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❝ 𝕸𝖔𝖓𝖊𝖞. 𝕻𝖔𝖜𝖊𝖗. 𝕲𝖑𝖔𝖗𝖞.❞
𝕻𝖆𝖗𝖙 𝕺𝖓𝖊
Instituto Nadriv
Moscú Rusia
EL SONIDO DEL PUÑO DE MELANKA CONTRA EL SACO DE BOXEO JUNTO CON SU RESPIRACIÓN AGITADA ERA TODO LO QUE SE OÍA EN EL LUGAR. La rusa había pasado toda la mañana en aquel lugar tratando de despejar su mente.
Siempre era en mismo sueño y siempre era en esos días.
La frustración y el miedo que el sueño le causaba a Melanka era demasiado que la abrumaba, y había descubierto que entrenar hasta desmayarse la ayudaba más que las pastillas que le recetó su doctora.
Hasta que simplemente ya no le ayudaba como antes.
Los golpes se volvían más fuertes y seguidos a medida que pasaba el tiempo y el sueño volvía a colarse en su mente.
Disparos. Gritos. Sangre. Suplicas.
Un ligero ardor fue lo que empezó a sentir en sus manos pero la rusa no le tomó importancia y siguió golpeando.
—¡Corran!—había gritado una voz joven, había pánico y tristeza en su voz.
Sintió sus nudillos abrirse y continuo golpeando.
—¡Ven con nosotros!—le había gritado devuelta la voz de un niño. Una orden. Una suplica.
Melanka cerró los ojos dejando golpear el saco para apoyar su frente en el.
—Todo va a estar bien—murmuró Melanka a la vez que el recuerdo del joven le decía al niño.
Siempre era el mismo sueño. Siempre en los mismos días. Pero el dolor de Melanka por el sueño era mayor que antes.
Su cumpleaños se acercaba y a Melanka eso no le causaba emoción, la única sensación que tenía por la fecha era melancolía y la constante agonía al sentir que le faltaba alguien.
No era solo su cumpleaños, no, alguien debería estar ahí, con ella, a su lado.
Y el no saber quien era hacía que Melanka se torturara mentalmente intentando recordar.
Su cumpleaños no le causaba alegría, solo malestar y eso la hacía enojarse consigo misma.
Soltó un pesado suspiro para luego abrir los ojos y dirigir su vista a sus manos vendadas que ahora la venda blanca se teñía de escarlata.
Negó con la cabeza para empezar a quitarse las vendas, vió sus nudillos que estaban muy lastimados y sangraban. Se dirigió al baño para llenar una cubeta de agua fría para posteriormente ir a la nevera y sacar hielo y ponerlo en la cubeta.
Se sentó en el piso en medio de la habitación en la que solo se encontraba ella.
Inhalo una gran bancada de aire para luego meter sus manos a la cubeta que tenía ahora el agua congelada.
Cerro los ojos cuando el agua le empezó a quemar y echó su cabeza hacía atrás mordiéndose el labio inferior para evitar gritar y empezar contar mentalmente.
Habían pasado veinte segundos y ya estaba dejando de sentir las manos.
—Todo va a estar bien—había asegurado la voz.
Melanka no sabia si la voz iba dirigida a ella o no, pero algo le decía que sí, pero la voz se había equivocado.
Nada estaba bien.
Nada a su alrededor estaba bien y mucho menos ella.
Sobre todo ella.
El dolor se había vuelto insoportable y saco sus manos rápidamente del agua para luego acostarse en el piso.
Nada estaba bien y Melanka había empezado a cansarse de ser fuerte.
DESPUÉS DE QUE MELANKA SALIERA DE ENTRENAR SE DIRIGIÓ AL EDIFICIO DE SU CASA EN EL INSTITUTO, SUS COMPAÑEROS LA VEÍAN CURIOSOS PUES MELANKA HABÍA FALTADO A TODAS LAS CLASES LO QUE ERA REALMENTE RARO.
En el camino a su habitación se encontró con Shevon Relish que era de los pocos que soportaba.
— ¿Todo bien?—le preguntó el británico a Melanka que soltó un pesado suspiro y asintió.
—¿Alguna novedad?—le preguntó Melanka mientras subían por las escaleras.
—Solo el baile de invierno.
Melanka se detuvo para voltear aver a su amigo: —Es tradición ¿Qué hay de novedad en ello?
—El consejo a decidido que este año haya una temática.
Melanka hizo una mueca y siguio su camino: —Es solo un baile, no entendió el cambio.
—¿Innovación?
La rusa soltó una risa: —¿Y cuál es la temática?
—Poder—le respondió Shevon con dramatismo—. Cada estudiante debe venir un traje o vestido semejante al que usaba el alto rango de la antigüedad en su país.
