Capítulo 17: Desliz Fatal


Vínculos demoniacos; Tomo IV - Guardianes en la Sombra.

Los daimons, seres antiguos y malévolos, eligen cuidar a ciertos elementalistas en circunstancias muy especiales. Esta elección puede basarse en un vínculo mágico entre el daimon y el elementalista, donde el daimon se siente conectado y protector hacia aquellos que comparten su afinidad elemental. Además, los daimons podrían proteger a un elementalistas debido al reconocimiento de su papel en el equilibrio natural del mundo, asegurando la armonía de los elementos en la tierra. También podrían ver a los elementalistas como aliados en la lucha contra fuerzas malignas, protegiéndolos para mantener su poder y habilidades intactos. Y en algunos casos, podrían ser enviados por quien los invocó o por un sombrío para proteger al elementalista.

🍃 


No sé cuánto tiempo me sostuvo Caleb, acariciando mi mejilla y mi cabello. Quise que su contacto pudiera sanar las heridas que no se veían, pero nada de eso pasó. Cuando finalmente me separé de él, Arlenn estaba ahí, lista para mí, sin preguntas, sin un juicio. Me llevó a mi habitación con la misma delicadeza con la que uno manejaría algo frágil. Me ayudó a meterme en la cama y se acostó a mi lado. En algún momento, ambas nos quedamos dormidas.

Desperté sintiéndome horrible, como si hubiera estado haciendo ejercicio intenso durante horas. Estaba exhausta, cada músculo de mi cuerpo dolía, y mis pensamientos seguían nublados por el dolor y la confusión. Miré a Arlenn, que aún dormía a mi lado, y sentí una punzada de gratitud por su presencia silenciosa y comprensiva. Su lealtad y apoyo me hacían recordar nuestra infancia, todos los momentos que habíamos compartido, y me di cuenta de lo afortunada que era por tenerla. A veces sentía que encajábamos perfectamente, tal como cuando éramos dos niñas pequeñas.

Me quedé mirando el techo por unos minutos, lo cual resultó ser una mala elección. Las imágenes de Thomas besando a la chica rubia volvieron a mi mente, llenándome de una sensación horrible, quemaba. Un nudo se formó en mi garganta y sentí un vacío en el pecho. Me levanté lentamente, tratando de no despertar a Arlenn, y me dirigí a la ventana. El sol apenas empezaba a salir, pintando el cielo con tonos suaves de rosa y naranja. Me quedé mirando a la nada.

"¿Cómo voy a enfrentarme a todo esto?", me pregunté, sintiendo las lágrimas que amenazaban con brotar nuevamente. No era solo lo que había sucedido la noche anterior, era todo: la muerte de mamá que parecía estar más presente desde que llegue a Atabey, la ausencia de mi padre y las mentiras que no podía entender, darme por muerta y alejarnos de todos. La distancia con mi hermano, la desconfianza hacia la gente, y todo lo que me había tocado vivir. ¿Acaso lo merecía? Me pregunté qué tan malo había en mí para que cosas así me pasaran.

La carga era demasiado pesada, y sentía que si decía algo a alguien, todo se desmoronaría y me aplastaría.

El dolor de la traición de Tommy, verlo besar a otra chica y descubrir cuál era su verdadera lealtad, era casi insoportable. Me sentía rota, como si todas mis esperanzas y sueños se hubiesen desvanecido en un instante. El mundo que yo conocía ya no existía, y mi seguridad con él tampoco.

Me quedé allí, solo mirando y dejando que el tiempo pasara mientras trataba de encontrar una forma de recoger los pedazos de mi corazón destrozado.

Un par de horas después, Arlenn comenzó a despertarse lentamente. Se frotó los ojos antes de girar hacia mí. Me observó en silencio por un momento mientras el velo del sueño se desvanecía, y sus ojos se llenaron de preocupación.

—¿Cómo te sientes? —preguntó en un susurro, tratando de no sonar demasiado intrusiva.

—Horrible —respondí, mi voz apenas un murmullo—. Tenía razón, ella tenía razón.

—¿Quieres hablar sobre eso, ¿lo que paso anoche?

Negué con la cabeza. No tenía ganas de nada. Arlenn se acercó y me abrazó con fuerza. No dijo nada, solo me sostuvo, permitiéndome sentir su apoyo incondicional. Después de un rato, se apartó un poco y me miró a los ojos.

—No tienes que ir a clases hoy, Isi. Puedo decir que te sientes mal, que necesitas descansar.

Asentí, agradecida por su comprensión. No tenía la energía ni las ganas de enfrentar a nadie más hoy, mucho menos de fingir que todo estaba bien o que me vieran así, lo que se prestaría para malos comentarios.

—Me perdí las clases de ayer en la mañana, tengo que ir— balbuceé.

—De verdad no tienes que hacerlo. Descansa. Yo me encargaré de todo lo necesario.

