Capítulo 2: Encuentro en las Profundidades del Abismo

Orígenes y Pactos: Tomo II - Alianzas Prohibidas

Cuando los magiers aún coexistían en armonía con la naturaleza, seres humanos codiciosos anhelaron obtener la magia elemental, forjando alianzas prohibidas con entidades celestiales, dieron así origen a una nueva estirpe: los Draugr. Seres, dotados de fuerza sobrehumana pero carentes de un flujo real de magia elemental. Quienes se vieron obligados a extraerla a través de la sangre de un magier y así poder hacer uso de ella.

🍃

La mañana siguiente no había comenzado mucho mejor que el día anterior. Al despertar, mucha luz se filtraba a través de la ventana, indicándome que ya era tarde para ir a la escuela, me había quedado dormida. No tenía forma de ver la hora porque el reloj de la sala, que funcionaba con electricidad, no servía. Y tampoco tenía un móvil, así que solo podía imaginar que era cerca del mediodía.

Subí a mi habitación y entré al baño para darme una ducha. Habían pasado un par de minutos cuando el agua se volvió fría. Me quejé, era algo que pasaba todos los días.

Saqué unos pantalones limpios de mi cómoda, unos que debí haber cambiado hace un año, pero si no tenía dinero suficiente para comer, la ropa no era mi prioridad. Me miré en el espejo mientras peinaba mi cabello. Estaba limpia y olía bien, eso era lo importante.

Estaba muy distraída recordando el pasado cuando escuché un sonido proveniente de la planta baja. Un golpe en la puerta resonó en toda la casa y que captó totalmente mi atención. Nadie había venido en los últimos tres meses.

Bajé las escaleras de puntillas, procurando no hacer ruido. Temía que fuera la policía o alguien del supermercado donde había estado obteniendo un par de productos que prometí pagar algún día. Miré por la mirilla, pero no logré ver a nadie. Me tomé el cabello en una coleta apretada y volví a mirar, nada. Quizás me había equivocado, algunos días mis sentidos estaban más alertas que otros.

Oí nuevamente el golpe en la puerta, justo al otro lado de donde me encontraba. Alguien estaba escondido. Me incliné cautelosamente para mirar, pero no podía ver quién era sin abrir la puerta. Dudé, pensando si era una broma de Erick. Si era él, esta vez lo golpearía.

Lo que vi me sorprendió mucho más.

Un chico de poco más de veinte años estaba parado frente a mí, justo al otro lado de la puerta. Su apariencia era impresionante, con su cabello castaño rizado que enmarcaba su rostro de manera desordenada pero encantadora. Sus ojos color chocolate, profundos y llenos de una curiosidad casi palpable, parecían atravesarme, leyendo cada rincón de mi alma.

Había pasado cinco largos años desde la última vez que lo vi, pero lo reconocí de inmediato. Mientras mi mente luchaba por procesar la realidad, mi corazón empezó a latir desbocado, mezclando emoción y nerviosismo. Era difícil de creer que finalmente estuviera aquí.

—Dios mío, ¿Iseria eres tú? —sus palabras salieron con una mezcla de asombro y ¿desesperación? —¡Estás viva...!

Su rostro no mostraba ninguna expresión clara, pero había algo en su tono de voz que denotaba duda, miedo y algo más. Su mirada buscaba una confirmación a sus últimas palabras.

—Claro que sí, Tommy —apenas podía contener mi sorpresa y alegría.

Él abrió sus brazos y, sin esperar mi reacción, me envolvió entre ellos. Me rodeó con ternura, cariño y desesperación, sus emociones se mezclaron en ese gesto. Me refugié en su contacto, sintiendo cuánto lo había extrañado durante estos cinco años. No quiso soltarme de inmediato, como si temiera que me escapara. Pero la verdad es que yo no tenía intención de huir. Finalmente, después de tanto tiempo, sentí que estaba en casa.

—¿Dónde está Arthur? ¿Está aquí? —preguntó con urgencia, rompiendo el momento, pero sin soltarme.

—No lo está, se fue a Hestia —respondí. —Me alegra mucho verte, Tommy —susurré mientras trataba de ordenar las emociones y sensaciones que pasaban por mi cuerpo y cabeza.