—¿Te veré con peluca?—bromeo Melanka viéndolo de reojo.
Shevon le devolvió la mirada con una mueca.
—Sabes que me veré hermoso aún con un saco de papas de vestimenta.
—Claro, por que eres el infame Shevon Relish.
—Exacto—le respondió con orgullo—. En todo caso nos han dado de que época nos vestirnos a cada quién.
—¿Qué época te tocó?
—Siglo diecinueve.
—Hasta suerte tuviste—le contestó Melanka—. ¿Y a Alexei y a mí?
—Siglo diecisiete, lo que significa mi zarevna que volverás a tu gloria y tendrás tu poder devuelta.
Melanka paro de golpe: —No lo haré.
Shevon la vio confundido hasta que entendió: —Es solo un baile Melanka...
La Drakova negó, su ceño estaba fruncido.
—Es un insultó y una ofensa, sabes como acabaron los Romanov, todo el mundo lo sabe, así que no lo haré, se me hace de mal gusto.
Se quedaron en silencio un rato mientras que continuaban caminando a la habitación de la rusa.
—Tienes razón.
—La tengo—contestó altarenamente la rusa.
—En todo caso, seas o no una zarevna la gloria y el poder ya lo tienes.
Pararon justo enfrente de la habitación de Melanka que abrió la puerta y entró, se giró para ver a su amigo que se encontraba apoyado en el marco.
—La gloria la tienen mis padres, no yo.
Shevon se encogió de hombros: —Eres modesta, aún sabiendo lo importante que es tu familia en el mundo.
—Tú lo has dicho, mi familia es poderosa, no yo.
El inglés rodó los ojos: —Como sea, el baile no será aquí.
—¿No? Casi nunca cambian el lugar.
—Ya sé, que fastidio—se quejó el Relish—. Será en Estados Unidos.
Melanka abrió la boca sorprendida: —¿Todo el colegio irá a Estados Unidos?
—El baile será en tu cumpleaños—soltó de golpe.
A Melanka le entraron nauseas y se sintió mareada por lo que tuvo que sujetarse de Shevon que la veía preocupado mientras ayudaba a Melanka a entrar por completo a la habitación cerrando la puerta para luego sentarla en la cama.
Pasaron minutos para que Melanka hablará.
—¿E-En mi cumpleaños?—la voz de la rusa apenas y se oía.
—Sí, eso fue lo que me dijo mi mamá. Melanka ¿Estás bien? ¿Llamo a la doctora?
—N-No, es solo que me tomó desprevenida—se aclaró la garganta—. Sabes que odio ser el centro de atención y sobre todo si es un evento de esta magnitud.
El baile de invierno del Instituto Nadriv era muy importante y prestigioso, al tener a los hijos de las personas más importantes y adineradas del mundo como estudiantes el baile solo era una excusa para que las personas con dinero hicieran más dinero conociendo a nuevos socios durante el baile y para que sus hijos vieran como se maneja el mundo.
En el baile pasaba de todo, hasta la elección de un nuevo presidente, por eso su exclusividad y en consecuencia el malestar de Melanka.
—Todo va a estar bien—le intento animar su amigo—. Viendo el lado positivo ¿no me habías dicho que tenias amigos en Estados Unidos?
Melanka asintió.
—Invitalos, y sobre todo a tu novio del cuál no me has mostrado ni una fotografía—le reprocho.
Eso levanto el ánimo de Melanka un poco y asintió.
—Bueno tengo que ir a entrenar—le dijo Shevon viendo el reloj en su muñeca para luego voltearla a ver de nuevo preocupado—. ¿Vas a estar bien?
—Sí—le aseguró la rusa a su amigo, sabía que Shevon se tomaba muy encerio su entrenamiento lo cual era una cosa que tenían en común y Melanka no quería interferir.
—Bueno—se veía dudoso pero finalmente salio.
Melanka soltó un pesado suspiro y se levantó para tomar un baño para relajarse de la tensión que tenía.
Con el agua caliente cayendo sobre su cuerpo Melanka era consumida por sus pensamientos.
No podía quejarse y exigirle a sus padres que cambiaran la fecha del baile, no cuando todos ya sabían y eso la haría ver como una niña mimada, lo cual Melanka no era.
Tampoco se podía oponer a seguir la temática, que todavía encontraba de mal gusto, pero todos en el instituto seguirían la temática y si ella no lo hacía haría que nuevamente quedara como una niña mimada.
La sola idea de que todos la vieran como una niña mimada que hacía y deshacía lo que ella quisera la llenaba de enojó. Y la idea de que sus padres cambiaran todo solo por verla feliz y satisfecha la hacía enojarse más, ellos ya habían hecho más de lo necesario por ella.