Arlenn se levantó y se dirigió a la puerta, lanzándome una última mirada tranquilizadora antes de salir de la habitación.

Pasaron varias horas en un estado nebuloso de medio sueño y medio vigilia. No quería estar despierta porque me obligaba a pensar, pero tampoco lograba dormir de corrido. Durante la tarde, un golpeteo en la puerta me sobresaltó. No esperaba a nadie y no quería ver a nadie. Arlenn había venido a la hora de almuerzo a dejarme algo para comer y se había marchado diciendo que volvería después de clases. Todavía faltaba para eso. Sentí un miedo irracional de abrir la puerta, ¿qué pasaba si era Thomas o la chica esa, Isabella? No lo hice y me quedé allí, acostada.

Unos minutos más tarde, sentí el tintineo de una llave, y la puerta se abrió. Idalia Astoreth estaba en el marco de la puerta. Lo primero que hizo fue inspeccionarme, y cuando se dio cuenta de que estaba más sana de lo que esperaba, su expresión se tornó algo hostil.

—Si vas a estar en una escuela, es para que vayas a clases, no para que pierdas tu tiempo durmiendo.

—También es bueno verte, abuela. —Me tapé con la almohada, no me apetecía tener una conversación ni que me viera hecha un desastre.

Por alguna razón, todo lo mal que me sentía se desvaneció momentáneamente. Era como si tuviera que estar preparada para un ataque, y tuviera que estar lo más tranquila posible.

—Iseria, no puedes seguir así —dijo, con un tono más severo—. Sabes por qué estoy aquí, ¿cierto? Tuvimos una larga charla con Grimory, y la verdad es que me dejas sorprendida. Solo quiero una razón lógica para entender por qué golpeaste a un integrante de la corte de fuego ¿Te das cuenta los problemas que podrías tener por ello, y los que causaras a nuestra familia?

Ella se veía un poco molesta, pero esta vez no me detuve a entender el porqué; no era necesario. La rabia y el dolor latentes se agitaron en mi interior. Me incorporé lentamente, mirando a mi abuela con ojos llenos de resentimiento.

—Por esa misma razón: es de la corte de fuego —respondí, tratando de mantener la voz firme —Son culpables de muchas cosas, como que yo no tenga mamá, por ejemplo.

La abuela hizo un sonido de exasperación y su expresión se endureció.

—¿Y por qué se supone que tienen la culpa? ¿Acaso no te dije que no tienen nada que ver? Y aunque lo tuvieran, ¿crees que ese chico es culpable de algo?

—Si ellos no hubiesen enviado a mamá a esa misión, ella aún estaría conmigo. Él es su hijo, claro que tiene culpa —grité, sintiendo la rabia acumulada de días, brotar de mí.

Ella dejó sus cosas sobre mi escritorio y se acercó a mi cama. Tomó asiento junto a mí, y peleó por quitarme la almohada con la que me cubría el rostro. No fue tan difícil para ella.

—Iseria, necesitas escucharme, realmente tienes que hacerlo. No es correcto lo que sientes. Nadie tiene culpa como tú lo piensas. Azahara no trabajaba para la corte de fuego. Ella estaba metida en otros asuntos que desconozco. Aunque me cueste admitirlo, mi hija tenía más secretos de los que me gustaría aceptar.

—¿Entonces qué? —repliqué, con un nudo en la garganta—. ¿Voy a simplemente aceptar que mi madre murió por nada?  Y que me dejo sola.

Quizás no se trataba solo de quien fue el culpable, sino que ella no estaba conmigo, que yo la necesitaba, la extrañaba. La amaba y ella ya no estaba. Yo sabía que nadie en la vida me amaría como ella lo había hecho. Manejar la culpa en alguien más era mucho más fácil.

—No es eso, Iseria —dijo mi abuela, su tono más suave pero firme—. Es solo que culpar a ese chico o a la corte de fuego no cambiará nada. Azahara hacia cosas peligrosas, pero eso no significa que otros sean responsables de sus decisiones.

—¡Es injusto! —sentía la rabia y la impotencia inundarme—. ¡Tenía tanto que vivir con ella!  No alcance a nada.

—Lo sé, y duele, pero ese odio equivocado no es correcto —respondió, su voz quebrándose un poco—. Estoy segura de que ella no te enseñó a odiar, sino que a ser fuerte, a que hicieras amigos y fueras buena en todo y con todos.

—¿Y cómo se supone que sea fuerte ahora? —pregunté, la desesperación asomándose en mis palabras —. Perdí a mamá. Y Tommy me traicionó.

La abuela me miró y toco mi cabello en una caricia.

—Ser fuerte no significa no sentir dolor, Iseria. Significa enfrentarlo, aceptar la verdad, y seguir adelante. Thane no es tu enemigo y no es culpable, y Tommy... bueno, eso es algo que solo tú puedes resolver, pero tampoco tiene la culpa, es su trabajo como segador.

