34 |Una horrorosa conspiración|
Skylar se encontraba sentada en un banco en la plaza, disfrutando de un helado de chocolate, acompañada por sus amigos Davina y Josh. El último, con sus lentes de sol oscuros y su radiante sonrisa, parecía un personaje salido de una película de Disney. Estaba tan feliz que en cualquier momento podría comenzar un musical, haciendo que todos a su alrededor se unieran a él en una danza. Sky rió ante la idea, y él, al notarlo, bajó un poco sus lentes, mirándola con una ceja alzada.
—¿Te estás burlando de mí? —preguntó indignado, y ella asintió con una sonrisa divertida—. Eres muy mala —añadió, cruzando los brazos.
—Estás tan feliz que no puedo evitarlo —se defendió, sin borrar la sonrisa de su rostro.
—¿Cómo podría no estar feliz ahora que puedo caminar al sol y broncearme todo lo que quiera? —preguntó con obviedad, antes de voltear a ver a Davina, que miraba al suelo como si fuera el culpable de todos sus problemas. Sus ojos azules reflejaban una profunda melancolía—. ¿Les he dicho que son asombrosas? Porque lo son, junto con el sol, el anillo solar y ese chico corriendo con la camiseta.
—¿Dices que somos asombrosas porque ayudamos a que tuvieras el anillo o porque en serio lo somos? —preguntó la Trihibrida, intrigada—. Mejor no respondas, ya sé la respuesta: soy simplemente asombrosa —comentó, sintiéndose un poco arrogante, pero con una chispa de humor.
—Y una presumida. Aunque, siendo tú, no presumir sería un delito —dijo Josh, guiñándole un ojo—. ¿Me das un poco de tu helado?
—La comida es sagrada, eso no se comparte —negó, y él suspiró frustrado—. Con lo único que soy egoísta es con la comida, y me siento orgullosa de eso —añadió, casi como un mantra personal.
—Loca —murmuró frustrado, y Skylar le dio un golpe juguetón en la parte trasera de la cabeza, lo que hizo que se le cayeran los lentes.
—Y agresiva también —respondió él, fingiendo estar ofendido.
—Josh, ahora que tienes el anillo solar, deberías irte de Nueva Orleans. Los dos deberían hacerlo —afirmó Davina, mirándolos con preocupación.
—Oye, aguarda. ¿Estás terminando con nosotros? —preguntó el vampiro, fingiendo tristeza. Skylar no pudo evitar reír mientras se llevaba la cuchara con helado a la boca.
—Hablo en serio.
—Lo serio es lo normal contigo, y por eso nos necesitas a nosotros para alegrarte. Por ende, no nos iremos a ningún lado. No pensamos dejarte aquí sola y amargada —replicó, su tono era firme, pero había calidez en sus palabras.
Un escalofrío recorrió la columna de Skylar, y su mirada se desvió inconscientemente hacia la calle, donde juraría haber visto a Mikael parado, observándolos. El original desapareció inmediatamente cuando un auto pasó frente a él, dejándola en un estado de confusión. Se cuestionó a sí misma si había sido una alucinación o si realmente la estaba persiguiendo. Sin embargo, al ver el rostro de Davina, totalmente aterrado, se dio cuenta de que también lo había visto y que podía tener que ver con el don que compartían.
—¿Están bien? —preguntó Josh, preocupado.
—Solo son cosas de brujas —murmuró Skylar, apartando la mirada del lugar donde había estado el hombre y tratando de convencerse de que era una mera casualidad que estuviera allí, sin relación con lo que Elise le había dicho sobre su regreso.
—Marcel vino a verme ayer. Me pidió que le hiciera un hechizo de encubrimiento. Está planeando algo grande contra Klaus —dijo la bruja con preocupación, y Skylar la miró sorprendida, ya que no esperaba que dijera eso frente a ella.
—Bueno, supongo que olvidó llamarme. ¡Qué grosero!
—¿Lo ayudaste? —preguntó la Trihibrida, intentando lucir desinteresada.