Ella les debía mucho a sus padres. Solo era un baile, podría con eso.
Mansión Drakov
New York.
SI HABIA ALGO QUE FASTIARA A MELANKA DRAKOVA ERA LA GENTE EN SU CASA. El constante ruido y desorden que hacen con su presencia hace que a la rusa los quiera correr a gritos, pero según su madre eso no sería educado.
Después de que Shevon le diera la noticia y de que sus padres se lo confirmaran habían pasado dos días, en ese momento estaban en la mansión a las afueras de New York.
El baile de invierno se había adelantado para que coincidiera con el cumpleaños de Melanka y en consecuencia la rusa estaba estresada de arruinar el evento ya que de llegar a arruinarlo dejaría mal a sus padres.
A Melanka nunca le intereso festejar su cumpleaños a lo grande, ella se conformaba con un pastel y su comida favorita en una noche con su familia. Pero no le podía decir que no a su madre, no cuando le mostraba sus ideas para festejarlo a lo grande.
Esa no era la excepción.
En Rusia los cumpleaños de Alexei y Melanka eran muy importantes, se hablaba de ellos desde una semana antes y seguían hablando de ellos un mes después. ¿Porqué? Ni idea, siempre fue así.
Al ser en Estados Unidos, Melanka pensó que no sería así, claro que últimadamente a la rusa no atinaba una. La fiesta sería un espectáculo para los americanos por el simple hecho de que el presidente iría.
Ya, esa fiesta seria más de negocios que de cumpleaños.
Que sorpresa pensó la rusa con sarcasmo.
Saludar a las personas realmente importantes. Comprar algo en la subasta. Tomarse unas fotos con su familia. Recibir los regalos. Bailar un rato. Y partir el pastel.
Ese seria el orden de todo lo que tenia que hacer.
Esa fiesta seria un poco más llevadera para Melanka ya que había invitado a sus amigos del campamento.
A Percy y a Annabeth (que iría con Thalia) les había mandado la invitación por correo junto con Thomas que serían recogidos para llevarlos a la mansión, al ser ajenos al instituto no tendrian que ir acorde a la temática. De Clarisse no sabia nada. Silena y Beckendorf no podrian asistir.
Tendría tambien a sus compañeros del instituto, lo que significaba que habría tema de conversación siempre.
Esa tarde Melanka estaba sentada en las escaleras con su pijama todavía puesta viendo a los empleados acomodando hasta el más pequeño detalle.
—Melanka, deberías estar alistandote—fue lo que le dijo su hermano.
La rusa rodó los ojos: —Nunca enteré por qué tanto show por una fiesta—dijo, aceptando un chocolate de Alexei.
—Sabes que mamá se emociona demás y el baile es importante—le contestó Alexei observando el caos—. ¿Te enteraste que Nikolay y Olga están saliendo?
Melanka rodó los ojos, levantándose de las escaleras: —Nikolay es mi mejor amigo, claro que lo sabía.
Alexei puso cara de indignación: —¿Y porqué me enteré hasta ahora?
—Por qué Olga así lo quiso.
—Nunca entendí por qué a Olga le caigo mal.
Melanka frunció el ceño: —Ni yo ¿porqué no le preguntas?
—¿Estás loca? Has visto cómo me mira nadamas al verme acercarme, da miedo, no mejor viviré con la duda—suspiró pesadamente—. En todo caso pensé que Nikolay sería tu pareja.
Melanka frunció el ceño pero sintió sus mejillas calentarse: —¿Porqué?
—Desde que te conoció no dejaba de verte de la forma que tu miras un licuado de fresa.
Melanka abrió la boca viendo sorprendida a su hermano.
—Sí, así de embobado lo tenías.
—Nunca me había dado cuenta—dijo muy soprendida.
—Es que aveces eres muy ciega, Dimitrovna.
—¡Te dije que dejaras de decirme así, Dimitrovich!—le reprocho.
—No suena tan mal como Dimitrovna—se burlo Alexei.
—Eres insufrible Alexei.
—Y tu eres una pequeña amargada.
Melanka sabía que Alexei no tenía la culpa pero eso no evito que se sintiera herida por el apodo.
—Ire a arreglarme—le dijo Melanka mientras subía las escaleras y llegar a su habitación.
La ducha que se dio fue larga y relajante que salio casi al anochecer, una vez seca se puso el atuendo que apesar de seguir la temática era un poco "moderno" lo que hizo que Melanka se sintiera más cómoda.
Justo terminando de ponerse la parte principal que era un vestido negro la parte de los hombros descubiertos, tocaron la puerta de la habitación.