—Siempre hay un culpable... —continúe.

—Sí, draurgs fueron los que la atacaron y son los responsables así como de tantas muertes más. La culpa no recae en ese chico, ni en la corte de fuego, deja el tema por favor.

Nos quedamos en silencio, las palabras resonando en el aire casi como si nuestros elementos chocaran entre si. Sabía que tenía razón, pero aceptar la verdad era más difícil de lo que imaginaba. Mi mundo ya se había desmoronado y no sabía cómo recoger las piezas.

Miré al techo, tratando de calmar mi mente, pero sabía que este conflicto interno no se resolvería fácilmente. Tantos años reprimiendo mis sentimientos que ahora no había forma de que los retuviera en tan poco tiempo.

—Ahora, me gustaría saber si sucedió algo más. No tienes buena cara —dijo, mirándome con atención.

Sentí un nudo en la garganta, pero no dije nada en voz alta. Todo estaba dentro de mí, todo lo que sentía se quedaba atrapado en mi mente. Las palabras no salieron, pero mi mente se llenó de pensamientos. ¿Cómo podía explicarle que me sentía traicionada por Thomas por razones distintas a Thane? ¿Cómo podía decir que el chico que me gustaba y de quien estaba enamorada se iba a casar? Que lo vi besando a otra chica.

Y además, el hecho de que mi padre me había dado por muerta para el mundo, llevándome a vivir lejos y sola. Todo el mundo creyó que estaba muerta, y él fue el responsable de que me sintiera tan perdida y traicionada. Me había traicionado dos veces.

—No... no hay nada más, abuela —murmuré, finalmente.

La abuela me miró con una mezcla de comprensión y preocupación. Aunque sabía que había más no insistió con su pregunta.

—Está bien, Iseria. Solo recuerda que no estás sola. Estoy aquí para ti, siempre.

Todo esto parecía un sueño, un horrible y vívido sueño, pero era muy real. Cada doloroso pinchazo, cada respiración entrecortada, me recordaba que no podía permitirme caer. Debía seguir. ¡Quería vivir!

Mis piernas ardían por las pequeñas heridas y mis pulmones pedían un descanso, pero el miedo y la urgencia de llegar a un lugar seguro me impulsaban a seguir adelante. Hasta que lo vi: una figura y un cuerpo en el suelo.

Mis ojos se posaron en una silueta oscura que se erguía sobre el cuerpo. Lo miré con desconcierto, una sensación de reconocimiento se apoderó de mí, pero mi mente luchaba por entenderlo. Se parecía a Micke; sus facciones eran similares, pero no tenía sentido. ¿Qué hacía un humano aquí? Un escalofrío recorrió mi espalda mientras mis pensamientos se enredaban en un laberinto de confusión. Me miró y dio la vuelta, desapareciendo en la oscuridad.

Siete horas antes...

Era el día del baile sombras de otoño, 31 de octubre, cuando la energía mágica se unía al mundo de la noche. Algo que no afectaba realmente a los magiers, pero en la atmósfera se sentía algo diferente, era como si se cargara de una extraña expectación. Las decoraciones en la escuela eran otoñales y coloridas, con luces tenues que daban un clima relajado y místico.

Estábamos junto a la entrada del bosque, muchos grupos estaban expectantes por la fiesta, yo era una de esas, aunque mi ánimo no era del todo estable aun. Mire a las chicas, quienes parecían estar muy relajadas como si no tuviésemos algo importante en unas cuantas horas. Si fuese por mí yo ya estaría vistiéndome e intentando peinarme.

Arlenn abrió su mochila y sacó una botella de alcohol.

—¿De dónde sacaste eso? —pregunté, estaba muy sorprendida. No porque tuviese una botella de alcohol, sino porque normalmente era tranquila, las ideas locas se las dejábamos a Vaugh.

—Secretos de una chica —respondió con una sonrisa traviesa—. Pensé que podríamos necesitar un poco de ayuda para mejorar el ambiente antes de la fiesta. Ya sabes sin preocupaciones.

Vaugh soltó una risa cómplice y de inmediato aceptó la botella cuando Arlenn se la pasó. Tomó un sorbo y luego me la ofreció. 

—¿De dónde la sacaste? Es muy difícil conseguirlas.

No sabía a lo que se refería, dude un momento cuando me la ofreció. Viví sola mucho tiempo y jamás pensé en beber alcohol ¿Por qué lo haría ahora?

Suponía que quería cambiar o simplemente hacer algo distinto, y si ellas lo hacían ¿por qué yo no? Finalmente la acepté y tomé un trago. El líquido ardió al bajar por mi garganta, pero el calor que dejaba me hizo sentir algo mejor, más ligera. Y cuando llego a mi estómago supe que no era solo vodka, tenía algo más.