—Sí, porque no quiero que lo maten. Pero si Klaus se entera... —Davina se detuvo, su voz temblando ligeramente.
—No te hará nada. No lo dejaré, lo prometo—la interrumpió con seriedad—. Además, si Marcel tiene un plan, Nik lo descubrirá y terminará en una retirada. Klaus no va a matarlo. Aunque no lo parezca, lo ama, y estoy segura de que, aunque le guarde mucho rencor, preferiría clavarse una estaca de roble blanco en el corazón antes de matarlo o dejarlo morir.
—¿Klaus tiene corazón? —preguntó sorprendido Josh, y Skylar no pudo evitar reír mientras lanzaba el tazón de plástico del helado a la basura. En ese mismo momento, su celular sonó, y al ver que era una llamada del híbrido, decidió ignorarla.
—Hablando del diablo —dijo divertida—. Debo irme o Klaus va a llevarme a rastras al complejo. No se supone que salga después de que casi soy asesinada por unos fantasmas.
—¿Dijiste fantasmas? —preguntó el chico, con un brillo de preocupación en sus ojos—. ¿Quién te atacó?
—El padre de Klaus, que en realidad no es su padre. Me odia porque lo maté, pero lo odia aún más a él y, por ende, a nuestra hija —respondió, dejando escapar un suspiro pesado—. No te preocupes por él si te molesta. Es solo un muerto, no te hará nada. Mis amigos de Mystic Falls se están encargando de solucionarlo.
—Eso es bueno —susurró la ojiazul, un poco más calmada—. Klaus no es lo único a lo que debemos temer. Si habrá una guerra, prométeme que se irán antes de quedar atrapados.
—No puedo prometerte eso porque nací aquí y voy a luchar con mis garras, colmillos y poderes para defender mi ciudad. Ya estoy atrapada en la guerra, y la retirada no es una opción que entre en mis planes. Pero ustedes tienen opciones. Aún eres joven, Davina, puedes irte a algún lugar lindo como Londres y comenzar una nueva vida, conocer a un chico y casarte, o vivir sola y adoptar gatos. Pueden salir de aquí. Yo también podría, pero no quiero hacerlo, y soy muy terca.
—Ya lo noté —respondió ella, su tono burlón levemente alivió la tensión.
—¿Te das cuenta de que hablas como si tuvieras unos ochenta años más que nosotros y que solo te llevas cuatro años con Davina? Y yo soy unos meses más grande que tú —se burló el castaño—. Tu instinto maternal es muy divertido.
—Cuando actúe como una madre neurótica y sobreprotectora, prométeme que me van a golpear —pidió, y ambos rieron. Sintió su teléfono vibrar nuevamente y suspiró, colgando la llamada—. Ahora sí debo irme. Adiós.
—Adiós, mamá —dijeron divertidos al unísono, haciéndola reír.
Se alejó de ellos, dirigiéndose al complejo con una gran sonrisa. Estaba contenta por haber podido mejorar su mañana y evitar concentrarse en las pérdidas y el dolor que había vivido últimamente. Josh y Davina se habían convertido en una distracción de sus problemas, ayudándola a mantenerse positiva y feliz. Posiblemente, sería una amargada si no los hubiera conocido.
—¿Dónde estabas? ¿Acaso no escuchaste que no debes salir y, si lo haces, tienes que avisar con quién estás y a dónde vas? —preguntó Klaus al verla llegar a casa, frunciendo el ceño y con los brazos cruzados. Skylar decidió pasar por un costado y caminar hacia Genevieve, sabiendo que esa era la única manera de evitar una escena.
—Hola, Genevieve. ¿Cómo estás? ¿Te hiciste algo nuevo en el cabello? Te ves fenomenal. —La saludó con un tono demasiado amable, haciendo que ambos la miraran confundidos. Sonrió complacida al darse cuenta de que su plan para distraer a Klaus de su enojo estaba funcionando bastante bien.