—Adelante—contestó Melanka.
A la habitación entraron tres personas los cuales eran los estilistas que su madre insistió en que la ayudarán a peinarla y maquillarla.
El cabello negro y lacio de Melanka fue peinado para que el centro de atención fuera el kokoshnik que hacía juego con el vestido y el kaftán, fue poco el maquillaje que le pusieron a la rusa.
Los estilistas alagaban la ropa que tenía hermosos bordados y la mejor tela.
Estaba apunto de abrir la caja fuerte donde tenía la joyería que usaría cuando un estilista la interrumpió.
—Disculpe, su abuelo me acaba de informar que no seria necesario las joyas—le informo a lo que Melanka confundida solo asintió.
Bien, esas joyas ya eran demasiado, ya tenía suficiente con el vestido junto con kaftan y el kokoshnik que pesaban demasiado.
Los estilistas salieron y Melanka se observó en el espejo, después del verano había crecido considerablemente al igual que su adolescencia se estaba marcando más. Tenía los pómulos altos y sus facciones mas definidas al igual que su cuerpo, su cintura un tanto más pequeña (a esto le dio el crédito a el constante ejercicio que hacía).
Supo que había tardado cuando empezó a escuchar la ligera música junto con las voces de la gente.
—Bien, que inicie el show—dijo antes de salir de su habitación con algo de dificultad por el peso del vestido y todo lo demás.
Una vez que llego al área donde se daría acabo la fiesta las personas se le acercaban y felicitaban dándole y alagaban su vestuario.
A lo lejos vió a Olga y Nikolay respectivamente con sus vestuarios rusos, supo que ella se veía demasiado extravagante al ver el atuendo de Olga que era sencillo pero hermoso.
—Melanka querida—le saludo la madre de Olga muy feliz—. Como siempre tan hermosa.
Melanka le sonrió tímidamente: —Muchas gracias.
Olga la abrazo con dificultad por su vestdio y el de Melanka.
—Tu vestido es hermoso y esa kaftán es una maravilla—le alago la rubia.
—Y pesan demasiado—le respondió Melanka con una queja.
Nikolay soltó una risa a lo que Melanka lo vio mal: —Vamos ¿qué tan malo puede ser?
—No soportarías ni diez minutos con todo este vestuario encima de tí—le dijo Melanka.
—Seguro—le contestó su amigo—. ¿Iras a la subasta?
—Solo iré a ver la pelea que se hace—dijo Melanka divertida.
—Espero que este año tengan cosas interesantes—contestó Olga.
—Yo solo veré si algo me llama la atención—dijo Nikolay.
El padre de Nikolay se aclaró la garganta: —Solo recuerda tu límite.
Su amigo rodó los ojos pero asintió y empezó a alejarse junto con Olga y Melanka a la recepción.
—¿Los demás ya se encuentran ahí?—preguntó Melanka buscando con la mirada a sus amigos del instituto mientras caminaban.
—Desde hace rato—le respondió la rubia.
Una vez que llegaron a la recepción de la subasta Melanka tomó asiento en el lugar asignado para ella y su familia. Sus amigos se acercaron a saludar y le daban sus felicitaciones.
—Pues no te vez tan mal—le dijo Shevon observándola.
—¿Gracias?—le contestó Melanka.
—Pero no te ves tan bien como yo—le sonrió altaneramente a lo que Melanka rodó los ojos.
Sus amigos y amigas iban vestidos de diferentes maneras con colores diferentes y diseños acorde a su país natal cada vestuario lujoso a su manera pero eso no impedía que Melanka se siguiera sintiendo demasiado sobresaliente.
Busco con la mirada a su hermano, extrañada de que no estuviera con ella molestando.
—¿Cuál son su límites de este año?—preguntó curiosa Alessia—. El mío es diecinueve.
—Diez—le respondió Silvain.
—Quince—contestó Jasha.
—Veintitrés—contestó Shevon.
Nikolay se veía aburrido por la conversación al igual que su novia y Melanka pero aun así respondió: —Veinticinco.
Olgo vio aburrida a Alessia: —Veinte.
Fue el turno de las mellizas Duchêne.
—Diez—contesto Brigitte—. Para cada una.
Todos vieron a Melanka buscando una respuesta pero ella seguía concentrada buscando a Alexei.
—¿Han visto al idiota de mi hermano?
Todos se vieron entre sí y negaron.
Melanka se mordió el labio inferior y soltó un pesado suspiro.
—¿Qué?—preguntó Melanka al ver cómo se le quedaban mirando.
—Tú límite—le recordó Alessia y Melanka rodó los ojos pero se encogió de hombros.
—Supongo que el mismo del año pasado—contestó por fin.