—Por nosotras —dijo Arlenn, levantando la botella—. Y porque necesitamos olvidar, aunque sea por una noche.

Me pregunté si se refería a algo propio, pero no pregunte. Brindamos y nos sentamos en el suelo, disfrutando de la tranquilidad del momento y de la compañía mutua. Conforme pasaba el tiempo, fuimos acompañadas por Máximo y otro de los chicos, la botella se vació dando paso a una segunda y tercera, las risas se hacían más frecuentes y fuertes. Por un momento, pude olvidarme de los sueños, de la rabia y el dolor. Me sentí agradecida por tener a mis amigas conmigo, por esos pequeños momentos de paz en medio del caos de estos días.

Me sentí libre y ligera. Y con un poco de sueño.

Poco después, nos dirigimos un poco más adentro del bosque, donde me había arrastrado Máximo para que hablara con Thane. El aire fresco de la noche nos envolvía mientras caminábamos entre los árboles, nuestras risas resonando entre las sombras. Estábamos a solo una hora y un poco más del baile, pero nadie quería irse y dejar el grupo. Pasaron la cuarta botella de mano en mano mientras las estrellas comenzaban a brillar sobre nosotros.

—¿Qué creen que están haciendo, todos ustedes?

La voz de un guardián nos sobresaltó. Y fue peor para mí cuando me di cuenta de que no estaba solo. Me quede paralizada.

—Pasar el rato.

La voz de Máximo entro por en mis oídos aunque ni siquiera había notado que estaba hablando. 

—A sus habitaciones ahora antes que los anote para un castigo y se queden sin ir a la fiesta. No pueden estar aquí no es territorio seguro dentro de la escuela. Sin mencionar que tampoco pueden estar bebiendo. — Le quito la botella de las manos a Vaugh, y la olio.

—Están conmigo, nada va a pasar. Puedo defenderlos de cualquier cosa —Arlenn fue osada en sus palabras. Y no dudaba de ellas. Pero era algo que nunca hacía.

Era raro, ella jamás hablaba así.

Thomas no me quito los ojos de encima, y lo sabía porque lo estaba mirando fijamente. Sentí asco hacia él, algo que jamás pensé pasaría.

—Usted menos que nadie puede estar en este lugar, y menos en este estado. Dudo que pueda hacer algo justo ahora ¿Dónde está su segador?

Thomas hizo un barrido visual por las botellas de vodka y ron que estaban dentro de la mochila de Arlenn. Mientras tanto él otro guardián indicaba el camino de vuelta.

Los chicos se pusieron en pie, y comenzaron a caminar en dirección a la escuela. A mí me costó algo más seguir el paso y se debía principalmente a mi genética. Ellos tenían más de sombríos que yo; el alcohol no les hacía casi efecto o por lo menos no como a mí, además de que la primera botella que tomamos no era solo alcohol tenía algo más que desconocía y también, esta era mi primera vez bebiendo.

Thomas me agarro del brazo ayudándome a ponerme en pie y estabilizarme. Empujé su manó lejos de mí. No lo necesitaba, y no quería que me tocara.

—Estoy muy decepcionado de ti Iseria, estás teniendo una oportunidad que jamás hubieses imaginado y mira como la desaprovechas, emborrachándote en el bosque con chicos que tienen su vida resuelta mientras tú solo tendrás que esforzarte para poder conseguir todo.

Esas palabras no era lo que esperaba. Aunque pensándolo bien, cualquier cosa podía venir de él. Si estaba en el bosque intentando estar borracha era por su culpa, él me había llevado a este límite.

—Decepción, por lo menos esta vez el sentimiento es mutuo.

Mantuve la distancia mientras comenzaba a seguir a mis amigas.

Escuchaba como el primer guardián regañaba a mis amigas, aun cuando nos había tomado varios metros de distancia. Y a la vez pensaba en que era gracioso y muy molesto ver como Thomas se hacía el desentendido de las cosas y que quisiera parecer preocupado por mí cuando sabía que no era así.

—El bosque puede ser peligroso para ustedes, más si están en esas condiciones. Consumir sangre de hellhound está prohibido, ya deberías saberlo.— se veía molesto y algo ¿preocupado?, y yo me reí de eso —Supongo que cuando actúes de manera madura recién podremos hablar de todo esto.

Lo decía quien me hablaba tan bajo que solo yo pudiera escucharlo.

—¿Cuándo esperabas contarme que te ibas a casar?, cuando estuvieras seguro de que no iba a morir y que ibas a perder a tu única "familia", o luego de contarme que has sido el segador o la niñera de príncipe de la corte de fuego desde que asumiste como uno. Sabías cuanto odio todo ello y aun así no tuviste la decencia de negarte o por lo menos contármelo, era mi madre, ella te cuido cuando no tenías a nadie te dio una familia y aun así traicionas su memoria, a Arth y a mí.