—Hola, Skylar. Estoy bien, ¿y tú? —preguntó, extrañada—. Gracias por el cumplido. Creí que nadie notaría que me hice unos reflejos más claros en la parte de arriba.
—Claro que se nota, te queda muy bien —mintió, aunque en realidad no tenía idea de lo que había hecho diferente. Genevieve lucía igual que siempre.
—El hechizo de tu madre es tan complicado como elegante. Ella era una bruja muy talentosa—afirmó la mujer, observando impresionada el papel que sostenía, que fue rápidamente arrancado de sus manos por un impaciente Klaus.
—¿Esta es la parte? —preguntó él, en un tono serio.
—Ya lo dije, es complicado. Le dio un hechizo protector a las piedras negras de cianita. El hombre lobo que las tenga no se transformará en luna llena.
—¿Y las mejoras? —preguntó Skylar, preocupada por el hecho de que esa noche habría luna llena y no quería que Hayley pasara por ese dolor otra vez, ahora que ya no estaban vinculadas.
—El hechizo mejorará la velocidad, fuerza y agilidad.
—Debe decir algo sobre los colmillos. Es lo que mi madre usó cuando nos convirtió en vampiros—dijo Klaus, recordando vívidamente el momento.
—No solo colmillos. Dijiste que quieres veneno para que su mordida sea letal a los vampiros. Esto debe ser un buen regalo. Seguro que a Hayley le gustará.
—No solo a Hayley. Harás varios de esos, digamos unos cien.
—Ese no era el trato que hice con Elijah —respondió Genevieve, con una mueca.
—Bien, pero ahora hablas conmigo y te ofrezco mucho más. Te protegeré frente a aquellos que quieran lastimarte, incluido mi hermano. Y como te necesito, te ofreceré algo más valioso aún que mi protección —dijo con voz baja y persuasiva.
—¿Qué cosa? —cuestionó Sky, con seriedad, sintiendo que algo no estaba bien.
—El Grimorio de mi madre, de donde obtuve los hechizos. Verás, Elijah te permite mirar unas hojas, pero yo te lo daré como regalo si me prometes lealtad, comenzando con la creación de esos anillos.
—Este fue tu plan desde el comienzo. Quieres un ejército de hombres lobo y me utilizas para hacerlo —dijo la pelirroja, sintiéndose frustrada.
—Yo no soy el enemigo, y tampoco los lobos. Tu aquelarre abusivo quiere que te sacrifiques por la pérdida de las chicas de la cosecha. Hazme este favor y jamás le volverás a temer a nadie —aseguró Klaus, y ella asintió, no muy convencida—. Debo irme a atender unos asuntos. Quédense aquí —dijo antes de desaparecer con su velocidad vampírica.
Skylar se levantó de la mesa y caminó hacia la sala de estar, donde encontró a un serio Elijah, sin rastro alguno de los lobos.
—¿Y Hayley y Jackson? ¿No deberían haber regresado ya? —preguntó, confundida. Creía que estarían allí cuando volviera—. Debieron haber regresado. Me fui hace tres horas.
—¿Y Niklaus? —preguntó Elijah, su expresión tensa.
—Se fue a atender unos asuntos, o algo así —respondió, encogiéndose de hombros mientras observaba a Elijah marcarle al ojiazul.
—¿Sí, hermano? ¿Qué sucede? —preguntó al contestar la llamada.
—Aparentemente, Hayley y Jackson se perdieron, hermano. Tenemos que encontrarlos.
—Eso será algo difícil. Localizamos su auto en una carretera secundaria en medio de la nada. Supongo que fueron secuestrados.
—¿Y no sentiste la necesidad de compartir esta información? —preguntó Elijah, claramente frustrado.
—Mi intención era presentarte el problema después de haber encontrado una solución apropiada —respondió, con calma.
—Bien, cuéntanos.
—La única persona con la valentía para secuestrar a sus lobos aliados es el que más puede perder. Se rumorea que Marcel está planeando algo grande contra Klaus —comentó Sky, recibiendo una mirada sorprendida de parte de su cuñado.