—¿Cincuenta?—preguntó Nikolay.
—No se, la verdad creo que menos considerando que nunca adquiero nada.
—Antigüedades, joyas y propiedades de reinos e imperios que los museos y gobiernos ya no quieren en sus sótanos o seguir dándoles mantenimiento—le hizo saber Jasha—. Tal vez algo te llame la atención.
—Ya se verá—le contestó Melanka.
PERCY NUNCA SE HABIA SENTIDO TAN FUERA DE LUGAR COMO SE SENTÍA AHÍ MISMO. La invitación para la fiesta de Melanka lo había sorprendido, pero no tanto como en esos momentos.
Annabeth que iba aún lado de Thalia veía a las personas muy sorprendida y no paraba de murmurar cosas. Thomas estaba a su lado un tanto nervioso.
La razón por la cual Percy estaba sorprendido era por qué no sabía que su amiga más cercana era rica, bueno, corrección millonaria.
Debía suponerlo cuando su madre le dijo que había visto en el New York Times el apellido de Melanka en la primera plana.
O tan bien debió suponerlo cuando un bote lujoso llegó a recogerlos para llevarlos a la casa, bueno si así se le puede decir a alrededor de diez hectareas que tenía la propiedad.
La señorita que los guiaba por la casa apenas y le entendía con ese ruso tan marcado. Los situó en un lugar donde había más jóvenes de su edad.
—No entiendo por qué vine, ni la conozco del todo—dijo Thalia a Annabeth.
—Esto ayudará—dijo la rubia muy emocionada ante la idea de que sus dos amigas más cercanas se llevarán bien.
Los jóvenes que estaban ahí notaron la presencia de los cuatro y se acercaron, todos iban vestidos de una manera muy extraña pero se veía formal.
—¿Conocidos de la festejada?—les preguntó un joven castaño.
—Trevor, deja de estar de chismoso—le regaño una joven pelinegra.
—Y tu Ava, deja de ser aguafiestas—le respondió una joven de tez morena.
Ava rodó los ojos en su dirección para luego observarlos. Percy estaba más perdido que hace unos momentos y fue Annabeth la que decidió hablar.
—Somos amigos de Melanka—les dijo Annabeth.
Los jóvenes se vieron soprendidos por lo dicho.
—¿Drakova tiene más amigos?—les preguntó una rubia.
Percy frunció el ceño, confundido.
—Amelie...
—No lo dije con mala intención, es solo que sorprende—dijo Amelie—. ¿De dónde conocen a Melanka?
Los cuatro se vieron un tanto nerviosos.
—De un campamento de verano—contestó Thomas.
—Entonces es verdad—dijo un joven.
—¿Qué es verdad?—preguntó Percy.
—El campamento, en el instituto se sospechaba de que Melanka va a un campamento los veranos—les dijo el joven jugueteando con sus manos—. Debe ser muy exclusivo para que ni Nikolay y Shevon vayan o sepan de él.
—¿Nikolay? ¿Shevon?—preguntó Annabeth.
—Sus mejores amigos en el instituto—les dijo la chica de tez morena.
—Disculpa, ¿cómo dices que se llama el instituto?—le preguntó Annabeth un tanto intrigada.
—Instituto Nadriv—le contestó la chica.
Annabeth abrió la boca sorprendida y Percy no supo por qué.
Percy la verdad no sabia nada en esos momentos.
—¿Ustedes son...?—comenzó a decir Annabeth.
—¿Millonarios? No—contesto Trevor—. Los Drakov el año pasado hicieron unos exámenes a nivel internacional para becas en el instituto. Nosotros tuvimos los puntajes más altos.
—Vaya—murmuró Thomas.
—¿Son amigos de Melanka?—preguntó Thalia.
—Pues de aquí solo se lleva con Lous y Shopie.
Los mencionados los saludaron.
—¿Ustedes son muy cercanos a ella?—les pregunto Sophie.
—Si—dijieron Annabeth y Percy.
—No—dijo Thalia.
—Soy su novio—dijo Thomas.
Trevor se ahogó con su bebida y las chicas lo vieron con la boca abierta.
—¿Tú eres él?—preguntó Shevon.
—¿Quién es él?—preguntó Thomas.
—El chico que logró lo que Jasha no pudo—contesto Ava.
—¿Qué no pudo lograr Jasha?—preguntó Thalia, entretenida por la platica.
—Derretir el corazón de hielo de Melanka—contestó Trevor.
Thomas se sonrojó: —¿Gracias?
—¿Dónde quedan nuestros modales chicos? No nos hemos presentado—les dijo la chica de tez morena—. Una disculpa, me llamo Nayah Carabali.