El silencio se prolongó varios segundos hasta que, finalmente, él habló.

—Ha pasado demasiado tiempo, pequeña Isi.

Su voz tenía una nota que no supe reconocer. ¿Tristeza? No podía decirlo con certeza.

—Tú te fuiste y no nos hablaste más— le reproché bromeando, yo entendía donde él estaba y porque no lo habíamos visto — ¿Qué haces aquí? Me has sorprendido —dije, tratando de entender como había llegado aquí. Su comportamiento era diferente al que recordaba, y mi corazón se llenaba de incertidumbre.

Empecé a notar que muchas cosas habían cambiado en él. Habíamos estado separados durante tanto tiempo que surgieron dudas y miedos en mi interior. Pero que importaba en realidad, él estaba aquí.

—Tú también me has sorprendido... Salí hace algunos meses del Nexus. Fui a casa, pero ya no hay nada allí. De alguna forma fui guiado hasta este lugar. ¿Por qué estás aquí? —su tono era suave, pero tenía un matiz de urgencia.

—Este es mi hogar. ¿Por qué no estaría aquí? —las palabras quedaron ahogadas contra su pecho. Aún no podía procesar todas las sensaciones que me invadían.

—No es aquí donde deberías estar, Isi. — comento.

No entendí a que se refería, pero por el horario sabía que el lugar donde debería estar es la escuela. Así que comencé a excusarme. Mientras me separaba de él.

—Anoche hubo un apagón —mentí, buscando un cambio de tema. No quería discutir las facturas impagas ni la escuela en la que debería estar —¿Por qué no me avisaste que venías?

Aunque sabía que no debía dejarme llevar por su apariencia, era difícil negar que se había vuelto atractivo. Sus rasgos marcados y su piel, ligeramente bronceada por el sol, lo hicieron perfectos a mis ojos. Aunque no poseía una belleza pulida, había algo en su presencia que me mostró cuanto me atraía.

Mientras nos mirábamos, supe que tendría que recurrir a las mentiras una vez más, agregando otro pecado a mi interminable lista.

—¿Avisarte? ¿Por telepatía?

Mi boca se curvó en una sonrisa. Se sintió raro, pero bien.

—¿Eso fue una broma, Tommy? 

Él asintió, reconociendo que no había mejorado su sentido del humor. Acto seguido, intentó entrar en casa, rápidamente bloqueé la puerta con mi pie, impidiéndole el acceso. 

—Hice un largo viaje, ¿no me vas a invitar a entrar?

La casa era un desastre, y él no podía verla en ese estado. Traté de mantener la calma mientras las emociones se agitaban en mi interior. No sabía qué esperar después de tanto tiempo, pero sí sabía que mi encantamiento por él seguía intacto, y el reencuentro despertaba una mezcla de sentimientos que necesitaba controlar.

Su postura y mirada dejaban claro que no esperaba un "no" como respuesta. ¿Qué podía hacer? No quería que viera cómo era el lugar donde vivía.

—Voy de salida a la escuela —fue lo primero que se me ocurrió decir, no tenía lógica, era muy tarde. ¿Pero qué más podía hacer?

—¿A la escuela? ¿Una escuela de humanos? ¿No es tarde acaso? —preguntó, mientras su mirada se fijaba en un punto detrás de mí.

—Porque así me lo indicó el donante de esperma —eso sí era una respuesta sincera —¿A qué otra escuela podría ir? En este pueblo no hay muchas opciones, y necesito aprender historia, matemáticas y otras materias, así funciona el mundo de los humanos, señor magier.

Él me apartó sin dificultad y entró a la casa. En ese momento, me di cuenta de lo ingenua que había sido al pensar que podría detenerlo con solo mi pie. Lo observé mientras inspeccionaba el lugar, mirando en todas direcciones mientras caminaba. Finalmente, se detuvo y me miró de una manera que no comprendí.

—¿Por qué no una de nuestras escuelas o una Academia? —insistió en el tema.

—No tengo magia elemental, no me aceptarían en ninguna de ellas —admití encogiéndome de hombros. Yo era una falla esperada—. Además, no me interesa.