Las palabras salieron una tras otra, sin filtro, solo las dije.

—¿Sabes acaso lo equivocada que estas?

Seguramente yo era la que siempre estaba equivocada con todo.

—¡Te vi teniendo sexo con la zorra esa! 

Su expresión fue algo que jamás había visto en él, lo detestaba. 

—No hables así, no ocupes esas palabras.

—Dime si no sabías cuánto daño me iba a hacer enterarme de que eras el segador de la corte de fuego, o descubrirlo por alguien más. Sabías que estaba enamorada de ti, te lo dije, y solo me alejaste. Además, me ocultaste tu relación con esa chica... era tan obvio y, aun así, te quedaste callado todo este tiempo —continué. Si estaba obligada a hablarle, no le quitaría culpas.

—Iseria por favor...

—Iseria nada, te odio Thomas, detesto lo que eres. Ya no le debes nada a mi familia, eres libre de hacer lo que se te dé la gana y no cuentes conmigo para que le recoja la cola del vestido a tu novia, porque yo no estaré allí, haré mi mejor esfuerzo por olvidar tu existencia.

Camine más rápido y me uní a las chicas, dejando todo de él atrás.

Cuatro horas antes...

La atmósfera era mucho más ligera. Nos encontrábamos en la habitación de Arlenn preparándonos para la fiesta. Vaugh estaba junto a nosotras peleando con el cierre de su vestido, mientras yo arreglaba algunos mechones que se escapaban hacia mis ojos. La conversación fluía entre risas y bromas, tratando de aliviar la tensión acumulada de los últimos días.

—¿Este o este? —preguntó Vaugh mostrándonos labiales.

—El derecho, ese es más vivo —respondió Arlenn—. Resalta tu cabello y piel.

La verdad es que para mí ambos eran del mismo tono rojo.

Miré el vestido blanco ahumado que había comprado con tanta ilusión para la fiesta. Sin embargo, ahora, con Thomas fuera de mi vida, ya no parecía tener sentido usarlo. Lo sostuve frente a mí, sintiendo cómo la tela se deslizaba entre mis dedos, tan suave y delicada y una sensación de vacío llenó mi pecho. Lo había perdido.

—No puedo usar esto —dije con un suspiro, dejando caer el vestido sobre la cama—. Simplemente no puedo.

Arlenn se acercó a mí y me dio unos toquecitos en la espalda. Vaugh fue quien hablo primero.

—Créeme que podemos entender cómo te sientes, y por eso también sabemos que no puedes renunciar a la fiesta de esta noche, no sé cómo son las fiestas en el mundo humano, pero esta puede ser algo distinta. Podríamos conseguir algo más para ti, no tiene que ser ese vestido puede ser cualquier otro. —Vaugh se dirigió al armario de Arlenn y comenzó a sacar vestidos, pantalones y todo lo que salía en sus manos —. Prueba este. Mejor no, es más para un día en el campo, entre vacas y gallinas.

Se rio sola, mientras seguía buscando y desparramando todo por el suelo.

Arlenn fue a la bolsa de su vestido la abrió y lo saco, la pedrería emitió un brillo en contacto con la luz, era tan suave y hermoso. Me lo tendió. 

—No, Ari, no puedo —aparte el vestido que me ofrecía con un gesto de rechazo—. Es tu vestido, no podría tomarlo. Tú pagaste por él y se ve hermoso en ti — tartamudeé las palabras. Su gesto me dejaba casi sin poder decir nada.

Ella sonrió.

—Sabes, recuerdo que te vi fascinada por el cuándo los compramos. Es solo un vestido, y si tiene el poder de cambiar lo que sientes, es todo tuyo. Además, somos la misma talla yo usare el tuyo, no es como que me quede sin vestido.

Me quedé mirando el vestido. Era cierto, cuando los compramos, me había encantado mucho más que el que había comprado, pero por Thomas elegí el blanco ahumado, era más llamativo y notorio. Asentí lentamente, sintiendo un alivio repentino al aceptar su oferta.

—Gracias, yo no sé qué decir...

Arlenn sonrió ampliamente y me abrazó.

—¡Perfecto! No tienes nada que decir nada, yo sé que tú harías lo mismo por nosotras. Ahora, ¡vamos a terminar de arreglarnos para la fiesta!

Después de un rato, finalmente estábamos listas para la fiesta. Arlenn y yo nos miramos en el espejo, satisfechas con su propuesta de cambio.

—¡Nos vemos increíbles! —exclamó, ajustando un detalle en el corpiño de su vestido.

—Gracias por el vestido, Ari. No sé qué habría hecho sin ti.

Vaugh se acercó a nosotras, observándonos con una sonrisa pícara.

