—¿Ahora te importa? ¡Sí, claro! —respondió Tory con sarcasmo, molesta.
—Cuando Kreese vino a ti, ¿se trataba de esto? —preguntó Robby, incrédulo—. Él te está usando, Tory. ¿No te das cuenta?
—¿Usándome? —Tory soltó una risa amarga y lo encaró—. ¿Recuerdas que él te ayudó cuando no tenías otras opciones?
—Sí, pero tú tienes opciones, Tory. O al menos, las tenías... —respondió Robby, desanimado.
—¿Qué opciones? —espetó Tory, con una mezcla de enojo y dolor en su voz—. No me digas que habría tenido una oportunidad en Miyagi-Do. ¡Sam siempre será la capitana! Solo buscaban una excusa para mantenerme fuera.
—¡Eso no es verdad! —negó Robby con firmeza, dando un paso hacia ella.
Por un momento, el silencio se hizo entre los dos. Robby, suspirando, tomó las manos de Tory con cuidado. Para su sorpresa, ella no se retiró ni lo apartó.
—Mira... —comenzó, buscando sus palabras—. Sé que tomaste tu decisión, y sé que no debió ser fácil.
—Hizo una pausa, mirándola a los ojos—. Lo siento, Tory. Lo siento por lo de tu madre... y también por lo que te hice en la fiesta.
Las palabras de Robby desarmaron a Tory. soltó un suspiro. No sabía qué decir; no esperaba que él dijera algo así. esas palabras viajaron a recuerdos que mantenía en us memoria
—Mira, prometo quererte y cuidarte hasta que el último pétalo de esta flor caiga —dijo Kwon.
Las palabras de Tory resonaron con fuerza, trayendo recuerdos que golpearon con intensidad.
—Prometo quererte siempre y serte leal —respondió Tory.
—Así que, permíteme ser quien te cuide y te quiera, Tory Nichols —dijo Kwon.
—Acepto quererte, confiar en ti y cuidarte. Y para que haya una prueba... —Kwon sacó un candado de su mochila y un marcador permanente. Escribió su inicial en el candado y se lo pasó a Tory—. Pon tu inicial, y al igual que las flores, este candado representará que estaremos juntos, en el dojo y en la vida.
Tory tomó el marcador, escribió su inicial junto a la de Kwon, y así quedó sellado.
Sellaron la promesa con un beso, su primer beso, lleno de inocencia y verdad.
¿Dónde habían quedado esas promesas? ¿Dónde había quedado ese amor que una vez fue genuino? Tory sabía que no estaba bien. Ella vivía en un caos, pero, en el pasado, cuando estaban juntos, lograban superar cualquier adversidad.
Pero antes de que pudiera responder, notó una figura al otro lado del acuario: Sam estaba allí, cruzada de brazos y mirándolos con una expresión que mezclaba sorpresa y molestia.
Lo que ninguno de los dos notó fue la presencia de Kwon, que había llegado dispuesto a devolver el candado. Sin embargo, al ver la escena entre Tory y Robby, guardó el candado nuevamente en su bolsillo, su rostro marcado por la decepción.
Lo que ninguno de los dos notó fue la presencia de Kwon, que había llegado dispuesto a devolver el candado. Sin embargo, al ver la escena entre Tory y Robby , Kwon guardó el candado nuevamente en su bolsillo, su rostro marcado por la decepción.
Con el corazón roto, Kwon dio media vuelta y se alejó, limpiándose rápidamente las lágrimas.
—No debo intentar nada con nadie. Hay cosas que no se arreglan... y personas que no valen la pena. —Dijo para sí mismo, endureciendo su expresión. Decidido, prometió seguir los pasos de Kreese, dejando atrás cualquier muestra de piedad o afecto.
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