CHAPTER ONE
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“¡Bienvenidos!”
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— ¿Listos? —preguntó Vi, acomodando su mochila en los hombros.
Mylo, Powder y Claggor asintieron y avanzaron hacia la salida. Zuna los siguió a tropezones, pero pronto se detuvo, corriendo de regreso a recoger su casco. Se lo colocó con cuidado y volvió a alcanzar a su hermana mayor, tomando su mano con firmeza.
Vi sonrió con indulgencia y rodó los ojos, pero no soltó la mano de la pequeña.
—Me pregunto qué clase de fortuna tiene ese tipo —comentó Mylo mientras caminaban por los tejados del suburbio.
—Debe de tener oro —sugirió Claggor.
—¡Joyas! —agregó Powder con entusiasmo.
—¡Shh! —Vi los calló, levantando una mano para indicar que se detuvieran. Frente a ellos estaba la casa objetivo, oscura y silenciosa.
Todos se agacharon y observaron por unos momentos.
—¿Cómo vamos a entrar? —preguntó Powder.
Vi frunció los labios, evaluando el panorama.
—Miren, ahí hay una ventana pequeña —dijo Claggor, señalándola.
—Ni siquiera Powder cabe ahí —Vi negó con la cabeza.
—Pero Zuna sí —sugirió Mylo con una sonrisa socarrona.
Vi dudó, cruzando los brazos mientras observaba a su hermanita, que ajustaba su casco con determinación.
—Es peligroso —intentó razonar.
—Lo sabemos, y aún así estamos aquí —replicó Mylo, encogiéndose de hombros.
Vi suspiró, mirando a Zuna directamente a los ojos.
—¿Qué dices, Zu?
Zuna asintió con firmeza. Sus ojos brillaban con una mezcla de emoción y nerviosismo.
—Toma —dijo Powder, extendiéndole una bomba de clavos—. Por si acaso.
Zuna la aceptó, aunque la bomba parecía demasiado grande para sus manos pequeñas. Con cuidado, Vi y Claggor abrieron la ventana y ayudaron a Zuna a entrar.
Los segundos pasaron, largos y tensos.
—¿Por qué tarda tanto? —se quejó Mylo en un susurro.
—Déjala en paz —murmuró Powder, ansiosa.
Vi se inclinó hacia la ventana, tratando de ver algo.
—¿Zu? —llamó en voz baja. No hubo respuesta—. ¡¿Zuna?!
—¡Está oscuro, Vi! —respondió finalmente una voz infantil desde el interior.
Vi exhaló aliviada, apoyando la frente contra la ventana.
—Solo… date prisa, ¿okey?
No pasó mucho tiempo antes de que se escuchara el clic de la puerta abriéndose. Mylo y Claggor celebraron en silencio mientras todos entraban.
El interior de la casa era un tesoro inesperado. Aunque muchas cosas estaban empaquetadas en cajas, otras brillaban bajo la tenue luz que entraba por las ventanas.
Vi le quitó el casco a Zuna y revolvió su cabello morado.
—Bien hecho, Zu.
Zuna sonrió, acomodándose el casco de nuevo mientras exploraba el lugar con curiosidad. Sus ojos se detuvieron en un artefacto que flotaba dentro de una caja de vidrio. Parecía demasiado avanzado para estar en un barrio como ese.
—¿Quién será este tipo? —preguntó Mylo, hurgando entre las cajas.
—Tal vez un inventor —murmuró Powder, maravillada.
—¿Un inventor aquí? Seguro que no —se burló Mylo.
Zuna, ignorando las conversaciones, retiró cuidadosamente la caja de vidrio y tomó el artefacto. Este dejó de brillar en cuanto tocó su palma.
Un estruendo interrumpió la calma. Todos voltearon hacia Claggor, que había tirado una caja al suelo. En sus manos sostenía algo que parecía un arma.
—Este tipo es un Vigilante —dijo con nerviosismo—. Tenemos que irnos.
Vi asintió, tomando el brazo de Zuna.
—Rápido, tomen lo que puedan y salgamos de aquí.
Todos empezaron a meter cosas en sus mochilas. Zuna, apresurada, tomó unos papeles junto con el artefacto. Powder llenó su bolsa con herramientas y piezas brillantes, mientras que Mylo y Claggor agarraron objetos al azar.
Cuando Zuna trató de tomar la mano de Powder para salir, tropezó, dejando caer la bomba de clavos. El artefacto rodó y todos se quedaron inmóviles, conteniendo la respiración.
El "artefacto" solo soltó un poco de humo antes de apagarse.
—No sé si sentir alivio o decepción —murmuró Powder, cruzando los brazos.
