𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐔𝐍𝐎

La Cazadora en las sombras

Dalmi.

Desde que tengo memoria, siempre he sentido una fascinación obsesiva por conocer los secretos de los demás. Es como un instinto que no puedo controlar, una necesidad insaciable de saber más de lo que se supone que debería. Y en algún punto de mi vida, esa obsesión encontró un objetivo perfecto: Jeon Jungkook.

Todo comenzó como una simple admiración, como cualquier otra fan. Pero para mí, nunca fue suficiente conformarme con lo que él mostraba en los escenarios, en las entrevistas o en las publicaciones de redes sociales. Necesitaba más. Quería saber quién era realmente, detrás de la fachada que mostraba al mundo. Quería descubrir sus secretos, sus miedos, sus debilidades.

Así que comencé a seguirlo. Al principio, fueron pequeños actos que parecían inofensivos: revisar cada una de sus publicaciones, anotar las fechas, cruzar información con otros fans en foros. Pero luego, algo cambió en mí. Se volvió una adicción, una rutina que me consumía cada día más. Empecé a hacerme pasar por personas que no era para obtener información más privada, me infiltré en grupos selectos de fans que compartían datos exclusivos, e incluso me aventuré en el oscuro mundo de los hackers para acceder a información que nadie más tenía.

Cada pieza de información que conseguía me hacía sentir poderosa. Me daba un control sobre su vida que nadie más tenía. Y no solo lo hacía por la adrenalina, sino porque era mi sustento. Vendía esa información a otros fans obsesivos, a medios dispuestos a pagar una fortuna por una primicia, y a cualquiera que estuviera dispuesto a comprar. Era un negocio redondo.

Pero no era solo el dinero lo que me mantenía en esto. Había algo más profundo, algo que ni siquiera yo podía entender del todo. Una parte de mí disfrutaba al saber que tenía acceso a una parte de su vida que ni él mismo sabía que estaba compartiendo conmigo. Era como un juego, y yo siempre ganaba.

Claro, no era fácil. Había momentos en los que casi me atrapaban. Una vez, cuando intenté hackear una cuenta personal suya, me topé con una barrera de seguridad que casi me delata. Pasé horas frente a la pantalla, sudando frío, mientras trataba de borrar mis huellas antes de que alguien se diera cuenta. Otra vez, estuve a punto de ser vista en uno de los lugares que frecuentaba, pero me las arreglé para escabullirme a tiempo. Cada vez que lograba escapar, mi corazón latía con fuerza, pero no por miedo, sino por la emoción de haber estado tan cerca del peligro.

Sabía que estaba jugando con fuego, pero eso solo hacía que me sintiera más viva. Mientras más profundo me sumergía en su vida, más necesitaba seguir adelante. Me decía a mí misma que tenía todo bajo control, que nunca se enteraría de lo que hacía. Después de todo, ¿cómo podría alguien tan ocupado, tan idolatrado, darse cuenta de la presencia de una simple fan entre millones?

Pero había algo que no podía ignorar. En los últimos meses, había notado que él parecía más cauteloso. No era algo obvio, pero yo, que había dedicado tanto tiempo a estudiarlo, podía notar las pequeñas señales. A veces, en sus fotos o videos, su mirada parecía buscar algo fuera de cámara, como si esperara encontrar a alguien observándolo. Era casi imperceptible, pero yo lo veía. Y aunque no quería admitirlo, una parte de mí comenzaba a preguntarse si tal vez, solo tal vez, Jungkook empezaba a sospechar.

Pero era un pensamiento que siempre desechaba rápido. Porque en mi mente, yo era intocable. Era la cazadora en las sombras, invisible e invencible. Y nada, ni siquiera Jungkook, podría cambiar eso.

O al menos, eso creía.

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