—Genevieve me aseguró que Marcel tiene un hechizo de encubrimiento, y la única bruja que lo ayudaría es Davina. Necesito tener un poco más de ventaja antes de visitarla —dijo Klaus, utilizando su tono sombrío que siempre indicaba que iba a hacer algo arriesgado.
—Por eso no te dije que ella lo ayudaba en primer lugar. No te voy a dejar lastimar a Davina, Klaus —dijo Skylar, molesta—. Prométeme que la vas a dejar en paz.
—No te preocupes, amor. No voy a lastimar a Davina, a Josh sí —aseguró antes de colgar el teléfono, sin darle tiempo a decir nada al respecto. Skylar intentó ir a detenerlo, pero Elijah se apareció frente a ella y se lo impidió.
—No puedo dejarlo lastimarla o a Josh. Tienes que dejarme ir, Elijah —suplicó, la desesperación era notoria en su voz.
—Yo iré a ver que mi hermano se comporte y a salvar a Hayley. Tú quédate aquí —ordenó, antes de desaparecer con su velocidad vampírica.
Skylar comenzó a caminar de un lado a otro, nerviosa, tratando de convencerse a sí misma de que Davina y Josh estarían bien, que Elijah lograría salvarlos a todos.
—Preocuparte no servirá de nada. Deberías sentarte e intentar relajarte —aconsejó Genevieve al ingresar al estudio.
—¿Qué eres? ¿Bruja y entrenadora de vida zen? —preguntó, irritada.
—El tratamiento para mujeres embarazadas ha evolucionado desde que fui enfermera, pero incluso yo sé que la presión alta es mala para el bebé, especialmente ahora que está tan cerca de nacer —dijo con obviedad. Skylar decidió sentarse a esperar y tratar de estar tranquila por su hija.
—Odio esto. Me siento inútil —confesó, dejando escapar un suspiro de frustración.
—¿No lo entiendes? Eres la razón de todo esto. Klaus y Elijah están corriendo por la ciudad y es solo por ti. Siento algo de envidia —murmuró, con una mirada que reflejaba celos.
—Sé que soy afortunada, pero eso no cambia el hecho de que no importa si estoy aquí o en Mystic Falls, todos me tratan como si fuera la princesa en la torre que necesita ser rescatada y no puede hacer nada por sí misma —respondió Skylar, sintiéndose atrapada en su propio papel.
—No te quejes. Tienes muchas personas que matarían y morirían por ti. Hay personas que no tienen ni la mitad del amor, lealtad y protección que te proveen los Mikaelson y el resto de tus amigos. Piensa que al menos te tratan como una princesa y no tienes que hacer nada.
—Ese es el problema. Yo no soy una princesa; soy una reina —dijo Skylar, suspirando—. Esto es estúpido. Deberíamos estar ayudándolos.
—¿Necesitas algo?—preguntó la pelirroja, observándola con atención.
—¿Qué tal un anillo lunar para mi hermana? —inquirió con seriedad.
—El hechizo no puede realizarse hasta que la luna llena esté en su punto más alto. Y claro, necesito las rocas que llegarán pronto. Ten un poco de fe.
Ignorando el consejo, Skylar llamó a Elijah para saber cómo iban las cosas. Para su sorpresa, él respondió rápidamente.
—¿Qué sucede? —preguntó Elijah, su voz estaba cargada de preocupación—. ¿Mi hermana está bien?
—Jackson y Hayley están bien. Tienen algunos problemas. ¿Puedo llamarte después? —respondió, con seriedad.
Skylar escuchó la risa de Klaus, seguida de un golpe y un "Eso no se ve bien" que salió de la boca del híbrido, además de un "¿Tratas de matarnos?" proveniente de Jackson. Segundos después, un fuerte ruido, que sonaba como una explosión, hizo que su corazón se detuviera por un momento. La llamada se cortó, y un nudo de ansiedad se formó en su pecho. Intentó volver a hablar con Elijah y Klaus, pero ninguno contestaba. La desesperación comenzó a apoderarse de ella.