Tommy frunció el ceño, parecía intrigado por mi respuesta. Luego solo revolvió mi cabello, un gesto que solía amar cuando era pequeña. Ahora se sentía diferente, pero seguía gustándome. Más sí venía de él.

—Mejor vamos a desayunar, no he comido nada desde anoche. Fue un largo viaje hasta aquí, luego hablaremos sobre ello.

Asentí con más ánimos de los que me había sentido en todo este tiempo, quería tener todos los momentos que pudiera con él.

—Déjame ir por mi bolsa —corrí para tomarla. Tomé los últimos diez dólares de la mesa, y volví donde él, ya se encontraba en la puerta.

—Déjame ayudarte —me ofreció.

Por un momento pensé que tomaría mi bolsa, pero en lugar de eso, vi cómo su mano se acercaba a mi cabello. Realizó un movimiento tan delicado que capturó toda mi atención. Con una precisión asombrosa, extrajo el exceso de agua de mi cabello, formando una pequeña esfera líquida que flotaba en su palma. La bola giraba lentamente, reflejando la luz en destellos cristalinos.

Siempre pensé que cuando volviera a presenciar el uso de un elemento estaría asombrada y sin palabras, pero la realidad superó mis expectativas; fue aún más grandioso. Me quedé hipnotizada, observando la esfera de agua con fascinación. Aunque había presenciado su control del agua muchas veces, esta vez parecía más hábil, más en armonía con su elemento. Finalmente, Tommy dejó caer el agua en una maceta cercana, como si fuera lo más natural del mundo, mientras yo seguía maravillada por la elegante demostración de su poder.

—No hagas eso, alguien podría verte —miré en todas direcciones, algo asustada de que fuera descubierto.

—No es un vecindario muy concurrido, dudo que tus vecinos estén pendientes de lo que sucede aquí —él tomó mis hombros y me empujó hacia la verja de la casa —Bueno, ahora a comer.

Lo observé detenidamente mientras él mantenía la vista en el camino. Me di cuenta de cuánto había extrañado sentirme en familia, no había sido consciente de lo mucho que había anhelado ver un rostro familiar, especialmente el suyo. El paso del tiempo podía ser cruel al separar a las personas que se amaban. Cinco años era mucho tiempo. Apenas tenía dieciocho años cuando él se encerró para convertirse en segador.

—Yo también te extrañé mucho, Isi —me sonrió.

Mi corazón se llenó de emoción al escuchar sus palabras. Ambos habíamos cambiado tanto, y no pude evitar notar cómo lucía, otra vez, con más detalle. Su camiseta resaltaba sus brazos musculosos. Sus ojos chocolate me miraban con una madurez que no había visto antes, y sus labios se movían mientras hablaba.

—Entonces... —sacudió mi mano con la suya y luego la volvió a poner en el volante —¿Dónde está tu abuela? ¿Por qué no está aquí? ¿Y James?

Sabía que tocaría el tema en algún momento, solo que no pensé que fuera tan rápido. Me tomé mi tiempo para responder de la mejor manera posible, mi vida y estabilidad dependían de lo que le dijera. Mentir era el plan.

—La abuela está de viaje, creo que tenía algo que hacer fuera del pueblo, pero no quise preguntarle más. Ya sabes cómo es, se enfada fácilmente. —Recordaba bien el fuerte carácter de Idalia, por lo que mis palabras encajaban perfectamente. —Y al donante no lo he visto en años, desde que tenía tres años. Ni siquiera me acuerdo de él.

Sabía que debía haber mentido en esa parte, decirle lo mismo que le había dicho a mi hermano. Que estaba aquí algunas veces y luego se iba de viaje. Pero no podía cubrir a James, él me había abandonado cuando yo era pequeña y luego, cuando mamá murió. Jamás mentiría por él.

—Hablé con él cuando salí del entrenamiento. ¿Paso algo malo entre ustedes? —al finalizar su frase, soltó un resoplido de frustración.

—¿Más que abandonar a sus hijos de tres y cinco años? —no había más que agregar, no era un tema nuevo para Tommy.