—Te decepcionas después. Vámonos —dijo Vi, levantando a Zuna y asegurándose de que todos estuvieran listos para huir.
El grupo corrió por los callejones oscuros de Zaun, con el eco de sus pasos resonando entre los edificios. Vi lideraba, aferrándose a Zuna, mientras Powder, Mylo y Claggor la seguían de cerca. Nadie dijo nada hasta que estuvieron lo suficientemente lejos.
Finalmente, Vi se detuvo en un rincón oscuro y ordenó con un gesto que todos se detuvieran.
—¿Todos bien? —preguntó, mirando a cada uno.
Mylo bufó, inclinándose para recuperar el aliento.
—Más o menos. Tu hermanita casi nos hace volar, pero sí, estamos bien.
—¡No fue mi culpa! —protestó Zuna, su pequeña voz firme pero insegura.
Vi apretó los labios, colocándose en cuclillas frente a ella.
—¿Estás bien? —preguntó suavemente, inspeccionándola de pies a cabeza.
Zuna asintió, abrazando el artefacto que había tomado.
Vi suspiró y le revolvió el cabello una vez más.
—Buena chica. Ahora vámonos a casa
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Zuna presiona el centro del artefacto, que flota unos centímetros frente a ella. Su respiración es contenida, sus dedos tamborilean sobre la mesa, mientras sus ojos siguen los pequeños destellos de luz que emite el objeto. Suspira con frustración, apoyando el mentón en sus brazos.
— ¡Comeremos bien por semanas! —grita Mylo desde el otro lado de la sala. Su voz tiene el tono de quien ya imagina las recompensas mientras él y Claggor desarman las piezas de su botín.
—Hey... —Vi aparece a un lado de Zuna y se sienta junto a ella, moviendo su mochila para hacer espacio. Le quita el casco de forma distraída y lo deja sobre la mesa. Su tono es suave, pero curioso: —¿Qué tienes ahí?
Zuna levanta la vista y, con un gesto rápido, le muestra el artefacto, que sigue flotando tenuemente.
—Uh... Aún no estoy segura. —Muerde sus cutículas, el ceño fruncido, como si eso pudiera ayudarle a entenderlo.
Vi se inclina y le aparta la mano de la boca con un movimiento amable pero firme.
—Lo descubrirás. Tú y Powder son demasiado listas para su propio bien. —Le sonríe, y Zuna responde con una tímida sonrisa, mostrando el hueco en su dentadura infantil.
— ¡Vi!
Todos se voltean a ver cuando escuchan la voz de Vander llamando a Vi.
Oh uh.
Vi suspira poniéndose de pie. Ella le da una sonrisa a Zuna para calmar sus nervios antes de irse de ahí en busca de Vander que seguro está en el Bar.
Mylo y Claggor se quedan viendo antes de seguir a Vi.
En lugar de quedarse quieta, Zuna caminó hacia Powder, que estaba absorta en reparar una de sus bombas de clavos fallidas. Las piezas metálicas y tornillos se extendían en desorden frente a ella.
—¿Vander está molesto? —preguntó Zuna, poniéndose de puntillas para tratar de ver mejor.
—No. —respondió Powder, sin mirarla, sus manos trabajando con precisión mientras ajustaba un engranaje.
—Claggor dijo que podría molestarse. —insistió Zuna, abrazándose a sí misma.
—Él solo lo supone. —Powder rodó los ojos, frustrada.
Zuna asintió, aceptando la respuesta, pero no se movió de su lugar. La presencia silenciosa de Zuna parecía reconfortar a Powder, aunque no lo admitiera. Ambas permanecieron así, en un extraño equilibrio, hasta que un suave silbido las sacó de su concentración.
— ¡Psst!
Zuna alzó la vista, interrumpida en su concentración. Una sonrisa genuina iluminó su rostro al ver a Ekko balanceándose en las vigas superiores.
— ¡Ekko! — exclamó con entusiasmo.
— Ekko... — gruñó Powder, claramente molesta. Su atención había estado en su última bomba, pero la llegada de Ekko la distraía justo cuando más necesitaba tiempo.
Ekko bajó ágilmente de las vigas, aterrizando con un suave golpe sobre el suelo de madera. Revolvió juguetonamente el cabello de Zuna al pasar junto a ella, y se acercó a Powder con una expresión traviesa.
— ¡Mira lo que tengo! — anunció, mostrándole una pequeña arma de plástico. — Benzo dice que dispara pintura. ¿Quieres jugar?
Powder frunció el ceño, mirando el arma como si estuviera evaluando sus posibilidades. Tras unos segundos, soltó un largo suspiro.