—¿Pasa algo malo? —interrogó la ojiazul, al notar la expresión de susto en su rostro.
—Escuché una explosión. ¿Crees que estén bien? —preguntó, atemorizada por la posibilidad de que algo les hubiera sucedido.
—No lo sé, pero confío en que Klaus y Elijah van a lograr salvarlos. Después de todo, no hay nada que no harían por ti —dijo, segura de sus palabras. En ese momento, Skylar sintió un repentino dolor en la parte baja de su vientre y hizo una mueca—. Aunque no lo creas, en serio no es sano ni para ti ni para el bebé que estés preocupada.
—No es por eso. Mi hija ha estado con ganas de jugar al boxeo —dijo, intentando encontrar un poco de humor en la situación.
—El vestido que tienes es muy hermoso. ¿Dónde lo compraste? —interrogó, intentando cambiar de tema, probablemente porque notaba que Skylar estaba al borde de los nervios.
—Me lo regaló la mamá de mi mejor amiga. La mayor parte de mi ropa ya no me queda, así que decidí probarme este. Descubrí que es súper cómodo y la tela es suave y fresca— explicó, mientras se distraía de sus preocupaciones.
Justo en ese momento, comenzaron a escuchar voces y, al poco tiempo, los dos hermanos Mikaelson junto con los dos castaños, ingresaron en la habitación.
—Gracias a Dios, están bien —susurró aliviada, antes de correr a abrazar a su hermana con desesperación y luego a Jackson, mientras la pelirroja salía de la habitación.
—Estoy bien también, gracias por preguntar —dijo burlón el híbrido, mientras Skylar ayudaba a sentar a los dos licántropos en el sofá.
—¿Qué pasó con las rocas? —preguntó, confundida.
—Imagino que están esparcidas por la costa del Mississippi —comentó Elijah, con seriedad.
—Marcel no es tonto. Sabe que un ejército de hombres lobo sería el fin para los vampiros de Nueva Orleans. La explosión es su forma de decir que quiere evitarlo, si le sirve de algo —dijo Klaus, sirviéndose un vaso de bourbon.
—Le sirvió muy bien, ¿verdad? —bufó frustrada Hayley—. Casi nos hace estallar en pedacitos y se llevó lo único que evitaría que todos mis huesos se rompan una vez al mes.
—Esto es mi culpa. Encontraré la forma de arreglarlo —afirmó el rubio, con una determinación que tenía un tono de urgencia.
—No, Jack, estás herido y nadie te culpa —dijo Sky, con firmeza.
—Yo sí te culpo. Esas rocas serán difíciles de reemplazar. Por fortuna, siempre tengo un plan de respaldo —sonrió abiertamente, y en ese momento, como si sus palabras lo detonaran, comenzaron a escucharse muchos pasos en el piso de abajo.
Klaus salió disparado fuera de la habitación, mientras Skylar tomó un cuchillo de la mesa y cortó su muñeca, dejando caer una buena cantidad de su sangre en un vaso.
—Esto los curará. Sé que no les agrada mucho la idea de beber mi sangre, pero si desean curarse rápidamente, eso deben hacer —afirmó antes de salir y asomarse en el balcón para saber qué demonios sucedía, encontrándose con un séquito de personas liderado por nada más ni nada menos que Francesca Correa.
—No puedes hablar en serio. Es una mafiosa —dijo, sintiendo un escalofrío recorrer su espalda.
—La considero un medio de obtención de cosas extrañas en poco tiempo —le respondió Klaus, mientras bajaba las escaleras, siendo perseguido por ella—. Hola, señorita Correa. Veo que trajo compañía.
—Ellos son mis hermanos; siempre los incluyo en negocios delicados —afirmó Francesca, antes de voltear a los hombres de traje. Era algo gracioso que todos llevaban el mismo color—. Hermanos, él es el señor Mikaelson.