Al ver su expresión, supe que había tomado la decisión correcta al no buscarlo durante todo ese tiempo. Si se hubiese enterado de todo, es muy probable que hubiese dejado su entrenamiento para convertirse en segador, todo con tal de estar con nosotros y cuidarnos. Para ser lo que mi padre o la abuela no habían querido, una familia de verdad.

Debió ver algo en mí, o tal vez era un tema que él también prefería evitar, porque intentó abordar algo más sencillo.

—¿Por qué dices que no tienes magia elemental? —me dio una rápida mirada, para luego seguir mirando el camino y centrarse en conducir.

—No se manifestó en mí. Soy un recipiente vacío. Nada cambió después que te fuiste, por lo menos no para mí.

Parecía que Tommy no estaba de acuerdo, porque comenzó a hablar rápido.

—Pero sabes que puede ocurrir en cualquier momento, por eso debes estar con los tuyos, deberías estar en una de nuestras escuelas. —Tomó mi mano, su vista seguía en el camino.

—Cualquier momento durante la niñez, no la adolescencia. Ya estoy fuera de los plazos lógicos —eso no era ningún secreto.

Ambos éramos conscientes de los primeros indicios de afinidad con el elemento se manifestaba principalmente durante la niñez, no a los quince años. Ya había pasado por todas las etapas y nada había ocurrido.

—Eso no es necesariamente cierto. Además todos los hijos de magiers pueden asistir a las  escuelas, después de todo van a seguir teniendo mejores capacidades que cualquier humano y saben sus orígenes —fue insistente.

—Bueno, ese no es ni será mi caso. Soy un recipiente vacío, no un draugr. Nadie va a querer robar mi elemento —agregué una pequeña sonrisa, tratando de hacerlo parecer un juego. Me di cuenta de que esa palabra no era la adecuada en una conversación de cualquier tipo.

Frunció el ceño de inmediato, casi como si recordara algo que vivió. 

—No hagas ese tipo de bromas y no menciones esas cosas —me regañó.

"Esas cosas", se refería a una clase de seres capaces de matarnos y robar nuestro elemento. Yo sabía lo terribles que eran. Ellos me habían quitado a mamá.

—Estás perdiendo el sentido del humor —hice un gesto dramático con los ojos y luego me quedé mirando por la ventana.

—Eso no logra ser divertido, Iseria —sonó molestó.

Permanecimos en silencio durante varios minutos, hasta que toqué el tema que, por razones obvias, habíamos evitado durante años. Él debía saber sobre mamá.

—Yo... no quisimos hacértelo saber, no queríamos que perdieras tu oportunidad. Paso algo con mamá, fue hace cuatro años —sentí como mi voz se quebró, no pude mirarlo.

Dirigí mi atención hacia la ventanilla, observando el paisaje que íbamos pasando. No podía articular palabra, no quería que él me viera tan vulnerable. Necesitaba mantener mi sufrimiento en silencio, ocultarlo bajo una aparente fortaleza, como siempre lo había hecho.

—Lo supe cuando ocurrió, Isi —tomo mi mano con una de sus manos libres —Quise abandonar, pero le había hecho una promesa a Azahara. Lloré su muerte, y la ausencia que quedo tras de ella. Sentí que no iba a poder lograrlo, pero lo hice. Y aquí estoy, sintiendo que una parte de todo lo malo desapareció solo con verte.

Era extraño escuchar el nombre de mamá. Cada vez que la recordaba, mi corazón se llenaba de tristeza y melancolía. Aunque había pasado tanto tiempo, aún sentía su ausencia de manera profunda, me di cuenta de que no podía hablar de ella.

—¿La extrañas? —pregunté con voz entrecortada, sintiendo cómo los recuerdos de mamá se agolpaban en mi mente.

Tommy asintió en silencio, sus ojos reflejando comprensión y una pizca de tristeza propia. En ese momento, sentí una conexión especial con él.

—Por supuesto. Ella es la única madre que he tenido, también la perdí y no pude despedirla —me lanzó una mirada cargada de significado antes de volver a centrar su atención en el camino, esa mirada dijo más que las palabras que pronunció.

Quería hablar del tema, pero no salieron las palabras. Me tomé unos minutos, hasta que lo dejé ir. 