—Bueno, y ya que estamos listas para algunos cambios, ¿por qué no pruebas besando a Caleb? Dicen que un nuevo beso borra al anterior —sugirió, medio en broma.

Arlenn y yo nos miramos y luego empezamos a reír.

—¡Eso es una tontería, Vaugh! —exclamé, aunque la idea empezaba a dar vueltas en mi cabeza apenas lo dijo.

—Tal vez sea una tontería, pero ¿por qué no intentarlo? Además, este sería tu primer beso ¡Esta es una oportunidad perfecta! —dijo Arlenn apoyándola, muy entusiasmada.

La idea me hizo sonrojar un poco, pero también sentí la curiosidad de hacerlo. Probar algo nuevo y emocionante en medio de la primera fiesta a la que iba empezó a tentarme. Parecía que hoy era el día de las primeras veces.

Tres horas antes...

Cuando nos encontramos con Caleb antes de ir a la fiesta, noté lo guapo que se veía. Llevaba una camisa azul oscuro que resaltaba sus ojos y una chaqueta elegante que le daba un aire más serio.

—Te ves increíble, estoy muy sorprendido —me dije, mientras tomaba mi mano entre la suya.

Sentí un ligero rubor en mis mejillas, no sabía que la invitación al baile consistía en parecer realmente una pareja. Sé sentía muy incómodo, pero cuando vi a Vaugh mirándome y dando sus pulgares hacia arriba, imagine que estaba bien.

—Gracias. Tú también te ves espectacular —respondí honestamente.

La fiesta estaba en pleno apogeo cuando llegamos. Me sentí un poco abrumada por las luces brillantes, la música alta y la multitud de personas elegantemente vestidas. Intenté imitar la confianza de mis amigas, aunque por dentro me sentía perdida.

La atmósfera era deslumbrante. Nunca había estado en una fiesta nocturna, y menos en algo tan elegante como esta. El vestido que llevaba, me hacía sentir que encajaba y eso me daba algo de seguridad, aunque los tacones me estaban matando.

Y todo estuvo bien por un rato hasta que ellas fueron a bailar con sus respectivas parejas. Esperaba que Caleb fuera de los chicos que detestaban la música y bailar, no sabía como le diría que jamás había bailado, por lo menos no en público.

—¿Te gustaría bailar? —me preguntó, extendiendo una mano.

A veces me preguntaba si yo llamaba a mi mala suerte.

—Nunca he bailado en una fiesta como esta —admití, sintiéndome un poco avergonzada.

—No te preocupes, yo te guío. Ni siquiera notarán que eres primeriza, además mira a la chica y el chico de allí, no parecen muy sincronizados con sus pies —apunto a una pareja que parecían hacer cualquier cosa menos bailar, pero se veían alegres —No creo que nuestra demostración sea peor que eso. —Tomó mi mano y llevándome a la pista de baile.

Bailamos torpemente al principio, mis movimientos eran inseguros y nerviosos, pero Caleb fue paciente en todo momento, me ayudó a relajarme. Poco a poco, me dejé llevar por la música, sintiendo una extraña mezcla de nerviosismo y emoción.

Choque con una pequeña chica que llevaba un vestido dorado. Su cabello estaba hacia un costado tapando la fea cicatriz de su cuello.

—Perdón no te vi. —Me lamenté por no fijarme y chocar con una chica a quien no quería ver. Era un mal recuerdo.

Ella me miro, pero no dijo nada. Se veía algo ida, quizás alcoholizada. Solo siguió su camino junto a un chico. Tuve una rara mala sensación. 

Después de un rato, nos unimos a Vaugh y Arlenn, quienes estaban riendo y disfrutando de la fiesta. Intenté seguir su ejemplo, participando en todo lo que hacían y sumándome a sus risas, aunque no podía evitar sentirme un poco fuera de lugar.

Las parejas bailaban cerca de nosotros, algunos se besaban en rincones oscuros, y otros hacían bromas con sus elementos, creando pequeñas chispas o ráfagas de viento juguetonas. Era un mundo completamente nuevo para mí, y me sentía como una observadora más que una participante.

Pasaron dos horas y mi mente seguía dándole vueltas a la sugerencia de Vaugh. Las chicas me habían dicho muchas veces que Caleb me quería, que solo necesitaba dar el primer paso. Las dudas me asaltaban constantemente, pero también sentía una creciente necesidad de liberarme del dolor que Thomas había dejado en mí. Quería demostrarme a mí misma que podía seguir adelante, que merecía un momento de felicidad. Ya no quedaba rastro de lo que había bebido más temprano, no podía ni siquiera pensar que iba a tener un minuto de valentía por el alcohol.

Finalmente, decidí que era momento de intentarlo. Me acerqué a Caleb, mi corazón latía con fuerza:

—Voy al baño. Podrías venir tras de mí si quieres. —Era una petición sutil.