— ¡Está bien! Pero yo tengo el arma. — Se la arrebató de las manos, su rostro iluminándose con una chispa de entusiasmo.
Ekko rió suavemente y asintió. Caminó hasta una esquina donde estaba una vieja espada de madera, uno de los antiguos juguetes de Mylo, y la tomó con cuidado. Luego, sin dudar, siguió a Powder hacia la salida.
— ¿Puedo ir? — preguntó Zuna de repente, corriendo detrás de ellos mientras trataba de alcanzar la mano de Powder.
— Busca a Vi — respondió Powder, apartando su mano con brusquedad.
Zuna se detuvo en seco, soltando un largo suspiro mientras se cruzaba de brazos.
— Nos vemos luego, Zuna — dijo Ekko, dedicándole una sonrisa cálida antes de seguir a Powder.
Zuna observó cómo ambos desaparecían por la puerta. Frunció el ceño y pateó el suelo con frustración antes de arrastrar los pies hacia la mesa donde Powder había dejado su artefacto.
Se inclinó sobre él, tratando de descifrar las complejas marcas y diagramas que lo decoraban. Aunque se esforzaba por leer, sabía que no tenía la misma habilidad que Powder o Ekko. Afortunadamente, Vander había comenzado a enseñarle algunas tardes, y eso le daba esperanza.
— Veamos qué puedes hacer — murmuró para sí misma mientras tomaba el artefacto con ambas manos. Lo colocó en el suelo y observó con asombro cómo levitaba a unos pocos centímetros de la superficie.
Un destello de emoción cruzó su rostro. Sin pensarlo demasiado, agarró una tabla de madera que estaba cerca y la colocó sobre el artefacto flotante.
— ¡Wow! — exclamó al ver que la tabla permanecía suspendida.
Su entusiasmo fue en aumento. Dudosa, puso un pie sobre la tabla, tanteando el equilibrio. Finalmente, se subió con ambos pies, intentando mantenerse en pie. Pero la improvisada plataforma no soportó el peso, y todo terminó en un desastre: la tabla se inclinó bruscamente y Zuna cayó de espaldas, aterrizando con fuerza sobre su hombro.
— ¡Auch! — gimió, llevándose una mano al hombro mientras una lágrima escapaba de sus ojos.
Se quedó en el suelo unos segundos, haciendo un puchero mientras trataba de calmar el dolor. Finalmente, se incorporó lentamente, limpiándose las manos en la ropa.
— Esto no terminó aquí... — murmuró, más determinada que antes, mientras volvía a mirar el artefacto con una chispa de desafío en los ojos.
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— ¿Cómo va tu lectura? —preguntó Vander mientras limpiaba la barra, sin apartar la vista de la pequeña que parecía perdida en sus pensamientos.
Zuna dejó escapar un gemido de aburrimiento, con la mejilla apoyada sobre la madera. Sus dedos jugaban distraídamente con el artefacto que había sido el causante de su reciente curiosidad, aunque ahora parecía más un enigma frustrante.
Vander frunció ligeramente el ceño al notar el desánimo en la niña. Después de un momento de reflexión, se inclinó tras la barra y sacó una caja. La deslizó con suavidad hacia ella, logrando captar su atención.
— ¿Y esto? —preguntó Zuna, incorporándose mientras examinaba la caja con cierta intriga.
Al abrirla, sus ojos se iluminaron al encontrar las piedritas de colores que usaba para hacer pulseras. Vander le guiñó un ojo con complicidad.
— Tal vez eso te ayude a despejar la cabeza —dijo con una sonrisa cálida.
Zuna no tardó en esbozar una sonrisa agradecida. Tomó las piedritas naranjas primero y comenzó a trabajar. Para cuando el sol empezó a caer, había hecho pulseras de todos los colores: una rosada, una naranja, una verde, otra blanca, una azul y una amarilla.
La tarde transcurría tranquila hasta que Vi entró al lugar, seguida de Mylo y Claggor. Como de costumbre, los chicos ignoraron a Zuna y se dirigieron directo a la trastienda.
— ¡Vi! —llamó Zuna emocionada, saltando de su asiento.
Mylo rodó los ojos con exasperación. — Ay, no…
Zuna, ignorando la reacción, corrió detrás de ellos, sujetando sus brazaletes con cuidado.
— ¿A dónde van? ¿Puedo ir? —preguntó con entusiasmo, alcanzándolos en el último momento.
— ¡Shh! —Mylo giró hacia ella y le cubrió la boca con brusquedad.
Zuna se apartó rápidamente, tropezando en el proceso y dejando caer sus brazaletes al suelo. Vi, visiblemente molesta, golpeó el hombro de Mylo.