—Mejor hablemos de tu nuevo trabajo —me hice el ánimo para cambiar el tema —Supongo que ya tienes una familia a quien proteger o quizás un niño a quien cuidar. —Le di una sonrisa, tratando de aliviar el ambiente.

Él hizo una mueca, lo que me hizo pensar que, a su edad, hablar de su vida laboral no era su tema favorito. 

—No puedo dar información sobre nada. —su rostro fue una expresión seria, casi como si fuera a decirme algo. Pero luego mantuvo silencio.

Gemí algo decepcionada. Sabía que Tommy era un excelente elementalista, y sin saber qué había sucedido con él, estaba segura de que se había convertido en uno de los mejores de su generación.

—Nadie se va a enterar de que me lo contaste, no se lo diría a nadie, lo prometo —batí mis pestañas, algo que se sentía muy extraño. No lo había hecho desde que era una niña.

—No te va a gustar la respuesta. Y es información confidencial, Isi —insistió.

—Pero tú fuiste el que dio aire de misterio —me quejé, deseando saber mucho más.

Me devolvió una sonrisa traviesa, y eso me hizo sentir en casa nuevamente. Intenté abordar el tema de otra manera, después de todo, si quería conocer más sobre el mundo de Tommy dentro de los elementalistas.

—Entonces, ¿por qué viniste hasta aquí si tenías un trabajo tan importante y confidencial?

Tommy se rio y se tomó su tiempo para responder. Pensé que me daría alguna explicación, pero sus palabras resultaron diferentes a lo que esperaba.

—Ya te lo dije, no lo sé. No esperaba encontrarte aquí —quiso decir algo más, pero cambió de tema —¿Te estás alimentando adecuadamente?

—Estoy siguiendo una estricta dieta sin carbohidratos —imité el tono de las chicas que había escuchado en la escuela. No podía admitir que no había comida en casa.

—Voy a hablar con tu abuela al respecto —amenazó.

No temía eso, él no iría tan lejos. Nadie se preocupaba tanto por mí y sabía que mi abuela nunca respondería a ni una queja.

—Sí, le diré que quieres hablar con ella cuando vuelva a casa, pero si recuerdas cómo es, te diré que no ha cambiado en nada. No sé siquiera si querrá hablar contigo, ya que no eres un elementalista de fuego —me encogí de hombros. Esa era la abuela que recordaba, alguien distante y reservada, especialmente con aquellos que no pertenecían a su círculo.

—La recuerdo muy bien, Isi. Te sorprenderías. Mejor anota tu número de móvil en el mío, así puedo comunicarme contigo en cualquier momento —me tendió su móvil.

Yo no tenía uno, lo había vendido cuando necesité algo de dinero.

—Se que vas a enojarte con lo que te diré, pero lo perdí en una fiesta hace unas semanas, no sé quién lo tomó de la caja, pero cuando fui a recogerlo ya no estaba —nadie podía dudar de esta mentira, chicos irresponsables siendo solo adolescentes —No se lo digas a la abuela, cuando se entere tendré muchos problemas, no lo vuelvas más difícil para mí— debía hacerlo sonar trágico, para que no insistiera en querer hablar con ella.

Él había comprado una caja de donas que me sentí tentada a comer sola. Las lágrimas de frustración e impotencia pincharon mis ojos, consciente de que el dinero siempre era escaso y que debía priorizar lo más necesario. Sabía que no era la única en esta situación, pero no podía conformarme con esta vida.

—Las compré para ti, recuerdo cuánto te gustan —dijo mientras estaba pendiente de su móvil.

Sus palabras me hicieron sentir como si estuviera flotando en las nubes, o tal vez era simplemente una subida de azúcar debido a la cantidad que había ingerido en apenas unos minutos. Él estaba ocupado con su teléfono y me indicó que lo esperara un momento mientras bajaba del coche para contestar una llamada. En cuestión de dos minutos, ya estaba en la cuarta dona.

Cuando Tommy volvió a subir al coche, apenas diez minutos después, no preguntó por qué la caja estaba vacía. Simplemente nos puso en movimiento sin hacer comentarios sobre su llamada. Por su expresión, supe que algo importante había ocurrido. Parecía incluso enojado, pero no podía estar segura.