—Por favor, llámenme Klaus. Todos mis amigos lo hacen —murmuró, con una encantadora sonrisa.
—Tú no tienes amigos y los que tienes siempre intentan matarte —dijo obvia, y él la miró mal. A su lado, Elijah reprimió una sonrisa burlona.
—No sé si nos definiría como amigos, pero si tú y Marcel van a tener una pequeña fiesta, prefiero que mi familia esté del lado inevitablemente ganador —comentó, mientras sacaba las piedras del maletín que llevaba uno de sus hermanos.
—Entonces tienes lo que te pedí —dijo, sintiendo un rayo de esperanza.
—No es tanto como para un ejército debido al poco tiempo, pero es un comienzo.
—Qué extraño, no sabía que ella conocía nuestro plan —dijo Elijah, dirigiendo una mirada fulminante a su hermano.
—Mi precio para los negocios es conocer la verdad. Tu hermano lo cumplió—respondió Francesca, con una sonrisa astuta.
—¿Y qué beneficio obtendrá la facción humana?—preguntó, intrigado.
—Solo quiero afianzar nuestra lealtad con la clase superior. Es bueno para los negocios.
—Todos deberían compartir tu capacidad de razonamiento —la halagó, y Sky rodó los ojos con fastidio.
—Lamentablemente no lo harán. Marcel es muy rencoroso. Me preocupa que me persiga o a mi familia solo por venir a verte. Sería un beneficio para mí combinar nuestros esfuerzos —dijo la mujer, mientras Klaus asentía.
—Que así sea. Cuantos más seamos para defender, mejor. Comencemos, ¿de acuerdo?
Después de que Klaus les explicara la situación y comenzara con la creación de los anillos, Hayley decidió ayudar a Jackson a vendar sus heridas, mientras que Elijah y Skylar se quedaron supervisando que no hubiera más planes secretos. Sin embargo, al ver a esas dos mujeres coquetear sin vergüenza alguna con su novio y a él ignorarlas como todo un caballero, decidió ir a ver cómo estaban su amigo y su hermana, después de casi haber sido incendiados vivos por querer una vida mejor.
—Debo irme. Tengo que volver al pantano antes de que salga la luna llena —le dijo Jackson al verla ingresar en la habitación, y ella asintió, observando el vaso en la mesa que aún contenía sangre—. ¿Vienes, Hayley?
—Voy a esperar un poco más. Quiero estar con Skylar, pero iré antes de que salga la luna llena—aseguró, con un poco de nerviosismo.
—Esta será la última vez. Luego de esta noche no van a volver a transformarse. No más dolor ni esconderse en el pantano. Les doy mi palabra.
—¿Sabes? Klaus no hace esto por bondad. Lo hace por ti, Skylar. Tú eres quien cambiará todo para nosotros —dijo Jackson, con una pequeña sonrisa que Skylar le devolvió de inmediato. Él comenzó a caminar hacia la puerta y ahí vieron a Elijah parado—. Parece que otra vez estoy en deuda contigo.
—Lo acompañaré hasta la salida —informó Skylar, antes de salir prácticamente de la habitación para dejar a Hayley y Elijah solos. Caminó junto al castaño hasta la puerta y se despidió de él antes de caminar hacia la sala, donde Klaus y Genevieve estaban parados—Asumo que está todo listo, ¿no es así?
—El último ingrediente es personal. Como el hechizo controla la transformación, necesito la sangre de un hombre lobo que controle la transformación. ¿Me darías un poco de tu sangre? —le pidió Genevieve.
Skylar dudó por un momento, sintiendo un escalofrío al recordar la naturaleza de la magia que la pelirroja practicaba. Klaus y ella compartieron una mirada, y antes de que pudiera acercarse a la pelirroja, él la detuvo.
—No voy a arriesgar a mi novia con los efectos secundarios de tu brujería. Soy mitad lobo, controlo mi transformación. Utiliza mi sangre—ordenó Klaus, extendiendo su muñeca. Genevieve tomó el cuchillo con amargura, bajo su mirada amenazante que exclamaba peligro de una forma aterradora—. Si no mantienes tu parte del trato, las consecuencias para ti serán apocalípticas.