La pelinegra del grupo se presentó: —Ava Miller.
—Amelie Leroy—se presento la rubia alta del grupo.
—Shopie Moore—se presento la rubia más baja de todos.
—Louis Anderson—dijo el castaño.
—Trevor Jones—se presento el pelinegro.
—Sam Wilson—dijo el castaño oscuro con lentes.
—Sam Johson—se presento el último castaño del grupo—. Si, nada original el nombre.
Los cuatro semidioses se presentaron también.
—¿Ya han saludado a Melanka?—les preguntó Percy.
—No—le contestó Louis—. Acabamos de llegar y la subasta ya va a empezar.
—¿Subasta? ¿En una fiesta de cumpleaños?—preguntó Thalia.
Todos se escogieron de hombros.
—Cosas de gente rica—contestaron todos a la vez.
—El dinero que se recauda va a distintas obras de caridad—dijo Nayah—. También no sólo es el cumpleaños de Melanka, también es un baile de invierno que es tradicional en Rusia.
En ese momento la persona encargada de ellos llego y con su acento ruso muy marcado les dijo:
—Es momento de la subasta ¿desean ir?
Todos se miraron entre si y fue Trevor el que habló.
—Vamos, siempre e querido ver una subasta de esta magnitud.
Todos se escogieron de hombros y se dejaron guiar al salón donde sería la subasta.
El salón era enorme y habían mesas con manteles rojos, la señorita los sentó en una donde se podía apreciar todo pero no había rastro de la festejada.
La gente de repente se quedó callada. Percy escucho el sonido de algo muy de cerca. De un helicóptero.
Ava y Shopie se vieron confusas: —Pensé que ya eran todos, el presidente llegó desde hace rato.
—¿Acaso dejó el presidente?—le murmuró Percy a Annabeth.
—Percy, ¿de verdad no sabías nada de Melanka?—le preguntó Annabeth, viendo como su amigo estaba abrumado por tantas cosas.
Percy negó, se sintió un poco traicionado de que Melanka no le hubiera dicho ese pequeño detalle.
—La familia de Melanka nada en dinero—le dijo Annabeth siendo escuchada por todos.
—¿Nadar en dinero?—le dijo Amelie—. Sólo si el lugar donde nadan es el Pacífico, existe gente con dinero y después están los Drakov.
Percy sabía como sonaba la envidia y Amelie no se esforzaba por disimular.
Por las enormes puertas entro un señor de edad ya mayor que era alto e iba vestido pulcramente con un traje de gala a su lado iba el señor que había ido por Melanka en su primer verano en el campamento, los dos tenian un parecido. El caminar del mayor era lenta pero eso no evito que Percy se sintiera intimidado por lo que causaba su presencia y el señor a su lado tampoco se quedaba atrás aunque no desprendía tanto miedo como el mayor.
—¿Quiénes son?—le preguntó Percy en un murmullo a Annabeth, temiendo ser escuchado por todos en ese lugar que de repente había quedado en silencio por la presencia de aquel hombre.
—E-Es...—empezó a decir Annabeth observando con algo de miedo pero admiración al hombre.
—El diablo Drakov—contestó Trevor sin poder apartar la vista del mayor.
—¿El diablo Drokov?—preguntó Thalia.
—Mikhail Drakov, abuelo de Melanka—contestó Amelie—. Una leyenda.
Percy no quizo preguntar por qué, solo observando al señor sabía que no era alguien con los que las personas con sentido de supervivencia se metieran, seguramente de ahí el apodo.
—Y él es el padre de Melanka, Dimitri Drokov—dijo Trevor señalando al hombre del bastón que mantenía su cara sería que por un pequeño tiempo se posó en la mesa donde se encontraban ellos.
Percy escucho a Thomas ahogar un grito y tomó un vaso de agua para beber con dificultad. El hijo de Poseidón lo entendía, el también estaba por salir corriendo del lugar, el padre de Melanka al igual que su abuelo tenían una mirada demasiado pesada e intimidante.
Percy había luchado con monstruos demasiados grandes y terroríficos pero al ver a Mikhail y Dimitri Drokov prefería mil veces a los monstruos.
Y ahora entendía de donde Melanka había aprendido el arte de intimidar.
LA RELACIÓN QUE MELANKA TENÍA CON SU ABUELO ERA MUY CERCANA. La rusa amaba con todo su ser a su abuelo y él a ella, la rusa sabía que a su abuelo le fastidiaba los eventos como el baile, a sus palabras el ya había tenido mucho de eso en su larga vida y Melanka apreció que llegara al baile aún con su entrada dramática y su cara de pocos amigos, junto con sus dos fieles guardaespaldas.
