Capítulo 2

Era una tarde tranquila.

Las calles de la ciudad estaban bastante más tranquilas de lo que normalmente estaban, pero aquella tranquilidad estaba apunto de desvanecerse en cuanto niños y niños salieran del colegio y algunos fueran recogidos por sus padres, formando un molesto atasco que sería difícil de agilizar. Por eso se apresuró en buscar algún sitio libre en el cual aparcar y poder evitarse todo aquel caos que estaba por llegar.

Parecía que ese era su día de suerte pues pudo encontrar un parking a solo una calle de la cafetería Min.

Casi un mes había pasado desde la primera vez que decidió visitar aquel local. ¿Quien hubiera dicho que a partir de ese momento pasar por ahí sería parte de su rutina?

¿Quien diría que aquella sería la primera vez que vería a la primera persona en dejarle con la boca abierta simplemente con su sola presencia?

No conocía a nadie de aquella cafetería, había oído hablar de los deliciosos cafés que el nieto de Min hacía y el buen servicio que ofrecían. Entró ahí sin muchas expectativas en cuanto a que esperarse y salió unas pocas horas después casi hechizado por aquel chico rubio que lo había atendido, y porque el americano que se había tomado era de los mejores que había probado, claro.

Era la primera vez que se sentían tan flechado por alguien. Todo en ese chico lo había cautivado por completo, su cálida sonrisa, su acaramelada voz al hablarle, su delicadeza al dejarle la taza de café sobre su mesa y su belleza tan etérea que le había robado el aliento. Estaba seguro que había visto a un ángel.

Ese día no atrevió a hablarle y al notar como su trabajo se complicaba cada vez más al paso de las horas le hizo pensar que lo mejor sería no molestarlo, aunque eso no lo detuvo a que al día siguiente apareciera de nuevo como si estuviera siendo atraído por el canto de una sirena, haciendo que aquello se convirtiera en una costumbre. Cada tarde se presentaba allí con la excusa de que era una cafetería muy buena, y aunque aquello era totalmente cierto, la verdadera razón de sus visitas tenía nombre.

Jimin.

No le costó tanto esfuerzo en leer su nombre en su uniforme el primer día que se vieron, porque básicamente no podía quitarle los ojos de encima en ningún momento, en realidad, estaba seguro de que nadie sería capaz de hacerlo.

Cada día se pasaba toda la mañana esperando a que llegara la tarde para poder ir a la cafetería y verle sin falta. Los fines de semana eran los únicos días de la semana en los que ni siquiera aparecía ya que sabía que él no iba a estar.

Se las ingenió para poder acercarse a él poco a poco, haciéndole pequeñas preguntas, buscando alguna razón para poder entablar una conversación, por más breve que fuera, y los resultados eran bastante positivos. Sabía que Jimin también comenzaba a interesarse por él, le gustaba la manera en la que el rubio se esforzaba en descifrarlo ya que podía obtener todo su atención.

4:30 pm, abrió la puerta de cristal suavemente provocando que las pocas personas que habían dentro se giraran con solo escucharlo entrar. Notó como el barista y la camarera pelinegra se miraron cómplices al verlo justo después de darle la bienvenida. Se dirigió a lo que ya parecía su mesa asignada, casi al fondo del local y al lado de un gran ventanal que dejaba ver una preciosa vista a las vivas calles del centro de la ciudad. Sacó de su maletín la libreta que siempre llevaba consigo y un bolígrafo para dejarlos sobre la mesa y poder utilizarlos más tarde. Se limitó a dejar pasar unos pocos minutos mirando por la ventana esperando a que Jimin apareciera tras la puerta de la cocina.

Y eso pasó.

Jimin se hizo ver con una brillante sonrisa mientras se ajustaba su uniforme, y cuando lo vio ahí sentado su sonrisa se agrandó aún más.

No hizo falta que su compañera le avisara que tenía que atenderlo, el rubio fue hasta él como si fuera un metal atraído por un imán. Lo cierto era que había una extraña conexión entre ambos, Jimin era algo así como su camarero personal ya que nadie más lo atendía salvo él, y para Jimin el pelinegro era su cliente favorito, que a pesar de en cierta forma seguían siendo extraños, no podía evitar alegrarse cada que lo veía.

¿Se sentiría Jimin atraído por él también? Esa era una pregunta que rondaba por su cabeza la mayor parte del tiempo, pero aún así no quería lanzarse tan rápido, le gustaba ver como el rubio se iba fijando cada vez más en él progresivamente, haciéndole sentir especial.

La verdad era que no se lo podía quitar de la cabeza por más que quisiera y por eso necesitaba ir a esa cafetería. Al pelinegro le costaba olvidar las cosas y a las personas, especialmente si le había llamado tanto la atención, justo como lo había hecho Jimin.