—Dices cosas muy lindas —ironizó la bruja, antes de cortar la palma de su mano y dejar caer la sangre dentro del círculo de sal, justo encima de las piedras, que comenzaron a desprender humo. Genevieve comenzó a recitar el hechizo bajo la atenta mirada de todos, y segundos después, Elijah y Hayley aparecieron, luciendo muy felices por una razón muy obvia: se habían besado.
—Mi gente dice que Marcel viene para aquí y trae amigos —informó una preocupada Francesca.
—Llévalas a un lugar seguro —ordenó Klaus, antes de salir por la puerta.
—Vengan conmigo —ordenó Francesca.
—No, alguien debe vigilarla —dijo Skylar, firme, mientras Genevieve la miraba con una expresión de desagrado.
—Deberías ayudar a Klaus. Mis hermanos y sus equipos de seguridad no servirán contra vampiros. Me quedaré con Skylar y Hayley.
—Ve, Elijah. Estaremos bien —afirmó Skylar, y él asintió, no muy seguro, antes de alejarse.
—Señorita Correa, tiene que salir de aquí. Sus hermanos ya se están yendo —informó un hombre de traje al entrar.
—Aún no —murmuró Francesca, observando las piedras como si fueran todo lo que deseaba.
En ese momento, el teléfono de Skylar sonó. Era una llamada de Cami, pero decidió no contestar para poder vigilarlas.
—Las piedras están terminadas. Hice mi parte, ahora depende de ti —determinó Genevieve.
Justo en ese momento, su hermana comenzó a sentir un fuerte dolor por el efecto de la luna llena, y Skylar se apresuró a robar una piedra y dársela. Al sostenerla en su mano, la transformación cesó de inmediato, y las dos se sintieron aliviadas.
—Voy a llevarlas al pantano —informó, con una pequeña sonrisa de alivio al ver que su hermana iba a estar bien.
—De hecho, me hablaba a mí —intervino Francesca, tomando las piedras.
—¿Qué demonios es esto? —preguntó, molesta.
—Llámalo un trato paralelo. El punto es que me llevaré las rocas.
—¿Estás loca? ¿Crees que la facción humana podrá con Klaus? —interrogó Hayley, con obviedad.
—No, no lo creo, pero yo no soy humana. —Francesca sacó una navaja de su bolsillo y la deslizó por el cuello del hombre. Un dolor de vientre la invadió, y cuando alzó la mirada, sus ojos brillaban color dorado—. Soy como ustedes y ahora voy a recuperar mi ciudad.
—Claro que no —negó la Trihibrida.
Ambas intentaron atacarla, pero en un ágil movimiento, Genevieve causó algo extraño en el vientre de Skylar y desmayó a Hayley con su magia.
—No estés triste, Genevieve. Ambas obtuvimos lo que queríamos —escuchó murmurar a la loba.
Los ojos de Sky brillaban color azul eléctrico, y cuando levantó la mirada, vio a una arrepentida pelirroja junto a una orgullosa morena.
Skylar la fulminó con la mirada, ignorando la opresión dolorosa en la parte baja de su vientre. Se lanzó sobre ella, golpeándola tantas veces como pudo, hasta que Genevieve las separó un poco, repitiéndole que lo sentía y que era lo mejor. Le propinó un codazo en el rostro que la hizo retroceder, y al mirarla, vio que su nariz sangraba. En su descuido, Francesca la lanzó contra una pared y salió de la habitación rápidamente.
Skylar intentó seguirla, pero el dolor en su vientre se volvía cada vez más fuerte. Mientras se recuperaba, vio a varias personas que reconoció como brujas ingresar en el lugar. Se levantó rápidamente del suelo y, al hacerlo, sintió un líquido bajar por sus piernas. Las cinco personas despiertas que estaban en la habitación se sorprendieron, porque eso significaba solo una cosa: su fuente se había roto y la bebé no tardaría en llegar.