Cuando su abuelo llegó a su lado Melanka no dudo en abrazarlo, abrazo el cual fue correspondido con la misma emoción.
Sus amigos tuvieron la prudencia de alejarse y reunirse con sus padres que veían con nerviosismo a Mikhail.
—Pequeña—le dijo con cariño su abuelo—. Bueno ya no tan pequeña, mírate estas grande y cada día más hermosa.
Melanka se sonrojó y su abuelo le sonrió, la rusa noto su mirada llena de melancolía.
Detrás de su abuelo llegó su madre acompañado de su padre y su hermano que venía con cara de pocos amigos se le veía incómodo por su kaftan que era rojo y tambien tenia bordados similares al de Melanka. Noto a su abuelo y se apresuró a abrazarlo.
—Mocoso—le dijo juguetonamente Mikhail a Alexei a lo que el se quejó.
—No es justo, Dimitrovna tiene apodos bonitos y yo no—dijo con indignación.
Su abuelo sonrió para después mirar a su guardaespaldas que al que Melanka no había notado que tenía una pequeña caja negra que le tendió a su abuelo.
Mikhail le tendió la caja a Alexei logrando que parara de mirar mal a Melanka y ver la caja curioso para después apresurarse a abrirla.
Solo una llaves de lo que Melanka supo eran de un auto.
—Es del...—comenzó a decir.
—Del Bugatti del cual solo hay tres ejemplares y ahora tu eres dueño de uno.
Melanka se rió de la cara que tenía su hermano. Su padre en cambio vio mal a Mikhail.
—Lo consientes demasiado—le dijo cortante y su madre le tomó la mano para que se calmara.
Mikhail solo le dirgio una mirada que hacía que todos salieran huyendo pero que no funciono con Dimitri, esa mirada había perdido efecto en él desde hace mucho tiempo.
Su abuelo soltó un pesado suspiro: —Para eso están los abuelos, para consentir a sus nietos.
—Eres sabio abuelo, muy sabio—le contestó Alexei, todavía fascinado por la idea del auto que tanto había pedido al fin sería suyo.
—Se me estaba olvidando, tus amigos del campamento estab aquí—le dijo su madre un tanto emocionada.
Melanka busco con la mirada a sus amigos y novio hasta que finalmente los encontró junto con sus compañeros del instituto, quiso alejarse para ir a saludar pero la subasta ya estaba por empezar.
—No hay limites para ti hoy, pequeña—le hizo saber su abuelo una vez que tomaron asiento, Melanka con un poco de dificultad.
—No creo que llegue a comprar algo—susurró Melanka.
Su abuelo le dedico una sonrisa: —Pero si algo te interesa y de verdad lo quieres, no dudes, muéstrate firme y algo cruel, si puedes....
—Juego un poco con mi oponente, para después dar el golpe final—termino de decir Melanka lo que provocó que su abuelo soltara una risa que resultaría escalofriante para todos pero para ella le resultaba graciosa y agradable.
Las primeras joyas y objetos fueron presentados y ninguno llamó la atención de Melanka sus amigos en cambio ya habían gastado sus fondos en joyas y antigüedades.
Las mellizas Duchêne habían adquirido un juego de joyería que le perteneció a Maria Antonieta y Alessia había adquirido una tiara que le perteneció igualmente a la antigua reina de Francia.
Silvain había comprado un cuadro de Leonardo da Vinci.
Olga y Nikolay habían comprado una antigua propiedad conjunta en Noruega.
Jasha se compro una antigua espada que le perteneció a Enrique el Joven.
Y Shevon una propiedad a la afueras de Francia.
Melanka sabía que sus amigos se habían precipitado pues la verdadera pelea estaba apunto de empezar y ahora ellos no tenían fondos para participar.
—Y ahora, pasaremos a las joyas y antigüedades del antiguo imperio ruso—dijo el subastador.
Las joyas, antigüedades y propiedades de Rusia era lo que de verdad le interesaba a Melanka y por lo que observó no era la única, los adultos ya habían dejado a sus hijos jugar era momento de que ellos lo hicieran.
Y Melanka lo disfrutaría demasiado.
Percy por su parte oía la cantidad obscena de dinero que gastaban todos y por una extraña razón empezó a temer por la economía del mundo, sobre todo la economía de Melanka.
Dimitri Drokov había adquirido cinco huevos Febergé con un total de cien millones de dólares.
—Dioses—murmuró Thalia.
—Este año no fue tanto, hace dos años atrás gasto casi quinientos millones—dijo Amelie.
Thomas que estaba bebiendo agua se ahogó con ella.
—Pero eso no es nada con la cantidad de dinero que gasta el diablo Drokov—les informo Trevor.