Él asintió, sonriendo, sin sospechar nada. Me dirigí hacia el baño, necesitaba planear lo que iba a hacer o cómo, estaba muy nerviosa y sabía que no me calmaría hasta que lo hiciera. Mi mente era un torbellino de pensamientos y emociones. Mientras caminaba por el corredor vacío las luces se apagaron, lejos de sentir miedo supe que era Caleb quien me seguía, escuché sus pasos detrás de mí. Pensé que buscaba lo mismo, me lo había insinuado en un par de ocasiones.

Los pasos se acercaban rápidamente, y la adrenalina se mezclaba con mis nervios. Sin pensarlo mucho, me volví de repente, agarrando la corbata de Caleb y acercándome a sus labios. Fue un acto impulsivo, muy torpe y sin experiencia. Pero luego de unos segundos, todo cambió.

El beso fue un torbellino de sensaciones contradictorias. Cuando nuestros labios se tocaron, esperaba sentir la familiar chispa del viento que siempre me rodeaba, esa brisa ligera y refrescante que era mi esencia. Pero en su lugar, solo sentí calor. Un calor intenso y abrumador que emanaba de sus labios cálidos.

El aire y el agua, elementos opuestos que deberían haberse repelido, parecían estar en una danza caótica. No hubo rechazo por su parte, tampoco hubo explosión de elementos encontrados, solo una oleada de calor que se extendió por todo mi cuerpo. Sentí como si el elemento de Caleb estuviera envolviendo mi aire, como si quisiera consumir la brisa que me definía.

Por un instante, el mundo exterior desapareció. Mis pensamientos quedaron atrapados en esa calidez inesperada, en la suavidad de sus labios y en la fuerza contenida de su agarre y delicadeza de su toque, mientras me tomaba por la cintura acercándome a él. Su pecho se sentía fuerte y firme, su corazón latía. Esto era mucho mejor de lo que había pensado, no era una tortura ni se sentía tan mal por no ser lo que había imaginado.

Era un espacio donde solo existía esa sensación.

Abrí mis ojos, sintiendo como poco a poco se adaptaban a esa oscuridad. Para encontrarme con unos ojos verdes penetrantes, supe que algo tan simple lo había echado a perder. No era Caleb, sus ojos eran azules. Solo había una persona que conocía con ese color, Thane. Mi respiración se detuvo por un segundo al comprender mi error.

Thane, con su mirada intensa, no dijo una palabra. Sentí una mezcla de vergüenza y rabia. Como si el suelo se desvaneciera bajo mis pies, me separé de él. ¿Cómo había cometido semejante error?

—Queria hablar contigo, no esperaba esto. —Fue el primero en hablar.

Se veía sorprendido y quizás incómodo. No podía culparlo, aunque creía que estaba acostumbrado a cosas así, lo había golpeado hace dos días no creo que lo esperara, no de mí. 

Le había dado mi primer beso a alguien por quien no sentía nada más que repulsión, asco y a quien detestaba completamente. 

Antes de poder procesar completamente lo que había ocurrido, Caleb apareció en el pasillo. Su sonrisa se desvaneció cuando me vio al lado de Thane, pero no dijo nada. Me tomó de la mano y, sin una palabra, me llevo con él. Atravesamos el salón de baile sin que nadie pareciera notar nuestra partida. El bullicio y las risas de la fiesta se desvanecieron a medida que nos alejábamos del salón, adentrándonos en los jardines, donde el aire fresco de la noche nos envolvía. Las luces de la fiesta quedaron en la distancia. Mi corazón aún latía con fuerza, y mis pensamientos eran un caos. ¿Cómo podía haberme confundido así? ¿Qué iba a hacer ahora?

—¿Te dijo algo? —quiso saber.

No supe qué decir acerca del beso, así que lo lleve por un terreno seguro.

—Solo quería hablar, imagino que se trataba de lo de la cafetería —en parte lo entendía así, no estaba mintiendo del todo.

—No quiero que él se acerque a ti, ese tipo es demasiado inestable. Que esté más cercano a un sombrío lo hace peligroso. Cada vez que está cerca y ocupa su elemento todo se carga de azufre.

No supe qué decir, solo me quede caminando a su lado. Agradecía su preocupación y eso lo hacía peor. Había besado a otro chico cuando en realidad esperaba que fuera él.

—¿Te has divertido esta noche? —Sonrió, logrando relajar el momento y disipar la tensión de la conversación reciente.

—Sí, es... diferente —respondí, tratando de no pensar en el beso con Thane.

Caminando lentamente, disfrutando del aire fresco de la noche y del ligero resplandor de las luces de los jardines. La música de la fiesta se escuchaba tenue desde aquí, mezclándose con los sonidos del bosque cercano. Seguimos caminando y eso me tranquilizó un poco. 