—Estaba pensando en ir a alguna de las tiendas de aquí cerca. Necesito comprar algunas cosas y luego podemos almorzar.

No era precisamente fanática de los centros comerciales, aunque no los odiaba. Simplemente encontraba absurdo ir a un lugar donde no podías permitirte comprar nada. Sin embargo, debía admitir que me sentí maravillada mientras recorríamos los pasillos y pisos del lugar. Nuestra primera parada fue en una tienda de móviles.

Después de pasar por algunas tiendas y comprar algunas sudaderas y pantalones de chica, empecé a notar ciertos detalles. ¿Y si Tommy tenía novia? Esa idea me generaba una molestia que no podía ignorar.

Un nudo se formó en mi estómago y sentí una punzada de celos que no sabía que existían. Me esforcé por mantener la calma, pero el viento fuerte despeinó mi coleta, reflejando el caos que sentía por dentro. Traté de mantener una sonrisa en mi rostro y continuar la conversación, aunque seguí luchando con emociones contradictorias.

Tommy me observó detenidamente, como si pudiera leer mis pensamientos. Sus ojos reflejaban curiosidad y preocupación. Afortunadamente, decidió dejarlo pasar. 

—Isi, quería preguntarte algo. —Una mezcla de curiosidad se coló en su voz.

—Mmm —respondí distraída.

—Cuando la casa se quemó, ¿qué recuerdas? —su postura indicaba que estaba preparado para escuchar lo peor.

—No mucho, estaba durmiendo cuando ocurrió. Podría decir que me enteré cuando ya estábamos en la calle. Viajamos esa misma noche a este lugar. El donante de esperma no pudo rescatar nada de la casa, así fue como perdimos todos nuestros recuerdos de infancia, fotos, ropa y cosas importantes de mamá.

—Entonces, ¿cómo lograste ponerte en contacto con tu abuela? No es alguien fácil de acceder — pude notar cierta intriga en su voz.

Esta parte de la historia me puso nerviosa, no sabía qué decir.

—Bueno, existen los teléfonos móviles, así que la llamé y le dije que necesitábamos de ella —farfullé, tratando de sonar convincente.

Quise cambiar de tema, pero en ese momento un camarero pasó cerca de nosotros y Tommy pidió la cuenta. Noté que su expresión se volvía molesta, ni siquiera me miraba mientras pagaba y pedía que envolvieran la comida para llevar.

Cortamos por un callejón camino al coche, ya estába oscuro y no se veía gente. Se detuvo y me entregó las bolsas con las cosas que había comprado.

—Es para ti, Isi, y por favor, cuídalo. Necesitabas este móvil para hablar con Arth, que se supone está lejos, tus amigos y conmigo —empecé a negar, pero él empujó las cosas hacia mí, obligándome a recibirlas —Tómalo como un regalo de cumpleaños y Navidad de estos cinco años. Me perdí cada uno de ellos y no pude regalarte nada. Lamento mucho no haberme dado cuenta antes, no haber estado ahí para ti, y estoy enojado por eso. Si algo no te gusta, puedes cambiarlo. No me molestaré, no sé muchas cosas sobre las chicas de ahora.

—Regalo de cumpleaños —repetí. Hacía años que no recibía un regalo de cumpleaños. El último fue cuando tenía doce años, y fue de Arth —Yo...

Estaba a punto de empezar a llorar, no tenía idea de cómo reaccionar ante ese gesto.

—No digas nada, a menos que vayas a darme las gracias.

Tommy sostuvo suavemente mi rostro, apartando los mechones de cabello que cubrían mis ojos. Sentí la intensidad de su mirada y mi corazón se aceleró. Por un instante fugaz, anhelé que me besara, deseando desesperadamente su contacto, ansiando que alguien me abrazara y amara, solo a mí. Realmente lo necesitaba.

Ese momento mágico fue interrumpido por la voz burlona y maliciosa de Erick.

—¡Miren, la perdedora se saltó las clases para estar con..! ¿Quién es él, tu novio o el tipo que te mantiene a cambio de sexo? —interrumpió, arruinando mi momento.