Jimin no tuvo la necesidad de sacar su pequeña libreta para apuntar su pedido. A esas alturas podía llevarle el americano sin siquiera tener que preguntarle pues era lo que siempre pedía, pero aquello sería desperdiciar una clara oportunidad para poder conversar.

—Hola.—Saludó Jimin con aquella ternura que desprendía con naturaleza.

—Hola, ¿Cómo te ha ido hoy en la universidad?—Preguntó el pelinegro genuinamente interesado.

Al rubio no le costó nada soltarse con él y hablarle un poco obre su vida y su complicado mundo el cual tenía tantas ganas de huir. Por fin tenía a alguien con quien poder desahogarse, al menos un poco, y el peli negro estaba encantado en escucharlo.

Jimin suspiró expresando una pizca de la frustración y el cansancio que tenía retenido en el cuerpo, cosa que alarmó al pelinegro.

—Han habido días mejores, pero hoy podría haber sido peor, así que no me puedo quejar mucho, la verdad.—Movió sus hombros restándole importancia y el pelinegro entendió que no tenía muchas ganas de hablar del tema. —¿Y a ti como te ha ido la mañana?

—Como siempre, aburrida, pero venir aquí siempre me alegra los días.

—¿Por qué? ¿Te gusta tanto nuestro café?—Habló Jimin en un tono divertido haciendo que soltara una ligera y pequeña risa.

—No, porque me gusta mucho hablar contigo.

Soltó aquellas palabras sin pensar haciendo que el rubio se ruborizara. Este rió notablemente nervioso al no esperarse aquella repentina confesión.

—Vaya, no sé muy bien que decir...—Por un instante el pelinegro se había asustado al pensar que lo había incomodado al ser tan directo pero era algo que realmente no pudo evitar decir, no obstante, pudo respirar con alivio otra vez cuando Jimin volvió a hablar.— A mi también me gusta hablar contigo.

[...]

La tarde había avanzado sin complicación. A diferencia de día anteriores, no había sido una jornada tan dura para Park. Tuvo que atender a muchas personas y lidiar con algún que otro pequeño problema, como siempre sucedía, pero aquel día era no fue tan ordinario, las horas habían pasado volando y no se sentía tan exhausto.

Y sabía que la razón era aquella conversación con ese chico que le había alegrado la tarde.

Era algo extraño que le gustara una persona la cual no sabía ni el nombre, pero sabía que él era diferente, alguien que le hacía despertar su curiosidad y que le hacía sentir una sensación muy rara en el pecho que le era muy difícil evitar.

Faltaban solo pocos minutos para que la cafetería echara el cierre . Soojin se encontraba despidiéndose de uno de los pocos clientes que quedaban dentro del local y él por su parte se dedicaba a limpiar algunas mesas ya vacías para así adelantar algo de trabajo y poder salir un poco más temprano de lo habitual. Observó de reojo como el pelinegro recogía sus cosas y se levantaba de su mesa para acercarse a la barra y pagar la cuenta de lo que había tomado en toda la tarde.

Cruzaron miradas y se sonrieron. Jimin empezó a sentir una sensación que hacía mucho tiempo no experimentaba.

Yoongi fue quien se encargó de cobrarle, y una vez finalizado el pago, el pelinegro se despidió cordialmente del barista, quien solamente se limitó a asentir con la cabeza como forma de despido. Caminó decidido hacia el rubio, quien tenía la mirada puesta en la mesa que estaba limpiando, y cuando el chico se posicionó enfrente suyo, levantó la mirada encontrándose con sus brillantes ojos que lo observaba con tanta emoción.

—Bueno, nos vemos mañana.—Habló el pelinegro regalándole otra sonrisa la cual no dudó en corresponder.

—Hasta mañana.

Se despidieron, con cierta tristeza al no querer alejarse el uno del otro. El pelinegro dio media vuelta para dirigirse hacia la puerta, pero antes de abrirla, se giró de nuevo y se acercó otra vez hacia Park, este lo miró algo confundido al pensar que ya se había ido.

—Jungkook.

—¿Qué?—Jimin ladeó la cabeza sin entender a lo que se refería.

—Me llamo Jungkook.—Respondió sonriente antes de, ahora si, ir hasta la puerta y desaparecer tras esta.

Las comisuras de los labios de Jimin fueron levantándose inconscientemente mientras repetía el nombre del chico una y otra vez en su cabeza.

•──•─•──•✦•──•─•──•

¡Hola!

¡Aquí tenéis el segundo capítulo! Tengo la sensación de que voy algo lenta en esta historia a pesar de que tengo todos las capítulos planeados y organizados, están pasando muchas cosas pero estoy haciendo todo lo posible por mantener el ritmo. Tengo muchas ganas de que leáis los próximos capítulos.

Espero que os esté gustando, muchas gracias por leer. Cuidaros y nos vemos pronto.❤️

PD: Feliz cumpleaños a nuestro Jiminnie


˗ˏˋ eclipse ˎˊ˗

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top