𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐃𝐎𝐒
La sensación de ser observado
Jungkook.
Desde el momento en que me convertí en alguien conocido, la privacidad dejó de ser un lujo. Aprendí a convivir con la idea de que mi vida pertenecía al público tanto como a mí mismo. Cada paso, cada palabra, cada gesto era observado, analizado y juzgado por millones. Pero, con el tiempo, también aprendí a construir muros, a mantener una parte de mí alejada de las miradas de los demás. Siempre he sabido que, detrás de las luces y las cámaras, necesito un lugar seguro, un refugio.
Sin embargo, últimamente, esa sensación de seguridad se ha desvanecido poco a poco.
No sabría decir cuándo empezó. Tal vez fue hace unos meses, tal vez más. Al principio, solo era un presentimiento, una incomodidad que se instalaba en mi pecho cuando creía estar solo. Me decía a mí mismo que era la presión, el cansancio, la sobreexposición. Nada más. Pero ese sentimiento no desaparecía. Al contrario, se hacía más fuerte.
La primera vez que realmente lo noté fue después de un concierto en Seúl. Estaba en mi camerino, solo, mientras el equipo terminaba de empacar. Recuerdo que me senté frente al espejo, quitándome el maquillaje, cuando lo sentí. Una especie de hormigueo en la nuca, como si alguien me estuviera mirando desde algún lugar oculto. Me giré bruscamente, pero no había nadie allí. Solo el vacío y el eco de mi respiración en la habitación.
Me encogí de hombros, tratando de sacudirme la sensación. Pero no lo logré del todo. Desde entonces, esa presencia, esa inquietud, se convirtió en mi compañera constante.
No se lo mencioné a nadie. ¿Para qué preocuparlos? Ya tenía suficiente con mi apretada agenda, con los entrenamientos, las grabaciones, los viajes. Además, ¿cómo explicar un sentimiento tan vago, tan etéreo? Nadie lo entendería, ni siquiera mis compañeros, que están tan acostumbrados como yo a la vida bajo el microscopio.
A medida que pasaban las semanas, empecé a notar cosas pequeñas, detalles que habrían pasado desapercibidos para cualquiera menos para mí. Un coche que veía con demasiada frecuencia en las calles cercanas a mi apartamento. Un perfil en las redes sociales que parecía seguir cada uno de mis movimientos con una precisión inquietante. Mensajes anónimos que, aunque no amenazantes, revelaban un conocimiento que nadie más debería tener sobre mi vida.
Intenté ignorarlo, concentrarme en mi trabajo, en los fans que me brindan apoyo incondicional. Pero en el fondo, esa sensación no me dejaba en paz. A veces, durante las sesiones de grabación, me encontraba mirando por la ventana, buscando algo —o alguien— que no debería estar allí. En más de una ocasión, me sorprendí a mí mismo caminando más rápido de lo normal por los pasillos vacíos del estudio, como si al acelerar el paso pudiera escapar de esa presencia invisible.
Lo mencioné de pasada a mi manager una vez, solo para ver su reacción. “Es solo el estrés”, me dijo con una sonrisa tranquilizadora. “Es normal sentirte así, Jungkook. Estás bajo mucha presión”. Asentí, fingiendo que me sentía mejor con su respuesta. Pero en el fondo, no estaba convencido.
Una noche, después de un largo día de ensayos, decidí que no podía seguir ignorándolo. Me encerré en mi apartamento, apagué todas las luces y me quedé en silencio, escuchando cada sonido, cada crujido. Mi corazón latía con fuerza, no por el miedo, sino por la determinación de encontrar alguna pista. Pasé horas así, esperando, buscando alguna señal de que no estaba solo.
Y entonces, lo escuché. Un ligero zumbido en mi teléfono. Un mensaje de un número desconocido. Lo abrí, esperando otra tontería, otra broma pesada. Pero lo que vi me dejó helado.
Era una foto mía, tomada desde algún lugar cercano, una perspectiva que solo podía haber sido captada en ese momento, mientras yo estaba encerrado en la oscuridad de mi propio hogar.
Mi sangre se heló, pero no por el miedo. Era algo más, algo más profundo. Un desafío. Una advertencia.
Mi mirada recorrió la habitación, buscando algún punto donde pudiera haber estado esa persona, ese intruso. Y entonces, lo supe. Alguien me estaba observando, alguien lo sabía todo. Pero si creían que podían jugar conmigo, estaban equivocados.
Era momento de descubrir quién estaba detrás de todo esto. Ya no era cuestión de seguridad, sino de orgullo. Quienquiera que fuera, había cruzado una línea. Y yo, Jeon Jungkook, no dejaría que se saliera con la suya.
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Lxs queremos
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