— No le hables así —dijo, fulminándolo con la mirada.
— ¡No le digas nada! Si se lo cuenta a Vander, la misión estará arruinada —protestó Mylo, cruzándose de brazos.
— Por supuesto que no dirá nada —replicó Vi con firmeza, aunque Claggor no parecía convencido.
— No sé, Vi... —murmuró Claggor, rascándose la cabeza con duda.
— ¿Misión? ¿Qué misión? ¡¿Puedo ir?! —Zuna, arrodillada, recogía sus brazaletes con torpeza mientras insistía.
— No —respondió Vi, su tono firme e inquebrantable.
Zuna hizo un puchero.
— ¡Pero quiero ir! —protestó, intentando convencerla con una mirada suplicante.
— Hoy no —repitió Vi con un suspiro, acomodando una mochila en su espalda.
— ¡Pero Powder irá!
— ¡Tengo once, no siete! —se quejó Powder, cruzando los brazos indignada.
— Basta de gritos o Vander nos escuchará. —dijo Claggor, su tono tranquilo pero cargado de advertencia.
Vi asintió. — Andando, chicos.
Los demás ajustaron sus mochilas y se dirigieron a la puerta. Vi, sin embargo, se detuvo al notar a Zuna de pie, con los brazos cruzados y un puchero en los labios.
Con un suspiro, se acercó a la menor y, tras un momento de duda, señaló uno de los brazaletes que Zuna aún sostenía.
— ¿Es este para mí? —preguntó, señalando el rosado.
Zuna lo miró con recelo y apretó el brazalete contra su pecho.
» — Cuando crezcas... Lo entenderás.
Zuna rueda los ojos pero no dice nada.
Vi ajusta su mochila y se retira lentamente dejando finalmente a Zuna a solas.
Zuna deja caer los brazaletes al piso y de su bolsillo saca el artefacto.
— No soy una niña. — Zuna murmura frustrada.
Con desicion, ella marcha hasta su escritorio y se esfuerza por entender la lectura frente a ella que había robado del artefacto.
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Eventualmente Zuna se había aburrido, la mayoría de las palabras aún no las leía correctamente y las otras no las entendía.
Así que ella subió a su lugar favorito. Las vigas.
Se acuesta mirando el techo mientras tararea una canción jugueteando con los numerosos brazaletes que adornaban escandalosamente su pequeño brazo.
El sonido de pasos apresurados y voces exaltadas rompió el silencio. Desde su lugar elevado, Zuna vio aparecer a Vi primero, con Powder pegada a su lado. Mylo y Claggor venían detrás.
Todos golpeados a excepción de Powder.
—¡Te lo dije, Vi! Sabía que algo saldría mal —reclamó Mylo, su tono agrio.
—Cierra la boca, Mylo. —respondió Vi, visiblemente frustrada.
Zuna entrecerró los ojos, estudiándolos con curiosidad. Todos parecían más cansados de lo habitual, como si el plan no hubiera salido como esperaban.
Cuando cruza el umbral, Mylo ya estaba despotricando mientras tiraba su bolsa al suelo.
—¡Todo por culpa de Powder! —exclamó señalando a la pequeña, que se encogía bajo su mirada. — Ella es de mala suerte.
Zuna frunce el ceño. Conocía esa dinámica. Mylo siempre encontraba la forma de culpar a Powder de algo.
—¡Déjala en paz! —intervino Vi con un tono firme, colocándose entre Powder y Mylo.
—¿Qué pasó allá arriba? —preguntó Zuna con suavidad.
Powder levanta la vista, sus ojos azules llenos de lágrimas que no se atrevía a dejar caer.
— Perdí el botín. —susurró powder.
Zuna se sienta a su lado.
—¿Era demasiado? —pregunta.
Powder duda un momento, luego asintió.
» —Pero estás bien, ¿verdad? —insiste Zuna.
Powder asiente lentamente.
Zuna sonríe, se quita uno de sus brazaletes de su pequeño brazo (el azul) y se lo extiende a su hermana mayor. Powder lo toma y le sonríe suavemente a Zuna.
Vi, que las observaba desde el otro lado de la sala, dejó escapar un suspiro y se dejó caer sobre una caja, pasándose una mano por el cabello.
—Hoy no fue nuestro mejor día. —murmura para sí misma, pero lo suficientemente alto como para que Zuna y Powder la escucharan.
Zuna mira a Vi, luego a Powder, y finalmente a Mylo y Claggor, quienes discutían en la distancia.
Algo en su interior le dijo que esos días difíciles apenas estaban comenzando.
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AQUÍ ESTÁ EL PRIMER CAPÍTULO!
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