—Deja de decirle así—lo regaño Ava a lo que Trevor rodó los ojos.
—El apodo lo hace leyenda—reprocho.
—Sus acciones es lo que lo hacen leyenda, no su apodo—le dijo Shopie.
—Como sea, calla que creo que Melanka empezara a jugar.
La atención de grupo se vió centrada en Melanka que efectivamente veía curiosa las joyas que se mostraban.
—Este juego de joyería le perteneció a la zarevna Khaterina Romanova—explicaba el subastador—. La oferta inicia con diez millones.
Melanka no sabía por qué la necesidad de comprar esas joyas, pero debían ser suyas no podía dejar que alguien que no fuera ella las tocara, la simple idea le provocaba malestar.
—¿Sin límites?—le preguntó a su abuelo.
—Sin límites—le confirmó.
Con sus manos un tanto temblorosas Melanka empezó a jugar.
—Cincuenta millones a las dos—empezó a decir el subastador y fue momento de Melanka soltar una suma.
—Ochenta—dijo por fin.
Su abuelo sonrió, pero su padre la vio confundido y su hermano sorprendido, ella no era de gastar demasiado en joyas, las pocas que tenía eran por regalos de su familia a ella.
—Noventa—se oyó otra oferta.
—Noventa y cinco—contraataco Melanka.
—No creo que de verdad entregue esa suma ¿verdad?—dijo Thalia.
Los tres semidioses se vieron entre sí, ellos conocían bien a Melanka y sabían que conseguía lo que quería y ésa no era la excepción.
—Ciento veinte—dijo otra persona.
—Ciento treinta—contestó otra.
—Ciento treinta y cinco—dijo Melanka.
—Ciento cincuenta—contestó otro.
—¿No que su limite era cincuenta?—le preguntó Alessia a Nikolay que al igual que todos veían sorprendidos a Melanka.
Alexei se acercó a ellos y contestarles: —El abuelo le ha dado pase libre.
—Se las van a ganar—informo Shevon al ver que Melanka se quedaba callada ante la oferta de ciento ochenta de alguien.
Alexei tomó una copa de champange que le ofreció un mesero: —Solo espera.
—Ciento ochenta a la una—empezó a contar el subastador.
La sala estaba en silencio esperando una oferta.
—Ciento ochenta a las dos.
Melanka se mordió el labio inferior viendo el collar de rubíes.
—Ciento ochenta a las...
Bueno, a Melanka le gustaba el color rojo y demasiado.
—Docientos cincuenta—dijo por fin.
La risa de Mikhail se vio opacada por el jadeo de todos.
—Tú hermana esta loca—le dijo Alessia a Alexei que se encogió de hombros.
—Si eso es locura para tí, entonces no has visto la locura de mi abuelo—le contestó para después acabarse la copa de champange de un trago.
No hubo más ofertas por lo que Melanka habia ganado.
—Docientos cincuenta millones de dólares—murmuró Trevor aún sin poder creerlo y no era el unico en el grupo.
Amelie era la única que veía molesta a Melanka.
—Para dar como acabada la subasta, cerraremos con una joya arquitectónica—empezó a decir el subastador—. El palacio de Invierno es una gran edificación que se encuentra en San Petersburgo que fue, residencia oficial de los zares de Rusia.
La gente quedo en silencio y Melanka observó a su abuelo de manera acusatoria.
Todo encago en su mente, su abuelo no era de exponerse en público y mucho menos en subastas, algo realmente valioso debió llamarle suficiente la atención para que Mikhail Drakov se quedara hasta el final de la subasta.
Y claro que el palacio de Invierno siempre fue su objetivo y por la sorpresa de todos dedujo que solo su abuelo sabía que aquella propiedad sería subastada y su abuelo había ido con la cartera lista para desenvolsar el dinero necesario.
Por que Melanka sabía que ese palacio pasaría aún nuevo propietario al que muchos le apodaban el Diablo Drakov.
Pero había algo que diferenciaba a Melanka de su abuelo y era que ella era paciente y su abuelo no.
A Melanka le encantaba jugar con su oponente, su abuelo en cambio soltaba un golpe mortal a la primera.
Por eso no le sorprendió por lo que hizo.
—Ya me duele el culo de estar sentado—le dijo a Melanka que le sonrió divertida.
Mikhail soltó un pesado suspiro: —Seis mil cuatrocientos cuarenta millones de dólares.
No hubo objeción a lo que Mikhail se levantó de su asiento dispuesto a marcharse pero le ofreció su mano a Melanka para que lo acompañara a lo que su nieta acepto.
Los dos se marcharon dejando al lugar completamente en silencio.
Y aquí el vestuario de Melanka.
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