Pudo jurar que vio una sonrisa malvada en sus rostros, y en su debilidad momentánea, mientras intentaba procesar lo que iba a suceder y cómo escapar de ellos, los hombres le agarraron un brazo cada uno y las mujeres, de las piernas. Forcejeó, intentando patear y golpear a todos mientras la arrastraban fuera de un vacío complejo lleno de cadáveres, en el cual no había rastro de Klaus, Elijah o Marcel, y luego por las calles de la ciudad.
Luchó todo lo que pudo, pero escuchó a Genevieve recitar un hechizo que aparentemente la debilitaba más de lo que ya estaba y aumentaba el dolor de las contracciones. Se dejó guiar por el cansancio, y cuando llegaron a la iglesia, las mujeres soltaron sus piernas para que pudiera caminar. Skylar continuó intentando luchar, pero realmente estaba muy débil y no lograba hacer nada más que forcejear para soltarse y jadear constantemente por el dolor.
—Coloquenla en el suelo —ordenó Genevieve, y ellos la posicionaron en la escalera.
—Debemos llevarla a la Ciudad de los Huesos —opinó Monique.
—No lo lograremos. El bebé ya va a nacer.
—No, es muy pronto. —Sky intentó combatir la idea, pero un desgarrador dolor se apoderó de su vientre y gritó.
—Aparentemente no.
—El plan era inducirlo con el sacrificio preparado.
—Tuve que contenerla y el trauma causó el desprendimiento de placenta. El bebé está en camino y tenemos que adaptarnos.
—¡Déjenla ir! ¡Dejen a mi hermana! —Escuchó el grito de desesperación de Hayley porque no la soltaban. La vio a lo lejos soltarse del agarre de los brujos y golpearlos antes de correr hacia ellas, pero fue inmediatamente detenida por Monique, quien le rompió el cuello de un solo movimiento de manos.
En el momento en que vio a Hayley caer al suelo, el mundo comenzó a ir de un modo tan lento que creía que su respiración y el latido de su corazón se detenían. Soltó un grito por el horrible dolor que la invadía, mientras la observaba, recriminándose a sí misma por no haberla cuidado, por no haber sabido que esto pasaría y por no haber evitado que la asesinaran.
—Tienes que calmarte, Skylar.
—¿Calmarme? ¡Mataron a mi hermana! ¡Me quitaron lo único que me quedaba! —sollozó, sin poderlo evitar—. ¿Por qué me hacen esto?
—Hay que sacrificarnos para renacer —dijo la morena a su lado, con una expresión fría.
—¿Qué demonios significa eso, perra psicópata?—gruñó molesta—. ¡Tú eres quien va a ser sacrificada por lo que acabas de hacer! ¡Te voy a asesinar de la forma más lenta y dolorosa posible!
—Los ancestros piden un sacrificio a cambio de poder —respondió la líder del aquelarre, con una sonrisa satisfecha.
—Y tu hija es la ofrenda perfecta —finalizó la adolescente, y Skylar sintió un escalofrío recorrer su cuerpo.
—¡No van a llevarse a mi hija! ¡Las mataré y si no lo hago, Klaus y Elijah lo harán!
—Cálmate. Nadie nos va a matar. Cuando nazca tu bebé, la ofreceremos a los ancestros.
—¿Qué le están haciendo? —escuchó la pregunta de una aterrada Davina, que se acercó rápidamente—. ¡Dejenla en paz!
—No te metas —dijo la pelirroja antes de desmayarla con un hechizo—. Lo siento mucho, Skylar, pero debo hacerlo.
—¡No! ¡No!—gritó desesperada en un intento de zafarse de su agarre y huir.
Sus gritos de pánico, combinados con el dolor, resonaron en la iglesia, hasta que segundos después, el grito de ira y desesperación de Klaus resonó desde afuera, generándole una sensación de alivio.
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