De repente, un grito agudo femenino rompió la tranquilidad de la noche. Provenía del bosque. Caleb se tensó inmediatamente, su mirada fija en la oscuridad. El segundo grito fue de ayuda, una voz masculina. Sin pensarlo, se lanzó hacia la dirección del grito, y yo, sin dudarlo un segundo, lo seguí. Corrí detrás de él, o como me permitieron mis zapatos, pero pronto la oscuridad y la densa vegetación me hicieron perderlo de vista.

—¡Caleb! —grité, pero no obtuve respuesta.

El eco de mis palabras se perdió en el silencio del bosque. La adrenalina corría por mis venas mientras avanzaba con cautela entre los árboles, siguiendo el sonido de pasos apresurados y hojas crujientes. La luna apenas iluminaba el camino, creando sombras en el suelo. 

—¡Caleb! —llamé nuevamente, con más esperanza esta vez.

El bosque se cerraba a mi alrededor, y la única luz provenía de la luna que apenas iluminaba el camino. Mi corazón latía desbocado mientras avanzaba a ciegas, sintiendo el miedo crecer en mi pecho. De repente, escuché pasos detrás de mí. Alguien me seguía y supe que no era Caleb. Sin pensarlo me quité los zapatos y comencé a correr lo más rápido, intentando rodear hacia la salida del bosque, los ruidos de las ramas y las hojas crujientes resonando en mis oídos.

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Corría por el bosque con el vestido de fiesta desgarrado, los pies descalzos y el corazón latiendo desbocado en mi pecho. La oscuridad me envolvía, y apenas podía ver más allá de unos pocos pasos frente a mí. Las ramas se enganchaban en mi ropa y rasguñaban mi piel, pero no podía detenerme. Sentía que si paraba me iban a alcanzar, los pasos resonaban como ecos en la noche. El sonido del agua cercana me indicaba que había un río o un arroyo en algún lugar, pero no podía perder tiempo buscándolo. Mi única opción era seguir corriendo, intentando encontrar el camino que me llevaba a la salida del bosque, e intentar escapar.

Todo esto parecía un sueño, un horrible y vívido sueño, pero era muy real. Cada doloroso pinchazo, cada respiración entrecortada, me recordaba que no podía permitirme caer. Debía seguir. ¡Quería vivir!

Mis piernas ardían por las pequeñas heridas y mis pulmones pedían un descanso, pero el miedo y la urgencia de llegar a un lugar seguro me impulsaban a seguir adelante. Hasta que lo vi: una figura y un cuerpo en el suelo.

Mis ojos se posaron en una silueta oscura que se erguía sobre el cuerpo. Lo miré con desconcierto, una sensación de reconocimiento se apoderó de mí, pero mi mente luchaba por entenderlo. Se parecía a Micke; sus facciones eran similares, pero no tenía sentido. ¿Qué hacía un humano aquí? Un escalofrío recorrió mi espalda mientras mis pensamientos se enredaban en un laberinto de confusión. Me miró y dio la vuelta, desapareciendo en la oscuridad.

Debí correr inmediatamente, lo había aprendido de la peor forma, pero el brillo de un vestido dorado y algo humano en mí me hizo acercarme al cuerpo. Cada paso fue más pesado que el anterior. Al llegar a su lado, supe que ya no había esperanza. El rostro de la chica estaba tan sereno que me pregunté si dormía; no mostraba signos de lucha. Sus ojos, vacíos y sin vida, me miraban como si quisieran contarme el horror que habían presenciado. Había una gran herida en su cuello, reemplazando la anterior, la que le habían hecho durante la entrevista de entrada a Atabey.

No la conocía realmente, pero el horror de su muerte me golpeó con una brutalidad que me dejó sin aliento. No podía hacer nada por ella y no podía quedarme o yo sería la próxima.

—¡Micke, quién diablos eres! —grité a la nada, aunque mi voz se quebró por el miedo.

Mi voz resonó en la oscuridad, llevándose consigo un pedazo de mi desesperación.

La realidad se mezclaba con el terror, y todo lo que podía hacer era mirar, paralizada, mientras mi mente intentaba procesar lo que estaba pasando.


Queridos lectores,

Este capítulo ha sido un desafío, y espero que hayan disfrutado cada momento. Me encantaría saber sus opiniones sobre los giros y las revelaciones que han surgido.

¿Qué les ha parecido la desesperación de Iseria en el bosque? ¿Les sorprendió el desenlace de esta noche tan caótica? ¿Qué piensan de los errores cometidos? ¡Y no olvida Ese beso errado!

Leo sus comentarios con mucho interés, gratitud y diversión.

Su apoyo es fundamental para dar vida a esta historia. Cada voto cuenta y es un impulso invaluable para continuar explorando este mundo de fantasía.

¡Gracias por ser parte de este viaje y por hacer que HellBound cobre vida!

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