Las palabras del idiota me hirieron como cuchillas, golpeando mi orgullo. Un escalofrío recorrió mi cuerpo, revelando mi incomodidad y rabia. Tommy pudo notarlo.

El viento helado de enero azotaba mi cuerpo, haciendo que apretara con fuerza las bolsas contra mí para protegerlas del frío.

—Volvamos a casa. Vámonos por favor —pedí con voz temblorosa llena de rabia, deseando escapar de aquel incómodo encuentro.

Busqué desesperadamente que él me mirara, necesitaba su apoyo en ese momento desagradable. Después de unos segundos interminables, Tommy asintió y colocó sus manos reconfortantes sobre mis hombros. En silencio, giró en dirección al coche y nos pusimos en marcha.

—No vas a desmentirlo, dime cuál era tu tarifa. Podría haber tenido a un par de amigos interesados. ¿Vieron eso, chicos? Isa se vendía por sexo —dijo con más fuerza, casi a nuestro lado.

Supe que ya era suficiente con él.

Sin pensarlo dos veces, solté las bolsas y me acerqué rápidamente a Erick. Descargué un puñetazo directo en su ojo, tomándolo por sorpresa, incluido a sus amigos. Era evidente que no esperaba mi reacción, ni siquiera intentó apartarse cuando me acerqué. Su risa fue reemplazada por un sonido de sorpresa y dolor.

Satisfacción intensa me invadió al golpearlo, ante los ojos de sus amigos y cualquier persona que viera. Sabía que no era la mejor solución. Pero en ese momento sentí una liberación ante su crueldad.

Él no esperó un segundo golpe y se abalanzó sobre mí. Rápidamente, Tommy intervino, protegiéndome.

—Dame un segundo, Isi. Ve al coche, no es necesario que veas esto —su voz firme y decidida, me ordenó no presenciar lo que fuera a suceder.

Erick, con su habitual agresividad, se lanzó hacia Tommy, intentando golpearlo con toda su fuerza. Tommy, con una rapidez sorprendente, esquivó el golpe y contraatacó, conectando un puñetazo en el abdomen de Erick, que se dobló de dolor. Erick no se detuvo y, con un gruñido de furia, intentó nuevamente golpear a Tommy, quien lo desvió con facilidad y le propinó otro golpe, esta vez en la mandíbula, dejándolo momentáneamente fuera de combate.

Uno de los otros chicos agarró a Tommy por la espalda, inmovilizándolo. El segundo intentó golpearlo en el abdomen. Tommy giró bruscamente, soltándose del chico que lo tenía agarrado y haciéndolo chocar contra la pared. Bloqueó el golpe dirigido a su abdomen y devolvió el ataque con un puñetazo preciso en el rostro del segundo atacante, para luego derribarlo con una patada en las piernas. El que lo había agarrado por la espalda volvió a abalanzarse, pero Tommy lo recibió con un codazo en el pecho, dejándolo sin aire y haciéndolo tambalearse hacia atrás.

El tercer chico intentó aprovechar la confusión, pero Tommy lo recibió con una patada directa al pecho, enviándolo hacia atrás. En cuestión de segundos, Tommy había deshecho el ataque coordinado de los tres chicos, que ahora yacían en el suelo, doloridos y aturdidos.

En ese momento, me quedó claro cuál era la diferencia entre un humano y un magier. La diferencia física era abrumadora. No había forma de no saber que Tommy no era del todo humano.

Finalmente, Tommy sujetó a Erick por el brazo y lo lanzó contra la puerta de un auto estacionado, haciendo que el metal retumbara con fuerza. Erick quedó aturdido y sin aliento, mientras los otros chicos solo podían mirar, derrotados.

El viento soplaba en mi dirección, acariciando mi rostro con su frescura mientras muchas emociones se agitaban en mi interior. Las palabras de Tommy resonaron en el aire, llenas de protección. 

—No vuelvas a intentar tocar a mi hermanita o te arrepentirás —amenazó.

Sentí cómo se rompía algo en lo más profundo de mí, como si estuviera perdiendo una vez más algo que amaba. Forcé a mis pies a dar media vuelta y me alejé de la escena. El mundo a mi alrededor se desmoronaba y mi pecho era consumido por un dolor indescriptible.

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